DIMENSIONES DE LA VERDAD (2)
( Viene del anterior)....
El Espiritismo no viene a reformar ninguna religión, porque todos los formalismos de las religiones nos parecen innecesarios para el porvenir. El Espiritismo no viene a destruir los templos de hoy, ni piensa levantar los del mañana; escuela puramente filosófica, escuela puramente científica, escuela puramente racionalista, que sólo se ocupa por medio del estudio en descubrir las relaciones que existen entre los que nos llamamos vivos, y los que apellidamos muertos.
Y tanto nos importa que la humanidad se refugie en las góticas catedrales, como que se postre en las mezquitas, o se siente en las sinagogas, nos es del todo indiferente, porque el Espiritismo nada tiene que ver con el formalismo de ninguna religión. No es un nuevo fanatismo, no es un nuevo misticismo, no; es únicamente uno de los muchos desenvolvimientos de la ciencia, y de la explicación científica de muchos actos que hasta ahora han parecido sobrenaturales, y que no son en realidad más que las evoluciones de la vida: esto es el Espiritismo. Un estudio razonado de la continuidad de la vida; que en este mundo, como todo, se empequeñece, y todo se amolda al pequeño criterio del hombre, muchos llamados espíritas, le han querido dar un cierto sabor místico al Espiritismo, y en realidad no lo necesita; porque una cosa es el noble recogimiento del Espíritu, y la meditación natural a que debe entregarse el alma ante lo desconocido, y otra cosa es el amaneramiento de una oración continuada, lo que sí sigue el Espiritismo es la moral de Jesús, porque ésta la siguen todos los hombres de bien, llámense católicos o materialistas; y el Espiritismo como nos evidencia la eterna vida del Espíritu, y su eterna individualidad, naturalmente, cada cual trata de mejorar sus costumbres por la cuenta que le tiene, porque ve que de su presente depende su mañana, y por esto se ve, que muchos espiritistas modifican su carácter y progresan lo poco que aquí se puede progresar, pero esto no lo hacemos para darle santidad a la escuela y crearnos atmósfera, ni tampoco queremos derribar viejos altares para levantarlos mañana con distinta forma, no. Las religiones no nos estorban, así es que no tenemos que reformar ninguna; lo que nosotros deseamos, eso sí, es la verdadera, es la completa libertad de cultos, porque ésta es la base de la civilización, porque la conciencia humana debe ser completamente libre para buscar a Dios en la creación, porque el hombre debe tener ¡Un infinito para amar! ¡Un infinito para estudiar, y un infinito para creer!
Si nosotros quisiéramos reformar las religiones, seríamos una nueva imposición, y el Espiritismo vería entonces la mota en el ojo ajeno, y no vería la viga en el suyo. Si nosotros hoy estamos, plenamente convencidos que ciertas religiones vivirán el tiempo que sea necesario, y cuando llegue la hora que sus templos pasen a ser monumentos históricos, se apagarán sus lámparas, se evaporarán las nubes de su incienso, enmudecerán los aromas y otros perfumes le ofrecerán los hombres a Dios; pero esta reforma la hará el tiempo, que es el gran reformador de la humanidad; ¿Se puede concebir en el mundo un solo hombre que no venere la memoria de Jesús, que no admire sus virtudes y no reconozca, en Él al Redentor de las edades modernas? ¡Ah! Cuánta razón tiene Allan Kardec cuando dice que hemos perdido muchos siglos en inútiles disensiones.
Es de notar que, durante, esta interminable polémica que ha apasionado a los hombres por espacio de una larga serie de siglos, y aún dura, que ha encendido las hogueras y hecho derramar torrentes de sangre, se ha disputado sobre una abstracción; la naturaleza de Jesús, polémica que aún se discute, aunque Él nada haya hablado de ella, y que se ha olvidado una cosa, la que Él ha dicho ser toda la ley y los profetas, es a saber: el amor a Dios y al prójimo, y la caridad, de la que hizo condición expresa para la salvación. Se han aferrado a la cuestión de afinidad de Jesús con Dios, y se han tenido en completo silencio las virtudes que recomendó y de que dio ejemplo.
