CONSULTA A TU CONCIENCIA
Tal vez hoy: surgirá quien procure dictar lo que usted necesita hacer, entretanto, aunque agradeciendo las loables intenciones de quien le ofrece puntos de vista, oiga, ante todo, su propia conciencia en cuanto al deber que le corresponde; es posible que aparezca algún corazón amigo imponiéndole cuadros de pesimismo y perturbación, respecto a las dificultades del mundo ; sin embargo, compadeciéndose de la criatura que se entrega al derrotismo y al desánimo, usted observará la renovación hacia el bien que la Sabiduría Divina promueve en todas partes; es probable que esa o aquella persona quiera imponer a usted ideas de cansancio y dolencias; pero, aunque su gratitud a los que le deseen bienestar, usted proseguirá trabajando y sirviendo al alcance de sus fuerzas:
posiblemente, noticias menos agradables vengan a suscitarle inquietudes y trazarle problemas ; con todo, usted conservará la propia paz y no se desligará de sus oraciones y pensamientos de optimismo y esperanza.
Tal vez hoy todo parezca contra usted, pero usted proseguirá comprendiendo y actuando, en apoyo al bien, guardando la certeza de que Dios está con nosotros y de que mañana será otro día .
Por el Espiritu André Luiz.
Francisco Cândido Xavier
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REFLEXIONES DE
MERCHITA
El complejo de culpabilidad
Queridos amigos, hola buenos días, el sentimiento de culpabilidad, muchas veces es un duro peso que nos impide estar tranquilos, siempre el daño que causamos a nuestros semejantes es una carga muy pesada, que te hace vivir desilusionado, pesaroso, alterado en muchos sentidos. El sentimiento de culpa es considerado como una emoción negativa que, si bien a nadie le gusta experimentar, lo cierto es que es necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno.
Siempre debemos analizar todas las cosas, porque ni un pelo de nuestro cabello se cae sin la voluntad de Dios. Esto quiere decir que aunque en nuestra voluntad este el deseo firme de resarcir de las dificultades, si estas hemos de sufrirlas, nadie nos eximirá que las suframos, bien es verdad que con conocimiento y buena voluntad, con resignación, templanza, con serenidad, las cosas las llevaremos mejor, pero si hemos de seguir padeciéndolas nadie podrá evitarlo.
El sentimiento de culpa es una de las emociones más destructivas, y la mayoría de las personas la experimentamos en mayor o menor grado, tanto si es por algo que hemos hecho como por algo que no hemos sido capaces de hacer. No es un sentimiento agradable, por eso, cuando alguien nos pide algo que no queremos hacer, dudamos antes de negarnos porque tememos volver a experimentar ese terrible sentimiento.
Hemos de aprender si ese sentimiento de culpabilidad es real, ya que la culpa nos hace conscientes de que algo hemos hecho mal para facilitar el intento de repararlo. Aunque a veces también nos sentimos culpables sin razón.
Un empresario que intenta sacar a flote su empresa y a todos sus trabajadores con nuevas expectativas, y los que le pueden facilitar los materiales para el proyecto, confiando en el, le dan lo que necesita para efectuarlo, además de tener en mira el poder beneficiarse tambien, no pueden acusar al empresario si esto no sale bien, ellos tal como el empresario, están invirtiendo en algo que puede, o no puede ser, ellos han hecho su parte, han ofrecido los materiales, y el proyecto era viable, prometedor, pero como todo depende por sobre todas las cosas de Dios y de otros terceros, si estos no ofrecen la posibilidad para el efecto positivo, el empresario, que trato de salvar el barco, al final no lo consiguió, esto crea el sentimiento de culpabilidad. Y hay que tener mucho cuidado para no caer en ese sentimiento, porque nada ha quedado por hacer, y esto es una prueba, que hemos de aceptar con resignación, porque Dios siempre tiene la última palabra.
A un nivel consciente o inconsciente todos los seres humanos padecemos en un grado mayor o menor de un sentimiento de culpa
Todos en diferentes ocasiones nos hemos sentido culpables porque prometimos algo y no lo pudimos cumplir. Ejemplos, llevar a nuestros hijos al cine y luego nos acordamos que teníamos que trabajar horas extras, el llegar tarde a una cita amorosa o no llegar del todo pues algo se atravesó en el camino. El olvidar visitar a un familiar u amigo cuando lo habíamos prometido nos hace sentirnos culpables. Es por eso que no debemos comprometernos con algo que no estamos seguros que podremos cumplir.
