Contenido de este Blog en este día :
- ¿ Religión para salvarnos ?
- Espiritualidad laica
- El Espiritista y la Semana Santa
- Justicia y Progreso
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¿RELIGIÓN PARA SALVARNOS ?
ALGUIEN SIN RELIGIÓN SE PUEDE SALVAR MAS FACILMENTE QUE UN BEATO
La Iglesia decía que fuera de ella no había salvación, lo cual era fruto del atraso evolutivo de la época.
Ese error y otros, como el absurdo infierno imaginado por Dante Alighieri en su "Divina Comedia", eran aceptados por la Iglesia hasta principios del Siglo XX. Pero algunas de esas enseñanzas equivocadas, aún son aceptadas hasta hoy por parte de evangélicos y católicos de poca instrucción, los cuales están frontalmente en contra de los postulados cristianos verdaderos, pues discriminan y, a vecex, hasta ofenden a quien no comulga con sus ideas religiosas "vencidas", ¡ lo que es lamentable!.
El infierno bíblico figurado, como lo es el purgatorio de la Iglesia, elogiado por Kardec por ser temporal. De hecho no podemos pecar "eternamente" y, consecuentemente, no podemos tampoco pagar "eternamente", lo que sería injusto. Nosotros seremos medidos, pero en la misma medida con que hayamos medido (Mateo 7:2). Y Jesús dice que tenemos que pagar todo, hasta el último centavo (Mateo 5: 26), pero con el pago del último centavo, estaremos en paz con nuestros pecados, lo que echa por tierra las tales "penas eternas". La justicia divina es perfecta. Y así, nadie paga más de lo que debe.
El pago o karma de sufrimiento no es castigo de Dios, sino disciplina, para que entendamos que de acuerdo con esa ley inexorable de causa y efecto,nosotros recogemos lo que sembramos (Gálatas 6:7). Si queremos un destino feliz, practiquemos entonces el bien y el amor incondicional evangélico, que nos recomienda la práctica de ese amor hasta para con nuestros enemigos. (Mateo 5:44).
Y es solo así, como un día podremos conseguir pasar por la dificil "puerta estrecha", símbolo de nuestra salvación o liberación que nos fue dado por el propio Maestro de los Maestros que vino exactamente para enseñarnos las verdades que nos liberan, sacándonos pues, de nuestra actual esclavitud del mal.
Las personas que aún viven el cristianismo medieval, que, oficialmente, llega hasta principios del Siglo XX, no fueron y no son cristianos verdaderos, aunque sus adeptos pensasen y piensen todavía lo contrario. Y los errores del cristianismo del pasado son justificados por la ignorancia y el atraso evolutivo de la Humanidad de la época. Pero hoy, no se justifican más, pues las puertas de la verdad esclarecedora del evangelio están ahí abiertas, y solo no entra por ellas quien no quisiere.
La creencia en una religión exclusivista, o sea, aquella que considera como verdadera y salvadora solamente la nuestra, mientras que las otras llevan a la condenación, es completamente errada, pues lo que nos salva precisamente, es la práctica del amor a Dios sobre todo y a nuestro semejante en el mismo grado que nos amamos a nosotros mismos. Y ese amor está presente en todas las religiones y es lo que nos enseña con maestría el excelso Maestro: Conoceréis quienes son mis discípulos por que se amarán unos a otros (Juan 13:34 y 35), y no, pues, por tener o dejar de tener una determinada religión, lo que recuerda la conocida frase de Kardec: "Fuera de la caridad no hay salvación". Y Pablo (1 Corintios 11:9), hasta dice que es bueno que haya divisiones entre nosotros, pero está claro que con dignidad , respeto y caridad cristiana y espírita.
Y aquellos que no tienen religión, hasta pueden salvarse más facilmente que los beatos religiosos, más intolerantes y desarmonizados con sus semejantes y, por consecuencia ¡ con Dios !.
Autor:
estudió para sacerdote en la Congregación de los Redentoristas, formado en Comunicación profesó en la Pontifícia Universidad Católica de Minas Gerais. És Escritor, durante varios años enseñó Português, Literatura, História, Geografia y Latin. Es Teósofo, parapsicólogo, biblista, y a lo largo de toda a su vida, el autor viene desarrollando sobre la Bíblia, las religiones y la Parapsicologia. Por último, pasó a estudiar el Espiritismo, doctrina que asimiló con facilidad, teniendo en cuenta su largo tiempo de estudio de la Bíblia, de História y de Teologia Cristiana. Retirado, actualmente se dedica al trabajo de escribir e impartir conferencias en el área espiritualista, mas principalmente Espírita, por todo el Brasil.
Es autor de libros, entre otros: “La Reencarnación Según la Bíblia y la Ciencia”,
“Cuando llega la Verdad” y " La Cara Oculta de las Religiones."
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Espiritualidad laica
El espírita no debe de estar contra lo religioso, por dos motivos: porque no es misión del espírita hacer una cruzada contra nada (incluyendo la religión) y porque el proceso religioso (como el científico) forma parte del despertar y la cultura humana, y en sí mismo no es malo. Es una “palanca” desde donde también se puede crecer en humanidad, y no es sensato que para justificar el rechazo sobre este asunto se eche mano compulsivamente de lo que hacen los extremismos y el utilitarismo ortodoxo (exacta-mente; son el egoísmo de las elites y la ignorancia lo que puede oscurecer tanto la expresión religiosa como la científica).
