sábado, 14 de marzo de 2015

VIOLENCIA: UN PROBLEMA SOCIAL



SOBRE EL MATRIMONIO
Oscar Cervantes Velásquez

La modernidad ha traído, entre otros muchos males, que las relaciones de pareja se hayan vuelto algo superficial, donde preponderan el placer carnal y los intereses mezquinos del hombre o de la mujer, amparándose en el acelerado ritmo de la sociedad actual que termina por afectar la vida en común y sus aspiraciones, dificultando la convivencia; infidelidades, desconfianza, falta de compromiso son, entre otras cosas, el pan de cada de día de las relaciones de pareja, siendo esta la punta del iceberg de un hasta hoy, ignorado problema de desamor.
Los espíritus al ser consultados por Kardec acerca del matrimonio, en la pregunta 695 de “El Libro de los Espíritus”, respondieron en forma sabia y sencilla que “era un progreso en la marcha de la Humanidad”, razón por la cual, el hombre encarnado en la Tierra debe preocuparse en mayor medida, por la buena salud de las relaciones de pareja, aplicando el principio cristiano de “no hacer a los demás lo que no quisieras que hagan contigo”.

Al ampliar la respuesta dada por los espíritus a la pregunta 696, acerca de la abolición del matrimonio, Allan Kardec asegura que: “La unión libre y fortuita de los sexos es el estado natural. El matrimonio es uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas; porque establece la solidaridad fraternal y se encuentra en todos los pueblos, aunque en diversas condiciones. La abolición del matrimonio sería, pues, el regreso a la infancia de la Humanidad, e incluso, colocaría al hombre por debajo de ciertos animales que le dan el ejemplo de uniones constantes”.
El hombre necesita de la vida social, y es en la unión conyugal, donde encontramos el punto de partida de la célula generadora de la familia, donde el progreso se hace efectivo en el ser a través del estrechamiento de los lazos sociales, pues tal como lo plantean los espíritus en la respuesta a la pregunta 774 de “El Libro de los Espíritus”, los lazos de familia son una ley natural, pues de esta manera Dios los insta a amarse como hermanos.
Acorde a las enseñanzas de Emmanuel en “El Consolador Prometido por Jesús”, reconocemos que el matrimonio constituye una dura prueba, pero que sirve de redención para aquellos espíritus que, comprometidos en el pasado, necesitan saldar sus cuentas con la ley de causa y efecto.  Por eso, “para conquistar la paciencia y el heroísmo domésticos es menester la más arraigada fe en Dios, y tomar como espejo divino el ejemplo ofrecido por Jesús en su apostolado de abnegación y dolor sobre la faz de la Tierra” .
Especialistas en el tema de las relaciones de pareja aseveran que: “Todas las parejas pasan en algún momento de su relación por situaciones de crisis. Lo importante en esos momentos es afrontarlas y superarlas actuando con madurez y asumiendo los vaivenes de la relación como algo normal que ocurre en todas las relaciones pero que hay que tratar de solucionar.
Ante las dificultades, no debemos caer en el abandono de la pareja ni dejar que las cosas se solucionen solas. Es importanteuna actitud activa y hacer todo lo posible por salir de esa situación, averiguando cuáles son los motivos que la provocaron y procurar que no vuelva a ocurrir.
Para que una relación sea sólida debe estar basada en el amor, confianza, respeto y comunicación. De esta forma, aunque no va a estar exenta de dificultades será más fácil superar todos los obstáculos que se puedan presentar, pues se apoya en los pilares básicos de una relación afectiva” .
Quién puede poner en duda semejantes aseveraciones, que llevadas a la práctica generarían un estado de bienestar para la relación de pareja, pero que en aquellas relaciones donde los intereses particulares de cada pareja priman por encima del objetivo común, representan simple y llana teoría que de nada sirve si no existe la verdadera motivación en las relaciones humanas que es el amor. Como enseña André Luiz en la obra “Opinión Espírita”, “Todo corazón necesita de amor. Urge discernir, pues, cómo se ama y cómo se es amado ”.
Pero, ¿Dónde podemos encontrar respuestas claras, concretas y precisas a este tema que afecta de una u otra manera a todos los espíritus que hasta hoy han reencarnado en la Tierra? Compleja respuesta que difícilmente nos la van a responder los más eruditos especialistas en el campo familiar y que de espaldas a la ley de reencarnación, pretenden sentar cátedra alrededor del tema.
