Los grandes fenómenos de la Naturaleza, los que se consideran como una perturbación de los elementos, ¿se deben a causas fortuitas o tienen un objeto providencial?
Todo tiene su razón de ser, y nada acontece sin permiso de Dios.
A veces tienen una razón directa de ser para el hombre, pero a menudo no tienen otro objeto que el restablecimiento del equilibrio y de la armonía de las fuerzas físicas de la Naturaleza.
Concebimos perfectamente que la voluntad de Dios sea la causa primera en esto como en todas las cosas; pero ¿cómo sabemos que los Espíritus tiene acción en la materia y que son agentes de la voluntad de Dios, preguntamos si algunos de ellos ejercen una influencia determinada en los elementos para agitarlos, calmarlos o dirigirlos?
Claro es que no puede ser de otro modo. Dios no se entrega a una acción directa en la materia y tiene sus agentes en todos los grados de la escala de los mundos.
La mitología de los antiguos está completamente fundada en las ideas espiritas con la única diferencia de que aquéllos veían divinidades en los Espíritus y nos representaban aquellos dioses o Espíritus con atribuciones especiales, de modo, que unos estaban encargados de los vientos otros del rayo, éstos de presidir a la vegetación, etc.; ¿está destituida de fundamento esta creencia? Está tan poco destituida de fundamento como lejana aún de la verdad .
¿Por la misma razón podría, pues, haber Espíritus que habitan en el interior de la tierra y presiden a los fenómenos geológicos?
Esos Espíritus no habitan realmente en la tierra, sino que presiden y dirigen según sus atribuciones. Algún día tendréis la explicación de todos esos fenómenos y los comprenderéis mejor.
Los Espíritus que presiden los fenómenos de la Naturaleza forman una categoría especial en el mundo espirita, ¿son seres excepcionales, o Espíritus que han estado encarnados como nosotros?
Que lo estarán o lo han estado.
¿Esos Espíritus pertenecen a los ordenes superiores o inferiores de la jerarquía espirita?.....
Depende de que sus funciones sean más o menos materiales o inteligentes. Los unos mandan; los otros ejecutan, y los que ejecutan las cosas materiales son siempre de orden inferior así entre los Espíritus, como entre los hombres.
Para la producción de ciertos fenómenos, las tempestades, por ejemplo, ¿obra un Espíritu solo o se reunen en masa?
En innumerables masas.
Los Espíritus que ejercen acción en los fenómenos, de la Naturaleza, ¿obran con conocimiento de causa, en virtud de su libre albedrío, o por un impulso instintivo e irreflexivo?
Los unos, sí;los otros, no. Pongamos una comparación: Figúrate esas miríadas de animales que paulatinamente hacen surgir de los mares islas y archipiélagos, ¿crees que no hay en ello un fin providencial y que semejante transformación de la superficie del globo no es necesaria a la armonía general? Aquéllos, empero, no son más que animales del ínfimo grado que realizan tales cosas, proveyendo a sus necesidades y sin sospechar que son instrumentos de Dios. Pues bien; de la misma manera son útiles al conjunto los Espíritus más atrasados. Mientras se ensayan para la vida y antes de tener plena conciencia de sus actos y de su libre albedrío, obran en ciertos fenómenos cuyos agentes son a pesar suyo. Lo hacen así al principio, y más tarde, cuando esté más desarrollada su inteligencia, ordenarán y dirigirán las cosas del mundo material, y más tarde aún, podrán dirigir las del moral. Así todo sirve, todo se encadena en la Naturaleza desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que a su vez ha empezado por el átomo . Admirable ley de armonía cuyo conjunto no puede apreciar vuestro Espíritu limitado.
Allan Kardec.
¿ Qué es la Vida ?
Este
concepto resulta muy difícil definir en su aspecto trascendente.
Se
podría definir como una energía dinámica
que se manifiesta en todos los seres del Universo, y permanece en
continuo movimiento y transformación, tal como podemos apreciar por
la gran cantidad de mutaciones genéticas que se dan espontáneamente
en todos los seres de la Naturaleza, y que son seleccionadas
sabiamente dentro de la misma, por sus propios engranajes de
dependencia de unos seres con respecto a otros. Esta
energía es indestructible en sí misma, aunque lo sean las formas
materiales en las que se manifiesta.
Las
formas físicas son solamente un medio fundamental y pasajero en la
evolución del Ser, por lo que su perfección o desarrollo evolutivo,
suele reflejar el grado de evolución del Ser o Energía que las
anima.
Con
respecto al Ser humano, la vida se manifiesta tanto en su parte
física como en el psiquismo o alma que lo anima, y no muere con el
cuerpo carnal , porque como digo, la vida del Ser espiritual en sí
misma es pura energía que no se destruye sino que se transforma y
continúa existiendo como individualidad manifestándose en la
materia a través de su propio cuerpo energético que se
desenvuelve en esa otra dimensión que llamamos “Mas Allá”.
