sábado, 13 de abril de 2013

LA CURA DE LA OBSESIÓN-/ Lo que más sufrimos


Manuel Philomeno de Miranda



   La cura de la obsesión es un trabajo milenario sobre la tierra. Por eso mismo no es atributo ni obligación de un único obrero erradicarla del camino de los hombres.

Es muy diáfana la línea divisoria entre la salud y el equilibrio mental.

Una ligera excitación, alguna situación depresiva, una ansiedad o un momento de aflicción, la escasez de recursos financieros, la imposibilidad social, la falta de trabajo digno, entre otros muchos factores, pueden llevar al hombre  a cambiar su salud mental enajenándolo de forma temporal, pudiendo luego retornar a la posición normal de salud.

Los problemas de orden emocional y psicológico comúnmente son los que conducen al trastorno de la conducta psíquica.

Además de los factores que disponen a la locura, entre lo que se ubica en el karma del Espíritu,  hace que muchos individuos se encuentren en plena frontera de la obsesión espiritual que los induce a dar el paso al frente, arrojándolos al angosto camino de la alineación de comportamiento grave y de difícil recuperación…

 Los idolatras del sexo, los violentos, los exagerados. Los adictos a vicios de cualquier naturaleza, los pesimistas, los envidiosos, los amargados, los sospechosos incondicionales, los celosos, los obsesos, con los que con mayor facilidad trasponen los límites de la salud mental.

La obsesión es una frontera peligrosa para la locura irreversible.

Al principio, es sutil y transparente; luego, se agrava en razón de la tendencia negativa con que la recibe el infractor de los Soberanos Códigos de la Vida.

Da origen a diversas enfermedades, la principio imaginarias, que recibe por vía telepática, las cuales se pueden transformar en males orgánicos con derivaciones insospechadas a voluntad del agente que induce a la victima  que lo hospeda, a situaciones lamentables.

En la tierra, hay mucha más obsesión propagándose de lo que nadie puede imaginar y creer.

En este mundo que es de intercambio mental, vivo y pulsante, cada ser sintoniza  con otros equivalentes, prevaleciendo, entretanto, las especies más pesadas de vibraciones negativas, que perturban gravemente la riqueza psíquica, social y moral de los hombres que en el habitan.

No obstante, la vigilancia del amor de Jesucristo actúa en forma positiva, al trabajar con eficiencia, a fin de modificar los dolorosos cuadros de la actualidad, y dar así  surgimiento a un nuevo periodo de salud y de paz.

En este contexto, el Espiritismo – que es el más eficaz y sencillo tratado de Higiene Mental – desempeña un importante papel, como el de prevenir al hombre de los males que él genera para si mismo y que puede evitar, como también, le facilita los recursos para superar la problemática obsesiva, al mismo tiempo, apoya y enriquece a los nobles profesionales y misioneros de la Psicología, de la Psiquiatría, del Psicoanálisis…

La adquisición de la paz es el resultado de luchas y esfuerzos que nos disciplinan, condicionándonos los  hábitos saludables, con los cuales entramos en armonía con  la vida.

La mente es el espejo que refleja los estados íntimos, las conquistas logradas y las que están por conseguir.

Dinamo generador de recursos psicofísicos, dirigido por el Espíritu que se vale de la constitución cerebral, en los paisajes mentales fácilmente se expresan los múltiples estados de la personalidad, que encadenan éxitos o fracasos, que se exteriorizan en formas depresivas, ansiosas, traumáticas, neurasténicas y otras, que dan origen a enfermedades psíquicas de variada y compleja enumeración.

Frente a esos estados enfermizos, se abren anchas brechas que permiten y estimulan las parasitosis espirituales que degeneran en síndromes obsesivos que muchas veces se prolongan hasta convertirse en subyugaciones de curso irreversible.

a)        Recepción de la idea perturbadora

Viviendo en un permanente intercambio, consciente o inconsciente, los espíritus – tanto encarnados como desencarnados – participamos de las vivencias en el cuerpo y fuera del.

No solos por los procesos de venganza personal, en los cuales los enemigos se buscan para provocarse males y cobranzas injustificables, como también, por factores de distintos motivos, se asimilan ideas y pensamientos a través de la simple  sintonía de la propia onda en que se sitúan las mentes.

Abordada por vibraciones negativas, la mente ociosa o indisciplinada, viciada o rebelde, registra la interferencia y en virtud de no ajustarse a un programa educativo de la voluntad, recibe el impulso de la idea, permitiéndose aceptar la sugestión perturbadora que alberga y se fortalece bajo la natural adaptación de los complejos y traumas de los comportamientos pesimistas que son peculiares a cada uno.