Después de XIX siglos de luchas y disputas vanas, durante las cuales se ha dado completamente de mano a la parte más esencial de la enseñanza de Jesús, la única que podía asegurar la paz de la humanidad, se siente uno cansado de esas estériles discusiones, que sólo perturbaciones han producido, engendrando la incredulidad, y cuyo objeto no satisface ya la razón. Ya era hora que se comprendiera que la verdadera cuestión religiosa estriba y depende de la moral universal; sin moralidad no hay religión.
Mucho blasonan todos los que quieren reconocer en Jesús a Dios; y si a Jesús pudieran entristecerle los desaciertos de los hombres, ¡Cuántas horas de angustia indescriptible habrá sufrido ante el crimen continuado de la humanidad! Que en nombre de un Dios de amor ha quemado y destruido todo aquello que no se sometía a sus ideas.
No es nuestro ánimo discutir sobre la divinidad de Jesús y la naturaleza de su cuerpo; avaros del tiempo, creemos que lo aprovecharíamos mejor si pudiéramos imitar sus virtudes. Ya se han perdido muchos siglos discutiendo sobre ésta o aquella palabra, controversia del todo inútil, puesto que sólo se ha conseguido que en los gloriosos tiempos del engrandecimiento de la fe católica, las naciones se empobrecieran, la industria se paralizara, la ciencia enmudeciera, la ignorancia dominara, como sucedió en el reinado de en España, que según dice Garrido en su "Restauración teocrática"
En tiempo de Carlos II, propuso un hombre inteligente la construcción de canales que unieran el Manzanares y el Tajo, y el Rey consultó el caso, no con ingenieros, profesión desconocida en aquellos felices tiempos, sino con teólogos, que le dieron en su informe la siguiente respuesta: "Si Dios quisiera que estos dos ríos fuesen navegables, no sería necesario que los hombres se tomaran el trabajo de hacerlo, porque con una sola palabra que hubiera salido de su boca, la obra estaría hecha. Cuando Dios no lo ha pronunciado, será porque no lo ha creído conveniente, y sería atentar contra los designios de la Providencia querer mejorar lo que ha dejado imperfecto, por causas que su sabiduría se reserva".
¿Necesita esto comentarios? No; ello sólo se recomienda; como se recomienda también la determinación que tomó Felipe II en 1558, "cuando mandó desmontar las prensas de imprimir, excepto las que imprimían misales y breviarios, amenazando con pena de muerte y confiscación de bienes, no sólo al que se atreviese a imprimir otra clase de libros, sino al que osara tener comunicación con los manuscritos".
Estas han sido las inmensas ventajas que ha reportado a los pueblos un feroz fanatismo, ¡La muerte del cuerpo en las hogueras, y la asfixia del alma en el embrutecimiento!
No hay institución que no tenga sus errores, y puede llamarse doctora del error a la que, siempre que ha podido, ha rechazado a la ciencia; en cambio el Espiritismo racional funda en la ciencia su consoladora religión.
Los espiritistas racionalistas; los que son verdaderamente esencialistas, no se afilian a ninguna religión que tenga en su culto formalismo alguno; pero sí pueden llamarse cristianos, porque aceptan el cristianismo primitivo, el de los primeros años de la Iglesia, que era la ley de amor puesta en acción, la fraternidad en su más sublime sencillez.
Las sociedades espiritistas pueden llamarse cristianas, porque reconocen en Jesús, el Profeta del progreso universal. ¿Quiere acaso el Espiritismo levantar una nueva iglesia?, ¿Quiere arrastrar a las masas ignorantes al desconcierto de no saber dónde postrarse para orar? No, el Espiritismo no aspira a destruir lo existente, lo que anhela es moralizar a la humanidad.
A los pueblos que viven estacionados no se les puede quitar sus altares, porque no sabrían dónde guarecerse las multitudes atribuladas. No se deben destruir las iglesias; lo que se debe hacer es levantar escuelas y abrir grandes centros de instrucción gratuita y obligatoria.
