sábado, 26 de octubre de 2013

REENCARNACIONES INICIALES


El mundo animal y el vegetal están formados de los mismos elementos constitutivos en el sentido material.

El elemento espiritual y el elemento material son dos principios constitutivos del Universo. El elemento espiritual es individualizado, es el de los Espíritus. El elemento material individualizado  constituye los diversos cuerpos de la naturaleza, orgánicos e inorgánicos.

Todos los fenómenos de la naturaleza pueden ser explicados por las leyes naturales. Las leyes físicas, químicas y biológicas que nos dan el mecanismo de la vida, del microscopio celular o sobre la magnitud del microcosmos.

Estas leyes, que son automáticas, son regidas por la ley Universal. Esta ley omnipresente, la llamamos Dios. Siendo perfecta, a de ser inmutable, pues solo lo imperfecto sufre cambios buscando el perfeccionamiento progresivo. Por eso al ser inmutable la Ley Universal, se concibe su acción constante y uniforme.

Por la regularidad y constancia de la ley Universal, concluimos que no hubo un momento de la creación. Dios irradia constantemente y se proyecta centellas divinas o principios espirituales que proviniendo de un ser perfecto solo podrán tener un destino: la evolución, infinita rumbo a la perfección.

Dios crea siempre. Un ser perfecto, omnipresente e inmutable, Ley universal omnisciente no tienen un grafico de creación o un momento para crear, más si una acción creativa constante y eterna.
La encarnación primera  por tanto  fue para nosotros, hoy seres humanos, hace incontables millones de años, cuando las centellas divinas se sumergían en la dimensión física uniéndose a las expresiones de la organización material.
El espíritu durmió en los átomos y pasó el gran sueño por el reino mineral, soñó en las organizaciones vegetales, se agito por las especies animízales para despertar en la especie humana, rumbo a la conciencia superior en seres futuros.

Todo sirve, todo se encadena  en la naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó por ser   átomo.
La distancia entre minerales, vegetales y animales es simplemente consecuencia del mayor o menos camino recorrido en el camino evolutivo del ser.

El origen de la vida, si recordamos las condiciones existentes antes de su aparición, vemos que la edad calculada según varios métodos, es de cuatro billones y medio de años. El examen de los fósiles  y otros materiales muestran que la vida a existido hace dos billones de años atrás, lo que significa que hubo una espera o un trabajo de dos billones de años par que el nacimiento estuviese adecuado para recibir los primeros seres vivos en la concepción de la vida biológica.

La Tierra en sus fases  primitivas se presenta a temperaturas incandescentes y llegó hasta los 2ooo grados centígrados de temperatura, al lado de descargas eléctricas. En determinada época comenzó  el enfriamiento, que continuo por millones de años. Durante ese proceso, los materiales más pesados, pasaron a ocupar la región más central de la tierra, su núcleo, los más leves permanecen  por encima, formando la parte externa.

La tierra fue sufriendo modificaciones acentuadas en su aspecto, por los movimientos de rotación y traslación, además del enfriamiento. Las fuerzas de la atracción del Sol estabilizaron la órbita del planeta. El movimiento de rotación determinó el achatamiento de los polos. El nacimiento de la luna, hija de la Tierra, pasó a ser un ancla magnética, actuando en el equilibrio del movimiento de traslación terrestre.

El satélite de la Tierra influenciaría por intermedio de su luz polarizada (indirecta), el despertar de la vida y la reproducción de los futuros seres vivos. En todo ese proceso admitimos la presencia de una fuerza mayor, o Ley, como un impulso determinista para orientar  en el sentido de la organización creciente del orbe. 

Los océanos, generados en parte por las erupciones volcánicas, de rocas fundidas y en parte por las colosales lluvias motivadas por la evaporación continua, se salaron por la descomposición de las sales minerales de las rocas descompuestas por las altas temperaturas.

Las aguas calientes y después templadas formaron el caldo adecuado para el surgimiento de la vida.

