Los
espíritas sabemos que la maldad es una enfermedad que alguna vez
terminará y que de hecho así será porque así lo establece la
inexorable ley de Evolución Universal que afecta a todas las formas
de existencia- espíritu y materia-, por la que todo lo inferior e
imperfecto, está llamado a ascender a lo superior que es la
perfección. Por tanto la tolerancia y el perdón nacen de esta
conciencia de lo transitorio del mal, que viene a ser como un periodo
de enfermedad en la infancia del ser espiritual, pero que del cual se
curará y sanará, transmutándolo por el bien.
Sabemos
que con la muerte no se acaba la vida y que por ella si acaso nos
podemos librar de la presencia material de un enemigo, pero no de él,
pues su espíritu nos podrá acompañar durante mucho tiempo,
buscando nuestro mal. Por eso la venganza es un error enorme, pues
con ella no solo no solucionamos la negativa relación con respecto a
la persona enemiga, sino que normalmente se empeora porque los
sentimientos no se diluyen con la muerte sino que siguen vivos con el
espíritu desencarnado, y este, irritado por la inútil venganza de
que ha sido objeto, se puede irritar y pasar a ser él mismo el
vengador de su propio ser.
El
odio y la venganza suelen durar mas allá de la muerte, por tanto si
el odio se apagase con sangre o con más odio, sería como si el
fuego lo quisiéramos apagar con combustible o con mas fuego. Por
tanto comprendemos como el perdón que Cristo nos enseñó y nos
recomendó ,tiene una razón de ser fundamental. Muy poca gente
devuelve bien por mal, pero los que a ejemplo del Maestro son capaces
de hacerlo, desarman al enemigo porque rompen los lazos de odio. Es
lo normal que quien se siente enemigo y capaz de hacer mal a otro,
cuando de este percibe un bien, sus intenciones se enfrían y llegan
a cambiar de actitud en sentido totalmente opuesto al odio o al
ensañamiento que albergaban al principio. Sin embargo cuando no se
sabe otorgar un perdón sincero, devolviendo bien por mal, se cierra
el círculo del odio porque se irrita aún más al enemigo odiado,
fortaleciendo esa relación de odio que es causa de largos
sufrimientos a veces durante años o hasta vidas enteras. Así esa
negativa al perdón por falta de humildad que impide el ser capaces
de querer perdonar y amar al enemigo recalcitrante, convierten a
estas personas en su propio yugo como instrumentos de la Justicia
Divina contra sí mismos, a causa de su falta de amor que le causa
el dolor de recibir el odio y el sin vivir que supone el ser blanco
de una vibración negativa por una enemistad en el transcurso del
tiempo, hasta que finalmente, alguna vez, inspirado por sus Guías
Espirituales y cansado de tanto sufrir y de tanto dolor, decide
cambiar su actitud y comienza por dar paso al deseo de perdón a los
enemigos desencarnados, como una necesidad que a él mismo le
conviene sobre todo, y que es su propia redención.
Se
pueden tener tanto amigos como enemigos en ambos planos de la
existencia. Los del mundo invisible manifiestan su enemistad con
acciones de obsesión y subyugación hasta los más altos grados
posibles. Estas acciones de los enemigos ocultos son una variedad de
las muchas pruebas que debemos afrontar en la vida y que finalmente
redundan en nuestro progreso y mejora espiritual. Por eso, cuando las
acciones negativas de estos enemigos desencarnados se presenten
deberán ser aceptadas con resignación sabiendo que son consecuencia
del estado evolutivo inferior en que aún nos encontramos en este
mundo. Como se afirma en el Evangelio Espírita, si no hubiese
hombres malvados no habría espíritus malvados tan cerca de nosotros
al acecho de nuestros defectos que son su puerta de entrada hacia
nosotros para ejercer su influencia.
A
la vista de lo complejo que es poder defenderse de los obsesores,
enemigos desencarnados, lo más coherente es el no tenerlos, no
provocando su enemistad desde esta vida en el plano material. Así,
en la medida que podamos, deberemos no dar lugar a que ningún
enemigo encarnado pase a otro lado de la vida sin antes habernos
reconciliado con él, pues la reconciliación cuando se hace desde un
mismo plano de la existencia, es mucho más fácil, pero cuando
damos lugar a tenerlo que intentar nosotros desde aquí, una vez que
nuestro enemigo con su odio ya pasó al plano espiritual, entonces
es más difícil, aunque no imposible, de lograr. Mientras tanto no
nos quedará más remedio que afrontar sus envites negativos con
resignación conscientes de la prueba expiatoria que atravesamos sin
poder culpar a nadie sino a nosotros mismos.