Aceptada la persuasión, se establece un vínculo con las sombras como forma de intercambio psíquico.

b) Intercambio mental.

Una vez fijada la idea infeliz, los archivos del inconsciente desbordan las impresiones angustiosas que duermen almacenadas, confundiéndose en la conciencia con las informaciones actuales, al mismo tiempo que se encuentra en desorden por la influencia de la parasitosis externa que se adueña del campo expuesto, sin defensas.

Por un natural proceso selectivo y teniendo en cuenta las tendencias, las preferencias emocionales e intelectuales del paciente, la obligación impuesta produce una mejor aceptación de los recuerdos perniciosos, que sirven de vehiculo y acceso al pensamiento del invasor.

La polivalencia mental, en casos de esta naturaleza, tiende a la idea fija, que produce los cuadros de la fascinación torturante y finalmente los de la subyugación de difícil reversibilidad.

La obsesión simple es una parasitosis común en casi todos los individuos, cuando se la considera la natural comunicación psíquico vigente en todas partes del Universo.
Al tener en cuenta la infinita variedad de las posiciones vibratorias en las que se detienen los hombres, estos sufren, cuando intervienen en esas fajas, al sintonizar a través de un proceso normal, con los otros comensales hay situados.
Si son portadores de aspiraciones nobles, en donde se instalen, consiguen mayor impulso para el crecimiento.
Al permanecer en la construcción del bien, difícilmente serán objeto de las influencias perversas o criminales procedentes de las regiones inferiores.
A pesar de eso no quedan indemnes a la agresión temporaria o permanente de la que se liberan frente a los objetivos morales que persiguen, gracias a los cuales vibran en una escala psíquica más elevada.

No obstante, si se interesan en situaciones de vulgaridad y de placer, de falta de piedad o de pereza, de vicio o desorden, reciben mayor influjo de ondas mentales  equivalentes, cayendo en los abismos de la emoción aturdida del desequilibrio…

Esos pacientes, llevan al lecho, antes del reposo físico las angustias preocupantes, las ambiciones desenfrenadas, las pasiones inquietantes, deteniéndole en reflexiones que las vitalizan, viviéndolas a través de la mente, cuando no encuentran los medios de disfrutarlas físicamente… al desdoblarse bajo la acción del suelo, se encuentran con los afines – encarnados, o no – con los cuales se identifican y reciben amplias cargas de falsas necesidades o dando oportunidad a los estados anhelados que más los perturban y afligen.

Cuando despiertan, con la mente atribulada, torpe, dominados por el cansancio físico y psíquico, encuentran dificultad para concretar los compromisos y las lecciones edificantes de la vida.

En esa posición – con la idea obsesiva fija y la acción viciosa establecida – se produce el intercambio mental.

Ya no se trata del pensamiento que busca acogida, sino de la actividad que intenta el intercambio, manteniendo el dialogo, la discusión, el análisis  de los asuntos  pautados – siempre de naturaleza perjudicial y que a una persona  sana, le causaría repulsión instintiva, pero que el paciente se complace en cultivar -, motivos estos que originan el predominio del parasito espiritual, que poco a poco se acerca más psíquicamente a la casa mental y a la voluntad de su semejante.

c) Reflejos de la interferencia.

Como efecto natural, surgen los síndromes  de la inquietud: las desconfianzas, los estados de inseguridad personal, las enfermedades de poca importancia, los fracasos en torno al obseso que aumenta las angustias, dando así lugar a la incertidumbre y a la más amplia perturbación interior.

Genera una psicosfera perniciosa alrededor de si mismo mediante la eliminación de fluidos dañinos de los que es víctima y los absorbe en forma más condensada; por negarse a escuchar temas saludables, participar en convivencias amenas, leer paginas edificantes, auxiliar al prójimo, y renovarse mediante la oración.

Conforme la constitución temperamental, que es un factor de relevante importancia, se hace apático, tiende a la depresión, se sumerge en la melancolía por el mensaje telepático deprimente y de los formatos mentales pesimistas que se filtran del archivo de la inconsciencia. Por el contrario, si es dotado de constitución nerviosa excitada, se vuelve agresivo, violento, en actitudes discordantes – estalla por niñerías, de las cuales luego se arrepiente – exponiendo el aparato psíquico y los nervios a altas cargas de energías que daña los sensores y los conductores nerviosos, con prejuicios singulares para la organización fisio – psíquica.


En ese periodo, se pueden percibir los estereotipos de la obsesión, que se revelan con facilidad por las actitudes insólitas, por el comportamiento ambivalente – equilibrio y distonía, depresión y excitación – que perturban al individuo.