Por causa de su tamaño, la tierra ejerció fuerza gravitacional suficiente para mantener presos los gases que quedaron girando a su alrededor y que, de otro modo, habrían escapado al espacio. Estos gases eran en esa época diferentes de los encontrados hoy en la actualidad en la atmósfera del planeta.

Según evidencias científicas, la antigua atmósfera estaba compuesta de vapor de agua, hidrógeno, metano y amoniaco. Las combinaciones de estos elementos existentes en la atmósfera, estimulados por las abundantes descargas eléctricas, generaron los primeros aminoácidos.

Todos los seres vivos, desde el virus y las amebas hasta los de constitución superior, son constituidos de proteínas. Las proteínas son moléculas gigantes que son resultantes de la combinación de cien a tres mil aminoácidos. Si imaginamos una proteína con un muro de ladrillos, cada ladrillo corresponde a un aminoácido. A medida que las moléculas de aminoácidos, durante millones de años se acumulaban en los océanos, algunas reaccionaban químicamente formando moléculas mayores y más complejas.

A medida que los compuestos minerales o gases primitivos fueron obrando internamente, pasaron a ser capaces de asimilar una energía o fluido llamado vital, no existente en los minerales más solamente en las composiciones orgánicas.

La energía vital o fluido vital existente en todo el universo, da a los seres vivos, o confiere a la materia orgánica el atributo de la vida o principio vital.

Es intangible, no ha podido ser definida, parece activa en el ser vivo, y extinguido en el ser muerto.

La química pude descomponer los cuerpos inorgánicos, ha podido descomponer los orgánicos; pero nunca ha llegado a reconstruir ni una hoja muerta, lo cual prueba que hay en los cuerpos orgánicos algo que los otros no tienen.

Hay tres elementos el oxigeno el hidrógeno el azoe y el carbono, que combinándose, sin el principio vital forman minerales o cuerpos inorgánicos, sin vida. El principio vital modificando la contextura molecular de un cuerpo, le da propiedades particulares, y en lugar de una molécula mineral, se tienen una molécula orgánica.

Los principios espirituales iniciales, expresión de la Ley Cósmica Universal, Dios, pasaron a sumergirse, o reencarnarse, en la materia animada por el principio vital.
El fluido vital, estableció el hilo dimensional necesario para la fijación de la estructura espiritual a la estructura física.
Los primeros seres vivos, surgidos de los minerales, eran cristalizables, como los virus, intercambiando poco con el medio externo. Enseguida surgen los primeros unicelulares realmente libres, que se multiplican prodigiosamente en la temperatura templada de los océanos; las amebas y las bacterias primitivas. Estos seres rudimentarios solo revelan  un sentido: el tacto, que dio origen a todos los otros en función del perfeccionamiento de los organismos superiores. Los seres iniciales se movían a lo largo de las aguas, donde encontraron l oxigeno para la vida, pues en la tierra firme todavía no existía en proporción suficiente para su desenvolvimiento.
Los reinos vegetal y mineral parecían confundidos en las profundidades oceánicas. No existían formas definidas.
Las primeras bacterias pasan  a labrar los minerales en la construcción del suelo, preparando el surgimiento de los vegetales.
Colonias de protozoarios, surgen de la asociación de amebas. Colonias estas que se constituyen en las primeras sociedades vivas.

Oswaldo Porras

Trabajo extraído del libro:
Reencarnación y evolución de las Especies de Ricardo di Bernardi



                          DE LA ORACIÓN A LA PAZ 

"El fruto del silencio es la oración
El fruto de la oración es la fe
El fruto de la fe es el amor
El fruto del amor es el servicio
El fruto del servicio es la paz "-Madre Teresa


                                                
                                                     

