TRABAJO
El trabajo es una ley para las humanidades planetarias para las sociedades del Espacio. Desde el ser más rudimentario hasta los Espíritus angélicos que velan por los destinos de los mundos, todos toman parte en el gran concierto universal.
Penoso y grosero para los inferiores, el trabajo se suaviza a medida que la vida se refina. Se convierte en un venero de goces para el espíritu adelantado, que se hace insensible a las atracciones materiales, exclusivamente ocupado en los estudios más elevados.
Con el trabajo el hombre domina las fuerzas ciegas de la Naturaleza y se pone a salvo de la miseria; por el trabajo es por lo que se fecundan las civilizaciones y por lo que se extienden el bienestar y la ciencia.
El trabajo es el honor y la dignidad del ser humano. Es un consuelo, que nos libera de las preocupaciones y de nuestras tristezas; calma las angustias de nuestro Espíritu y fecunda nuestra inteligencia.
El trabajo nos aproxima unos a otros, aprendemos a ayudarnos y unirnos, en la ley del trabajo está los principios de todos los progresos y de todas las elevaciones.
A Lázaro todo le fue perdonado por el Maestro, pero no obstante recibir su socorro, el necesitaba crecer para merecer estar a su lado, para sentirse en sintonía con el, necesitaba trabajar en si mismo, para liberarse para sentirse despojado de las culpas que oprimían su corazón.
Todas nuestras existencias se unen, el bien y el mal repercuten, a través del tiempo. Si los torpes y los malos parecen terminar su vida en la abundancia y en la paz, sepamos que llegará la hora de la justicia, y que los sufrimientos que ellos causaron recaerán sobre ellos.
Debemos resignarnos y soportar con valor los padecimientos inevitables, si bien fecundos, que borran las manchas y nos preparan un porvenir mejor.
La Tierra es el verdadero purgatorio. Es preciso renacer y sufrir para despojarse de los vicios, para borrar las faltas o los crímenes del pasado.
Jesús deja libre a Lázaro para que realice sus deberes, nosotros también al reencarnar, partimos desde cero, un velo cubre nuestro pasado y es como Lázaro comenzamos desde el principio, sin ataduras, porque nada se nos revela, solo partimos de la existencia actual para con nuestras deficiencias, poder obrar dentro de la vida. Nuestro es el saber elegir y dirigirnos bien, nadie lo puede hacer por nosotros.
No tenemos ningún juez nada más que el de nuestra conciencia. Todos cuando llegamos a la razón y al buen sentido nos convertimos en artesanos de nuestro destino y forjamos o rompemos las cadenas que nos atan a la materia.
Las situaciones dolorosas que sufrimos son consecuencia de nuestras malas obras, el que hace sufrir sufrirá también.
Con la ley de la reencarnación, la soberana justicia resplandece sobre los mundos. El alma lleva grabada en si la ley de su destino. Aprender a deletrear los preceptos, a descifrar este enigma constituye la verdadera ciencia de la vida, nuestro principal trabajo..
La inmortalidad para nosotros es todo. Es por ella que el mundo gira, los pájaros cantan, las esferas rugen, los hombres se mueven y la luz se hace. La inmortalidad es la Vida, y la religión está en la Vida para poder estar en Dios.
De que nos valdrían todas las parábolas de Jesús sin la inmortalidad sin la seguridad de sobrevivir para la adquisición de la felicidad prometida.
De que nos valdrían sus hermosas enseñanzas, envueltas de tanta dulzura, sus llamadas constantes de amor al prójimo de amor a Dios, del desprendimiento de las cosas de la Tierra, del perdón, del constante ejercicio par la perfección, sin la sobrevivencia, sin la inmortalidad?
De las parábolas de Jesús y de sus enseñanzas resaltan las chispas de fuego que forman la eterna llama que ilumina nuestra vida inmortal. Constituyen una prueba de fe que da la esperanza y que nos incita a trabajar por nuestro progreso, para que seamos los propios arquitectos de nuestra existencia futura, sea en este mundo o en el más allá, para el cual debemos volver nuestra mirada.
No hay muerte, no hay fin. Hay pasaje de un estado de inferioridad para un estado de superioridad, gradual, sin saltos bruscos, sin atavismos, porque la Naturaleza, los seres y las cosas obedecen a una misma Ley de Relatividad, ley justa y equitativa promulgada en los Consejos de Dios. Toda la creación goza de esa gracia, todos los seres viven y se alimentan de ella, en ella crecen, progresan, se tornan adultos en el entendimiento, y, emergiendo del instinto, flotan en el océano luminoso de la inteligencia.