Esto así, aunque, al mismo tiempo, no implica que sea lo más recomendable ahondar en constructos religiosos… Y decimos esto porque el Espiritismo es ciencia y filosofía espiritual, pero no fue presentada como religión por Kardec. Podemos vivenciarlo, metafóricamente hablando, con un sentir religioso, pero no definirlo así… Si en nuestra práctica nos dejamos llevar por los atavismos del pasado empequeñecemos y/o contribuimos a confundir el paradigma espiritista y, de puertas afuera, automáticamente pasa a ser una religión más.
Aunque resulte paradójico, si pretendemos que el Espiritismo sea la religión natural, o la religión universal, antes debe tomarse y vivenciarse por parte de nosotros como una forma de espiritualidad laica, sin connotaciones que lo vinculen a cualquier forma de culto.
Nuestra sociedad está construida sobre los cimientos materialistas de los siglos XVIII y XIX, pero también de los depósitos religiosos (dogma y condenación) de los siglos anteriores… Todo este “detritus” aún no se ha diluido completamente, y forma parte, de alguna manera, de las carencias y traumas de nuestro hoy psicológico y social. El Espiritismo es un punto de inflexión renovador de la conciencia humana en su expresión cultural y espiritual, lo que no podría ser si los espíritas se limitan a un “revival” de lo religioso.
No seamos tan cómodos y condescendientes con ciertas herencias del pasado y refresquémonos en el mensaje renovador de la doctrina de los Espíritus.
Si hoy hemos conocido esta doctrina es para dar un paso más.
Juan Manuel Ruiz González ( Blog El Angel del Bien)
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El ESPIRITISTA Y LA SEMANA SANTA
LA PASCUA EN VISIÓN ESPÍRITA
Mensaje en el espíritu de Pascua
Mensaje en el espíritu de Pascua
Jesús cuando vino a la Tierra, trajo un mensaje completamente nuevo, basado en el perdón, el amor y la caridad.
Para aquellas personas que siendo tan primitivos y materialistas les era difícil de aceptar un Mesías manso y pacífico, cuando esperaban un jefe de guerra y libertador de la esclavitud.
Los gobernantes de la época temían que él era un revolucionario que pondría en peligro el poder establecido.
Por estas razones, Jesús fue condenado a muerte, crucificado, a la manera en que los criminales eran ejecutados. Como ser de evolución alta reapareció en espíritu - no en el cuerpo material - ante los apóstoles y varias personas.
Así demostró la existencia del espíritu, así como la supervivencia después de la muerte física y alentó a la difusión continua de su mensaje, que fue la misión realizada por los apóstoles y sus seguidores.
La ciencia ha demostrado la imposibilidad de la resurrección, o de volver a vivir en el mismo cuerpo físico después de su muerte, desde unos minutos después de la muerte el daño cerebral es irreversible, y ha comenzado el proceso de descomposición de la materia.
Jesús, por tanto, sólo se mostró con su cuerpo espiritual ( periespíritu), lo que explica el hecho de que sólo fue visto por los que Él quiso dejarse ver. Si es que hubiese resucitado en su cuerpo de carne, eso sería contrario a las leyes naturales creadas por Dios.
Sabemos que con Dios nada es imposible, por lo que Dios podría hacer milagros, ¿ Pero Él se apartaría de las leyes que emanan de Sí mismo ? , o ¿tal vez quiso demostrar sus poderes?
El poder de Dios se manifiesta en Sus leyes inmutables. Este se manifiesta mucho más imponente por el gran número de obras de la creación maravillosa y perfecta, y por la sabia previsión de que la creación se revela, desde la parte más gigantesca a los pequeños, como la armonía de las leyes que gobiernan el universo.
A través de espiritismo es fácil entender que no hay milagros ni fenómenos sobrenaturales.
La doctrina codificada por Allan Kardec no tiene dogmas, rituales, la abstinencia de alimentos no se establece, ni tiene las celebraciones vinculadas a fechas comerciales y cívicas. Así que el espírita no celebra la muerte o la reaparición de Jesús.
El espiritismo nos ayuda a comprender los acontecimientos que sucedieron con Jesús en el plano de Tierra y explica que la Semana Santa es un calendario de vacaciones adoptado en nuestra sociedad por algunas religiones.
La Pascua para los espiritualistas, como cualquier otra época del año debería ser un momento de reflexión, el estudio y la reafirmación del compromiso con las enseñanzas del Maestro, de manera que cada cual las guarde dentro de sí mismo, y las manifieste en el medio ambiente en que viven, el reino de la paz y del amor que ejemplifica.
El mayor de los milagros que Jesús realizó, lo que realmente demuestra su superioridad, fue la revolución que sus enseñanzas han producido en el mundo, a pesar de la escasez de sus medios de acción.
Para aquellas personas que siendo tan primitivos y materialistas les era difícil de aceptar un Mesías manso y pacífico, cuando esperaban un jefe de guerra y libertador de la esclavitud.
Los gobernantes de la época temían que él era un revolucionario que pondría en peligro el poder establecido.
Por estas razones, Jesús fue condenado a muerte, crucificado, a la manera en que los criminales eran ejecutados. Como ser de evolución alta reapareció en espíritu - no en el cuerpo material - ante los apóstoles y varias personas.
Así demostró la existencia del espíritu, así como la supervivencia después de la muerte física y alentó a la difusión continua de su mensaje, que fue la misión realizada por los apóstoles y sus seguidores.
La ciencia ha demostrado la imposibilidad de la resurrección, o de volver a vivir en el mismo cuerpo físico después de su muerte, desde unos minutos después de la muerte el daño cerebral es irreversible, y ha comenzado el proceso de descomposición de la materia.
