Hoy os presento:
- La desencarnación
-Alma y Espíritu
- Del manuscrito de Amalia
- Vicios y defectos
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La desencarnación
Raúl Teixeira
No hay ninguna razón para prestar culto a la muerte. La muerte es uno de esos fenómenos naturales, con los cuales nos acostumbramos. Con ella también nos acostumbramos. Desde todos los tiempos, las personas tienen miedo a la muerte porque se fue pasando de un individuo a otro esa misma idea de que morir es acabar. El sujeto muere, el fin, se acabo, nunca más lo veremos, nunca más nos vera. Pero, cuando nos damos cuenta de que no es bien así que las cosas suceden, todo se transforma. Pasamos a ver la muerte como una transformación, como vimos en todos los demás sectores de la naturaleza material. Es por causa de esto que la muerte representa el desgaste de los órganos.
Por las vías naturales el individuo va muriendo, por causa del desgaste de los órganos. Pero, ese desgaste comienza a darse cuando nacemos. Cuando el bebe sale del vientre de la madre y respira la primera vez con sus propios pulmones, ya comienza a quemar sus células, con los esfuerzos que la naturaleza le impone. Así, nuestra muerte comienza con nuestro nacimiento. Es como si comenzásemos a cronometrar en una carrera. En el momento en que el coche sale, pulsamos el cronometro. Cuando el niño emite su primer gemido, se pulsa el cronometro de la vida orgánica. Y ahí vivimos durante un periodo de algunas horas, de algunos meses o años, o decenas de años.
La muerte no representa el fin de las cosas. Vimos que el ser espiritual sale del cuerpo, pero no sale de la vida. Está claro que en nuestra cultura judaico-cristiana, aprendemos a sufrir con la muerte. Hay otras culturas que festejan la muerte porque saben que es la liberación, es la gran salida. Como tenemos esa herencia religiosa judaico-cristiana, todo para nosotros es regado con mucho sufrimiento, mucho tormento. Para completar, las religiones tradicionales trataran de envolver el fenómeno de la muerte en lo que hay de peor, en paños negros, en paños morados, con muchos cirios, con mucha lagrima. Tenemos esa sensación de que nuestro ser querido murió definitivamente. Pero, cual nada. Pablo de Tarso dijo: Si Jesús Cristo resucito, todos nosotros resucitaremos. Y esa resurrección de Cristo no es en el nivel físico, es en el nivel espiritual porque, al final de cuentas, en el nivel físico es imposible resucitar.
Nuestro cuerpo sufre los efectos de descomposición, del deterioro de la materia. Nuestro cuerpo se deshace, vira en agua llena de moléculas, de átomos que van sufriendo las transformaciones a que nos reportamos. Luego, ese cuerpo no retornara más. Aquellos que imaginan la resurrección de la carne no pararan para pensar en la complicación que seria para la Divinidad trasladar átomos y moléculas para formar un cuerpo original. Se tendría que deshacer de otros cuerpos, que ya se banquetearon, que se sirvieron de los elementos de ese cuerpo anterior. Es mucho más fácil admitir que no es por ahí que las cosas acontecen.
Nuestros muertos están de pie, continúan vivos en esa otra dimensión. ¿Para donde vamos después de que morimos? ¿Para el cielo, para el infierno, para el purgatorio, para el limbo? No, nada de eso. Volvemos al hogar primitivo, al mundo espiritual o mundo de los Espíritus. Es de allá que venimos para la Tierra, es para allá que retornaremos al salir de la Tierra. Y ese mundo normal primitivo es la realidad que nos circunda. Todos estamos circundados, inmersos en ese mundo normal primitivo, el mundo de los Espíritus.
¿Y el infierno? Ese no es una cuestión del mundo de los Espíritus, es del alma humana. Nosotros construimos en nosotros mismos nuestro infierno, con nuestras actitudes incorrectas, con nuestros crímenes, nuestros vicios, nuestra pereza.
¿Y el cielo? De la misa forma, construimos el propio cielo que deseamos para nosotros, por la obediencia a las Leyes de Dios, por el servicio al bien al prójimo.
¿El purgatorio? Es aquí mismo en la Tierra. Purgatorio es un lugar donde se purga, donde se limpian, se lijan, se liman las anfractuosidades que cargamos, las irregularidades que cargamos. Ese purgatorio es el planeta Tierra.
Dios espera que creamos ese Reino de los Cielos en nuestro interior porque tal vida, tal será la muerte.