Para quienes se amparan bajo la frondosa sombra intelecto-moral que nos ofrece la Doctrina Espírita, existen obras que nos han legado Espíritus como Juana de Ángelis, André Luiz, Emmanuel, Amelia Rodrigues, Manuel Philomeno de Miranda y muchos otros, obtenidos a través de la mediúmnidad psicográfica, nos permiten tener una mejor apreciación de la complejidad del tema y donde se encuentran las raíces psicológicas profundas que no le permiten al ser encontrar la esquiva felicidad que tanto anhela.
Es necesario reafirmar que, “el orden natural e inherente a la especie humana es, incontestablemente, la monogamia, ya que, teniendo por base la unión constante de los cónyuges, permite que se establezca entre ambos una estrecha solidaridad, no sólo en las horas de regocijo, sino también en los momentos difíciles y dolorosos. Es también de ese modo que los padres pueden dar a los hijos todo lo que ellos necesitan para un desarrollo normal, sin problemas de personalidad.
El matrimonio monógamo es el instituto que mejor satisface los planes de Dios, en el sentido de preparar a la familia para una convivencia de paz, alegría y fraternidad, estado ese que ha de extenderse, en el futuro, a la Humanidad entera” .
Si bien es cierto que existen culturas ancestrales que mantienen, aún hoy, vivas y actuantes su manera de llevar las relaciones de pareja, debemos comprender que eso corresponde al estado evolutivo de los espíritus que reencarnan, según sus necesidades de progreso espiritual, en esos pueblos. Podemos mencionar a manera de ejemplo “dos costumbres matrimoniales que han existido y existen en algunas partes; la poligamia y la poliandria. La primera, más extendida, es común en países musulmanes donde todo buen creyente está autorizado a poseer hasta 4 esposas legítimas. En otras regiones africanas y de la India no existen límites en cuanto al número de concubinas, siempre que el marido posea la suficiente holgura económica para mantenerlas a todas por igual. La poliandria es práctica común en el Tibet, donde 2, 3 y hasta 4 hombres poseen con frecuencia una sola mujer común. A esto debe añadirse que cuando una mujer se casa con un hombre que tiene varios hermanos menores, se convierte automáticamente en la esposa de éstos. Además, es común para estas mujeres tener relaciones extramatrimoniales con los lamas o monjes solteros”.
Peor aún es la costumbre en pueblos como los “Danakil del África Occidental, el novio debe haber matado a un hombre para obtener el derecho a casarse. Las costumbres sanguinarias de esta tribu exigen esta imprescindible prueba de virilidad para encontrar esposa. Como vemos, la violencia y la crueldad llegan aquí a formas sanguinarias tan sólo para obtener el derecho a casarse” .
En Colombia, algunas tribus indígenas como los Wayuú, de la Guajira, “…viven en clanes que son matrilineales en donde el parentesco está conformado por solo los padres y sus hijos. También, en esta cultura “la poligamia es el modelo preferido de matrimonio, lo cual a su vez es signo de riqueza y señal de prestigio”. En estos matrimonios polígamos, cada esposa vive aparte de las otras con sus hijos y el esposo visita a cada una de sus familias nucleares. Aunque el padre participa activamente en la vida de cada familia, él normalmente se queda con su última esposa” .
André Luiz en su obra “Evolución en dos Mundos”, asevera que el ser “al caer en la poligamia traza para sí mismo una larga ruta de aprendizaje, que no podrá eludir por la matemática del destino que uno mismo se creó”.  Y remata sus apreciaciones asegurando que: “cuanto más se integra el alma en el plano de la responsabilidad moral para con la vida, más aprende el impositivo de la disciplina propia a efecto de establecer, mediante el don de amar que le es intrínseco, nuevos programas de trabajo que le faculten su acceso a planos superiores”.
Pero más allá de las veleidades típicas del ser encarnado, que interpreta acorde a su grado de ignorancia las cosas espirituales, existe una bien organizada planificación de la institución familiar que, según el mentor espiritual Emmanuel “tiene sus orígenes sagrados en la esfera espiritual. Con sus lazos se reúnen todos aquellos que se comprometieron, en el Más Allá, a desarrollar en la Tierra una tarea constructiva de fraternidad real y definitiva”.
Continúa elucidando Emmanuel de esta manera: “En esa institución divina prevalecen los eslabones del amor, fundidos en las experiencias de otras eras. Sin embargo, ahí acuden también los odios y persecuciones del oscuro pasado a fin de transfundirse en solidaridad fraternal, con miras al futuro ”.
