sábado, 14 de noviembre de 2015

¡YO QUIERO SER MÉDIUM!



Orientación para el tratamiento de los casos de obsesión.
El sentido de la vida.

¿Por qué y para qué vivimos? La respuesta a esta pregunta es de gran importancia para comprender el problema de la obsesión. Según el Espiritismo, vivimos para desarrollar los potenciales psíquicos de que todos estamos dotados.

Nuestra existencia terrena tiene por finalidad la trascendencia, o sea, la superación constante de nuestra condición humana. Desde el nacimiento hasta nuestro último día pasamos por las experiencias que desarrollan nuestras aptitudes innatas, en todos los sentidos. El niño recién nacido crece día a día, desarrolla su organismo, aprende a comunicarse con los demás, a hablar y a razonar, a querer y a actuar para conseguir lo que quiere.

Trasciende la condición en que nació y pasa a fases superiores de la infancia, entrando más tarde en la adolescencia y después en la juventud, en la edad madura y en la vejez. Al recorrer todo ese trayecto fue
desarrollando sus fuerzas orgánicas y psíquicas, su afectividad, su capacidad de comprender lo que pasa a su alrededor y su poder de dominar las circunstancias.

Esto es trascender, elevarse por encima de la condición en que nació. Y para eso vivimos. Esto nos muestra que el sentido de la vida es la trascendencia.

Hoy, la Filosofía Existencial sostiene ese mismo principio en el campo filosófico. Los existencialistas consideran al hombre como un proyecto, o sea, un ser proyectado en la existencia como una flecha en dirección a un objetivo, que es la trascendencia. Pero según el Espiritismo las existencias son muchas y sucesivas, de modo que en cada existencia terrena alcanzamos un nuevo grado de trascendencia. Los estudios parapsicológicos actuales sobre
la reencarnación confirman ese principio. El hecho de que vivamos muchas vidas en la Tierra, y no solamente una, indica que tenemos en el inconsciente un acopio almacenado de recuerdos y conocimientos, aspiraciones, frustraciones y traumas mucho mayor que el descubierto por Freud.

Es bueno anotar en la memoria este dato importante: cuando Kardec descubrió las manifestaciones del inconsciente, por medio de sus pesquisas sobre los fenómenos anímicos, Freud tenía solamente un año de edad. Esto no desmerece a Freud, que no conocía las pesquisas de Kardec, sino que nos demuestra la seguridad de las investigaciones espíritas acera del psiquismo humano. La concepción espírita de la vida humana en la Tierra no es imaginaria, sino real, basada en estudios científicos. Los que consideran al Espiritismo como doctrina supersticiosa, creada por la ignorancia, revelan ser más ignorantes que lo que podrían pensar de sí mismos. La Doctrina Espírita está hoy comprobada científicamente por los científicos más avanzados. Lo decimos para mostrar a los lectores que el sentido de la vida a que nos referimos, no es una hipótesis, sino una realidad. Si no comprendemos que la vida es trascendencia, crecimiento, elevación y desarrollo constante y comprobado del ser espiritual que somos, no podremos encarar con naturalidad el problema de la obsesión y luchar para resolverlo. 

Mensaje traducido por Mari Carmen-España

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     EL MÉTODO CIENTÍFICO DE ELABORACIÓN  DE LA CODIFICACIÓN ESPÍRITA

 Como método de elaboración, el Espiritismo utiliza exactamente el mismo que las ciencias positivas, es decir, aplica el método experimental. 
Se presentan hechos de un orden nuevo que no pueden explicarse mediante las leyes conocidas: el Espiritismo los observa, compara y analiza, y del efecto se remontan a la causa y de ésta a la ley que los gobierna, luego deduce las consecuencias y busca aplicaciones útiles. No establece ninguna teoría preconcebida, motivo por el cual no ha formulado hipótesis sobre la existencia e intervención de los espíritus, como tampoco  sobre el periespíritu, la reencarnación ni ningún otro de los principios de la Doctrina. 
Ha terminado por aceptar la existencia de los espíritus cuando esa existencia se mostró evidente a través de la observación de los hechos, y de igual manera se ha manejado con los demás principios. 
No son los hechos los que han venido a confirmar la teoría, sino ésta es la que ha llegado posteriormente para  explicar y resumir los hechos.
- La Génesis-(Allan Kardec) 

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                       ¡YO QUIERO SER MÉDIUM!
Aunque muchos insistan en afirmar que la mediúmnidad es deuda, antes que cualquier otra cosa, basándose en una afirmación de Emmanuel (esa afirmación precisa ser mejor interpretada), en realidad, mediúmnidad es un serio compromiso que asumimos conscientemente antes de retornar a la carne, sea por sugestión de la espiritualidad superior o por iniciativa nuestra. Mediúmnidad es el instrumento de nuestra evolución y oportunidad de reparación de un más que probable pasado de errores. Rechazarla cuando ya estamos aquí, es huir de la responsabilidad, del compromiso, que asumimos en el mundo espiritual, en detrimento de nosotros mismos.
El Espiritismo está con nosotros hace ciento cincuenta años y aun hoy la practica mediúmnica claudica en muchas casas espiritas. No son raros los casos en que, después de la primera visita, la personas es encaminada al desenvolvimiento de su mediúmnidad, , aun mismo no teniendo ninguna noción sobre cómo se procesa el intercambio con los espíritus. el resultado de eso, innumerables veces, es desastroso: las personas quedan con miedo y con ideas erradas sobre el contacto entre los hombres y los desencarnados. Y esa mentalidad es cultivada entre nosotros básicamente, por el poco o ningún estudio doctrinario, sobre todo de las obras básicas.
Sabemos que el fenómeno mediúmnico es un buen medio de atracción para los que aun no conocen el espiritismo, más no se puede invertir la escala de los valores de las cosas. el estudio, la divulgación de la doctrina Espirita y la reforma intima, son fundamentales para la vida futura del espíritu inmortal, y deben ser las principales preocupaciones de los espiritas, principalmente de los dirigentes.

