sábado, 30 de septiembre de 2017

Radiestesia y Espiritismo


Sumario de temas para hoy:

- El Periespiritu
- Cambio de ciclo evolutivo
- Radiestesia Y  Espiritismo
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EL PERIESPÍRITU

DEFINICIÓN,ORIGEN Y NATURALEZA 

El periespíritu es  una condensación del fluido cósmico universal en torno de un foco de inteligencia, o Alma. Es el envoltorio semimaterial del Espíritu y el lazo que une el Espíritu a la materia del cuerpo. Por tanto,en los Espíritus desencarnados el periespíritu forma el cuerpo fluídico que ellos tienen, mientras que en los Espíritus encarnados es el órgano semimaterial que une el cuerpo físico al Espíritu, siendo de esa forma el órgano de transmisión de todas las sensaciones. Se dice que el periespíritu es semimaterial porque por su origen pertenece a la materia (Fluido Universal), y a la espiritualidad por su naturaleza atérea. Por su naturaleza, en estado normal, el periespíritu es invisible, por tanto, puede sufrir modificaciones que lo tornen perceptible y hasta tangible, o sea posible de ser visto y tocado.

El Espíritu extrae su periespíritu de los elementos contenidos en los fluídos ambientales de cada mundo, de donde se deduce que los elementos constitutivos del periespíritu varían conforme los mundos. La naturaleza del periespíritu está siempre en relación al grado de adelanto moral del Espíritu, por tanto conforme sea más o menos depurado el Espíritu, su periespíritu se formará de las partes más puras o más groseras del fluído peculiar del mundo en donde venga a encarnar.


PROPIEDADES

El perispíritu no se halla encerrado en los limites del cuerpo, como en una caja. Por  su naturaleza fluídica, es expansible,  irradia hacia el exterior y forma en torno del 
cuerpo una atmósfera que el pensamiento y la fuerza de voluntad pueden dilatar con mayor o menor intensidad. La Ciencia comprueba eso a través de fotografías con la máquina Kirlian.

Siendo el periespíritu de los encarnados de naturaleza idéntica a la de los fluídos del mundo espiritual, los asimila con facilidad, como una esponja se embebe un líquido. Actuando esos fluídos sobre el periespíritu, este a su vez, reacciona sobre el organismo material con el que se encuentra en contacto molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza el cuerpo representa una impresión saludable; si son malos, la impresión es penosa. Si son permanentes y enérgicos, los malos efluvios pueden ocasionar desórdenes físicos; no es otra la causa de ciertas enfermedades.

En virtud de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente dicho, no puede actuar sobre la materia grosera, sin intermediario, esto es, sin el elemento que lo ligue a la materia. Ese intermediario que es el periespiritu, es el principio de todas las manifestaciones espíritas y anímicas, pues posibilita al Espíritu actuar sobre la materia.

El periespíritu es el intermediario por el que se procesa la transferencia de los fluídos, de la energía, en los procesos de curas y pases espirituales.

FUNCIONES

El periespíritu es el organismo que personaliza e individualiza al Espíritu y lo identifica en cuanto a la apariencia. El alma después de la muerte jamás pierde su individualidad. Ella comprueba esa individualidad, a pesar de no poseer ya el cuerpo material, a través de un fluído que le es propio, formado en la atmósfera de su planeta y que guarda la apariencia de su última encarnación; su periespíritu. A través de él que es un ser abstracto como el lo es el Espíritu, se torna un ser concreto, definido y aprensible por el pensamiento.
 
                                    Órgano sensible del Espíritu:

El periespíritu es el órgano de transmisión de todas las sensaciones del Espíritu. El cuerpo recibe una sensación que viene del exterior, el periespíritu que está ligado a ese cuerpo transmite esa sensación al Espíritu, que es el ser sensible e inteligente que la recibe. Y viceversa: cuando el acto es de iniciativa del Espíritu, el periespíritu transmite y el cuerpo ejecuta.

                           
                Principio de las Comunicaciones:

Para actuar en la materia, el Espíritu precisa de materia. Como ya fue dicho, en virtud de su naturaleza etérea, el Espíritu, propiamente dicho, no puede actuar sobre la materia grosera sin un intermediario que lo ligue a esa materia. Ese intermediario, que nosotros llamamos periespíritu, nos faculta la clave de todos los fenómenos espíritas de orden material. Por tanto, el periespíritu es el órgano de manifestación utilizado por el Espíritu en las comunicaciones con el plano de los espíritus encarnados.

SEDE DE LA MEMORIA Y DE LA SENSIBILIDAD

Es común encontrarnos algunos autores espíritas que confunden algunos atributos del Espíritu como si fuesen del periespíritu. La sede de la memoria es uno de ellos. Según Kardec, el Espíritu es quien posee la sede de la memoria, pues él es el ser inteligente, pensante y eterno. Sin el Espíritu, el periespíritu es una materia  inerte privada de vida y sensaciones. Es importante recordar que los Espíritus al pasar de un mundo a otro, cambian de periespíritu de acuerdo con la naturaleza de los fluídos ambientales. Si la sede de la memoria residiese en el periespíritu, el Espíritu la perdería cada vez que tuviese que cambiar la constitución íntima de su envoltorio fluídico.

La misma cosa se da cuando nos referimos a la sede de la sensibilidad. El Espíritu es quien ama, sufre, piensa, es feliz, está triste, o sea, en él residen todas esas sensaciones o facultades. El periespíritu apenas es un órgano que transmite todas esas sensaciones, por tanto es un instrumento al servicio del Espíritu, Luego, según Kardec, es incorrecto decir que en el periespíiritu quedan marcadas o grabadas ciertas memorias o actos del Espíritu durante su vida. Como ya vimos, el periespíritu es materia; no piensa ni tiene memoria. Eso son atributos del Espíritu.