Pero, a que se debe la relajación de las costumbres hasta llegar al desequilibrio sexual que se desborda en la exacerbación de las pasiones, al amor degradado al instinto animal, y al predominio de las sensaciones viles, por encima del sentimiento fraterno que debe enriquecer las relaciones de pareja en nuestro planeta Tierra.  En el estudio de las obsesiones encontramos luces de entendimiento a esta problemática, pues como enseña Juana de Angelis: “Espíritus perturbados en sí mismos se reencarnan anatematizados por desequilibrios físicos y psíquicos que proceden de recuerdos negativos y de los errores anteriormente practicados. Espíritus inquietos se reemboscan en la indumentaria fisiológica, azuzados por falsas necesidades a las que se arrojaron impensadamente en las existencias pasadas. Espíritus aturdidos recomienzan la experiencia carnal bajo el guante de pasiones que deben superar y resbalan en las experiencias comprometedoras en las que más se infelicitan. Espíritus ansiosos vitalizan las ideas que los atormentan y establecen conexiones enfermizas con otras mentes, engendrando dramas obsesivos de lamentables consecuencias”.
“Diariamente millones de criaturas mal informadas o desavisadas, fascinadas por las ilusiones del placer, se arrojan a los despeñaderos de la locura, por frustraciones y desasosiegos sexuales. Sublime campo de experiencias superiores normalmente se convierte en pantano sombrío de miasmas asfixiantes y tóxicos nefastos”.
“….En la erraticidad, hay mentes ociosas, atormentadas y sedientas, victimizadas por pasiones que aún no se aplacaron, que se encuentran realizando incesante intercambio obsesivo con los que se permiten, en la Tierra, las alucinaciones sexuales y los desavisos afectivos. En uniones terribles, se asocian a ellos con virulencia, explotándoles los centros genésicos y destruyendo en ellos la alegría y la esperanza de vivir”
Juana de Angelis amplia estas orientaciones, haciéndonos reflexionar acerca de la vigilancia de los pensamientos y el control del sexo así: “Cuando inusitados pensamientos te ensombrezcan las estructuras mentales con ideas infelices; cuando los dulces afectos se transformen en los recesos de tu corazón en horno de deseos; cuando la ternura con que envuelves a los que estimas o amas se te presente ardiente o angustiosa; ¡cuando pases a sufrir dolorosas constricciones en la organización genésica, ten cuidado! Ciertamente estarás siendo obsesionado por otros Espíritus, encarnados de mente vigorosa o desencarnados infelices, en trama continua para arrojarte a los precipicios de la alucinación. Levanta el pensamiento a Jesús y entrégate a Él en clima de donación total, seguro de que el Vencedor de todos los embates te ayudará a salir de la cruel constricción, encaminándote en dirección a la armonía…” . 
Humberto Mariotti en su artículo “Sexo, Sexualidad y Amor”, plantea lucidamente que: “Hay quienes dicen que el matrimonio en este instante “es una institución fallida”, pero no presentan ninguna alternativa para la construcción de la familia, haciendo de la criatura humana un animal sexual que usa y abusa, dejando, en consecuencia, la prole al abandono…
Cuando el amor dirige las sensaciones, irguiéndolas hacia el área de las emociones, se hace más fácil superar los problemas conyugales, reorganizándose los programas afectivos y reencontrándose el placer de la convivencia.
El orgullo, el amor propio, la inseguridad personal responden por las desconfianzas, las inferioridades que producen sospechas y propician la separación precipitada antes de que el problema pase por el cedazo de la razón y de una meditación más profunda, mediante lo cual se calma la situación y se reanuda el compromiso, que prosigue, quizás, más seguro y más profundo.
Y termina recordándonos que: “El sexo y la sexualidad merecen respeto y buena utilización para atender la finalidad para la cual la Vida los ha organizado” .
Quisiéramos terminar estas disquisiciones tomando un fragmento de la obra “Entre la Tierra y el Cielo”, cap. XXXVIII (Boda Feliz), del espíritu André Luiz y psicografiada por Chico Xavier, que nos permite comprender cuan necesaria es la vida en pareja, amparada por el vínculo matrimonial en nuestra amada Tierra:
“A medida que me aumenta la experiencia en el tiempo, reconozco que el matrimonio, por encima de todo es unión de alma con alma”…. “La amistad pura es la verdadera garantía de la ventura conyugal. Sin los cimientos de la comunión fraterna y del respeto mutuo, el matrimonio pronto se transforma en pesadas cadenas de condenados de la cárcel social”.