Si bien es cierto que debemos cumplir con nuestras obligaciones para con la sociedad, con nuestra familia y con el trabajo, no debemos sentirnos culpables por complacernos a nosotros mismos con lo que nos gusta hacer, es prácticamente imposible erradicar la culpa de nuestras vidas aunque ésta sea injustificada, podemos canalizarla de una manera positiva sin perder el respeto de las demás personas por nosotros. Para eliminar el sentimiento de culpa no debemos dejar que otras personas tomen ventaja de nosotros ni traten de manejar nuestras vidas a su antojo.
El sentimiento de culpa es una de las emociones más inmovilizadoras y destructivas que podemos experimentar, que suele aparecer en algún que otro momento de nuestras vidas.
En el caso de Pedro, el sintió ese sentimiento, cuando negó al Maestro por tres veces, y eso que El lo avisó, aun así, no por eso reconoció en su debido momento que había caído, eso no le desanimo para seguir trabajando en la Obra del Señor, todo lo contrario, siguió haciéndolo con más amor y dedicación.
En el caso del servidor que pidió a su amo le perdonase la deuda, es otro ejemplo en el que debemos fortalecer nuestro espíritu, ante los fracasos en nuestros emprendimientos, hemos de pedir si somos culpables, perdón, y tratar de remediar las cosas, para no merecer en la próxima ocasión, el castigo, del ingrato, que pide para sí el perdón de sus deudas, aquello que no es capaz de dar de sí mismo.
El siervo que fue perdonado, es aquel tambien que al salir coge del cuello a su amigo que le debía una cantidad insignificante, mucho menor que aquella que le había sido perdonada a él, ahí nos podemos encontrar todos aquellos que sabiendo que no nos pueden pagar lo que consideramos que nos deben, martirizamos a través de todas las artimañas posibles con tal de cobrar, de donde no hay, no se puede sacar, el perdón también a veces se presenta de esta manera, y hemos de tomar ejemplo del Señor que perdonó la deuda, ya que si así lo hacemos, merecemos la retribución de Dios, que siempre es Justo y Misericordioso.
Todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario que no nos reporta nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.
En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, no la que nuestra ignorancia nos hace ver erróneamente. Es por esa razón, que debemos acudir a personas experimentadas que nos puedan ayudar a vencer este sentimiento negativo que puede causarnos males mayores.
Pues aun en el caso de asumir nuestra responsabilidad, en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.
Procuremos entender el sentimiento de culpabilidad que nos domina, porque eso nos ayudará a eliminarlo.
Cuando la solución no está en nuestras manos, y hemos hecho todo lo posible para repararlo, dejemos todo en las manos de Dios, seguros, de que nadie sufre o padece, aquello que debe experimentar. Cada uno padecemos por donde hemos pecado.
Amigos, os deseo un gran día y que Dios nos bendiga a todos.
Merchita
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EL ODIO
Amaos los unos a los otros y seréis felices. Tomad sobre todos a los que os inspiran indiferencia, odio, o desprecio y amar. Cristo, a quien debéis considerar modelo, os dio el ejemplo de esa dedicación. Misionero del amor, él amó hasta dar la sangre y la vida por amor.
Os es Penoso el sacrificio de amar a los que os ultrajan y persiguen; pero, precisamente, ese sacrificio es que os torna superiores a ellos. Si os odiaseis, como os odian, no valdríais más que ellos. Amarlos es la ostia pura que ofrecéis a Dios en el altar de vuestros corazones, hostia de agradable aroma y cuyo perfume le sube hasta el seno.
Si bien la ley del amor mande que cada uno ame indistintamente a todos sus hermanos, ella no encoraza al corazón contra los malos procedimientos; esta es, al contrario, la prueba más angustiosa, yo lo sé bien, porque, durante mi última existencia terrena, sufrí esa tortura. Pero Dios allá está y pune en esta vida y en la otra a los que violan la ley del amor. No olvidéis, mis queridos hijos, que el amor aproxima Dios a la criatura y el odio la distancia de él.
