sábado, 6 de agosto de 2016

DIMENSIONES DE LA VERDAD (5)


                     DIMENSIONES DE LA VERDAD (5)
     

Viene del anterior .......


Si los católicos creen que Jesús vino a la Tierra hace diecinueve siglos, los espiritistas creemos que cuantos redentores ha tenido la humanidad, todos han sido destellos de Él, rayos de ese foco de amor que vivifica a la humanidad. 

¡Oh! Sí; nosotros vemos a Jesús en la noche del tiempo lanzando una mirada melancólica sobre la Tierra, lamentando los desaciertos de las generaciones que vendrían a poblar este planeta, y como padre amoroso perdonando de antemano las locuras y los extravíos de sus hijos; escribiendo con su sangre en distintas épocas, el código de amor que había de regenerar a las humanidades del porvenir.

¡Mientras más se contempla la gran figura de Jesús, más se aleja de nosotros! Y su origen se pierde en el infinito del tiempo. Los espiritistas tienen su culto, escuchemos a Torres Solanot en su libro "El Catolicismo antes del Cristo " página 255: "Contra esos dos inmensos males, es preciso hacer tremolar a los cuatro aires una sola bandera, con un solo lema: Instrucción, Instrucción, Instrucción".

"Ésta es la Trinidad una, la trinidad que no riñe con la razón, tres unidades que claramente son la misma unidad, la que únicamente puede destruir las trinidades teológicas, y con ellas las religiones y el culto, la máscara de todas las dominaciones y misterios, invención de los sacerdotes. Debemos establecer la "adoración al Padre en Espíritu y verdad" en el templo edificado por Dios; la Naturaleza, con el director espiritual que Él nos ha dado, la Conciencia, con el único culto que Él nos ha prescrito; el Amor, templo, ministro y culto que no tiene más que una consagración: las buenas obras, mejores cuanto más trascienden a las criaturas, a los seres de todo orden que pueblan el Universo".

"Dentro de esas condiciones, dentro de estas leyes que se imponen al Espíritu como las leyes físicas a la materia, llevando en sí mismas el castigo de su transgresión, dejad a la creencia manifestarse tranquilamente, que el error no anida más que donde se comprime la idea, la fealdad del vicio no resiste jamás a la belleza de la virtud, la nube del mal es derribada por las corrientes del bien, el sol de la verdad brilla al fin de todas las tormentas en el cielo humano. Negar esto, es negar a Dios. El ateismo no es obra del Espíritu que piensa, es la obra de las religiones que tuercen la conciencia y el pensamiento humano. Sería desconocer la sabiduría divina, pretender que la miserable criatura, el gusano habitante de este planeta, inferior a muchos de los mundos que nos rodean, ha venido a corregir la obra del Creador de lo infinito, entre cuyos pliegues el hombre realiza un destino, que es el progreso, a condición de contribuir en su microscópico alcance a la armonía universal. Por eso cuando nos contemplamos a nosotros mismos en la pequeñez que representamos, volvemos a Dios el pensamiento para hallar en su grandeza un ideal de aspiración constante que nos llama a Él, tipo sublime de donde todo parte y a donde todo tiende; y cuando con los ojos del alma divisamos esos horizontes hasta el infinito dilatados, donde se presiente un progreso al fin de cada progreso, el ánimo se esparce y cobra alientos para remontarse a aquellos ideales de tanta realidad como la existencia que los concibe. La ciencia y el bien: he ahí los dos caminos paralelos que es preciso recorrer en pos de aquel ideal.

La razón ilustrada con la fe en Dios, esto es, la fe racional que brota espontáneamente en la conciencia; no hay otro guía más seguro en esta peregrinación que llamamos vida terrena".

Es una gran verdad; la fe sin la razón es un absurdo, la razón sin la fe una locura, y unidos son los dos grandes principios de todas las grandes cosas. El Espiritismo aspira a unir esas dos primeras unidades de la cantidad universal. ¡La razón, es el yo del raciocinio! ¡La fe, es el yo del sentimiento! Cuando la humanidad llegue a saber sentir, y a saber pensar, la armonía universal será un hecho.

Cada hora tiene su trabajo, cada día tiene su afán, y cada época su aspiración. El bello ideal de nuestros días es la disensión; se discute en todas partes, y todas las escuelas se apresuran a poner de relieve las excelencias del ideal religioso que defienden; ¿Cuál de ellas alcanzará la victoria? – Todas y ninguna; porque en todas las creencias hay un fondo de verdad, y ninguna posee la verdad absoluta, porque la sabiduría suprema sólo la posee Dios.

La vida de todos los hombres de la Tierra es una debilidad continuada; el hombre condena hoy el crimen que cometió ayer. A los que mandan no les gustan las reformas de los profetas; por esto lucharon nuestros padres, lucharemos nosotros, y lucharán nuestros hijos por llevar adelante la reforma universal. ¿Llegará ésta a conseguirse? Sí: se conseguirá con el transcurso de los siglos; llegará un día que repetirán las multitudes, lo que dicen hoy algunos grandes pensadores, "que como Dios no condena, no tiene que perdonar". Éste es un principio absurdo para los ignorantes; pero esencialmente lógico para aquellos que aman a Dios sobre todas las cosas. Dios podrá compadecer a los culpables, pero condenarlos, jamás.
¡La misión de las religiones cuán distinta debía ser! ¡Todas quieren ser las primeras! ¡Todas quieren ser las únicas! ¡Todas quieren ser las poseedoras de la verdad! Y el que cree tener más sabiduría, es el que está más lejos de ella. Las religiones no son otra cosa que el credo filosófico de las civilizaciones sucesivas que han ido engrandeciendo a la humanidad.

¡Las generaciones de ayer se alejan y se llevan consigo sus dogmas y sus ritos; y tal vez con ellos, vayan a otros planetas más inferiores a difundir la luz! 

Nosotros las saludamos al pasar, y les decimos: ¡Adiós! ¡Adiós, religiones misteriosas! ¡Con vuestros templos sombríos! ¡Con vuestros primitivos sacrificios! ¡Con vuestros profetas y grandes sacerdotes! Habéis terminado vuestra misión en la Tierra; ¡Id en paz! 

La dejáis como la debíais dejar, en un estado de fermentación. El pasado no quiere irse, el presente titubea, y el porvenir nos dice presentándonos el telescopio y el microscopio: ¡Avanza Humanidad! Que los planetas y los infusorios te dirán donde está Dios.
Las muchedumbres son como las olas del mar, que murmuran siempre, empujadas las unas por las otras; y aun cuando esa creencia haya existido, y exista aún, tiene su razón de ser, es un torpe cálculo. Los sacerdotes para hacerse grandes tuvieron que imponerla, y los pueblos ignorantes lo aceptaron; porque la ignorancia lo acepta todo.

El sacerdote se convierte en mediador entre Dios y Satanás, el pecador descansa en el padre de almas, paga con sus preces y queda tranquilo. Esto indudablemente es una ventaja, porque el sacerdote vive de su trabajo, y el creyente va pagando su rescate; después, la creencia en el diablo tiene otra utilidad. El amor propio del hombre, o mejor dicho, la conciencia, queda más libre; pues cuando el individuo comete un desacierto, dice queriendo creer lo que pronuncia: Caí en la tentación, seguí la inspiración de Luzbel, y es muy cómodo poder echar las culpas a otro.

Nadie cuando comete un crimen suele decir: abusé de mi albedrío porque quise. No; todos exclaman: fulano me aconsejó, yo por mí solo no lo hubiera hecho. Me tentaron, me engañaron, me sedujeron, y siempre el hombre trata de aparecer como instrumento de otra voluntad; por esto la fábula del diablo es tan antigua como el mundo, porque es útil para las religiones, y un editor responsable para la humanidad; que toda la iniquidad de sus obras se las ha dado en patrimonio a un ser imaginario.

