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SÍNTOMAS DE LA MEDIUMNIDAD
Manuel Philomeno de Miranda
La mediumnidad es una facultad inherente a todos los seres humanos, que algún día aparecerá de forma más ostensiva, de la que ocurre en el presente momento histórico.
Muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de síntomas, tienen sus raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba, esto es, aquélla que se manifiesta con la finalidad de invitar al espíritu a rescates aflictivos de comportamientos perversos o daños realizados en existencias anteriores. Por ejemplo, en el área física: dolores en el cuerpo, sin causa orgánica; cefalalgia periódica, sin razón biológica; problemas de sueño –insomnio, pesadillas, pavores nocturnos con sudor-; taquicardias, sin motivo justo; colapso periférico sin ninguna disfunción circulatoria, constituyendo todos ellos o apenas algunos de ellos, perturbaciones que derivan de la mediumnidad en surgimiento o con sintonía desequilibrada.
A medida que se perfeccionan los sentidos sensoriales, favoreciendo con más amplio caudal de comprensión del mundo objetivo, se amplía la embrionaria percepción extrafísica, motivando el surgimiento natural de la mediumnidad.
No pocas veces, es detectada por características especiales que pueden ser confundidas con síndromes de algunas psicopatologí as que, en el pasado, eran utilizadas para combatir su existencia.
No obstante, gracias a los notables esfuerzos y estudios de Allan Kardec, así como de una pléyade de investigadores de los fenómenos paranormales, la mediumnidad viene siendo observada y perfectamente aceptada con respeto, con respecto a benditas contribuciones que faculta al pensamiento y al comportamiento moral, social y espiritual de las criaturas.
Sutiles o vigorosos, algunos de esos síntomas permanecen en determinadas ocasiones generando mal estar y sinsabor, inquietud y trastorno depresivo, en cuanto que, en otros momentos surgen en forma de exaltación de la personalidad, sensaciones desagradables en el organismo, o antipatías injustificables, animosidades mal disfrazadas, como consecuencia de la asistencia espiritual de que se es objeto.
En el comportamiento psicológico, aún se presentan: ansiedad, fobias variadas, perturbaciones emocionales, inquietud íntima, pesimismo, desconfianzas generalizadas, sensaciones de presencias inmateriales –sombras y bultos, voces y tocamientos- que surgen inesperadamente, en tanto que desaparecen sin ninguna medicación, representando disturbios mediúmnicos inconscientes, que son provocados por la captación de ondas mentales y vibraciones que sintonizan con el periespíritu del enfermo, procedentes de entidades sufridoras o vengadoras, atraídas por la necesidad de rehacer los conflictos en que ambos –encarnado y desencarnado- se ven envueltos.
Esos síntomas, generalmente pertenecientes a los capítulos de obsesiones simples, revelan la presencia de facultad mediúmnica en desarrollo, requiriendo los cuidados pertinentes a su educación y práctica.
Sin embargo, no todos los individuos en los que se presentan síntomas de tal porte, necesitan ejercitar la facultad de que son portadores. Después de la conveniente terapia que es enseñada por el estudio del Espiritismo y por la transformació n moral del paciente, que se hacen indispensables al equilibrio personal, recuperan la armonía física, emocional y psíquica, prosiguiendo, con otra visión de la vida y diferente comportamiento, para que no le acontezca nada peor, conforme elucidaba Jesús, después del atener y la recuperación de aquéllos que Lo buscaban y tenían el cuadro de sufrimientos anterior.
Sin embargo, gran número de portadores de mediumnidad, tienen un compromiso con la tarea específica, que le exige conocimiento, ejercicio, abnegación, sentimiento de amor y caridad, a fin de atraer a los espíritus nobles, que se encargarán de auxiliar a cada uno de en el trabajo del ministerio iluminativo.
Trabajadores de última hora, nuevos profetas, transformándose en los modernos obreros del Señor, están comprometidos con el programa espiritual de modificación personal, así como de la sociedad, con vistas a la Era del Espíritu inmortal que ya se encuentra en sus cimientos afincados en la corteza terrestre.