A los hábitos saludables se suceden a las reacciones intempestivas señaladas como exóticas, la pérdida de los conceptos de criterio y valor  que juntos, dan lugar a extrañas y contradictorias formas de conducta.

La línea del equilibrio psíquico es muy tenue y delicada.

Las interferencias de cualquier naturaleza en la faja de la movilización de la personalidad, casi siempre producen disturbios, que empujan al individuo a procedimientos irregulares al principio, que después se establecen como delineamientos  neuróticos.
La acción fluidica de los desencarnados, por la flexibilidad y la obstinación  de estos, cuando son ignorantes, envidiosos, perversos, por su insistencia interfieren en el mecanismo del huésped, lo que complica el cuadro con la persuasión inteligente, en telepatía perjudicial, que facilita la simbiosis con el anfitrión.

En esa fase, y antes que el paciente asuma la  interferencia de que es víctima, la terapia espirita se transforma en resultado positivo, liberador.

No obstante, lo ideal es la actitud noble frente a la vida, que funciona como psicoterapia preventiva y que constituye el sistema para el optimismo y la paz.

OBSESIÓN POR FASCINACIÓN

Establecidos los lazos de la comunión, el proceso continúa y ajustando los conectores del canal obsesivo con el receptor, que a partir de ese instante comparte sus ideas con las ideas que le son insufladas.

A medida que el campo mental de la victima cede terreno, está no solo asimila la influencia telepática, sino también las actitudes y maneras de ser de su huésped.

En ese intervalo la persona pierde la noción del ridículo y de las medidas habituales que caracterizan el discernimiento, acatando sugerencias que incorpora, aceptando inspiraciones como criterios, que a todos se presentan como disparates y que a ella se son perfectamente lógicos.

Por conocer las imperfecciones morales, el carácter y la conducta de aquellos a los que perturban, los Espíritus les inspiran e imponen las ideas  absurdas con el objetivo de aislar al paciente de los recursos y personas que los pueden auxiliar.

Les inspiran el orgullo de misiones especiales, disfrazados de humildad y paciencia erróneas, que los vuelven falsamente místicos o rebeldes cuando se sienten descubiertos por la razón y perspicacia de las personas lúcidas y conocedoras de esas técnicas infelices, creyendo que son formadores y apóstoles encargados de cambiar las estructuras de la vida al arbitrio de la irresponsabilidad y presunción.

Mientras se debaten en el desorden de la fascinación de la que se convierten en presa fácil, se desligan de las últimas defensas y aflojan las compuertas de los diques de la lógica, dando con esto, oportunidad al episodio más complejo de la turbación mental.

Puede deducirse, entonces, las dificultades que el problema sugiere e impone, por no poder contar con el auxilio del obseso.

En toda obsesión, como en cualquier sufrimiento, están como ejemplo los recursos débito-crédito del individuo. No hay duda de que la disposición con que este se revista, contribuirá mucho y decisivamente para los resultados del intento, liberador o angustioso, conforme el empeño que emplee.
El dolor nace de la falta de respeto al orden establecido, como el odio es el fruto del egoísmo. Del personalismo amargado.

No existe persona alguna que esté destinada al sufrimiento, la desidia o el mal.
El hombre, al desprenderse de los recursos defensivos, cae en la agresión que lo acorrala  o enferma.

Los esfuerzos que emprende junto a las acciones que ejecuta, se constituyen en una coraza contra el mal, conquistas que deberá alcanzar para elevarlo a las fajas vibratorias propias que lo defienden y liberan.

Por eso mismo, la fascinación procede de la indolencia moral y mental del paciente y exacerba sus valores negativos, los que son hábilmente instigados por su antagonista espiritual.

Por lógica consecuencia, los intentos para  la liberación se presentan más complejos, exigiendo por lo tanto, abnegación, esfuerzo y asistencia continua.

OBSESIÓN POR SUBYUGACIÓN

En cada caso de alineación obsesiva se encuentran razones hostiles que caracterizan, específicamente, el proceso. Por eso mismo, a pesar del que el origen son las faltas morales del enfermo y el agente, la Entidad desencarnada, los móviles influyentes y predominantes varían de acuerdo a cada persona.

La terapéutica, aunque generalmente es la misma, lo resultados varían según los pacientes, sus fichas cármicas y los esfuerzos que estos emprenden para desenmarañar la trama en que se envuelven.

En el panel de las obsesiones, a medida que se agrava el cuadro de la interferencia, la voluntad del huésped pierde el control del comando personal, en razón directa con la que el invasor asume el gobierno.

