EL REMEDIO DE LOS ESPÍRITAS
Alguien, en cierta ocasión, preguntó a un gran filósofo cómo conceptuaría al sabio y al ignorante, respondiendo el filósofo afirmando que consideraba a uno y a otro, respectivamente, como el médico y el enfermo.
Sin embargo, agregamos nosotros: entre el médico y el enfermo está el remedio.
Si el enfermo guarda la receta en el bolsillo y desobedece la instrucción indicada, de nada valdrán las indicaciones del clínico o del cirujano que se afirman en su saber para servirlo.
Que la obsesión es una afección del alma, es cosa que no se la puede negar.
La persona carente de un conocimiento superior se rinde indefensa ante la influencia perturbadora, como una planta sin protección es invadida por la plaga destructora, surgiendo así los dolorosos enigmas orgánicos que, muchas veces, culminan en la muerte.
Con todo, disponemos en la Doctrina Espírita, a la luz de las enseñanzas de Cristo, de una verdadera ciencia curativa del alma con recursos propios para la solución de cada proceso morboso de la mente, alejando al obsesor del obsediado mediante el adoctrinamiento, es decir, suprimiendo la causa de la molestia. al igual que el agente químico o la intervención operatoria anulan la enfermedad en el paciente, siempre que los interesados se sometan a las prescripciones necesarias.
Si traes el problema de una obsesión y tienes la lucidez suficiente para comprender tu verdadero estado, no desconozcas que la compañía espiritual inferior que te acompaña depende de tu propia renovación.
Oirás indicaciones nobles, señalándote rumbos.
Recogerás, de aquí y del Más Allá, consejos justos y precisos.
En suma, encontrarás en los principios espíritas, enseñanzas ciertas y exacta orientación.
No obstante, como el caso de la receta formulada en tu favor por le médico abnegado y responsable, la lección del Evangelio consuela y esclarece, da valor y honra a aquellos que la reciben, pero, si no fuera usada, no servirá de nada.
Espíritu Emmanuel
Médium Francisco Càndido Xavier.
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. Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os será concedido. (San Marcos, cap. XI,
. Hay personas que niegan la eficacia de la oración fundándose en el principio de que, conociendo Dios nuestras necesidades, es superfluo exponérselas.
Aun añaden que, encadenándose todo en el Universo por leyes eternas, nuestro votos no pueden cambiar los decretos de Dios.
Sin ninguna duda, hay leyes naturales e inmutables que Dios no puede derogar a capricho de cada uno; pero de esto a creer que todas las circunstancias de la vida están sometidas a la fatalidad, es grande la distancia. Si fuese así, el hombre sólo sería un instrumento pasivo, sin libre albedrío y sin iniciativa.
En esta hipótesis no habría más que doblar la cabeza al golpe de los acontecimientos, sin procurar evitarlos y por lo tanto, no se hubiera procurado desviar el rayo.
Dios no le ha dado el discernimiento y la inteligencia para no servirse de ellos, ni la voluntad para no querer, ni la actividad para estar en la inacción. Siendo libre el hombre para obrar en un sentido o en otro, sus actos tienen para sí y para los otros, consecuencias
subordinadas a lo que hace o deja de hacer; hay acontecimientos que por su iniciativa escapan forzosamente a la fatalidad sin que por esto se destruyan la armonía de las leyes universales, como el avance o el retraso de las agujas de un péndulo no destruye la ley
del movimiento, sobre la cual está establecido el mecanismo. Dios puede acceder a ciertas súplicas sin derogar la inmutabilidad de las leyes que rigen el conjunto, quedando siempre su acción subordinada a su voluntad.
*. Sería ilógico deducir de esta máxima: “Todas las cosas que pidiereis orando, creed que las recibiréis”,que basta pedir para obtener y sería injusto acusar a la Providencia porque no concede todo pedido que le es hecho, pues ella sabe, mejor que nosotros, lo que es para nuestro bien. Hace lo mismo que un padre prudente que rehusa a su hijo las cosas contrarias al interés de éste. Generalmente el hombre sólo ve el presente; mas si el sufrimiento es útil para su futura felicidad, Dios le dejará que sufra, como el cirujano deja sufrir al enfermo en la operación que debe conducirle a la curación.