- Raúl Teixeira-
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ALMA Y ESPÍRITU
El alma del hombre es un Espíritu encarnado. Para secundarlo en el cumplimiento de su tarea, Dios les dio, como auxiliares, a los animales que le son sumisos y cuya inteligencia y carácter son proporcionales a sus necesidades.
12. El perfeccionamiento del Espíritu es fruto de su propio esfuerzo; no pudiendo, en una sola existencia corpórea, adquirir todas las cualidades morales e intelectuales que deben conducirlo al objetivo, él lo alcanza por una sucesión de existencias, en cada una de las cuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso.
13. En cada existencia corporal el Espíritu debe llevar a cabo una labor en proporción con su grado de desarrollo; cuanto más ruda y trabajosa sea tanto mayor será el mérito en cumplirla. De esta manera, cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo. El número de esas existencias es indeterminado.
Depende de la voluntad del Espíritu abreviarlo esforzándose activamente por su perfeccionamiento moral; del mismo modo que depende de la voluntad del obrero,
que debe entregar un trabajo, el disminuir la cantidad de días que emplea en hacerlo.
14. Cuando una existencia fue mal empleada y sin provecho para el Espíritu, debe recomenzarla en condiciones más o menos penosas, debido a su negligencia y su mala voluntad; del mismo modo, en la vida, se puede ser constreñido a hacer al día siguiente, lo que no se hizo en la víspera o a rehacer lo que se hizo mal.
15. La vida espiritual es la vida normal del Espíritu y es eterna; la vida corpórea es transitoria y pasajera: no es sino un instante en la eternidad.
El espiritismo en su mas simple expresión.
Allan Kardec.
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DEL MANUSCRITO DE AMALIA
La redención del hombre es muy sencilla; solo consiste en amar al prójimo como a si mismo; pero dentro de esta sencillez hay un obstáculo que levanta una muralla entre el “bien” y el “mal” es el orgullo.
Cuando el espíritu desciende a la tierra y promete a esa “naturaleza divina” llamada Dios, que ya es enérgica y firme, para pasar del “mal” al bien le envuelven unas fuerzas superiores a las suyas y encarna desconocedor de todo cuanto a prometido; pero entre la promesa y el Yo se constituye una ley, y esa ley es la que rige durante nuestro paso por la tierra; y así empieza para el Espíritu una existencia de lucha y progreso.
Vivimos dentro de la oscuridad y la ignorancia, sin conocer esa ley que nuestro arrepentimiento ha creado y que es la única que nos conduce a puerto de salvación. Todas las religiones tienen la tendencia de inculcar al hombre el arrepentimiento y el acto de contrición; pero la equivocación de todas está en dar al hombre un plazo tan corto para arrepentirse.
El hombre tiene una eternidad para reconciliarse. El hombre ha sido, el hombre es, y el hombre será. Los mismos obstáculos, y alfilerazos que recibe le van enseñando el camino de su propia regeneración. Cuando está cansado por el peso de sus culpas, que consciente o inconscientemente pesan en su conciencia, y no puede más, entonces el hombre invoca su regeneración.
Cuando un espíritu ha pasado por la tierra lleno de adulaciones y placeres, al penetrar en el mundo de la verdad es tan grande su desengaño, que el llanto es el fluir de su alma y este es el Jordán de su regeneración.
Cuando el acto de contrición es puramente verdadero, es cuando el espíritu no puede retroceder de lo que ha prometido, siendo el llanto el bautismo del alma. El hombre solo se bautiza cuando retira el velo del orgullo que lo domina; entonces ve la verdad y se redime por el sufrimiento que sus mismas pequeñeces le han proporcionado.
Por el llanto que brota de su alma se redime y e bautiza; y esa redención y ese bautismo es obra propiamente suya; y entonces es cuando prepara una nueva existencia, dando a Dios lo que e de Dios y a Cesar lo que es de Cesar, descendiendo a esa penitencia dispuesto a luchar y a vencer.
Los que niegan la existencia de Dios son almas tan pequeñas que aun no han comprendido de donde emana esa inspiración que los alienta y los guía por el destierro de la vida; y si no se conocen ellos mismos ¿Cómo van a conocer a Dios?, es muy difícil y muy fácil.
El Espíritu conoce a Dios cuando ha sufrido y llorado mucho, porque para conocer lo bello y lo grande se tiene que haber pasado antes por esos estados atmosféricos en que el hombre se asfixia; y dentro de esa misma labor es cuando el hombre analiza y conoce la verdad. Para que el hombre ore con el alma, es necesario que se encuentre en un lugar donde las zarzas obstaculicen su paso; pues al verse imposibilitado para salir de ese laberinto es cuando decae su cuerpo y se eleva su alma. Para el alma nunca se cierran todas las puertas en el momento en que su cuerpo gime y llora ella comienza a cambiar de actitud.