Millares de personas, baten las puertas de los centros espiritas, presentando síntomas de mediúmnidad, deseando ser asistidas con el fin de librarse del desequilibrio. Gran parte de los médiums principiantes quieren desenvolver la mediúmnidad, aun mismo desconociendo
completamente lo que esto significa, pues acreditan que, únicamente, en la sesión mediúmnica, desenvolverán su mediúmnidad, sus obsesores serán adoctrinados y alcanzaran automáticamente el equilibrio, la paz y la salud. En otras palabras, quieren la conquista mágica y fácil, a través del simple fenómeno mediúmnico.!
Los grupos espiritas, sin conocimientos más profundo en el Espiritismo, ansiosos en aumentar el número de trabajadores de la casa, encaminan a personas para la práctica mediúmnica, tan solamente porque demuestran poseer mediúmnidad. Cuando son alertados, muchos dirigentes afirman estar haciendo un acto de caridad, cuando, en verdad, podrán estar promoviendo una tremenda desorganización psíquica, forzando el desenvolvimiento mediúmnico en personas que no están preparadas. El error se torna mucho más grave, porque, la prisa con el fenómeno mediúmnico, torna el fenómeno más importante que el propio Espiritismo. Es el resultado infeliz, de la suma de la poca preparación de los dirigentes, con la persistente mala voluntad de los médiums en estudiar el Espiritismo.
Volvemos a repetir que el estudio continuado, la divulgación incesante de la Doctrina Espirita, - principalmente por el ejemplo – y la indispensable e innegable reforma intima, son absolutamente fundamentales para la vida futura del espíritu inmortal, deben ser siempre las principales preocupaciones de los espiritas, principalmente de sus dirigentes.
Agnaldo Cardoso
Traducido por M. C. R
  

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LA ADVERSIDAD Y EL SUFRIMIENTO

El sufrimiento forma parte de la vida, por ser un mecanismo de la naturaleza, a través del cual, el progreso intelecto-moral se expresa y consolida, es una ley de nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades, bajo todos los climas, el hombre ha sufrido y también ha llorado. Millares de criaturas, a pesar del progreso alcanzado se inclinan aun por el peso del dolor.

El rico como el pobre sufre en la carne y en el corazón, en el seno de la abundancia,  observamos sentimientos de abrumación, una vaga tristeza se apodera a veces de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es algo irrealizable en la Tierra y que solo luce  con fugitivos relámpagos. Todos aspiramos  a vidas y mundos mejores, todos sentimos dentro la intuición de que la Tierra no lo es todo. Con la Doctrina de los Espíritus, esa intuición desaparece porque aprendemos donde vamos de dónde venimos  y porque sufrimos y para qué estamos aquí. Entrevemos más allá de la Tierra, de las sombras y de las angustias el alborear de una nueva vida.

Para pesar los bienes y los males de la existencia; para saber lo que es la felicidad y la verdadera desdicha, tenemos que elevarnos por encima del circulo estrecho de la vida terrena. El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera  en ella  nos permite medir las consecuencias de nuestros actos y su influencia sobre nuestro porvenir.

El diamante bruto aguarda la lapidación para brillar como una estrella luminosa.

Los metales necesitan de altas temperaturas, a fin de amoldarse a la belleza y a la utilidad.
 La madera soporta los instrumentos cortantes para desempeñar los papeles relevantes a que está destinada.

El rió cava el propio lecho por donde corre. Igualmente, el espíritu necesita lapidar las aristas que ocultan su luminosidad y para eso, el sufrimiento se presenta como un hecho normal, que el conocimiento y la fuerza de la voluntad consiguen conducir con equilibrio, alcanzando la finalidad sublime a la que se encuentra destinado.

El sufrimiento adquiere diversas dimensiones, está vinculado a la sensibilidad de cada uno.
 El bruto es cruel y perturbador en su dolor, estalla con agresividad y locura.

El santo y asceta encuentra en su dolor un medio de liberación y crecimiento íntimo.

La desgracia para el que solo mira el presente, puede ser la pobreza, los achaques  o la enfermedad. Para el Espíritu desvinculado de lo Alto, será el amor al placer, la soberbia,  y la vida inútil  y culpable.  No podemos juzgar una cosa  sin ver todo lo que de ella se deduce, y, por eso,  nadie comprenderá la vida si no conoce su finalidad y sus leyes.

Disminuir su intensidad o calmarlo, es la gran meta de todo el que sufre. Sin embargo, el dolor no es una punición, es un excelente mecanismo de la vida al servicio de la propia vida. El forma parte de la etapa evolutiva del orbe y de todos cuantos aquí se encuentran, marchando hacia planos más elevados.

Todo esfuerzo para mitigarlo, sin la remoción de las causas, no lograra sino paliativos, postergaciones. Aunque alguna circunstancia premie al enfermo con una súbita liberación, si la terapia no alcanzo las razones que lo desencadenan, el transitará de una problemática a otra sin conseguir la salud real.

Esto es porque, en todo proceso degenerativo o de aflicción, el espíritu, en si mismo, es siempre el responsable, consciente o no. Y naturalmente, solo cuando opta por la armonía interior, se opera la conquista de la paz.

El sufrimiento debe ser considerado una enfermedad del alma. No es impuesto por Dios, es una elección de cada criatura, porque, su intensidad y duración está en razón directa de la estructura evolutiva, de las resistencias morales características de su estado espiritual.

Es la sensibilidad emocional la que filtra el dolor y lo exterioriza. Huir, escamotear, anestesiar el sufrimiento son métodos ineficaces, mecanismos de alineación que postergan la realidad. Examinarlo y afrontarlo, representa un valioso recurso de lucidez, con efecto terapéutico propiciador de paz.

Las reacciones de ira, violencia y rebeldía contra el sufrimiento, más lo amplían, porque desencadenan nuevas desarmonías en áreas no afectadas.

La aceptación del problema con una actitud valiente de enfrentarlo y remover su causa, representa un avanzado paso para la solución.

El equilibrio mental y moral, ante el sufrimiento, representa una insospechada significación positiva y se consigue a través del entrenamiento por medio de la meditación, por la oración, que proceden del conocimiento que ilumina la conciencia orientándola correctamente.

La razón del sufrimiento es la conducta remota o próxima mantenida por cada cual, se puede decir que su presencia resulta del distanciamiento del amor, que es su gran y eficaz antídoto.

Interdependientes, el sufrimiento y el amor, son mecanismos de la evolución. Cuando uno se aparta, el otro se presenta.

A veces, coronando la lucha, en la etapa final, vemos que surgen simultáneamente, sin los daños que normalmente desencadenan.

La historia de los mártires nos da testimonio de la realidad del concepto.

Por encima de todos ellos, se destaca el ejemplo de Jesús, enseñando, por el amor, la victoria sobre el sufrimiento durante toda Su vida, principalmente en los momentos culminantes del Getsemaní al Gólgota, y de allí a la resurrección.

A semejanza del buril actuando sobre la piedra bruta y lapidándola, las enfermedades son mecanismos purificadores para que el alma despierte sus potencialidades y brille más allá del recipiente orgánico que la encarcela.

Los medicamentos matan a los invasores, pero no restituyen el equilibrio como se desea, si la fuente conservadora no irradia la fuerza que sustenta al cuerpo.

Momentáneamente, con la muerte de microbios, la persona parece recuperada, sumergiendo, empero, la situación en otro cuadro patológico.

La conducta moral y mental de los hombres, cuando cultivan las emociones de irritabilidad, del odio, de los celos, del rencor, de las disipaciones, impregnan al organismo, al sistema nervioso, con vibraciones letales que bloquean las áreas por donde se extiende la energía saludable, abriendo el campo para la instalación de enfermedades, gracias a la proliferación de los agentes virosicos degenerativos que allí se instalan.

Casi siempre las terapias tradicionales remueven los síntomas sin alcanzar las causas profundas de las enfermedades.

La cura siempre proviene de la fuerza propia de la vida, cuando es canalizada correctamente.

