viernes, 17 de junio de 2016

¿ Venimos predestinados a este mundo ?


 CARACTERÍSTICAS DE LA REVELACIÓN ESPÍRITA 

El espiritismo, al darnos a conocer el mundo invisible que nos rodea y en medio del cual vivimos sin que lo sospecháramos,así como las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que habitan en él y, por consiguiente, el destino del hombre después de la muerte, constituye una verdadera revelación en el sentido científico de la palabra.


. Por su naturaleza, la revelación espírita tiene un doble carácter:
participa al mismo tiempo de la revelación divina y de la revelación científica.* Participa de la primera, porque su aparición es providencial, y no el resultado de la iniciativa o de un deseo premeditado del hombre; y porque los puntos fundamentales de la doctrina provienen de la enseñanza que han impartido los Espíritus encargados por Dios de ilustrar a los hombres sobre cosas que ellos
ignoraban, que no podían aprender por sí mismos, y que les importa conocer, ya que hoy son aptos para comprenderlas. Participa de la segunda, porque esa enseñanza no es privilegio de ningún individuo,sino que es impartida a todos del mismo modo; porque los que la transmiten y los que la reciben no son seres pasivos, dispensados del trabajo de la observación y la investigación; porque no han renunciado al razonamiento y al libre albedrío; porque no se les ha prohibido
el examen, sino que, por el contrario, se les ha recomendado; en fin, porque la doctrina no fue dictada completa, ni impuesta a una creencia ciega; porque es deducida, mediante el trabajo del hombre, de la observación de los hechos que los Espíritus colocan delante de sus ojos, así como de las instrucciones que le dan, instrucciones que él estudia, comenta, compara, a fin de que él mismo extraiga las consecuencias y aplicaciones. En suma: lo que caracteriza a la revelación espírita es el hecho de que su origen es divino, la iniciativa es de los
Espíritus, y su elaboración es fruto del trabajo del hombre.

EL GENESIS
ALLAN KARDEC


 
¿ Venimos  predestinados a este mundo ?
    