Cada
existencia del Ser espiritual en la Tierra, es el resultado
inevitable de las existencias pasadas, del mismo modo que la vida
futura será consecuencia de nuestras acciones presentes.
La
energía de la vida en su natural dinámica empuja a la personalidad
de cada uno hacia una constante acción o actividad para poder
desarrollar todas las facultades humanas y espirituales,
evolucionando y perfeccionándose continuamente. De esto se puede
deducir que nunca nos debemos rebelar contra las circunstancias y
problemas que se nos plantean en la vida humana, sino aceptarlos como
un reto cotidiano,o como una nueva prueba que debemos tratar de
superar adecuadamente y aprender de ellas, porque siempre estas
circunstancias problemáticas, son oportunidades que se nos brindan
en la vida para que ejercitemos y desarrollemos nuestras facultades
de inteligencia y voluntad. Las dificultades y pruebas de la vida
son para el Espíritu lo que el entrenamiento al gimnasta:
actividades indispensables para el desarrollo y el buen estado de
forma espiritual que le capacite para ir alcanzando cada vez mayores
marcas. .
Aunque
a veces pueda no parecerlo,
cada vida humana es siempre una maravillosa oportunidad para hacer
crecer nuestro Ser o Yo interno o Yo superior,
por
lo que se debe aprovechar al máximo, procurando aprender siempre de
las situaciones que se presenten y de las experiencias que nos brinde
el día a día,
aplicando el conocimiento de esas leyes que rigen la vida y el
destino de los Seres humanos.
Los
términos que en general componen incesantemente la contínua
acción de la Vida en una rotación permanente, son nacer en el
mundo físico, vivir luchando y aprendiendo , morir finalmente, y
renacer después como vuelta a comenzar de nuevo.
Con
respecto al conjunto de la Humanidad en general, debemos considerar
que este mundo es una Unidad de Vida y de existencia, por lo que
todos
los humanos somos como Uno,
por lo que nuestra unión y fraternidad debe de ser total.
Tal vez Buda se refería a eso cuando afirmó que el dolor de un Ser
humano era dolor para todos.
- José Luis Martín -
******************
“
La vida es un poema de amor y belleza esperando
por nosotros”
-
Divaldo Pereira Franco-
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¿Cómo deben ser los Centros espiritistas?
Los Centros espiritistas deben ser la cátedra del Espíritu de Verdad, porque de no tener el espíritu de luz su cátedra, tendría su influencia el espíritu del error, y desgraciados de aquellos espiritistas que están bajo la influencia del espíritu de tinieblas que poco, muy poco, adelantarán en la vía de su progreso. Por eso se han visto Centros espiritistas que han caído en aberraciones graves, porque a causa de su falta de examen, o por no seguir una conducta adecuada a las circunstancias, han sido dominados por influencias perversas y han contraído tremendas responsabilidades en lugar de progresar y perfeccionarse.
La Iglesia católica dice que el púlpito es la cátedra del Espíritu Santo, mas nosotros sabemos que no hay santos en el verdadero sentido de la palabra, sino espíritus más o menos adelantados, más o menos perfectos, más o menos puros. Sabemos, también, que el Espíritu de Verdad puede, en circunstancias dadas, inspirar a un político, a un sacerdote, a un hombre de ciencia, sean cuales sean sus creencias, según la importancia del asunto que trate, que desarrolle o discuta, pero no por privilegio ninguno, sino porque es el medio de que se vale la Providencia para hacer que la humanidad progrese; es la manera como el Altísimo se vale para que vaya cambiando el estado de cosas que han de regenerarse; pero nunca se podrá atribuir ninguna escuela, ni religiosa, ni política, ni social, la asistencia exclusiva del Espíritu de Verdad. Pero yo digo que los Centros espiritistas deben ser cátedra del Espíritu de Verdad, y digo esto porque en los Centros espiritistas se celebran sesiones; en estas, como saben todos mis hermanos, se reciben comunicaciones, estas comunicaciones son inspiradas por espíritus que inspiran o dominan a los médiums; si estos espíritus no son de verdad, ¿a dónde irán a parar los que sean encaminados por espíritus del error? Porque se ha de tener en consideración que las comunicaciones son escuchadas con suma atención y que la mayoría de los hermanos que concurren a las sesiones medianímicas hacen mucho más caso y fijan más su atención en la comunicación de los espíritus que en las exhortaciones del espiritista más entendido; así que, si estas comunicaciones son inspiradas por el Espíritu de Verdad, es muy justificada y es de gran provecho esta atención; pero si el espíritu que se comunica es ligero o espíritu de error, no hay duda que la influencia que ejercerá sobre el común de los reunidos será perniciosa y perjudicial. Por eso se ha de preocupar a toda costa que en los Centros espiritistas sea el espíritu de verdad el que domine y exhorte en las sesiones espiritistas, y como no es el lugar ni la fórmula lo que atrae los Espíritus de Luz, es necesario guardar ciertas reglas para atraerlos y hacerles agradable la estancia entre nosotros.