JESÚS Y EL EVANGELIO 



Jesús es el Ser más notable de la Historia de la Humanidad.
Su vida y Sus Obras, son las más comentadas y discutidas bajo cualquier aspecto. Su Testamento – El Evangelio – es el poema más bello de esperanzas y consuelos de que se tiene noticias.
Es un precioso tratado de psicoterapia contemporánea para los incontables males que afligen a la criatura y a la Humanidad.
 Jesús separa el lado oscuro de la sociedad y de las criaturas, iluminando las conciencias con la propuesta de la liberación por medio del conocimiento de la Verdad e integración en los postulados soberanos del amor.
 Incomprendido, asediado por la astucia y la perversidad, perseguido tenazmente, jamás se dejó atemorizar o desviar del objetivo para el cual había venido. Jamás la Humanidad volverá a vivir días como aquellos en los cuales “ÉL estuvo  con las criaturas, sufriendo con ellas amándolas, ayudándolas y entendiéndolas, al tiempo en que tomaba ejemplos de la Naturaleza y en su pauta incomparable cantaba la melodía extraordinaria de la Buena Nueva.
 Su voz alcanza a los oídos de hoy en día de todos aquellos que sufren o que aspiran por los ideales de belleza y de felicidad, ambicionando la plenitud.
El legado dejado por El a la Humanidad, porque nada escribió, sufrió rudas alteraciones a través de los tiempos.
 No obstante, permaneció la esencia de Sus enseñanzas, que se encuentran sintetizadas en el “Amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como A sí mismo”
 Jesús, el Hombre excelente, llegó a la tierra y enfrentó a la ignorancia predominante trayendo el mensaje de amor que jamás fuera presentado antes en la formulación de la cual Él era portador.
 El amor era considerado un sentimiento femenino, propio de la fragilidad atribuida a la mujer, porque se ignoraba la fuerza existente en el ánimo que reside en todos los hombres, prepotentemente sometidos al férreo yugo de la brutalidad.
 Jesús no vino a someter a la Humanidad ni a someterse a las leyes vigentes. Era portador de una revolución que tiene por base el amor en su esencialidad más excelente y sutil, y que al ser adoptado transforma los cimientos morales del individuo y de la sociedad.
 El traía una nueva versión de la realidad, concentrado en el ser inmortal, procedente del mundo espiritual y que a él volvía, lo que alteraba la estructura de la justicia, que ya no mas debería ser primitiva destructiva, sino educativa rehabilitadora.
 El trajo la Buena Nueva cuyos objetivos se centran en el futuro del Espíritu, en su emancipación total, en su incesante búsqueda de Dios.
 Tornándose el Camino, la Suya es la Verdad que conduce a la Vida, a la plenitud, al acopio de la sabiduría y del amor.
 Sus parábolas son discursos de todos los periodos del desarrolló socio psicológico de las criaturas. Y aunque hizo, grandes silencios en torno de verdades más transcendentes que podrían ser desnaturalizadas por falta de madurez evolutiva y psicológica de Sus contemporáneos, imposibilitados hasta registrar el pensamiento, que habría e sufrir, inevitablemente, mutilaciones, adaptaciones, adulteraciones de acuerdo con los intereses vigentes en cada estadio de la evolución.
 En la perspectiva de la psicología profunda, la Ley de Amor está inserta en el ser legitimo, trabajando sin cesar; y es relevante y esencial significado, que aun delante de leyes injustas e imposiciones apasionadas, el ser lucido no debe crear dificultades o temer a los mandatos negativos, por cuanto, en su libertad interior, nada de fuera consigue alcanzarlo realmente, excepto la sabiduría de la Ley Natural, inserta en su conciencia.