.En
épocas remotas, se sacrificaban a los dioses para agradarlos o
apaciguarlos, cosas materiales, animales y hasta víctimas humanas,
pero esos dioses enfadados, no siendo otra cosa que espíritus
negativos, irritados o con deseos de venganza,
no se pueden apaciguar sino por el sacrificio de los propios defectos
espirituales que nos hagan superiores a ellos, especialmente el del
odio, que sustituye por la caridad,
pues esta no solo impide el mal, sino que por el contrario supone
hacer un bien .
Por
esto, es fácil comprender que cuando se promueve la idea del amor y
del perdón a nuestros
enemigos, a los de aquí y a los del otro
plano, de este modo se cumple la ley de solidaridad y fraternidad que
debe reinar en todos los planos del universo.
Concluyo
señalando lo triste que es ver a veces como a personas que ya se
fueron de este mundo, se las recuerda con cierta rabia y
resentimiento porque perjudicaron a alguien o porque se equivocaron
en algo que afecta a la vida y a la relación que tuvieron con este
mundo. Cuando encontremos casos así, debemos hablar del amor y del
perdón como una necesidad , a quien esté cayendo en este error,
haciéndole comprender que debe esforzarse en perdonar y en amar a
los demás ,no solo en vida, sino también cuando ya se hayan ido de
este mundo, aunque solo sea por su propio interés.
- Jose Luis Martín-
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RELIGIOSIDAD HUMANA
Quintín López
El hombre es religioso por naturaleza; y lo es, porque se reconoce débil, impotente para bastarse a sí mismo, y porque, quiéralo o no, se ve supeditado a leyes y fuerzas que en vano intenta contrarrestar.
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“Memorias de un hombre mediocre”
Libro II – Capítulo VII (Fragmento)
Tomado de la revista “CONSTANCIA”
Voy a ocuparme en este capítulo de mi conversión al espiritismo, mis experiencias personales y muchos detalles que, aparentemente sin importancia, ha ido sin embargo fortaleciendo mis convicciones, victoriosas ya después de 40 años, de las vacilaciones e incertidumbres que naturalmente embargaron mi espíritu, al sufrir el choque rudo e inesperado de la luz deslumbradora, cuando vivía sumido en las tinieblas de la ignorancia y del error en que hoy viven la mayoría de los hombres que no aciertan a comprender esta hermosa verdad que los envuelve y los compenetra son tener conciencia de ella, nada más porque la incredulidad e ignorancia sobre la naturaleza del alma inmortal, no halla eco en sus corazones, que sólo tienen fe en la vida presente y limitan sus aspiraciones a todo cuanto es banal y transitorio.
Desearía que mis estudios y experiencias sobre esta gran verdad del espiritismo y la evolución progresiva que he impreso a mis ideas y sentimientos, pudiera servir de punto de partida a todos cuantos lean estas memorias, para que, como yo también, iniciaran una era personal, que llevara la paz a sus conciencias torturadas por la duda y les sirviera de palanca en la que se apoyaran para dar un poderoso vuelo hacia la espiritualidad que es la base de la ciencia, la filosofía y la religión del provenir.
Los estudios que hemos hecho los espiritualistas al abandonar el antiguo y gastado método de la fe ciega, para sustituirlo por la fe razonada y el método experimental, han tenido la virtud de desvanecer muchísimos errores en los que habíamos sinceramente creído y que en otro tiempo nos sirvieron de norte y guía de nuestra marcha incierta y formaron las costumbres y creencias que sustentábamos.
La adquisición más fundamental que hemos hecho, ha sido la convicción de que el objeto de la vida, tal como hasta ahora se lo ha considerado, es a todas luces falso; que las orientaciones, creencias y métodos empleados para cumplirlas debidamente, lo único que ha logrado es mantener nuestra ignorancia y hacernos desgraciados, a tal punto que, ha habido un momento, momento que desgraciadamente se ha hecho carne en algunos hombres pensadores, en que se ha llegado a creer que este mundo está mal hecho; que sus instituciones, sus anhelos, sus creencias, constituyen un absurdo; supuesto que todo es mentira, injusticia y egoísmo.
Los pesimistas, siguiendo a Schopenhauer, abundan en todas partes; es notorio que este pesimismo desolador, mata todos los entusiasmos, todos los anhelos generosos y coloca a muchos un arma en sus manos para librarse de una existencia tan inexplicable como absurda e injusta, y a otros más tímidos, los desorienta e inutiliza para el cumplimiento de los más fáciles deberes.
Y todo esto proviene del desconocimiento casi absoluto de las muchedumbres, del verdadero objeto y fin que el Hacedor se propone al concedernos estas existencias terrenales.
Estudiando el espiritismo, creo haber encontrado la clave, resolviendo
estos tres graves problemas: Qué es lo que somos? De dónde venimos?
Hacia dónde vamos?....