MOLDE DEL CUERPO FÍSICO

Otra cuestión polémica es si el periespíritu es el molde del cuerpo físico. Analizando detenidamente la cuestión a la luz de la Codificación Espírita hecha por Kardec, llegaremos a la conclusión de que el periespíritu no es el molde, modelo o forma del cuerpo físico, Si es el principio director de la vida organizada, el elemento de la aglutinación, de organización de la materia obediente a las leyes biológicas y es comandado por el Espíritu. Citaremos solo tres pasajes de las obras de Kardec para demostrarnos lo expuesto:

" La Génesis"- cap. XI-11 :

" Para ser más exacto, es preciso decir que es el propio espíritu que moldea su envoltorio y loo adecúa a sus nuevas necesidades, lo desarrolla y le completa el organismo, a medida que experimenta la necesidad de manifestar nuevas facultades, en una palabra, lo talla de acuerdo con su inteligencia."


"La Génesis" - cap. XI - 18:

" Cuando el Espíritu tiene que encarnar en un cuerpo en vías de formación, un lazo fluídico que no es mas que una expansión del periespíritu, lo liga al germen que lo atrae por una fuerza irresistible desde el momento de la concepción. Bajo la influencia del principio vital material del germen, el periespiritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une, molécula a molécula, al cuerpo en formación, en donde se puede decir que el Espíritu, por intermedio del periespíritu se enraiza, de cierta manera, en ese germen, como una planta en la tierra.... "En el desencarne ocurre exactamente lo contrario : el periespíritu se desprende molécula a molécula, conforme se uniera al Espíritu, le es restituida la libertad. Así,  no es la partida del Espíritu la que causa  la muerte del cuerpo, y sí que, la muerte del cuerpo es la que determina la partida del Espíritu.

Finalmente, en "El Libro de los Espíritus", pregunta nº 356 :

P.- "Entre los nacidos muertos, ¿algunos habrá que no hayan sido destinados a la encarnación de Espíritus?"

R- "Algunos hay, efectivamente, a cuyos cuerpos nunca ningún Espíritu estuvo destinado. Nada había que hacerse para ellos. Tales criaturas solo vienen por sus padres", 

Pregunta nº 356-A: 

P- " ¿Puede llegar a término de nacimiento un ser de esa naturaleza?
R- "Algunas veces, pero no vive ".

Ahora, si existen cuerpos físicos en los que nunca ningún Espíritu estuvo destinado, obviamente no habiendo Espíritu, no habría periespíritu para servir de modelo, ¿ Y cómo conseguirían que finalmente las células se multiplicaran y diesen una conformación humana a ese cuerpo físico si no había periespíritu para servir de molde?. Eso nos lleva a la conclusión de que el periespíritu no es el molde o forma del cuerpo humano.

El molde, la forma o modelo se encuentra en los factores genéticos y hereditarios de cada ser, heredados del material genético donado por sus padres. "El cuerpo procede del cuerpo, pero el Espíritu no procede del Espíritu". "El Libro de los Espíritus", preg 207 y aun en Juan 3:6, Jesús dice: "Lo que es nacido de la carne es carne, y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu"

Enfatizamos aún que el Espíritu se utiliza del periespíritu  como un lazo fluídico para ligarse al cuerpo en formación; este se desenvuelve conforme a los factores genéticos y hereditarios de cada ser heredado, como ya fue dicho, del material genético donado por sus padres ("La Génesis, cap.XI-item 18)

Siendo el Espíritu el arquitecto y condicionador de su cuerpo de manifestación, juntamente con las Leyes Naturales, no hay que hablar de que el periespíritu sea el molde del cuerpo físico y sí, ser el periespíritu en cada encarnación, el que se modela para el cuerpo físico.

Claudia E. y Helio Mollo

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         CAMBIO DE CICLO EVOLUTIVO

     Quien acompañe el curso actual de los acontecimientos, reconocerá que todo parece predestinado a abrirle paso. Esa generación será portadora de una fuerza doble, por la cantidad y por las ideas, además de la experiencia del pasado. 

.. La nueva generación marchará, pues, hacia la realización de todos los ideales humanitarios, compatibles con el grado de adelanto al que haya llegado. El espiritismo, al avanzar en dirección a los mismos objetivos, y al realizar sus propósitos, se encontrará con ella en el mismo terreno. Los partidarios del progreso descubrirán en las ideas espíritas un poderoso recurso, y el espiritismo hallará, en los hombres nuevos, espíritus plenamente 
dispuestos a admitirlo. Ante ese estado de cosas, ¿qué podrán hacer aquellos que pretendan oponérsele? 

.. El espiritismo no crea la renovación social, pues la madurez de la humanidad hace de esa renovación una necesidad. Por su poder moralizador, por sus tendencias al progreso, por la amplitud de sus miras, por la generalidad de las cuestiones que abarca, el espiritismo, más que ninguna otra doctrina, es apto para secundar al movimiento regenerador. Por eso es contemporáneo de ese movimiento. Surgió en el momento en que podía ser útil, puesto que también para él los tiempos han llegado. Si hubiese llegado antes, habría encontrado obstáculos insuperables; habría sucumbido inevitablemente, porque los hombres, satisfechos con lo que tenían, aún no sentirían la carencia de lo que él les trae. Hoy, nacido con las ideas que fermentan, encuentra el terreno preparado para recibirlo. 

Los Espíritus, hastiados de la duda y la incertidumbre, y horrorizados por el vacío que se abre ante ellos, lo reciben como un áncora de salvación, y supremo consuelo. 

26. Por cierto, el número de los retardadores es grande aún; pero ¿qué pueden hacer contra la marea que asciende, aparte de arrojarle piedras? Esa marea es la generación que surge, mientras ellos desaparecen junto con la generación que se marcha a grandes pasos cada día. Hasta entonces, sin embargo, defenderán el terreno palmo a palmo. Hay, pues, una lucha inevitable pero desigual, porque se trata de la lucha entre el pasado decrépito, que caduca cubierto de harapos, y el futuro joven. Es la lucha del estancamiento contra el progreso; de la criatura humana contra la voluntad de Dios, pues los tiempos que Él ha señalado ya llegaron. 

LEÓN DENIS. 