Es más grave cuando se trata de un espíritu lucido, técnica e intelectualmente, que se adueña de los centros cerebrales con la imposición de una liberación bien concentrada en los móviles que persigue, manipulando con habilidad los dispositivos mentales y físicos del perturbado.

De esta forma, la subyugación puede ser física, psíquica o fisio-psíquica, simultáneamente.

La primera, no significa la perdida de la lucidez intelectual, porque la acción se produce directamente sobre los centros motores y obliga al individuo, no obstante se niegue a obedecer, a ceder a la violencia que lo oprime. En este caso, pueden irrumpir  enfermedades orgánicas, al crearse condiciones celulares propias para la contaminación por virus y bacterias  o también  bajo  la vigorosa y continua acción fluidica, destruyendo los tejidos fisiológicos o perturbando tanto el anabolismo como el catabolismo, manifestándose en disturbios del metabolismo general, con singulares perjuicios físicos…

En el segundo caso, el paciente dominado mentalmente, cae en un estado de pasividad, muchas veces bajo tortura emocional, que llega a perder por completo la lucidez, aunque no afecta al Espíritu encarnado propiamente dicho, que experimenta  la imposición penosa por medio de la cual depura la irresponsabilidad y los delitos pasados. De esta manera pierde temporaria o definidamente, durante su actual reencarnación, el área de la conciencia, sin poder expresarse libremente.

Un incesante aturdimiento lo domina, la visión, la audición, así como los demás sentidos, se confunden con la realidad objetiva al imperio de las vibraciones y fajas que registra en forma desordenada en la esfera física y en la espiritual.

El Espíritu encarnado se mueve en un laberinto que lo atemoriza, sujeto a un adversario obstinado que lo maltrata, lo aterroriza con crueles amenazas, en un firme parasitosis en la desconcertada casa mental.

Finalmente, se apodera, simultáneamente, de los centros del comando motor y domina físicamente a la victima, la que queda inerte, subyugada cometiendo atrocidades sin nombre.

En los procesos obsesivos, sin dejar de repetirlo, están involucradas en la Ley las personas que constituyen el grupo familiar y social del paciente, situado ahí por la necesidad evolutiva y de rescate para todos.


No pueden evadirse a la responsabilidad los que fueron cómplices o coautores  de los delitos, cuando los infractores más comprometidos son alcanzados por la innegable justicia. Reunidos o enlazados por el parentesco  sanguíneo o  a través  de circunstancias de afectividad y de afinidad, forman los grupos a los cuales se les prevé de los recursos reeducativos en el intento de progreso.

La cruz de la obsesión es un peso que cae siempre sobre los hombros de las conciencias comprometidas.


TERAPIA DE LA OBSESIÓN

Conforme se presente el cuadro de alineación, también varían los recursos terapéuticos.

Se sabe que el agente es un ser que piensa y actúa movido por una razón que le parece justa, cualquier política de engaño aparente de la honestidad se vuelve ineficaz, aumentando la hostilidad y la tenacidad del perseguidor.
El principal motivo, debe ser concentrar todas las atenciones en el enfermo desencarnado, tratándolo con bondad y respeto, aunque no se éste de acuerdo con lo que hace.

La principal urgencia es la de conquistar al agente infeliz para la intima renovación, por cuanto la mala acción siempre procede de quien no esta bien, por más que este oculte o disimule los sentimientos y su propio estado.

Debe evitarse la discusión inútil, revestirse de real humildad que refleje el interés amoroso por el bienestar del otro, quien acabará por envolverse en ondas de confianza y armonía con los que se beneficiara, cuando cambie de actitud en relación a los propósitos mantenidos hasta entonces.

Al mismo tiempo, debe educarse al paciente a la luz del evangelio, insistiendo con afabilidad por su transformación moral y creando a su alrededor condiciones psíquicas armónicas, con las que se restablecerá emocionalmente y esto le estimulará a contribuir con la parte que le corresponde.

Atraerlo a la práctica de acciones dignificantes y de beneficencia, con las que se granjeara simpatías y vibraciones positivas, lo fortalecerán y modificaran su campo psíquico.

Asimismo, estimularle el habito de la oración y de la lectura edificante, al mismo tiempo, formarle el carácter que debe tornarse maleable al bien y resistente al vicio.

Las mentes viciosas se impregnan de vibraciones y parásitos extraños, desvariados por el desarrollo de los excesos perniciosos.