Al hombre no se le debe obligar a que deje sus dioses; pero sí se le debe obligar a instruirse y a moralizarse; y cuando las humanidades estén más instruidas, y por lo tanto más adelantadas, no necesitarán entonces ir a un paraje determinado para rezar; porque cada cual rezará fervorosamente en el templo sagrado de su conciencia.
Los buenos espíritus ni se imponen ni coartan la voluntad de nadie; si se impusieran, si nos dominaran, entonces sería el Espiritismo una nueva secta, con su formalismo, una nueva imposición, tan pequeña como las demás religiones; pero el Espiritismo es más grande, es más racional, más armónico, él, nos dice "que fuera de la Caridad no hay salvación"; aconsejando al hombre que estudie, que no se conforme con la muerte aparente del cuerpo; que hay algo que vive más allá de la tumba; que el Espíritu siente, piensa y quiere sin perder con el transcurso de los siglos su eterna individualidad.
Una larga experiencia nos viene demostrando que la libertad de conciencia le cuesta a los pueblos un parto tan difícil y tan laborioso, que las naciones sudan sangre para obtener después de mil penalidades sus legítimos derechos.
¡Qué anomalía! El hombre tiene el infinito por patrimonio; y las instituciones humanas le han negado hasta lo más íntimo, lo más sagrado, lo más espiritual, lo que constituye la grandeza suprema del ser, ¡La libertad divina de pensar! ¡El derecho de adorar a Dios en el valle o en el monte, en la humilde ermita o en la artística y grandiosa catedral! Todo esto le ha sido negado, y las multitudes encadenadas por el poder teocrático han sido las siervas de la ignorancia muchos y muchos siglos.
Muchas almas inteligentes han comprendido el abuso, se han quejado en el silencio, pero su queja ahogada por el temor no ha producido ningún buen resultado; y leyes anormales han seguido rigiendo a la perezosa humanidad.
Decía Solón, "que la injusticia desaparecería en breve, si el que tiene conocimiento de ella, se quejase tanto como el que la sufre". Mas, ¡Ay! En este oscuro planeta, los hombres ignorantes no han encontrado bastante pesada la carga de sus cadenas; y los más entendidos que con su inteligente mirada, han visto a las masas populares agobiadas bajo el peso de un estúpido fanatismo, han dejado correr el tiempo esperando que la casualidad los aligere de su carga; y por la pasiva obediencia de unos, y la indiferencia calculada de otros, el poder teocrático fue engrandeciendo sus dominios y llegó a ser un día el soberano del mundo civilizado; pero como los hombres no han nacido para ser esclavos, la fuerza de las cosas, el poder de las circunstancias, la corriente nunca paralizada de los acontecimientos, han producido crisis nerviosas a las sociedades, y sacudimientos convulsivos han trastornado a los pueblos; mas, en medio de las luchas fratricidas no han faltado apóstoles del progreso que hayan dicho a las humanidades:
¡Despertad! ¡Despertad! ¡Daos cuenta de que vivís!
¡Aprended a pensar por vosotros mismos!
¡Educad vuestra inteligencia con vuestro propio raciocinio!
¡No saciar vuestra sed religiosa, con el agua estancada de la fe ciega!
¡Buscad otro manantial más purificado!
¡Acudid a la fuente del Monte de las Calaveras!
¡Aprended a tener sed de infinito! Que el moderno Redentor de progreso, vino a la Tierra para calmar la sed de justicia, que fatigaba y atribulaba a la humanidad!
Esto dijeron últimamente los apóstoles del Crucificado. Mas ¡Ay! Su predicación no fue escuchada; los abusos siguieron, y como dice muy bien Amigó en el libro "Nicodemo" en sus consideraciones sobre el Cristianismo: "Vinieron las guerras religiosas, y los espíritus rectos se preguntaban: ¿Será posible que la religión arme el brazo del hombre contra el hombre, del hermano contra el hermano, de un pueblo contra otro pueblo? ¿Puede el sentimiento de caridad compadecerse con el derramamiento de sangre? ¿Es ni siquiera concebible que Dios se agrade de que su nombre sea invocado en lo más recio de la pelea, cuando la rabia hierve en las entrañas de los inhumanos combatientes? ¿Será la guerra otra cosa que el fratricidio organizado? ¿No mandó Jesús a Pedro que envainase la homicida espada? ¿Habrá religión donde no hay paz?... Y las guerras religiosas agrandaban el vacío en torno de la ortodoxia".