CENTRO DE ESTUDIOS ESPÍRITAS FRANCISCO DE ASÍS
Santa Marta – Colombia

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VIOLENCIA: UN PROBLEMA EN LA SOCIEDAD

La moral en la conciencia del hombre hace que este se comporte como un ser civilizado, es por esa razón que  llamamos seres civilizados a aquellos que los valores morales rigen su vida social. Es la conciencia-moral  la que nos ofrece  un dato positivo, una realidad antropológica y social que nadie puede animarse a negar. Ella influye sobre nuestra vida, sobre nuestro comportamiento en las relaciones humanas y, por eso, se proyecta de una manera innegable en el plano de lo sensible.
Sabemos que la conciencia varia de grados en lo relacionado con su estructura y su coherencia. Y sabemos también cuales son los peligros concretos de una conciencia inmadura, aun no suficientemente definida, y, por tanto, indolente o incoherente, contradictoria, que puede producir catástrofes en el ámbito de su influencia o de su dominio. Las variaciones de la moral entre los grupos humanos y las mismas civilizaciones devienen más del grado evolutivo de la conciencia dominante en la sociedad que de los factores meso lógicos y sus consecuencias económicas. En el plano religioso, la conciencia es un factor determinante de la realidad religiosa. La conciencia judaica de Saulo de Tarso hizo de él un perseguidor sanguinario de los cristianos primitivos, el lapidador cruel de Esteban. Más, al reaccionar su conciencia ante los principios cristianos, él se transformó en el Apóstol de los Gentiles y en el mayor propagador del Cristianismo.
Las exigencias de la conciencia son siempre las mismas en todos los hombres. Las variaciones de grados y de coherencia son consecuencia del proceso de maduración y de las condiciones del medio y de la educación. La conciencia madura en la proporción en que las experiencias van revelando al Espíritu su ansia latente de trascendencia. La voluntad de poder -de Nietzsche-, es el primer impulso que lleva al hombre, todavía en la selva, a querer sobrepujar a los demás, elevándose por encima de las condiciones generales del medio. Ese impulso se prolongará en el proceso evolutivo. El hombre se envanece de su capacidad de subyugar a su prójimo, de mandar, de imponer miedo, respeto, sometiéndolo todo a su voluntad. Su conciencia se abre en el plano individual, más, encerrándose en si misma. Es el reconocimiento de su poder que, naturalmente, lo embriaga y lo conduce hacia excesos peligrosos. Pero en la proporción en que las ligaciones del clan se desarrollan, el parentesco, la simpatía y las afinidades se manifiestan, la embriaguez del poder va siendo atenuada, contenida por el influjo de los límites inevitables. Luego, el agotamiento progresivo de las fuerzas físicas y el peligro a las enfermedades, a la competición con iguales o más fuertes que él, y, por fin, a la certeza de la muerte irán abatiendo su arrogancia. En las reencarnaciones sucesivas esas experiencias se renuevan, pero el impulso de trascendencia se acentúa, llevándolo a procurar otros medios de superación: El poder social, la hipocresía, la estrategia de las posesiones materiales y de las posiciones de mando. Sólo lentamente, durante el transcurso del tiempo, aprisionado por las reacciones que lo enredan en situaciones difíciles, muchas veces torturantes, su conciencia comienza a abrirse hacia el respeto de los derechos de los demás La interacción social, en la reciprocidad de las obligaciones y de las necesidades, en la transformación de los instintos en sentimientos, irá poco a poco despertándolo hacia nuevas dimensiones de consciencia.
La Violencia del hombre civilizado tiene sus raíces profundas y vigorosas en la selva. El homo brutalis tiene sus leyes: Subyugar, humillar, torturar, matar. Su valor esta siempre por encima del valor de los demás. Su creencia es la única válida. Su modo de ver al mundo y a los demás hombres es el único certero. Su dios es el único verdadero. Sólo lo que es bueno para él es bueno para la comunidad. Los que se oponen a sus designios deben ser eliminados por el bien de todos. La violencia es su método de acción, justificado por su valor personal y por su capacidad única de juzgar. Teje el mismo la trama de fuego de su futuro en las encarnaciones dolorosas que tendrá que enfrentar. Las religiones de la violencia han hecho de Dios una divinidad implacable y los libros básicos de sus revelaciones están llenos de homicidios y genocidios practicaNo obstante, mézclanse con las ordenes violentas extraños preceptos de amor y bondad. Son las lecciones de conciencias desarrolladas luchando por despertar a las que, endurecidas y apegadas a si mismas, asfixian los gérmenes del altruismo en las garras del egoísmo. Es un espectáculo dantesco el que ofrece un alma vigorosa, dotada de un intelecto capaz de comprender sus propias limitaciones y empeñada en rebajar su condición humana, descendiendo hasta los brutos en lugar de buscar la elevación moral a la que está destinada. En los momentos de transición, como los que estamos viviendo, la violencia desencadenada exige la oposición vigorosa y el sacrificio de quienes ya han alcanzado el desarrollo conciencial de la civilización. La complicidad con las prácticas de la violencia, por parte de las conciencias esclarecidas, retarda la evolución colectiva y rebaja a los cómplices a posiciones indignas. Lo mismo acontece en lo relacionado con la aceptación de los principios erróneos por conveniencia. El Espíritu se coloca entonces en lucha consigo mismo, negando su propio desarrollo conciencial y encendiendo en sí mismo la hoguera de los remordimientos futuros.
