4 – ¿Dónde puede encontrarse la prueba de la existencia de Dios?
– En un axioma que aplicáis a vuestras ciencias: no hay efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no es obra del hombre, y vuestra razón os responderá.
Para creer en Dios basta pasear la vista por las obras de la Creación. El Universo existe; luego tiene una causa. Dudar de la existencia de Dios equivaldría a negar que todo efecto tiene una causa y sentar que la nada ha podido hacer algo.
5 – ¿Qué consecuencia puede sacarse del sentimiento intuitivo que todos los hombres llevan consigo de la existencia de Dios?
– Que Dios existe; porque, ¿de dónde provendría ese sentimiento si no estuviese basado en algo? Es también una consecuencia del principio de que no hay efecto sin causa.
6 – El sentimiento íntimo que tenemos de la existencia de Dios,¿no sería resultado de la educación y producto de las ideas adquiridas?
– Si fuese así, ¿cómo tendrían el mismo sentimiento vuestros salvajes?
Si el sentimiento de la existencia de un ser supremo sólo fuese producto
de una enseñanza, no sería universal y como las nociones de la ciencia, existiría únicamente en los que hubiesen recibido semejante enseñanza.
7 – ¿Podría encontrarse la causa primera de la formación de las cosas en las propiedades íntimas de la materia?
– Pero, ¿cuál sería entonces la causa de esas propiedades?
Siempre es precisa una causa primera.
Atribuir la formación primera de las cosas a las propiedades íntimas de la materia sería tomar el efecto por la causa, pues esas mismas propiedades son un efecto que debe provenir de una causa.
– Pero, ¿cuál sería entonces la causa de esas propiedades?
Siempre es precisa una causa primera.
Atribuir la formación primera de las cosas a las propiedades íntimas de la materia sería tomar el efecto por la causa, pues esas mismas propiedades son un efecto que debe provenir de una causa.
8 – ¿Qué pensar de la opinión que atribuye la formación primera a una combinación fortuita de la materia, esto es, al acaso?
– ¡Otro absurdo! ¿Qué hombre de buen sentido puede considerar el acaso como un ser inteligente? Y además ¿qué es el acaso? Nada.
La armonía que regula las actividades del Universo revela combinaciones
y fines determinados y por lo mismo, un poder inteligente. Atribuir la formación primera al acaso sería un contrasentido, porque el acaso es ciego y no puede producir los efectos de la inteligencia. Un acaso inteligente no sería ya el acaso.
9 – ¿Dónde se ve, en la causa primera, una inteligencia suprema y superior a todas las inteligencias?
– ¡Otro absurdo! ¿Qué hombre de buen sentido puede considerar el acaso como un ser inteligente? Y además ¿qué es el acaso? Nada.
La armonía que regula las actividades del Universo revela combinaciones
y fines determinados y por lo mismo, un poder inteligente. Atribuir la formación primera al acaso sería un contrasentido, porque el acaso es ciego y no puede producir los efectos de la inteligencia. Un acaso inteligente no sería ya el acaso.
9 – ¿Dónde se ve, en la causa primera, una inteligencia suprema y superior a todas las inteligencias?
– Tenéis un refrán que dice: por la obra se conoce al artífice. ¡Pues bien! Examinad la obra y buscad el artífice. El orgullo es el que engendra la incredulidad. El hombre orgulloso no admite nada superior a sí mismo y por eso se considera un espíritu fuerte. ¡Pobre ser a quien puede abatir un soplo de Dios!
Se juzga de la potencia de una inteligencia por sus obras y no pudiendo ningún ser humano crear lo que la Naturaleza produce, la causa primera es una inteligencia superior a la Humanidad.
Cualquiera que sean los prodigios hechos por la inteligencia humana,tiene una causa esta misma inteligencia y cuanto más grande sea lo que ella haga, tanto mayor debe ser su causa primera. Esta inteligencia es la causa primera de todas las cosas, cualquiera que sea el nombre con el cual el hombre la designe.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.
Se juzga de la potencia de una inteligencia por sus obras y no pudiendo ningún ser humano crear lo que la Naturaleza produce, la causa primera es una inteligencia superior a la Humanidad.