Las tensiones físicas, mentales y emocionales son, igualmente, responsables por las dolencias-sufrimiento que genera sufrimiento. El hombre aprende a tener miedo, a conservar amarguras, a desequilibrarse por acontecimientos de menor importancia, desarticulando su sistema energético. Pasa  de un aborrecimiento a otro, cultivando virus emocionales que facilitan la instalación de otros, degenerativos, responsables por la gravedad de sus enfermedades.

Los condicionamientos, las ideas depresivas, las creencias absurdas, las acciones vejatorias, son responsables por las tensiones conducentes a la desarmonía.

Evitando esas cargas, el sistema energético inmunológico librara de dolencias al individuo, y su vida cambiara, pasando a un mejor estado de salud.

Las causas profundas del sufrimiento, están en el individuo mismo, que se debe auto examinar, auto conocer, a fin de librarse de ese tipo de sufrimiento. La mayoría de los sufrimientos emanan de la forma incorrecta como la vida es encarada.

Para conseguir disfrutar de determinados placeres el individuo invierte más allá de sus posibilidades, constatando, después, cuantas dificultades tiene que enfrentar para mantener esas conquistas.

La imaginación estimula con la ilusión de la posesión al hombre exponiéndolo a pesados compromisos para el futuro, pasado el placer, que no tiene condiciones para conservar, viene la desesperación el sufrimiento y el arrepentimiento tardío.

La cautela en las decisiones no se puede convertir en miedo a actuar, en cultivo de pesimismo, para el futuro. Es la ambición irrefrenada, la precipitación, la falta de control, quienes abren los espacios emocionales para el placer que genera dolor. Allí están los vicios sociales y morales debilitando vidas, produciendo el tedio de los sentidos y a más largo o corto plazo, conduciendo a la locura, al suicidio.

Alguno de esos vicios son el inocente cigarrillo utilizado como exhibición en el grupo social como afirmación de la personalidad, responsable por graves problemas respiratorios, canceres, enfisemas pulmonares; el placer etílico generador de la embriaguez tormentosa, cirrosis hepática, ulceras, gástricas y duodenales, disturbios intestinales y otros más, fuera de las alucinaciones que conducen a la violencia, a la depresión, a la destrucción de otras vidas y todo cuanto, es querido,  precioso, con resultados funestos.

Las drogas, que esclavizan, iniciando las dependencias en las primeras tentativas que parecen proporcionar placer, estimulando la alegría, el valor, la realización, victorias fugaces sobre los fuertes conflictos psicológicos, convirtiéndose luego en desgracias, a veces, irremediables...

Nadie escapa a los compromisos que constituyen la vida. Programada de manera para que eduque y fortalezca, sus aprendices no la pueden burlar indefinidamente. Enfrentar las vicisitudes y superar los valores indicativos de prosperidad, del placer injustificable, es como se debe evitar el sufrimiento. Es verdad que un número significativo de placeres se presentan sin riesgo de convertirse en factor de aflicción.

Por tanto, cuando se tiene conciencia del sufrimiento, es fácilmente evitable.

La escala de valores, para muchos individuos, se presenta invertida, teniendo por base lo inmediato, lo arriesgado, lo vulgar y lo promiscuo, el poder transitorio, la fuerza, como relevantes para la vida.

Las fiestas ruidosas llaman la atención, las compañías jóvenes e irresponsables despiertan interés, las conversaciones vulgares producen alegría, que son satisfacciones de un momento, responsables por sufrimientos de largo porte.

El hombre vive en la tierra bajo la acción de miedos: a la enfermedad, a la pobreza, a la soledad, al desamor, al fracaso, a la muerte. Esa conducta es el resultado de su falta de preparación para los fenómenos normales de la existencia, que debe encarar como proceso de evolución.

“Los sufrimientos debido a causas anteriores a la existencia presente, como los que se originan de culpas actuales, muchas veces son la consecuencia de la falta cometidas, esto es, el hombre, por la acción de una rigurosa justicia distributiva, sufre lo que hizo sufrir a otros”.

El odio es el causante de muchos sufrimientos, es responsable por las más torpes calamidades sociales y humanas de que se tiene conocimiento.

Cuando se instale en nuestros corazones hay que poner el máximo empeño en desarticularlo, sino se hace ese trabajo, él se irradia y cunde la infelicidad.
Como es pestilente, contamina con facilidad, transfigurándose como irritación, ansiedad, rebeldía y otros dañinos mecanismos psicológicos reactivos.

El amor es el antídoto para todas las causas del sufrimiento, por proceder del Divino Psiquismo, que genera y sustenta la vida en todas sus expresiones.

Iluminado por el amor, el hombre discierne, aspira, actúa, y se entrega confiado, irradiando una energía vitalizadora, gracias a la cual se renueva siempre y altera para mejor el paisaje por donde se moviliza.

El sufrimiento precisa ser superado, y el único medio de superarlo, es soportándolo.

Eso lo aprendemos solamente con Jesucristo. Jesús sintetizo en el amor la fuerza poderosa para la anulación de las causas infelices del sufrimiento y para su compensación por el bien.

Allan Kardec, a través de la observancia de las lecciones del Evangelio y de las directrices propuestas por los Espíritus Superiores, aludiendo a Jesús, presento la caridad como siendo la vía real para la salvación, la adquisición de la salud integral.

La caridad, que es el amor en su expresión más elevada, para ser real exige la iluminación de quien la practica, posibilitando, una constante depuración de propósitos que inducen a la abnegación y a la victoria sobre las tendencias primitivas, que permanecen dominantes.

Delante de todos los enfermos que Lo buscaban, Jesús era decisivo, en relación con la actitud del paciente, que debía creer en El y en la recuperación de su salud.

La Fe todo lo puede, pues acciona inexplorados mecanismos del hombre, generadores de fuerzas no utilizadas, modificando por completo el paisaje interno y después externo del ser.

La fe mueve montañas, cuando se presenta, estimula a la acción y vibra interiormente, produciendo energías que vitalizan toda la maquinaria por la cual se moviliza.

Creer correctamente conduce al querer correctamente.

El sufrimiento de cualquier naturaleza, cuando es aceptado con resignación y toda aflicción actual posee sus nacientes en los hechos pretéritos del espíritu rebelde – propicia renovaciones intimas con amplias posibilidades de progreso, factor preponderante de felicidad.

El dolor faculta el desgaste de las imperfecciones, además de propiciar el descubrimiento de valiosos recursos inagotables del ser.
Sublimado por el sufrimiento reparador, el espíritu se libera.

Mateo dijo: “De tal modo vuestra luz brille delante de los hombres, para que ellos vean vuestras buenas obras y glorifiquen  a vuestro Padre que está en los Cielos”.

“De  donde se sigue que, tanto en las pequeñas como en las grandes cosas, el hombre es siempre castigado por donde ha pecado. Los sufrimientos que son consecuencia, le advierten que ha obrado mal”.