Entiendo, pues, que los Centros espiritistas deben serlo de amor, de caridad, de indulgencia, de perdón, de humildad, de abnegación, de virtud, de bondad y de justicia, a fin de atraer a los buenos espíritus.
El presidente o director de un Centro espiritista debe ser modelo en todo, porque si los demás hermanos que componen el Centro deben procurar guardar una conducta modelo, incumbe más el guardarla al que dirige y enseña; éste ha de ser sufrido hasta lo sumo, no debe ser nunca precipitado, no puede dejarse arrastrar por influencias particulares, sino obrar según el bien general de los hermanos que dirige; si es posible, debe estudiar, en lo que la prudencia indique, el carácter, y tendencias de cada uno de los hermanos que están incluidos bajo su dirección, para encaminar, instruir y dirigir a cada uno, según las necesidades de su carácter y su manera de ser; no debe olvidar que cuando se encuentra revestido de un cargo, que aunque entre los hombres nada es, lo es de mucha importancia ante Dios, que si por desidia o falta de previsión, que con cuidado pueda tener, o por falta de amor y de caridad entre los suyos, permite deficiencias o maneras que pueden perjudicar moralmente a los que dirige, será altamente responsable. No debe olvidar todo presidente o director de un Centro espiritista que en la dirección de sus hermanos tiene un depósito sagrado, que un día le rendirá grandes beneficios si sabe dirigirles bien, mas le atraerá grandes responsabilidades si no obra como debe. Por eso todo director o presidente debe vivir siempre apercibido, teniendo y llevando su pensamiento muy levantado; debe ser amante de la oración mental; debe estar bien enterado de la ley divina (Evangelio); debe recordar la abnegación, el sacrificio y el amor del Señor y Maestro, para que en todas las ocasiones de su existencia tenga presente la manera de obrar como espiritista, a fin de que tengan motivo de admirarle los que le siguen, nunca de censurarle, porque en su centro él es la luz, es el encargado de la Providencia para dirigir a los que le siguen; es el guía espiritual visible que tienen sus hermanos para su dirección, instrucción y consuelo en la presente existencia; es, en fin, el que puede librar, a los que se le han confiado, de las caídas, preocupaciones y tinieblas de la tierra.
Por eso, con su dulzura, su amor y su palabra persuasiva, siempre mansa y tolerante, debe corregir todo aquello que pudiera ser causa o motivo de que el espíritu de tinieblas pueda encontrar medios para meterse entre las enseñanzas y exhortaciones que se reciban en el Centro; debe procurar que dentro del mismo no se entablen conversaciones sobre cosas ligeras, ni mucho menos sobre asuntos que pudieran redundar en crítica o murmuración sobre hermanos ausentes; no debe olvidar que la caridad y el amor al prójimo nos obligan a no tratar del ausente cuando no se hable bien de él, o si acaso la necesidad obliga, sea hecho tal como se hace con una persona que se la ama mucho y se sufre cuando aquella se desvía. Debe procurar todo presidente o director, que, al entrar en sesión, los hermanos tengan conciencia y estén apercibidos del acto que van a realizar, a fin de evitar que malas influencias se metan en el acto e impidan se pueda recibir la influencia y las instrucciones del Espíritu de Verdad.
Por otra parte, los hermanos que concurran y formen el Centro, deben tener obediencia y respeto al que Dios les ha dado para guía y consuelo, que es una gran cosa encontrar en la tierra quien nos encamine hacia al Padre y nos señale los escollos de la vida y nos separe de las caídas, que tan caras cuestan en el porvenir
Pero esa obediencia y este respeto no debe ser ni fanática ni obcecada, sino resultado de las obras practicadas por el que tanto se afana para servirles de ejemplo. El hombre no debe, por ningún concepto, abdicar de la razón y del libre examen, pero debe ser respetuoso y tolerante con el que trabaja para su mejoramiento, y no debe olvidar que nadie puede llegar a la infalibilidad, así es que si llega a notar deficiencias o distracción en el que dirige, nunca debe acudir a la murmuración, ni a la crítica, sino a la prudencia, para saber lo que ha de dispensarse y lo que ha de corregirse, y si llega el caso en que haya de adoptarse la exhortación o el aviso no debe olvidar que antes de verificarlo ha de acudir a los hermanos de mayor criterio, prudencia y caridad, en consulta de su opinión, y si resulta que la exhortación se impone, debe buscarse ocasión y maneras para obrar con el tacto y prudencia que el caso requiera, no olvidando los servicios y trabajos que tiene hechos el presidente o director.
