sábado, 14 de noviembre de 2015

¡YO QUIERO SER MÉDIUM!



Orientación para el tratamiento de los casos de obsesión.
El sentido de la vida.

¿Por qué y para qué vivimos? La respuesta a esta pregunta es de gran importancia para comprender el problema de la obsesión. Según el Espiritismo, vivimos para desarrollar los potenciales psíquicos de que todos estamos dotados.

Nuestra existencia terrena tiene por finalidad la trascendencia, o sea, la superación constante de nuestra condición humana. Desde el nacimiento hasta nuestro último día pasamos por las experiencias que desarrollan nuestras aptitudes innatas, en todos los sentidos. El niño recién nacido crece día a día, desarrolla su organismo, aprende a comunicarse con los demás, a hablar y a razonar, a querer y a actuar para conseguir lo que quiere.

Trasciende la condición en que nació y pasa a fases superiores de la infancia, entrando más tarde en la adolescencia y después en la juventud, en la edad madura y en la vejez. Al recorrer todo ese trayecto fue
desarrollando sus fuerzas orgánicas y psíquicas, su afectividad, su capacidad de comprender lo que pasa a su alrededor y su poder de dominar las circunstancias.

Esto es trascender, elevarse por encima de la condición en que nació. Y para eso vivimos. Esto nos muestra que el sentido de la vida es la trascendencia.

Hoy, la Filosofía Existencial sostiene ese mismo principio en el campo filosófico. Los existencialistas consideran al hombre como un proyecto, o sea, un ser proyectado en la existencia como una flecha en dirección a un objetivo, que es la trascendencia. Pero según el Espiritismo las existencias son muchas y sucesivas, de modo que en cada existencia terrena alcanzamos un nuevo grado de trascendencia. Los estudios parapsicológicos actuales sobre
la reencarnación confirman ese principio. El hecho de que vivamos muchas vidas en la Tierra, y no solamente una, indica que tenemos en el inconsciente un acopio almacenado de recuerdos y conocimientos, aspiraciones, frustraciones y traumas mucho mayor que el descubierto por Freud.

Es bueno anotar en la memoria este dato importante: cuando Kardec descubrió las manifestaciones del inconsciente, por medio de sus pesquisas sobre los fenómenos anímicos, Freud tenía solamente un año de edad. Esto no desmerece a Freud, que no conocía las pesquisas de Kardec, sino que nos demuestra la seguridad de las investigaciones espíritas acera del psiquismo humano. La concepción espírita de la vida humana en la Tierra no es imaginaria, sino real, basada en estudios científicos. Los que consideran al Espiritismo como doctrina supersticiosa, creada por la ignorancia, revelan ser más ignorantes que lo que podrían pensar de sí mismos. La Doctrina Espírita está hoy comprobada científicamente por los científicos más avanzados. Lo decimos para mostrar a los lectores que el sentido de la vida a que nos referimos, no es una hipótesis, sino una realidad. Si no comprendemos que la vida es trascendencia, crecimiento, elevación y desarrollo constante y comprobado del ser espiritual que somos, no podremos encarar con naturalidad el problema de la obsesión y luchar para resolverlo. 

Mensaje traducido por Mari Carmen-España

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     EL MÉTODO CIENTÍFICO DE ELABORACIÓN  DE LA CODIFICACIÓN ESPÍRITA

 Como método de elaboración, el Espiritismo utiliza exactamente el mismo que las ciencias positivas, es decir, aplica el método experimental. 
Se presentan hechos de un orden nuevo que no pueden explicarse mediante las leyes conocidas: el Espiritismo los observa, compara y analiza, y del efecto se remontan a la causa y de ésta a la ley que los gobierna, luego deduce las consecuencias y busca aplicaciones útiles. No establece ninguna teoría preconcebida, motivo por el cual no ha formulado hipótesis sobre la existencia e intervención de los espíritus, como tampoco  sobre el periespíritu, la reencarnación ni ningún otro de los principios de la Doctrina. 
Ha terminado por aceptar la existencia de los espíritus cuando esa existencia se mostró evidente a través de la observación de los hechos, y de igual manera se ha manejado con los demás principios. 
No son los hechos los que han venido a confirmar la teoría, sino ésta es la que ha llegado posteriormente para  explicar y resumir los hechos.
- La Génesis-(Allan Kardec) 