La tierra es un vergel de flores; solo en sus troncos guarda las espinas, y esos troncos y espinas no los confecciona Dios, sino que es la sombra de la imperfección del hombre. Cuando el hombre desee ser feliz, ha de poner la parte que le corresponde que es la de cumplir todos sus deberes. Cuando el hombre comprenda que su paso por la tierra es un trabajo de prueba, empezará su verdadera labor, fatigando el cuerpo y ensangrentándose las manos para arrancar las espinas del tronco de la inmortalidad, del orgullo, de la envidia de los celos etc. que el mismo ha fabricado.
Es un trabajo duro, pero para limpiar el planeta de imperfecciones, la obra es enteramente del hombre. El hombre es el que ha hecho crecer las espinas; el ha convertido el jardín en un campo árido y sin placer ninguno. Pero el hombre se cansará de sufrir, y se cansará de llorar, y fatigado en la “playa de su vida” escuchando el lenguaje de su conciencia, empezará su redención.
En el siglo que está pasando aun no es concedido al hombre el poder contemplar de cerca las maravillas. Antes ha de purificarse por el sufrimiento, que le reporta una eternidad de goce; menos que un granito de arena en la inmensidad del océano.
¡Benditos los justos; dichosos los humildes y los limpios de corazón, que para ellos será la felicidad eterna!
Trabajo realizado por Merchita
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VICIOS Y DEFECTOS
La Doctrina Espírita tiene la gran misión de transformar al hombre, haciéndole caminar hacia la felicidad.
Pero para eso es necesario que practiquemos aquello que el espiritismo enseña, y no es solamente llamarse espíritas o cristianos.
Y para la transformación necesitamos trabajar dentro de nosotros en la eliminación de nuestros vicios y defectos, y saber la diferencia que hay entre ellos, es importante para saber como lidiar con cada uno de ellos.
Vicio es un hábito nocivo adquirido muy probablemente en esta vida, y por eso mismo es más fácil ser eliminado.
Los vicios nos dan placeres pasajeros, y solamente con la conciencia de que precisamos librarnos de ellos, es como podremos conseguir buenos resultados. Por eso es la necesidad constante de saber que estos nos hicieron mal.
Entonces debemos alimentar constantemente el deseo de terminar con el vicio, iniciando un trabajo mental de que necesitamos tener hábitos diferentes. Poco a poco, vamos disminuyendo la práctica del vicio. Estos defectos, son un resto de nuestra animalidad que está enraizado profundamente en nuestro ser, y por eso son tan difíciles de trabajarlos viendo una disminución en ellos, pues la eliminación total aún no es posible en esta vida.
Querer cambiar es el primer paso. Es necesaria muy buena voluntad, esforzarse para mantenerse en el camino y perseverar siempre, sobre todo en los momentos de dificultad.
La mejor manera de utilizar las virtudes contrarias el defecto, en la vivencia de nuestro día a día :
Así, para la IRA, debemos prácticar la BLANDURA
Para el ORGULLO, debemos practicar la HUMILDAD.
Para la AVARICIA, debemos practicar la CARIDAD.
Para e´EGOÍSMO, debemos practicar el TRABAJO al prójimo.
Y así por delante....
Para obtener resultados, necesitamos de la voluntad, no obstante, casi siempre no pasan de ser impulsos pasajeros, débiles e indecisos, y en los primeros obstáculos, abandonamos la lucha, olvidando que las caídas son parte de nuestro mejoramiento; solo ellas fortalecen nuestra voluntad, enseñándonos a tener persistencia y paciencia.
En ese proceso no se puede querer obtener resultados rápidamente; aquello que tenemos impregnado desde hace siglos en el espíritu, no va a ser eliminado así, de un día para otro. Por eso es la necesidad de perseverar siempre, solamente el tiempo y la voluntad firme nos traerán resultados.
No se alcanza la cumbre de un monte con mirarla, y sí con los pies... Es necesario entonces caminar,luchar, progresar, para así merecer cada conquista a través del propio esfuerzo.
Todo ser humano trae dentro de sí el deseo de buscar horizontes, de superar limitaciones, pues fue creado para la perfección. Y la Ley Divina del Progreso, estimulando a la criatura para seguir adelante hacia su glorioso destino.
FAMS
( De la Revista Verdad y Luz )
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