Jesús, por tanto, sólo se mostró con su cuerpo espiritual ( periespíritu), lo que explica el hecho de que sólo fue visto por los que Él quiso dejarse ver. Si es que hubiese resucitado en su cuerpo de carne, eso sería contrario a las leyes naturales creadas por Dios.
Sabemos que con Dios nada es imposible, por lo que Dios podría hacer milagros, ¿ Pero Él se apartaría de las leyes que emanan de Sí mismo ? , o ¿tal vez quiso demostrar sus poderes?
El poder de Dios se manifiesta en Sus leyes inmutables. Este se manifiesta mucho más imponente por el gran número de obras de la creación maravillosa y perfecta, y por la sabia previsión de que la creación se revela, desde la parte más gigantesca a los pequeños, como la armonía de las leyes que gobiernan el universo.
A través de espiritismo es fácil entender que no hay milagros ni fenómenos sobrenaturales.
La doctrina codificada por Allan Kardec no tiene dogmas, rituales, la abstinencia de alimentos no se establece, ni tiene las celebraciones vinculadas a fechas comerciales y cívicas. Así que el espírita no celebra la muerte o la reaparición de Jesús.
El espiritismo nos ayuda a comprender los acontecimientos que sucedieron con Jesús en el plano de Tierra y explica que la Semana Santa es un calendario de vacaciones adoptado en nuestra sociedad por algunas religiones.
La Pascua para los espiritualistas, como cualquier otra época del año debería ser un momento de reflexión, el estudio y la reafirmación del compromiso con las enseñanzas del Maestro, de manera que cada cual las guarde dentro de sí mismo, y las manifieste en el medio ambiente en que viven, el reino de la paz y del amor que ejemplifica.
El mayor de los milagros que Jesús realizó, lo que realmente demuestra su superioridad, fue la revolución que sus enseñanzas han producido en el mundo, a pesar de la escasez de sus medios de acción.
Texto publicado en el boletín del maestro de grupo de la cosecha Espírita. * Formateo de Roberto Carlos y adaptado por Jose Luis Martín
Aquí estamos una vez más en la víspera de otra Semana Santa. Nuestro pensamiento y la emoción de tantos cristianos, para expresar nuestra sensibilidad psíquica. Dejando a un lado el atractivo comercial de la fecha y el carácter de fiestas familiares, como la Navidad, nuestra atención y todos los espiritualistas de sensibilización requieren una explicación plausible del significado de los datos y su representación en el contexto de la filosófica y científica moral de la Doctrina Espírita.
¿ Usted debe celebrar la Pascua? ¿Qué tipo de celebración, qué evento o qué honores se permiten en las instituciones espiritistas? ¿Cómo el espiritismo debe ver el caso de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Jesús? En general, las instituciones espiritistas no celebran la Pascua, o programan situaciones específicas para "marcar" a la fecha, al igual que otras religiones o filosofías "cristianas". Sin embargo, el sentido de la religiosidad es particular de cada ser-espíritu, es decir, que es respetado por la Doctrina Espírita, por lo que cualquier manifestación personal o incluso colectiva, en la Pascua no está prohibida o está desalentada.
Lo cierto es que la figura de Jesús asume una posición privilegiada en el espíritu de contexto, diciendo incluso que la moral de Jesús es la base para la moral del espiritismo. Por lo tanto, como personas, como regla general, son recordados en nuestra cultura, y veneradas por lo que hicieron en las fechas principales de su existencia corporal (nacimiento y muerte), es para la gente la verdad absoluta y común el recordar que somos considerados en estas fechas tan importantes. Francamente, no hay mal en ello. Pero en la medida que el espiritismo no tiene dogmas, sacramentos, ritos ni liturgias, la forma de ver la Pascua (o el nacimiento) de Jesús, tiene una connotación peculiar. Antes de mencionar la importancia del espíritu de la Pascua, es necesario llegar al tiempo, en la historia humana, de las referencias del evento.
La Pascua, en primer lugar, no es tan original, relacionada con el martirio y el sacrificio de Jesús. Véase, por ejemplo, en el Evangelio de Lucas (capítulo 22, versículos 15 y 16), las palabras de Cristo mismo, para el evento: "¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque yo declaro que no voy a ir a comer, hasta que se cumpla en el Reino de Dios. "Evidentemente, entonces, la referencia de que la Semana Santa ya era una" celebración "en el momento de Jesús,era un festival cultural, y por tanto lo que hizo que la Iglesia hizo fue "aprovecharse de un sentido de celebración, para adaptarlo, dándole un nuevo significado al vincularlo con e"sacrificio" de Jesús, después del juicio, la ejecución de la sentencia de Pilatos.
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Históricamente, la Pascua es la unión de dos festividades antiguas y comunes entre los pueblos primitivos, y mantenida por los Judios en los tiempos de Jesús. Se habla de "Pesaj", una danza cultural, que representa la vida de los nómadas, una fase en la que el vínculo con la tierra (con la noción de propiedad) no era flagrante. También se asoció con la "fiesta de los panes sin levadura," que era un tributo a las deidades de los agricultores sedentarios, debido a la primera época de la cosecha de trigo, agradeciendo a los cielos, por la abundancia de la producción agrícola, que apaga el hambre de sus familias, y propició el intercambio y los mercados de la época. Ambos se celebraban en el mes de abril (nisán), y desde el evento bíblico llamado "Exodus" (huída del pueblo hebreo de Egipto), alrededor de 1441 aC, llegó a ser honrado juntos. Esta es la Pascua que Cristo quiso para celebrar juntos la más cara, en la última cena. Poco después de la celebración, todos se fueron a Getsemaní, donde los discípulos dormían invigilantes, después de haber estado en la escena del beso de la traición y el arresto del Nazareno.