Junto a esta psicoterapia, es necesario la aplicación de los recursos fluidicos, ya sea a través  del pase, del agua magnetizada o mediante la oración intercesora con la que se vitalizan los núcleos generadores de fuerzas, estimulantes de la salud, con el poder para desconectar los plugs de las respectivas matrices, de modo que el deudor se rehabilite ante la Conciencia Cósmica por la aplicación de los valores y servicios dignificantes.

No ocurren milagros en estas situaciones ni en otras de cualquier naturaleza. El acontecimiento milagroso, cuando parece acontecer, es el resultado de una acción muy bien programada, cuyos efectos son registrados y las causas no son necesariamente por el momento, conocidas.
Toda persona que desee contribuir en la esfera del socorro desobsesivo, no debe descuidar su conducta intima ni sus ligaciones con el Plano Espiritual Superior, de donde fluyen los recursos suavizantes y saludables para el cometido del amor.

Al recordad a Jesús, delante de los obsesos y de los obsesores, busquemos Su ayuda e inspiración en la condición elevada que Él ocupa como “Señor de los Espíritus”

   Trabajo extraído del libro:

EN LAS FRONTERAS DE LA LOCURA
   De: Divaldo Franco.  Por el espíritu Manuel Filomeno de Miranda


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                          LO QUE MÁS SUFRIMOS



Lo que  más sufrimos en el mundo,

No es la dificultad, sino el desánimo para superarla.
No es la dolencia, sino el pavor de recibirla.
No es el pariente infeliz, sino la malquerencia en el equipo familiar.
No es el fracaso, sino la ceguera de no reconocer los propios errores.
No es la ingratitud, sino la incapacidad de amar sin egoísmo.
No es la propia pequeñez, sino la revuelta contra la superioridad de otros.
No es la injuria, sino el orgullo herido.
No es la tentación, sino la voluptuosidad al experimentarla.
No es la vejez del cuerpo, sino la pasión por las apariencias.

Como es fácil percibir, en la solución de cualquier problema, el peor problema es la carga de aflicciones que creamos, desarrollamos y sustentamos contra nosotros.

Espíritu: ALBINO TEIXEIRA

Médium: Francisco Cândido Xavier

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NOTA:
Los lunes, miércoles y jueves a las 22,30 podéis participar en el chat de la Federación Espírita Española.
Los viernes en la misma sala de chat  a las 23,00 horas podéis asistir a una conferencia impartida por el grupo "Estudios espíritas sin fronteras", dirigido por Cárlos Campetti.
 Los domingos a las 21,30 horas comienzan las clases de estudio de la Doctrina Espírita, a las que estáis todos invitados.

Recomiendo ver  también: 
Inquietudes espíritas- inquietudesespiritas.blogspot.com.es
El espirita albaceteño.-  elespiritadealbacete.blogspot.com.es
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Revista virtual:  www.amorpazycaridad.com

viernes, 12 de abril de 2013

Tres actitudes/ LA LEY DE JUSTICIA.





¿Usted se considera una persona egoísta, orgullosa, o es alguien que siempre busca practicar el bien? 

 
Quizás la respuesta para esta pregunta no sea tan fácil, por eso vamos a hacer un análisis de estas tres actitudes considerando algunos cuadros y circunstancias de la vida diaria:
 
En la sociedad:

El egoísmo hace lo que quiere.

El orgullo hace como quiere.

El bien hace lo que puede, más allá de la propias obligaciones.

En el trabajo:

El egoísmo explora lo que encuentra.

El orgullo oprime lo que ve.

El bien produce incesantemente.

En el equipo:

El egoísmo atrae hacia sí.

El orgullo piensa en sí.

El bien sirve a todos.

En la amistad:

El egoísmo utiliza las situaciones..

El orgullo clama por privilegios.

El bien renuncia al propio bien.

En la fe:

El egoísmo aparenta.

El orgullo reclama.

El bien oye.

En la responsabilidad:

El egoísmo huye..

El orgullo tiraniza.

El bien colabora.

En el dolor ajeno::

El egoísmo olvida.

El orgullo condena.

El bien ampara.

En el estudio:

El egoísmo finge que sabe.

El orgullo no busca saber.

El bien aprende siempre, para realizar lo mejor.

Considerando esas tres actitudes, usted podrá evaluar cuál es la que más se destaca en sus acciones diarias.

Haciendo ese análisis usted podrá contestar si es una persona egoísta, orgullosa o que actúa de acuerdo con el bien.

Con la evaluación en sus manos, considere lo siguiente:

El egoísmo y el orgullo son dos pasillos sombríos que llevan al vicio, a la delincuencia y a la desgracia.

El bien es una amplia e iluminada avenida que nos lleva a la conquista de las virtudes sublimes y a la felicidad suprema que tanto deseamos.