¡OH! ¡Dolor bendito, liberador de esclavos, discreto amigo de los orgullosos, hermano de los santos, mensajero de la verdad, tanto necesitamos de tu concurso, que parece ángel que bajó al servicio de la Misericordia, para sustentarnos en la lucha redentora! Enséñanos a descubrir la receta de la humildad para que avancemos con éxito.

      El dolor ha reinado siempre como soberano en el mundo y, sin embargo, un examen atento nos demostraría  con cuanta sabiduría y con qué previsión la voluntad divina ha graduado sus efectos. En las primeras edades  de nuestro planeta, el dolor constituía  la única escuela  y el único acicate para los seres. Pero poco a poco, el sufrimiento se atenúa; los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre, permanentes en otros tiempos,  casi han desaparecido. El hombre ha dominado  a los elementos, ha aproximado las distancias y ha conquistado la Tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona  y progresa. Lenta, pero seguramente, a pesar de los retrocesos inherentes a la libertad, la humanidad mejora. Tengamos confianza  en la Potencia directora del Universo. Nuestro espíritu limitado no sabe discernir  el conjunto de los medios. Solo Dios posee  la noción exacta de esta ritmada cadencia, de esta alternativa necesaria de la vida y de la muerte, de la noche y del día, del placer y del dolor, de donde se desprenden finalmente la felicidad y la elevación de los seres, dejémosle, pues, el cuidado de Su Obra.

       Mientras tanto busquemos el remedio para los padecimientos en la fe muy valiosa en el corazón del creyente, es una fuerza poderosa que sustenta la vida en el camino de la ascensión espiritual. Es, indiscutiblemente, el mayor remedio para todos los males.  Es la disposición de la esperanza que sustenta siempre la confianza en Dios, manteniéndolo  VIVO en la conciencia, haciendo sentir  a Jesús guiándonos en  todos los derroteros del aprendizaje, en la esfera en que nos encontramos, por misericordia de Dios, que es la Tierra. Es Cristo comandando  a todos, y pidiéndonos que confiemos en Dios y en Su asistencia; es la fe la que realmente transporta  las montañas y se torna en armonía  en el complejo físico, traduciéndose en salud física  para el cuerpo y espiritual para el alma.  Es el remedio infalible,  como siendo  bendición de Dios, que puede nacer dentro de nosotros, curarnos  y ayudar a nuestros compañeros.

La fe no tiene limites; ella tanto trabaja  en el mundo ,material como en el espiritual; es humana y divina, es hija de Dios en las manos de Cristo. Aun mismo en las tinieblas, se hace Luz cuando despierta; en las horas de grandes aflicciones, ella se transforma en paz, estableciendo armonía y llevándonos al amor, en alas de esperanza.

La Tierra aun no es lugar de gozo; es lugar de expiación y de pruebas, donde los sufrimientos actúan en proporciones inmensurables; es como un gran hospital, lleno de almas en reparo, llorando sufriendo en busca  de la cura de sus males. Más, como en cada casa de salud, en ella no existe solamente gente enferma; hay muchos que están en ella para ayudar a curar a los enfermos y, por tanto, Dios envió la Doctrina Espirita, bajo la egida de Jesús,  para enseñarnos a cultivar la fe, la confianza, a amar a todos y a todo, amar a Dios en todo donde se constate el trabajo de Su generosa bondad.

El Espiritismo nos trae paginas lindas acerca de las leyes naturales, y nos ayuda a convivir con ellas, respetándolas  de modo que las establezcamos en nuestra intimidad creando armonía divina, para la divina salud del cuerpo y del Espíritu. Por tanto hemos de hacer nuestra parte, para que tengamos fuerza para curarnos a nosotros mismos, en el sustento de la vida sobre la Tierra. Es preciso que sepamos:

Que el remedio para el odio es el amor,
Para la violencia el perdón,
Para la usura, el desprendimiento.
Para la desconfianza la fe  que restablece el equilibrio en lo más profundo del ser.
La Doctrina Espirita vino a restablecer la Doctrina de Cristo de Dios, haciendo a la humanidad recordar  la mayor figura que piso la faz de la Tierra. Se habla mucho  del paraíso, de los grandes profetas  hasta nuestros días, sin embargo, el todavía se encuentra distante, porque sus raíces se encuentran dentro de cada uno,  en los valores  que granjeamos  aun en estado de sueño, aguardando, nuestra buena voluntad, para que ellos actúen en el ejercicio del bien, en las líneas  del amor y de la caridad.

El Espiritismo es un curso que los Cielos mandaron a la Tierra, bajo la dirección de los grandes benefactores, que las administran permanentemente, para que los Espíritus aprendan  la educación de los sentimientos y se instruyan en todos los campos del saber; se manifiesta como agua de la vida, recordando siempre los hechos del Maestro de los maestros.
Debemos comprender la enseñanza que representa la Doctrina. Aprovechándola en nuestra educación y entendimiento, y haciendo más en nosotros mismos, corrigiendo nuestras faltas y adiestrando nuestras cualidades. Por eso, debemos estimular la fe, de manera que ella sea la verdadera hija del amor, y por donde pasemos debemos hacer ambiente de luz,  para que pasen también la fraternidad y la esperanza.

Volvamos  al comienzo de la nueva filosofía y leamos con más atención las obras básicas del Espiritismo, para reforzar nuestra fe, dando nacimiento al amor. Si algunos de los males se transformaran en infortunios en nuestro camino, no nos quejemos, meditando en lo que la Doctrina  nos revela  y consolémonos con la tolerancia; meditemos que la justicia de Dios es recta, y nadie paga lo que no debe; confiemos en el futuro, en que mañana gozaremos de la paz porque pasamos a vivir en paz, porque encontramos el remedio para nuestros males, que es la fe, en la irradiación del amor.

 Trabajo realizado por Merchita
Extraído del Evangelio Según el espiritismo. De Allan Kardec. Del libro “Después de la Muerte” de León Denis y del Libro “Máximas de Luz” de   Juan Nunes Maia

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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Una carta para el Sr. Allan Kardec



     
        ESPÍRITUS ERRANTES. 