Fénelon (Bordéus, 1861.)
Allan Kardec, Del Libro: “El Evangelio Según el Espiritismo” – Capítulo XII – Ítem 10
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LA COMPLEJIDAD DE LA OBSESIÓN
IVONNE A. PEREIRA, BAJO ORIENTACIÓN DEL
ESPÍRITU ADOLFO BEZERRA DE MENEZES
–¿Puede un Espíritu revestir momentáneamente la envoltura de una persona viva, es decir, introducirse en un cuerpo animado y obrar en lugar del que está encarnado en él?
–El Espíritu no penetra en un cuerpo como se entra en una casa. Se asimila por afinidad con un Espíritu encarnado que tiene los mismos defectos y las mismas cualidades para actuar conjuntamente. Pero siempre es el Espíritu encarnado el que obra como quiere sobre la materia de que está revestido. Un Espíritu no puede sustituir al que está encarnado, porque el Espíritu y el cuerpo están ligados hasta el tiempo señalado para el término de la existencia material.
(“El Libro de los Espíritus”, Allan Kardec, 473.)
Uno de los más bellos estudios que el Espiritismo faculta a sus adeptos es, ciertamente, aquel al cual nos arrastran los casos de obsesión.
Nosotros consideramos que ese difícil aprendizaje, esa importante ciencia de auscultar obsesiones, obsesores y obsesos debería constituir una especialidad entre los practicantes del Espiritismo, esto es, médiums, presidentes de mesa, médiums denominados pasistas, etc. Así como existen médicos pediatras, oftalmólogos, neurólogos, y muchos otros, también deberían existir espíritas especializados en los casos de tratamiento de obsesiones, dado que a éstos les será necesaria una dedicación absoluta a tal particularidad de la Doctrina, para llevar a buen término el mandato.
Pero, tal ciencia, no se podrá limitar a la teoría, requiriendo antes paciente y minuciosa observación en torno a los casos de obsesión que se presenten en el límite de la acción de cada uno, pues es sabido que la observación personal, la práctica en el ejercicio del sublime mandato espírita enriquece de tal forma nuestros conocimientos en torno a todos los casos que afrontamos que, cada uno de ellos, o sea, cada obseso que se nos presente en nuestra jornada de espíritas, constituirá un tratado de ricas posibilidades de instrucción y aprendizaje, buscando la curación, cuando la curación sea posible.
Son tantas las modalidades, y las especies de obsesión que hemos encontrado durante nuestro largo aprendizaje de espírita y médium que, ciertamente, para examinarlas todas, en la complejidad de sus manifestaciones y orígenes, precisaríamos organizar un compendio. Por tanto, en esta ligera anotación, preferiremos tratar de algunos casos de nuestra observación personal, en los cuales actuamos como médium, a veces, o como consejera de ambos implicados en el fenómeno, esto es, el obsesor y el obseso. Pero antes que entremos directamente en la exposición que pretendemos iniciar, preferimos referirnos al maestro por excelencia del Espiritismo, Allan Kardec, cuyas sensatas advertencias no fueron desmentidas jamás por la observación de sus seguidores, hasta el presente momento. En “El Libro de los Espíritus” vemos también los siguientes esclarecimientos, que pedimos venia al lector para transcribir, puesto que nunca serán demasiados el estudio y la meditación en torno a cualquier punto importante de la Doctrina Espírita, si es que existen puntos menos importantes que otros. Así, recordemos, además de la pregunta 473 citada antes, también las de número 474 y siguientes. Pregunta Allan Kardec a los instructores espirituales que dictaron aquel código de oro:
– “Si no hay posesión propiamente dicha, es decir cohabitación de los dos Espíritus en un mismo cuerpo, ¿puede el alma estar bajo dependencia de otro Espíritu, de modo que esté subyugada u obsesa hasta el punto de hallarse su voluntad en cierto modo paralizada?”
Y el instructor espiritual respondió:
– “Sí, y estos son los verdaderos poseídos. Pero, entiende que semejante dominación nunca tiene lugar sin participación del que la soporta,ya por su debilidad, ya por su deseo. Con frecuencia, se han tomado por poseídos a epilépticos o a locos que más necesitaban de médicos que de exorcismos.”
