sábado, 18 de enero de 2014

La indulgencia (Un Espíritu Protector)

LA INDULGENCIA

16. Espíritas, hoy queremos hablaros de la indulgencia, de ese sentimiento tan dulce, tan fraternal que todo hombre debe tener para con sus hermanos, pero del cual muy pocos hacen uso. La indulgencia no ve los defectos de los otros, o si los ve, evita hablar de ellos o de divulgarlos; por el contrario, los oculta con el fin de que sólo él los conozca; y si la malevolencia los descubre, siempre tiene a mano una excusa para paliarlos, es decir: una excusa plausible, seria, y no de aquellas que teniendo el aire de atenuar la falta, la hacen resaltar con pérfida maestría.
        La indulgencia nunca se ocupa de los actos malos de los demás, a menos que eso sea para servir, y aun así tiene cuidado de atenuarlos tanto como le es posible. No hace observaciones chocantes, ni tiene censura en los labios, sino consejos, lo más a menudo disfrazados. Cuándo criticáis, ¿qué consecuencias deben sacarse de vuestras palabras? Es que vosotros, los que censuráis, no habréis hecho tal vez lo que reprobáis, y valdréis más que el culpable. ¡Oh, hombres! ¿Cuándo juzgaréis vuestros propios corazones, vuestros propios pensamientos, vuestros propios actos, sin ocuparos de lo que hacen vuestros hermanos? ¿Cuándo abriréis vuestros ojos severos tan sólo para vosotros mismos? Sed, pues, severos para con vosotros e indulgentes para con los demás. Pensad en el que juzga en última instancia, que ve los pensamientos secretos de cada corazón y que por consiguiente, disculpa las faltas que censuráis, o condena lo que disculpáis, porque conoce el móvil de todos los actos, y que vosotros, que proclamáis tan alto: ¡anatema! Quizás hayáis cometido faltas más graves. Sed indulgentes, amigos míos, porque la indulgencia atrae, calma, eleva; mientras que el rigor desalienta, aleja e irrita. (JOSÉ,
Espíritu protector, Bordeaux, 1863).

El Evangelio según el Espiritismo
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Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio. 
Mahatma Gandhi