– ¿El alma se reencarna inmediatamente después de su separación del cuerpo? 
– Algunas veces reencarna de inmediato, pero con más frecuencia después de intervalos más o menos largos. En los mundos superiores la reencarnación es casi siempre inmediata. Siendo menos grosera la materia corporal, el Espíritu encarnado goza allí de casi  todas sus facultades de Espíritu y su estado normal es el de vuestros sonámbulos lúcidos. 
224 – ¿En qué se convierte el alma en los intervalos de las encarnaciones? 
– En un Espíritu errante que aspira a su nuevo destino. 
– ¿Cuál puede ser la duración de esos intervalos? 
– Desde algunas horas a algunos millares de siglos. Por lo demás, hablando con exactitud, no hay límite extremo señalado para el estado errante, que puede prolongarse mucho tiempo; pero nunca es perpetuo, pues el Espíritu puede siempre, tarde o temprano, volver 
a empezar una existencia que sirve para purificar sus existencias anteriores. 
– ¿Esta duración está subordinada a la voluntad del Espíritu, o puede serle impuesta como expiación? 
– Es consecuencia del libre albedrío. Los Espíritus saben perfectamente lo que hacen;pero, para algunos es también un castigo impuesto por Dios. Otros piden la prolongación de semejante estado para proseguir estudios que sólo pueden hacer con provecho, como 
Espíritus. 
225 – ¿La erraticidad es en sí misma señal de inferioridad en los Espíritus? 
– No, pues hay Espíritus errantes de todos los grados. Ya dijimos que la encarnación es un estado transitorio; en su estado normal el Espíritu está liberado de la materia. 
226 – ¿Puede decirse que todos los Espíritus que no están encarnados están errantes? 
– Los que deben reencarnarse, sí; pero, los Espíritus puros que alcanzaron la perfección, no están errantes: su estado es definitivo. 
Con relación a las cualidades íntimas, los Espíritus son de diferentes órdenes o grados que sucesivamente recorren, a medida que se purifican. En cuanto a su estado, pueden estar: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo; errantes, esto es, libres del cuerpo material y esperando una nueva encarnación para mejorarse y pueden ser Espíritus puros, es decir, perfectos y sin necesidad de nuevas encarnaciones. 
227 – ¿De qué modo se instruyen los Espíritus errantes, pues sin duda no lo hacen de la misma manera que nosotros? 
– Estudian su pasado y procuran los medios de elevarse. Miran y observan lo que ocurre en los lugares que recorren; oyen la palabra de los hombres más ilustrados y las advertencias de los Espíritus más elevados, y esto les proporciona ideas de que carecían. 


El libro de los espiritus. Allan Kardec.

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UNA CARTA PARA EL SR. ALLAN KARDEC

Allan Kardec, el Codificador de la Doctrina Espírita, en aquella triste mañana de abril de 1860, estaba exhausto, malhumorado Hacia frio. Aunque la consolidación de la Sociedad Espirita de París y la promisora venta de libros, escaseaba el dinero para la obra gigantesca que los Espíritus Superiores le habían colocado en las manos. La presión aumentaba… Misivas sarcásticas se abultaban en la mesa. Cuando más desalentado se mostraba, llega la paciente esposa, Madame Rivail - la dulce Gabi -, a entregarle cierta encomienda, cuidadosamente presentada. El profesor abrió el embrollo, encontrando una carta simple. y leyó. "Sr. Allan Kardec: Respetuoso abrazo. Con mi gratitud, le remito el libro anexo, bien como su historia, rogándole, antes de todo, proseguir en sus tareas de esclarecimiento de la Humanidad, pues tengo fuertes razones para eso. Soy encuadernador desde la niñez, trabajando en gran casa de esta capital. Hace cerca de dos años me case con aquella que se reveló mi compañera ideal. Nuestra vida corría normalmente y todo era alegría y esperanza, cuando, en el inicio de este año, de modo inesperado, mi Antonieta partió de esta vida, llevada por astuta molestia. Mi desespero fue indescriptible y me juzgue condenado al desamparo extremo. Sin confianza en Dios, sintiendo las necesidades del hombre del mundo y viviendo con las dudas aflictivas de nuestro siglo, resolví seguir el camino de tantos otros, ante la fatalidad... La prueba de la separación me venció, y yo no paso, ahora, de un trapo humano. Faltaba al trabajo y mi jefe, recto y ríspido, me amenazaba con despedirme. Mis fuerzas huían. Visite diversas veces el Sena y acabé planeando el suicidio. “Sería fácil, no se nadar” – pensaba. Se sucedían las noches de insomnio y los días de angustia. En la madrugada fría, cuando las preocupaciones y el desánimo me dominaron más fuertemente, busque el puente Marie. Miré a mi alrededor, contemplando la corriente… Y, al estirar la mano derecha para tirarme, toque un objeto algo mojado que se cayó de la muralla, cayéndome a los pies. Sorprendido, distinguí un libro que el roció humedeciera. Tome el libro en las manos y, procurando la luz mortecina del poste vecino, pude leer, en el frontispicio, entre irritado y curioso: "Esta obra me salvo la vida. Léala con atención y tenga buen provecho. A. Laurent Estupefacto, leí la obra - "El Libro de los Espíritus" - al cual acrescente breve mensaje, volumen este que paso a sus manos abnegadas, autorizando a distinto amigo hacer de él lo que le parezca." Aun constaba de un mensaje de agradecimientos finales, la firma, la fecha y la dirección del remitente. El Codificador desempaquetó, entonces, un ejemplar de "El Libro de los Espíritus" ricamente encuadernado, en cuya capa vio las iniciales de su pseudónimo y en la página del frontispicio, levemente manchada, leyó con emoción no solamente la observación que el emisor se refería, más también otra, en letra firme: "Me salvó también. Dios bendiga a las almas que cooperaron en su publicación. - Joseph Perrier." Tras la lectura de la carta providencial, el Profesor Rivail experimentó nueva luz inundándolo por dentro… Apretando el libro en el pecho, razonaba,ya no  en términos de desánimo o sufrimiento, sino en la pauta de radiante esperanza… Era preciso continuar, disculpar las injurias, abrazar el sacrificio e ignorar las pedradas... Ante su espíritu se  arremolinaba al mundo necesitado de renovación y consuelo. Allan Kardec se levantó de la vieja poltrona, abrió la ventana a su frente, contemplando la vía pública, donde pasaban operarios y mujeres del pueblo, niños y ancianos… El notable obrero de la Gran Revelación respiro PROFUNDAMENTE, y, antes de retomar la pluma para el servicio acostumbrado, llevo el pañuelo a los ojos y limpio una lágrima...

" UNA CARTA PARA EL SR. ALLAN KARDEC.* - HILÁRIO SILVA. Psicografia de Francisco Cándido Xavier. (FEB)