– “¿Puede uno por sí mismo alejar a los malos Espíritus y emanciparse de su dominación?”
– “Siempre se puede sacudir el yugo, cuando se tiene firmeza de voluntad.”
– “¿No puede acontecer que la fascinación que ejerce el Espíritu malo sea tal, que la persona subyugada no la perciba? ¿Puede entonces una tercera persona poner término a la sujeción? En este caso, ¿quécondiciones debe reunir esa tercera persona?” –indaga aún, inteligentemente, Allan Kardec, a lo que el instructor espiritual se adviene con la siguiente preciosa lección:
– “Siendo ella –la tercera persona– un hombre de bien, su voluntad podrá tener eficacia siempre que apele al concurso de los buenos Espíritus, porque cuanto más digna sea la persona, tanto mayor poder tendrá sobre los Espíritus imperfectos (1) para alejarlos, y sobre los buenos, para atraerlos. Sin embargo, nada podrá hacer si el que está subyugado no le presta su colaboración. Existen personas a quienes agrada una dependencia que les linsojea los gustos y deseos. Pero, cualquiera que fuera el caso, aquel que no tuviere puro el corazón ninguna influencia ejercerá. Los buenos Espíritus no atienden a su llamada y los malos no le temen.”
– “Las fórmulas de exorcismo, ¿tienen alguna eficacia sobre los Espíritus malos?”
– “No, y cuando estos Espíritus ven que alguien se toma la situación en serio, se ríen y se obstinan.”
– “¿Hay personas animadas de buenas intenciones, pero no por ello son menos obsesas, ¿cuál es el mejor medio de librarse de los Espíritus obsesores?”
– “Cansar su paciencia, no hacer caso alguno a sus sugestiones, mostrarles que pierden su tiempo; entonces, viendo que nada consiguen, se van.”
(1) El subrayado es nuestro.
– “¿Es la oración un medio eficaz para curar la obsesión?”
– “Para todo es un poderoso auxilio la oración; pero, creedlo bien, no basta murmurar algunas palabras para obtener lo que se desea. Dios asiste a los que actúan y no a los que se limitan a pedir. Así pues, es necesario que el obseso haga por su parte lo que sea necesario para destruir en sí mismo la causa que atrae a los malos Espíritus.”
Es evidente que, ahí, en lo que acabamos de leer, apenas se tratan casos de obsesión en personas que más o menos conozcan el hecho y que por eso mismo estarían en condiciones de auxiliar a su propia curación con el vehemente deseo de liberarse del incómodo asedio, y cuya fuerza de voluntad fuese su principal terapia. Pero la observación y la practica de los trabajos trascendentes del Espiritismo adelantan que, en la mayoría de los casos, el obseso no se encuentra en condiciones de auxiliarse a sí mismo, sea en vista de la subyugación total por la que se dejó envolver, sea por la debilidad o por la ignorancia que su vida de incredulidad y materialismo produjo, reteniéndolo en afinidad con las imperfecciones de orden general. Corresponderá entonces a los espíritas que tratan el caso, esto es, médiums y directores de trabajos prácticos, actuar con el caudal que la Doctrina suministra para dar testimonio del valor de la misma.
Pero, como bien vimos en las preguntas citadas antes, y con la observación, será necesario a unos y a otros el conocimiento sólido de la Doctrina para el análisis indispensable de las comunicaciones del obsesor y una dedicación ilimitada al trabajo, un corazón reeducado en los principios del amor y de la fraternidad, equilibrio moral y el auténtico, o por lo menos, sincero deseo de adquirir esas cualidades a través del esfuerzo diario por una reforma personal, a fin de imponerse al obsesor por el ejemplo y la pureza de sentimientos y así convencerlo para que realice su propia reforma moral. El médium, a solas consigo mismo y sus lecturas y oraciones, podrá contribuir mucho en la conversión del Espíritu endurecido, pues con sus ejemplos y el amor que demuestre por él lo cautivará, y él se tornará un amigo y de ahí a aceptar los consejos sugeridos, la distancia será menor.