Resueltos estos tres grandes problemas, con el criterio filosófico y científico del espiritismo, se pisa ya el terreno que tiene fatalmente que conducirnos a un rápido perfeccionamiento de nuestro sentido moral e intelectual, y desarrollados estos sentidos, quedan despejadas las incógnitas más aterradoras y mortificantes que limitan las percepciones espirituales del hombre; las dudas se sustituyen por una realidad que, si bien es relativa, basta para iniciar una segura orientación; el pasado, el presente y el porvenir forman los eslabones que unen nuestra actuación anterior con la presente y la que naturalmente vendrá dado el supuesto de que somos inmortales y las existencias terrestres representan etapas.
Misiones con sus correspondientes intermitencias y descanso y estudio para volver a seguir la marcha interrumpida, con mayores seguridades y mejores probabilidades de éxito, porque la experiencia que vamos adquiriendo en cada existencia interrumpida por la muerte, no se pierde jamás, y por lo tanto, el hombre cuando ha llegado al ocaso de su vida, avasallado por los errores cometidos, por las debilidades del carácter que tanto le han hecho sufrir, no pueden exclamar como lo hace ahora: de qué me sirve la experiencia adquirida ya que no puedo empezar de nuevo la existencia?
Este raciocinio es uno de los tantos errores corrientes, originados en el falso concepto que se tiene de nuestra actuación en el mundo, del verdadero objeto y fin de nuestras existencias terrenales.
No, la experiencia adquirida en una existencia, no se pierde jamás, porque esta existencia será repetida tantas veces cuantas sean necesarias para el progreso del ser, para adquirir la sabiduría, y por lo mismo, desterrar del espíritu la ignorancia y la mentira; los errores y debilidades morales cometidos en una existencia, no tienen una sanción irrevocable, porque las existencias terrestres sirven de alambique o depurativo de las almas, y si hoy cometieron faltas y crímenes provenientes de las propias imperfecciones, el arrepentimiento y el dolor que experimentan al traspasar el umbral que separa este plano del más allá del sepulcro, los aleccionan para el porvenir, de manera que cuando vuelvan de nuevo a la vida material con sedimentos de progreso, ya sabrán esquivar los malos pasos, ya no incurrirán en las anteriores faltas, porque el arrepentimiento y el dolor sufrido al reconocerse culpables en el mundo, los preservarán de caer de nuevo, en el mundo material.
No recordarán ciertamente las causas y los detalles de esas faltas pero sí, una poderosa intuición, un profundo sentimiento de ser virtuosas contestará a las tentaciones y a las solicitaciones del mal para no caer como cayeron antes.
Y así, pues, véase cuan grande, razonada y hermosa es esta doctrina del espiritismo, cuando viene a revelar al mundo material la razón justa de nuestra existencia terrestre, el origen y el fin de su destino inmortal, y a explicar todas las anomalías y aparentes injusticias que han conducido al hombre a negar que la creación es la obra ordenada, justa, sabia, de una inteligencia suprema y a exclamar con Schopenhauer y su escuela: el mundo y todo cuanto en él existe es absurdo y la vida no vale la pena de ser vivida.
Las consideraciones que acabo de exponer no nacieron de golpe en mi espíritu, al abrazar el espiritismo. A medida que me he ido compenetrando de su realidad y el estudio y la observación me han permitido ir descubriendo los velos de la esfinge que ocultan la sabiduría bajo su mutismo desalentador, estas consideraciones me han asaltado como la consecuencia natural de la luz espiritual, con cuya ayuda he llegado a comprender la grandeza de la creación, sus leyes justas y admirables y el destino de los seres nacidos del amor divino para la realización de ese mismo amor, única ruta que conduce a la felicidad y la perfección.
Pero pondré punto final a estas consideraciones generales para ocuparme de mi conversión al espiritismo.
-Cosme Mariño-
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CASI RESUCITADO
Queridos amigos, hermanos y lectores :
Después de muchos días hospitalizado, ya me encuentro de nuevo en mi domicilio, aunque a falta de una recuperación física que se presenta mas lenta de lo que yo quisiera. Mi ilusión es seguir publicando a diario, artículos y trabajos míos y de otros hermanos espíritas, pero dado el momento de mi estado de salud, creo que aun va a haber muchos días en los que no podré cumplir esta ilusión.
- Jose Luis Martín-
Queridos amigos, hermanos y lectores :
Después de muchos días hospitalizado, ya me encuentro de nuevo en mi domicilio, aunque a falta de una recuperación física que se presenta mas lenta de lo que yo quisiera. Mi ilusión es seguir publicando a diario, artículos y trabajos míos y de otros hermanos espíritas, pero dado el momento de mi estado de salud, creo que aun va a haber muchos días en los que no podré cumplir esta ilusión.
- Jose Luis Martín-