Cuando sin embargo, los disturbios permanecen durante el tratamiento espiritual, conviene que sea tenida en consideración la psicoterapia consciente, a través de especialistas propios, con el fin de auxiliar al paciente-médium a realizar el auto descubrimiento, liberándose de los conflictos y complejas perturbaciones, que son consecuencia de experiencias infelices tanto del ayer como del hoy.
El esfuerzo por el perfeccionamiento interior aliado a la práctica del bien, abre los espacios mentales a la renovación psíquica, que se enriquece de valores optimistas y positivos que se encuentran en el Espiritismo, favoreciendo a la criatura humana con la alegría de vivir y de servir, al tiempo que la misma adquiere seguridad personal y confianza irrestricta en Dios, avanzando sin cualquier impedimento rumbo de la propia armonía.
Naturalmente, cuando se está encarnado, el proceso de crecimiento espiritual ocurre por medio de factores que constituyen el tejido celular, que siempre puede padecer enfermedades, desconciertos, problemas que forman parte de la psicoesfera terrestre, dentro de la condición evolutiva de cada uno.
La mediumnidad, sin embargo, ejercida noblemente, se transforma enbandera cristiana y humanitaria, conduciendo mentes y corazones al puerto de seguridad y de paz.
La mediumnidad, por tanto, no es un trastorno del organismo. Su desconocimiento, la falta de atención a sus impositivos, generan disturbios que pueden ser evitados, o cuando se presentan, reciben la conveniente orientación para que sean corregidos.
Tratándose de una facultad que permite el intercambio entre los dos mundos –el físico y el espiritual- proporciona la captación de energías cuyo tenor vibratorio corresponde a la calidad moral de aquéllos que la emiten, así como de aquellos otros que las captan y transforman en mensajes significativos.
En este capítulo, no pocas enfermedades se originan de este intercambio, cuando proceden de las vibraciones de entidades enfermas o perversas, que perturban el sistema nervioso de los médiums incipientes, produciendo disturbios en el sistema glandular e incluso afectando el inmunológico, facultando el campo para la instalación de bacterias y virus destructivos.
La correcta educación de fuerzas mediúmnicas proporciona equilibrio emocional y fisiológico, aportando salud integral a su portador.
Es obvio que no impedirá la manifestación de los fenómenos consecuentes de la Ley de Causa y Efecto, de los que necesita el espíritu en su proceso evolutivo, pero facultará la tranquila conducción de los mismos sin daños para la existencia, que proseguirá en clima de armonía y salud, a pesar de los acontecimientos impuestos por la necesidad de evolución personal.
Cuidadosamente atendida, la mediumnidad proporciona bienestar físico y emocional, contribuyendo para mayor captación de energías revitalizantes, que alzan la mente a las regiones felices y nobles, de donde se pueden obtener conocimientos y sentimientos inhabituales, que embellecen el espíritu y lo enriquecen de belleza y de paz.
Superados, por tanto, los síntomas de inicio de la mediumnidad, surgen las responsabilidades ante los deberes que irán a constituir el clima psíquico dichoso del individuo que, comprendiendo la magnitud de la situación, crecerá interiormente rumbo del Bien y de Dios.
Mensaje de Manuel Philomeno de Miranda, psicografiado por el médium Divaldo P. Franco, en la reunión mediúmnica realizada en el Centro Espírita en la ciudad de Paramirim (BA), Brasil, el 10 de julio de 2000.
Extraído del libro "Reencontro com a vida".
Traducido por Xavier Llobet
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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EL DISPARATE DEL SUICIDIO
Cualquier muerte física nos causa, en primer término,
un sentimiento de vacío y duda, principalmente
cuando tenemos una filosofía de vida materialista o sin
ninguna creencia en el porvenir. Vivir el presente es una
manera de liberarnos de las ansiedades de la vida futura
y no tiene nada que ver con vivirlo sin responsabilidad,
respeto o consciencia. El dicho ya decía: ‘Cosecharemos
lo que plantemos’, y plantamos las acciones en el presente
para cosechar en el futuro. Pero, ¿qué tiene que ver la
muerte con la temporalidad de la vida?