Lo que Dios le concederá, si se dirige a Él con confianza, es valor, paciencia y resignación. También le concederá los medios para que él mismo salga del conflicto, con ayuda de las ideas que le sugiere por medio de los buenos Espíritus, dejándoles de este modo todo el mérito; Dios asiste a los que se ayudan a sí mismos, según esta máxima: “Ayúdate y el cielo te ayudará”, y no a aquellos que todo esperan de un socorro extraño, sin hacer uso de sus propias facultades; pero, generalmente se prefiere ser socorrido.
Libro de oraciones.
ALLan kardec.
Comentario de Marco Antonio Gonzalez: La oración al Padre Celestial sea por nuestros seres queridos, por un pueblo o por la humanidad o por nosotros mismo, cuando es desde el corazón siempre derrama sus efluvios benefactores, lo contrario seria dudar del amor de Dios.
luz progreso y paz
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Queridos amigos, hola buenos días, la vida es como un juego que nos invita a que participemos, que prestemos nuestro concurso, y todos sabemos que no siempre podemos acceder a esa invitación, no solo hemos de combatir nuestra imperfección, tambien hay muchos hermanos que tienen tendencias enfermizas, no son malas personas, pero tienen la debilidad, del juego, de las cartas, del deporte, de la lotería, de las maquinas tragaperras, etc., son vicios enfermizos que poco a poco van haciendo del alma un pelele sin control sobre sí mismo.
El vicio del juego, por sus características y efectos psíquicos sobre la personalidad del jugador, puede ser considerado como una verdadera neurosis. El estado emocional durante el juego, practicado en sus más variadas formas, lleva al condicionado al descontrol mental, a las tensiones psíquicas, a las cargas desequilibradas. Cuando, de un lado, trabajamos para serenar nuestras emociones desenvolviendo el equilibrio espiritual, en el juego destruimos, en pocas horas, lo que podemos haber construido interiormente en algunos meses.
El tiempo que se desperdicia en una diversión ociosa como es el juego, que consume las horas irrecuperables, podría muy bien ser aplicado en algo útil, provechoso para nuestro espíritu y para el prójimo. Se sacrifican, muchas veces, familias enteras en las apuestas hechas, donde algunos valores y propiedades son livianamente perdidos, llevándolas no es raro, a la miseria total. En el ansia de recuperar en un lance lo que ya se perdió, el jugador en un gesto de desespero, aumenta el valor de las apuestas, hundiéndose cada vez más por el descontrol de su voluntad.
Las emociones fuertes que dominan a los jugadores nos hacen presas fáciles de los espíritus inferiores, que los conducen a los mayores desastres. La aceptación sin resistencia de los convites de los socios no deja siquiera al vicioso pensar, dominado como está por el deseo enfermizo de ganar, fruto de la ambición desmedida.
Muchos pueden justificar los encuentros de grupos amigos que se reúnen sistemáticamente para jugar como oportunidades sociales de diversiones, o hasta de “confraternización”. No en tanto, si consultamos honestamente lo que nos impulsa a esas reuniones, ciertamente identificaremos el ansia de llenar un vacío indescifrable, resultante del hecho de no tener algo más productivo de que ocuparnos, y se consigue, así, con el tiempo, el condicionamiento ocioso
Para liberarse del juego, el mecanismo utilizado es el mismo: fortificar la voluntad con razones seguras, ampliamente encontradas en la necesidad de equilibrio emocional y de liberación de las influencias negativas, en el desperdicio del tiempo útil, en las desgracias de que podría ser víctima y de tantas otras razones. Y en el momento en el que el deseo se manifieste o la invitación al juego sea hecho, busquemos con toda fuerza las ideas positivas en nuestra mente, reaccionando, así, a las tentaciones. A medida que estamos reaccionando, más fuerte se hace nuestra voluntad, y será más fácil controlar nuestros deseos.
El deseo de adquirir por el juego una buena suma de dinero, que venga a suplir algunas necesidades o realizar ambiciones materiales, denota completa falta fe en los designios Divinos, que conoce todas nuestras necesidades. Es también una forma de rebeldía e inconformidad con las limitadas condiciones financieras de nuestra existencia. Es exactamente por la humildad, que cultivamos a través del engaño material reducido, que vamos rectificando los abusos del pretérito. Estamos, entonces, contrariando el programa por nosotros mismos escogido en la Espiritualidad, dando alas a las mismas ambiciones que hoy ocultamente actúan, reflejando las tendencias engañosas en que ya estuvimos viviendo en el ayer distante.