Todos traemos un trabajo el de la propia auto reforma y el de crecer para Dios. De nuestro esfuerzo vendrán los resultados, y el tiempo que nos llevara conseguirlo, pues la estancia en el mal es solo una opción nuestra, que solo con el esfuerzo podemos conquistar el liberarnos de el.
El trabajo es nuestra comunicación. Si estamos aquí es debido a que estamos trabajando para construir un mundo mejor, esto nos mantiene unidos, aunque cada uno tenga su parte individual, tenemos también este trabajo colectivo.
- Mercedes Cruz -
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DEBER Y LIBERTAD
¿Qué hombre, en las horas de silencio y de recogimiento, jamás interrogó la naturaleza y su propio corazón, pidiéndoles el secreto de las cosas, el por qué de la vida, la razón de ser del universo? ¿Dónde está el que jamás procuró conocer su destino, levantar el velo de la muerte, saber si Dios es una ficción o una realidad? No es propio del ser humano, aún siendo tan despreocupado, que nunca se hubiera planteado estos problemas temibles. La dificultad en resolverlos, la incoherencia y la multiplicidad de las teorías que originaron, las consecuencias deplorables que emanan de la inmensa mayoría de los sistemas desarrollados, todo este conjunto confuso, cansando el espíritu humano, le llevó a la indiferencia y al escepticismo.
Sin embargo, el hombre necesita saber; necesita el rayo que alumbra, la esperanza que consuela, la certeza que guía y que sostiene. Y tiene también el medio de conocer, de ver la
verdad, de librarse de tinieblas e inundarlo de su benéfica luz. Para eso, él mismo debe desprenderse de sistemas preconcebidos, descender, escuchar esa voz interior que habla a todos nosotros y que los sofismas no pueden engañar: la voz de la razón, la voz de la conciencia.
Así hice yo. Mucho tiempo reflexioné; medité sobre los problemas de la vida y de la muerte; con perseverancia sondeé estos abismos profundos. Dirigí a la eterna sabiduría un llamamiento ardiente, y me respondió, como responde a todo Espíritu animado del amor al bien. Pruebas evidentes, hechos de observación directa vinieron para confirmar las deducciones de mi pensamiento, para ofrecer a mis convicciones una base sólida e inquebrantable. Después de haber dudado, creí; después de haber
negado, vi. Y la paz, la confianza y la fuerza moral crecieron en mí. Son los bienes que, en
la sinceridad de mi corazón, deseoso de ser útil para mis semejantes, vengo para ofrecer a
los que sufren y los que desesperan.
Jamás la necesidad de luz se hizo sentir de forma más imperiosa. Una transformación inmensa se produce en el seno de las sociedades. Después de haber estado sometido durante largos siglos a los principios de autoridad, el hombre mismo aspira, cada vez má a sacudir toda traba, a gobernarse. Al mismo tiempo que las instituciones políticas y sociales se modificaban, las creencias religiosas y la fe a los dogmas se debilitaron. Es todavía una de las consecuencias de la libertad en su aplicación a las cosas del pensamiento y de la conciencia. La libertad, en todos los dominios, tiende a sustituir a la coacción y a la
autoridad, a guiar a las naciones hacia un horizonte nuevo. El derecho de algunos se convirtió en el derecho de todos; pero, para que este soberano derecho esté conforme con la justicia y lleve sus frutos es necesario que el conocimiento de las leyes morales venga a regular su ejercicio. Para que la libertad sea fecunda, para que ofrezca a las obras humanas una base segura y duradera, debe ser completada por la luz, la sabiduría, la verdad. La libertad, para hombres ignorantes y viciosos, ¿no es como un arma poderosa en las manos de un niño? El arma, en este caso, a menudo se vuelve contra quien la lleva y le hiere.
"El porqué de la Vida"
Léon Denis
Sin embargo, el hombre necesita saber; necesita el rayo que alumbra, la esperanza que consuela, la certeza que guía y que sostiene. Y tiene también el medio de conocer, de ver la
verdad, de librarse de tinieblas e inundarlo de su benéfica luz. Para eso, él mismo debe desprenderse de sistemas preconcebidos, descender, escuchar esa voz interior que habla a todos nosotros y que los sofismas no pueden engañar: la voz de la razón, la voz de la conciencia.