Afortunadamente ya hemos dado un gran paso; hoy se discute, mañana no se discutirá porque no será necesario; los hombres se habrán convencido que la religión obligatoria es un absurdo, porque no hay dos espíritus que tengan igual adelanto, el culto religioso que engrandece a uno, estaciona al otro, y cuando se convenzan de esta innegable verdad, cada cual será libre para adorar a Dios a su manera; los unos en una cueva en las entrañas de la tierra, y los otros en la cumbre de las montañas, disputando su nido a las águilas; pero mientras no llegue ese mañana, tenemos que seguir labrando la tierra, preparando el terreno para los colonizadores del porvenir.

El Espiritismo no viene a reformar ninguna religión, porque todos los formalismos de las religiones nos parecen innecesarios para el porvenir. El Espiritismo no viene a destruir los templos de hoy, ni piensa levantar los del mañana; escuela puramente filosófica, escuela puramente científica, escuela puramente racionalista, que sólo se ocupa por medio del estudio en descubrir las relaciones que existen entre los que nos llamamos vivos, y los que apellidamos muertos. Y tanto nos importa que la humanidad se refugie en las góticas catedrales, como que se postre en las mezquitas, o se siente en las sinagogas, nos es del todo indiferente, porque el Espiritismo nada tiene que ver con el formalismo de ninguna religión. No es un nuevo fanatismo, no es un nuevo misticismo, no; es únicamente uno de los muchos desenvolvimientos de la ciencia, y de la explicación científica de muchos actos que hasta ahora han parecido sobrenaturales, y que no son en realidad más que las evoluciones de la vida: esto es el Espiritismo. Un estudio razonado de la continuidad de la vida; que en este mundo, como todo, se empequeñece, y todo se amolda al pequeño criterio del hombre, muchos llamados espíritas, le han querido dar un cierto sabor místico al Espiritismo, y en realidad no lo necesita; porque una cosa es el noble recogimiento del Espíritu, y la meditación natural a que debe entregarse el alma ante lo desconocido, y otra cosa es el amaneramiento de una oración continuada, lo que sí sigue el Espiritismo es la moral de Jesús, porque ésta la siguen todos los hombres de bien, llámense católicos o materialistas; y el Espiritismo como nos evidencia la eterna vida del Espíritu, y su eterna individualidad, naturalmente, cada cual trata de mejorar sus costumbres por la cuenta que le tiene, porque ve que de su presente depende su mañana, y por esto se ve, que muchos espiritistas modifican su carácter y progresan lo poco que aquí se puede progresar, pero esto no lo hacemos para darle santidad a la escuela y crearnos atmósfera, ni tampoco queremos derribar viejos altares para levantarlos mañana con distinta forma, no. Las religiones no nos estorban, así es que no tenemos que reformar ninguna; lo que nosotros deseamos, eso sí, es la verdadera, es la completa libertad de cultos, porque ésta es la base de la civilización, porque la conciencia humana debe ser completamente libre para buscar a Dios en la creación, porque el hombre debe tener ¡Un infinito para amar! ¡Un infinito para estudiar, y un infinito para creer!

Si nosotros quisiéramos reformar las religiones, seríamos una nueva imposición, y el Espiritismo vería entonces la mota en el ojo ajeno, y no vería la viga en el suyo. Si nosotros hoy estamos, plenamente convencidos que ciertas religiones vivirán el tiempo que sea necesario, y cuando llegue la hora que sus templos pasen a ser monumentos históricos, se apagarán sus lámparas, se evaporarán las nubes de su incienso, enmudecerán los aromas y otros perfumes le ofrecerán los hombres a Dios; pero esta reforma la hará el tiempo, que es el gran reformador de la humanidad; ¿Se puede concebir en el mundo un solo hombre que no venere la memoria de Jesús, que no admire sus virtudes y no reconozca, en Él al Redentor de las edades modernas? ¡Ah! Cuánta razón tiene Allan Kardec cuando dice que hemos perdido muchos siglos en inútiles disensiones.

Es de notar que, durante, esta interminable polémica que ha apasionado a los hombres por espacio de una larga serie de siglos, y aún dura, que ha encendido las hogueras y hecho derramar torrentes de sangre, se ha disputado sobre una abstracción; la naturaleza de Jesús, polémica que aún se discute, aunque Él nada haya hablado de ella, y que se ha olvidado una cosa, la que Él ha dicho ser toda la ley y los profetas, es a saber: el amor a Dios y al prójimo, y la caridad, de la que hizo condición expresa para la salvación. Se han aferrado a la cuestión de afinidad de Jesús con Dios, y se han tenido en completo silencio las virtudes que recomendó y de que dio ejemplo.
Después de XIX siglos de luchas y disputas vanas, durante las cuales se ha dado completamente de mano a la parte más esencial de la enseñanza de Jesús, la única que podía asegurar la paz de la humanidad, se siente uno cansado de esas estériles discusiones, que sólo perturbaciones han producido, engendrando la incredulidad, y cuyo objeto no satisface ya la razón. Ya era hora que se comprendiera que la verdadera cuestión religiosa estriba y depende de la moral universal; sin moralidad no hay religión.

Mucho blasonan todos los que quieren reconocer en Jesús a Dios; y si a Jesús pudieran entristecerle los desaciertos de los hombres, ¡Cuántas horas de angustia indescriptible habrá sufrido ante el crimen continuado de la humanidad! Que en nombre de un Dios de amor ha quemado y destruido todo aquello que no se sometía a sus ideas.

No es nuestro ánimo discutir sobre la divinidad de Jesús y la naturaleza de su cuerpo; avaros del tiempo, creemos que lo aprovecharíamos mejor si pudiéramos imitar sus virtudes. Ya se han perdido muchos siglos discutiendo sobre ésta o aquella palabra, controversia del todo inútil, puesto que sólo se ha conseguido que en los gloriosos tiempos del engrandecimiento de la fe católica, las naciones se empobrecieran, la industria se paralizara, la ciencia enmudeciera, la ignorancia dominara, como sucedió en el reinado de en España, que según dice Garrido en su "Restauración teocrática" 

En tiempo de Carlos II, propuso un hombre inteligente la construcción de canales que unieran el Manzanares y el Tajo, y el Rey consultó el caso, no con ingenieros, profesión desconocida en aquellos felices tiempos, sino con teólogos, que le dieron en su informe la siguiente respuesta: "Si Dios quisiera que estos dos ríos fuesen navegables, no sería necesario que los hombres se tomaran el trabajo de hacerlo, porque con una sola palabra que hubiera salido de su boca, la obra estaría hecha. Cuando Dios no lo ha pronunciado, será porque no lo ha creído conveniente, y sería atentar contra los designios de la Providencia querer mejorar lo que ha dejado imperfecto, por causas que su sabiduría se reserva".

¿Necesita esto comentarios? No; ello sólo se recomienda; como se recomienda también la determinación que tomó Felipe II en 1558, "cuando mandó desmontar las prensas de imprimir, excepto las que imprimían misales y breviarios, amenazando con pena de muerte y confiscación de bienes, no sólo al que se atreviese a imprimir otra clase de libros, sino al que osara tener comunicación con los manuscritos".

Estas han sido las inmensas ventajas que ha reportado a los pueblos un feroz fanatismo, ¡La muerte del cuerpo en las hogueras, y la asfixia del alma en el embrutecimiento!

No hay institución que no tenga sus errores, y puede llamarse doctora del error a la que, siempre que ha podido, ha rechazado a la ciencia; en cambio el Espiritismo racional funda en la ciencia su consoladora religión.

Los espiritistas racionalistas; los que son verdaderamente esencialistas, no se afilian a ninguna religión que tenga en su culto formalismo alguno; pero sí pueden llamarse cristianos, porque aceptan el cristianismo primitivo, el de los primeros años de la Iglesia, que era la ley de amor puesta en acción, la fraternidad en su más sublime sencillez.