El Espiritismo, a través de los mensajeros amigos del
mundo invisible, ha refutado todas las filosofías materialistas
o de “vuelta al todo”1
, que propugnan que la vida
se acaba en esta existencia. Tales pensamientos no han
podido probar que todo lo que conocemos se ha agrupado
por acaso o porque algunos privilegiados nacen
perfectos y otros no tanto.
Ningún ser vivo, en este planeta, escapa a esta ley
natural de progreso, de evolución, la ley de las reencarnaciones
sucesivas, en estos momentos encarcelados en
el cuerpo físico y privados de nuestra propia memoria
evolutiva, que tiene como principal objetivo hacer que
aprendamos con el presente. No existe ninguna medicina
más efectiva que vivir el presente, pero necesitamos
olvidar el pasado, o bien, dejarlo exactamente donde debería
estar: en el pasado. Y no es una acción fácil para
nosotros, espíritus en temprana edad para amar.
Todavía tenemos miedos, ansiedades, egos desequilibrados,
envidia, celos, angustias. No sabemos afrontar
esos sentimientos de manera racional, tampoco tenemos
apoyo u orientación de familiares o de la sociedad para
entenderlos y trabajarlos de manera consciente, de manera
indulgente con nosotros mismos. De ahí la causa
de la falsa esperanza de terminar con el dolor, olvidando
completamente el presente y sus posibles acciones benéficas
de progreso, para vivir el pasado. Ese pasado que
nos aprisiona el alma, nos causa dolor físico, nos quita
la fe, la vida desechable del consumismo, el escape inmediato
a la drogadicción, la gratificación vulgar por las
acciones materiales, la futilidad de la vida humana.
No es nada fácil entender el dolor como una oportunidad
de evolución, principalmente cuando este dolor
acecha tu alma cada día de tu vida, donde poco o nada
se pueda hablar de él, y vivir este presente de la vida se
torna tortura del pasado y desesperanza del futuro.
«Mejor lo dejo». Grave equivocación… de la sociedad,
que nos da la espalda a la vida apoyando vivir el momento
(muy diferente de vivir el presente) hasta morir…;
de la familia «pues ya se le pasará, es una fase…»; de los
amigos, «qué más da, ya que sólo se vive una vez…» de
sí mismo «pues no tengo nada a perder…»
La vida, con su complejidad y perfección, vivida
sin expectativas de futuro, por falta de perspectiva del
presente, ciega a la observación consciente de todo a
nuestro alrededor, deja de tener sentido y nos aleja de
las leyes naturales, del respeto por la vida. Según la Organización
Mundial de la Salud, cada 40 segundos muere
una persona por suicidio y se estima que hasta 2020 más
de 1,5 millones de personas perderán sus vidas por esta
misma causa.
¿Y cuáles son las causas del suicidio? Pregunta muy
compleja para ser contestada por nosotros, simples mortales,
estudiosos de la medicina del cuerpo, pero lejos de
entender la magnitud de la medicina del alma. Porque los
motivos son muchos e individuales, igual que nosotros,
percibimos el dolor de maneras muy diferentes, sean inconscientes,
silenciosos, enmascarados o planificados.
El Espiritismo trae consigo el mensaje de alerta y
esperanza, igual que un médico que nos da el resultado
de un examen y la medicina prescrita para la posible
cura. En la vida presente, aunque no seamos conscientes
del todo, no sabemos por qué tenemos pruebas tan
duras, sean físicas, morales, dinerarias o psicológicas, pero
no nos ausenta de la responsabilidad y, muchas veces,
fue nuestra propia elección esta vida que tenemos. ¿Y
cuando el hastío de la vida no tiene causas plausibles?
Nos contestan los espíritus mentores de la codificación
que es la consecuencia de la ociosidad y de la falta de fe.