Así hice yo. Mucho tiempo reflexioné; medité sobre los problemas de la vida y de la muerte; con perseverancia sondeé estos abismos profundos. Dirigí a la eterna sabiduría un llamamiento ardiente, y me respondió, como responde a todo Espíritu animado del amor al bien. Pruebas evidentes, hechos de observación directa vinieron para confirmar las deducciones de mi pensamiento, para ofrecer a mis convicciones una base sólida e inquebrantable. Después de haber dudado, creí; después de haber
negado, vi. Y la paz, la confianza y la fuerza moral crecieron en mí. Son los bienes que, en
la sinceridad de mi corazón, deseoso de ser útil para mis semejantes, vengo para ofrecer a
los que sufren y los que desesperan.
Jamás la necesidad de luz se hizo sentir de forma más imperiosa. Una transformación inmensa se produce en el seno de las sociedades. Después de haber estado sometido durante largos siglos a los principios de autoridad, el hombre mismo aspira, cada vez má a sacudir toda traba, a gobernarse. Al mismo tiempo que las instituciones políticas y sociales se modificaban, las creencias religiosas y la fe a los dogmas se debilitaron. Es todavía una de las consecuencias de la libertad en su aplicación a las cosas del pensamiento y de la conciencia. La libertad, en todos los dominios, tiende a sustituir a la coacción y a la
autoridad, a guiar a las naciones hacia un horizonte nuevo. El derecho de algunos se convirtió en el derecho de todos; pero, para que este soberano derecho esté conforme con la justicia y lleve sus frutos es necesario que el conocimiento de las leyes morales venga a regular su ejercicio. Para que la libertad sea fecunda, para que ofrezca a las obras humanas una base segura y duradera, debe ser completada por la luz, la sabiduría, la verdad. La libertad, para hombres ignorantes y viciosos, ¿no es como un arma poderosa en las manos de un niño? El arma, en este caso, a menudo se vuelve contra quien la lleva y le hiere.
"El porqué de la Vida"
Léon Denis
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"Aunque hubierais de llorar y padecer durante toda una vida, ¿qué es esto al lado de la eternidad de gloria que se reserva a aquel que haya soportado la prueba con fe, amor y resignación? Buscad, pues, consuelo a vuestros males en el porvenir que Dios os prepara, y la causa de ellos en vuestro propio pasado."
San Agustín
San Agustín
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Son muchos los que desean realizaciones generosas en los dominios de la revelación superior; sueñan con conquistas gloriosas y logros sublimes; mientras tanto para obtenerlo, es necesario rectificar las actitudes mentales ante la vida humana. ¿Cómo intentar construcciones sublimes sin cimientos legítimos? ¿Cómo tratar de alcanzar los fines sin atender a los principios? La fe no se reduce a simple amontonamiento de promesas brillantes.
El conjunto de ansiedades angustiosas que poseen la mayoría de los corazones, en modo alguno puede significar la relación espiritual propiamente dicha. La realización del reino interior con la luz divina, exige trabajo persistente y sereno. No será solamente al precio de palabras, que se puede levantar el templo de la fe viva. Es imprescindible la selección del material, los esfuerzos de la adquisición, planos deliberados previamente, aplicación necesaria, experimentació n sólida, demostraciones de equilibrio, firmeza de buena armonía de conjunto y primores en la terminación.
Los que pretenden desarrollar las percepciones medianímica, suponiendo, equivocadamente, que las fuerzas espirituales permanecen circunscritos a puro mecanismo de fuerzas ciegas y fatales, sin cualquier ascendiente de preparación, disciplina y constructividad. Solicitan la clarividencia, la clariaudiencia, el servicio completo de intercambio con los planos más elevados; no obstante ¿han aprendido a ver, a oír y, sobre todo, a servir en la esfera del trabajo cotidiano? ¿Han dominado los impulsos inferiores para poder colocarse rumbo a las regiones superiores? ¿Podrá el feto caminar y hablar en el plano físico? ¿Se puede conferir al niño de cinco años, derechos que corresponden a un adulto de medio siglo? Si las leyes humanas, todavía transitorias e imperfectas, trazan líneas de control a los incapacitados ¿pueden las leyes inmutables y eternas estar a merced de los desordenados deseos de la materia?
Hay sin duda, en el mundo, muchos géneros y procesos medianímicos. Urge, por tanto, estimar el trabajo antes de reposar, aceptar el deber sin exigencias, desarrollar tareas aparentemente pequeñas, antes de inquietarse por obtener las grandes obras, así como colocar los designios del Señor, por encima de todas las preocupaciones individuales. ¡Urge huir de la apropiación indebida en el comercio con las fuerzas invisibles, eludir el encantamiento temporal y la obsesión sutil y perversa!