El Centro que así obre, estoy seguro que el Espíritu de Verdad informará en sus sesiones el Espiritismo, y aquellos hermanos progresarán y se prepararán un buen porvenir.
A veces he oído algunos hermanos que han dicho: ¡Qué suerte el haber conocido el Espiritismo! Yo contesto: Verdaderamente, es una gran ventaja para emplear bien el tiempo en nuestra actual existencia; pero también el haber conocido el Espiritismo nos trae aparejados grandes deberes que cumplir. Nosotros no podemos vivir como el común de los demás hombres; nosotros hemos de combatir nuestros defectos, hemos de adquirir virtudes, hemos de vivir apercibidos, hemos de ser la luz y el ejemplo, para que los hombres admiren al Padre y se conviertan y entren en la vía de depuración.
La luz, la calma, el consuelo y la seguridad del porvenir que nos da el conocer el Espiritismo, es la parte dulce y de bienestar que nos dan tales conocimientos; pero la corrección que hemos de hacer en nosotros mismos (porque nadie hay perfecto), el combatirnos defectos y separar superfluidades y perfeccionar la virtud y la humildad, esto nos lleva a una observación y a un trabajo constante, porque si nos extasiábamos en gozar de las ventajas que nos trae el Espiritismo, y olvidáramos la corrección y la adquisición de virtudes, ¡Qué sería de nosotros!
He prescrito reglas y maneras para los presidentes y directores de Centros espiritistas; pero yo mismo me digo: ¿Tú que tantos años te ha tocado exhortar y enseñar, has cumplido con estas reglas?
¿Has sido tolerante, amoroso, caritativo y humilde como debías ser? ¿Has estado oportuno, discreto y abnegado como aconsejas? Lo dudo; sin embargo yo no puedo afirmar ni negar en este caso; mis hermanos, los que tantos años me han observado, los que tantos años me han seguido, éstos son los que pueden juzgar; yo creo que no me habrán faltado deficiencias; sé que he tenido defectos; sé que casi nunca he estado a la altura de mi cargo; pero suplico a mis hermanos que me perdonen; suplico que en lo que hayan observado que no fuera bastante correcto que no me sigan; suplico más, suplico que me observen, y que lo que vean en mi que no sea bastante sano, correcto y caritativo, que si en mis palabras y en mis obras no hay la caridad, la humildad y la justicia que debe haber, que me exhorten, que me avisen; pero que lo hagan con caridad, que no olviden, en este caso, que yo les amo y que deseo ser amado por ellos, que me hablen como habla una madre a su hijo, que yo haré lo mismo, y si no les atiendo a la primera vez, que pudiera suceder, siendo tan ruin como soy, que no se cansen; harán una verdadera obra de caridad. ¿Puedo yo juzgarme a mí mismo? ¿Puedo creer que todo lo hago bien? Pues para convencerme necesito vuestro juicio, saber vuestra opinión, pero suplico que seáis amables y benévolos conmigo, como yo lo he sido con vosotros, que ésta es la verdadera caridad.
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Habré cumplido fielmente mi misión? ¿Habré sido para mis hermanos lo que debía ser? ¿Habré sido bastante agradecido a los beneficios que vos, Padre mío, me habéis hecho? Cuando recuerdo los días de mi incredulidad, cuando recuerdo aquellas noches pasadas entre el sufrimiento y la soledad, perdida toda esperanza, perdidos todos los seres queridos, y comparo los días de esperanza, rodeado de verdades y consuelos, dados por aquellos mismos que yo creía perdidos; cuando comparo los bienes inmensos, consoladores, encontrados por medio del Espiritismo, mi amor se eleva a vos, Padre mío, y comprendo que todos cuantos sacrificios y todos cuantos trabajos practicados en bien de mis
hermanos, son muy poca cosa al lado de los bienes que he recibido de Vos. Por eso con toda mi alma os pido perdón de mis deficiencias, de las faltas que, sin duda, habré cometido, de la falta de abnegación que habré tenido, de mi poca humildad y caridad con mis hermanos, y os pido luz, mucha luz, para que en el poco tiempo que me resta de estar sujeto a la tierra pueda reparar y corregirme lo que haya en mí de deficiencias, de imperfecciones, para que en mi insignificante misión pueda haberos demostrado mi agradecimiento y mi amor, y en los días aciagos que hayan de venir, haced, Padre mío, Bien mío, Grandeza mía, que recuerde el Gran ejemplo del Maestro divino, del Señor de los señores, del Puro, del Inmaculado Jesús.