Las sociedades espiritistas pueden llamarse cristianas, porque reconocen en Jesús, el Profeta del progreso universal. ¿Quiere acaso el Espiritismo levantar una nueva iglesia?, ¿Quiere arrastrar a las masas ignorantes al desconcierto de no saber dónde postrarse para orar? No, el Espiritismo no aspira a destruir lo existente, lo que anhela es moralizar a la humanidad.

A los pueblos que viven estacionados no se les puede quitar sus altares, porque no sabrían dónde guarecerse las multitudes atribuladas. No se deben destruir las iglesias; lo que se debe hacer es levantar escuelas y abrir grandes centros de instrucción gratuita y obligatoria. 

Al hombre no se le debe obligar a que deje sus dioses; pero sí se le debe obligar a instruirse y a moralizarse; y cuando las humanidades estén más instruidas, y por lo tanto más adelantadas, no necesitarán entonces ir a un paraje determinado para rezar; porque cada cual rezará fervorosamente en el templo sagrado de su conciencia.

Los buenos espíritus ni se imponen ni coartan la voluntad de nadie; si se impusieran, si nos dominaran, entonces sería el Espiritismo una nueva secta, con su formalismo, una nueva imposición, tan pequeña como las demás religiones; pero el Espiritismo es más grande, es más racional, más armónico, él, nos dice "que fuera de la Caridad no hay salvación"; aconsejando al hombre que estudie, que no se conforme con la muerte aparente del cuerpo; que hay algo que vive más allá de la tumba; que el Espíritu siente, piensa y quiere sin perder con el transcurso de los siglos su eterna individualidad.

Una larga experiencia nos viene demostrando que la libertad de conciencia le cuesta a los pueblos un parto tan difícil y tan laborioso, que las naciones sudan sangre para obtener después de mil penalidades sus legítimos derechos.

¡Qué anomalía! El hombre tiene el infinito por patrimonio; y las instituciones humanas le han negado hasta lo más íntimo, lo más sagrado, lo más espiritual, lo que constituye la grandeza suprema del ser, ¡La libertad divina de pensar! ¡El derecho de adorar a Dios en el valle o en el monte, en la humilde ermita o en la artística y grandiosa catedral! Todo esto le ha sido negado, y las multitudes encadenadas por el poder teocrático han sido las siervas de la ignorancia muchos y muchos siglos.

Muchas almas inteligentes han comprendido el abuso, se han quejado en el silencio, pero su queja ahogada por el temor no ha producido ningún buen resultado; y leyes anormales han seguido rigiendo a la perezosa humanidad.

Decía Solón, "que la injusticia desaparecería en breve, si el que tiene conocimiento de ella, se quejase tanto como el que la sufre". Mas, ¡Ay! En este oscuro planeta, los hombres ignorantes no han encontrado bastante pesada la carga de sus cadenas; y los más entendidos que con su inteligente mirada, han visto a las masas populares agobiadas bajo el peso de un estúpido fanatismo, han dejado correr el tiempo esperando que la casualidad los aligere de su carga; y por la pasiva obediencia de unos, y la indiferencia calculada de otros, el poder teocrático fue engrandeciendo sus dominios y llegó a ser un día el soberano del mundo civilizado; pero como los hombres no han nacido para ser esclavos, la fuerza de las cosas, el poder de las circunstancias, la corriente nunca paralizada de los acontecimientos, han producido crisis nerviosas a las sociedades, y sacudimientos convulsivos han trastornado a los pueblos; mas, en medio de las luchas fratricidas no han faltado apóstoles del progreso que hayan dicho a las humanidades:

¡Despertad! ¡Despertad! ¡Daos cuenta de que vivís!

¡Aprended a pensar por vosotros mismos!

¡Educad vuestra inteligencia con vuestro propio raciocinio!

¡No saciar vuestra sed religiosa, con el agua estancada de la fe ciega!

¡Buscad otro manantial más purificado!

¡Acudid a la fuente del Monte de las Calaveras!

¡Aprended a tener sed de infinito! Que el moderno Redentor del progreso, vino a la Tierra para calmar la sed de justicia, que fatigaba y atribulaba a la humanidad!

Esto dijeron últimamente los apóstoles del Crucificado. Mas ¡Ay! Su predicación no fue escuchada; los abusos siguieron, y como dice muy bien Amigó en el libro "Nicodemo" en sus consideraciones sobre el Cristianismo: "Vinieron las guerras religiosas, y los espíritus rectos se preguntaban: ¿Será posible que la religión arme el brazo del hombre contra el hombre, del hermano contra el hermano, de un pueblo contra otro pueblo? ¿Puede el sentimiento de caridad compadecerse con el derramamiento de sangre? ¿Es ni siquiera concebible que Dios se agrade de que su nombre sea invocado en lo más recio de la pelea, cuando la rabia hierve en las entrañas de los inhumanos combatientes? ¿Será la guerra otra cosa que el fratricidio organizado? ¿No mandó Jesús a Pedro que envainase la homicida espada? ¿Habrá religión donde no hay paz?... Y las guerras religiosas agrandaban el vacío en torno de la ortodoxia".

Es muy cierto, que el progreso se enseñorea del mundo, y se declara pontífice del Universo, sí; sumo pontífice universal, sin preferir ésta o aquella iglesia, que el progreso no tiene más iglesia que el infinito; pero como ese genio de los siglos, ese redentor de todos los tiempos, ese encantador de las edades llamado "Progreso", es tan viejo, es como todos los abuelos complacientes con sus nietos, y deja a los hombres que siga cada cual el culto apropiado a su adelanto y a su razón; y lo que únicamente exige al hombre es amor y caridad, porque con estos dos grandes elementos se puede realizar algún día la unión de los pueblos, y la gran familia humana podrá elevar en la Basílica de la Creación el aleluya y el hosanna universal.

Esto hace el Espiritismo, su misión es ensanchar los horizontes de lavida. Testamentario del progreso es el encargado de entregar a la humanidad el gran legado del trabajo, y ya de muy antiguo dijo un sabio "que el trabajo es el centinela de la virtud".-  ( FINAL)

Amalia Domingo Soler
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¿Se forman los Espíritus espontáneamente, o proceden los unos de los otros? 
- Dios los crea, como a todas las demás criaturas, por su voluntad. Pero, una vez más lo repito, su origen es un enigma. 


.¿Es exacto expresar que los Espíritus son inmateriales? 
- ¿Cómo se podría definir algo cuando se carece de términos de comparación, y con un lenguaje insuficiente? Un ciego de nacimiento ¿puede acaso definir la luz? ^“Inmaterial” no es la palabra. “Incorpóreo” sería más exacto, porque debes comprender bien que, siendo el Espíritu una creación, debe ser algo. Es una materia quintaesenciada, pero sin analogía para vosotros, y tan etérea que no puede se percibida por vuestros sentidos.. 
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS 
ALLAN KARDEC. 