Es muy cierto, que el progreso se enseñorea del mundo, y se declara pontífice del Universo, sí; sumo pontífice universal, sin preferir ésta o aquella iglesia, que el progreso no tiene más iglesia que el infinito; pero como ese genio de los siglos, ese redentor de todos los tiempos, ese encantador de las edades llamado "Progreso", es tan viejo, es como todos los abuelos complacientes con sus nietos, y deja a los hombres que siga cada cual el culto apropiado a su adelanto y a su razón; y lo que únicamente exige al hombre es amor y caridad, porque con estos dos grandes elementos se puede realizar algún día la unión de los pueblos, y la gran familia humana podrá elevar en la Basílica de la Creación el aleluya y el hosanna universal.
Esto hace el Espiritismo, su misión es ensanchar los horizontes de la vida. Testamentario del progreso es el encargado de entregar a la humanidad el gran legado del trabajo, y ya de muy antiguo dijo un sabio "que el trabajo es el centinela de la virtud".
Jesús fue la encarnación del amor y del progreso, y está por encima de todas las teogonías y de todas las filosofías de la Tierra; y el Espiritismo enseña la ley que Él promulgó en el Monte de las Calaveras.
Nuestra moral es la de Jesús, y si todos los hombres de este planeta hubieran comprendido las enseñanzas del divino maestro, como tratan de comprenderlas los verdaderos espiritistas, no se hubiera derramado tanta sangre inocente, no se hubiese atormentado a millones y millones de hombres, ni habrían profanado la memoria del que murió, perdonando a sus verdugos.
Si algo queda de aquella moral sublime, que era el patrimonio divino de aquel que sanaba a los enfermos, si algo se recuerda aún de su doctrina evangélica, sus comentarios se encuentran en las obras espiritistas.
Los espiritistas aman a Jesús, porque ven en Él la reencarnación de un
Espíritu elevadísimo, luz de la verdadera religión, luz que iluminó a la India, luz que más tarde irradió en Judea, luz que brillará sobre este planeta mientras la Tierra tenga condiciones de habitabilidad para albergar a la especie humana.
Acusan al Espiritismo de que éste no respeta la personalidad de Jesús.
No es nuestro ánimo tratar ahora de esa cuestión capital, y únicamente diremos que el Espiritismo ve en Jesús no a un redentor, sino a uno de los muchos redentores que ha tenido la humanidad.
¿Pierde Jesús por esto el respeto, el amor, la admiración, la adoración suprema que mereció por su sacrificio? No; ¿Ha habido algún hombre de su época que se le asemeje? No; ¿Mas, por qué hemos de negar lo que la historia atestigua? ¿Lo que los libros sagrados nos dicen? Si doce mil años antes de la era cristiana establecían los brahamanes de la India el dogma de la trimurtí, o trinidad de Dios, y uno de los redentores indios tiene una historia parecidísima a la de Jesucristo ¿Por qué se han de desfigurar los hechos?
Porque haya existido Krishtna ¿Deja de ser Jesús la personificación de la civilización moderna? ¿La encarnación del progreso? ¿La síntesis del amor?
Mas, veamos lo que sobre Krishtna dice el vizconde de Torres Solanot en su obra "El Catolicismo antes del Cristo" página 73:
"La leyenda del Génesis indio dice que Brahma había anunciado a Heva la venida de un salvador, que nacería en la pequeña ciudad de Madura, y recibiría el nombre de Kristna (en sanscrito, sagrado). Su nacimiento tuvo lugar unos cuatro mil ochocientos años antes de nuestra era".
"Ese niño, Vischnú, la segunda persona de la Trinidad india, el hijo de Dios encarnado en el seno de la virgen Devanaguy (en sanscrito, formado por Dios), para borrar la falta original y llevar a la humanidad al camino del bien".