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LA VIDA ESPIRITA O ESPIRITUAL : VIDA FUERA DE LA MATERIA 

Siendo la vida en la Tierra, sus edificaciones y paisajes un símil más condensado y algo más grosero del que existe en el mundo espirita o espiritual, se comprenderá fácilmente que el progreso en la región de las causas trasciende en belleza y realizaciones, superando en emociones y efectos todo cuanto la imaginación puede concebir. Desde los sitios más grotescos y sombríos donde se fijan los núcleos de depuración compulsiva para los que dilapidan, irresponsables, los preciosos dones de la existencia, hasta los elevados círculos de felicidad en las vibraciones circunvecinas de la Tierra, hay una infinita variedad de villas y ciudades, círculos espirituales y puestos de socorro donde viven los que se vinculan al planeta generoso que nos sirve de cuna y escuela de progreso, en intervalos de una hacia otra reencarnación. Plasmados por mentes que las moldean en el fluido universal, son populosos centros de vida donde el amor se agita, verdaderos cielos para los que actúan en los ideales de ennoblecimiento, posadas de los Espíritus dichosos que promueven en el Orbe cuando están reencarnados, el crecimiento de la cultura, de las artes y de las ciencias. Esos verdaderos misioneros de la abnegación y de la caridad son los artífices de la belleza en el mundo, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo. No se trata de lugares hipotéticos, o de centros donde predomina la ociosidad en demorada inercia, o de un paisaje fantasioso para el reposo de la inutilidad. Hay actividades febriles, donde el culto al trabajo fomenta el progreso de las mentes y perfecciona los sentimientos del corazón. De ninguna manera son mundos quiméricos, inmateriales, sobrenaturales, sino campos de acción objetiva, organizaciones promovidas por el espíritu humano, distantes aún de los mundos de la divina bendición. Fajas inmediatas a las realizaciones terrenas en escalas ascendentes y descendentes, donde rigen las leyes de la misericordia de Nuestro Padre en una programación superior que tiene por objetivo la elevación del Espíritu. En contrapartida, se adensan las regiones purgatoriales, legítimos infiernos donde pugnan incansables y se depuran aquellos a quienes la muerte arrebató en situaciones arbitrarias y que no los consumió. Dichas comunidades de sufrientes en martirio salvador, resultan de la aglutinación de las afinidades a las que se ajustan los réprobos, en consorcios de desesperación, donde las pesadas cargas vibratorias que aspiran y exteriorizan, generan paisajes tristes y torpes a los que se imantan como resultado de las densas emanaciones venenosas de las que son responsables. Hay que comprender que, siendo la vida espiritual la verdadera, en ella se elaboran los proyectos de la acción a ejecutar en los emprendimientos futuros, en las reencarnaciones posteriores. Si los genios de las artes reflejan la belleza en imperecederos poemas, sinfonías, composiciones épicas y estéticas en la pintura y en la escultura, de las regiones de donde vinieron traen registrados en la memoria los temas y las técnicas que resurgen en el campo de las formas humanas, a instancias de la inspiración, de la concentración profunda en que se sumergen buscando encontrarlas, de la oración que los eleva a los centros superiores donde permanecen los originales que repiten con los recursos que se les tornan accesibles. Igualmente, los mensajeros de la perturbación y del crimen, los perversos y sórdidos pregoneros de la vulgaridad, tanto cuanto los promotores de la inmoralidad, de la pornografía y de la exacerbación de la lujuria, de la corrupción de las costumbres, de las alucinaciones peligrosas, expresan en el mundo de los contornes físicos, las imágenes impresas en la memoria que traende las estaciones insalubres donde permanecieron cuando se encontraban en reparación de los innobles gravámenes perpetrados en el mundo. Otras veces, de acuerdo con las ideas cultivadas, mantienen una sintonía natural de gustos y aspiraciones con esas ciudades dispersas en las inmediaciones del planeta, volviendo allí oyendo por vez primera en parciales desprendimientos producidos por el sueño, conducidos por los arquitectos de la armonía o por los secuaces de la anarquía terrestre. Los que pueden alzar vuelo a solas y permanecen vinculados a las Escuelas de la sabiduría y de la belleza de donde proceden, fácilmente fortifican el ánimo y comprenden las tareas y sacerdocios que deben preservar entre los hombres, sostenidos por la fuerza vital que se exterioriza de tales urbes. En ninguna parte del Universo existe el vacío absoluto, la nada, la experiencia estática. Un dinamismo progresista se impone como consecuencia natural de la incesante creación divina que sustenta las galaxias y comanda los sistemas planetarios. La vida es el hálito del Padre Creador, en Su soberana manifestación de amor. A los menos adiestrados en la meditación en torno de la vida espiritual y a los que se anestesian en el lodazal de las sensaciones más groseras, las revelaciones referidas al mundo extra físico les parecen fantasías bien urdidas, prefiriendo ellos que todo se consuma en el aniquilamiento tras la muerte del cuerpo somático, o que se asiente en los compartimentos estancos que la necesidad de venganzas y recompensas apasionadas de algunos visionarios del pasado y del presente establecieron como puntos finales inamovibles. Es perfectamente lógico el hecho de la multiplicidad de Ciudades y Colonias Espirituales en el mundo de las causas. El Apóstol Pablo, en desdoblamiento mediúmnico significativo, fue arrebatado "hasta el tercer cielo", al paraíso, y escuchó palabras indecibles, conforme anotó en la importante copia de enseñanzas que insertó en su oportuna 2da. Epístola a los Corintios (Cap. 12, versículo 2 y siguientes), rica en advertencias, espiritualidad y edificaciones morales. Los grandes místicos de la Humanidad, en procesos luminosos de viajes astrales, fueron a muchas de ellas, de donde vinieron guardando el recuerdo de detalles y acontecimientos que narraron a sus contemporáneos... Dante Alighieri, en el incomparable poema de La Divina Comedia, intentó ser lo más fiel posible a las múltiples reminiscencias que guardaba de sus paseosespirituales, amparado por Virgilio y por Beatriz, en los cuales su espíritu encontró a enemigos y adversarios políticos, a los que situó conforme a su imaginación. Teresa de Ávila, en reiteradas oportunidades, durante trances sonambúlicos y en estados catalépticos sucesivos, viajó en cuerpo espiritual rumbo a esas organizaciones, recogiendo y trayendo de allí informaciones superiores con las que sustentó a sus hermanas del Carmelo y se fortaleció a sí misma, a fin de superar las terribles condiciones morales de la época, estableciendo las nobles y austeras líneas del deber a las que se entregó en culto de elevación y gloria. Los Apóstoles y misioneros de todos los tiempos, conocieron de cerca esas experiencias superiores, de cuyos viajes retornaron reconfortados y ágiles para proseguir las luchas con las cuales ascendieron a las más altas culminaciones del bien. Si no bastasen tales recuerdos, los Espíritus del Señor, incesantemente, se refieren a esas mansiones de luz perenne y a aquellas cavernas de continuas luchas purificadoras, emulando a los hombres en la preferencia de la victoria sobre las vanidades terrenas, en permanentes menesteres de elevación. Al imperio del pensamiento, se construyen las cadenas de la esclavitud y las alas de la sublimación en los más variados rincones del universo. Metrópolis elaboradas en una sustancia sutil, plástica y de fácil moldeaje a las mentes dichosas, constituyen los paneles de incomparable dicha donde reinan la paz, la ventura y la felicidad sin mancha. En el más allá de la tumba, hay incontables instituciones de beneficencia y de socorro, que se dedicaron al auxilio de los que transitan por la Tierra y parten del cuerpo luego de la desencarnación, permaneciendo embrutecidos, inconscientes, muertos-vivos en las Necrópolis y en los reductos de los hogares donde ya no les es lícito permanecer. Legiones de abnegados y caritativos mensajeros del Señor, recogen en Institutos de recuperación y perfeccionamiento a los desencarnados que sufren y que están fuertemente imantados a las sensaciones del cuerpo en descomposición, en un sagrado ministerio de amor y misericordia con lo que dan lecciones de fraternidad y de santificación. Escuelas y hospitales de rectificación, a semejanza de los que existen en la Tierra, mejor organizados y más perfeccionados, se abren, acogedores, como santuarios de recogimiento y corrección para la elevación de los caídos yrecuperación de los desdichados que no están totalmente dominados por las fuerzas soeces de la naturaleza animal bajo cuyo predominio se encontraban. Tal como existen en la Tierra conglomerados y organizaciones humanas para albergar a una inmensa legión de criaturas, los hay también aquí, múltiples y acogedores como nidos de ventura que aguardan a sus habitantes que momentáneamente se encuentran incursionando en aprendizajes variados en los débilmente coloridos paisajes terrenos. Nadie se sorprenda, por lo tanto, que la vida espiritual sea reflejada en las comunidades terrenas, que son copias imperfectas de las sociedades vigentes en los círculos superiores del Orbe y en los planetas donde la vida se agita sin sombras, sin dolor, sin muerte, sin adiós. El olvido temporal de ninguna manera constituye una justificación para que se argumente contra la existencia del mundo de las causas. El de los efectos, es la respuesta de esta afirmación. El olvido, que es una concesión divina, no impide que surjan y resurjan recuerdos en forma de insostenible melancolía, que de vez en cuando, visita la mente y el corazón de los hombres, nublándoles los ojos de lágrimas y de dulces reminiscencias cuando se encuentran en el calabozo carnal... Elevémonos por medio de la acción ennoblecida y por el ejercicio de la meditación profunda, por encima de las conjeturas inmediatitas, y conseguiremos vincularnos con esos centros de comando y vitalización de los ideales humanos, pudiendo extraer de allí fuerzas para las victorias sobre nosotros mismos, al mismo tiempo que conseguimos liberarnos de las ligaduras carnales, por el desprendimiento parcial a través del sueño, para usufructuar las bendiciones de la excelsa misericordia que el Señor confiere a los que Lo aman y procuran serle fieles. Ante los paneles del Sol o de las estrellas, frente a los jardines y arboledas, ante las construcciones del arte, de la belleza y de la ciencia, ampliemos el pensamiento y procuremos registrar las nobles señales de la elevada estética de esos parajes felices, anticipándonos al gozo futuro, y considerando que, si el hombre imperfecto y endeudado puede edificar y gozar desde ya tanta armonía, ¿qué le esperará a aquel que tras la tarea cumplida en el mundo, retorna al país de la misericordia y del amor de donde vino? Alentados por esa expectativa, prosigamos fieles y humildes.