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                       ¡YO QUIERO SER MÉDIUM!
Aunque muchos insistan en afirmar que la mediúmnidad es deuda, antes que cualquier otra cosa, basándose en una afirmación de Emmanuel (esa afirmación precisa ser mejor interpretada), en realidad, mediúmnidad es un serio compromiso que asumimos conscientemente antes de retornar a la carne, sea por sugestión de la espiritualidad superior o por iniciativa nuestra. Mediúmnidad es el instrumento de nuestra evolución y oportunidad de reparación de un más que probable pasado de errores. Rechazarla cuando ya estamos aquí, es huir de la responsabilidad, del compromiso, que asumimos en el mundo espiritual, en detrimento de nosotros mismos.
El Espiritismo está con nosotros hace ciento cincuenta años y aun hoy la practica mediúmnica claudica en muchas casas espiritas. No son raros los casos en que, después de la primera visita, la personas es encaminada al desenvolvimiento de su mediúmnidad, , aun mismo no teniendo ninguna noción sobre cómo se procesa el intercambio con los espíritus. el resultado de eso, innumerables veces, es desastroso: las personas quedan con miedo y con ideas erradas sobre el contacto entre los hombres y los desencarnados. Y esa mentalidad es cultivada entre nosotros básicamente, por el poco o ningún estudio doctrinario, sobre todo de las obras básicas.
Sabemos que el fenómeno mediúmnico es un buen medio de atracción para los que aun no conocen el espiritismo, más no se puede invertir la escala de los valores de las cosas. el estudio, la divulgación de la doctrina Espirita y la reforma intima, son fundamentales para la vida futura del espíritu inmortal, y deben ser las principales preocupaciones de los espiritas, principalmente de los dirigentes.

Millares de personas, baten las puertas de los centros espiritas, presentando síntomas de mediúmnidad, deseando ser asistidas con el fin de librarse del desequilibrio. Gran parte de los médiums principiantes quieren desenvolver la mediúmnidad, aun mismo desconociendo
completamente lo que esto significa, pues acreditan que, únicamente, en la sesión mediúmnica, desenvolverán su mediúmnidad, sus obsesores serán adoctrinados y alcanzaran automáticamente el equilibrio, la paz y la salud. En otras palabras, quieren la conquista mágica y fácil, a través del simple fenómeno mediúmnico.!
Los grupos espiritas, sin conocimientos más profundo en el Espiritismo, ansiosos en aumentar el número de trabajadores de la casa, encaminan a personas para la práctica mediúmnica, tan solamente porque demuestran poseer mediúmnidad. Cuando son alertados, muchos dirigentes afirman estar haciendo un acto de caridad, cuando, en verdad, podrán estar promoviendo una tremenda desorganización psíquica, forzando el desenvolvimiento mediúmnico en personas que no están preparadas. El error se torna mucho más grave, porque, la prisa con el fenómeno mediúmnico, torna el fenómeno más importante que el propio Espiritismo. Es el resultado infeliz, de la suma de la poca preparación de los dirigentes, con la persistente mala voluntad de los médiums en estudiar el Espiritismo.
Volvemos a repetir que el estudio continuado, la divulgación incesante de la Doctrina Espirita, - principalmente por el ejemplo – y la indispensable e innegable reforma intima, son absolutamente fundamentales para la vida futura del espíritu inmortal, deben ser siempre las principales preocupaciones de los espiritas, principalmente de sus dirigentes.
Agnaldo Cardoso
Traducido por M. C. R
  

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LA ADVERSIDAD Y EL SUFRIMIENTO

El sufrimiento forma parte de la vida, por ser un mecanismo de la naturaleza, a través del cual, el progreso intelecto-moral se expresa y consolida, es una ley de nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades, bajo todos los climas, el hombre ha sufrido y también ha llorado. Millares de criaturas, a pesar del progreso alcanzado se inclinan aun por el peso del dolor.