Observemos un poco, indaguemos tranquilamente si la presa de enriquecimiento que deseamos, al comprar billetes de lotería o hacer apuestas en la lotería primitiva, nos hará realmente dignos en usufruir lo que no ganamos por nuestro propio esfuerzo, obtenido de nuestro trabajo. Analicemos las promesas y ofertas que articulamos en nuestra imaginación, prometiéndonos dar tal o cual parcela para esa o aquella obra de caridad, y confrontemos con lo que entendamos como caridad desinteresada, realizada con el corazón, sin espera de cualquier recompensa. Indudablemente, un dinero así ganado no nos hará felices, ni nos ayudará a crecer espiritualmente.
Solo, y únicamente, nos sirve y nos podrá pertenecer provisoriamente aquello que adquirimos con nuestro trabajo, con nuestro esfuerzo. Aquellos contemplados por la suerte ciertamente asumen encargos serios por los bienes recibidos, en la condición de préstamos, que pueden llevarlos al precipicio en su escalada evolutiva, por no estar preparados para bien administrar aquellos valores, comprometiéndose a existencia futuras de extrema pobreza.
Lo mejor es ser obedientes, resignados, confiados y trabajadores, porque Nuestro Padre, justo y bueno, todo sabe a nuestro respecto y nos proporcionará, cuando lo merezcamos y estemos en condiciones de saber distribuir, los bienes materiales perseguidos. Abolir los impulsos del juego, bajo cualquier forma que se presente, es también ejercicio respaldado en la fe y en la valorización de las oportunidades de trabajo, discipliadores de nuestras ambiciones. Es esa actitud más sensata de Aprendiz del Evangelio.
Amigos os deseo un buen inicio de la semana que Dios siga bendiciendo nuestras vidas. Merchita
Extraído de un artículo de Marco Aurelio Rocha
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MUERTE, CREMACIÓN DE CADÁVERES Y DONACIÓN DE ÓRGANOS
Existe diferencia entre la muerte física y la desencarnación ambas no ocurre simultáneamente. La persona muere cuando el cuerpo denso deja de funcionar, admitiéndose hoy, para la caracterización del óbito, el concepto de muerte encefálica, llamada también muerte cerebral. La desencarnación es otra cosa; el alma desencarna cuando se completa el desligamiento, lo que demanda algunas horas o algunos días.
Podemos valernos, así, del vocablo muerte y del verbo morir y sus derivados, como Kardec hartamente utilizó (Ver el articulo “La muerte en la terminología espirita”, El Inmortal de agosto/93, pág. 14)
Como nos dice André Luiz (estudie y Viva, pág. 119): “Desencarnación es liberación del alma, muerte es otra cosa. Muerte constituye cesación de la vida, putrefacción, moho”.
Fijando algunos conceptos que son fundamentales sobre todo cuando tratamos de extracción de órganos como el corazón, pulmón, hígado, riñones y páncreas, que, de acuerdo con el cardiólogo Ignacio Alfredo Fiorelli, coordinador de la Central de trasplantes de la Secretaría Estatal de Saude de S, Paulo, deben ser retirados con el corazón del donador aun funcionando.
La muerte encefálica, descrita por primera vez en Francia, en la década de los 50, significa que las estructuras vitales del encéfalo, necesarias para mantener la conciencia y la vida vegetativa, se encuentran lesionadas irreversiblemente. En otras palabras, el tronco cerebral no funciona, no existe la actividad cerebral, hay total ausencia de circulación sanguínea en el cerebro y el electroencefalograma mostrará el silencio eléctrico cerebral.
No confundirla con el estado vegetativo, pues en este una parte del cerebro aun funciona, visto que la lesión habrá afectado a una parte de las células neurológicas, más no a las estructuras del encéfalo.
El Consejo Federal de Medicina estableció, en 1991, a través de la Resolución numero 1346, que la muerte encefálica corresponde a un estado definitivo e irreversible de la muerte, pudiendo ser utilizada, sin cualquier duda, para la retirada de órganos para trasplantes.