      A lo largo de la historia humana, los filósofos de las distintas épocas, han debatido este asunto; unos defendiendo el determinismo y la predestinación, liberando al ser humano de cualquier responsabilidad en sus actos, al quedar considerado a la altura de una máquina ciega que actúa porque así se lo han impuesto, carente de una voluntad propia. Otros han sentido que el ser humano conserva en cualquier caso la libertad de pensamiento y la voluntad para actuar o no actuar, querer o no querer, lo que le hace un Ser libre  y organizador de su propia vida, aunque dentro de las circunstancias a veces encadenantes de la existencia.
    Del mismo modo muchas personas creen en la fatalidad ciega e inexorable y se dejan llevar por los acontecimientos de la vida, sin hacer ningún esfuerzo por cambiar a veces el rumbo de los mismos. Otros sin embargo luchan de forma heróica para revertir lo que para algunos parece imposible,  ¡ y  sin embargo lo logran ¡. Si nuestros destinos ya estuviesen determinados de antemano, apenas seríamos unas marionetas en manos de la divinidad en un teatro de extrema crueldad.
      La  vida del ser humano no es producto  de la casualidad o de un destino ciego y fatal, o de la buena o mala suerte, sino el resultado de la acción de unas leyes naturales,  justas y equilibradas, de modo que la propia vida nos proporciona aquellas experiencias que necesitamos para asimilar los aspectos positivos que en cada momento estamos en condiciones de aprender, y  también para corregirnos de los negativos, en un continuo proceso de perfeccionamiento del Ser.
El destino del Ser humano no es un fatalismo ciego, sino un determinismo de las causas que lo originaron.  Los destinos humanos a  veces son dolorosos por determinismo de la ley del Karma cuando se viola la ley del Amor,  pero otras  veces  estos destinos dolorosos son escogidos voluntariamente por el Ser antes de regresar a este mundo, para  superando sus pruebas, lograr en esa vida un más rápido progreso espiritual
Razón tenía Einstein cuando afirmó que Dios no juega a los dados la suerte de los humanos; por tanto  no podemos acusarlo o culparlo por un destino humano difícil o amargo.  ¡Dios no impone caprichosamente ninguna clase de sufrimiento al Ser humano¡ ; solo nosotros nos hemos ganado lo bueno o malo que nos acontece  cuando  haciendo mal uso de nuestra libertad, nos hemos creado nuestros propios infiernos y destinos amargos.
No obstante,  Dios además de infinita justicia, es también infinita misericordia, pues  nos deja la posibilidad de que podamos rectificar nuestro destino kármico en la vida, aunque solo sea de modo parcial, y  permite que el destino que nos hemos  labrado nosotros mismos no sea ciego o irremediable, pues siempre nos ofrece la posibilidad de modificarlo  o rectificarlo con nuestras acciones positivas.
Para los Espíritus Superiores, el determinismo no existe. La fatalidad existe solamente por la elección que el espíritu hace antes de encarnar para sufrir determinada prueba. Esto en cuanto a las pruebas físicas, pues en las de carácter moral, el Ser conserva siempre el libre albedrío para decidir sus actos y su destino.
Existe la predestinación en cuanto a las pruebas elegidas por el Ser antes de encarnar.  pero no el fatalismo en cuanto a determinismo que rija la vida del hombre, pues este siempre conserva su libre albedrío para poder modificarlo.  
Si el ser humano a veces no es totalmente libre porque suele estar obligado a obrar diferente al modo en que piensa o al que desea, es porque está  sujeto a la ley de Causa y Efecto, lo cual acontece  muy frecuentemente desde vidas anteriores. El ser humano no está empujado inexorablemente al mal. Los actos que practica no fueron previamente determinados. Sus crímenes no son una sentencia del destino. Como prueba o expiación puede elegir una existencia en la que sea arrastrado al crimen, pero siempre al final será libre de cometerlo o no cometerlo.
    No todo lo que nos sucede está escrito de antemano,  pues lo que nos ocurre es el resultado de nuestro libre actuar  hasta en las pequeñas cosas de  cada día, no quedando  nunca  sin saldar  o reajustar nada que hayamos hecho erróneamente, aunque los acontecimientos o pruebas trascendentes o importantes que se presentan en la vida del Ser humano  sí que están previstos desde antes del nacimiento en este mundo, porque  son como las lineas maestras que en cada existencia deberemos afrontar  todos y cada uno de nosotros, y forman parte de la cosecha obligada que debemos recoger por la siembra libre y voluntaria que anteriormente hicimos, así como también de la planificación que hicimos desde antes de venir a este mundo, sobre las metas a alcanzar  y los objetivos que cumplir en nuestra vida humana. El Ser arrastra la fatalidad de sus inclinaciones y defectos, pero tiene la libertad de ceder ante ellos o no hacerlo para no tener que seguir afrontando las consecuencias de su equivocada elección.
Por tanto, podemos asegurar que  nuestro destino lo vamos forjando cada día, y lo podemos modificar mediante el propio esfuerzo.
- Jose Luis Martín-
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“Empecemos la restauración de nuestros propios destinos, comprendiéndonos mutuamente”
                                                -Becerra de Meneses-

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            Voto Espirita 


Espirita es alguien que se asegura a sí mismo ser efectivamente: 
Tan confiado en las Leyes Divinas que jamás se confía a la desesperación, por más agudo que le sea el sufrimiento; 
Tan optimista que nunca pierde el coraje, en las dificultades por las que se ve enfrentado, aguardando lo mejor y haciendo lo mejor que puede en las actividades de cada día; 
Tan diligente que jamás abandona el trabajo, aun cuando ganancias o pérdidas lo induzcan a eso; 
Tan comprensivo que fácilmente descubre los medios de justificar las faltas del prójimo; 
Tan firme en los ideales edificantes que, en ninguna circunstancia, le sorprende motivos para caer en desánimo; 
Tan sereno que no se aparta de la paciencia, sean cuales fueren los sucesos desagradables; 
Tan conocedor de sus propias flaquezas que no encuentra oportunidad o inclinación para registrar las flaquezas de los demás; 
Tan estudioso que no pierde la mínima ocasión para la adquisición de nuevos conocimientos; 
Tan realista que no alimenta ninguna ilusión a su propio respeto, aceptándose hoy imperfecto o desajustado, como tal vez sea, pero siempre haciendo el esfuerzo máximo para ser mañana como debe ser; 
Tan entusiasmado ante la Creación y la Vida Eterna que jamás permite vengan dificultades o pruebas a solaparle la alegría de vivir u oscurecerle el don de servir. 
El espirita, en fin es alguien consciente de que Dios está al lado de todos, pero procura afirmarse, sentir, pensar y actuar incesantemente, al lado de Dios. 
Albino Teixeira
         