Pero para eso no es suficiente apenas admirar el bien o difundirlo; es necesario, antes de nada, practicarlo con todas las fuerza del alma.

Y la decisión entre una y otra actitud, cabe exclusivamente a cada uno de nosotros.

***
 No se olvide que el bien que se hace es el único trabajo que hace bien, y esa labor a favor de los demás es la caridad única a favor de nosotros mismos.

El bien es la palanca capaz de libertar al hombre de los vicios y elevarlo a las altas esferas de la armonía consigo mismo y con el mundo que lo rodea.

Así, la práctica del bien es y siempre será nuestra mejor actitud.
 
Basada en el mensaje Tres Actitudes, del libro "Seara dos Médiuns" , ed. FEB/ Brasil


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Pietro Ubaldi
  LA LEY DE JUSTICIA.
Contra el método de ataque y defensa, del mundo, solo el de la no resistencia, el del Evangelio,  lo resuelve. Nuestro ofensor, es el instrumento de la Ley de Justicia.

La sabiduría del mundo consiste en gran parte en el arte que practican los  astutos, seguidores del camino más corto, con la intención de escapar de la Ley. La lucha nace de esa forma de encarar la vida, y la finalidad  que explica esa lucha es la de desenvolver la inteligencia en sus niveles más bajos.

 Nuestra vida actual  está regida  por la ley de la lucha, en donde el más fuerte vence y domina. Esto significa que en todo momento estamos sujetos a recibir ataques. De ahí  la necesidad de una defensa. ¿Qué nos dice la ley al respecto? ¿Cómo resuelve ella el problema?  ¿Cuáles son nuestros derechos y deberes?  ¿Cuál es la conducta que nos  conduce a resultados mejores?  ¿Cuál debe ser nuestra reacción y ataque? ¿Cuál es el medio más sabio y ventajoso para resolver el caso?

Este es un punto donde más resalta la oposición entre el sistema del Evangelio y el del mundo. El primero sustenta la regla de la no resistencia, el segundo el uso de la reacción violenta. Se trata de leyes que pertenecen a dos niveles evolutivos diferentes, leyes verdaderas, cada una en su respectivo plano de la vida, al cual están adaptadas. Se trata de dos maneras de concebir, en función de puntos de referencia diferentes.

¿Cuándo recibimos un golpe, Sabemos de donde viene? Su origen puede, al principio, encontrarse  en una de estas tres causas: 1ª) El acaso, 2ª) la voluntad del agresor, 3ª) La voluntad de Dios. Observémoslas:

1ª) la teoría del acaso es inaceptable para quien sabe que el universo es un organismo cuyo funcionamiento es regulado por la Ley. Ningún sistema de esta naturaleza no puede haber dado lugar  para el acaso, sobretodo en lo que respecta al dolor, cosa tan importante, por sus causas y sus efectos, en el destino del hombre.

2ª) hemos visto que la voluntad del hombre  cerrada entre limites, es como la libertad del pez en el rió o el de un coche en una camino del cual no puede salir.

3ª) Quien establece  esos limites in transponibles es la regla cierta de todo movimiento dentro de ellos, es la voluntad de Dios, por El mismo escrita en Su Ley. Traspasar esos limites da origen al dolor.

Es posible, de ese modo, establecer la causa de lo que acontece y también de los ataques recibidos.

¡) Ella no está en el acaso.

2) Dentro de los límites marcados por la Ley o voluntad de Dios, la causa está en la voluntad del hombre. Esto le es permitido escoger entre lo cierto, permaneciendo en el orden de la Ley, y el errado saliendo de ese orden con la desobediencia.  Todo lo que es debido a la voluntad del hombre, se podría llamar de causa próxima. En este punto su vista miope se detiene, y no ve más allá, asegura haber atendido el punto final del problema.

3) Más, allá de las causas encargadas de dirigir el caso particular, dejando al hombre en libertad de manera que aprenda, para más allá de esas causas secundarias y periféricas, existe una causa mayor, principal y central, una causa de todas las otras causas menores,  que las dirige y domina, entonces, aquella que se juzga ser la única es la primera fuente  de los acontecimientos de la vida, no es sino una causa relativa, momentánea y aparente, un medio en que se realiza una causa mucho más distante verdadera, fundamental, absoluta y definitiva. Es lógico que esta otra causa tan diferente solo se pueda encontrar en el seno del último término, esto es, en Dios y en su voluntad, por encima de todas las cosas.