Pero hay otros elementos "evangélicos" que marcan la Pascua como celebración religiosa y el Viernes Santo,el Sábado Santo y el Domingo de Pascua. El primero se refiere al "martirio", al sufrimiento de Jesús - tan bien retratado en la película de Hollywood "La Pasión de Cristo", según Mel Gibson - y el segundo,la resurrección y ascensión de Jesús.
En cuanto a la resurrección, podemos decir que los puntos tradicionales de interpretación a la posibilidad de mantenimiento de la estructura del cuerpo de Cristo, en el post-mortem, una situación totalmente rechazada por la ciencia a causa de la decadencia y el deterioro natural de la envoltura física después de la muerte. Las Iglesias Cristianas , insisten en la posibilidad de haber "ido al cielo" en cuerpo y alma, y se hará lo mismo para todos los "elegidos" en el "juicio final". Es decir, personas que murieron a través de los siglos, cuyos cuerpos se han roto y reutilizado por la tierra, se elevarán, perfectas, reconvertidas de nuevo las estructuras orgánicas, el día del juicio final, donde Cristo separará para siempre al justo y al malo.
La lógica y el sentido común aborrece el espíritu como una teoría, la imposibilidad física y la injusticia moral. Después de todo, con la ley de la reencarnación, se establece un criterio más justo al juzgar a la "competencia" o "calificación" de todos los espíritus. Con "tantas oportunidades como sea necesario" en el "nacer de nuevo", todos pueden avanzar.
Pero, ¿cómo podemos explicar las "apariencias" de cuarenta días de Jesús en la obra póstuma, mencionados por la alusión religiosa a la Semana Santa? Fenomenologías espiritualistas (psíquico) apunta a los síntomas mentales descritos como mediunidades. En algunas ocasiones, como la conversación con María Magdalena, que había ido a la tumba a depositar unas flores y rezar, pidiéndole a Jesús-como si fuese el jardinero - después de ver la sin hueso ", donde tomaron el cuerpo de la Rabboni" , podemos estar frente a la "materialización", es decir, el uso de líquido ectoplásmico de los seres encarnados - para permitir que el Espíritu pueda ser visto (por todos). El mismo evento también se lleva a cabo en la conversación de Tomás con los demás discípulos, que habían "visto" a Jesús, diciendo que él creería sólo si "posiera las manos en las llagas de Cristo." Y esto, de hecho, según los relatos bíblicos, sucede. En otras situaciones, nos enfrentamos a una manifestación más conocida cuando un psíquico, médium de la clarividencia, cuando, por el uso de poderes psíquicos, puede ver a los espíritus.
La Semana Santa, de hecho, en la interpretación de las religiones tradicionales y sectas, son mentiras envueltas en el contexto negativo de la preocupación y la culpa. Después de todo, se cree que Jesús habría sufrido a causa de "nuestros pecados", en alusión razonable que todo el sufrimiento de Jesús se ha hecho para "salvarnos" de nuestros propios errores o los errores cometidos por nuestros antepasados en particular, la "Biblia" Adán y Eva en el Paraíso. La presencia del "chivo expiatorio" que cumple las profecías del Antiguo Testamento, como la persecución y la violencia contra el "hijo de Dios," es descaradamente apostar en todas las iglesias, los crucifijos y las tablas que informe-en colores vivos - la las etapas del Camino de la Cruz.
Esta tradición judeo-cristiana de la "culpa" es la gran diferencia entre la Pascua tradicional y el espíritu de Pascua, si éste existe. De hecho, debemos reconocer el espíritu de la fecha de la Pascua como la gran - y la última lección de Jesús, que vence la maldad y que regresa triunfante a su cátedra de continúar afirmando que "permanecerá con nosotros para siempre", en la dirección de buscar nuestros pasos, ahora.
En estos días de los materiales de partido y / o recuerdos de los sufrimientos del Maestro, podemos ver en la Semana Santa como el momento para la evocación veraz de procesamiento, de la libertad, porque una vez despojado de la envoltura del cuerpo, Jesús podría regresar al Plano Espiritual, para continuar "coordinando" el proceso de limpieza de nuestro orbe.
Lejos de la remisión de la celebración de un festival de pastoreo y la agricultura, o la liberación de un pueblo oprimido, o la resurrección de Jesús, puede ser visto por nosotros, los espiritistas, ya que la verdadera victoria de la vida sobre la muerte, la inmortalidad y la certeza de la reencarnación, porque la vida, en esencia, sólo puede ser definido como el amor, enraizado en los grandes ejemplos de la existencia misma de Jesús, el amor por los demás y el aprecio de la vida misma.
Esta Semana Santa, así que cuando estás al lado de su más cara fastuosidad, recuerde que debe honrar los bellos ejemplos de Jesús, la inmortalidad y pedirle que nos guíe a un día en que también estará en la condición experimentada por él, que es "ser dioses "," hacer que nuestra luz brille ". Celebremos, pues, mi amigo, la "otra" Semana Santa. Su Semana Santa, su transformación hacia una vida plena.
Por Marcelo Henrique
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Justicia y progreso
La ley superior del Universo, es el progreso incesante, la ascensión de los seres hacia Dios, hogar de las perfecciones. Profundidades del abismo de vida, por un camino infinito y una evolución constante, nos le acercamos. En el fondo de cada alma es depositado el germen de todas las facultades, de todas las fuerzas; le corresponde a ella hacerlos nacer por sus esfuerzos y sus trabajos. Contemplado bajo este aspecto, nuestro adelanto, nuestra felicidad futura es nuestra obra. La gracia no tiene más razón de ser. La justicia irradia sobre el mundo; porque, si todos nosotros luchamos y sufrimos, todos nosotros seremos salvados.