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RADIESTESIA Y ESPIRITISMO
Christopher chevalier

Desde el principio de los tiempos, el hombre ha practicado la radiestesia en diferentes campos tales como la búsqueda de minerales, de agua o la identificación de órganos enfermos. Si la radiestesia es practicada todavía hoy, es porque en su ejercicio ha permitido obtener numerosos resultados. Forzoso es comprobar que en este campo, como en otros, hay confusión cuando el radiestesista utiliza su péndulo para responder preguntas fútiles o para comunicarse con los muertos; se confunde entonces radiestesia y mediúmnidad. La radiestesia es una facultad física y psíquica que no hace intervenir a los espíritus desencarnados.
Debe ser objeto de un estudio serio y profundo. En el seno de nuestra asociación, los múltiples beneficios de la radiestesia fueron revelados rápidamente por los Espíritus. En este artículo vamos a ver cuáles son los elementos que entran en juego en este fenómeno y lo que una sana práctica experta permite lograr.
Relataremos también un caso concreto de trabajo radiestésico con Luc, que responderá algunas preguntas sobre su trabajo y su desarrollo en el seno del Círculo.
Ante todo veamos en el diccionario la definición de la palabra “radiestesia”: “Sensibilidad hipotética de los seres vivos a ciertas radiaciones, conocidas o desconocidas.
Procedimiento adivinatorio que permite ejercer esta sensibilidad por medio de una varilla (rabdomancia) o de un péndulo sostenido en la mano”. Y luego la definición y la explicación dada por los Espíritus: “La radiestesia es la clarividencia atómica con soporte material; pendular por medio de un material puro o de una aleación, equivale a ‘acordarse’ de la materia. Ahora bien, como actualmente ustedes son parte integrante de la materia, pendular equivale a hacer telepatía inconscientemente con la estructura atómica. Esta telepatía del espíritu con la materia, por medio del péndulo, permitirá al radiestesista ubicar a la vez la materia viva y la materia inerte. Es así como el péndulo podría determinar la localización de una enfermedad orgánica en su manifestación periespiritual pero también la localización de un material determinado, en su manifestación radiante inherente a la materia de su estructura Intentemos ahora una rápida síntesis de las dos definiciones.
Cuando el diccionario dice “sensibilidad hipotética a ciertas radiaciones”, el espíritu habla de telepatía con la materia viva e inerte en su estructura atómica. En efecto, la materia que nos rodea, cualquiera que sea, está compuesta de átomos que se aglomeran entre ellos para formar moléculas y así elaborar materiales y organismos de estructuras diferentes. Entonces esa misma materia compuesta por sus átomos posee formas geométricas distintas unas de otras, y esas mismas formas engendran vibraciones que les son propias. Este fenómeno es idéntico tanto para la materia inerte (la roca, por ejemplo) como para la materia animada, tal como el periespiritu, si la búsqueda se refiere a una enfermedad orgánica y su localización periespiritual. Lo que capta el radiestesista, de manera inconsciente pero sin embargo verdadera, son las vibraciones a pesar de que no conozca, o conozca poco, la composición y la estructura de la materia, objeto de su búsqueda.
¿Tiene el radiestesista una facultad “adivinatoria”?
El radiestesista no es médium y por extensión su facultad no es “adivinatoria”. No entra en comunicación con el más allá y ese mismo más allá no interfiere en los trabajos radiestésicos. Su sensibilidad particular es, de hecho, una disposición de un individuo para establecer una comunión con la naturaleza circundante, con sus múltiples formas de múltiples vibraciones.
El cuerpo físico del radiestesista es él mismo un “péndulo” que necesariamente debe hacer contacto con el suelo y con el espacio. Se convierte en una antena viviente que capta todas las vibraciones que emanan de la materia cercana. Esta facultad no es pues en absoluto un procedimiento adivinatorio, pues no “es ocultada a los sentidos y no predice el porvenir”. Muy por el contrario, la radiestesia recurre a la naturaleza física y a la capacidad telepática del radiestesista con la materia. Entonces, ¡nada que ver con el más allá! La causa de las creencias supersticiosas y las malas prácticas de la radiestesia es el desconocimiento de las leyes que rigen la materia. Es allí donde el espiritismo aporta respuestas a nuestras preguntas, pues lo que está “escondido” se explica por nuestras naturalezas espirituales y vibratorias, pero también por el hecho de que las circunstancias materiales que nos rodean también provienen del mismo principio inteligente, a saber, Dios. “Si la relación con la naturaleza está desprovista de toda espiritualidad, el trabajo del radiestesista es nulo y sin valor”, escribiría un Espíritu durante una sesión de escritura. La radiestesia es pues, ante todo, una facultad humana que puede ayudar al hombre a comprender mejor su entorno y su naturaleza espiritual.
¿Por qué la necesidad de un péndulo?
El péndulo puede ser fabricado con cualquier objeto: un cordel atado a una sortija, por ejemplo. Pero, materiales como el oro, el granito, el cobre y el cristal de roca son preferibles pues facilitan la acción de búsqueda. Estos son materiales “conductores” que permiten el intercambio de energía entre dos sistemas.
El péndulo es un instrumento, un soporte, que forma parte integrante del cuerpo del radiestesista, convirtiéndose en su prolongación. Su papel es traducir en movimientos, el contacto con la vibración emitida por el objeto de la búsqueda. Por ejemplo, el radiestesista puede entrenarse para buscar dentro de un mazo de cartas mezcladas, las cartas cuyas figuras son rojas. Sabe que debe encontrar las cartas rojas y establece inconscientemente un contacto telepático con las vibraciones emitidas por ese color. Es el péndulo el que, por sus movimientos, indicará la vibración que corresponde al objeto de su búsqueda.