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El Mandamiento más Difícil



El mandamiento central de los Evangelios, y por esto mismo el más complejo y el más difícil, es el de amar al prójimo como a nosotros mismos y a Dios sobre todas las cosas. Amar al prójimo no parece muy difícil, pero amarlo como a nosotros mismos es casi una temeridad. Mas Jesús lo dio de manera enérgica, explicando también que este amor corresponde al amor a Dios. Amamos naturalmente a nosotros mismos con tal ahínco que extendemos este amor a la familia y se lo negamos a las personas extrañas, generalmente de manera agresiva y celosa. Podemos explicar esto, psicológicamente, por el egocentrismo de la infancia, que es una exigencia de la formación de la personalidad. Si el niño no fuese, como se acostumbra decir, el centro del mundo, y no se apegase a esta centralizació n, seria fácilmente absorbida en la mundanidad y dispersa en la temporalidad, para usar la terminología de Heideggard. Para mantener su unidad óntica, o sea, para ser ella misma, el niño tendrá que apegarse con uñas y dientes a su ego, este pivote interno, en torno del cual se desenvuelven las energías de la afectividad y de la creatividad. El mundo nos atrae e intenta absorbernos en un proceso de dispersión centrífuga. Si no tuviésemos el pivote del ego, con sus energías centralizadoras, el ser estaría sujeto a perderse en la dispersión de las energías ónticas. Lo normal es que estas dos corrientes energéticas se contrabalanceen, sin lo que tendríamos al individuo egoísta o al individuo amorfo, sin nunca alcanzar la formación de la personalidad que define al hombre. La permanente amenaza y el temor de la dispersión generan en el hombre la reacción de defensa contra la eternidad. En las tribus salvajes los niños recién nacidos son considerados criaturas extrañas y misteriosas, que llegan no se saben de donde. Por esto son tratadas con cariño en la primera y segunda infancia, pero después sometidas a períodos de observación en cuanto las tendencias que deben revelar. Solo adquieren un nombre y se integran en la tribu después de ser reconocidos como en condiciones para tanto.
En las civilizaciones encontramos un desenvolvimiento agudo del sociocentrismo, en que los extranjeros son considerados impuros, como en la Antigua Israel, o considerados bárbaros, como en la Roma Antigua. El mismo instinto de conservación, que comienza en la ley física de la inercia y se prolonga en las cosas y en los seres, hasta el hombre, y sus instituciones, completa este cuadro defensivo. No hay dudas que nuestra desconfianza en relación al prójimo proviene de estas fuerzas instintivas. Solo conseguiremos vencerlas cuando nos sintamos ónticamente maduros, como seres formados y definidos en nuestra personalidad. Cuanto más inseguros nos sintamos, tanto más difícil se torna nuestra aceptación del prójimo, sin prevenciones ni desconfianzas. Nuestra primera actitud ante un desconocido es siempre de reserva o de antipatía. Solamente en los reencuentros reencarnatorios de criaturas afines, con un pasado de relaciones felices o una afinidad vibratoria semejante, los primeros contactos podrán ser expansivos.
La sabiduría de las enseñanzas de Jesús se revela precisamente en estos casos en que se demuestra de manera evidente. Con la enseñanza del amor al prójimo Jesús actuó sobre la indebida extensión de estas fuerzas preservadoras en un tiempo de madurez. No fue solamente con la enseñanza del monoteísmo, de la unicidad de Dios, que él procuró despertarnos para la fraternidad humana. Completando la acción reformista y dándole más énfasis a la necesidad de amar a todos nuestros semejantes, él definió a la familia humana como consecuencia de la paternidad universal de Dios.
Stanley Jones, pastor metodista, llamado El Caballero del Reino de Dios, por sus prédicas profundamente humanistas, Descubrió la manera cristiana de combatir esta aversión al extraño, diciendo: “Cuando veo pasar por mi puerta a un hombre condenado por los otros, pienso entonces que, por aquella criatura detestada, el Cristo se entregó a la crucifixión.” Porque, en verdad, Jesús no vino a la Tierra para salvar a este u aquel, sino a toda la Humanidad. Si consiguiéramos comprender esto, alejaríamos de la Tierra el chancro moral del racismo, de la aversión al extranjero, de la impiedad para con los infelices viciados en el crimen y en la maldad, ofreciéndoles por lo menos un poco de simpatía. Con esto, pringamos con una gota de amor en la taza de hiel que nuestro hermano lleva a sus labios todos los días.
Más extraño nos parece el mandamiento: “Amad a vuestros enemigos.” Entretanto, si no hiciéramos esto, nunca aprenderemos realmente a amar. Porque el verdadero amor nunca es discriminativo, sino abarcante, envolviendo en un solo objeto de afecto a todas las criaturas. Como enseña Kardec, no podremos amar a un enemigo como amamos a un amigo, que conocemos por la experiencia de la convivencia, depositando en él nuestra confianza. Amar al enemigo no es fácil, exige principalmente el sacrificio del perdón y del olvido de lo que él nos hizo de mal. Y por esto mismo este amor será sublime, pudiendo llevar al enemigo a transformarse en nuestro mayor y más reconocido amigo. No podemos, sin embargo, actuar con ingenuidad en estos casos. Tendremos que usar siempre, como Jesús enseñó, la mansedumbre de las palomas y la prudencia de las serpientes. Dice el pueblo que “Quien hace un cesto hace un ciento.” El hombre, heredero de los instintos animales, es también heredero de los instintos espirituales de que trata Kardec, y posee el poder discriminador de la consciencia. Actuando siempre con la debida prudencia, podrá apagar las amarguras de la enemistad sin entregarse a las trampillas de la traición. Así, el proceso de amar al enemigo no pueda ser inmediato, sino progresivo, según la prudencia de los salvajes en el trato con los nuevos y aún desconocidos compañeros que llegan a la tribuvestidos con el ropaje de la inocencia, según la expresión kardeciana. Lo que importa, en el caso, no es el milagro de la conversión del enemigo en amigo, sino el despertar en el hombre la comprensión verdadera del amor.