La separación del alma no se da instantáneamente; al contrario, ella se libera gradualmente y no como un pájaro cautivo que, de repente, encuentra la libertad. La enseñanza espirita es bien clara: rotos los lazos que la retenían al cuerpo, el alma se libera. (L. E. 155)
Sin embargo hay, una curiosa e importante excepción a ese principio, como vemos en la cuestión 156 de El Libro de los Espíritus, en donde Kardec pregunta: ¿“la separación definitiva del alma y del cuerpo puede ocurrir antes de la cesación completa de la vida orgánica?”. La respuesta es la siguiente:
“Algunas veces, en la agonía, el alma ya dejo el cuerpo y no hay nada más que la vida orgánica. El hombre no tiene más conciencia de si mismos y, entre tanto, le resta aun un soplo de vida. el cuerpo es una maquina que mueve el corazón; existe mientras el corazón hace circular la sangre en las venas, y para eso no necesita del alma”. (Vea a tal respecto la enseñanza contenida en el ítem 136- A del Libro de los Espíritus, donde se dice que la vida orgánica puede animar un cuerpo sin almas, más el alma no puede animar un cuerpo sin vida)
Cuando Kardec obtuvo esa respuesta no existía el concepto de muerte cerebral. El se reportaba entonces, con certeza, al coma profundo, con alguna actividad cerebral o la propia muerte encefálica. Ahora, si en la agonía eso puede darse, podemos deducir con razonable dosis de certeza que la muerte encefálica el cuerpo es como “una maquina que el corazón movimentan” y “para eso no necesita del alma”.
André Luiz trata del tema en el cap. XVI, Mecanismos de la mente – Sección de la medula, de “Evolución en Dos Mundos”, en el que nos dice:
“... después de seccionada la médula de un paciente se observa, de inmediato, la insensibilidad completa, el relajamiento muscular, la parálisis y la eliminación de los reflejos somáticos y vísceras, en todas las partes que reciben los nervios nacidos abajo del punto en el que se verificó el perjuicio.”
Añade André que esa parálisis e insensibilidad proceden del desligamiento de las regiones del cuerpo espiritual, correspondientes en los tejidos orgánicos y en el cerebro, como si fuese la retirada de la fuerza eléctrica de determinado sector.
Concluye André: “Semejante desligamiento, sin embargo, no se verifica del todo, lo que acarrearía, en niveles altos, irreversiblemente, el proceso liberatorio del alma con la desencarnación”.
Con esas palabras, André está afirmando que, habiendo una lesión irreversible en una región del sistema nervioso central, ocurrirá el desligamiento de las regiones del cuerpo espiritual correspondientes a la zona afectada del cuerpo físico, y si la región lesionada correspondiera a niveles más altos, esto es, a regiones más próximas del cerebro, ocurrirá el proceso liberatorio del alma. Ahora, si la lesión irreversible afecta el propio encéfalo, que es el centro regulador de la vida, el desprendimiento del alma se hará de forma automática.)
De un modo general en el proceso de desprendimiento, una vez que ha muerto, el Espíritu continúa ligado al cuerpo cuando son en él muy fuertes las impresiones de la existencia física. Los individuos materialistas quedan retenidos por más tiempo, hasta que la impregnación fluídica animalizada de que se revisten sea reducida a niveles compatibles con el desligamiento. Esa demora en el desprendimiento es, sin embargo, necesaria, para que el que ha desencarnado tenga menos dificultades para ajustarse a las realidades espirituales.
El desprendimiento comienza por las extremidades y se va completando en la medida en que son desligados los lazos fluidicos, que prenden al Espíritu al cuerpo. En el libro “Obreros de la Vida Eterna” cap. XIII, el Instructor Jerónimo informa que hay tres regiones orgánicas fundamentales que demandan extremo cuidado en los servicios de liberación del alma: el centro vegetativo, ligado al vientre, como sede de las manifestaciones fisiológicas; el centro emocional, zona de los sentimientos y deseos, situado en el tórax, y el centro mental, situado en el cerebro. Ese fue el orden en como el actuó para facilitar el desprendimientos de Dimas, descrito en el referido libro.
La oración es muy útil en el desprendimiento del espíritu. Allan Kardec relata en el libro “El Cielo y el Infierno” el caso Augusto Michel, ocurrido en 1863, el cual pidió a un médium fuese hasta el cementerio a orar en su túmulo. El espíritu de Augusto Michel suplico tanto, que el médium atendió y, en el propio cementerio, el se comunicó agradecido, aliviado por la constricción que antes apresó al cuerpo. Al comentar el caso, Kardec indaga si la costumbre casi general orar al pie de los difuntos no provendría de la intuición inconsciente que se tiene de ese efecto.