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   PROTECCIÓN PARA LAS INFLUENCIAS NEGATIVAS
En todas las circunstancias de la vida en que las expresiones  antagónicas del desorden íntimo provocan  tormentos, vínculos psíquicos con los desencarnados, conscientes o turbados por el trance de la muerte, generalmente, promueven  largos procesos obsesivos y causan infelices estados de perturbación que son capaces  de llevar a la delincuencia a la locura. La esfera de los llamados muertos siempre ha influido poderosamente  en la actividad  mental  de los llamados vivos. Al penetrarse recíprocamente  los dos continentes de la vida: el físico y el espiritual, es muy difícil establecer  el marco divisorio, capaz de definir con precisión donde uno empieza  y otro termina. Por eso, muerte es vida,  y vida en el cuerpo no deja de ser muerte… 
Los malos espíritus, pululan en la Tierra, por la inferioridad moral de sus habitantes. La acción maléfica de esos Espíritus es parte integrante de los flagelos con que la Humanidad se ve abrazada en este mundo. La obsesión que es uno de los efectos  de semejante acción, así como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe ser considerada como probación  o expiación, y aceptada como tal.
Allan Kardec con los elocuentes testimonios de la inmortalidad del alma, de la comunicabilidad de los Espíritus, de la reencarnación y de las obsesiones, fue el que  presento una terapéutica conveniente  para ser aplicada  en las influencias malignas de los espíritus ignorantes. A partir de la publicación de “El Libro de los Médiums” en enero de 1861, en Paris, se presenta todo un conjunto de reglas un notable esquema de las facultades mediúmnicos, y un seguro estudio del Espíritu en sus diversas facetas, que culmina  con el examen  de las manifestaciones espiritas, de la organización de Sociedades y de conferencias  de los Espíritus Elevados, que trazaron rutas de seguridad  para los que ingresen  en la investigación racional de los fenómenos mediúmnicos.
La misión primordial de la Doctrina Espirita  es el despertar al hombre para su naturaleza especialmente espiritual, ayudándolo a convivir  con su mundo  de apariencias y el de  los seres del mundo invisible, que ejercen sobre nosotros  una acción muy fuerte capaz de influir profundamente  en nuestra vitalidad, en nuestro libre albedrio y hasta en nuestro destino, próximo o remoto.
El Espiritismo está destinado a liberar al hombre encarnado de la acción del medio que lo rodea,  de modo que pueda determinarse, concientizarse de sí mismo y actuar bajo el comando de su libre albedrio. En una palabra, a mejorarse interiormente.
En el plano físico, el hombre se mueve oprimido  por los intereses de sus semejantes, desde el núcleo familiar, que le exige  renuncias constantes  de sí mismo para  que pueda convivir razonablemente  con las personas que lo rodean.
Aquí en el plano físico el hombre domina la situación, pudiendo aceptar o no hacer las cosas.  El proceso  es abierto, las personas pueden ser analizadas, detectadas, incluso sentidas en su acción y puede decirse que nada ocurre, con su desconocimiento cuando se trata de una acción directa sobre su persona.
Sin embargo en el plano invisible o espiritual la cosa es bien diferente, nuestros sentidos no penetran en ese mundo esencial,  y todo lo que pasa en él, no pasa por nuestro conocimiento.  La acción de los Espíritus  sobre los encarnados, en el diario vivir del ser humano, es desconocido por este, porque no puede ver,  ni oír, ni sentir a los seres despojados del envoltorio carnal que  nos aísla del mundo normal y primitivo.
Los malos espíritus  explotan a los encarnados, pues tienen acceso, en todos los sentidos. Es muy importante  la organización de una defensa  para impedir  la acción de esas mentes  ocultas y  perversas, para no caer bajo su dominio, lo cual es mucho más fácil de lo que se piensa.
Allan Kardec, en la cuestión 459 de El Libro de los Espíritus pregunto: ¿Influyen los Espíritus  en los pensamientos y acciones de los encarnados? Y los Espíritus contestaron que su influencia es mayor de lo que pensamos, pues la mayoría de las veces son ellos los que nos dirigen.
El interés que mueve  a los Espíritus inferiores  a dominar  la mente de los encarnados y conducirlos  por los caminos  que ellos desean llevarlos  es a semejanza  de la de los hombres, su interés  es la satisfacción de sus instintos y de su orgullo.
Los espíritus ignorantes, situados  en los planos inferiores de la otra vida, en cavernas, absorben las energías de los encarnados y les vampirizan la vida como si fuesen  lampreas insaciables  en el océano del oxigeno terrestre. Suspiran por el retorno  al cuerpo físico, y persiguen las emociones del campo carnal con el desvarío de los sedientos en el desierto, absorbiendo reservas de fuerza de los seres encarnados  que les dan calor, desprevenidos del conocimiento superior. Pues en el fondo, las bases económicas de toda esa gente, residen, aun, en  la esfera  de los hombres comunes, y por esto, defienden apasionadamente, el sistema de robo psíquico dentro del cual se sustenta, junto a las comunidades en la Tierra.
Es conveniente  tomar conciencia  de ese flagelo que atormenta a la humanidad, para encontrar métodos adecuados con el fin de despertarlas sobre el peligro que corren cuando tienen la mente desprevenida y el corazón cerrado dentro de sí mismos, cuando se dejan atrapar en esas trampas de las sombras.
Sin asustar a las personas,  es necesario mostrar con las tintas de la realidad, cuantas y cuantas vampirizaciones  y  agresiones brutales son usadas en esas acciones nefastas de las sombras.
Pero, si el conocimiento de la materia está  con nosotros,  si el Espiritismo desde el inicio, se confiesa consciente de ese intercambio indeseable,  si tenemos más de 150 años de estudios e investigaciones ¿Qué nos falta  para enseñar a las personas, como analizar su pensamiento para identificarlo, y como defenderse de cualquier intromisión indebida  de los seres desencarnados?
Sabemos que todos los viciados, toxicómanos, alcohólatras, etc., etc., son víctimas de ese asedio, sin excepción. Si tuviesen conocimiento anterior de ese intercambio, tal vez resistiesen y usasen la razón  para rechazar una profundidad mayor de la dependencia, la subyugación impuesta por los Espíritus viciosos que comparten sus emociones y sensaciones groseras.
¡Cuántos hogares se desintegran bajo la intriga  mental de Espíritus malhechores entre los familiares incautos!
Cuantas persona enferman e incluso desencarnan, bajo la acción magnética  de mentes perversas, que ejecutan venganzas, o actúan para su propia satisfacción!
Ha llegado la hora de una cruzada esclarecedora en cuanto al intercambio  entre los mundos  visible e invisible, y son los espiritas los que pueden  hacerla.La Doctrina Espirita posee antídotos, terapias especiales para  tan calamitoso mal de la obsesión.  Repitiendo las enseñanzas de Jesús, distiende lecciones  y rumbos    para aquellos que se acercan a sus fuentes vitales.
El mundo de los encarnados y desencarnados se interpenetran, ya que entre ambos no hay barreras que los separen ni fronteras  reales definidas.
Las orientaciones y socorros  en su gran mayoría proceden del Mundo espiritual, obtenidos en sesiones  realizadas  con la participación de diversos miembros de la Unión Espírita Bahiana, presidida por José Petitinga, el amigo incondicional de Cristo. Es gracias a él  que en el plano físico, se consiguió en cierto modo, acompañar  las disposiciones socorristas dedicadas  a  miembros envueltos  en tramas de la obsesión,  y es estudiando esta laboriosa tarea, que intentaremos extraer los conocimientos, para desarrollar el tema de esta conferencia, que no es otra, que desarrollar la protección que podemos utilizar para preservarnos de las influencias negativas.
Todos los apuntes  necesarios, se obtuvieron, con la valiosa cooperación de Petitinga y de las Entidades Superiores  que ayudaron en aquel intento, que fue un coronado éxito merced a la Divina Misericordia.
Los nobles luchadores de la mediúmnidad, los infatigables servidores  de las tareas de desobsesión,  se dedican   a los trabajos de socorro a los hermanos atribulados de ambos lados de la vida, cooperando con Cristo en  la implantación de un Mundo Mejor al que todos aspiramos.
Incesantemente los Espíritus ejercen su acción sobre el mundo moral y físico, actúan sobre la materia y sobre el pensamiento y constituyen  una de las potencias de la naturaleza, con ello una multitud de fenómenos  se efectúan que son explicados  racionalmente  por el Espiritismo. Constantemente los hombres nos relacionan con los espíritus, los buenos nos impulsan  hacia el bien, nos  sustentan en las pruebas de la vida y nos ayudan  a soportarlas con coraje y resignación. Los malos  nos incentivan al mal: les produce gozo vernos sucumbir y asemejarnos a ellos.
Allan Kardec invitado a participar en la lid de la cultura y de la información, empuñando el bisturí de la investigación, esclareció, con una Filosofía Científica – El Espiritismo -, extraída  de hechos debidamente comprobados, los misterios del oscurantismo, ofreciendo una terapéutica segura para las alineaciones torturantes, repitiendo   las experiencias  de Jesucristo junto a los endemoniados y enfermos de todo orden.
Clasificó como obsesión, a la gran mayoría  de los disturbios psíquicos y elaboró procesos de recuperación del obsesado, estudiando  a la luz de las reencarnaciones las causas anteriores de las aflicciones, valiéndose de un lenguaje  condicente con la razón  y experimentalmente demostrable.
La Codificación Kardeciano, monumento granítico levantado por los siglos venideros no resolvió el “problema del hombre”, puesto que solo al hombre le corresponde hacerlo. Sin embargo si ofrece las bases  y direcciones  seguras para que tenga una vida feliz, ética y socialmente armoniosa en la familia, en la comunidad donde fue llamado a vivir.
Con el advenimiento de la moderna Parapsicología, nuevos sucedáneos han sido creados para el espíritu inmortal  y mientras los investigadores se demoran ante el problema  de la designación nominativa que inspira  debates y controversias, la Doctrina  Espirita, aleccionando el amor y la fraternidad, el estudio y el conocimiento de la vida bajo la inspiración  de los Inmortales, dilata los brazos y libera  de los tejidos  vigorosos  de la obsesión, a aquellos  que por imprevisión o probación, se dejaron  arrastrar  a los oscuros precipicios de la anarquía mental, perturbados o subyugados por fuerzas vengativas de la Erraticidad, prescribiendo las mismas directrices morales  insertas en el Evangelio de Jesucristo, vivido en espíritu y Verdad.
EL Codificador  afirmó que “el conocimiento del Espiritismo”, lejos de facilitar el predominio de los malos Espíritus, tendrá  como resultado, a más corto u largo tiempo, cuando sea conocido por  toda la Humanidad, el destruimiento  de ese predominio, el de la obsesión, dando los medios de ponerse en guardia  de las sugestiones de ellos. El se valió en innumerables veces, pese a ser un conocedor del Magnetismo,  de diversos métodos de la Doctrina espirita  para liberarlos con seguridad, a través de la moralización del Espíritu perturbador y del sensitivo perturbado.
La Obsesión según Allan Kardec, es el dominio que algunos Espíritus logran adquirir sobre ciertas personas. Es practicado siempre por espíritus inferiores que tratan de dominar, pues los buenos espíritus  no infligen ningún constreñimiento, estos aconsejan, combaten las influencias de los malos espíritus y si no son escuchados, se retiran.
los Espíritus son las almas de los hombres, y desde todos los tiempos ellos  ejercieron influencia  saludable o perniciosa sobre la Humanidad. La facultad mediúmnica  no es más que el medio para manifestarse. A falta de esa facultad, lo hacen por otras mil maneras más o menos ocultas”.
“Los medios  de combatir la obsesión, aclara Allan Kardec,  varían de acuerdo con el carácter que ella reviste”. Y elucida: “Las imperfecciones morales del obsesado constituyen frecuentemente, un obstáculo para su liberación”.
Aun hoy en día, la obsesión continúa siendo  un escollo terrible para la paz y serenidad de la criatura humana. Los orígenes de la obsesión están en los pliegues del espíritu encarnado, hay obsesiones en escala infinita, y los obsesados consecuentemente, son de variedad infinita. La etiopatogenia  de tales disturbios mentales, es más amplia  que la clásicamente presentada, mereciéndose destacarse la denominación  de causa carmica.
Viajero de la Eternidad, el espíritu conduce los gérmenes    cármicos  que posibilitan la convivencia con los desafectos del pasado, ofreciendo una nefasta comunión.
El odio no es solo el factor causante de la obsesión,  ni tampoco es solo en la Tierra donde se localiza la obsesión, más allá de la sepultura, en las regiones dolorosas y aflictivas de imperioso reajustes , de impostergables despertar de conciencias, se enfrentan muchos verdugos y víctimas, donde comienzan las prosecuciones y subyugaciones psíquicas.
  La obsesión bajo cualquier modalidad que se presente, es una enfermedad de largo curso que exige una terapia especializada de segura aplicación y de resultados  que no es posible lograr apresuradamente.Por tanto, los tratamientos de la obsesión son complejos,  imponiendo una elevada dosis de renunciación y abnegación por parte    de aquellos que se ofrecen o se dedican a tal menester.