Jesús en momento alguno levantó Su voz para maldecir al mundo, para condenarlo, por el contrario; proponía respeto y consideración por su estructura conforme Él mismo se comportaba, comedido y afable.
 El vino para que los hombres conociesen la realidad, cuando decía que Su Reino no era de este mundo, transitorio, relativo, material, decía una gran verdad.
 Y aunque se refería a las Esferas de donde procedía, Su reino también eran los paisajes y regiones del sentimiento, donde se pueden establecer las bases de la fraternidad y el amor uniese a todos los individuos como hermanos, conquista primordial para la travesía por el puente metafísico del mundo terrestre para aquel que es de Dios y nos aguarda a todos.
 Si no existiese la vida futura, ningún significado tendría en Su vida – en todas las vidas – el esfuerzo hercúleo para erguir al ser humano del primitivismo, y recomendarle la incesante lucha por la transformació n moral, por la adquisición de percepciones psíquicas, que son un elemento básico para la constatación de ese desiderátum.
 El desea conducir a sus ovejas al reino de donde Él vino como un Pastor gentil, que irá a presentarlas al Supremo Creador, es el amor que encierra las más completas aspiraciones existenciales del ser humano.
 El vino a instalar en la Tierra el amor – de ahí sus palabras: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad, que en su definición profunda y penetrante es Dios”
 La  existencia terrena debe ser vivenciadas con placer y emoción, frente a la riqueza de experiencias que ofrece, auxiliando al Espíritu a desprenderse de las fajas inferiores de las pasiones, experimentando el júbilo de los gozos que estimulan el avance y compensan los cansancios y desaires de los emprendimientos humanos.
 Jesús Hombre no presentó métodos, técnicas, conductas especiales, para conseguir el reino. El es todo eso, vivió todas esas expresiones, señalando las muchas moradas que existen en la Casa del Padre. Refiriéndose a los mundos habitados que pueblan el Universo.
 Jesús humanizado es el gran medico de las almas, que como las conoce profundamente, presenta la terapia recuperadora, al tiempo que ofrece la libertadora, que estos nuevos compromisos.
 El cultivo del amor, sustentado por la oración que se convierte en canal de irrigación de la energía que procede de Dios y vitaliza a la criatura humana.
 El ser humano es la suma de sus aspiraciones y necesidades, pero también es el resultado de cómo aplica esos recursos que pueden esclavizar o libertar.
 Por medio de la oración se identifica con otras ondas psíquicas y se impregna de energías que saturan de paz, de enriquecedoras alegrías de vivir y crecer en el rumbo de la plenitud.
 Toda la terapéutica propuesta por Jesús es libertadora, total y sin retrocesos. El no se detiene al borde del problema, sino lo identifica, despertando al problemático para que no reincida en el error, en el compromiso moral con la conciencia, a fin de que no le acontezca algo peor, tales como la amargura sin consuelo, la expiación sin alternativa, el impositivo del rescate compulsivo.
 Jesús fue la Luz que vino al mundo y el mundo rechazó prefiriendo la densidad de la neblina envolvente y alucinante. Él demostró por medio del ejemplo como vivir equilibradamente y morir con sinceridad, aunque sea a través de cualquier flagicio impuesto.
 El nunca se presentó como la solución de problemas, sino que invitó a todos a hacer su  parte, a responsabilizarse por los propios deberes, tornándose el Educador que siempre se hizo comprender. Diferente de todos los hombres, no se revistió de aspecto excéntrico, ni tampoco tomó actitudes aberrantes para llamar la atención, manteniéndose siempre el mismo, preservando el criterio de la selección natural por el merito de cada discípulo que se asociase a Su ministerio.