"Devanaguy permanece virgen aunque madre, porque había concebido sin conocer hombre, envuelta por los rayos de Vischnú, y da a luz un niño divino en una torre, donde la había hecho encerrar su tío Rausa, tirano de Madura, quien había visto en sueños que el niño que naciera de aquélla debía destronarle".
"La noche del parto, al primer gemido de Kristna, un fuerte viento derribó las puertas de la prisión, mató a los centinelas, y Davanaguy fue conducida con su hijo recién nacido a la casa del pastor Nauda, donde le festejaron los pastores de la comarca, por un enviado de Vischnú".
"Al saber la libertad de Davanaguy y su huída maravillosa, el tirano Rausa, ciego de furor, y para que no se le escapase Cristna, ordenó la degollación, en todos los estados, de los niños de sexo masculino, nacidos en la misma noche de aquel que quería matar".
"Kristna escapó por milagro, pasando su infancia en medio de los peligros suscitados por los que tenían interés en su muerte; pero salió victorioso de todas las asechanzas, de todos los lazos que se le tendieron".
"Llegado a la edad de hombre, se rodeó de algunos fervientes discípulos, y comenzó a predicar una moral que la India no conocía ya desde la dominación brahmánica; atacando valerosamente las castas, enseñó la igualdad de todos los hombres ante Dios, y puso de manifiesto la hipocresía y el charlatanismo de los sacerdotes.
Recorrió la India entera, perseguido por los brahmanes y los reyes, atrayéndose a los pueblos por su singular belleza, su elocuencia dulce y persuasiva, llena de imágenes y por la sublimidad de su doctrina: ayudarse los unos a los otros, proteger, sobre todo, a la debilidad; amar a su semejante como a sí mismo; devolver bien por mal; practicar la caridad y todas las virtudes".
( Continuará en el siguiente )....
Amalia Domingo Soler
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EVOLUCIÓN DE LOS PUEBLOS
DE LA TIERRA
788. Los pueblos son individualidades colectivas que, como los individuos, pasan por la infancia, la edad madura y la decrepitud. Esta verdad, reafirmada por la historia, ¿no puede inducirnos a pensar que los pueblos más adelantados de este siglo tendrán su declinación y su fin, como los de la antigüedad?
- Los pueblos que sólo viven la existencia del cuerpo, aquellos cuya grandeza sólo se funda sobre la fuerza y la extensión de su territorio, nacen, crecen y mueren, porque la fuerza de un pueblo se agota igual que la de un hombre. Aquellos cuyas leyes egoístas atentan contra el progreso de las luces y de la caridad mueren, porque la luz mata las tinieblas y la caridad abate al egoísmo. Pero hay para los pueblos, como para los individuos, la vida del alma. Aquellos otros, en cambio, cuyas leyes armonizan con las leyes eternas del Creador, vivirán y serán la antorcha de los demás pueblos.
789. ¿Reunirá algún día el progreso a todos los pueblos de la Tierra en una sola nación?
La humanidad va progresando por medio de los individuos, que poco a poco se mejoran e ilustran. Entonces, cuando éstos se convierten en mayoría, toman la delantera y arrastran a los demás. De tiempo en tiempo surgen entre ellos hombres geniales que imprimen a la humanidad un impulso, después otros que poseen autoridad y son instrumentos de Dios, los cuales en pocos años la hacen adelantar en varios siglos.