La importancia de este problema, en la educación para la muerte, se relaciona con la cuestión de la sobrevivencia. Las pesquisas de la Ciencia Espírita demostraron que muchos de nuestros sufrimientos en la Tierra provienen de las malquerencias del pasado. Un enemigo en el Más Allá representa casi siempre ligas negativas, de forma obsesiva, para el que quedó en la Tierra sin saber perdonar. La técnica espírita de la desobsesión, de liberar al hombre de las vibraciones de odio y venganza de los enemigos muertos, es precisamente la de la reconciliació n de ambos en las sesiones o a través de oraciones reconciliadoras. La situación obsesiva es grandemente desfavorable para el que continua vivo en la Tierra, puesto que este se olvidó de los males cometidos y el espíritu obsesor, vengativo, se recuerde claramente de todo. Por esto, las prácticas violentas del exorcismo, judío o cristiano, con amenazas y rechazos negativos del obsesado, podrán llevar al auge el odio del obsesor.
La condición del obsesor en el plano espiritual, alimentando el odio que llevó de la Tierra, es también responsabilidad del obsesado que no supo perdonar ni pedir perdón. Todos los sufrimientos de una situación de penoso desajuste en el después de la muerte son producidos por la dureza de corazón del que continuó en la Tierra o a ella regresó para el necesario reajuste. Por esto, Jesús advirtió que deberemos acertar el paso con nuestro adversario mientras estemos en el camino con él. Conocidos estos principios de manera racional, podremos influir en el alivio de la pesada atmósfera moral que pesa sobre la Tierra en momentos como este que estamos viviendo. No se trata de problemas que deban ser resueltos por este u aquel tribunal, humano o divino. La solución estará siempre en nuestras manos, puesto que fue con ellas que practicamos los crimines que ahora punzan sobre nuestra consciencia como los rayos de Júpiter. En los tenebrosos anales de la pesquisa psíquica mundial encontramos numerosos casos, descritos en minucias por los protagonistas de tragedias de esta especie. De ahí la advertencia de Jesús, que parece temeraria a los ignorantes: “El que reprenda a su hermano de raca está condenado al fuego del infierno.” La palabra raca es una injuria grandemente ofensiva, mas el castigo parece exagerado. Deberemos recordar que el fuego del infierno no es eterno, como quieren los teólogos, pero que el dolor de la consciencia fuera de la materia quema como fuego. Tuvimos la oportunidad de convivir algunos días con un asesino quien matara a su adversario a cuchillo, por las costillas. Era un hombre de formación protestante, que continuaba apegado al Evangelio y se justificaba con pasajes vengativos de la Biblia, apoyados por Dios. Repelió nuestras explicaciones de que la Biblia es una colección de libros judíos y nos dijo, con asustadora firmeza: “Si él me apareciese ahora redivivo, lo mataría de nuevo.” Episodios como este nos muestran como los sentimientos humanos pueden perdurar en los espíritus encarnados o desencarnados, de manera asustadora. El odio de este hombre no se extinguirá con la sangre del enemigo. Ninguna sombra de remordimiento transparentaba en sus ojos cargados de odio y amenazas. Le faltaba, sin embargo, el conocimiento de las leyes morales. Más tarde, según nos dijeron, su corazón se ablandó. Tuviera un sueño con el adversario muerto, que le pedía perdón, llorando, por haberlo llevado a la desesperación del crimen.
Las tragedias de esta especie, en que la víctima generalmente es responsable por el crimen, por motivos de su intransigencia, son en mayor número de lo que suponemos. Tornase muy claro, en estos casos, el proceso dialéctico de la evolución humana. En este criminal aparentemente insensible había un corazón profundamente herido por la intransigencia del adversario. Cuestiones formales de honor, de derechos violados, de prepotencia y humillación torturaron la mente del asesino y lo llevaron al crimen. Cometido este, transcurridos amargos años de prisión, con la familia en la miseria y enlodad por la mancha criminal, la víctima transformada en verdugo no lograba perdonar al muerto. Los instintos animales, en fermentación en su afectividad y en su consciencia, no le permitían abrirse para la comprensión de la gravedad de su acto. Al mismo tiempo, el asesinado, en los planos espirituales inferiores, removía su odio y su frustración, acusando al asesino de haberle quitado la vida. El trueque de vibraciones mentales entre ambos los mantenía en la misma lucha. Solamente la interferencia de la misericordia divina consiguiera abrir una rendija de luz en la mente del asesinado, para que él cayese en si y reconociese su culpabilidad. Para la sociedad terrena la tragedia terminara en las gradas de una prisión, mas para el mundo espiritual proseguía. En la consciencia del asesinado la visión de la realidad hasta entonces oculta despertaba los instintos espirituales, las ansias de superación de las condiciones animalezcas a que se entregara en la carne. La Educación para la Muerte habría liberado a ambos en la misma vida carnal, llevándolos a la comprensión de que no eran fieras luchando en la selva, sino criaturas humanas dotadas de potencialidades divinas. No les habrían faltado los socorros espirituales de la intuición y del llamado terreno en el campo religioso. Uno era protestante y el otro católico, ambos tuvieron contacto con los Evangelios desde la infancia, mas la reacción hipnótica de los intereses mundanos los había imantado fuertemente a la materia, haciéndolos olvidar la naturaleza espiritual de la criatura humana. Las religiones, por su parte, imantadas a las interpretaciones dogmáticas, no pudieron ampararlos con la explicación racional de la situación que enfrentaban. Mientras tanto, hace dos mil años, Jesús advertía: “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!”
 Educación para la Muerte .- Herculano Pires