Juana de Angelis (Mensaje psicografiado por Divaldo Pereira Franco)

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                                                     LOS PASOS DE JESUS
   

“Os he dicho estas cosas estando con vosotros; pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho.” (Juan, XIV, 25-26).

La Religión de Jesús es la eterna Religión de la Luz y de la Verdad. Ella no se limita a la práctica de simples virtudes, tal como los hombres creen. Abarcando los amplios horizontes de la Vida Espiritual, nos enseña los medios indispensables para adquirir la Inmortalidad. La Religión de Jesús no desaparece en la tumba, sino que se eleva como un Sol majestuoso más allá del sepulcro; donde todo parece sumergirse en tinieblas, en la nada, la Verdad y la Vida se manifiesta con todo su fulgor. ¡La Religión de Jesús no es la Religión de la Cruz, sino la Religión de la Luz! ¡No es la Religión de la Muerte, sino la de la Vida! ¡No es la Religión de la Desesperanza, sino la de la Esperanza! ¡No es la Religión de la Venganza, sino la de la Caridad! ¡No es la Religión de los Sufrimientos, sino la de la Felicidad! La muerte, la desesperación, el martirio, los sufrimientos, son oriundos de las religiones humanas, así como la Cruz es el instrumento de suplicio inventado por los verdugos de la vieja Babilonia, de la Roma Primitiva, cuyos señores masacraban cuerpos y almas, infringiendo los preceptos del Decálogo.

La Religión de Jesús no es la Religión de la Fuerza, sino la Religión del Derecho. Cuando las multitudes absortas se acercaban al Maestro querido, para oír sus prédicas investidas de Fe, perfumadas de Caridad y resplandecientes de Esperanza, nunca el Joven Nazareno les hizo señales con una cruz; nunca pretendió poner sobre los hombros de sus infelices hermanos el peso del madero infamante. Por el contrario, los atraía con su mirada piadosa, con sus exhortaciones sublimes y con sus amorosos consejos; para todos tenía palabras de perdón, de afecto y de consuelo. A los afligidos y desanimados les decía: “Venid a mí, vosotros que estáis sobrecargados; aprended de mí, que soy humilde y manso de corazón; llevad sobre vosotros mi yugo, que es suave, mi carga, que es ligera, y tendréis descanso para vuestras almas.” La gran misión de Jesús fue destruir todas las cruces que el mundo había levantado; arrasar todos los calvarios. Él fue el portador del bálsamo para todas las heridas, del consuelo para todas las aflicciones, de la luz para todas las tinieblas. Sólo aquél que tuvo la dicha de recorrer las páginas del Nuevo Testamento y acompañar los pasos de Jesús desde su nacimiento hasta su muerte y gloriosa resurrección, bien podrá valorar en qué consiste la Doctrina del Resucitado.

Es admirable ver al Gran Evangelizador en medio de la plebe harapienta, repartiendo, con todos, los tesoros de su amor. Les hablaba la lengua del Cielo; los convidaba a la regeneración, a la perfección; les hacía percibir el futuro lleno de promesas saludables; los animaba a buscar las cosas de Dios; finalmente, procuraba grabar en aquellas almas, turbadas por el sufrimiento, el benévolo reflejo de la Vida Eterna, que Él tenía por misión ofrecer a todas las almas. Jesús no fui el emisario de la espada, el gladiador que lleva el luto y la muerte a la familia y a la sociedad; sino el Médico de las Almas, el Príncipe de la Paz, el Mensajero de la Concordia; el Gran Exponente de la Fraternidad y del Amor a Dios. A lo largo de los caminos pedregosos por donde pasó, por las ciudades y aldeas, el Maestro animaba a sus oyentes a ser buenos, les mostraba los tesoros del Cielo y a todos les garantizaba el auxilio de ese Dios Invisible, cuyo amparo se extiende a los pájaros del cielo y a los lirios de los campos. Tras su admirable Sermón de la Montaña, y para demostrar la acción de sus palabras, cura a un leproso que, postrado a sus pies, lo adora, diciendo: “¡Señor, si quieres, puedes curarme!” En su viaje por Cafarnaum, un centurión se aproxima a él y le pide que cure a su criado: el ejército celestial se pone en movimiento y el enfermo se restablece.