¿Cómo son posibles esos movimientos? Para comprender, es necesario agregar una condición esencial, la necesidad para el radiestesista de crear una “convención” de funcionamiento entre él y su péndulo, es decir un sistema simple de respuesta, de comunicación, por “sí” o por “no” a las preguntas que le hace. Tal movimiento quiere decir “sí”, tal otro quiere decir “no”. Para ser eficaz, esta convención debe ser totalmente personal del radiestesista y seguir siendo la misma durante todo el tiempo de su práctica. Sin ella, el radiestesista no produciría nada sino un fenómeno anárquico e inexplicable. Vamos a ver concretamente el funcionamiento de esta convención en un caso dado por Luc.
Encuentro con Luc, radiestesista
¿Cómo desarrollaste esta facultad?
“Fue en abril de 2000 cuando mi guía, en un mensaje recibido en escritura, me propuso un trabajo conjunto de dos misiones, una de ellas de radiestesia. Quedé sorprendido pues nunca había sentido atracción particular por ella. El espíritu además completó sus palabras indicando que «esas funciones respondían al mayor bienestar del espíritu encarnado que, en sus frontera carnales y estrechas, ha olvidado su origen divino». Sin saber cómo tomarlo, mi primer reflejo fue documentarme, y en particular leer cierto número de libros que me prestó un espírita, él mismo radiestesista confirmado.
Cuanto más leía más me inquietaba ante la complejidad del asunto. Al cabo de cierto tiempo, me decidí por fin a pasar a la acción. Definí primero una convención mental para interpretar las respuestas indicadas por mi péndulo. Por ejemplo, decidí que la respuesta «sí» se expresaría en un giro en el sentido de las agujas de un reloj y el «no» en sentido inverso. Me inspiré luego en un pequeño libro de ejercicios prácticos y releí todos los mensajes recibidos en nuestro Círculo sobre el asunto. Podía tratarse de buscar un vaso lleno de agua disimulado entre otros que estaban vacíos, o bien buscar el comodín en una baraja o hasta la de un color, etc.”
¿Cuánto tiempo hizo falta para que te convirtieras en “operativo”?
“Muy pronto me di cuenta de que, independientemente de los ejercicios realizados, el psiquismo del radiestesista es muy importante. No hay que hacer por hacer. En efecto, antes de cada ejercicio, no hay que estar inquieto por cualquier preocupación o contrariedad. Rápidamente me di cuenta pues, para la época, como dirigente de un club deportivo, tenía que hacer frente a múltiples trámites o a proyectos que me atormentaban, lo cual me obligó a poner fin a mi mandato en 2005. Y fue a partir de aquel año, que pude comenzar a desarrollar esta facultad con regularidad y serenidad. En enero de 2010, el espíritu me indicó que mi radiestesia se volvía operativa. Me habían hecho falta, pues, varios años de entrenamiento y provocar las buenas circunstancias para llegar a ello”.
¿Cómo diriges tu radiestesia, es decir, trabajas en casos médicos y de búsqueda de personas desaparecidas?
“Los ejercicios simples eran enseñanza y verificados con justeza, yo fui atraído enseguida por la búsqueda de personas desaparecidas leyendo y seleccionando las fotos que la prensa local publicaba y sobre las cuales me ejercitaba. Los casos podían referirse a adolescentes o a adultos. En la mayoría de las situaciones, el periódico indicaba después el lugar donde la persona había sido encontrada y en qué condiciones. Al cabo de cierto tiempo, me di cuenta de que obtenía buenos resultados.
He trabajado ocasionalmente en casas cuyos habitantes estaban contrariados por la presencia de agua, de un nudo de Hartman u otros. De igual forma he efectuado, y muy puntualmente, una búsqueda en el campo médico para conocer el origen de un desorden físico. Eso resultó exacto”.
¿Cómo procedes tú? ¿Puedes relatarnos una de tus experiencias?
“Los casos más difíciles para mí son los hechos criminales. Debo neutralizar mi psiquismo pues siempre espero que los individuos todavía estén vivos y no fallecidos por agresión violenta. No debo ser informado de ningún elemento ofrecido por la prensa, ya que podría influenciar inconscientemente la búsqueda. Por regla general, trabajo en primer lugar sobre Europa para volver eventualmente a Francia y a la región de origen, para determinar luego con la mayor precisión posible la ciudad, el barrio y el sector donde se puede hallar el cuerpo.
Un ejemplo de búsqueda me conmovió mucho pues era la primera vez que se me presentaba un caso de homicidio.
Se trataba de una joven de treinta y dos años, desaparecida el 3 de julio de 2009. Fue su patrón quien alertó a los socorristas para que fueran a su domicilio en un municipio cerca de Nancy. Encontraron a su perro, mientras que su auto se había quedado en el garaje. Avisaron a la policía que lanzó un aviso de búsqueda difundido, por supuesto, en la prensa regional. El 16 de julio hice este ejercicio:
− ¿Está viva?: No
− ¿Fallecida por accidente?: No
− ¿Se trata de una muerte natural?: No
− ¿Fue secuestrada?: Sí
− ¿Se trata de un homicidio?: Sí
− ¿Su cuerpo está en Lorraine?: Sí
− ¿En la propia Nancy?: No
− ¿Cerca de la ciudad de Nancy?: Sí
Hice entonces una búsqueda sobre los municipios en la periferia de Nancy, entre ellos Essey-lès-Nancy donde ella estaba domiciliada. Las respuestas fueron negativas, con excepción de uno de ellos. Detuve allí mi trabajo, pues pensé en una pareja de amigos que vivía allí y yo podía ser influenciado inconscientemente. No obstante, el cuerpo fue encontrado algunos días después, en un campo cerca del municipio que yo había detectado”.
¿Analizas las respuestas del péndulo, y de ser así, cómo haces?
“Antes de llegar a la solución propuesta, es preciso analizar las respuestas obtenidas para asegurarse de su coherencia. Es también el manejo de la duda, pues una respuesta falsa puede arrastrar pronto a un radiestesista por otro camino. También me ocurre a veces que busco una coherencia por medio de preguntas complementarias que se cruzan con ciertas respuestas”.
¿Qué te ha aportado el espiritismo en el desarrollo de tu radiestesia?
“La realización de esta misión me proporciona muchas alegrías y emociones y participa en mi equilibrio. Sin el espiritismo, me hubiera perdido totalmente esta facultad. Además, esta misión, como todas las demás en nuestro Círculo, se ejerce siempre en provecho del prójimo.
No se ejerce por asuntos fútiles o esotéricos”.
LE JOURNAL SPIRITE N° 95 janvier 2014