¡Ah! ¡Qué dichoso seré si en los días de prueba se recordaros y amaros!; ¡qué dichoso seré si en los días de angustia os se mirar cuando coronado de espinas subíais la cuesta del calvario con la cruz; ¡qué dichoso seré, Señor mío, si en los actos de dolor se obrar como Vos, sufriendo sin dar pena a nadie y demostrando serenidad y calma, como Vos demostrasteis en vuestra crucifixión!. Dadme, Señor, la verdadera conciencia de la importancia que tiene, para mi progreso, el saber sufrir bien; dadme, Señor mío, amor de mi alma, la verdadera conciencia, el verdadero conocimiento de lo que significa el ejemplo que nos habéis legado para nuestro bien, para alivio de nuestras aflicciones; dadme la verdadera convicción de lo que puedo alcanzar si soy paciente, sufrido, abnegado, caritativo, no para alcanzar méritos, sino para llegar a la tranquilidad de mi espíritu, que desea lo que no hallo en la tierra, siento lo que no encuentro aquí; mi espíritu desea amor verdad, fraternidad verdad, indulgencia verdad, y comprendo que para hallar lo que anhela mi espíritu no lo puedo hallar en la tierra, sino en otras moradas; por eso, Señor de mi alma, os pido luz, amor, paciencia, virtud para que cuando llegue la hora de partir de la tierra pueda morar entre los que se aman, se toleran, se dispensan y siguen por el camino que Vos nos habéis trazado, camino que al fin nos llevará a las moradas de felicidad.
Hermanos todos los que dirigís y los que escucháis y aprendéis; los que tenéis la misión de exhortar y los que seguís según las instrucciones de los del espacio y de los de la tierra, amaos mucho, toleraos y corregíos con indulgencia; fijad todas vuestras esperanzas en la vida que ha de venir; sed abnegados y caritativos moral y materialmente hasta allá donde lleguen vuestras fuerzas, y no dudéis que, añadiendo a todo esto un gran respeto y admiración al Padre hasta a donde pueda llegar vuestra admiración, el Espíritu de Verdad tendrá su cátedra en vuestros Centros y os enseñará a seguir, prácticamente, al que Dios nos presentó como modelo, y que, según sus propias palabras, es el camino, la verdad y la vida; os enseñará a hacer de los Centros espiritistas un edén de felicidad, reinará la paz de los justos y sentiremos ya entre nosotros el preludio de la paz que ha de venir; nuestra misión se deslizará tranquila en la tierra, comunicaremos nuestra paz y nuestra esperanza a muchos, y seremos la luz del mundo, inspirados y educados por el Espíritu de Verdad.
Guía practica del espiritistas
Por el medium Miguel Vives.
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LA IMPORTANCIA DE DIRIGIR CORRECTAMENTE EL PENSAMIENTO
El pensamiento es una forma de energía de emisión continua, que fluye del alma, a través del cerebro. Es elaborado sin esfuerzo, como expresión natural del alma, y se propaga a través del fluido cósmico universal, pudiendo alcanzar distancias considerables en pocos segundos, diferente de lo que ocurre con el sonido que se propaga a través del aire, a una velocidad de 340 m/s, alcanzando una distancia limitada.
André Luiz destaca la atribución del alma, en el organismo humano, como responsable del pensamiento, afirmando en el libro Mecanismos de la Mediumnidad: «Es pensamiento continuo, flujo energético incesante, revestido de poder curativo inimaginable».
Como expresión del alma, el pensamiento tiene un alto significado en la vida de cada uno. Si el ser humano pudiese evaluar el alcance de los pensamientos bien orientados, dejaría los círculos ilusorios y poco significativos de ciertos ambientes que lo rodean, y bucearía en las aguas límpidas y puras de los pensamientos rectos, y encontraría condiciones para proyectarse, progresivamente, a planos más elevados de conocimientos, de evolución, de salud, de alegría y de bienestar, visto que esa modalidad de pensamiento constituye un requisito fundamental para que la persona pueda alcanzar el equilibrio y la armonía de la mente y del cuerpo.
Los pensamientos rectos o positivos de amor, de buen ánimo, de coraje, de aprobación, de fe, son edificantes y promueven la salud, el bienestar, el progreso, la riqueza, la alegría, en fin, todos los bienes de la vida. Los pensamientos impregnados de emociones neutras, son indiferentes. Los impregnados de emociones negativas, como los de rabia, de odio, de envidia, de celos, de miedo, de maledicencia, de vanidad, de mentira, de calumnia, de agresividad, son mensajeros del mal, del dolor, del sufrimiento, del fracaso, en fin, perjudiciales a la vida.