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                                             EL CONSOLADOR PROMETIDO


 Jesús prometió otro Consolador: es el Espíritu de Verdad, que el mundo no conoce aún, porque no tiene la suficiente madurez para comprenderle y que el Padre enviará para enseñar todas las cosas y para recordar lo que Cristo dijo. Pues, si el Espíritu de Verdad debe venir más tarde a enseñar todas las cosas, es porque Cristo no lo dijo todo; si viene para recordar lo que Cristo dijo, es porque eso fue olvidado o mal comprendido.

El Espiritismo viene, en el tiempo señalado, a cumplir la promesa de Cristo: el Espíritu de Verdad preside su institución, llama a los hombres a la observancia de la ley y enseña todas las cosas haciendo comprender lo que Cristo sólo dijo en parábolas. Cristo dijo: “Que oigan los que tengan oídos para oír”; el Espiritismo viene a abrir los ojos y los oídos, porque habla sin figuras y sin alegorías; levanta el velo dejado intencionalmente sobre ciertos misterios, y viene, por fin, a traer un consuelo supremo a los desheredados de la Tierra y a los que sufren, dando una causa justa y un fin útil a todos los dolores.

Cristo dijo: “Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados”; pero, ¿de qué forma se puede ser feliz, sufriendo, si no se sabe por qué se sufre? El Espiritismo le muestra la causa en las existencias anteriores y en el destino de la Tierra, donde el hombre expía su pasado; le muestra su objeto, indicando que los sufrimientos son como crisis saludables que conducen a la curación y que son la depuración que asegura la felicidad en las existencias futuras. El hombre comprende que merece sufrir y encuentra justo el sufrimiento; sabe que ese sufrimiento ayuda a su progreso y lo acepta sin murmurar, como el obrero acepta el trabajo que le debe valer su salario. El Espiritismo le da una fe a toda prueba en el porvenir, y la duda punzante ya no se abate sobre su alma; haciéndole ver desde lo alto, la importancia de las vicisitudes terrestres se pierde en el vasto y espléndido horizonte que devela, los infelices extraviados que, viendo el cielo, caen en el abismo el error. Creed, amad, meditad las cosas que os son reveladas; no mezcléis la cizaña con el buen grano, las utopías con las verdades. ¡Espíritas! Amaos: he aquí la primera enseñanza; instruíos, he aquí la segunda. Todas las verdades se encuentran en el Cristianismo; los errores que se han arraigado en él son de origen humano y he aquí que, más allá de la tumba, donde creíais encontrar la nada, hay voces que os claman: ¡Hermanos! Nada perece; Jesucristo es el vencedor del mal, sed los vencedores de la impiedad. (EL ESPÍRITU DE VERDAD, París, 1860).

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viernes, 17 de enero de 2014

KARDEC, “EL BUEN SENTIDO ENCARNADO”


 Hippolyte Léon Denizard Rivail nació en Lyón, Francia, el 3 de octubre de 1804. Estudió en Yverdon, Suiza, con el célebre Johann Heinrich Pestalozzi, de quien se hizo discípulo y colaborador.
Fundó en Paris, con su esposa Amelia Gabriela Boudet, un establecimiento semejante al de Yverdon. Su cultura universalista abarcaba varias ramas del conocimiento humano, habiendo organizado, en su casa, cursos gratuitos de química, física, astronomía y anatomía comparada.
Entre sus obras, se destacan: Curso práctico y teórico de Aritmética, según el método de Pestalozzi (1824); Plan presentado para el mejoramiento de la Instrucción Pública (1828); y Gramática francesa clásica (1831).
 Trabajador infatigable que cumplió a rajatabla la misión de dar a conocer la Doctrina de los Espíritus, la gran voz del Consolador prometido al mundo por la misericordia de Jesús. Comprendiendo la trascendencia de este mensaje, Kardec sentó además las bases para una organización que permitiera la expansión de la Tercera Revelación a través de los centros espíritas.
 Para entender la figura de Allan Kardec dentro del Espiritismo debemos reflexionar sobre los siguientes puntos:

No es el fundador del EspiritismoLa iniciativa de este movimiento pertenece a los Espíritus. Fueron los Espíritus los que querían dar a conocer estos temas.
No es el creador o inventor de la Doctrina EspíritaEs el Codificador de la enseñanza colectiva y concordante de los Espíritus.
No es su figura lo que seguimosAllan Kardec no es en sí una figura de culto como pueden serlo otras personas en otros movimientos, que siguen a su fundador como líder espiritual, porque las enseñanzas que seguimos no son Allan Kardec, sino que son las enseñanzas de los Espíritus.
 Desde que toma conocimiento con el fenómeno de las mesas giratorias en 1854 - gracias a su

amigo Fortier, investigador del magnetismo- Kardec revela su espíritu científico: se muestra escéptico pero no intransigente, debido que era un libre pensador, y busca pruebas para una explicación racional de las manifestaciones de los Espíritus. Estamos, pues, ante el método experimental aplicado a las ciencias positivas, fundamentado en la observación, comparación, análisis sistemático y conclusión, para luego buscar las aplicaciones útiles. Por ello, es rigurosamente exacto decir que el Espiritismo es una ciencia de observación y no producto de la imaginación. Y es debido al eficiente y racional método de su dialéctica, que Kardec fue considerado por Camille Flammarion como “el buen sentido encarnado”.
Allan Kardec no fue un científico en el sentido profesional, pero tenía cultura y espíritu científicos, es decir, las condiciones indispensables para desarrollar esta labor. Destacamos en primer lugar, la serenidad con que encaró los hechos mediúmnicos, su equilibrio imperturbable, sin negar ni afirmar apresuradamente; también, el dominio de sí mismo a fin de no entusiasmarse con los primeros resultados y el cuidado en la selección de las comunicaciones, así como la debida prudencia en sus declaraciones, evitando la divulgación precipitada de hechos aún no del todo examinados y comprobados. Finalmente, la humildad, condición importante del espíritu científico interesado en la búsqueda de la verdad, antes y después de todo.
Los Espíritus necesitaban a alguien en la Tierra que aceptara la labor de organizar el conocimiento de las leyes que rigen el mundo espiritual y su relación con el mundo material. Kardec reunía las condiciones intelectuales y morales.
 Su labor tesonera marcó el inicio de una nueva era para la Humanidad.
Gracias Allan Kardec, por todo el legado que nos dejaste. Que Dios te bendiga.
CE. Joanna de Angelis         

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LA VIRTUD MÁS MERITORIA
El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de este mundo, menos comprende su destino.
Por el desinterés, al contrario, él prueba que ve el futuro desde un punto de vista más elevado
 "El hombre de bien que, creyendo en su futuro celestial, quiere llenar su vida con nobles y bellas acciones, saca de su fe, la certeza de  felicidad que lo aguarda y  la fuerza necesaria para sus  acciones de caridad, de sacrificio y de abnegación.
Y, por fin, no hay malas inclinaciones, que con la fe, no puedan ser vencidas."
El Libro de los Espíritus, Allan Kardec, cap. XIX, íten 12.
 Pregunta Allan Kardec a los espíritus responsables por la codificación, cuál sería la más meritoria de todas las virtudes. De ellos obtuvo la siguiente respuesta que nos sugiere una gran reflexión:
"Todas las virtudes tienen su mérito, porque todas son indicios de progreso, en el camino del bien.
Hay virtud siempre que hay resistencia voluntaria, a ser arrastrado por las malas tendencias.
Mas la sublimidad de la virtud, consiste en el sacrificio del interés personal, por el bien del prójimo, sin segunda intención. La más meritoria es aquella que se basa en la caridad mas desinteresada".
 El hábito de hacer el bien
 Según los buenos espíritus, esa caridad es espontánea, sin necesidad de lucha interior, en las personas que realizan el progreso. Así, los buenos sentimientos no les cuestan ningún esfuerzo y sus acciones les parecen tan naturales; que el bien se tornó para ellos en un hábito.
Se debe honrar a esas personas, "como a viejos guerreros, que conquistan posiciones".
 Como estamos todavía lejos de la perfección, esos ejemplos nos sorprenden por el contraste y lo admiramos, porque son raros.
Sin embargo, en los mundos inter-dimensionales, más avanzados que el nuestro, eso que nos es excepción, es la regla.
 El indicio más característico de la imperfección, es el interés personal.
  Informan los espíritus orientadores que, en la evaluación de los tribunales de justicia divina (y de la conciencia), fuera la de nuestros defectos y  nuestros vicios, sobre los cuales nadie se engaña, el más característico indicio de la imperfección, es el interés personal.
 Según nos enseñan, las cualidades morales, son generalmente como un objeto de cobre, que no resiste a la piedra de toque. "Un hombre puede poseer cualidades reales que lo hacen para el mundo, un hombre de bien, pero esas cualidades, aunque representan un progreso, no soportan por lo general ciertas pruebas, y basta tocar la tecla del interés personal, para que se descubra el fondo de su pensamiento".
 Indicio notorio de inferioridad
 Dicen los espíritus orientadores al pedagogo de Lyon: "El verdadero desinterés, es un hecho tan raro en la Tierra, que se le puede admirar como a un fenómeno, cuando se presenta. El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de ese mundo, menos comprende su destino. Por el desinterés, al contrario, se prueba que mira el futuro, desde un punto de vista más elevado".
 Y prosiguen: "A  medida que los hombres se aclaren, sobre las cosas espirituales, daran menos valor ha las materiales; en seguida, es necesario reformar las instituciones humanas, que lo entretienen y lo excitan.
Esto depende de la educación".
 Es necesario que el egoísmo produzca mucho mal, para hacer comprender la necesidad de su extirpación
 El egoísmo, que lejos de disminuir, crece con la civilización, que parece excitarlo y entretenerlo, se presenta como un gran mal. Y cuanto mayor es el mal, mas horrible se torna.
Cuando los hombres se hayan separado del egoísmo que los domina, vivirán como hermanos, no  haciendo el mal y ayudándose recíprocamente por un sentimiento fraterno de solidaridad.
Entonces el fuerte será el apoyo y no el agresor del débil, y no se verán hombres desprovistos de lo necesario, porque todos practicarán la ley de justicia.
Ese es el reino del bien, que los Espíritus están encargados de preparar".