               
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            PUEDO ESTAR EQUIVOCADO


Cargó aquel peso inútil durante todo el día.
Salió de casa agobiado, nervioso y, además de eso, había discutido con su esposa.
Había defendido una idea, un pensamiento, con uñas y dientes, ya que no podía admitir, bajo ningún concepto, que su opinión no fuera la verdadera. 
Fue grosero, terco e impaciente.
Volvía ahora a casa y al sintonizar la radio del coche, escucha la frase: Puedo estar equivocado.
Era de un profesor diciendo lo diferente que se había vuelto su vida cuando empezó a tener en cuenta esta opción, delante de sus alumnos.
Decía que ellos comenzaron a respetarlo más que cuando pretendía ser siempre el dueño de la verdad.
Afirmaba que incluso los contenidos, al ser transmitidos de una forma más humilde, menos impositiva, se asimilaban mejor por la clase.
Él resumía su teoría diciendo: Admitir fallos es el mejor camino.

¿Estamos acostumbrados a hacer ese ejercicio? ¿Consideramos, que en esta o en aquella situación o discusión, podemos estar equivocados? ¿O aún insistimos en creer que nuestro punto de vista es siempre el más correcto?

Parece que, al creer que tenemos la razón, pensamos que nuestra opinión es más importante que la de los demás, y que tiene que prevalecer.

No lo percibimos, pero eso es la manifestación del vicio del orgullo, en una de sus muchas formas de actuación.

Un ejercicio interesante es intentar, en cada momento, considerar la simple hipótesis de que podemos estar equivocados y hacer un esfuerzo para ver las cosas desde otro ángulo.

Podemos experimentar ser más flexibles y abiertos y acordarnos que algunas veces podemos no tener razón.

Esta forma de actuar nos ayuda a tomar decisiones más acertadas y, consecuentemente, duraderas, pues no habrán sido fruto de una reacción automática de nuestra personalidad.

Al desprendernos de la necesidad de tener siempre la razón, transformamos nuestras vidas en una experiencia bastante más placentera.

A fin de cuentas, ¿por qué queremos que nos den siempre la razón? ¿No parece eso un peso innecesario que cargamos en los hombros?

Buscar acertar siempre es saludable, nos hace crecer. Sin embargo, querer ser siempre el dueño de la verdad es un derroche de energía, además de ser una pretensión muy grande.

El camino hacia la verdad está en conocer todos los posibles puntos de vista acerca de algo, y eso sólo es posible escuchando a los otros, considerando las experiencias ajenas en la construcción de nuestro conocimiento.

Cuanto más humildes, más escuchamos. Cuanto más orgullosos, más queremos ser escuchados.

Dale Carnegie, autor del best seller Cómo hacer amigos e influir sobre las personas, afirma que nunca tendrás disgustos admitiendo que puedes estar equivocado.

Eso evitará discusiones y hará que el otro compañero se torne tan inteligente, tan claro y tan sensato como lo ha sido usted.

Así hará que él también quiera admitir que puede estar equivocado.

La inflexibilidad de una opinión genera casi siempre aversión. Un gesto de humildad siempre inspira otro.