El progreso de los pueblos hace inclusive resaltar la justicia de la reencarnación. Los hombres de bien realizan loables esfuerzos para llevar adelante a una nación, moral e intelectualmente. Admitamos que esa nación, transformada, será más dichosa en este mundo y en el otro. Pero, durante su lenta marcha a través de los siglos, millares de individuos mueren a diario. ¿Qué suerte cabe a todos aquellos que en el trayecto sucumben? Su inferioridad relativa ¿los priva de la dicha reservada a los recién llegados? ¿O su felicidad también es relativa? La justicia divina no podría consagrar semejante injusticia. Mediante la pluralidad de existencias el derecho a ser feliz es el mismo para todos, porque nadie ha quedado des-heredado del progreso. Puesto que los que han vivido en tiempos de barbarie pueden regresar en épocas civilizadas, ya sea en el seno del mismo pueblo o en otro, de ello resulta que todos se benefician con la marcha hacia lo alto. Pero la tesis de una existencia única presenta aquí otra dificultad. Según esta concepción, el alma es creada en el instante del nacimiento. Por tanto, si un hombre es más adelantado que otro lo será porque Dios creó para él un alma más evolucionada. ¿Cómo se explica este favor? ¿Qué mérito tiene ese hombre, que no ha vivido más que otro y que con frecuencia vivió menos, para que se le haya dotado de un alma superior? Mas la dificultad principal no reside ahí. En un milenio, una nación pasa de la barbarie a la civilización. Si los hombres vivieran mil años se concebiría que en ese lapso tuviesen tiempo suficiente para progresar. Pero todos los días muere alguno de ellos y a cualquier edad. Se van renovando sin cesar, de manera que a diario se les ve aparecer y extinguirse. Al cabo de un milenio no queda ya vestigio de los antiguos habitantes de ese país. De bárbaro que era, se ha tornado culto. ¿Qué es lo que progresó? ¿Los individuos, bárbaros de antaño? ¡Pero si están muertos desde hace tanto tiempo! ¿Los que han llegado últimamente, entonces? No, puesto que sus almas han sido creadas en el momento en que nacieron y no existían en tiempos de barbarie. Hay que admitir, pues, que los esfuerzos que se realizan para civilizar a un pueblo tienen el poder, no de mejorar sus almas imperfectas, sino de hacer que Dios cree almas más perfectas.
Comparemos esta teoría del progreso con la que los Espíritus enseñan. Las almas llegadas a la vida en época de civilización tuvieron su infancia, igual que todas las demás, pero han vivido ya y han venido en un estado de adelanto que es consecuencia de un progreso anterior. Llegan atraídas por un ambiente que les es simpático y que se halla en relación con su actual estado. De esta manera, los esfuerzos realizados para civilizar a un pueblo no tienen por efecto hacer que se creen en el porvenir almas más perfectas, sino que sean atraídas hacia él aquellas almas que ya han progresado, o por haber vivido en esa misma nación en épocas de barbarie, o porque procedan de otra parte. Allí reside la clave del progreso de la humanidad entera. Cuando todos los pueblos hayan llegado a un mismo nivel mediante el sentimiento del bien, la Tierra sólo será el punto de reunión de Espíritus buenos, que vivirán juntos en fraternal unión, y puesto que los malos se verán rechazados y desubicados, irán a buscar en mundos inferiores el medio que más les convenga, hasta que sean dignos de volver al nuestro, ya transformados.
La teoría vulgar tiene todavía esta otra consecuencia: los trabajos de mejoramiento social sólo benefician a las generaciones presentes y futuras, y tales conquistas les fueron vedadas a las generaciones anteriores, que cometieron el error de llegar demasiado temprano y que alcanzaron a ser lo que pudieron, cargadas como se hallaban con sus actos de barbarie. Según la Doctrina de los Espíritus, los progresos ulteriores benefician también a esas generaciones, que reencarnan en medio de condiciones mejores y pueden así perfeccionarse en el seno de la civilización. (Ver párrafo 222).
- El Libro de los Espíritus- Allan Kardec
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EL CRISTIANISMO Y EL ESPIRITISMO ENSEÑAN LO MISMO
Si el alma es inmaterial, debe pasar después de esta vida a un mundo igualmente
invisible e inmaterial, del mismo modo que el cuerpo, cuando se descompone vuelve a la materia.
Sólo que conviene mucho distinguir bien el alma pura, verdaderamente inmaterial, que se
alimenta como Dios de la ciencia y de los pensamientos, del alma más o menos manchada de impurezas materiales, que la impiden elevarse hacia lo divino y la retienen en los lugares de su morada terrestre.
Sócrates y Platón, como se ve, comprendían perfectamente los diferentes grados de desmateríalización del alma, e insisten sobre la diferencia de situación que resulta para ella de su mayor o menor pureza. Lo que ellos decían por intuición, el Espiritismo lo prueba con numerosos ejemplos que pone a nuestra vista.