El rico como el pobre sufre en la carne y en el corazón, en el seno de la abundancia,  observamos sentimientos de abrumación, una vaga tristeza se apodera a veces de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es algo irrealizable en la Tierra y que solo luce  con fugitivos relámpagos. Todos aspiramos  a vidas y mundos mejores, todos sentimos dentro la intuición de que la Tierra no lo es todo. Con la Doctrina de los Espíritus, esa intuición desaparece porque aprendemos donde vamos de dónde venimos  y porque sufrimos y para qué estamos aquí. Entrevemos más allá de la Tierra, de las sombras y de las angustias el alborear de una nueva vida.

Para pesar los bienes y los males de la existencia; para saber lo que es la felicidad y la verdadera desdicha, tenemos que elevarnos por encima del circulo estrecho de la vida terrena. El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera  en ella  nos permite medir las consecuencias de nuestros actos y su influencia sobre nuestro porvenir.

El diamante bruto aguarda la lapidación para brillar como una estrella luminosa.

Los metales necesitan de altas temperaturas, a fin de amoldarse a la belleza y a la utilidad.
 La madera soporta los instrumentos cortantes para desempeñar los papeles relevantes a que está destinada.

El rió cava el propio lecho por donde corre. Igualmente, el espíritu necesita lapidar las aristas que ocultan su luminosidad y para eso, el sufrimiento se presenta como un hecho normal, que el conocimiento y la fuerza de la voluntad consiguen conducir con equilibrio, alcanzando la finalidad sublime a la que se encuentra destinado.

El sufrimiento adquiere diversas dimensiones, está vinculado a la sensibilidad de cada uno.
 El bruto es cruel y perturbador en su dolor, estalla con agresividad y locura.

El santo y asceta encuentra en su dolor un medio de liberación y crecimiento íntimo.

La desgracia para el que solo mira el presente, puede ser la pobreza, los achaques  o la enfermedad. Para el Espíritu desvinculado de lo Alto, será el amor al placer, la soberbia,  y la vida inútil  y culpable.  No podemos juzgar una cosa  sin ver todo lo que de ella se deduce, y, por eso,  nadie comprenderá la vida si no conoce su finalidad y sus leyes.

Disminuir su intensidad o calmarlo, es la gran meta de todo el que sufre. Sin embargo, el dolor no es una punición, es un excelente mecanismo de la vida al servicio de la propia vida. El forma parte de la etapa evolutiva del orbe y de todos cuantos aquí se encuentran, marchando hacia planos más elevados.

Todo esfuerzo para mitigarlo, sin la remoción de las causas, no lograra sino paliativos, postergaciones. Aunque alguna circunstancia premie al enfermo con una súbita liberación, si la terapia no alcanzo las razones que lo desencadenan, el transitará de una problemática a otra sin conseguir la salud real.

Esto es porque, en todo proceso degenerativo o de aflicción, el espíritu, en si mismo, es siempre el responsable, consciente o no. Y naturalmente, solo cuando opta por la armonía interior, se opera la conquista de la paz.

El sufrimiento debe ser considerado una enfermedad del alma. No es impuesto por Dios, es una elección de cada criatura, porque, su intensidad y duración está en razón directa de la estructura evolutiva, de las resistencias morales características de su estado espiritual.

Es la sensibilidad emocional la que filtra el dolor y lo exterioriza. Huir, escamotear, anestesiar el sufrimiento son métodos ineficaces, mecanismos de alineación que postergan la realidad. Examinarlo y afrontarlo, representa un valioso recurso de lucidez, con efecto terapéutico propiciador de paz.