Es normal la perturbación que sigue después de la muerte en un caso normal (Ernesto Bozzano, en su libro “La Crisis de la Muerte”, después de examinar 18 casos científicamente documentados, sobre las fases del fenómeno de la muerte, enumera en 12 puntos sus conclusiones. De entre ellos, destacamos los siguientes: a) todos afirmaron haber ignorado, durante algún tiempo, que estaban muertos; b) casi todos pasaron por una fase más o menos larga de “sueño reparador”; c) los Espíritus de los muertos gravitan fatalmente y automáticamente para la esfera espiritual que les conviene, por virtud de la “ley de afinidad”.
León Denis, en su libro “Después de la Muerte”, explica que la separación del alma del cuerpo es seguida por un periodo de perturbación. Ese tiempo es breve para el espíritu justo y bueno, que luego se separa con todos los esplendores de la vida celeste, más es muy largo, algunas veces durando años enteros, para las almas culpables, impregnadas de groseros fluidos.
La perturbación que se sigue al momento de la muerte es tratada minuciosamente en los ítems 149 a 165 de “El Libro de los Espíritus” . El estado de perturbación es un hecho natural en todos nosotros y varía de acuerdo con el grado de elevación moral del que desencarna (LE., 163 y 164)
La incineración de los cadáveres humanos remonta a la antigüedad. En la Edad de Hierro ya existían las necrópolis de incineración, como los “campos de urnas” de Alpiarça, atribuidos a la época celtica, y la necrópolis de Alcacer del Sal, 300 años a. C. La cremación constituía una regla en la Grecia primitiva y entre los romanos y aun hoy es costumbre en varias regiones del mundo, como la India y Portugal.
La Iglesia en los principios del Cristianismo, prohibía la cremación, y el clero romano la condena hasta en los días actuales, ciertamente por coherencia con el dogma de resurrección de los cuerpos, definido en el 40 Concilio de Letrán y se confirmó en el 11 Concilio de Toledo, realizado en 675.
El Código del Derecho Canónigo establece en el Canón 1240, 50, estar privados de sepultura eclesiástica los que mandaran, antes de morir, quemar su cuerpo, además no tendrán derecho a ninguna misa funeral, y a ningún otro oficio fúnebre.)
(Fue en 1774 que se inició el pro-cremación, iniciado por el abad Piattoli Scipion, que se expandió por Suiza, Alemania, Inglaterra, Francia, etc. En Francia, una ley de 1886 garantiza el derecho a elegir para el entierro o la cremación.
En el campo económico, la ventajas de la incineración es evidente. Las dispensas del funeral serian reducidas enormemente. El espacio fisico destinado a los cementerios no seria necesario. En vez de mausoleos, una urna pequeña resolvería el problema.
En el aspecto higiénico, o sanitario, es la solución ideal. Algunos científicos opinan por la incineración obligatoria en casos de muerte por molestias contagiosas, como el tifus, viruela, escarlatina (dolencia infecciosa aguda, caracterizada por fiebre, erupción de pequeños puntos rojos y descamación en largas placas) y otras. En las epidemias, solo el fuego puede realizar un saneamiento en regla.)
Una de las desventajas de la cremación de los cadáveres está en el campo jurídico, pues existen algunos argumentos contrarios a la cremación, ya que destruido el cadáver, la cremación impediría cualquier verificación post – morten que se hiciese necesaria.
En el aspecto espiritual León Denis anota una desventaja, pues que, en general, la cremación provoca desprendimiento más rápido, más brusco y violento de la entidad que desencarna, siendo aun mismo doloroso para el alma apegada a la Tierra. Determinados Espíritus permanecen algún tiempo imantados al cuerpo material después del trance de la muerte, como acontece principalmente con los suicidas.
El rompimiento del cordón fluídico no siempre se consuma en un corto espacio de tiempo. En esas condiciones, el desencarnado es como si fuese un muerto vivo cuya percepción sensorial, para su desventura, continua presente y actuante. La cremación vendría a causarle un angustiante trauma, lo que sería “aumentar la aflicción al afligido”.