También se revela aquí en toda su grandeza el papel del dolor, su utilidad para el adelanto de los seres. Cada globo que rueda en el espacio es un vasto taller donde la sustancia espiritual es trabajada sin cesar. Así como un mineral grosero, bajo el efecto del fuego y las aguas, se convierte poco a poco en un metal puro, así el alma humana, bajo los martillos pesados del dolor se transforma y se fortifica. Es en medio de las pruebas que se forjan los grandes caracteres. El dolor es la purificación suprema, el horno donde funden todos los elementos impuros que nos manchan: el orgullo, el egoísmo, la indiferencia. Es la sola escuela donde se afinan las sensaciones, donde se aprenden la piedad y la resignación estoica.
Los goces sensuales, atándonos a la materia, retrasan nuestra elevación, mientras que el sacrificio y la abnegación, nos sueltan con anticipación de esta pesada carga, nos preparan para nuevas etapas, a una ascensión más alta. El alma, purificada, santificada por las pruebas, ve terminar las encarnaciones dolorosas. Abandona para siempre los globos materiales y se eleva en la escala magnífica de mundos felices. Recorre el campo ilimitado de los espacios y de las edades. A cada paso adelante, ve ensanchar su horizonte y aumentar su radio de acción; percibe cada vez más, de forma distinta, la gran armonía de las leyes y de las cosas, participa en ellas de forma más estrecha, más efectiva. Entonces el tiempo se borra para ella; los siglos fluyen como las horas. Unida a sus hermanas, compañeras de eterno viaje, persigue su ascensión intelectual y moral en el seno de una luz siempre creciente.
De nuestras observaciones y de nuestras búsquedas se deduce así una gran ley: la pluralidad de las existencias del alma. Vivimos antes del nacimiento y reviviremos después de la muerte. Esta ley da la clave de problemas hasta ahora insolubles. Sólo ella explica la desigualdad de las condiciones, la variedad infinita de las aptitudes y de los caracteres. Conocimos o conoceremos sucesivamente todas las fases de la vida social, atravesaremos todos los medios. En el pasado, estábamos como estos salvajes que pueblan los continentes retrasados; en el futuro, podremos elevarnos a la altura de los genios inmortales, los espíritus gigantes que, semejantes a faros luminosos, alumbran la marcha de la humanidad. La historia de ésta es nuestra historia. Con ella, recorrimos las vías arduas, sufrimos las evoluciones seculares que relatan los anales de las naciones.
El tiempo y el trabajo: he aquí los elementos de nuestros progresos. Esta ley de la reencarnación muestra de manera brillante la justicia suma que reina sobre todos los seres. Por turno forjamos y quebramos nosotros mismos nuestras cadenas. Las pruebas horrorosas entre las que sufren algunos de nosotros son, en general, la consecuencia de su conducta pasada. El déspota renace esclavo; la mujer alta, la vanidosa de su belleza, repetirá un cuerpo informe y miserable; el ocioso volverá mercenario, encorvado a una tarea ingrata. El que hizo sufrir sufrirá a su vuelta. Inútil buscar el infierno en regiones desconocidas o lejanas, el infierno está en nosotros, se esconde en los pliegues ignorados del alma culpable, y sólo la expiación puede dar término a sus dolores. No hay penas eternas. ¿Pero, diremos, si otras vidas precedieron al nacimiento, por qué perdimos la memoria? ¿Cómo podremos expiar con éxito las faltas olvidadas? ¡La memoria! ¿No sería un pesado grillete atado a nuestros pies? ¿Saliendo apenas de etapas de furor y de bestialidad, que debió ser este pasado de cada uno de nosotros? ¡A través de las etapas pasadas, cuantas lágrimas vertidas, cuanta sangre derramada por nuestros hechos! Conocimos el odio y practicamos la injusticia. ¡Qué carga moral sería esta perspectiva larga de faltas para un espíritu todavía endeble e inseguro! ¿Y además, la memoria de nuestro propio pasado no estaría vinculada íntimamente a la memoria del pasado de los demás? ¡Qué situación para el culpable, señalado al hierro candente para la eternidad! Por la misma razón, los odios, los errores se perpetuarían, cavando divisiones profundas e imborrables, en el seno de esta humanidad ya tan desgarrada.
Dios hizo bien de borrar de nuestros cerebros débiles la memoria de un pasado temible. Después de haber bebido el brebaje del olvido, renacemos a una nueva vida. Una educación diferente, una civilización más amplia hacen desvanecerse las quimeras que frecuentaron en otro tiempo nuestros espíritus. Aliviados de tan pesado equipaje avanzamos con paso más rápido por las vías que nos son abiertas. Sin embargo, este pasado no es borrado tanto que no pudiéramos entrever algunos vestigios. Si, separándonos de influencias exteriores, descendemos al fondo de nuestro ser; si analizamos con cuidado nuestros gustos, nuestras aspiraciones, descubrimos cosas que nada en nuestra existencia actual y con la educación recibida puede explicar. Por lo tanto, de ahí logramos reconstituir este pasado, si no en sus detalles, por lo menos en sus grandes líneas. En cuanto a las faltas arrastran en esta vida una expiación necesaria, aunque momentáneamente sean borradas de nuestra vista, la causa primera no deja de subsistir, siempre visible, es decir nuestras pasiones, nuestro carácter fogoso, que las nuevas encarnaciones tienen por objeto amaestrar, suavizar.