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viernes, 29 de septiembre de 2017

Tiempo y Espacio



Hoy veremos :

-  ¿Se puede creer en un dios que sabía cuando nos creó, que nos iba a condenar eternamente?
-  La crisis moral
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¿ Se  puede creer  en un dios que nos creó sabiendo que  nos iba a condenar eternamente?.

           No cabe duda que la idea del Infierno y los demonios es la que más cantidad de ateos ha generado en todas las épocas  porque resulta  totalmente irracional y descabellada, además de que contradice la existencia de  la Bondad y de la Sabiduría  Suprema : La natural idea de la existencia de un Dios  infinitamente perfecto,  justo y bueno. Y este sentido de la Perfección Suprema, no  puede ofrecer sombras en cuanto a lógica y coherencia, pues de ese modo admitiríamos sombras de duda que harían frágil nuestra creencia en la perfección de un Ser Supremo.
       Si Dios hubiera podido ser así de cruel, sería un poder contradictorio porque sería admitir que es bueno y malo al mismo tiempo, por  lo tanto imperfecto, y el ser humano, por las bondades y perfe cciones sabias que aprecia en la Naturaleza y en el Cosmos, que le hablan de Perfección, Inteligencia, Armonía y, sobre todo Amor, no puede aceptar en su fuero interno los dogmas religiosos que enturbian tanto la idea de  un Dios Perfecto,  a no ser que su mentalidad esté cegada por la educación recibida en el seno de esas religiones humanas tan deformantes muchas veces de la idea del Ser Origen de todo que llamamos Dios..
    Si la perfección, sabiduría y Amor infinitos se presentaran en su grado supremo en una inteligencia o dios así de malo, cruel e insensible,  estaríamos ante la idea de un Ser peor que el   peor de los humanos, porque    ¿ Qué padre humano  sería tan cruel  para con sus hijos?; ¿ Acaso  Dios  podría ser peor que sus criaturas humanas?; ese dios tan cruel e imperfecto que nos han presentado las religiones , es un dios menor, pequeño y tarado, pero a todas luces comprendemos y sentimos que Él no puede ser así, pues  a Dios solo se  le puede entender como algo Supremo y absolutamente Perfecto.
       Al aceptar esta idea de Dios, sería normal  creer  que el acto de la creación Divina del Ser humano, no fue un acto de bondad, sino de   refinada  crueldad y esto es  absolutamente  absurdo, injusto e impensable.
          Si sabemos que Dios solo puede ser Bondad y Perfección infinitas, es imposible que a su vez sea tan sumamente  imperfecto, cruel e injusto.  Así parece porque  cuando nos creó Él sabía que nos iba a tener que castigar eternamente, sin más posibilidad de perdón, por lo que  no nos debió haber creado y desde luego si así fue, no  actuó como un Ser  infinitamente bueno  sino que actuó de modo  infinitamente implacable y cruel, pero si no lo sabía cuando nos creó,  entonces significa que  no era  infinitamente sabio y previsor, y su creación “se le fue de las manos”.  El Verdadero Dios,  Ser infinitamente Perfecto no pudo ser tan torpe.
    También  parece absurdo creer que un momento de arrepentimiento al final de  la vida es suficiente para obtener el perdón eterno, mientras que si ese arrepentimiento del Ser fuera un momento  después de haber dejado este mundo, ya sería un arrepentimiento  considerado tarde y sin efecto; es como si  después de dejar en la Tierra nuestro cuerpo, Dios  dejase de amarnos y  se volviese insensible, duro e injusto.
¡ Desde luego, ese  dios  menor tan imperfecto y absurdo, no es mi Dios, ni el de tanta gente que no ha podido creer en esa deidad tan pequeña, tarada  e inexistente que presentan  las religiones humanas ¡.

- Jose Luis Martín-



 Un predicador no dejaba de repetir: “! Tenemos que poner a Dios en nuestras  vidas  ¡”   El Maestro le dijo: “Ya está en ellas. Lo que tenemos que hacer es reconocerlo”
       -Anthony de Mello (Quién puede hacer que amanezca?


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LA CRISIS MORAL

Resulta que dos sistemas contradictorios y enemigos se reparten el mundo del pensamiento. Nuestra época es, desde este punto de vista, una época de turbación y de transición. La fe religiosa se entibia, y las grandes líneas de la filosofía del porvenir no se aparecen aún más que a una minoría de los indagadores.

Ciertamente, la época en que vivimos es grande por la suma de los progresos realizados. La civilización moderna, poderosamente provista de medios, ha transformado la faz de la tierra, ha aproximado a los pueblos, suprimiendo las distancias. La instrucción ha sido difundida; las instituciones se han mejorado. El derecho ha reemplazado al privilegio, y la libertad triunfa del espíritu de rutina y del principio de autoridad. Una gran batalla se libra entre el pasado, que no quiere morir, y el porvenir, que se esfuerza por nacer a la vida. En favor de esta lucha, el mundo se agita y marcha; un impulso irresistible le guía, y, recorrido el camino, los resultados adquiridos nos hacen presagiar conquistas más maravillosas aún.


Sin embargo, si los progresos de orden material y de orden intelectual son notables, el avance moral es nulo. En este punto, el mundo parece más bien retroceder; las sociedades humanas, febrilmente absorbidas por las cuestiones políticas, por las empresas industriales y financieras, sacrifican al bienestar sus intereses morales.

Si la obra de la civilización se nos aparece bajo magníficos aspectos, como todas las cosas humanas, también presenta sombras. Sin duda, ha mejorado, en una cierta medida, las condiciones de la existencia, pero ha multiplicado las necesidades en fuerza de satisfacerlas; aguzando los apetitos y los deseos, ha favorecido al sensualismo y ha aumentado la depravación. El amor al placer, al lujo y a las riquezas se ha hecho cada vez más ardiente. Se quiere adquirir o se quiere poseer a toda costa.


De ahí esas especulaciones vergonzosas que se entablan en plena luz. De ahí ese decaimiento de los caracteres y de las conciencias, ese culto ferviente que se rinde a la fortuna, verdadero ídolo cuyos altares han reemplazado a los de las divinidades caídas.