Las reacciones de ira, violencia y rebeldía contra el sufrimiento, más lo amplían, porque desencadenan nuevas desarmonías en áreas no afectadas.

La aceptación del problema con una actitud valiente de enfrentarlo y remover su causa, representa un avanzado paso para la solución.

El equilibrio mental y moral, ante el sufrimiento, representa una insospechada significación positiva y se consigue a través del entrenamiento por medio de la meditación, por la oración, que proceden del conocimiento que ilumina la conciencia orientándola correctamente.

La razón del sufrimiento es la conducta remota o próxima mantenida por cada cual, se puede decir que su presencia resulta del distanciamiento del amor, que es su gran y eficaz antídoto.

Interdependientes, el sufrimiento y el amor, son mecanismos de la evolución. Cuando uno se aparta, el otro se presenta.

A veces, coronando la lucha, en la etapa final, vemos que surgen simultáneamente, sin los daños que normalmente desencadenan.

La historia de los mártires nos da testimonio de la realidad del concepto.

Por encima de todos ellos, se destaca el ejemplo de Jesús, enseñando, por el amor, la victoria sobre el sufrimiento durante toda Su vida, principalmente en los momentos culminantes del Getsemaní al Gólgota, y de allí a la resurrección.

A semejanza del buril actuando sobre la piedra bruta y lapidándola, las enfermedades son mecanismos purificadores para que el alma despierte sus potencialidades y brille más allá del recipiente orgánico que la encarcela.

Los medicamentos matan a los invasores, pero no restituyen el equilibrio como se desea, si la fuente conservadora no irradia la fuerza que sustenta al cuerpo.

Momentáneamente, con la muerte de microbios, la persona parece recuperada, sumergiendo, empero, la situación en otro cuadro patológico.

La conducta moral y mental de los hombres, cuando cultivan las emociones de irritabilidad, del odio, de los celos, del rencor, de las disipaciones, impregnan al organismo, al sistema nervioso, con vibraciones letales que bloquean las áreas por donde se extiende la energía saludable, abriendo el campo para la instalación de enfermedades, gracias a la proliferación de los agentes virosicos degenerativos que allí se instalan.

Casi siempre las terapias tradicionales remueven los síntomas sin alcanzar las causas profundas de las enfermedades.

La cura siempre proviene de la fuerza propia de la vida, cuando es canalizada correctamente.

Las tensiones físicas, mentales y emocionales son, igualmente, responsables por las dolencias-sufrimiento que genera sufrimiento. El hombre aprende a tener miedo, a conservar amarguras, a desequilibrarse por acontecimientos de menor importancia, desarticulando su sistema energético. Pasa  de un aborrecimiento a otro, cultivando virus emocionales que facilitan la instalación de otros, degenerativos, responsables por la gravedad de sus enfermedades.

Los condicionamientos, las ideas depresivas, las creencias absurdas, las acciones vejatorias, son responsables por las tensiones conducentes a la desarmonía.

Evitando esas cargas, el sistema energético inmunológico librara de dolencias al individuo, y su vida cambiara, pasando a un mejor estado de salud.

Las causas profundas del sufrimiento, están en el individuo mismo, que se debe auto examinar, auto conocer, a fin de librarse de ese tipo de sufrimiento. La mayoría de los sufrimientos emanan de la forma incorrecta como la vida es encarada.

Para conseguir disfrutar de determinados placeres el individuo invierte más allá de sus posibilidades, constatando, después, cuantas dificultades tiene que enfrentar para mantener esas conquistas.

La imaginación estimula con la ilusión de la posesión al hombre exponiéndolo a pesados compromisos para el futuro, pasado el placer, que no tiene condiciones para conservar, viene la desesperación el sufrimiento y el arrepentimiento tardío.