Así pues, si dejamos en las puertas de la vida los recuerdos más peligrosos, traemos por lo menos con nosotros el fruto y las consecuencias de trabajos realizados, es decir una conciencia, un juicio, un carácter tales como les dimos forma nosotros mismos. Lo innato no es más que la herencia intelectual y moral que nos legan las vidas desvanecidas. Y cada vez que se abren para nosotros las puertas de la muerte; cuando, liberada del yugo material, nuestra alma escapa de su prisión de carne para volver al mundo de los Espíritus, entonces el pasado reaparece poco a poco delante de ella. Una tras otra, sobre la ruta seguida, revisa sus existencias, las caídas, las paradas, las marchas rápidas. Ella misma se juzga midiendo el camino recorrido. En el espectáculo de sus vergüenzas o de sus méritos, mostrados ante ella, encuentra su castigo o su recompensa. ¿Siendo el fin de la vida el perfeccionamiento intelectual y moral del ser, qué condición, qué medio es el más conveniente mejor para conseguir este fin? El hombre puede trabajar en este perfeccionamiento en todas las condiciones, en todos medios sociales; sin embargo, tendrá éxito más fácilmente en ciertas condiciones determinadas.
La riqueza proporciona al hombre medios poderosos de estudio; le permite dar a su espíritu una cultura más desarrollada y más perfecta; pone entre sus manos las facilidades más grandes para aliviar a sus hermanos desgraciados, de participar, con vistas al mejoramiento de su suerte en fundaciones útiles. Pero son raros los que consideran un deber trabajar en el alivio de la miseria, en la instrucción y en la mejora de sus semejantes.
La riqueza deseca demasiado a menudo el corazón humano; extingue esta llama interior, este amor al progreso y a las mejoras sociales que alberga toda alma generosa; eleva una barrera entre los poderosos y los humildes; hace vivir en un medio que no alcanzan los desheredados de este mundo y donde, por consiguiente, las necesidades, los dolores de éstos son casi ignorados, desconocidos siempre.
La miseria tiene también sus peligros espantosos: la degradación de los caracteres, la desesperación, el suicidio. Pero mientras que la riqueza nos hace indiferentes, egoístas, la pobreza, acercándonos a humildes, nos hace compadecernos con su dolor. Sí, hay que haber sufrido para apreciar los sufrimientos de otro. Mientras que los poderosos, en el seno de los honores, se envidien entre ellos y procuren rivalizar en brillantez, los humildes, vecinos por la necesidad, viven a veces en conmovedora confraternidad.
Mira a las aves de nuestros climas durante los meses de invierno, cuando el cielo es sombrío, cuando la tierra está cubierta de un abrigo blanco de nieve; apretadas unas contra otras, al borde de un tejado, se calientan mutuamente en silencio. La necesidad les une. Pero vienen los bellos días, el sol resplandeciente, la comida abundante, pían a cual mejor, se persiguen, se pelean, se hieren. Así es el hombre. Dulce, afectuoso para sus semejantes en los días de tristeza; la posesión de los bienes materiales lo hace demasiado a menudo duro y olvidadizo. Una condición modesta convendrá mejor al espíritu deseoso de progresar, de adquirir las virtudes necesarias para su ascensión moral. Lejos del remolino de los placeres mentirosos, juzgará mejor la vida. Preguntará a la materia qué es necesario para la conservación de sus órganos, pero evitará caer en costumbres perniciosas, hacerse presa de las necesidades innumerables y ficticias que son las plagas de la humanidad. Será sobrio y laborioso, contentándose con poco, atándose por encima de todo a los placeres de la inteligencia y a las alegrías del corazón.
Tan fortificado contra los asaltos de la materia, el sabio, bajo la luz pura de la razón, verá resplandecer su destino. Alumbrado sobre el fin de la vida y el por qué de las cosas, se mantendrá firme, resignado ante el dolor; sabrá usarla para su depuración, para su adelanto. Se enfrentará a la prueba con coraje, sabiendo que la prueba es saludable, que es el choque que desgarra nuestras almas, y que, por este rasgón solo, puede derramarse la hiel que está en nosotros. Si los hombres se ríen de él, si es víctima de la injusticia y de la intriga, aprenderá a soportar pacientemente sus dolores trasladando sus miradas hacia nuestros hermanos mayores, hacia Sócrates bebiendo la cicuta2, hacia Jesús en la cruz, hacia Juana de Arco en la hoguera. Se consolará en el pensamiento que los más grandes, más virtuosos, los más dignos, sufrieron y murieron para la humanidad.
Y cuando por fin, después de una existencia bien cumplida, vendrá la hora solemne, será con calma y sin pesar que acogerá a la muerte; la muerte, a la que los humanos rodean de un aparato siniestro; la muerte, el espanto de los poderosos y de los sensuales, y que, para el pensador austero, es sólo la liberación, la hora de la transformación, la puerta que se abre al imperio luminoso de los Espíritus.
Este umbral de las regiones supraterrenales, lo atravesará con serenidad. Su conciencia, libre de las sombras materiales, se levantará delante de él como un juez, representante de Dios, pidiéndole: “¿que hiciste de tu vida? Y responderá: luché, sufrí, amé, enseñé el bien, la verdad, la justicia; les di a mis hermanos el ejemplo de la rectitud, de la dulzura; alivié a los que sufren, consolé a los que lloran. Y ahora, que El Eterno me juzga, ¡heme aquí en sus manos!”