La posición espirita sobre la cremación de cadáveres (Más Allá de la posición, ya vista, de León Denis, lo que existe son posiciones esparcidas. Richard Simonetti entiende que, aunque el cadáver no transmita sensaciones al espíritu, este experimentará obviamente “impresiones extremamente desagradables” si en el acto crematorio la entidad estuviera aun ligada al cuerpo.
Paul Bodier aclara que “la incineración, tal como se practica entre nosotros, es, con efecto, por demás prematura” . Tal vez, por eso el entierro debe ser el proceso normal, solo quemándose los cadáveres con señales evidentes de putrefacción.
Emmanuel esclarece, a través de Chico Xavier, que “la cremación es legítima para todos aquellos que la desean, desde que haya un periodo de, por lo menos, 72 horas de expectación para el hecho en cualquier horno de cremación”. (Vea “Pinga-Fogo en la TV Tupi- SP”, Realizado en 1971.)
Allan Kardec, por lo que nos consta, no cuidó específicamente del asunto, lo que equivale a decir que la Doctrina Espirita no tiene una posición firmada sobre la cremación de cadáveres.)
Donación de órganos
Este asunto no fue, evidentemente, tratado por Kardec y por el Dr. Jorge Andréa, en su libro “Psicología Espirita”, págs. 42 y 43, examinando el tema, asevera que no hay ninguna duda de que, en las condiciones actuales de la vida en que nos encontramos, los trasplantes deben ser utilizados. “La conquista de la ciencia es fuerza cósmica positiva que no debe ser relegada a posición secundaria por atavismos religiosos. Por eso, llegará el día en el que podremos evaluar hasta que punto las influencias espirituales se encuentran en esos mecanismos, a fin de que las intervenciones sean coronadas de éxito y pleno entendimiento”.
Preguntaron a Chico Xavier si los Espíritus consideran los trasplantes de órganos una practica contraria a las leyes naturales. Chico respondió (“Entrevistas”): “No. Ellos dicen que así como nosotros aprovechamos una pieza de ropa que no tiene utilidad para determinado amigo, y ese amigo, considerando nuestra penuria material, nos cede esa pieza de ropa, es muy natural, que al despojarnos del cuerpo físico, donemos los órganos prestantes a compañeros necesitados de ellos, que puedan utilizarlos con seguridad y provecho”.)
Todos podemos donar nuestros órganos. La extracción de un órgano no produce reflejos traumatizantes en el periespiritu del donador. Lo que lesiona el periespiritu, que es nuestro cuerpo espiritual, son las actitudes incorrectas perpetradas por el individuo, y no lo que es hecho a el o a su cuerpo por otras personas. Más allá de eso, el donador desencarnado es, muchas veces, beneficiado por las oraciones y por las vibraciones de gratitud y cariño por parte del receptor y de su familia. La integridad, pues, del periespiritu está íntimamente relacionada con la vida que llevamos y no con el tipo de muerte que sufrimos o con el destino de nuestros despojos.
Hay casos, no en tanto, que la donación o extracción de órganos no se recomienda. El día 6 de febrero de 1996, atendimos a un Espíritu en sufrimiento, que recibiera el corazón de un joven muerto en un accidente, el cual, sin haber comprendido que desencarnara, lo atormentaba en el plano espiritual, reclamando que se le devolviera el corazón. Curiosamente, el Espíritu que recibiera el órgano sabía que estaba desencarnado y recordaba hasta haber donado las corneas a otra persona.
Indagaron a Chico Xavier: ¿“Chico, usted cree que el espirita debe donar sus corneas? ¿No habría en ese caso repercusiones para el lado del periespiritu, una vez que ellas deben ser retiradas momentos, después de la desencarnación del individuo? El bondadoso médium minero respondió: (“Hoja espirita”, nov./82, apud “Chico, de Francisco”, pág. 84): “Siempre que la persona cultive desinterés absoluto en todo aquello que ella cede para alguien, sin preguntar al beneficiado lo que hace de la pieza recibida, sin desear cualquier remuneración, sin aguardar gratitud alguna, esto es, si la persona llegó a un punto de evolución en la que la noción de posesión no le preocupa, esta criatura está en condiciones de dar porque no va a afectar el periespiritu en cosa alguna. En el caso contrario, si la persona se siente perjudicada por eso o por aquello en el curso de la vida, o tenga recelo de perder utilidades que juzga pertenecerle, esta criatura tiene la mente vinculada al apego a determinadas ventajas de la existencia y con certeza, después de la muerte del cuerpo, se inclinará para reclamaciones, generando perturbación en su propio campo intimo. Si la persona tuviera cualquier apego a la posesión, inclusive de los objetos, de las propiedades, de los afectos, ella no debe de dar, porque ella se perturbará”.)