El pensamiento recto es el pensamiento positivo, que se identifica con la energía creadora del Universo. Todo lo que fue hecho por el pensamiento de Dios es recto, siendo contrario al pensamiento negativo que es falso y no se identifica con la obra de la Creación. Del mismo modo, todo lo que fue hecho en el Universo, por el hombre, fue elaborado por su pensamiento recto, que expresa la continuidad del pensamiento del Creador.
El pensamiento recto se identifica con la luz, y el pensamiento negativo se confunde con las tinieblas. En ese concepto, las personas que tienen pensamientos positivos viven en la luz, y las que se complacen en los pensamientos negativos viven sumergidas en tinieblas.
Maria José Rae Danza
Extraído del libro
ENFERMEDADES DEL ALMA
Las enfermedades del alma están relacionadas, fundamentalmente, a los pensamientos impregnados de emociones negativas, que determinan diferentes modalidades de disturbios, desde los que alcanza la propia persona, causándole directamente sufrimientos y dolencias, hasta lo que van a comportamientos antisociales, induciéndolas a prácticas delictuosas, a la agresividad, a los vicios y a las perversiones sexuales. Muchas veces, esas perturbaciones están relacionadas a acciones que ocurren en la propia vida, o, entonces, a hechos que incidieron en vidas pasadas, y cuyas consecuencias pueden manifestarse en la presente existencia, como enfermedades kármicas.
En la Medicina, la acción de los pensamientos es fundamental, pudiendo causar enfermedades y dificultades en la vida, cuando están impregnados de emociones negativas y pueden, igualmente, promover la salud y el bienestar, cuando están aureolados de emociones positivas.
De la espiritualidad nos llegan mensajes de mentores, que movidos por el propósito de estimular el progreso en los diferentes campos de la ciencia, muestran el valor de los pensamientos para el progreso en los diferentes sectores de la Medicina. De esa forma, Miguel Couto, espíritu, el insigne profesor de Clínica Médica, cuando estuvo entre nosotros, nos envía el sabio mensaje que considera fundamental para la salud, y así está en el libro Hablando a la Tierra:
“La ciencia mental, con base en los principios que presiden la prosperidad del espíritu, será, en el gran futuro, la base de la salud humana”. E idéntico parecer se encuentra en André Luiz, en el libro En el Mundo Mayor, hablando sobre problemas relativos a las perturbaciones que atacan a los seres humanos: “En el pensamiento residen las causas”. Del mismo modo, Emmanuel, abordando el problema de las causas que llevan al sufrimiento humano y que pueden causar traumas y disturbios del alma, dice en el libro Rápido Socorro: “En los dominios del alma surgen los accidentes y lesiones, traumas y equimosis de origen mental, en el cuerpo físico”. Y todavía el mismo autor, en el libro Leyes del Amor, respondiendo a la pregunta que indaga si la mente invigilante puede ser responsable de las enfermedades del organismo, dice: “La mente es más poderosa para instalar enfermedades y desarmonías que todas las bacterias y virus conocidos”. Del mismo parecer es el doctor Joaquín Murtinho, espíritu, en el libro Hablando a la Tierra, sobre la salud, haciendo la siguiente afirmación: “El pensamiento, cualquiera que sea su naturaleza, es una energía, teniendo, por consiguiente, sus efectos”. Y el mismo autor, analizando los disturbios del pensamiento, dice: “Transformándose el núcleo de corrientes irregulares, la mente perturbada emite líneas de fuerza, que interferirán, como tóxicos invisibles, sobre el sistema endocrino, comprometiéndole la normalidad de las funciones”. Y continúa: “Pero no son solamente la hipófisis, la tiroides o las cápsulas suprarrenales las únicas víctimas del vicio. Múltiples enfermedades surgen hacia la infelicidad del espíritu que las invoca.
Molestias como el aborto, la locura, la neuralgia, la tuberculosis, las afecciones del corazón, las úlceras gástricas y las duodenales, la histeria y todas las formas de cáncer pueden nacer de los desequilibrios del pensamiento”. Los autores espirituales citados son unánimes en afirmar la importancia del pensamiento en la vida humana, pudiendo causar diferentes modalidades de trastornos a la salud de las personas. Los pensamientos impregnados de emociones negativas pueden actuar de diferentes maneras, perjudicando a los seres humanos. Cuando son movidos por las emociones del odio, de envidia, de celos, de violencia, de crueldad, causan males a las personas a las cuales son dirigidas y son, igualmente, dañinos a las criaturas que los emiten, generando sufrimientos más o menos intensos, ya que está visto que los pensamientos obedecen a la ley de causa y efecto y, con la misma intensidad con que son emitidos, regresan hacia la fuente de origen. De ese modo nadie debe esperar coger maíz donde plantó judías. Esa ley tiene su equivalencia en el Evangelio cuando afirma que “a cada uno será dado según sus obras” (Mt 16, 27)...