Colectivamente, no somos dos razas antagónicas o dos grandes ejércitos, rigurosamente separados por las líneas de la vida y de la muerte; y si la gran e infinita comunidad de los vivos, tan solamente diferenciados los unos de los otros, por impositivos de la vibración, pero casi siempre unidos para la misma tarea de redención final. No se crea que la muerte del cuerpo físico santifique al ser que lo habitó. Desencarnació n no representa santificación. Los hermanos que anteceden al hombre en el plano espiritual, no permanecen reunidos en aprendizaje muy diferente. Es necesario atender las posibilidades interiores, par obtener el desenvolvimiento de la maravillosa divinidad potencial.
Son irrefrenables los deseos de intercambio con lo invisible, se espera la revelación divina, además de elementos insofismables de certeza tranquila. Para eso, es indispensable organizar y desenvolver los valores celestes, como criaturas celestes que somos.
Todo un ejército de trabajadores de Cristo, funciona en cada núcleo de actividades relacionadas con la espiritualizació n, convocando sentimientos iluminados, a la virtud activa, al departamento superior de la vida intima. Se solicita la luz, perseverando casi siempre en las sombras, reclamamos felicidad, sembrando sufrimiento; se pide amor, incentivando la separación; se busca la fe, dudando hasta de si mismo.
Para que el alma encarnada, tenga posibilidad de cambiar emociones con las emociones con las esferas invisibles, es indispensable que desarrolle sus propios principios divinos. La bellota, es el roble potencial. El puñado de semillas, es el trigal de mañana. El germen insignificante será, en breves días, el ave poderosa cortando amplitudes.
Mediúmnidad – constituye “medio de comunicación” y el propio Jesús nos lo afirma: “Yo soy la puerta… si alguien entra por mi, será salvado, y entrará, saldrá y hallará pastos”. ¡La puerta para la mediúmnidad Celeste, es Él que detenta la infinita luz de la verdad y la fuente inagotable de la vida! Solamente a través de El, viviendo sus sublimes lecciones, alcanza el hombre la sagrada libertad para entrar en los dominios de la Espiritualidad y de ellos salir, conquistando el pan eterno que sacia el hambre para siempre. Sin Cristo, la mediúmnidad es un simple, “medio de comunicación”.
Por tanto ¡Urge abandonar los sectores de ruido externo, e iniciar el desenvolvimiento interior de las facultades divinas; la pasión del fenómeno puede ser tan viciosa y destructora para el alma, como lo es el alcohol embriagando y aniquilando los centros de la vida física.
La mediúmnidad no es disposición de la carne transitoria y si expresión del Espíritu inmortal. El intercambio perfeccionado entre los dos planos, requiere sanas condiciones del vaso sagrado, de posibilidades fisiológicas que el Señor confió al hombre para lograr la santificación.
El cuerpo físico es un instrumento elevado en manos del artista, que debe ser divino. Si se desea el desenvolvimiento superior, ha de abandonarse los planos inferiores. Si se desea el intercambio con los sabios, hay que crecer en conocimientos, valorizar las experiencias e intensificar las luces del raciocinio. Si se aspira a la compañía sublime de los santos, hay que santificarse en la lucha de cada día, porque las entidades angélicas no se mantienen aisladas en los júbilos celestes y trabajan también por la perfección del mundo, esperando la labor constante del hombre para que también se convierta en ángel. Si se desea la presencia de los buenos, hay que ser bueno. Sin afabilidad y sin dulzura, sin compresión fraternal y sin actitudes edificantes, no se puede entender a los espíritus afables y amigos, elevados y constructivos.
No sería razonable encontrar a Platón enseñando filosofía avanzada a tribus salvajes y primitivas.
El valor medianimico, no es don de privilegiados, es cualidad común a todos los hombres que demandan la sincera buena voluntad en el terreno de elevación.
No se debe provocar el desenvolvimiento prematuro de las facultades psíquicas. Ver sin comprender u oír sin discernir puede ocasionar grandes desastres al corazón. Se ha de buscar, por encima de todo el progreso en la virtud y el primor en los sentimientos
Hay que colocar las expresiones de trabajo fenoménicas, en segundo plano, recordando siempre que el Espíritu lo es todo.
Trabajo extraído del libro (Misioneros de la Luz) de Francisco Cándido Xavier. C. IX.
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