Llegando a la ciudad de Cafarnaum, entra en casa de Pedro y encuentra en la cama, presa de una fiebre maligna, a la suegra de este. Inmediatamente, a la imposición de sus manos compasivas, la pobre anciana se levanta. Acompañado de sus discípulos, en una barca en el Mar de Galilea, se desencadena una tempestad, el viento sopla fuerte y las olas se encrespan. Los discípulos, llenos de pavor, llaman al Maestro, y a una palabra suya los vientos cesan y el mar se calma. Cuando llegan a la otra orilla, él retira una legión de Espíritus malignos que obsesaban a un pobre hombre. Al salir nuevamente de la tierra de los gadarenos y de vuelta a Cafarnaum, unos hombres se aproximan al Nazareno y le llevan un paralítico que yacía en una camilla. El enfermo recibe el perdón de sus faltas y el hombre, curado, da gracias a Dios. Jairo, uno de los dirigentes de la sinagoga, sabiendo los grandes prodigios realizados por Jesús, corre a su encuentro y le pide que libere a su hija de la muerte. Mientras Jesús camina hacia la casa de Jairo, una mujer que sufría, hacía doce años, molestias incurables, le toca la túnica y sana. Llegando el Maestro a la casa del fariseo, libra a la jovencita de las garras de la muerte. Cuando Jesús sale de la casa de Jairo, dos ciegos corren tras el Maestro, clamando: “Hijo de David, ten misericordia de nosotros” Sus ojos se abren y ellos salen a divulgar, en Galilea, las grandes cosas que el Señor les hizo. En el mismo instante un grupo de hombres le traen al hijo de Dios un mudo endemoniado; Jesús expulsa al Espíritu maligno y el mudo recupera el habla. Y en proporción que las gracias eran dadas, la multitud crecía, porque en ellas crecía la Palabra de Dios; y Jesús andaba por todas partes anunciando a todos el Reino de Dios: contaba parábolas, hacía comparaciones y, bajo la forma de alegoría, propagaba en las almas la Voluntad Suprema para que todos, evitando obstáculos, pudiesen, con el auxilio divino, liberarse de los sufrimientos oprimentes por los que pasaban.

Durante un largo período de tres años consecutivos, Jesús, todo dedicado a la gran misión que tan bien desempeñó, no perdió un solo momento para dejar bien clara su tarea liberadora. Gran Reformador Religioso, derogó todos los cultos, todos los ritos, todos los sacramentos de invención humana, que sólo han servido para dividir a la Humanidad, formar sectas, constituir partidos, en perjuicio de la unificación de los pueblos, de la fraternidad que él supo proclamar bien alto. Y fue por eso que fariseos y escribas, sacerdotes, doctores de la Ley y pontífices congregados en complot maléfico, hostigaron a la muchedumbre bestializada contra el Cariñoso Rabino, y, unidos a los Herodes, a los Caifases, a los Pilatos y Tartufos; unos por malevolencia sanguinaria, otros por ambición y orgullo, otros por avaricia, vil mercancía, cobardía y servilismo, llevaron al Afectuoso Evangelizador al Patíbulo infamante, torturándolo hasta la muerte. Pero el triunfo de la Verdad no se hizo esperar; cuando todos creían muerto al Redentor del Mundo, cuando creían haber extinguido su Doctrina de Amor, he aquí que la Piedra del Sepulcro, donde habían depositado el cuerpo de Mozo Galileo, estremece al toque de los luminosos Espíritus; la cavidad de la roca se muestra vacía; Jesús se aparece a María Magdalena, resuena por todas partes el eco de la Resurrección.

Triunfante de las calumnias, de las injurias, de los tormentos, de los suplicios, de la muerte, el Hijo Amado de Dios recomienza sus valiosas lecciones, embalsamando a sus queridos discípulos con los efluvios de la Inmortalidad, únicos que nos garantizan Fe viva, Esperanza sincera y Caridad eterna. No valió la prevención de los sacerdotes, la orden de Pilatos; no valieron los sellos que lacraban el sepulcro ni los soldados que lo guardaban; en el amanecer del primer día de la semana todo fue derribado, y Cristo, resucitado, volvió a la arena mundial, victorioso en la lucha contra sus terribles verdugos. Y en su narrativa llena de sencillez, dice el Evangelio, por todos los Evangelistas, que Cristo Jesús apareció después de muerto, se comunicó con los once apóstoles, se apareció a los demás discípulos, y, después, a más de quinientas personas de las cercanías de Jerusalén; les explicó nuevamente las Escrituras, les repitió la Doctrina, que no puede quedar encerrada en una tumba, ni en una Iglesia; delante de ellos realizó fenómenos estupendos, como la Maravillosa Pesca, les anunció todas las cosas que debían suceder, les garantizó la venida del Consolador, les prometió, además de eso, su asistencia hasta la consumación de los siglos, no sólo a ellos, sino a todos los que siguiesen sus pasos y se elevó a las altas regiones del Espacio, desde donde velaría por nosotros.

La Religión de Jesús no consiste en dogmas y promesas falaces; es la Religión de la Realidad. Religión sin manifestaciones y comunicaciones de los Espíritus, es la misma cosa que una ciudad sin habitantes o una casa sin moradores. La Religión consiste justamente en esa comunión de Espíritus, en ese auxilio recíproco, en ese afecto mutuo. ¿Por qué es Cristo nuestra esperanza y nuestra fe? ¿Por qué le dedicamos amor, respeto y veneración? ¿Por qué le confiamos nuestras aflicciones? ¿Por qué le hacemos oraciones? ¿Por qué le dedicamos admiración y le rendimos gracias? Porque sabemos que Él puede y viene a iluminarnos la vida, a fortalecernos la creencia, nos protege y nos ampara, nos auxilia y acaricia, como un padre dedicado proporcionaría la felicidad y el bienestar a sus hijos. Pues siendo Cristo las primicias del Espíritu, como lo afirma el Apóstol Pablo; estando nosotros seguros de que Él resucitó, apareció, se comunicó, ¿por qué no pueden hacer lo mismo aquellos Espíritus que fueron nuestros amigos y parientes, aquellos que vivían con nosotros, manteniendo mutuo cariño? En la Epístola a los Corintios, el Apóstol de la Luz, dice: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó y es nula nuestra fe.” La resurrección de Cristo implica la resurrección de los muertos; y si fuese contraria a la Ley de Dios, la manifestación, la aparición, la comunicación de los muertos, Jesús hubiera infringido esa Ley; hubiera ido al encuentro de su primer mandamiento, que dice que tenemos la obligación de obedecer a nuestro Padre Celestial, amarlo de todo nuestro corazón, entendimiento y alma y con todas nuestras fuerzas. Pero ya que Cristo se apareció y se comunicó, es una señal segura de que la Ley de Dios consiste en la comunicación de los Espíritus. ¿Jesús no invocó, en el Tabor, a los Espíritus de Moisés y Elías? Esta es la Religión de Jesús, pues se basa en hechos irrefutables; esta es la Religión de la Fraternidad, porque tiene por base el amor verdadero, que no termina en la tumba; seguir los pasos de Jesús es lo bastante para que seamos guiados por Él y venzamos también como Él venció, la muerte, como el triunfo de la Resurrección.

Cairbar Schutel
Extraído del libro "Parábola y Enseñanza de Jesús"
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