Redacción del Momento Espírita basado en un artículo de la Revista Prana Yoga Journal, de marzo de 2008, ed. Brmidia y en un pasaje extraído del libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie

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miércoles, 15 de junio de 2016

Conócete a ti mismo




  Utilidad providencial de la fortuna

Si la riqueza fuera un obstáculo absoluto para la salvación de los que la poseen, como pudiera inferirse de ciertas palabras de Jesús interpretadas según la letra y no según el espíritu, Dios, que la da, hubiera puesto en manos de algunos un instrumento de perdición sin recursos; idea que repugna a la razón.

La riqueza es, sin duda, una prueba muy resbaladiza, más peligrosa que la miseria por sus consecuencias, por las tentaciones que da, y la fascinación que ejerce, es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual; es el lazo más poderoso que une al hombre a la tierra y que desvía sus pensamientos del Cielo; produce tal vértigo, que se ve muchas veces que el que pasa de la miseria a la fortuna olvida muy pronto su primera posición a los que le han protegido y a los que le han ayudado, y se vuelve insensible, egoísta y vano.

Pero de que haga el camino difícil, no se sigue que lo haga imposible y que no pueda haber un medio de salvación entre las manos de aquel que sepa servirse de ella, así como ciertos venenos pueden volver la salud si se emplean a propósito y con discernimiento.

Cuando Jesús dijo al joven que le preguntaba sobre los medios de ganar la vida eterna: “Vende cuanto tienes, dalo a los pobres y sígueme”, no entendió sentar en principio absoluta que cada uno debe despojarse de lo que posee, y que la salvación sólo se alcanza a este precio, sino manifestar que el “apego a los bienes terrestres” es un obstáculo para la salvación. Aquel joven, en efecto, se creía en paz porque había observado ciertos mandamientos, y sin embargo, retrocede ante la idea de abandonar sus bienes. Su deseo de obtener la vida eterna, no es tan grande que quiera hacer este sacrificio. La proposición que le hizo Jesús era una prueba decisiva para poner en claro el fondo de su pensamiento; podía, sin duda, ser un perfecto hombre de bien según el mundo, no hacer daño a nadie, no murmurar de su prójimo, no ser vano ni orgulloso, honrar a su padre y a su madre; pero no tenía la verdadera caridad porque su virtud no llegaba hasta la abnegación. Esto es lo que Jesús quiso demostrar haciendo una aplicación del principio, “Sin caridad no hay salvación”.

La consecuencia de estas palabras tomadas en su acepción rigurosa, sería la abolición de la fortuna como perniciosa a la felicidad futura y como origen de una multitud de males en la Tierra; sería, además, la condenación del trabajo que puede procurarla, consecuencia absurda que conduciría al hombre a la vida salvaje, y que por lo mismo, estaría en contradicción con la ley del progreso, que es una ley de Dios. Si la riqueza es el origen de muchos males, si excita tantas malas pasiones y si provoca también tantos crímenes, no debe culparse a la cosa, sino al hombre que abusa de ella, como abusa de todos los dones de Dios; con el abuso hace pernicioso lo que podría serle más útil, lo cual es consecuencia del estado de inferioridad del mundo terrestre.

Si la riqueza debiera haber producido el mal, Dios no la hubiera puesto en la tierra; al hombre toca el hacer salir de ella el bien. Si no es un instrumento directo del progreso moral, es, sin contradicción, un poderoso elemento de progreso intelectual. En efecto, el hombre tiene por misión trabajar para la mejora material del globo; debe desmontarlo, sanearlo y disponerlo para que un día reciba toda la población que corresponde a su extensión; para alimentar a esa población que crece sin cesar, es preciso aumentar la producción; si la producción de una comarca es insuficiente; es necesario buscarla más lejos. Por esto mismo las relaciones de pueblo a pueblo se hacen necesarias, y para hacerlas más fáciles, es menester destruir los obstáculos materiales que los separan y hacer las comunicaciones más rápidas.