Merchita

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LA TERCERA EDAD

El envejecimiento, es un término general que, según el contexto en que aparezca, puede referirse a un fenómeno fisiológico, de comportamiento, social o cronológico. Los jóvenes e incluso los ancianos tienden a pensar que la vejez está relacionada con la tristeza y la decadencia, pero en la realidad no sucede así.
El envejecimiento constituye una característica fácilmente identificable en un grupo humano. En cierto sentido refleja su grado de desarrollo social.  Por consiguiente, su estudio será una herramienta que puede aportar interesantes y valiosos resultados para mejorar el trabajo y brindar un mejor apoyo a los ancianos.
El psicólogo Peter Ubel, ha llevado a cabo diversos estudios sobre este tema, descubriendo que la gente es a menudo sorprendentemente feliz, incluso en condiciones muy desfavorables, lo que sugiere una adaptabilidad a los problemas médicos o de otra índole.
La gente suele creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, y que si algo bueno ocurre, esto la garantizará a largo plazo, mientras que si sucede algo malo, la felicidad terminará. Sin embargo, la felicidad sucede gracias a nuestros recursos emocionales subyacentes, que suelen aumentar según vamos cumpliendo años. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física.
Según declaraciones del profesor Ubel en el comunicado de la universidad de Michigan, el secreto para que seamos más felices en la vejez es muy sencillo: los tropiezos en la vida nos hacen más sabios, lo que provoca generalmente una mejoría en nuestras emociones.
Sea cuales fueren nuestras condiciones al nacer, el caso es que las experiencias a lo largo de la vida conllevan la adquisición de conocimiento, y eso nos hace más felices, incluso frente a la adversidad.