Acontece que esa causa mayor abraza y coordina  todas las causas menores movidas por el hombre, inclusive su libertad de oscilación entre la verdad y el error, el bien y el mal etc.…que tiene que obedecer y están sujetas a aquella causa mayor, que es la justicia de Dios. De ese modo, el hombre está libre para actuar  cierta o erradamente, sin embargo, más allá de eso su libertad no alcanza, pues actúa otra causa que es la Ley, esto es, la justicia de Dios con sus fatales reacciones contra la desobediencia.

No hay duda, el ataque que nos golpea es movido por  un ser, llamado, por eso, nuestro enemigo. Más, el es solo la causa próxima y es contra esta que, en nuestra miopía, comenzamos a luchar. ¿Más, como  se puede corregir el hecho hasta que  atendamos  sus causas profundas, practicando en ellas la actividad correcta?  Se explica así, el motivo por el cual el mundo, operando en la superficie, no recoge sino los resultados superficiales. En verdad, a pesar  de las armas pará la defensa  estar siempre en acción, los ataques vuelven a surgir continuamente de todos lados, quedando el problema sin solución. Y lo que siempre continua permaneciendo en pie  es la lucha continua de todos contra todos. Más, es lógico, no se puede curar una dolencia solo con el tratamiento de sus síntomas exteriores.


Así, el mundo queda en la superficie  del problema. Cada uno procura destruir sus enemigos, más no la causa que genera enemigos: procura apartar los golpes más no acusa lo que los produce. Para que el problema sea resuelto, eliminando en definitiva los efectos, lógicamente es necesario que sea removida no solamente la causa próxima  de ellos, más también su causa primera, de la que todo deriva. Sin embargo, el mundo de los hombres prácticos, que quedan apegados a la realidad, prefiere cuidar de las cosas próximas, porque estas son consideradas positivas, se tocan con las manos, mientras  se desconocen  las causas primeras, juzgadas teóricas, fuera de la realidad, no percibidas por los sentidos. Más, la causa del problema, que nació con el hombre y fue siempre encarado con este criterio, aun no está resuelto, después de tantos milenios, y aun subsiste, nos prueba que en estos casos esos hombres están herrados.
Ningún sistema centro periférico como el de nuestro universo, no puede haber camino que no lleve para Dios. ¿Solo en El, se puede encontrar la causa de todo?. ¿Más, como puede Dios ser la causa de los golpes que recibimos?  No hay duda, ellas salen de las manos de nuestros enemigos. ¿Más, si existe una Ley general del orden, como nos parece claramente demostrado, quien fue quien los dejo revelarse contra nosotros y por qué de una determinada forma y no de otra? ¿Como puede Dios dejar  que una función tan importante como la de Su justicia , quede abandonada en las manos de nuestros agresores, dejando a ellos el poder de juzgar  y punir, lo que solo a El puede pertenecer, porque es el único que sabe lo que hace? La reacción de la Ley ha de ser conforme a la justicia,  proporcionada a la calidad y extensión de nuestro error. ¿En un trabajo tan importante, que exige tanto  conocimiento, puede Dios, que todo lo dirige, ser dirigido por nuestros ofensores y tener que obedecer a la voluntad e ignorancia de ellos? ¿Qué pueden ellos saber de nuestros merecimientos? Desmoronaría todo el edificio de la Ley, basado en el orden y la justicia. Seria el caos en el seno de Dios. De todo eso se sigue que no puede surgir un ataque contra nosotros si no lo hubiéramos merecido. El hombre que lo ejecuta, sea quien sea,  es solo una cosa secundaria. Cualquier individuo, funcionando como instrumento, puede realizar eso cuando, por las cualidades que posee, se encuentra en las condiciones apropiadas. Entonces, aparecerá en nuestra vida un ofensor. Si esto no fuera posible de un modo, acontecerá con otro. Cualquiera que sean  nuestros poderes humanos, nadie podrá paralizar  el funcionamiento de la Ley en su punto fundamental “la justicia de Dios. Conforme esta justicia, nadie podrá llegar  hasta nosotros, si no hubiésemos, por nuestros errores, dejado las puertas abiertas.  Quedaremos. así, a merced de todos los atacantes, cualquiera que ellos sean, si lo hubiéramos merecido por la reacción de la Ley, que los hizo sus instrumentos.