La civilización del Espíritu se convierte, de tal manera, en el resultado de un parto doloroso. Mas, como todos los partos, él tiene que realizarse. Y si fuera posible el aborto, la civilización se cerraría en sí misma y todos los responsables se sumergirían con ella en las tinieblas de la miseria moral. Las etapas de transición, en la evolución de los mundos, son también etapas de juzgamiento individual de los seres que los habitan. Esa es la razón del mito del juicio final, en el que todos serán juzgados. Pero no habrá un tribunal divino en las nubes, dado que ese tribunal está instalado naturalmente en la conciencia de cada individuo. La presencia del juez es omnímoda y fatal, porque cada cual será quien se juzgue -inevitable e implacablemente- a sí mismo en nombre de Dios.
La búsqueda de la intimidad personal con Dios, en términos fantasiosos, o la negación de Dios en nombre de una razón ilógica son formas contradictorias que asfixian a la conciencia. El rechazo del Evangelio o el sostenimiento de una interpretación sectaria equivalen, igualmente, a la negación de los valores espirituales del hombre. La estructura moral de la conciencia esta delineada de una manera indeleble en las páginas de la enseñanza moral de Jesús. Tenemos que profundizar su estudio y tratar de aplicarlo en nuestra vivencia social.
La regla áurea del amor prevalecerá en un Mundo regido por la moral conciencial, dado que la primera exigencia de la conciencia humana es la del amor al prójimo, despreciada y ridiculizada en las sociedades mercenarias, al punto de inducirnos a su contrario: El odio, esa ceguera del Espíritu que alimenta a la violencia en el Mundo.
Como lo estamos viendo en el panorama mundial de la actualidad, con ejemplos estruendosos diariamente divulgados por todos los medios de comunicación, el animal feroz de las selvas destrozó las jaulas convencionales y acecha amenazante sobre la fragilidad humana.
Contra esa realidad exasperante de nada valen los sermones, las predicaciones, los rosarios y otras oraciones labiales. El mismo individuo que se inclina frente a las imágenes en los templos suntuosos, regresa a su puesto de mando para ordenar torturas canibalescas. Está seguro de que Dios lo aprueba, pues actúa en defensa de la civilización cristiana, humillando a aquellos por los cuales Cristo murió, según recordó Stanley Jones.
Todo eso, ¿por qué? Porque la deformación de la mente y el envilecimiento de la conciencia deshumanizó al hombre.
Sería locura responsabilizar únicamente a las religiones por esa calamidad. Pero sería hipocresía eximirlas de culpa. Ellas se apegaron a la materia en nombre del espíritu y asfixiaron a este en sus estructuras pragmáticas.
A pesar de esa voracidad mundana, almas valientes como la de Lutero, humildes y piadosas como Francisco de Asís, irreductibles como la de Juan Huss, límpidas como la de Maria de Agreda se sacrificaron para intentar salvarlas e insuflarles la savia cristiana de sus bellos ejemplos.
Los mayores mártires, en realidad, fueron los mismos verdugos, que se envilecieron primero ellos mismos, condenándose frente al tribunal de sus conciencias y cuyas auto sentencias brotan como llamaradas de las propias entrañas del criminal, digno de piedad y perdón, como toda otra criatura humana. La inmortalidad del Ser es su propia e irreversible condena ante las leyes de Dios, grabadas en su conciencia. La ventaja del Espiritismo, entre todas las doctrinas filosóficas de nuestro tiempo, es la de ubicar los problemas del hombre, incluso en el campo religioso, en términos de racionalidad y naturalidad, eliminando así los residuos de lo sobrenatural, que pesaron abrumadoramente sobre el pasado, sin caer, no obstante, en el escepticismo y en el agnosticismo.
Las energías espirituales y la orientación racional de la enseñanza moral de Cristo, encerradas en el complejo de los mitos del Evangelio son, los elementos que únicamente pueden orientar, como ya lo están haciendo, sobre el futuro de la humanidad terrena. Lo importante es llegar a ese futuro por los medios adecuados, con el mínimo de conflictos criminales y el máximo de comprensión racional de nuestros objetivos. Como observó Gandhi en su Autobiografía, los medios que nos pueden llevar a la verdad y a la dignidad solo pueden ser verdaderos y dignos. Esos medios no necesitan de la justificación de los fines, pues se justifican por sí mismos.