Pero para alcanzar tal posibilidad será necesario al médium, por su parte, muchas renuncias y reformas personales, fe inquebrantable, asistencia espiritual comprobada y segura,y la posibilidad de permanecer en condiciones vibratorias,mentales y físicas satisfactorias, constantemente, a diario, y no sólo en los momentos en los que se siente a la mesa de la comunión con lo Invisible para el desempeño de su sagrado mandato, pues del elevado y sensato desempeño de los médiums depende el éxito de las reuniones espíritas en general y de las curaciones en particular. Eso afirmamos, pero sin excluir la responsabilidad de los directores terrenales de las mismas, de cuya seguridad moral y conocimiento de causa dependen igualmente los grandes éxitos de cualquier reunión práctica del Espiritismo, y recordando, también, la responsabilidad de cada uno de los componentes de la mesa. Por lo tanto, se puede decir que esos trabajos son el fruto de una comunión sublime entre médiums, directores de sesiones y guías espirituales bajo elpatrocinio del Cristo de Dios, Maestro mayor de toda la Ciencia, y que por eso mismo, todos tenemos grandes responsabilidades, pues el desempeño es sagrado para todos y no podrá ser realizado con indiferencia o menor grado de dedicación.
Por ello nos imaginamos que los trabajos para las curaciones de la obsesión deberán ser especialidad de determinados espíritas y siempre realizados en ambientes discretos, donde no penetrase ningún rumor del mundo, pues es sabido, por cuantos se dedican a las investigaciones trascendentales, que las vibraciones del ambiente influyen poderosamente, bien o mal, en los trabajos del Espiritismo práctico. Esas atribuciones, o sea, la dedicación a los casos de obsesión, –requiriendo constante y profunda atención, observación y estudio–, absorben de tal forma las preocupaciones del experimentador que sería bueno que él se dedicase solamente a tal sector, para su propio bien y de la propia labor.
En el capítulo XXVIII de “El Evangelio según el Espiritismo”, en la “Oración para dar comienzo a la reunión”, existe la siguiente advertencia,la cual sensatamente instruiría a los médiums que la estudiasen con el corazón atento, y también a los respectivos directores, pues la instrucción espírita no puede perder de vista ningún detalle que propenda a solidificarla:
“Buenos Espíritus que os dignáis venir a instruirnos, tornadnos dóciles a vuestros consejos; apartadnos de todo pensamiento de egoísmo, de orgullo, de envidia y de celos, inspiradnos indulgencia y benevolencia para nuestros semejantes presentes y ausentes, amigos y enemigos; haced, en fin, que en los sentimientos de que nos sintamos animados,reconozcamos vuestra saludable influencia.
Dad a los médiums a quienes encarguéis de transmitirnos vuestras enseñanzas, la conciencia de la santidad del mandato que les ha sido confiado y de la gravedad del acto que van a cumplir, a fin de que lo hagan con el fervor y el recogimiento necesarios” (1).
(1) El subrayado es nuestro.
No obstante, no todos los obsesores son verdaderamente malos, y de muchos de ellos podemos hacer amigos espirituales nuestros, a través del buen tratamiento fraterno que les dispensemos. Nos acordamos aquí de uno de esos obsesores, con el cual entablamos un diálogo durante ciertos trabajos para la curación de obsesiones, realizados en la antigua “Casa Espírita” de la ciudad de Juiz de Fora, en el Estado de Minas Gerais,presidiendo nosotros las sesiones, el cual, usando entonces expresiones casi integralmente idénticas a las señaladas aquí, decía, cuando lo exhortábamos a abandonar la infeliz actitud de perseguidor del prójimo:
– “¡Perdone usted, mi querida señora! Es con mucho pesar que la contrarío. Pídame cualquier otra cosa, y yo la atenderé con el corazón en las manos. Pídame que sea bueno y caritativo con cualquier otra persona, que ore por los que sufren, como veo hacer aquí todos los días; pídame lo que sea, lo que usted más quiera y me esforzaré por atenderla. Pero no me pida que desvíe “de él” (el obseso) el castigo que tanto merece, porque eso está más allá de mis posibilidades. ¡Si la Señora supiese lo que “él” me hizo! Su persona, es tan dulce conmigo en sus oraciones, tan afectuosa, tan buena con mis compañeros de desgracia… ¡Señora, usted me agrada mucho, muchísimo! Y le estaré eternamente agradecido por el bien que me viene prestando: estaré siempre dispuesto a servirla en cualquier emergencia en la que yo le pueda ser útil. ¡Pero a “él”, no! ¡Yo lo odio con todas las fuerzas de mi corazón ultrajado por su maldad, y no lo perdonaré!”