Los pensamientos están dotados de ideoplasticidad y forman una nube que envuelve el campo mental de las personas que los emiten y de las personas que los reciben, causando males de intensidades variables. Cuando son negativos, son responsables de disturbios de la conducta de las personas que se inclinan hacia la práctica de acciones perjudiciales a sí mismas y a los semejantes. Causan un verdadero desequilibrio a su propia estructura psíquica, haciendo que muchas veces se comporten como seres extraños, anormales, desajustados. Ciertos comportamientos de los seres humanos, que constituyen pesadas cargas para su propia alma, son resultado de la falta de control de los pensamientos, llevados hacia el negativismo. Presentan reacciones que se manifiestan, inicialmente, por diferentes formas de insatisfacción del ego, como ansiedad, inseguridad, angustia, frustración, aflicción, rabia, haciendo que sean atraídos por la fascinación de los vicios, de los disturbios de la sexualidad, de la voluptuosidad, de los comportamientos antisociales, como el robo, la agresividad, el estupro, el secuestro, el crimen.
Existen, también, formas atenuadas de esa modalidad de comportamiento, de personas que se complacen en pasar horas en los bares, tomando bebidas alcohólicas, fumando, ocupándose en conversaciones o en entretenimientos fútiles, en juegos de cartas y otros, perdiendo un precioso tiempo haciendo comentarios sobre los semejantes o discurriendo sobre hechos desagradables que acontecieron consigo mismas, o con otras personas. Hay otras formas de insatisfacción del ego en las personas que fueron, inconscientemente hacia posiciones negativas contra sí mismas, y que les proporcionaron cierta satisfacción íntima. Son personas que presentan alguna modalidad de masoquismo y viven buscando enfermedades para justificar sus problemas. Se quejan constantemente de síntomas de males orgánicos o psíquicos, de Enfermedades imaginarias. Sienten inseguridad, ansiedad, miedo, depresión. Y hacen exámenes médicos y de laboratorios repetidamente, procurando encontrar una explicación para sus problemas, pero los mismos se presentan repentinamente normales. Hay personas que se autoagreden, inconscientemente, presentando síntomas de inapetencia que pueden llevarlas a la muerte, por rechazar los alimentos, y otras que comen mucho, y sólo se satisfacen cuando están comiendo, y se tornan doblemente insatisfechas, por la propia ansiedad y por el exceso de peso a que son llevadas, y son, igualmente resistentes a diferentes modalidades de tratamiento. Esos problemas, en general, son, abordados superficialmente por las terapias vigentes, sin penetrar en las causas intrínsecas que los determinan. Son perturbaciones cuyas causas, aparentemente desconocidas, pueden estar relacionadas a disturbios del pensamiento, o vinculadas al pasado y tenían sus marcas gravadas en el cuerpo espiritual.
Hay formas de perturbaciones del pensamiento que llevan a acciones mas serias, de agresiones a la propia vida o a la vida de los semejantes, y que estarían relacionadas a la inobservancia del segundo mandamiento de la Ley de Dios, por la falta de amor a los semejantes y a sí mismos. En esa máxima del Cristianismo, está contenido el precepto de amar con responsabilidad cristiana, que alcanza, en esencia, todo el mensaje del Maestro de Galilea. Hay personas que manchan su existencia, vinculándose a la crueldad, a la violencia, al crimen, a la tortura, al estupro, al rapto, al robo, al secuestro y al propio suicidio, acciones que causan sufrimiento y desespero a sí mismas y a sus semejantes y que tendrán juicio especial en el Tribunal de Justicia Divina. Son modalidades de acciones causantes de disturbios que pueden pasar desapercibidos o no recibir la debida importancia por parte de los profesionales de la salud. Son resultados que causan verdaderos estigmas manchando a los seres humanos en su constitución más sensible, el espíritu, como dice Emmanuel, en el libro del mismo nombre: “Es la única realidad inmutable de la existencia”. En las colectividades del planeta Tierra se encuentran innumerables personas aparentemente saludables, pero torturadas por diferentes modalidades de sufrimientos, causados por la falta de control de los pensamientos. Entre otros, están lo seres movidos por el egoísmo, que se encuentran con la visión oscurecida para la belleza de la vida; los que, torturados por el odio, andan por los caminos del mal, sin vislumbrar la armonía que hay en toda la Naturaleza; y otros todavía, en mayor número, sufridos por la miseria y por los males físicos y morales que se presentan, torturados por las dificultades, por el dolor y por el sufrimiento, desanimados, viven sin esperanza de vislumbrar los horizontes bellos de la vida.