IX. Si la muerte fuese la completa disolución del hombre, sería una ventaja para los malos, después de su muerte, el quedar libres, al mismo tiempo, de sus cuerpos, de sus almas y de sus vicios. Aquél que adornaba su alma no con una compostura extraña, sino con la que le es propia, sólo aquél podrá esperar tranquilamente la hora de su partida para el otro mundo.
Esto es decir, en otros términos, que el materialismo que proclama la nada para después de la muerte, sería la anulación de toda responsabilidad moral ulterior, y por consiguiente, un excitante del mal; que el malo cree ganarlo todo con la nada; que sólo el hombre que se ha despojado de sus vicios y se ha enriquecido de virtudes, puede esperar tranquilamente el despertar a la otra vida. El Espiritismo nos enseña con los ejemplos que pone todos los días a nuestra vista, cuán penoso es para el malo el tránsito de una vida a otra y la entrada en la vida futura.
X. El cuerpo conserva los vestigios bien marcados de los cuidados que se han tenido por
él o de los accidentes que ha experimentado; lo mismo sucede con el alma; cuando se despoja delcuerpo, lleva las señales evidentes que cada uno de los actos de su vida le han dejado. De este modo la mayor desgracia que puede sucederle al hombre, es el irse al otro mundo con un alma cargada de crimenes. Ya ves Callicles, que ni tú, ni Polus, ni Gorgias, podriais probar que debe seguirse otra conducta que nos sea útil para cuando estemos allá. De tantas opiniones diversas, la única inquebrantable es la de que "vale más recibir una injusticia que cometerla", y que ante todo debe uno dedicarse, no a parecer hombre de bien, sino a serlo. (Conversaciones de Sócrates con sus discípulos en la prisión).
Aquí se encuentra este punto capital, confirmado hoy por la experiencia, es a saber; que el alma no purifícada, conserva las ideas, las tendencias, el carácter y las pasiones que tenía en la tierra. La máxima: "Vale más recibir una injusticia que cometerla", ¿no es enteramente cristiana? Es el mismo pensamiento que Jesús expresa con esa figura: "Si alguno os hiere en una mejilla, presentadle la otra".
XI. Una de dos: o la muerte es una destrucción absoluta, ó es el tránsito del alma a otro
paraje. Si debe aniquilarse todo, la muerte será como una de esas noches raras que pasamos sin soñar y sin ninguna conciencia de nosotros mismos. Pero si la muerte sólo es un cambio de morada, el tránsito a un lugar en que los muertos deben reunirse, ¡ qué diera volver a encontrar a los que hemos conocido! Mi mayor placer fuera poder examinar de cerca los habitantes de esa morada y distinguir en ellos, como aquí, a los que son sabios, de aquellos que creen serlo, y no lo son. Pero ya es hora de separarnos, yo para morir y vosotros para vivir. (Sócrates a sus Jueces).
Según Sócrates los hombres que han vivido en la tierra, se vuelven a encontrar después de la muerte y se reconocen. El Espiritismo nos lo ofrece continuando las relaciones que tuvieron de tal modo, que la muerte no es ni una interrupción, ni una cesación de la vida, sino una transformación sin solución de continuidad.
Si Sócrates y Platón hubiesen conocido las enseñanzas que Cristo dió 500 años después, y las que dan ahora los espíritus, hubieran dicho lo mismo. No debe
sorprendernos esto si consideramos que las grandes verdades son eternas, que los espíritus adelantados debieron conocerlas antes de venir a tierra, a donde los trajeron;que Sócrates, Platón y los grandes filósofos de su tiempo, pudieron ser más tarde del número de aquellos que sécundaron a Cristo en su divina misión, siendo elegidos precisamente porque estaban más que los otros en disposición de comprender sus sublimes enseñanzas, y que, finalmente, pueden hoy formar parte del número de los espíritus encargados de venir a enseñar a los hombres las mismas verdades.
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
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La Obsesión simple
En el número de escollos que presenta la práctica del Espiritismo, es menester poner en primera línea la obsesión, es decir, el imperio que algunos Espíritus saben tomar sobre ciertas personas. Esta nunca tiene lugar sino por Espíritus inferiores que procuran dominar; los Espíritus buenos no hacen experimentar ninguna contrariedad; aconsejan, combaten las influencias de los malos, y si no se les escucha se retiran. Los malos, por el contrario, se unen a aquellos sobre los cuales pueden hacer presa; si llegan a tomar imperio sobre alguno, se identifican con su propio Espíritu y le conducen como a un verdadero niño.