– “¡Su drama fue vivido hace tantos años, mi amigo! ¿Por qué retenerlo en sus recuerdos, para continuar sufriendo su dolor? ¿No sería más consolador procurar perdonar y olvidar, concediendo treguas al corazón sufriente, para intentar la felicidad en la práctica del amor fraterno?” –respondimos nosotros. Pero él pareció no oír nuestra insistencia, pues continuó la frase interrumpida:
– “Sí, querida señora, solamente dos lugares le sientan bien como residencia: el hospicio, donde se encuentra ahora, o la cárcel, pues ambos yo los conocí por su culpa. ¡Créame, es un miserable! Es peor que yo, y se merece lo que está sufriendo…”
Como se ve ese obsesor no era de los más endurecidos, pues admitía actitudes amables hacia otros aunque no para su adversario, y era sincero declarando que no lo abandonaría, en vez de mistificar, simulando en apartarse del mismo apenas con la intención de librarse de nuestra impertinencia, como muchos otros lo hacen. Y tanto en las sesiones prácticas, que realizábamos entonces, como a solas, durante la vigilia o en nuestros trances de desprendimiento, demostró siempre gran respeto incluso afecto por nuestra persona. En cierta ocasión, cuando los dolores de una gran prueba nos asaltaron, lo tuvimos a nuestro lado intentando algo para nuestro alivio, tal como un buen amigo terreno, que, a pesar de no ser una personalidad propiamente virtuosa, es capaz de querer bien y favorecer a un amigo. No obstante, cerca de un año más tarde se cansó de practicar la venganza, se avergonzó de su propio proceder y, como ya había adquirido razonables conocimientos sobre el Evangelio y la Doctrina Espírita, gracias a la convivencia con los componentes de las aludidas sesiones, se arrepintió y abandonó a la presa, que se recuperó lentamente, y se despidió de nosotros para nuevos ciclos de progreso. Como bien se percibe, esa entidad permaneció, reeducándose, en las sesiones de la antigua “Casa Espírita”, asistiendo a los trabajos prácticos y a los estudios durante casi dos años, cuando nuevas oportunidades le fueron renovadas para observar el elevado ideal que movía a aquellas gentes, que no tenían otro deseo sino progresar en la práctica del bien y del amor a Dios.
La instrucción doctrinaria, el ejemplo, la paciencia y el amor son, por lo tanto, factores indispensables para el buen éxito de los trabajos en la curación de la obsesión. Y no juzguemos que cualquier entidad endurecida en el error pueda convertirse y arrepentirse rápidamente, bajo la magia de nuestro adoctrinamiento durante una o dos reuniones. Ellas permanecerán, tal vez, frecuentando nuestros trabajos a fin de instruirse y reeducarse bajo nuestro contacto, realizando con nosotros el aprendizaje rudimentario para conseguir nuevas fases de instrucción y de progreso.
Algunos volverán a reencarnar desde allí mismo, sin alcanzar otras esferas de la Espiritualidad. Y entonces, ciertamente, el obseso igualmente será agraciado con nuevas oportunidades redentoras. Entre tanto, nada se conseguirá si el propio obseso no ayuda en su curación procurando renovarse moral y mentalmente, corrigiendo sus imperfecciones y reaccionando contra las sugestiones maléficas del opositor. Por la oración humilde y fervorosa, mucho conseguirá para sí mismo, pues tal procedimiento, digno y agradable a las leyes de Dios, cansará al obsesor, que pronto se retirará, comprendiendo que se ofende a sí mismo cuando procura ofender al prójimo. Entonces, el obseso podrá hacer mucho por la regeneración moral de su obsesor, lo cual lo elevará en méritos en la opinión del mundo espiritual, atrayendo para él las simpatías protectoras.
Continuará... .
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