El porqué de la Vida
León Denis
La ley superior del Universo, es el progreso incesante, la ascensión de los seres hacia Dios, hogar de las perfecciones. Profundidades del abismo de vida, por un camino infinito y una evolución constante, nos le acercamos. En el fondo de cada alma es depositado el germen de todas las facultades, de todas las fuerzas; le corresponde a ella hacerlos nacer por sus esfuerzos y sus trabajos. Contemplado bajo este aspecto, nuestro adelanto, nuestra felicidad futura es nuestra obra. La gracia no tiene más razón de ser. La justicia irradia sobre el mundo; porque, si todos nosotros luchamos y sufrimos, todos nosotros seremos salvados.
También se revela aquí en toda su grandeza el papel del dolor, su utilidad para el adelanto de los seres. Cada globo que rueda en el espacio es un vasto taller donde la sustancia espiritual es trabajada sin cesar. Así como un mineral grosero, bajo el efecto del fuego y las aguas, se convierte poco a poco en un metal puro, así el alma humana, bajo los martillos pesados del dolor se transforma y se fortifica. Es en medio de las pruebas que se forjan los grandes caracteres. El dolor es la purificación suprema, el horno donde funden todos los elementos impuros que nos manchan: el orgullo, el egoísmo, la indiferencia. Es la sola escuela donde se afinan las sensaciones, donde se aprenden la piedad y la resignación estoica.
Los goces sensuales, atándonos a la materia, retrasan nuestra elevación, mientras que el sacrificio y la abnegación, nos sueltan con anticipación de esta pesada carga, nos preparan para nuevas etapas, a una ascensión más alta. El alma, purificada, santificada por las pruebas, ve terminar las encarnaciones dolorosas. Abandona para siempre los globos materiales y se eleva en la escala magnífica de mundos felices. Recorre el campo ilimitado de los espacios y de las edades. A cada paso adelante, ve ensanchar su horizonte y aumentar su radio de acción; percibe cada vez más, de forma distinta, la gran armonía de las leyes y de las cosas, participa en ellas de forma más estrecha, más efectiva. Entonces el tiempo se borra para ella; los siglos fluyen como las horas. Unida a sus hermanas, compañeras de eterno viaje, persigue su ascensión intelectual y moral en el seno de una luz siempre creciente.
De nuestras observaciones y de nuestras búsquedas se deduce así una gran ley: la pluralidad de las existencias del alma. Vivimos antes del nacimiento y reviviremos después de la muerte. Esta ley da la clave de problemas hasta ahora insolubles. Sólo ella explica la desigualdad de las condiciones, la variedad infinita de las aptitudes y de los caracteres. Conocimos o conoceremos sucesivamente todas las fases de la vida social, atravesaremos todos los medios. En el pasado, estábamos como estos salvajes que pueblan los continentes retrasados; en el futuro, podremos elevarnos a la altura de los genios inmortales, los espíritus gigantes que, semejantes a faros luminosos, alumbran la marcha de la humanidad. La historia de ésta es nuestra historia. Con ella, recorrimos las vías arduas, sufrimos las evoluciones seculares que relatan los anales de las naciones.
El tiempo y el trabajo: he aquí los elementos de nuestros progresos. Esta ley de la reencarnación muestra de manera brillante la justicia suma que reina sobre todos los seres. Por turno forjamos y quebramos nosotros mismos nuestras cadenas. Las pruebas horrorosas entre las que sufren algunos de nosotros son, en general, la consecuencia de su conducta pasada. El déspota renace esclavo; la mujer alta, la vanidosa de su belleza, repetirá un cuerpo informe y miserable; el ocioso volverá mercenario, encorvado a una tarea ingrata. El que hizo sufrir sufrirá a su vuelta. Inútil buscar el infierno en regiones desconocidas o lejanas, el infierno está en nosotros, se esconde en los pliegues ignorados del alma culpable, y sólo la expiación puede dar término a sus dolores. No hay penas eternas. ¿Pero, diremos, si otras vidas precedieron al nacimiento, por qué perdimos la memoria? ¿Cómo podremos expiar con éxito las faltas olvidadas? ¡La memoria! ¿No sería un pesado grillete atado a nuestros pies? ¿Saliendo apenas de etapas de furor y de bestialidad, que debió ser este pasado de cada uno de nosotros? ¡A través de las etapas pasadas, cuantas lágrimas vertidas, cuanta sangre derramada por nuestros hechos! Conocimos el odio y practicamos la injusticia. ¡Qué carga moral sería esta perspectiva larga de faltas para un espíritu todavía endeble e inseguro! ¿Y además, la memoria de nuestro propio pasado no estaría vinculada íntimamente a la memoria del pasado de los demás? ¡Qué situación para el culpable, señalado al hierro candente para la eternidad! Por la misma razón, los odios, los errores se perpetuarían, cavando divisiones profundas e imborrables, en el seno de esta humanidad ya tan desgarrada.
Dios hizo bien de borrar de nuestros cerebros débiles la memoria de un pasado temible. Después de haber bebido el brebaje del olvido, renacemos a una nueva vida. Una educación diferente, una civilización más amplia hacen desvanecerse las quimeras que frecuentaron en otro tiempo nuestros espíritus. Aliviados de tan pesado equipaje avanzamos con paso más rápido por las vías que nos son abiertas. Sin embargo, este pasado no es borrado tanto que no pudiéramos entrever algunos vestigios. Si, separándonos de influencias exteriores, descendemos al fondo de nuestro ser; si analizamos con cuidado nuestros gustos, nuestras aspiraciones, descubrimos cosas que nada en nuestra existencia actual y con la educación recibida puede explicar. Por lo tanto, de ahí logramos reconstituir este pasado, si no en sus detalles, por lo menos en sus grandes líneas. En cuanto a las faltas arrastran en esta vida una expiación necesaria, aunque momentáneamente sean borradas de nuestra vista, la causa primera no deja de subsistir, siempre visible, es decir nuestras pasiones, nuestro carácter fogoso, que las nuevas encarnaciones tienen por objeto amaestrar, suavizar.