Extraído del libro “Agonía de las Religiones” de J. Herculano Pires 

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                   JESÚS Y LA VERDAD



"Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: Si os mantenéis firmes en mi doctrina, sois de veras discípulos míos, conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres." (Juan, VIII, 31-32). 

El hombre es un ser dotado de razón y sentimiento. Estos son los dos polos de la Vida Psíquica a través de la cual se realza el eje del Ideal mantenedor de la evolución gradual del Espíritu. El hombre es un ser polarizado por el raciocinio y animado por sentimientos de virtud, por
afectos que lo prenden a la Fraternidad y sólo cuando utiliza esos atributos en busca de la Verdad, se levanta, se dignifica, se eleva y se santifica.
¡Fuera de esa esfera de acción y de educación el hombre es una bestia!
¡Bestia porque no siente, bestia porque no piensa! Pensar es existir; asimilar afectos, virtudes, amor; es vivir: ¡Cogito, ergo sum! "¡Pienso, luego existo!" Hay hombres que piensan; hay hombres que sienten; unos y otros están en los principios de la vida.

Es necesario, entretanto, que el pensamiento vaya acompañado del sentimiento, porque el pensamiento sin el sentimiento, y el sentimiento sin el pensamiento, son facultades abstractas que encaminan al alma hacia el gran Ideal, pero no lo liberan completamente de la ignorancia y del atraso.
En el alma libre el pensar se completa con el sentir, y el sentir, con el pensar, porque la Verdad no teme al error, la luz no puede ser absorbida por las tinieblas. Todos los grandes pensamientos sólo pueden ser asimilados después de ser sentidos, y todos los nobles sentimientos sólo pueden ser comprendidos después de ser pensados. Cuando Descartes proclamó:

Cogito, ergo sum, no sólo pensó, sino que también sintió; pensó existir y sintió la vida en sí mismo. 

La comprensión no viene sólo del raciocinio, sino del raciocinio unido al sentimiento: estos son los dos grandes faros resplandecientes de la Senda de la Vida. Abrid claros a vuestro entendimiento por el raciocinio; alargad las esferas del sentimiento; no os atemoricéis ante las alturas y las lejanías,porque el águila y el cóndor no traspasan el círculo de su vuelo; los pájaros tienen sus límites en los aires. ¡Hombres! Volad, desprendeos de la oscuridad de la ignorancia que cercena vuestra inteligencia y os ata a pesados dogmas. ¡Volad! ¡Dad expansión a vuestra razón, dejad palpitar vuestros corazones a los generosos sentimientos para ascender a las esferas de la Ciencia y del Amor, donde la Verdad brilla con todos sus esplendores!
¡Recordaos, oh hombres, que estáis dotados de razón y sentimiento! ¡Buscad la Palabra de Jesús, permaneced en su palabra, sed verdaderamente sus discípulos, y "conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres"!  

Mensaje traducido por Mari Carmen-España

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