Años después de esa respuesta, se registró el caso Waldimir, el joven suicida que fue aliviado en sus sufrimientos post-morten gracias a las oraciones provenientes de la donación de corneas por él hecha, mostrando que, aun en las muertes traumáticas como esa, la caridad de la donación, cuando es practicada por el propio desencarnado, es largamente compensada por las leyes de Dios. (El caso Waldimir es narrado en el libro “¿Quien tiene miedo a la muerte?”, de Richard Simonetti.)
Extraído de la revista El Consolador, traducido al español por M. C R
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ENTERRADO VIVO
M Antonio B… era un escritor de mérito, estimado de sus conciudadanos. Habiendo ejercido con distinción e integridad funciones públicas en Lombardía, cayó hacia 1850, a consecuencia de un ataque de apoplejía, en un estado de muerte aparente que se tomó, como sucede por desgracia algunas veces, por la muerte real. El error era tanto más fácil cuanto se habían creído advertir sobre el cuerpo señales de descomposición. Quince días después del entierro, una circunstancia fortuita determinó a la familia a pedir la exhumación. Se trataba de un medallón olvidado por descuido en el ataúd. Pero fue grande el estupor de los asistentes cuando, al abrirse el ataúd, se reconoció que el cuerpo había cambiado de posición, que se había vuelto, y, ¡suceso horrible!, que una de sus manos estaba en parte comida por el difunto. Entonces se manifestó que el desgraciado Antonio B… había sido enterrado vivo, debiendo sucumbir bajo las angustias de la desesperación y del hambre.
Habiendo sido evocado M Antonio B… en la Sociedad de París en agosto de 1864, a petición de uno de sus parientes, dio las siguientes explicaciones.
l. Evocación.
R. ¿Qué queréis de mí?
2. Uno de vuestros parientes nos ha suplicado que os evocásemos. Lo hacemos con gusto y tendremos el mayor placer, si tenéis la bondad de respondernos.
R. Sí, quiero responderos y lo hago con gusto.
3. ¿Os acordáis de las circunstancias de vuestra muerte?
R. ¡Ah! ¡Ciertamente! Las recuerdo, ¿por qué me traéis a la memoria la idea del castigo?
4. ¿Es cierto que habéis sido enterrado vivo por equivocación?
R. Debía suceder así, porque la muerte aparente ha tenido todos los caracteres de una muerte real; estaba desangrado.(2) No se debe imputar a nadie un hecho previsto desde antes de mi nacimiento.
(2). Privado de sangre. Descolorida la piel por la privación de la sangre.
5. Si estas preguntas sirven para causaros molestia, será preciso que no las hagamos.
R. No, continuad.
6. Desearíamos saber que sois feliz, porque habéis dejado la reputación de un hombre honrado.
R. Os doy las gracias. Sé que rogaréis por mí. Procuraré contentaros, pero si lo hago mal, uno de vuestros guía espirituales suplirá mi falta.
7. ¿Podréis describirnos las sensaciones que habéis experimentado en aquel terrible momento?
R. ¡Oh! ¡Qué dolorosa prueba! ¡Sentirse encerrado entre cuatro tablas, no poder revolverse, ni
moverse! ¡No poder llamar, sin voz, en un centro privado de aire! ¡Oh!, ¡qué tormento el del desgraciado que se esfuerza en vano en aspirar en una atmósfera insuficiente y desprovista de lo necesario para poder respirar! ¡Ah! Estaba como un condenado a la boca de un horno, salvo el calor. ¡Oh!, ¡no deseo a nadie semejantes tormentos! ¡No, no deseo a nadie un fin como el mío! ¡Ah!, ¡cruel castigo de una terrible y feroz existencia! No me preguntéis en qué pensaba, pero me sumergía en el pasado y entreveía vagamente el porvenir.
8. Vos decís que aquel fue el castigo de una feroz existencia. Sin embargo, vuestra reputación, intachable hasta hoy, no hacía suponerlo. ¿Podéis explicárnoslo?