La ciencia y la industria han centuplicado las riquezas de la humanidad; pero esas riquezas no han aprovechado directamente más que a una débil parte de sus miembros. La suerte de los insignificantes ha continuado siendo precaria, y la fraternidad tiene más bien su puesto en los discursos que en los corazones. En medio de las ciudades opulentas se puede aún morir de hambre. Las Fábricas, las aglomeraciones de obreros, centros de corrupción física y moral, han venido a ser como los infiernos del trabajo.


La embriaguez, la prostitución, el libertinaje difunden por todas partes sus venenos, empobrecen a las generaciones y agotan la fuente de la vida, en tanto que las hojas públicas siembran a porfía la injuria y la mentira y una literatura malsana excita los cerebros y debilita las almas.


Todos los días hace nuevos estragos la desesperanza; el número de suicidios que, en 1820, era de 1.500 en Francia, es ahora de más de 8.000. Ocho mil seres todos los años, faltos de energía y de sentido moral, desertan de las luchas fecundas de la vida y se refugian en lo que creen ser la nada. El número de crímenes y delitos se ha triplicado desde hace cincuenta años. Entre los condenados, la proporción de adolescentes es considerable. ¿Deben verse en este estado de cosas los efectos del contagio del ambiente, de los malos ejemplos recibidos desde la infancia, la falta de firmeza de los padres y la ausencia de educación en la familia? Hay todo eso y mucho más.


Nuestros males provienen de que, a pesar del progreso de la ciencia y del desarrollo de la instrucción, el hombre se ignora aún a sí mismo. Sabe poco de las leyes del universo; no sabe nada de las fuerzas que están en él. El "conócete a ti mismo" del filósofo griego ha continuado siendo para la mayoría inmensa de los humanos una llamada estéril. Como no lo sabía hace veinte siglos, menos quizá, el hombre de hoy no sabe lo que es, de dónde viene, adónde va, cuál es el objeto real de la existencia. Ninguna enseñanza ha venido a proporcionarle la noción exacta de su papel en este mundo ni de sus destinos.


El espíritu humano flota, indeciso, entre las solicitaciones de dos potencias.
De un lado, las religiones, con su cortejo de errores y de supersticiones, su espíritu de dominación y de intolerancia, pero también con los consuelos de los cuales son el origen y los débiles resplandores que han conservado de las verdades primordiales.


Del otro lado, la ciencia, materialista en sus principios como en sus fines, con sus frías negaciones y su inclinación desmedida al individualismo, pero también con el prestigio de sus descubrimientos y de sus beneficios.


Y estas dos cosas, la religión sin pruebas y la ciencia sin ideal, se desafían, se acercan, se combaten sin poder vencerse, pues cada una de ellas responde a una necesidad imperiosa del hombre, la una hablando a su corazón, y la otra dirigiéndose a su espíritu y a su razón. Alrededor de ambas se acumulan las ruinas de numerosas esperanzas y de aspiraciones destruidas; los sentimientos generosos se debilitan, la división y el odio reemplazan a la benevolencia y a la concordia.


En medio de esta confusión de ideas, la conciencia ha perdido su camino.

Marcha, ansiosa, al azar, y, en la incertidumbre que pesa sobre ella, se velan el bien y lo justo. La situación moral de todos los desgraciados que se doblegan al peso de la vida se ha hecho intolerable entre dos doctrinas que no ofrecen como perspectiva a sus dolores, como término a sus males, más que la nada, una de ellas, y, la otra, un paraíso casi inaccesible o una eternidad de suplicios.


Las consecuencias de este conflicto se dejan sentir en todas partes, en la familia, en la enseñanza y en la sociedad. La educación viril ha desaparecido. Ni la ciencia ni la religión saben ya hacer las almas fuertes y bien armadas para los combates de la vida. La filosofía misma, al dirigirse solamente a algunas inteligencias abstractas, abdica sus derechos sobre la vida social y pierde toda influencia.


¿Cómo saldrá la humanidad de este estado de crisis? Sólo existe para eso un medio: hallar un terreno de conciliación donde las dos fuerzas enemigas, el sentimiento y la razón, puedan unirse para el bien y la salvación de todos. Porque todo ser humano lleva en sí esas dos fuerzas bajo el imperio de las cuales piensa y obra alternativamente. Su acuerdo proporciona a las facultades el equilibrio y la armonía, centuplica sus medios de acción y da a su vida la rectitud y la unidad de tendencias y de opiniones, en tanto que sus contradicciones y sus luchas producen en él el desorden. Y lo que se produce en cada uno de nosotros se manifiesta en la sociedad entera y causa la perturbación moral de la cual sufre aquélla.


Para poner fin a esto, es preciso que se haga la luz a los ojos de todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, hombres, mujeres y niños; es preciso que una nueva enseñanza popular venga a iluminar las almas acerca de su origen, de sus deberes y de su destino.


Porque todo estriba en eso. Sólo las soluciones formuladas por tal enseñanza pueden servir de base a una educación viril y tornar a la humanidad verdaderamente fuerte y libre. Su importancia es capital, tanto para el individuo, al que dirigirán en su tarea cotidiana, como para la sociedad, cuyas instituciones y relaciones regularizarán.


La idea que el hombre se forma del universo, de sus leyes, del papel que él desempeña en este vasto teatro resalta en toda su vida e influye en sus determinaciones. Según esta idea, se traza un plan de conducta, se fija un fin y marcha hacia él. Así, pues, en vano trataríamos de eludir estos problemas. Se presentan ellos mismos en nuestro espíritu; nos dominan, nos envuelven en sus profundidades; forman el eje de toda la civilización.