 El medio de destruir el egoísmo
 Por la práctica de la abnegación, se combate el predominio de la naturaleza corpórea, generadora del egoísmo. De esa forma el Espíritu triunfará sobre la materia.
 En su lógica irrefutable, esclarecen los bienhechores espirituales que, de todas las imperfecciones humanas, "la mas difícil de eliminar es el egoísmo, porque se liga a la influencia de la materia, de la cual el hombre, todavía muy cerca de su origen, y del cual no puede liberarse.
Todo concurre para mantener esa influencia: sus leyes, su organización social y su educación.
El egoísmo se reducirá con el predominio de la vida moral sobre la vida material, y sobretodo, con la comprensión que el espiritismo nos ofrece en cuanto al nuestro estado futuro real y no desfigurado por las ficciones alegóricas.
 El egoísmo se funda en la importancia de la personalidad. Pues el espiritismo bien comprendido, hace ver las cosas desde un punto tan alto, que el sentimiento personal desaparece de alguna forma, ante la inmensidad.
Al destruir esa importancia, o por lo menos al hacer ver la persona como aquello que de verdad  es, combate necesariamente el egoísmo".
  El principio de la caridad y de la fraternidad, se opone  al egoísmo
 Es por el contacto, como el hombre experimenta el egoísmo de los otros  y que lo torna generalmente egoísta, porque siente la necesidad de ponerse a la defensiva.  
 En un contexto genuínamente cristiano, los buenos espíritus aseguran que solamente "el principio de la caridad y de la fraternidad debe de ser la base de las instituciones sociales, de las relaciones legales del pueblo para el pueblo y del hombre para el hombre, y este pensará menos en si mismo cuando mire, que los otros lo hacen.
Sufrirá, así, la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto".
Explica Fénelon a Kardec: "cara al actual desdoblamiento del egoísmo, es necesaria una verdadera virtud, para abdicar de la propia personalidad, en provecho de los otros que en general no lo reconocen.
Es a esos, sobretodo, a los que poseen esa virtud, a quienes está abierto el reino de los cielos; a ellos, sobretodo, está reservada la felicidad de los elegidos, pues, en verdad os digo, en el día del juicio, quien que no piense sino en si mismo, será puesto de un lado y sufrirá en el abandono".
Lopes para asociacionfrat.  Estudio elaborado sobre la condensación del cap. XII, Perfección Moral, del Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, traducción de J. Herculano Pires, Editora EME.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Imperativo de la paciencia 
Francisco Cândido Xavier 

Es probable que pocos amigos piensen en esto: paciencia como inmunización contra el suicidio. En las tareas de la actividad humana, a veces, surgen para la criatura determinados escenarios de prueba para cuya travesía, no siempre bastará el conocimiento superior.

Es necesario que el alma se apoye en el bastón invisible de la paciencia, a fin de no resbalarse en sufrimientos mayores. Y por eso es que nos permitimos expresar reiterados consejos a los hermanos, domiciliados en el Plano Físico, a fin de que se dediquen al cultivo de la comprensión. Si te encuentras bajo el impacto de conflictos domésticos, usa la tolerancia, tanto como te sea posible, ante aquellos que generen el campo de las vibraciones negativas, prestando auxilio de este modo, a la seguridad del equipo familiar, al que estás vinculado.