R. ¡Qué es la duración de una existencia en la eternidad! Ciertamente, he procurado obrar bien en mi última encarnación, pero este fin había sido aceptado por mí antes de volver a entrar en la Humanidad. ¡Ah!, ¿por qué me preguntáis sobre este pasado doloroso que sólo yo conocía, y los espíritus, ministros del Omnipotente? ¡Sabed, pues es preciso decíroslo, que en una existencia anterior había emparedado a mi mujer, ¡enteramente viva!, en una cueva. ¡Es la pena del Talión la que he debido aplicarme! Ojo por ojo y diente por diente.
9. Os damos las gracias por haber tenido la bondad de responder a nuestras preguntas, y rogamos a Dios os perdone lo pasado en favor del mérito de vuestra última existencia.
R. Volveré más tarde. Por lo demás, el espíritu de Erasto completará con gusto esta comunicación.
Instrucción del guía del médium:
Lo que debéis recoger de esta enseñanza es que todas vuestras existencias se corresponden, y que ninguna es independiente de las otras. Las inquietudes, las desazones, como los grandes dolores que afectan a los hombres, son siempre consecuencias de una vida anterior criminal o mal empleada. Sin embargo, debo comentaros que el final semejante de Antonio B… es raro, y si este hombre, cuya última existencia ha estado exenta de censura, ha concluido de este modo, es porque él mismo había solicitado una muerte semejante, a fin de abreviar el tiempo de su estado errante, y alcanzar más rápidamente las esferas celestes.
En efecto, después de un período de turbación y de sufrimiento moral para expiar todavía su crimen espantoso, le será perdonado, y se elevará hacia un mundo mejor donde encontrará a su víctima, que le espera y que le ha perdonado ya hace mucho tiempo. Sabed, pues, aprovecharos de este ejemplo cruel, para soportar con paciencia, queridos espiritistas, los sufrimientos corporales y morales y todas las miserias de la vida.
P. ¿Qué provecho puede recoger la Humanidad de semejante castigo?
R. Los castigos no son para que la Humanidad se desarrolle, sino para castigar al individuo culpable. Efectivamente, la Humanidad no tiene ningún interés en ver sufrir uno de los suyos. Aquí el castigo fue apropiado a la falta. ¿Por qué hay locos e imbéciles? ¿Por qué mueren algunos en el fuego? ¿Por qué otros viven muchos años en los tormentos de una larga agonía, no pudiendo vivir ni morir? ¡Ah! Creedme, respetad la voluntad soberana, y no tratéis de sondear la razón de los decretos providenciales. Sabedlo, Dios es justo, y hace bien todo lo que hace.
Erasto
¿No tenemos en este caso una lección grande y terrible? De este modo la justicia de Dios alcanza siempre al culpable, y aunque algunas veces sea tardía, no por eso deja de seguir su curso. ¿No es eminentemente moral el saber que si grandes culpables acaban sus existencias pacíficamente, y a menudo en la abundancia de los bienes terrestres, la hora de la expiación sonará tarde o temprano? Penas de esta naturaleza se comprenden, no solamente porque están de algún modo a nuestro alcance, sino porque son lógicas. Se cree en ellas porque la razón las admite. Una existencia honrosa, no exenta no obstante de las pruebas de la vida, porque se las ha elegido o aceptado como complemento de expiación, es el saldo de una deuda que se satisface antes de recibir el premio del progreso cumplido.
Si se considera cuán frecuentes eran en los siglos pasados, incluso en estas clases más elevadas y más ilustradas, los actos de barbarie que tanto hoy nos indignan, cuántos asesinatos se cometían en aquellas épocas en que se jugaba con la vida de su semejante, en que el poderoso aniquilaba al débil sin escrúpulo, se comprenderá cuántos hombres debe haber en nuestros días que tienen que lavar su pasado. No debemos maravillarnos, pues, del tan considerable número de gentes que mueren víctimas de accidentes aislados o de catástrofes generales. El despotismo, el fanatismo, la ignorancia y las preocupaciones de la Edad Media y de los siglos que la han seguido, han legado a las generaciones futuras una deuda inmensa que no está aún liquidada. Muchas desgracias nos parecen inmerecidas, porque no vemos sino el momento actual.
Extraído del libro. ” El cielo y el infierno.”
Allan Kardec
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