La cautela en las decisiones no se puede convertir en miedo a actuar, en cultivo de pesimismo, para el futuro. Es la ambición irrefrenada, la precipitación, la falta de control, quienes abren los espacios emocionales para el placer que genera dolor. Allí están los vicios sociales y morales debilitando vidas, produciendo el tedio de los sentidos y a más largo o corto plazo, conduciendo a la locura, al suicidio.

Alguno de esos vicios son el inocente cigarrillo utilizado como exhibición en el grupo social como afirmación de la personalidad, responsable por graves problemas respiratorios, canceres, enfisemas pulmonares; el placer etílico generador de la embriaguez tormentosa, cirrosis hepática, ulceras, gástricas y duodenales, disturbios intestinales y otros más, fuera de las alucinaciones que conducen a la violencia, a la depresión, a la destrucción de otras vidas y todo cuanto, es querido,  precioso, con resultados funestos.

Las drogas, que esclavizan, iniciando las dependencias en las primeras tentativas que parecen proporcionar placer, estimulando la alegría, el valor, la realización, victorias fugaces sobre los fuertes conflictos psicológicos, convirtiéndose luego en desgracias, a veces, irremediables...

Nadie escapa a los compromisos que constituyen la vida. Programada de manera para que eduque y fortalezca, sus aprendices no la pueden burlar indefinidamente. Enfrentar las vicisitudes y superar los valores indicativos de prosperidad, del placer injustificable, es como se debe evitar el sufrimiento. Es verdad que un número significativo de placeres se presentan sin riesgo de convertirse en factor de aflicción.

Por tanto, cuando se tiene conciencia del sufrimiento, es fácilmente evitable.

La escala de valores, para muchos individuos, se presenta invertida, teniendo por base lo inmediato, lo arriesgado, lo vulgar y lo promiscuo, el poder transitorio, la fuerza, como relevantes para la vida.

Las fiestas ruidosas llaman la atención, las compañías jóvenes e irresponsables despiertan interés, las conversaciones vulgares producen alegría, que son satisfacciones de un momento, responsables por sufrimientos de largo porte.

El hombre vive en la tierra bajo la acción de miedos: a la enfermedad, a la pobreza, a la soledad, al desamor, al fracaso, a la muerte. Esa conducta es el resultado de su falta de preparación para los fenómenos normales de la existencia, que debe encarar como proceso de evolución.

“Los sufrimientos debido a causas anteriores a la existencia presente, como los que se originan de culpas actuales, muchas veces son la consecuencia de la falta cometidas, esto es, el hombre, por la acción de una rigurosa justicia distributiva, sufre lo que hizo sufrir a otros”.

El odio es el causante de muchos sufrimientos, es responsable por las más torpes calamidades sociales y humanas de que se tiene conocimiento.

Cuando se instale en nuestros corazones hay que poner el máximo empeño en desarticularlo, sino se hace ese trabajo, él se irradia y cunde la infelicidad.
Como es pestilente, contamina con facilidad, transfigurándose como irritación, ansiedad, rebeldía y otros dañinos mecanismos psicológicos reactivos.

El amor es el antídoto para todas las causas del sufrimiento, por proceder del Divino Psiquismo, que genera y sustenta la vida en todas sus expresiones.

Iluminado por el amor, el hombre discierne, aspira, actúa, y se entrega confiado, irradiando una energía vitalizadora, gracias a la cual se renueva siempre y altera para mejor el paisaje por donde se moviliza.

El sufrimiento precisa ser superado, y el único medio de superarlo, es soportándolo.

Eso lo aprendemos solamente con Jesucristo. Jesús sintetizo en el amor la fuerza poderosa para la anulación de las causas infelices del sufrimiento y para su compensación por el bien.

Allan Kardec, a través de la observancia de las lecciones del Evangelio y de las directrices propuestas por los Espíritus Superiores, aludiendo a Jesús, presento la caridad como siendo la vía real para la salvación, la adquisición de la salud integral.