Cada vez que una concepción nueva del mundo y de la vida penetra en el espíritu humano y se infiltra poco a poco en todos los ambientes, el orden social, las instituciones y las costumbres se resienten inmediatamente.
Las concepciones católicas crearon la civilización de la Edad Media y formaron la sociedad feudal, monárquica y autoritaria. Entonces, en la tierra como en el cielo, estaba el reino de la gracia y del buen placer. Estas concepciones han vivido; no encuentran ya lugar en el mundo moderno. Pero al abandonar éste las antiguas creencias, el presente no ha sabido reemplazarlas. El positivismo materialista y ateo no ve ya en la vida más que una combinación pasajera de materia y de fuerza, y en las leyes del universo no ve más que un mecanismo brutal. Ninguna noción de justicia, de solidaridad, de responsabilidad. De aquí un relajamiento general de los vínculos sociales, un escepticismo pesimista, un desprecio de toda ley y de toda autoridad, que podrían conducimos a los abismos.
Estas doctrinas materialistas han producido en unos el desaliento; en otros, un recrudecimiento de la codicia. En todas partes han promovido el culto al oro y a la carne. Bajo su influencia, se ha educado una generación, generación desprovista de ideal, sin fe en el porvenir, dudando de todo y de sí misma.
Las religiones dogmáticas nos conducían a lo arbitrario y al despotismo; el materialismo conduce lógicamente, inevitablemente, a la anarquía y al nihilismo. Por eso es por lo que debemos considerarlo como un peligro, como una causa de decadencia y de abatimiento.


Tal vez se encuentren excesivas estas apreciaciones y se nos tache de exageración.

Bastaría, en este caso, que hiciésemos referencia a las obras de los materialistas eminentes y citásemos sus propias conclusiones.


He aquí, por ejemplo, lo que escribía, como tantos otros, el señor Julio Soury (1):
"Si hay algo vano e inútil en el mundo, es el nacimiento, la existencia y la muerte de los innumerables parásitos, faunas y floras, que vegetan como una carroña y se agitan en la superficie de este ínfimo planeta. Indiferente en sí, necesaria en todo caso, puesto que existe, esta existencia, que tiene por condición la lucha encarnizada de todos contra todos, la violencia o la astucia, el amor, más amargo que la muerte, parecerá, al menos a todos los seres verdaderamente conscientes, un sueño siniestro, una alucinación dolorosa, a cuyo precio la nada sería un bien.

Pero si somos los hijos de la naturaleza, si ella nos ha creado y nos ha dado el ser, somos nosotros, a nuestra vez, quienes la hemos dotado de todas las cualidades ideales que la ornamentan a nuestros ojos, quienes hemos tejido el velo luminoso bajo el cual se nos aparece. La eterna ilusión que encanta o que atormenta el corazón del hombre es, por tanto, su obra.


En este Universo, donde todo es tinieblas y silencio, sólo él vela y sufre sobre este planeta, pues sólo él, tal vez con sus hermanos inferiores, medita y piensa. Apenas si comienza a comprender la vanidad de todo en lo cual ha creído, de todo lo que ha amado; la nada de la belleza, la mentira de la bondad, la ironía de toda ciencia humana. Después de haberse adorado ingenuamente en sus dioses y en sus héroes, cuando ya no tiene fe ni esperanza, he aquí que siente que la naturaleza misma se desvanece, que no era, como todo lo demás, sino apariencia y superchería".


Otro escritor materialista, poeta de gran talento, Mme. Ackermann, no vacilaba en emplear este lenguaje:


"Yo no diría a la Humanidad: "¡Progresa!" Le diría: "¡Muere!; pues ningún progreso te arrancará nunca a los misterios de la condición terrenal".
Estas opiniones no son solamente patrimonio de algunos escritores. Gracias a una literatura que deshonra el hermoso nombre de naturalismo, por medio de novelas y de folletines sin número han penetrado hasta en los ambientes más oscuros.


Con esta opinión de que la nada es preferible a la vida, ¿podemos asombrarnos de que el hombre acoja la existencia y el trabajo con disgusto? ¿Podemos negarnos a comprender por qué el desaliento y la desmoralizació n se infiltran en los espíritus? No; no es con semejantes doctrinas con las que se inspira a los pueblos la grandeza de alma, la firmeza en los malos días, el valor en la adversidad.
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(1) Filosofía natural, pág. 210. - N. del A.

Una sociedad sin esperanza, sin fe en el porvenir es como un hombre perdido en el desierto, como una hoja muerta que rueda a merced del viento. Es bueno combatir la ignorancia y la superstición, pero es preciso reemplazarlas por las creencias racionales. Para caminar con paso firme en la vida, para preservarse de los desfallecimientos y de las caídas, se necesita una convicción robusta, una fe que nos eleve por encima del mundo material; se necesita ver la finalidad y tender directamente hacia ella. El arma más segura en el combate terrenal es una conciencia recta e iluminada.


Mas si la idea de la nada nos domina, si creemos que la vida no tiene un mañana y que en la muerte termina todo, entonces, para ser lógicos, el cuidado de la existencia material y el interés personal habrán de oponerse a todo otro sentimiento. ¡Poco nos importará un porvenir que no habremos de conocer! ¿A título de qué se nos hablará de progreso, de reformas, de sacrificios? Si no hay para nosotros más que una existencia efímera, no debemos hacer más que aprovecharnos de la hora presente, dedicarnos a los placeres y abandonar los deberes y los sufrimientos. .. . Tales son los razonamientos a que conducen forzosamente las teorías materialistas, razonamientos que oímos formular y que vemos aplicar todos los días a nuestro alrededor.


¿Cuántos estragos no han de producir semejantes doctrinas en medio de una rica civilización, muy desarrollada en el sentido del lujo y de los goces físicos?
Sin embargo, no todo ideal está muerto. El alma humana tiene a veces el sentimiento de su miseria, de la insuficiencia de la vida presente y de la necesidad del mas allá. En el pensamiento del pueblo, una especie de intuición subsiste; engañado durante siglos, se ha tornado incrédulo con respecto a todo dogma, pero no es escéptico. Vagamente, confusamente, cree, aspira a la justicia. Y el culto del recuerdo, esas manifestaciones conmovedoras del 2 de noviembre que llevan a las multitudes hacia las tumbas de los seres amados, denotan un instinto confuso de la inmortalidad.