Así pues, si dejamos en las puertas de la vida los recuerdos más peligrosos, traemos por lo menos con nosotros el fruto y las consecuencias de trabajos realizados, es decir una conciencia, un juicio, un carácter tales como les dimos forma nosotros mismos. Lo innato no es más que la herencia intelectual y moral que nos legan las vidas desvanecidas. Y cada vez que se abren para nosotros las puertas de la muerte; cuando, liberada del yugo material, nuestra alma escapa de su prisión de carne para volver al mundo de los Espíritus, entonces el pasado reaparece poco a poco delante de ella. Una tras otra, sobre la ruta seguida, revisa sus existencias, las caídas, las paradas, las marchas rápidas. Ella misma se juzga midiendo el camino recorrido. En el espectáculo de sus vergüenzas o de sus méritos, mostrados ante ella, encuentra su castigo o su recompensa. ¿Siendo el fin de la vida el perfeccionamiento intelectual y moral del ser, qué condición, qué medio es el más conveniente mejor para conseguir este fin? El hombre puede trabajar en este perfeccionamiento en todas las condiciones, en todos medios sociales; sin embargo, tendrá éxito más fácilmente en ciertas condiciones determinadas.
La riqueza proporciona al hombre medios poderosos de estudio; le permite dar a su espíritu una cultura más desarrollada y más perfecta; pone entre sus manos las facilidades más grandes para aliviar a sus hermanos desgraciados, de participar, con vistas al mejoramiento de su suerte en fundaciones útiles. Pero son raros los que consideran un deber trabajar en el alivio de la miseria, en la instrucción y en la mejora de sus semejantes.
La riqueza deseca demasiado a menudo el corazón humano; extingue esta llama interior, este amor al progreso y a las mejoras sociales que alberga toda alma generosa; eleva una barrera entre los poderosos y los humildes; hace vivir en un medio que no alcanzan los desheredados de este mundo y donde, por consiguiente, las necesidades, los dolores de éstos son casi ignorados, desconocidos siempre.
La miseria tiene también sus peligros espantosos: la degradación de los caracteres, la desesperación, el suicidio. Pero mientras que la riqueza nos hace indiferentes, egoístas, la pobreza, acercándonos a humildes, nos hace compadecernos con su dolor. Sí, hay que haber sufrido para apreciar los sufrimientos de otro. Mientras que los poderosos, en el seno de los honores, se envidien entre ellos y procuren rivalizar en brillantez, los humildes, vecinos por la necesidad, viven a veces en conmovedora confraternidad.
Mira a las aves de nuestros climas durante los meses de invierno, cuando el cielo es sombrío, cuando la tierra está cubierta de un abrigo blanco de nieve; apretadas unas contra otras, al borde de un tejado, se calientan mutuamente en silencio. La necesidad les une. Pero vienen los bellos días, el sol resplandeciente, la comida abundante, pían a cual mejor, se persiguen, se pelean, se hieren. Así es el hombre. Dulce, afectuoso para sus semejantes en los días de tristeza; la posesión de los bienes materiales lo hace demasiado a menudo duro y olvidadizo. Una condición modesta convendrá mejor al espíritu deseoso de progresar, de adquirir las virtudes necesarias para su ascensión moral. Lejos del remolino de los placeres mentirosos, juzgará mejor la vida. Preguntará a la materia qué es necesario para la conservación de sus órganos, pero evitará caer en costumbres perniciosas, hacerse presa de las necesidades innumerables y ficticias que son las plagas de la humanidad. Será sobrio y laborioso, contentándose con poco, atándose por encima de todo a los placeres de la inteligencia y a las alegrías del corazón.
Tan fortificado contra los asaltos de la materia, el sabio, bajo la luz pura de la razón, verá resplandecer su destino. Alumbrado sobre el fin de la vida y el por qué de las cosas, se mantendrá firme, resignado ante el dolor; sabrá usarla para su depuración, para su adelanto. Se enfrentará a la prueba con coraje, sabiendo que la prueba es saludable, que es el choque que desgarra nuestras almas, y que, por este rasgón solo, puede derramarse la hiel que está en nosotros. Si los hombres se ríen de él, si es víctima de la injusticia y de la intriga, aprenderá a soportar pacientemente sus dolores trasladando sus miradas hacia nuestros hermanos mayores, hacia Sócrates bebiendo la cicuta2, hacia Jesús en la cruz, hacia Juana de Arco en la hoguera. Se consolará en el pensamiento que los más grandes, más virtuosos, los más dignos, sufrieron y murieron para la humanidad.
Y cuando por fin, después de una existencia bien cumplida, vendrá la hora solemne, será con calma y sin pesar que acogerá a la muerte; la muerte, a la que los humanos rodean de un aparato siniestro; la muerte, el espanto de los poderosos y de los sensuales, y que, para el pensador austero, es sólo la liberación, la hora de la transformación, la puerta que se abre al imperio luminoso de los Espíritus.
Este umbral de las regiones supraterrenales, lo atravesará con serenidad. Su conciencia, libre de las sombras materiales, se levantará delante de él como un juez, representante de Dios, pidiéndole: “¿que hiciste de tu vida? Y responderá: luché, sufrí, amé, enseñé el bien, la verdad, la justicia; les di a mis hermanos el ejemplo de la rectitud, de la dulzura; alivié a los que sufren, consolé a los que lloran. Y ahora, que El Eterno me juzga, ¡heme aquí en sus manos!”
El porqué de la Vida
León Denis
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