En la decepciones, sean cuales fueran, reflexiona en el valor de la ponderación respecto a tu propio beneficio. Delante de los golpes que recibas, olvida injurias y agravios, y piensa en las oportunidades del trabajo que se te encargó como apoyo defensivo contra la desesperación. Bajo acusaciones que reconozcas inmerecidas, olvida el mal y no alimentes el fuego de la discordia. Cuando te falte actividad profesional, continua actuando, tanto como pudieras, en las tareas de auxilio espontáneo a los otros, aprendiendo que la actividad noble atrae actividades nobles y, con eso, en breve, te reconocerán en nuevas posiciones de servicio, según tus necesidades.

Si el desánimo te amenaza por ese o aquel motivo, recuerda la importancia de tu concurso fraterno, en apoyo de alguien, y no te des el lujo de estancamientos improductivos. Ante cualquier obstáculo a transponer en el camino, conserva la paciencia como compañera y guía y, mantén el pensamiento confiado en la Divina Providencia, siguiendo siempre adelante, apartando lejos de tí la tentación de fuga , y reconociendo en el efímero tiempo, que hay siempre un futuro mejor para cada uno de nosotros y que, en todas las tribulaciones de la existencia, vale la pena esperar por el socorro de Dios.

Espíritu Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro “Atención”


    

                                 

miércoles, 15 de enero de 2014

DIVALDO FRANCO Y EL SACERDOTE


Cierta vez, fui a un sacerdote a confesarme (antes de hacerme espírita). Le conté sobre mis comunicaciones con los muertos. Para él eran fuerzas demoníacas intentando alejarme de la Iglesia. Me vino una amargura de Dios y comencé a preguntar:
- Soy un buen católico, buen sacristán, adoro la Iglesia, hago ayuno, paso la semana de la Pascua sin comer hasta el mediodía. Si Dios no puede con el diablo, ¿yo voy a aguantar? El diablo va a vencerme. ¿Cómo un chico de 17 años, del interior, ingenuo, puede vencer al diablo si ni Dios lo consigue?
Entré en depresión y me quedé con amargura de Dios. Me confesé al sacerdote:
- Yo voy a matarme. Nuestra Señora del Carmen va a tener pena de mí, me va a colocar el escapulario y me sacará del infierno.
Él me miró despacio y respondió:
- No tomes ninguna actitud ahora. El demonio a veces nos perturba para probar nuestra fe; cuando no lo consigue, abandona. Vuelve para la Iglesia.
Era un hombre honesto, creía piadosamente en sus ideas.
Un día al confesarme con él, vi aproximarse a un Espíritu. Tuve otro conflicto:
- ¿Cómo puede el diablo entrar en la sacristía?
De hecho yo veía siempre a los Espíritus. En el momento de la eucaristía la ostia se hacía luminosa cuando era colocada en mi boca. A veces, en Feria de Santana, veía al clérigo Mário Pessoa aureolado. En mi comprensión (católico), él era un santo. Las personas en la hora de la fe se iluminaban y yo juzgaba todo una alucinación.
Cuando el Espíritu entró, exclamé:
- ¡Mire, el diablo está viniendo, y es mujer!
- ¿Tú ves alguna señal particular en el rostro de ella? – me preguntó el sacerdote.
- Veo una verruga encima del labio.
- ¿Y qué más?
- El cabello está partido por la mitad, recogido en un moño detrás.
- ¿Y qué más?
- Veo un chal sobre los hombros, con puntas, un chal negro de cuadros.
- Puedes quedarte tranquilo, es mamá.
Ella “incorporó” y conversó con el sacerdote. Cuando desperté, él me aclaró:
- Divaldo, mamá vino a alertarme. Tú misión no es aquí, vas a seguir la tarea que Dios te confió, porque el bien está en todos los lugares.
Me quede más turbado, porque yo no era espírita, tenía miedo, me sentía de cierto modo alejado de la Iglesia, pero continuaba frecuentándola y al Centro Espírita.
Tenía conflictos de fe, principalmente cuando murió mi hermana, por suicidio. Mamá fue a encomendar misa a ese mismo sacerdote, un hombre bueno, y oyó de él:
- Doña Ana, no puedo celebrarla, porque el suicida está en el infierno y Dios no lo saca de allí.
Fue cuando aprendí la primera lección de lógica y de psiquiatría, con una mujer iletrada – mí madre:
- Padre, entonces yo reniego de su Dios. Si Él no es capaz de perdonar no es digno de ser Dios. Soy lavandera modesta y analfabeta, pero la hija que perdí, yo la perdono; ¿cómo es que Dios, que la tiene, no la perdona? Digo más, quien se mata no está en su juicio.
Más tarde yo sabría que muchos portadores de psicosis maniaco-depresiva PMD, van para el suicidio.
Aprendí mucho con ese hombre, con mamá, y cuando yo le dije que no iría más a la iglesia, ella me respondió:
- Dios está en todos los lugares. Si tú fueras justo y obraras con rectitud, Él estará contigo. Haz el bien, hijo mío, porque la verdadera religión es aliviar el sufrimiento ajeno.
A partir de ese acontecimiento me integré lentamente al Espiritismo.
Divaldo Franco
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¿El Ser espiritual lleva en si mismo el conocimiento de la ley moral?