Cuando el problema está encuadrado en esos términos, parece claro que la defensa que el mundo practica, limitada solo contra el ofensor, no solamente es inútil, más representa un nuevo error que se junta al viejo, aumentándolo. El remedio, entonces, es solo uno: no merecer, esto es, tener cuidado en preparar nuestro futuro no errando en ir contra la Ley y no mereciendo, así su reacción. Y si lo hubiéramos merecido, no hay que huir: es necesario pagar.  Podremos destruir con la fuerza todos los enemigos. Otros surgirán para perseguirnos, mientras no hayamos pagado todo.  Si construimos la casa de nuestro destino sobre las arenas movedizas de la prepotencia y de la injusticia, es lógico que ella caiga sobre las rígidas piedras de la justicia. Mientras tanto, todo depende de nosotros mismos y no de los otros. El enemigo que nos agrede somos nosotros mismos, que con error provocamos la reacción de la Ley que, por su vez, moviliza los elementos  apropiados para ejecutar esa reacción. Ahora se puede comprender mejor lo que tantas veces dijimos: quien hace el bien, como quien hace el mal, lo hace para si mismo. Por la justicia de Dios no puede haber un mal que no haya sido merecido. Esto no quiere decir  que la justicia de Dios, sola, por si misma,  quiere ejecutar el ataque contra nosotros. La divina justicia representa apenas la norma que regulariza y el poder que impone el desencadenamiento del ataque conforme la Ley, cuando lo hubiéramos merecido.

Por eso, nuestro enemigo, contra el cual apuntamos nuestras armas, no tiene poder alguno contra nosotros, más allá de aquel que nosotros mismos le conferimos con nuestras obras contra la Ley de Dios. Si nosotros destruyéramos  con  la fuerza ese enemigo, crecerá nuestra deuda ante la justicia de la Ley y con eso concederemos, a un número mayor de enemigos, poderes mayores  contra nosotros. ¿Qué se gana entonces utilizando el método del mundo? Aparece aquí la necesidad lógica de practicar el método de la no resistencia, porque el es el único que representa un verdadero sistema de defensa; paralizar al enemigo no paraliza el ataque, más si empeora nuestra posición, porque el: verdadero enemigo no es aquel que vemos. Se trata de una ilusión de nuestros sentidos, ilusión que cabe a la inteligencia deshacer.

Quien comprendió como funciona el juego de la vida que estamos explicando, cuando recibiera una ofensa, no reacciona contra su ofensor, porque sabe esto: el no tiene valor alguno, a no ser el de representar un instrumento ciego en las manos de Dios. Por eso, no merece ni odio, ni venganza. Quien comprendió esto, al recibir el ataque, lo acepta como lección de las manos de Dios, que con eso no quiere vengarse, ni punir, más si dirigirnos, para que salgamos, así del error y del sufrimiento. Que volvamos de ese modo, al orden de la Ley; mientras que usando el método del mundo, nos salimos más aun fuera de la dirección, aumentando deudas y sufrimientos. . y si alguien nos ofende sin haberlo merecido, el ataque no nos alcance, no nos penetre, y quien nos hiciera mal, no lo hace a nosotros, más si a si mismo. Todo vuelve a su origen. Quien es verdaderamente inocente es invulnerable a todos los asaltos. ¿Más, se encuentra por ventura, en nuestro mundo, alguien que sea completamente inocente?

Entonces, cuando alguien nos ataca, eso acontece conforme la justicia de Dios. Nuestras cuentas son con Dios y no con nuestro enemigo. Si el nos hace mal, en rendirá también cuentas a Dios, y tendrá que pagarlas; más, eso no nos pertenece. Surgirán para él otros enemigos y ataques, para que siempre se cumpla, en relación     a todos, la justicia de Dios. Quien practique el mal, solo por eso, cualquiera que sea a pesar de funcionar como instrumento de Dios para corregir a su hermano y haberse aprovechado de la flaqueza de este, que dejo sus puertas abiertas, haciéndole mal, abre a su vez sus propias puertas, por las cuales otros enemigos están prestos a entrar, empleados por Dios como instrumentos de Su  justicia. Así,  también los malos son utilizados por Dios para generar el sufrimiento, cuya tarea es la de purificar a los buenos. La conclusión es que nadie puede recibir ofensa que no tenga merecida. En este caso, no nos resta sino henchir el pecho, procurando, antes de todo, pagar nuestra deuda, dejando a nuestros enemigos, cuando llegue su vez, pagar igualmente sus cuentas por el mal que nos hubieran hecho, porque la Ley es igual para todos. Hay una Divina Providencia para cada uno. Mas para ser justa, ella providencia el bien para los buenos y el mal para los malos.
- Pietro Ubaldi-



NOTA:
Los lunes, miércoles y jueves a las 22,30 podéis participar en el chat de la Federación Espírita Española.
Los viernes en la misma sala de chat  a las 23,00 horas podéis asistir a una conferencia impartida por el grupo "Estudios espíritas sin fronteras", dirigido por Cárlos Campetti.
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