El recuerdo que solemos mantener de la juventud es el de las posibilidades que teníamos aún por descubrir, el de un cuerpo sin deterioros y el de las diversiones. Sin embargo, también hay que recordar cómo aún teníamos que aprender acerca de ciertas emociones básicas, a relacionarnos con los demás, acerca de nosotros mismos, etc. Probablemente, con la edad nos parezca más fácil vivir que al principio de la vida, insiste Ubel.
Un error fundamental es el haber orientado la mirada en el aspecto de deterioro que se da en la vejez. En el anciano también hay facultades que alcanzan el máximo de su esplendor, como la sabiduría, la sencillez, la tolerancia, la capacidad de escucha, el gozo de los placeres simples de la vida, el disfrute de la compañía.
En los estudios que se hacen de la persona anciana, de alguna manera, sigue prevaleciendo este enfoque carencial que destaca en el orden fisiológico; los cambios de apariencia física, la declinación gradual del vigor y la pérdida de la habilidad física para resistir las enfermedades o las condiciones a las que se enfrenta el individuo por el medio, en los aspectos psicológicos; el deterioro en los procesos sensoriales, las destrezas motoras, las percepciones, las inteligencias, la habilidad de resolver problemas, el entendimiento, los procesos de aprendizaje, los impulsos y las emociones, las dificultades en el comportamiento.
En la gerontología actual, no obstante, se ha ido tratando de diferenciar aquellos deterioros que tienen que ver con la edad y los que son frutos de las enfermedades. Sus aportaciones han  permitido o favorecido el auto cuidado y la visión del proceso de envejecimiento como un fenómeno natural pero no de deterioro sino de crecimiento y oportunidades para el desarrollo de estrategias personales para su enfrentamiento y con ello lograr evitar las consecuencias del mismo y más bien optimizar dichos recursos y potencialidades para una buena calidad de vida.
Independientemente de los avances en la atención de las personas ancianas, hay un hecho insoslayable: la sociedad de hoy le teme a la vejez, sobre todo por la disminución física y mental.  Si se asume que esta disminución trae aparejada una incapacitación para funcionar autónomamente, esta etapa aterroriza porque hace del hombre un ser dependiente socialmente. Estas pérdidas provocan un cambio en el estatus social que deteriora la imagen que se tiene de sí mismo y la propia valía personal. Esta dependencia obliga a quienes les rodean ha atenderlos y crear servicios de apoyo. Casi pareciera que se vuelve una carga para la sociedad.
Un factor que influye en las actitudes hacia el viejo es la situación económica. Parece ser que contar con recursos económicos para la sobrevivencia, en esta sociedad, hacen la llegada a la vejez muy diferente. Pues por una parte la actitud de la sociedad y de la familia es distinta, se tienen más consideraciones hacia los viejos que cuentan con propiedades u otros recursos, pues el interés por los bienes se hace manifiesta a través de la aspiración a la herencia. Además no son una carga y ellos pueden pagar sus gastos, así como su cuidado.
En el caso de los viejos pobres que llegan a esta edad sin contar con un patrimonio, ni una situación económica estable, pero sobre todo que durante su vida por atender las necesidades de la familia y en particular de los hijos, no pudieron adquirir una vivienda y tienen que vivir en casas de sus hijos o demás familiares,  lo que tiende a deprimirlos y generarles la desesperanza, que también los hace más vulnerables. Y por otro lado representan una carga para la familia que en ocasiones por cuidarlos tiene que abandonar sus trabajos y eso merma la economía familiar, lo que deteriora más aún la calidad de vida, y cuando no se abandona el trabajo se deja a los viejos solos, y dicho abandono también tiende a deprimirlos y a desear morir.
La vejez constituye hoy en día uno de los problemas sociales que reclaman la mayor atención por parte de los gobiernos e instituciones de la sociedad. Se enfrentan por los países en el mundo las necesidades acuciantes de una población envejecida, sumida una buena parte de ella en condiciones de absoluta pobreza y abandono.
La atención al anciano será siempre desde una escucha abierta, positiva y sin juicios de valor ni prejuicios. Esta atención lleva implícita la dedicación de un cierto tiempo para escuchar cómo está esa persona mayor, cómo vive, qué quiere, qué le gusta, cómo percibe sus recuerdos y experiencias. Esta actitud es muy diferente a la de “oír las batallitas del abuelo”. La escucha de la que hablamos es humana y está teñida de aprecio, consideración, cercanía y acompañamiento.
Equivocados están los que piensan  que la persona de edad avanzada aparece como una pieza inservible, en el movimiento de la vida.
Muchos son los hombres y mujeres que tan pronto pasan de los cincuenta o sesenta, se ponen en situación psíquica  de quienes ya se encuentran  marchando para el fin, para la estática.
Es verdad que no tienen las mismas capacidades físicas, las mismos reflejos, las mismas disposiciones, que son características que se encuentran en la fase de la juventud. Sin embargo no hay razón para el desanimo ni para la compulsiva jubilación, mientras Dios nos mantiene en el campo de las lides corporales.
Si los años hacen sobre usted, compañero o compañera, no se marchite. Después de las agonías  e inseguridades, ansiedades e inconsciencias que quizás hayamos sufrido durante la juventud, nos debemos valer de las experiencias y ampliación de vistas del tiempo concedido para ponernos a servir más en el taller del Creador, que es el mundo.
 Hay que hacer todo lo que sea posible para no alejarnos de las líneas de la utilidad, de la laboriosidad.
Dialogue, sin hacerse excesivamente hablador, causando indisposición en los que lo escuchen, pero hable para y por el bien.
Desarrolle un arte cualquiera, ya sea la música, la interpretación instrumental, cualquier forma de mantenerse ocupado en laboriosos menesteres le será de gran ayuda. La costura, el jardín, la cerámica, y muchas otras cosas, pueden ayudarle a olvidarse un poco de sí mismo e ilusionarse en nuevos emprendimientos.
La participación en actividades sociales, culturales, deportivas y de voluntariado social contribuye a mantener el bienestar subjetivo entre los mayores; siendo imprescindible ofrecerles la posibilidad de tomar parte activa allí donde se identifican sus necesidades y se adoptan decisiones que les conciernen.

Las personas mayores, dependientes o no, son antes que nada ciudadanos, con derechos, obligaciones, capacidad de decisión y derecho a ser los protagonistas de su propia vejez. De ahí que, a la hora de planificar y programar, tanto la Administración como las entidades de la sociedad civil que se encuentran implicadas en su acompañamiento y atención, deben hacer un esfuerzo por escuchar y atender aquello que los propios mayores expresan entre sus deseos, necesidades y preferencias. Los programas de educación con personas mayores deben partir de aquello que los mayores ya conocen y les interesa. Aprender ayuda a las personas mayores a completar su proyecto vital, reforzando el compromiso con la vida que previamente se tuviera.