Para los trabajos que son obra de los siglos, el hombre ha tenido que sacar los materiales hasta de las entrañas de la tierra; ha buscado en la ciencia los medios de ejecutarlos con más seguridad y con más rapidez; pero para llevarlos a cabo, le son necesarios los recursos. La necesidad le ha hecho crear la riqueza, como le ha hecho descubrir la ciencia. La actividad indispensable para estos mismos trabajos aumenta y desarrolla su inteligencia, y esta inteligencia, que al principio se concentra en la satisfacción de sus necesidades materiales, le ayudará más tarde a comprender las grandes verdades morales. Siendo la riqueza el primer medio de ejecución, sin ella no habría grandes trabajos, no habría actividad, no habría estimulante, no habría descubrimientos. Con razón, pues, está considerada como un elemento del progreso.

Allan Kardec

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       CONÓCETE A TI                          MISMO

La máxima "conócete a ti mismo", inscrita en el templo de Apolo, en Delfos, ha trascendido el paso de los siglos con la finalidad de alertar a los hombres acerca de la necesidad del autoconocimiento. Los filósofos griegos consideraban que el objetivo más elevado del ser humano consistía en conocerse a sí mismo: saber sobre su origen, descubrir quien era, cual habría de ser su destino  futuro, puesto que la vida solo tendría razón de ser, en la medida en que hubiese sido suficientemente analizada y comprendida. Tomaban ellos con mucha seriedad los estudios relativos al "quién soy", "de donde vengo", "hacia donde voy", al punto que Sócrates, el padre de la filosofía griega, permanecía durante horas en estado de recogimiento interior, en busca del autoconocimiento. Esas indagaciones filsóficas continúan vigentes y toda via siguen siendo motivo de honda  preocupación para las personas, en la edad contemporánea.
Abraham Lincoln, afirmaba asimismo que "si ante todo, pudiéramos saber donde estamos y hacia donde nos dirigimos, tendríamos una noción en cuanto a qué hacer y estaríamos en condiciones de decidir la mejor manera de hacerlo". La desorientación del indivíduo se debe precisamente a la carencia de conocimiento acerca de sí mismo y de su destino futuro. La angustiosa situación motivada por la ignorancia de "quien soy", ha dado lugar a muchos de los actos imprudentes del alma humana. De modo que esa es la primera cuestión que nos conviene analizar. Según los filósofos del pasado, mientras no obtuviéramos una respuesta satisfactoria a ese acuciante tema, la vida no tiene ningún sentido. Sin embargo la vida tiene un sentido muy importante y de él vamos a ocuparnos . Es suficiente con que conozcamos de nosotros un poco más y hallaremos una motivación para la vida.
  La norma que había sido predicada por Sócrates, fue posteriormente adoptada por San Agustín para responder a la pregunta 919 del Libro de los Espíritus. Allan Kardec había consultado acerca del recurso práctico más eficaz,al alcance del hombre, para superarse y vencer las solicitudes del mal. La contestación recibida fue concisa y elocuente: " Un Sabio de la Antigüedad lo dijo: Conócete a ti mismo. Notemos que el medio práctico de mayor eficacia para que el hombre se supere y a la vez resista el mal, es el auto-conocimiento, es decir, conocerse en profundidad, saber quién es, cuales son sus obligaciones en relación consigo mismo y con la sociedad donde trabaja. Necesita estudiar para adquirir mayor conocimiento sobre sus emociones y sentimientos, sobre su psiquis y sobre como realizar las transformaciones necesarias en su vida. Hay un párrafo complementario de la respuesta mencionada donde se afirma que el conocimiento es la llave que abre la puerta del progreso individual, o lo que es lo mismo, del perfeccionamiento moral de la humanidad. Ese argumento conjuga sabiduría con claridad, puesto que los actos de barbarie e insanía siempre han estado teñidos con el color de la ignorancia.
La maldad, al igual que el sufrimiento, es una consecuencia de la ignorancia del hombre en cuanto a las leyes que rigen la estructura individual y colectiva de la humanidad. . Al respecto, William Bennet planteaba lo siguiente: "¿Por qué motivo deberíamos ser criaturas morales?, ¿Cual es el beneficio que en última instancia eso representa?, ¿Qué tienen que ver las virtudes con nuestro lugar en el universo?. Responder todas estas cosas es propósito de las enseñanzas de ls Espíritus.

Jason de Camargo
EDUCACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS

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