La caridad, que es el amor en su expresión más elevada, para ser real exige la iluminación de quien la practica, posibilitando, una constante depuración de propósitos que inducen a la abnegación y a la victoria sobre las tendencias primitivas, que permanecen dominantes.

Delante de todos los enfermos que Lo buscaban, Jesús era decisivo, en relación con la actitud del paciente, que debía creer en El y en la recuperación de su salud.

La Fe todo lo puede, pues acciona inexplorados mecanismos del hombre, generadores de fuerzas no utilizadas, modificando por completo el paisaje interno y después externo del ser.

La fe mueve montañas, cuando se presenta, estimula a la acción y vibra interiormente, produciendo energías que vitalizan toda la maquinaria por la cual se moviliza.

Creer correctamente conduce al querer correctamente.

El sufrimiento de cualquier naturaleza, cuando es aceptado con resignación y toda aflicción actual posee sus nacientes en los hechos pretéritos del espíritu rebelde – propicia renovaciones intimas con amplias posibilidades de progreso, factor preponderante de felicidad.

El dolor faculta el desgaste de las imperfecciones, además de propiciar el descubrimiento de valiosos recursos inagotables del ser.
Sublimado por el sufrimiento reparador, el espíritu se libera.

Mateo dijo: “De tal modo vuestra luz brille delante de los hombres, para que ellos vean vuestras buenas obras y glorifiquen  a vuestro Padre que está en los Cielos”.

“De  donde se sigue que, tanto en las pequeñas como en las grandes cosas, el hombre es siempre castigado por donde ha pecado. Los sufrimientos que son consecuencia, le advierten que ha obrado mal”.

¡OH! ¡Dolor bendito, liberador de esclavos, discreto amigo de los orgullosos, hermano de los santos, mensajero de la verdad, tanto necesitamos de tu concurso, que parece ángel que bajó al servicio de la Misericordia, para sustentarnos en la lucha redentora! Enséñanos a descubrir la receta de la humildad para que avancemos con éxito.

      El dolor ha reinado siempre como soberano en el mundo y, sin embargo, un examen atento nos demostraría  con cuanta sabiduría y con qué previsión la voluntad divina ha graduado sus efectos. En las primeras edades  de nuestro planeta, el dolor constituía  la única escuela  y el único acicate para los seres. Pero poco a poco, el sufrimiento se atenúa; los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre, permanentes en otros tiempos,  casi han desaparecido. El hombre ha dominado  a los elementos, ha aproximado las distancias y ha conquistado la Tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona  y progresa. Lenta, pero seguramente, a pesar de los retrocesos inherentes a la libertad, la humanidad mejora. Tengamos confianza  en la Potencia directora del Universo. Nuestro espíritu limitado no sabe discernir  el conjunto de los medios. Solo Dios posee  la noción exacta de esta ritmada cadencia, de esta alternativa necesaria de la vida y de la muerte, de la noche y del día, del placer y del dolor, de donde se desprenden finalmente la felicidad y la elevación de los seres, dejémosle, pues, el cuidado de Su Obra.

       Mientras tanto busquemos el remedio para los padecimientos en la fe muy valiosa en el corazón del creyente, es una fuerza poderosa que sustenta la vida en el camino de la ascensión espiritual. Es, indiscutiblemente, el mayor remedio para todos los males.  Es la disposición de la esperanza que sustenta siempre la confianza en Dios, manteniéndolo  VIVO en la conciencia, haciendo sentir  a Jesús guiándonos en  todos los derroteros del aprendizaje, en la esfera en que nos encontramos, por misericordia de Dios, que es la Tierra. Es Cristo comandando  a todos, y pidiéndonos que confiemos en Dios y en Su asistencia; es la fe la que realmente transporta  las montañas y se torna en armonía  en el complejo físico, traduciéndose en salud física  para el cuerpo y espiritual para el alma.  Es el remedio infalible,  como siendo  bendición de Dios, que puede nacer dentro de nosotros, curarnos  y ayudar a nuestros compañeros.