La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce. La palabra obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta especie de fenómeno cuyas principales variedades son: la obsesión simple, la fascinación y la subyugación.
238. La obsesión simple tiene lugar cuando un Espíritu malhechor engaña a un médium, se mezcla contra su voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide comunicarse con otros Espíritus y sustituye a aquellos que se evocan.
No se está obseso por el sólo hecho de ser engañado por un Espíritu mentiroso; el mejor médium está expuesto a esto, sobre todo al principio, cuando aun la falta la experiencia necesaria, de la misma manera que entre nosotros las gentes más honradas pueden ser engañadas por los tunantes. Se puede, pues, ser engañado sin estar obseso; la obsesión está en la tenacidad del Espíritu, del cual no se puede desembarazar.
En la obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente desagradable,y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las comunicaciones que se quisieron tener con espíritus formales o
con aquellos por quienes se tiene afección.
Se pueden colocar en esta categoría los casos de obsesión física, es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y obstinadas de ciertos Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.
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AMOR POR ENCIMA DE TODO
Jesús recomendó que el amor debe ser la piedra angular de todas las construcciones.
Lo consideró como el mandamiento mayor y sintetizó toda la Ley y los profetas en el amor a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.
En esa directriz de aspecto triple están presentes todas las realizaciones humanas, sus ambiciones y metas.
El amor a Dios significa el respeto y la acción preservadora de la vida en todas sus expresiones, volviendo a ser parte integrante de Él, consciente del conjunto cósmico.
La responsabilidad ante la Naturaleza, no agrediendo ni vilipendiando, sino contribuyendo para su desenvolvimiento y armonía, expresa el amor que contribuye para la obra divina, homenajeando a su Autor.
El amor al prójimo es consecuencia de aquel que se dedica al Padre Creador, demostrando la fraternidad que a todos debe unir, por ser sus hijos dilectos que marchan de retorno a Su Seno.
Sin este sentimiento para con su hermano, se desorienta en la soledad y se debilita, descorazonándose en las actividades iluminativas.
El amor a sí mismo sin la pasión ególatra, lo eleva a la culminación de la plenitud, auxiliandolo en el desenvolvimiento de los ignorados tesoros que se encontraban adormecidos.
Ese amor se manifiesta como la forma de preservar y dignificar la existencia física, armonizándose con el conjunto general, transformándose en un polo de irradiación de alegría, paz y bien estar que a todos impregna.
Observa si te encuentras en la condición de cumplidor de recomendación del Maestro. En esa síntesis perfecta de afrontar todas las necesidades para tu actual existencia y la solución para todos tus problemas.
Evalúa con serenidad tu conducta en relación con Dios, al prójimo y a ti mismo.
En caso de que te encuentres en falta con alguno de los postulados de la triada superior, proponte corregir la deficiencia, en alterar la conducta para la planificación.
Ciertamente, descubrirás la necesidad de amar al Padre Celestial y al prójimo conforme a tu posibilidades. SSin embargo, tienes restricciones o pasiones con referencia a ti mismo.
En unos periodos detestaste, mientras que en otros justificaste, confesándote víctima de los otros.
Necesario es que te ames con justicia.
Dedícate a la meditación saludable en torno a todas tus deficiencias, para corregirlas, y de tus valores, para ampliarlos. Usa de la severidad sin crudeza y de amor sin autocompasión, para que te coloques en la ruta del equilibrio y del crecimiento.
Amarse es la forma de ponerse a punto en espíritu, en emoción y en cuerpo.Sin ningún desprecio por cualquier componente del conjunto armónico que es, amate luchando con tenacidad para que te superes cada día más, estableciendo nuevas directrices y objetivos prometedores que lograrás, siendo generoso, activo y perseverante en el bien, en relación a ti mismo.
- Divaldo Pereira Franco-
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