 El permaneció fiel a su compromiso, sin alterarlo para ilusionar o congregar simpatizantes.
 Vino a instruir y consolar mediante el ejemplo de dedicación, abriendo surcos nuevos en el suelo de los corazones para en ellos sembrar las palabras seguras y medicamentosas para la preservación de la salud y de la vida.
 Por ser el camino, único además, para llegar a Dios, no tuvo otra alternativa sino afirmar Venid a mí, todos los que estáis afligidos y sobrecargados, que yo os aliviare.
 Casi siempre el individuo inmerso en la sombra, de la que tiene dificultad de libertarse, disfraza sus imperfecciones proyectando la imagen irreal de un comportamiento que está lejos de poseer pero que se torna, comúnmente, severo pararon los demás y muy tolerante con los propios errores.
 Establecida esa transferencia psicológica de conducta, pasa a vivir en un torbellino de pasiones y tormento de aflicciones que procura disimular con habilidad.
 Cuando alguien se yergue para censurar y condenar sin autoridad moral el hecho también produce escándalo, por esconder la deficiencia y resarcirse en aquel en quien proyecta la inferioridad que le gustaría eliminar de sí.
 Todos debemos respetar las decisiones y acciones del `prójimo, y el que se levanta para impedir el desarrollo de otro, sea por el motivo que fuera, realiza un escándalo de agresión a su libre albedrío, envolviéndolo en su sombra, de la que no consigue liberarse.
 Son bienaventurados los pacíficos, aquellos que trabajan con método y confianza tranquila a favor de la renovación del mundo y de sus criaturas, consiguiendo ser llamados hijos de Dios que representan toda la paz. La paz debe constituir la meta del ser pensante que lucha en continuas tentativas de adquirir la plenitud.
 La paz es un tesoro que no puede ser afectado en circunstancia alguna, que la lleve a desaparecer.
 Hay sufrimientos ocultos y revelados muy variados y complejos que son desafiantes de la sociedad. Algunos seres se encuentran tan enfermos moralmente y tan incrédulos de la caridad, que se tornan agresivos, difíciles de ser ayudados, exigiendo paciencia perseverante y desinteresada para alcanzarlos. Cuanto más enferma, más atención paciente necesita el ave humana herida en su vuelo de crecimiento interior. No siempre es fácil entender la desesperación de otro, cuando no se sufrió algo semejante.
 Jesús vino a ayudar a sus hermanos a enseñarles como podrían ser felices. No obstante, no anhelo que esa felicidad fuese lograda solamente después de la muerte, sino en el instante mismo de la renovación interior, que es el momento propicio para aspirar a la paz y a la armonía.
 Dios es la meta, es el Medio, la vida es el camino que Él ilumina con ejemplos para que todos se encuentren y se engrandezcan.
 Surgen, entonces, con la psicología profunda una nueva imagen de Jesús, el Hombre que ama, que sirve, que espera, que enseña y pacientemente intercede ante el Padre por todos aquellos que están en la retaguardia.
 El deja de ser un recuerdo de la ortodoxia o de la teología para tornarse vivo y actuante, próximo siempre de quien Lo quiera escuchar y seguir Sus enseñanzas actuales y palpitantes.
 Su propuesta no es para huir de este mundo enfermo, de la sociedad empobrecida moralmente, sino para que se consiga curar la dolencia con la conquista de la salud para cada miembro del planeta, y haya enriquecimiento moral de todas las criaturas miembros del organismo social. Tal empresa es un grave desafió que solamente los espíritus pacientes lo han de   conseguir y por eso, serán llamados hijos de Dios…