Al igual que las causas, sus consecuencias tampoco son iguales, ya que nuestros planes de vida son únicos
e individuales. Querer que el sufrimiento se acabe dependerá
de cómo afrontemos esta vida presente, si la
utilizamos para corregir nuestras faltas, ayudar al próximo,
a perdonar y comprender que todo lo que hacemos
hoy serán medicinas para el mañana. No existe ningún
medicamento milagroso que no sea el amor y la fe. Sabemos
que, sea de la manera que sea, las consecuencias
de partir antes de la fecha prevista son dolorosas, pero
no eternas. No existe el infierno que no sea creación de
nuestras propias mentes y acciones; es la consecuencia
de nuestros actos presentes.
Pero si la verdadera vida es después de la carne,
¿qué problema hay si dejamos el cuerpo físico cuando
nos apetezca, siguiendo nuestro libre albedrío? Vale la
reflexión. Según los espíritus superiores, el sacrificio de
la propia vida sólo es meritorio cuando su objetivo es
salvar la vida del prójimo o ser útil a los semejantes sin
interés.
Existen consecuencias físicas que repercuten en
nuestro cuerpo espiritual y en nuestro propio espíritu,
ser inteligente de las experiencias, desde el dolor moral
que dejará huellas profundas en los seres que dejaremos
atrás, el dolor psicológico del no cumplimento de la
prueba, un dolor físico causado por ese eslabón que une
la carne al espíritu, en el momento de la descomposición
de los órganos, la desorientación y la angustia, hasta el
dolor profundo de la conciencia cansada de sufrir, que
busca ayuda y la encuentra en las manos sabias de los
seres queridos que oran y que aman, haciendo que su
recuperación se reinicie para una nueva vida en la carne,
dentro del ciclo de la vida eterna, de esta vida de evolución.
Las consecuencias no fueron inventadas por nosotros,
los espiritistas, son relatadas por decenas de seres
humanos, como tú y como yo, que se han comunicado,
en varios lugares del planeta, en varios ámbitos religiosos,
contándonos la equivocación de romper este ciclo de
aprendizaje de la encarnación.
¿No sería la vida en la carne parte de la vida eterna,
ley perfecta de la evolución de las especies y del espíritu?
¿No fue nuestro libre albedrío el que eligió las pruebas
de hoy o las consecuencias de la falta de él lo que nos
llevó a tener que cumplirlas en el presente actual?
La ley de amor siempre está presente en todos los
aspectos de la vida eterna. No existe sufrimiento que no
se abrevie con el amor, no existe medicina más eficaz
que el amor, no existe culpable, verdugo o víctima, tenemos
todos el deber y el derecho de amar. Así que empecemos
a amarnos a nosotros mismos, con defectos y
virtudes, con o sin dinero, con o sin pareja o familia. Amé-
monos. Y no de forma egoísta, sino de manera indulgente
y en búsqueda de esta perfección eterna que solamente
alcanzaremos con nuestro propio esfuerzo.
Si te sientes triste, angustiado y sin ganas de vivir,
busca a tu médico, o a un amigo en quien confíes, o a
un especialista que pueda acogerte sin prejuicio, sea o
no religioso. No dejes que este dolor te frene la vida,
tu presente y tu maravilloso futuro. Aprender a vivir el
presente es regalo de la vida eterna, causa de muchos
aciertos y lleno de consecuencias felices. ¿Dejarás que te
amemos hoy?
-Andrea Campos Hernandes-
Bibliografía
KARDEC, A.
El Libro de los Espíritus
[En línea: www.espiritismo.es]
Organización Mundial de la Salud
[http://www.who.int/es]
PEREIRA, Y. Memorias de un Suicida
[En línea: www.espiritismo.es]
XAVIER, F.C. Nuestro Hogar
[En línea: www.espiritismo.es]
1 Volver al todo, al Universo, perdiendo la individualidad y las experiencias vividas
por el espíritu. Es el mal entendimiento de la individualidad del espíritu y
de las experiencias del principio inteligente, el alma-grupo, que experimenta
la “vuelta” al todo, pero acción que desaparece después de la transición de
alma-grupo a espíritu.
(Revista nº 12 de la FEE)
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