La actividad cognitiva, los programas de ejercicio físico saludable; unos buenos hábitos de salud y nutrición, una adecuada red de relaciones sociales satisfactorias, la correspondiente autoestima y cierto nivel de compromiso social son buenos elementos del envejecimiento saludable que todos deseamos.
Muchas veces, no se dispone de la necesaria paciencia para aprender hacer, aun así, aprenda y practique; no se deje llevar por las limitaciones innecesarias.
Donde este coopere, con cualquier servicio, no se deje dominar por el pensamiento negativo de “soy un viejo inservible”, no se admita jamás cansado, estancado, o acabado, por no tener las mismas predisposiciones que en su mocedad.
Mientras estemos hospedados en el cuerpo material sepa que deben existir motivos que  se nos escapan, pero que están en los planes del señor. Por lo tanto no tenemos que dejarnos marchitar, ni descorazonar en la fe. Persistamos sirviendo y produciendo en los esfuerzos de la vida, al alcance de nuestras condiciones generales.
Realice ejercicios mentales de comprensión y racionalice los percances y limites de la edad, evitando rebeldías, represiones, amarguras y lamentaciones en función de la edad avanzada. Sea jovial en las actitudes, transformando su estación provecta en terreno de cariño y de ternura para cuantos se aproximen a su vejez, equilibrada y feliz.
No reprenda a los jóvenes llamándolos “cabeza hueca, inútiles” afirmando, que “en sus tiempo no era así” en todas las épocas, en el seno de cualquier pueblo, siempre han existidos aturdidos y exóticos, llamando la atención de todos. No maldiga la existencia, pues si a su alrededor existen problemas de difícil solución, en función de la edad  con su sequito de trastornos,  recuerde que un día no muy distante, usted, salto, corrió, amó, se equivocó, y acertó, con la misma movilidad y, posiblemente con la misma argumentación usada por los jóvenes de hoy en día.
Procure tener buen ánimo y siga adelante, conduciendo las bendiciones de su vejez. Solo la muerte del cuerpo nos deberá impedir de actuar sobre él, en las labores de Dios mientras ella no llega, debemos continuar trabajando.
Seguramente, usted cuenta con la dicha de ser abuelo, una experiencia afectiva que  propician elevadas alegrías al corazón. Ser abuelo o abuela es hacerse padre o madre dos veces, lo que configura una indiscutible verdad.
Ser agraciado con la honra de ver a los hijos de sus hijos, de poder acompañar su desarrollo, de cooperar en el proceso de su felicidad provoca sentimientos  legítimos y ennoblecidos que a nadie se le ocurrirá oponer  o condenar.
También en esta misión de ser abuelo, tenemos que considerar algunos puntos importantísimos, al principio los abuelos deben ejercitar la virtud del respeto a sus hijos, en lo que se refiere a la orientación que deseen ellos ofrecer a sus nietos.
Es comprensible que los abuelos  tienen mayores experiencias de la vida que sus hijos; sin embargo, deben permitir  que esas buenas experiencias  coronen las frentes de sus hijos, a fin de que estos no se hagan continuados tontos con relación a los propios compromisos, porque sus padres toman su papel.
En la actuación de abuelo o abuela será imprescindible que no tome sus hombros el deber de criar, de educar a sus nietos cuando todo esté en la faja de la normalidad, solo se justifica  esta conducta en los casos de orfandad o de desastres morales, pues  como abuelo o abuela usted tiene  propios deberes delante de su existencia, lo que no deberá menospreciar, teniendo en consideración que marcha para el cierre de su vida terrena, teniendo mucho que realizar no solo paenas por sus nietos, sino por todos los que necesiten de usted.
Aprenda, en el ejercicio del respeto a sus hijos, a no conducir a sus nietos por la ruta  de sus concepciones, sin que los padres concuerden con ellas.
Si desea tomar una posición ante sus nietos sobre cuestiones graves o definitivas, dialogue con sus hijos, primeramente, haciéndolos aceptar sus puntos de vista.
Nunca se olvide que en la posición de abuelo o de abuela, usted será forzosamente suegro o suegra, y es muy desagradable, incluso irrespetuosa, su intromisión no solicitada.
Observando de esta manera si es aceptada o no su idea, o está ocasionando alteraciones funcionales  entre sus hijos y sus cónyuges, silencie con naturalidad cohibiendo en si mismo la manía de tener que opinar sobre todo o determinar todo.
Sus yernos, o sus nueras no están obligados a aceptar sus posiciones. Tendrán el derecho de discordar, cabiendo  a usted el esfuerzo  por emplear sobriedad y autocritica, que le permitirán mantener un clima de paz con sus afines.
Procure no abarrotar a sus nietos  con regalos caros. Pregunten antes a los padres de lo que necesitan o lo que a los pequeños les gustaría que se les regalara, si ya lo señalaron.
 Procure no sofocar a sus nietos con el conjunto de hábitos que han caracterizado su época. Evite conflictuarlos cuando ellos están recibiendo la palabra  de los propios padres.
Cuando tenga oportunidad, hable del bien y del amor,  de las buenas costumbres y de la noble vivencia; sin embargo, no imponga nada, no exija nada, entendiendo que la responsabilidad directa con ellos no les pertenece.
Intente no generar en los corazones de sus nietos inseguridad.  En el caso  de que sus nietos no reciban ejemplo en el propio hogar o para forzar la directriz que ya los alumbra en el ámbito domestico, asístalos con cariño, con su vivencia alegre, honesta y útil, para que sirva de ejemplo a los retoños  de sus hijos.
Amelos sin apego, con su madurez; ayúdeles sin hacer sus deberes; agrádeles sin envanecerles; hábleles de Jesús sin sentimientos ridículos, para que su participación en sus vidas pueda asemejarse a un rastro brillante, una luz espiritual, apuntándoles caminos de honorabilidad y   de paz, discreta e inteligente.
No justifique que los padres de hoy no saben educar, puesto que el Creador, teniendo visión plena de todo, les consintió la paternidad y la maternidad, en el derrotero terrestre.
Jamás se indisponga con sus hijos y afines por sus nietos, puesto que estos están junto  a aquellos obedeciendo a las irreprochables Leyes de la Vida y del Destino.
Sea un abuelo o abuela equilibrada, dando espacio para que sus hijos actúen en el campo que Dios les dio para burilarse y crecer.
Ayude, apenas, cuando sea solicitado a hacerlo.
Confié en el Señor que es el Gran Padre de sus hijos  de sus nietos y de usted mismo.
Qué difícil es envejecer con alegría y naturalidad! ¡Qué duro es reconocer que se ha entrado en el atardecer de la vida y captar, al mismo tiempo, que aún queda mucho por hacer! Y al mismo tiempo, que eso que queda por hacer es algo muy distinto, ¡aunque no menos importante que lo hecho hasta ahora!

Hay tres cosas y que producen pena: un “viejo” de cuarenta años, un viejo que se cree “joven” y un viejo que se cree “muerto”. Y una que produce alegría, un “joven” de ochenta años, es decir un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera.
Pero para ser uno de esos, hay que aceptar, que el Sol del atardecer es tan importante como el del amanecer y el del mediodía, aunque su calor sea muy distinto.

El Sol no se avergüenza de ponerse, no siente nostalgia de su brillo matutino, no piensa que las horas del día le estén “echando” del cielo, no cree que es menos luminoso ni hermoso porque el ocaso se aproxima. Tampoco su resol sobre los edificios es menos importante o necesario que el que, hace algunas horas, hacía germinar las semillas en los campos o crecer las frutas en los árboles. Cada hora tiene su gozo y el Sol cumple, hora a hora, con su misión.

Es verdad que la Naturaleza es más piadosa con las cosas, que los hombres con ellos mismos.
 Nadie desprecia al Sol de la tarde, ni le empuja a jubilarse, ni le niega el derecho a seguir dando su luz, débil, pero luz verdadera, necesaria, a veces la más hermosa. ¡Qué bien sabe el enfermo lo dulce de este último rayo de sol que se cuela, por la última esquina de la ventana!

¡Si todos los ancianos entendieran que su sonrisa puede ser tan hermosa y fecunda, como ese último rayo de sol antes de ponerse! ¡Si comprendieran que el Sol nunca es amargo, aunque sea más débil! ¡Si pensaran lo orgulloso que se siente el Sol de ser lo que es, de haberlo sido, de seguirlo siendo hasta el último segundo de su estancia en el cielo! ¡Señor, no me dejes marchar hasta haber repartido el último rayo de mi pobre luz!

El resumen perfecto de estos Reflexiones es la siguiente oración de José Laguna Menor. ¿Hay algo que añadir? Sí, ¡hay que vivirlos!
Señor, enséñame a envejecer como cristiano.
Convénceme de que no son injustos conmigo:
los que me quitan responsabilidades;
los que ya no piden mi opinión;
los que llaman a otro para que ocupe mi puesto.
Quítame el orgullo de mi experiencia pasada
y el sentimiento de que soy indispensable.
Pero ayúdame, Señor, para que siga siendo útil a los demás,
contribuyendo con mi alegría al entusiasmo
de los que ahora tienen responsabilidades.
Y que acepte mi salida de los campos de actividad,
como acepto con sencilla naturalidad la puesta del Sol.
Finalmente te doy gracias, pues en esta hora tranquila
caigo en la cuenta de lo mucho que me has amado.
Concédeme que mire con gratitud
hacia el destino feliz que me tienes preparado.
¡Señor, ayúdame a envejecer así!
Trabajo extraído del libro “Vereda Familiar” de Raúl Texeira y de páginas de Internet