 Las palabras de Jesús fueron:
 “Y cuando yo sea elevado de la Tierra a todos atraeré hacia mí”. – Juan 12:23
  Iluminado por una indefinible claridad Jesús ascendió lentamente ante las lágrimas de los compañeros y las esperanzas de redención por el trabajo del porvenir.
 En Betania, la montaña disminuía, los horizontes del mundo se ampliaban y Sus ojos bañaban de ternura el fecundo campo de acción, donde las flores del amor deberían abrirse a través de los tiempos bajo Su inspiración.
Convivió entre aquellas gentes sencillas, donde estableció las bases de edificación fraterna para los espíritus.
 Se olvidó de sí mismo, para suministrar la lección máxima de la humildad, y descendió de lo Alto para servir mejor.
 Para el cumplimiento de sus planes, dispensó intermediarios y ÉL mismo participó de los mínimos preparativos, demorándose diariamente y a cada instante, con el más esmerado desvelo, para infundir, por medio del ejemplo, las lecciones firmes del deber y de la abnegación.
 Previendo las consecuencias políticas, sociales y espirituales de Su mensaje en la Historia de los tiempos, pudo vislumbrar desde entonces, las legiones de los que no titubearían en sacrificarse y sufrir los tormentos que fueran necesarios para permanecer fieles a los postulados de la Verdad, hasta alcanzar la muerte  infamante…
 Y pensando así, el rabí se envolvió en una inusitada alegría.
 Los conquistadores preparaban soldados y mercenarios infundiendo terror, combatían los cuerpos, despojaban ciudades, apagaban las aspiraciones de los pueblos debilitados…
 Jesús llegó anónimo, y partió humildemente humillado. No obstante, legó a los que quedaron confiados, la armadura de la paciencia, las armas del amor y la estrategia del bien incesante e infatigable.
 El campo tal vez, quedó muchas veces cubierto de cadáveres… cadáveres de sus legionarios que se entregaron al sacrificio, pero jamás sacrificaron a otro.
 Les ofreció instrumentos hasta entonces desconocidos de concordia y mansedumbre, e inauguró un extraño y singular modo de combatir. El combate de la no- violencia.
 Y sin embargo, por esa misma razón, no hubo lugar para El en la Tierra… y aun así, de Sus lecciones vivas e incorruptibles de amor, brotaron bendiciones, y el puñado de espíritus encarnados que quedaron en la retaguardia, alcanzaron paulatinamente los elevados e inamovibles objetivos que después tendrían que conquistar.
En lo infinito de las horas, habría de llegar el momento de la comunión final con los amados y el triunfo final sobre las miserias que convulsionan las mentes y los corazones.
 Eran simple polen que a pesar de ello, fecundarían a la humanidad entera, venciendo las distancias y los tiempos. Eran hombres y mujeres arrancados de sus quehaceres diarios, para cumplir con la incomparable jornada del socorro fraternal. Ellos mismos no se percibieron de la profunda significación que encerraba el abandonar todo y seguirlo…… Durante meses, guardaron extrañas e ingenuas esperanzas; lucharon entre sí, disputándose la supremacía, soñaron quiméricos triunfos, aspiraron tener honras banales…
 Después, lentamente, aclarados los interrogantes que perturbaban su facultad de razonar y nublaban sus sentimientos vacilantes, pudieron presentir la elevada responsabilidad de la que estaban investidos.
 Recorrieron la tierra como discreto perfume de poderoso aroma, y por donde pasaron, sin siquiera percibirlo, dejaron señales imborrables.
 Los escogió de diversas procedencias, siendo todos ellos, corazones comprometidos con el quehacer diario y la rutina de sus vidas sencillas.