Los seres humanos , según nuestro individual nivel evolutivo, llevamos naturalmente grabados en la conciencia algunos rudimentos de la ley moral y somos capaces de razonar sobre ellos, asumiéndolos conscientemente.
Como estos rudimentos morales son mas o menos extensos y desarrollados ,por eso cada persona lo percibimos en distintos grados de intensidad en forma de satisfacción íntima ante una buena acción, o si nos equivocamos cometiendo un mal acto, la conciencia nos acusa en forma de remordimiento y de pesar, como una señal de alarma por la que nuestro espíritu nos avisa así de nuestro error.
No se debe confundir la ley Moral que todos portamos naturalmente en nuestra conciencia en mayor o menor grado, con el sentido del bien y del mal o con el sentido del pecado que nos inculcaron las religiones, señalando a este como una ofensa hecha a Dios . Este concepto debemos desterrarlo y debemos considerar que el Espíritu humano es casi infinitamente pequeño e insignificante, como para ofender a lo que es infinitamente grande y superior que nos creó de Su Esencia como seres espirituales con nuestras conciencias como incipientes semillas, por desarrollar a través de un largo proceso como lo es el de la evolución a través de las múltiples existencias humanas, hasta alcanzar mayores cotas de perfección para aproximarnos a nuestra Fuente de Origen, como lo es Dios, infinito en todos Sus atributos de Perfección..
Es evidente que todas las conciencias no son iguales en cuanto a su grado de desarrollo y de evolución moral y ética. Ello se debe a que existen muy diversos grados de evolución moral y de desarrollo espiritual , en los que todos estamos implicados, y es que la edad de cada espíritu es diferente a la de los demás, lo que supone haber vivido un número mayor o menor de vidas humanas, además de que el esfuerzo por auto-mejorarse en cada una de las existencias, también es diferente de unos a otros.
Sabiendo que nuestros destinos futuros individuales dependen de los actos buenos o malos que llevemos grabados en la conciencia según la Ley Moral a la que nadie puede engañar, cuando infringimos esta ley moral cada vez vamos oscureciendo esa conciencia con sus facultades, encadenándonos con nuestras propias manos a mundos y estados de dolor.
El hecho de que la ley moral la llevemos en la conciencia y se vaya desarrollando y ampliando progresivamente junto a esta, es una muestra más de la Sabiduría y del Amor Divinos que así lo han dispuesto para que el alma humana no se atrase en su evolución, pues este desarrollo moral actúa como la energía impulsora para que nuestro crecimiento en perfección espiritual, resulte dinámico y activo. Al mismo tiempo esto nos explica el por qué el alma se puede estancar voluntariamente por un periodo, pero nunca retrogradar, pues lo ganado forma parte del patrimonio natural del espíritu.

- José Luis Martín-
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Tú tienes que ser el cambio que quieres ver en el mundo”
-Gandhi-
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                                         ESTAMOS EN PLENA TRANSFORMACIÓN SOCIAL


Jamás la necesidad de luz se hizo sentir de manera más urgente. Una intensa transformación se opera en el seno de las sociedades. Después de haber sido sometido durante una larga secuencia de siglos, a los principios de autoridad, el hombre aspira cada vez más a liberarse de todo enredo y de dirigirse a sí mismo. Al mismo tiempo que las instituciones políticas y sociales se modifican, las creencias religiosas y la fe en los dogmas, se vuelve debilitada. Y una de las consecuencias de la libertad en su aplicación a las cosas del pensamiento y la conciencia. La libertad, en todos los dominios, tiende a sustituir la coacción y el autoritarismo y a guiar las naciones para horizontes nuevos. El derecho de algunos
se vuelve derecho de todos; pero para que ese derecho soberano esté conforme con la justicia y traiga sus frutos, es preciso que el conocimiento de las leyes morales, venga a regular su ejercicio. Para que la libertad sea fecunda, para que ofrezca a las acciones humanas una base cierta y duradera, debe ser complementada con la luz, por la sabiduría y por la verdad. La libertad, para los hombres ignorantes y viciosos, ¿no sería como un arma dejada en manos de un niño?. El arma, en ese caso, frecuentemente se vuelve contra aquel que en la puerta lo hiere.
-Antonio Amancio Oliveira-

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