No; el pueblo no es ateo, puesto que cree en la justicia inmanente, como cree en la libertad, pues ambas existen en leyes terrenas y divinas. Este sentimiento, el más grande, el más hermoso que se puede encontrar en el fondo del alma, este sentimiento nos salvará. Para ello, bastará con hacer comprender a todos que esta noción grabada en nosotros es la ley misma del universo, la que rige a todos los seres y a todos los mundos, y que, por ella, el bien ha de triunfar finalmente del mal y la vida ha de salir de la muerte.


Al mismo tiempo que aspira a la justicia, el pueblo busca su realización. La busca, lo mismo en el terreno político que en el terreno económico y en el principio de asociación. El poder popular ha comenzado a extender sobre el mundo una vasta red de asociaciones obreras, un agrupamiento socialista que abarca todas las naciones, y que, bajo una bandera única, deja oír en todas partes las mismas llamadas, las mismas reivindicaciones. En ello hay -que no se olvide- al mismo tiempo que un espectáculo lleno de enseñanzas para el pensador, una gran obra plena de consecuencias para el porvenir.


Inspirada por las teorías materialistas y ateas, se convertiría en un instrumento de destrucción, pues su acción se resolvería en violencias, en revoluciones dolorosas. Contenida en los límites de la prudencia y de la moderación, puede hacer mucho por la felicidad de la humanidad. Que un rayo de arriba, que un ideal elevado vengan a iluminar a esas multitudes trabajadoras, a esas masas ávidas de progreso, y se verá a todas las viejas formas disolverse y fundirse en un mundo nuevo basado en el derecho de todos, en la justicia y en la solidaridad.


La hora presente es una hora de crisis y de renovación. El mundo está en fermentación; la corrupción aumenta, la sombra se extiende, el peligro es grande; pero tras la sombra entrevemos la luz; tras el peligro vemos la salvación. Una sociedad no puede perecer. Si lleva en sí elementos de descomposición, lleva también gérmenes de transformación y de reedificación. La descomposición anuncia la muerte, pero procede también al renacimiento; puede ser el preludio de otra vida.


¿De dónde vendrán la luz, la salvación, la reedificación? No es de la Iglesia: es impotente para regenerar el espíritu humano.


No es de la ciencia: no se ocupa de los caracteres ni de las conciencias, sino sólo de lo que hiere los sentidos; todo lo que forma la vida moral, todo lo que forma los grandes corazones y las sociedades fuertes: la abnegación, la virtud, la pasión del bien, todo esto no cae bajo el dominio de los sentidos.


Para elevar el nivel moral; para detener esas dos corrientes de la superstición y del escepticismo que conducen igualmente a la esterilidad, lo que necesita el hombre es una concepción nueva del mundo y de la vida que, apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia, en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia y regularice nuestra marcha hacia adelante. Lo que necesita es una enseñanza de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento, una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.


Ahora bien; esta concepción y esta enseñanza existen ya y se vulgarizan todos los días. En medio de las disputas y de las divagaciones de las escuelas, una voz se ha dejado oír; la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; ante sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos dan llega a reconciliar todos los sistemas enemigos, y de las cenizas del pasado llegan a hacer brotar una llama nueva. En la filosofía de los Espíritus encontramos la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina la hace revivir; reúne los restos esparcidos y los adhiere unos a otros con un poderoso cemento para reconstituir un monumento capaz de amparar a todos los pueblos y a todas las civilizaciones. Para asegurar su duración, la asienta sobre la roca de la experiencia directa, del hecho renovado sin cesar. Gracias a ella, la certidumbre de la vida inmortal se precisa a los ojos de todos, con las existencias innumerables y los incesantes progresos que nos reserva en la sucesión de las edades.


Semejante doctrina puede transformar a pueblos y a sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche, haciendo que se funda a su calor todo lo que hay de hielo de egoísmo en las almas, revelando a todos los hombres las leyes que les unen con los vínculos de una estrecha solidaridad. Hará la civilización con la paz y la armonía. Por ella, aprendemos a obrar con una misma inteligencia y con un mismo corazón. La humanidad, consciente de su fuerza, avanzará con un paso más firme hacia sus magníficos destinos.
- León Denis -

Tomado del libro "Después de la Muerte"


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                                                 TIEMPO Y ESPACIO


                 El tiempo, al igual que el espacio, es una palabra que se define a sí misma. Nos haremos una idea más justa si la relacionamos con el todo infinito... 

El tiempo es una sucesión de cosas, está ligado a la eternidad, de la misma forma que las 

cosas están unidas al infinito. Sólo por un momento imaginémonos en los días iniciales de nuestro mundo, en esa época primitiva en que la Tierra no se balanceaba aún bajo el impulso divino, en una palabra, en el comienzo de su génesis. El tiempo aún no ha emergido del misterioso regazo de la Naturaleza, no podemos saber en qué época de los siglos nos encontramos, ya que la balanza del tiempo no comenzó todavía a moverse. 
Pero, ¡silencio! En la Tierra solitaria suena la primera hora, el planeta se mueve en el 
espacio y se suceden la noche y el día. Más allá de la Tierra, la eternidad permanece inmóvil e impasible, aun que el tiempo corre también para los otros mundos. Sobre la Tierra, el tiempo reemplaza a la eternidad y durante una cantidad determinada de generaciones se contarán los años y los siglos... 

Ahora, transportémonos al último día de este mundo, a la hora en que doblegado por el peso de su propia vejez, desaparezca su nombre del libro de la vida para no reaparecer nunca más: aquí, la sucesión de hechos se detiene. Los movimientos terrestres que medían el tiempo se interrumpen y el tiempo termina junto con ellos. 

Esta sencilla exposición de los hechos naturales que originan el tiempo, lo alimentan y 
terminan por apagarlo, basta para mostrarnos dónde debemos ubicarnos para realizar nuestros trabajos. El tiempo es un gota de agua que desde una nube se precipita al mar y cuya caída es mensurable. Hay una relación directa entre la cantidad infinita de planetas y los tiempos diversos e incompatibles que existen. Fuera de los mundos, sólo la eternidad reemplaza a estas sucesiones efímeras y llena con la quietud de su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin fin: ésas son las dos grandes propiedades de la Naturaleza universal. 

EL GENESIS 
ALLAN KARDEC. 

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