 A una mujer habituada a los cojines de seda y a la seducción, le ofreció fuerzas y valor, para que renovada se convirtiese en ejemplo vivo de la victoria del espíritu sobre la carne perecedera.
 Conmovió a un orgulloso “doctor de la Ley” enseñándole  la profunda interpretació n del complejo mecanismo de los renacimientos purificadores.
 Aun fiel administrador le enseñó las esperanzas del Reino, restituyéndole su hija enferma, en elocuente testimonio del valor de la salud espiritual.
 Confundió con el verbo simple y las actitudes sencillas a los hipócritas y mentirosos, a los engañadores y a todos aquellos que se complacían en malversar los valores de cualquier naturaleza.
 A los amigos – íntimos compañeros de todas las horas – los eligió de entre aquellos que cumplían las modestas funciones del pueblo, adiestrándoles en un régimen de austera disciplina e incesante dedicación, a fin de prepararlos para las luchas interminables sin límites…
Sabía que ellos llevarían Su voz cantando, sudorosos y sacrificados, pero también, resueltos y conscientes, a todos aquellos espíritus que la necesitaban, mitigando así las ulceras terribles que minaban el organismo de la humanidad.
 El sabía también que las manos de la codicia y del crimen se levantarían y que habría toda clase de obstáculos. Que las armas más crueles serian utilizadas contra ellos mientras permanecieran fieles a su testimonio, recorriendo la tierra.
 Vislumbró las crueldades sin par y las persecuciones implacables que organizarían contra ellos, sin disminuir su ánimo, ni quebrantar su coraje, puesto que se apoyaba en la Iglesia de la revelación que estaba asentada en la roca de la verdad con la argamasa de Su sangre y con el sello de su resurrección, quedando reservado al futuro el resultado de su sacrificio por amor…
 El cordero confraternizarí a con el lobo y la cizaña cedería lugar al trigo, floreciendo la gleba humana con las bendiciones de la paz integral.
 Voces angélicas saludaban al rey Excelso diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, paz  en la tierra a los hombres de buena voluntad” cuando llegaba al trono del Altísimo.
 El Divino Amigo, lejos de las sombras donde quedaron los hombres, envueltos en sus pasiones y ansiedades, abriendo sus brazos con el espíritu lleno de confianza y, todo armonía, balbuceo pensando en aquellos que Lo seguirían a través de los tiempos:
 “Padre nuestro que estás en el  Cielo” Retornando al seno de Aquel que lo Envió., sin apartarse, de los luchadores que quedaron en la retaguardia terrena hasta la “consumación de los evos”
 Desde entonces el sufrimiento y el dolor encontraron amparo en manos débiles que se fortalecen con el contacto del trabajo cristiano.
 Por donde pasa la hiedra de la guerra sembrando cadáveres y destrucción, corazones abnegados avanzan tras de ella atendiendo a la viudez, a la orfandad, al abandono y a la miseria.
 La impiedad jamás volvió a instalarse en la tierra ni la persecución consiguió el triunfo total.
 En todas partes, El estuvo presente y la simple pronunciación de Su nombre, es un vigoroso estímulo para la libertad y la paz espiritual.
 A pesar de no haber triunfado en el mundo, Jesús venció las vicisitudes y estableció las balizas  del Nuevo Mundo de la Humanidad Feliz, en cuya construcción todos nosotros, encarnados y desencarnados, estamos unidos en el ejercicio de aprendizaje y la vivencia evangélica.
 Por eso hermanos que Dios nos ilumine a todos e instale en nuestros corazones el amor porque el acrecentará nuestras virtudes y destruirá la imperfección que aun nos domina poco a poco.
 Porque solo por el amor será salvado  el hombre.
- Merchita-( Trabajo basado en "Las primicias del reino" y "Jesús y el Evangelio" de Divaldo Pereira Franco).