Cuando una persona llega al consultorio presentando diferentes modalidades de síntomas, diciendo que ya buscó innumerables profesionales de salud, que hizo diferentes exámenes de laboratorio y que son todos normales, es casi siempre una persona que presenta males del alma, para los cuales las terapias médicas, psiquiátrica y psicológicas son parcialmente eficaces. Siendo el alma de naturaleza divina, de constitución energética, los recursos espirituales para su tratamiento no deben ser desvalorizados, aparte de la terapia normalmente practicada. En verdad, la primera dificultad, al atenderse un enfermo de esa naturaleza, consiste en establecer el diagnóstico etiológico, para el cual deben ser apartadas todas las señales y síntomas posibles de enfermedades orgánicas, y de las típicamente psíquicas, de los que se manifiestan con desarrollo de causas anímicas, oriundos de disturbios de la mente llevada hacia el negativismo. La persona puede presentarse aparentemente sana, en condiciones físicas concordantes con la normalidad, pero torturadas por los síntomas psicosomáticos, de ansiedad, de miedo, con dolores generalizados o en ciertas partes del cuerpo, como jaqueca, esperando obtener una prescripción que la libre de su angustia y sufrimiento. A parte de esos trastornos, que se caracterizan por la subjetividad de los síntomas, pueden ser relatados ciertos males orgánicos que tienen sus raíces en los disturbios del alma y que deben ser igualmente tratados. Son casos de personas que se entregan continuamente a pensamientos negativos, impregnados por las emociones de rabia, envidia, insatisfacción, celos y otros semejantes, y traen síntomas de baja resistencia orgánica, no tan solo para los esfuerzos físicos habituales, sino también para las infecciones comunes, presentándose constantemente cansadas, flacas, desanimadas, quejosas.
Se quejan de todo, del tiempo, de las personas, de la familia, de la salud, de las dificultades en el trabajo, de los vecinos, de las personas que colaboran en casa, de las cosas que acontecen en el país y en el mundo. Son personas que viven inmersas en quejumbroso estado, desperdiciando la valiosa fuente de energía inherente a su propia alma. Desconocen que el ser humano tiene en el alma un poderoso recurso responsable de la vitalidad de las células de su organismo y, si el alma se mantiene desmotivada, inmersa en negativismos por tiempo prolongado, habrá un desfallecimiento energético general que alcance todos los sectores de la organización biológica. Son casos cuyos exámenes se muestran constantemente negativos y los recursos utilizados para el tratamiento, como el reposo y el llamado hacia las vitaminas y medicamentos energéticos no responden, frecuentemente, a los resultados esperados. Se encuadran en el mismo grupo las personas que pasan por serios trastornos psíquicos y emocionales, motivados por dificultades en la familia, en el trabajo o por circunstancias de la propia vida, y pueden presentar después de algún tiempo, síntomas agudos de enfermedades orgánicas como diabetes, disturbios cardiovasculares, intestinales y otros. Y, del mismo modo, personas que pasaron por graves e incontrolables dificultades emocionales, pueden presentar disfunciones de otras glándulas endocrinas, como la tiroides, sin causa aparente, y para las cuales no bastan las atenciones con relación a los males presentados, sino que necesitan de cuidados que deben alcanzar, igualmente, las causas que las desencadenaron, dando la posibilidad de restablecer el equilibrio de las energías del alma..
Y el propio cáncer presenta, frecuentemente, en los antecedentes de la persona enferma, relatos de disturbios psicoemocionales, responsables de la manifestación de enfermedades como la hipertensión arterial, la angina de pecho y el infarto de miocardio. Del mismo modo, disturbios del aparato digestivo como la colitis ulcerosa y la hemorroides pueden ser el resultado de disturbios psíquicos y emocionales. Y, también, ciertas infecciones del aparato genitourinario, como cistitis, cólicos y hemorragias uterinas, son problemas que requieren atención médica tradicional pero que debe ser complementada con tratamiento psiquiátrico y, posiblemente, por un tratamiento espiritual que pueda traer alguna contribución para la cura de la persona enferma. Como el pensamiento es un atributo del alma, su control dirigido hacia el bien mayor, bajo el impulso de la voluntad, de la determinación y del amor, puede resultar en beneficio eficaz para el ser humano. Las personas no deberían dejarse influenciar por los problemas que les llegan constantemente a través de los recursos de comunicación, dirigidos enteramente hacia la transmisión de noticias desagradables, que pueden causar el desequilibrio de las vibraciones energéticas del alma de las personas desprevenidas. Deben hacer el propósito de vivir en paz y en armonía consigo mismas, reconociendo que pueden estar envueltas por la ideoplastia de sus propios pensamientos, saludables o dañinos, y procurar anular sus propias reacciones negativas que irían a empañar su propósito de elevarse, aunque paulatinamente, por su propio equilibrio físico, psíquico, emocional y espiritual.
Extraído del libro "Enfermedades del alma"
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