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LAS ENFERMEDADES MENTALES Y LA OBSESION ESPIRITUAL:
El esquema clásico divide las enfermedades mentales en las siguientes clases fundamentales: Neurosis, Psicosis y Esquizofrenias. Teniendo como gran diferencia entre ellas el que en las primeras el sujeto, aunque sufriendo indeciblemente, no pierde el sentido de la "realidad" que le rodea y se sabe enfermo, mientras que en las psicosis y esquizofrenias el sujeto viaja en esa realidad, perdiendo la conciencia y entregándose a lo que los demás observan como una locura.
Estos grandes grupos de enfermedades mentales pueden tener orígenes diversos y proceder tanto de algunas causas físicas como de trastornos perniciosos de la evolución de la personalidad. A estas delimitaciones el Espiritismo aporta una más: la del concepto de Obsesión Espiritual. Indispensable para nosotros a la hora de comprender y poder actuar eficazmente en la solución o en el alivio de las enfermedades mentales procedentes de ella.
La línea que separa las causas físicas de las posibles causas espirituales es algo estrecha y difícil de detectar. Ya que resulta que siempre existe la posibilidad de que la persona sufra una combinación de ambas causas.
Reinaldo Formoso
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           ¿Qué es la muerte?
   Uno de los grandes  problemas filosóficos y científicos de todos los tiempos ha sido determinar lo que ocurre con el Ser después de la muerte, y saber con exactitud  si seguimos existiendo y si vivimos más de una vez  en este mundo y hasta qué punto podemos tener pruebas de lo que  algunas  grandes doctrinas filosóficas y religiosas  nos han enseñado desde siempre.
      Como todos sabemos teóricamente, la muerte  supone  la total extinción de la vida física y orgánica de nuestro  cuerpo carnal.
          Según nos indican nuestros instintos, nuestra conciencia y lo que nos vienen a decir los postulados religiosos, la muerte no supone en absoluto la extinción total del Ser en la nada, pues este no se extingue con la materia que le acompaña en esta vida, porque el Ser espiritual está constituido por  una energía que no es generada por  la materia y existe con ella o sin ella, aunque depende de ella para su manifestación y desenvolvimiento en  nuestro Plano físico, tal  como lo hace mediante el pensamiento, la inteligencia, los sentimientos y las emociones; estos no los produce la materia, sino que viven y se manifiestan  en ella y  después de la muerte del cuerpo físico. Ciertamente  existen evidencias de que siguen  existiendo  fuera de ella.
      La muerte es un fenómeno tan natural como la propia vida , y como podemos observar, en la Naturaleza la Vida continúa y se renueva  constantemente a sí misma  por medio de la muerte. Continuamente vemos como cada día mueren miles y miles de seres,  mientras al mismo tiempo nacen a la vida otra multidud.; y esto sucede hasta con las propias células del organismo físico y con el propio Ser humano. Vemos como la vida orgánica es un continuo  nacer y morir en este mundo. Es la rueda de la Vida que no cesa; el Samsara del Budismo.
      Los Seres humanos somos naturalmente cobardes ante lo desconocido, por lo que solemos evitar la idea de la muerte, y no queremos ni siquiera pensar en ello; sin embargo esta experiencia irremediablemente la vamos a  pasar todos algún día.
       Todo el mundo tiene su particular versión de lo que es y lo que significa la muerte, y cada cual se lo explica según sus particulares conceptos religiosos o filosóficos, pero siempre dentro de una constante humana : la muerte siempre  se ve como  algo terrible, triste y trágico que nos espera a todos al final del camino de esta vida.
       La ignorancia popular dice que jamás ningún muerto regresó de su tumba para contar si sigue vivo y cómo le va, pero sin embargo muchas personas podemos aseverar categóricamente que eso no es del todo cierto, pues desde los albores de los tiempos, siempre ha existido la mediumnidad  y la presencia en todas las sociedades y pueblos, de magos, brujos y sibílas , que  demostraban  la existencia del espíritu  humano  tras la muerte,comunicando con ellos en una evidencia de su existencia inmaterial  y  a estos Seres inmateriales les llamaban “daimons”, ángeles o genios.
      Sin  embargo, a pesar de las permanentes posiciones de escepticismo, los humanos en el fondo de nuestra conciencia  siempre hemos necesitado creer en la continuidad de la vida después de la muerte, por lo que hemos plasmado en nuestros conceptos religiosos las ideas de esa vida en  forma de un infierno para castigo de los malvados, o de un paraíso para premiar a los buenos..
Siempre  existieron y existen  los “ nihilistas ”, quienes creen  sinceramente y de buena fe que tras la muerte no hay nada, por lo que afirman que toda experiencia humana termina con la muerte  y    después... la nada,  ( ¡ qué triste perspectiva  !), y en casi todos los casos, muchas personas, sean religiosas o no lo sean, consideran la  muerte  como una barrera infranqueable hacia lo desconocido; un misterio profundo que separa para siempre a vivos y a muertos.
       Como ya hemos visto, los Seres humanos además de tener un cuerpo de naturaleza animal, somos esencialmente individualidades de energía inteligente; cada uno somos el YO  que está en lo más íntimo de nuestra conciencia humana, y este Yo es el que tiene  en nosotros   voluntad propia, siendo  capaces de sentir y razonar, e incluso de influir y alterar la materia  que nos rodea, la de nuestros cuerpos, y hasta la de los cuerpos de otros seres.
        Cuando observamos un cadáver, vemos que es una figura humana  inerte; como un objeto vacío de aliento y vida, de modo que aquello que antes fue un Ser humano, dotado de sentimientos, pensamientos y emociones,  ya no lo es después de experimentar la muerte; ahora apenas parece un muñeco de cera que recuerda al personaje que se fue, pero, ¿ a dónde fue?; ¿ en dónde quedaron estos atributos que se manifestaban en aquél mismo cuerpo cuando aún respiraba?.  Ante la presencia de un cadáver, solo podemos ver  si acaso un despojo, un resto, un cascarón vacío.     
El cadáver en cuestión, cuando era un Ser humano vivo, además de moverse, gesticular, hablar, etc, también tenía inteligencia, personalidad, sensibilidad, sentimientos, eso que en su conjunto llamamos Vida o Alma, y que por algún motivo o circunstancia se fue de ese cuerpo y lo abandonó para siempre, pero ¿qué pasó con el Ser o con su esencia?,    ¿ dónde está ahora ....?.
         Tal vez esa  presencia corporal humana  carente de  vida  que ya no late, ni tampoco se manifiesta más en él, ese  Yo Superior, con todos sus atributos que siendo reales,  no son  algo material ni  tangible, pero que formaban parte de lo que él era en vida, lo que conocemos como la personalidad. Esto precisamente  es lo que provoca la repulsión y escrúpulos de tanta gente cuando se está ante la  presencia de un cadáver.
         La energía que lo animaba y le daba todos los atributos de la Vida, no ha podido desvanecerse en la nada, porque esa energía, al igual que cualquier otra manifestación de energía, no nace ni muere, como afirma el postulado de Física, sino que se transforma. En el caso del espíritu humano, esta transformación consiste en haberse liberado de la materia de su cuerpo.
        Si partimos de la premisa de  admitir, por tanto, que debe existir alguna forma de vida  mas allá de lo que es tangible y palpable, podemos  buscar explicaciones y  llegar a conclusiones en base a datos aportados  a diario por las  mediumnidades ,que canalizan y permiten manifestarse a  Seres que desencarnaron en diferentes épocas y lugares, relatando ellos mismos su experiencia sobre cómo fue  su experiencia  de la muerte, y demostrando a su vez , que  de  algún modo continúan  existiendo.
     Aunque sean pruebas subjetivas para admitir  otra forma de existencia después de la muerte,no significa esto que sean irreales. También nos podemos apoyar en las llamadas “experiencias fuera del cuerpo físico “, de muchos casos de  personas que después de sufrir una muerte clínica por cualquier motivo, se les ha reanimado y han vuelto a la vida, conservando después  los recuerdos de esa situación que vivieron durante ese trance, siendo comunes muchos de los factores y detalles que aparecen en  estos relatos  de  todos estos casos de personas inconexas entre ellas.
     Cuando las experiencias en el umbral de la muerte, se han centrado en niños, estos han dado un testimonio de más valor que el que dan personas adultas ante la misma experiencia, debido a que ni sus mentes ni sus creencias están todavía influenciadas por preconceptos religiosos o filosóficos preestablecidos por los adultos.
     Cuando se habla de muerte, hay que matizar que la muerte orgánica que afecta a la parte corporal del ser humano, con su  consiguiente y posterior  disgregación, supone la  desencarnación del Ser espiritual que daba vida a  toda la maquinaria física, y  cuando hablamos de desencarnación, nos referimos  solamente al Espíritu  que “desencarna” y abandona la materia  cuando se cortan  los lazos  vitales que le unen a ella.
- Jose Luis Martín -
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“A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, el temor a la muerte disminuye. Pero al mismo tiempo comprende mejor su misión en la Tierra y espera su fin con más calma, resignación y sin temor”
                     Allan Kardec-(El Cielo y el Infierno)
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