jueves, 24 de octubre de 2013

La maledicencia


La maledicencia no tiene que ver con la verdad ni con la mentira, sino con la aviesa manera de contarlas.
Nunca se vio contienda que no fuese procedida de murmuraciones inferiores. Es hábito antiguo de la liviandad procurar la ingratitud, la miseria moral, el orgullo, la vanidad y todos  los flagelos que arruinan almas en este mundo para organizar las conversaciones de la sombra, donde el bien, el amor y la verdad son sofocados con malicia.
Desde tiempos inmemorables la maledicencia ha sido un mal ejercido en todas partes. Desde el momento que están juntas dos personas, se genera una conversación y en la mayoría de las ocasiones  es para emitir juicios, hablar de los demás esto es una práctica muy común. Aunque no se tengan argumentos, o pocos conocimientos sobre el asunto que están tratando  o de la persona que están hablando,   muchas personas  rencorosas y frustradas se sienten aliviadas  hablando mal de los demás.
El diccionario de la real academia  de la lengua española, define la maledicencia como la acción o habito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo.
El hombre tiene  un órgano minúsculo que es la lengua – lámina diminuta envainada en la boca.
Instrumento sublime, creado para loar e instruir, ayudar  e incentivar el bien, en cambio ¡cuántas veces el hombre se vale de ella para censurar, flagelar, perturbar, herir!…
Si el hombre consiguiera dominarla, educarla la podría transformar en timón de paz y amor en el barco de su vida.
“La muerte y la vida están en poder de la lengua...” Proverbios 18:21
Con la lengua, podemos definir nuestra vida. Todo lo que sucede en nuestra vida pasa por nuestra lengua. La Bendición o la maldición, la muerte o la vida. La Biblia es muy clara cuando nos dice arriba que la vida y la muerte están en el poder de la lengua. Infelizmente muy pocos creyentes la utilizan bien, produciendo vida. Y muchos se destruyen a sí mismos, a su familia y a otros utilizando mal a su lengua. Algunos no saben de la gravedad de esta palabra, otros sabiendo, actúan sin el temor de Dios, hablando tonterías, maldiciones, palabras de derrota y piensan que esto no trae ningún problema.
La maledicencia es el ejercicio de denigrar, de manchar de negro la vida del otro. Es la forma de consuelo más siniestra. La manera más zafia de elevar la propia estima. En estos tiempos de libertad, vivimos su dictadura.
Las tres formas más corrientes de ejercer la maledicencia son la calumnia, el chisme, la envidia, analicemos por separado estas faltas tan comunes entre los hombres.
Cuando queremos causar un daño y hacemos una acusación falsa sobre alguien calumniamos.
El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o en muchos casos a una institución.
La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro. Envidia es avinagrarse porque alguien la está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc.
Para poder reflexionar sobre el asunto analizaremos una historia, es la de un sabio que fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”.
Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física.
De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo
Los libros sagrados de las principales religiones tales como la Biblia, condenan la maledicencia veamos algunos apartados al respecto:
- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).
- Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano... (Santiago 4:11).
- Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31).
- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).
 La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros. Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos. Otras veces el “error” es premeditado. Existen artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr bolas contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes. También hay los que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes, (¿no sabes la última?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado posiblemente por un gran complejo de inferioridad.
Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. Lo grave es que increíblemente se usa el chisme contra personas consideradas amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende.
 Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas; si hasta hay programas de televisión y personas que viven de eso.
 ¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros o de nuestros jefes no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos? ¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de las carencias de éste o de aquél para no tener que afrontar las propias? ¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades?
 Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible. ¿Se acuerdan del juego del teléfono malogrado? Después de pasar por varias personas el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida.
 El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble, si preguntamos a un chismoso de donde ha sacado esas expresiones, responderá: “lo escuché”, “me dijeron”, “se comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar.
 Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos practicado.
 Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera.
 La estructura del chisme lo conforman: el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad. Instituciones como la nuestra se convierten en verdaderos campos de espionaje entre sus trabajadores, la inseguridad se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan, compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre vidrios.
 El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él.
 En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.
 Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo. En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales.
¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chismecillo, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático?
 La primera cosa que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas. El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18).
 Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí?
 Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la multitud de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: "Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,1-2).
 Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas.
 Si queremos vivir una vida más significativa, debemos buscar la forma de dejar de “interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos. Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellos. Si vemos algo con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa nos molesta de aquellos que conviven a nuestro alrededor, debemos ir directamente a él y hablarle claramente demostrando nuestros argumentos. ¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad!
- Merchita-
LAS TRES REJAS
 Un joven discípulo de Sócrates llega a casa de éste y le dice:
 - Escucha, maestro. Un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
- ¡Espera! –lo interrumpe Sócrates- ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
 - ¿Las tres rejas?
 - Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
 - No. Lo oí comentar a unos vecinos.
 - Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien?
 - No, en realidad, no. Al contrario...
 - ¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
 - A decir verdad, no.
 - Entonces –dijo el sabio sonriendo- si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
 El palabrerío maligno siempre forma alrededor, inmensa familia de elementos enfermizos o envilecidos, a la manera de vermes letales que proliferan en el silencio y operan en las sombras.
 Dios creó la palabra y el hombre la palabrería, la palabra digna infunde consuelo y vida.  La murmuración perniciosa propicia la muerte.
 En todas partes, la palabra es índice de nuestra posición evolutiva. Indispensable es el primorearla, iluminarla y ennoblecerla.
 Despreciar las sagradas posibilidades del verbo, cuando el mensaje de Jesús ya este brillando en torno a nosotros, constituye ruinoso relajamiento de nuestra vida, delante de Dios y de la propia conciencia.
 Cada frase del discípulo del Evangelio debe tener lugar digno y adecuado.
Palabrería es desperdicio. Y cuando no sea así no pasa de  oscura corriente  de venenos psíquicos, amenazando a espíritus valerosos y a comunidades enteras.
 Merche (Este artículo ha sido extraído de Internet  y de  apartados de diversos libros espiritas, como  “religión de los Espíritus” de Chico Xavier,  y de Viña de Luz.)