La fe no tiene limites; ella tanto trabaja  en el mundo ,material como en el espiritual; es humana y divina, es hija de Dios en las manos de Cristo. Aun mismo en las tinieblas, se hace Luz cuando despierta; en las horas de grandes aflicciones, ella se transforma en paz, estableciendo armonía y llevándonos al amor, en alas de esperanza.

La Tierra aun no es lugar de gozo; es lugar de expiación y de pruebas, donde los sufrimientos actúan en proporciones inmensurables; es como un gran hospital, lleno de almas en reparo, llorando sufriendo en busca  de la cura de sus males. Más, como en cada casa de salud, en ella no existe solamente gente enferma; hay muchos que están en ella para ayudar a curar a los enfermos y, por tanto, Dios envió la Doctrina Espirita, bajo la egida de Jesús,  para enseñarnos a cultivar la fe, la confianza, a amar a todos y a todo, amar a Dios en todo donde se constate el trabajo de Su generosa bondad.

El Espiritismo nos trae paginas lindas acerca de las leyes naturales, y nos ayuda a convivir con ellas, respetándolas  de modo que las establezcamos en nuestra intimidad creando armonía divina, para la divina salud del cuerpo y del Espíritu. Por tanto hemos de hacer nuestra parte, para que tengamos fuerza para curarnos a nosotros mismos, en el sustento de la vida sobre la Tierra. Es preciso que sepamos:

Que el remedio para el odio es el amor,
Para la violencia el perdón,
Para la usura, el desprendimiento.
Para la desconfianza la fe  que restablece el equilibrio en lo más profundo del ser.
La Doctrina Espirita vino a restablecer la Doctrina de Cristo de Dios, haciendo a la humanidad recordar  la mayor figura que piso la faz de la Tierra. Se habla mucho  del paraíso, de los grandes profetas  hasta nuestros días, sin embargo, el todavía se encuentra distante, porque sus raíces se encuentran dentro de cada uno,  en los valores  que granjeamos  aun en estado de sueño, aguardando, nuestra buena voluntad, para que ellos actúen en el ejercicio del bien, en las líneas  del amor y de la caridad.

El Espiritismo es un curso que los Cielos mandaron a la Tierra, bajo la dirección de los grandes benefactores, que las administran permanentemente, para que los Espíritus aprendan  la educación de los sentimientos y se instruyan en todos los campos del saber; se manifiesta como agua de la vida, recordando siempre los hechos del Maestro de los maestros.
Debemos comprender la enseñanza que representa la Doctrina. Aprovechándola en nuestra educación y entendimiento, y haciendo más en nosotros mismos, corrigiendo nuestras faltas y adiestrando nuestras cualidades. Por eso, debemos estimular la fe, de manera que ella sea la verdadera hija del amor, y por donde pasemos debemos hacer ambiente de luz,  para que pasen también la fraternidad y la esperanza.

Volvamos  al comienzo de la nueva filosofía y leamos con más atención las obras básicas del Espiritismo, para reforzar nuestra fe, dando nacimiento al amor. Si algunos de los males se transformaran en infortunios en nuestro camino, no nos quejemos, meditando en lo que la Doctrina  nos revela  y consolémonos con la tolerancia; meditemos que la justicia de Dios es recta, y nadie paga lo que no debe; confiemos en el futuro, en que mañana gozaremos de la paz porque pasamos a vivir en paz, porque encontramos el remedio para nuestros males, que es la fe, en la irradiación del amor.

 Trabajo realizado por Merchita
Extraído del Evangelio Según el espiritismo. De Allan Kardec. Del libro “Después de la Muerte” de León Denis y del Libro “Máximas de Luz” de   Juan Nunes Maia

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