Cualquiera que sean los prodigios hechos por la inteligencia humana,tiene una causa esta misma inteligencia y cuanto más grande sea lo que ella haga, tanto mayor debe ser su causa primera. Esta inteligencia es la causa primera de todas las cosas, cualquiera que sea el nombre con el cual el hombre la designe.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.
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EL SUICIDA DEL TREN
“Nunca olvidaré el día en que leí en un periódico la noticia de un terrible suicidio, que me conmocionó: un hombre se había arrojado a las vías férreas y había sido arrollado por la locomotora de un tren.
El periódico contaba la tragedia con todo lujo de detalles, explicando que se trataba de un humilde operario, padre de diez hijos. Aquello me impresionó tanto que decidí orar por ese hombre.
Tengo una pequeña libreta donde anoto nombres de personas necesitadas. Voy orando por ellas y, de vez en cuando, digo: ‘si este ya progresó, cederé su lugar a otro’; no puedo hacer más.
Así pues, anoté el nombre en mi libreta de oraciones especiales (las que hago de madrugada). Desde mi ventana veo cierta estrella y observo su ciclo; entonces, me pongo a orar mirando hacia ella, conversando. Somos buenos amigos desde hace ya muchos años.
Ella es paciente, siempre aparece por el mismo lugar y desaparece por el otro. Comencé a orar por aquel desconocido. Hacía mi oración, intercedía por él, hacía de abogado suyo, y decía: ‘Jesús mío, quien se mata “no está en su sano juicio” (como decía mi madre). Verás que él no se quería matar; fue por las circunstancias.’ Oraba y pedía, dedicándole más de cinco minutos (y eso que tengo una lista bien larga de nombres, pero ese era especial).
Pasaron casi quince años y yo oraba por él diariamente, dondequiera que estuviese. Un día, tuve un problema que me hizo sufrir mucho. Cuando esa noche me acerqué a la ventana para conversar con mi estrella, fui incapaz de orar. No estaba en condiciones de interceder por los otros. Tenía muchas ganas de llorar, pero me cuesta mucho hacerlo por fuera; aprendí a llorar por dentro. Me aflijo, experimento dolor, y las lágrimas no salen (envidio mucho a quienes lloran con aquellas lágrimas enormes y voluminosas que yo no consigo verter).
Al poco rato me fue embargando la emoción y, cuando quise darme cuenta, estaba llorando.
Entretanto, un espíritu entró y me preguntó:
- ¿Por qué lloras?
- ¡Ah! Hermano mío –respondí-, hoy tengo muchas ganas de llorar, porque tengo un problema grave y, como no tengo a quien quejarme, ya que vivo para consolar al prójimo, no puedo contar mis sufrimientos. Además, no tengo ese derecho; aprendí a no quejarme, y no me estoy quejando.
El espíritu replicó:
- Divaldo, y si te pido que no llores, ¿qué harás?
- Hoy no me lo pidas. Es el único día en que he conseguido hacerlo. Déjame llorar.
- No lo hagas –pidió-. Si tú lloras, yo también lloraré mucho.
- ¿Por qué habrías de llorar? –le pregunté.
- Porque te tengo mucho afecto. Siento mucho amor por ti, y amo por amor. Naturalmente, me alegré mucho con lo que me decía.
Tú me inspiras mucha ternura –prosiguió-, y te amo por gratitud. Hace muchos años me arrojé a las ruedas de un tren. Y no hay manera de definir la sensación de desgracia eterna. Oía el silbato del tren, lo veía acercándose a mi encuentro y sentía sus ruedas triturándome, sin terminar ni morir nunca. Cuando acababa de pasar y yo respiraba, oía el silbato y todo comenzaba otra vez, eternamente.
Hasta que un día oí a alguien llamándome por mi nombre. Lo hizo con tanto amor que me alivió por un segundo, pero el sufrimiento volvió enseguida. Más tarde me llamó otra vez. Empezó a llamarme a intervalos, y yo conseguía respirar para soportar aquella muerte que nunca llegaba. No sabría decir cuánto tiempo pasó.
Transcurrió mucho, hasta el momento en que dejé de oír el silbato del tren, para escuchar a la persona que me llamaba. Entonces me di cuenta de que la muerte no había acabado conmigo, y que alguien rogaba a Dios por mí. Recordé a Dios, y a mi difunta madre. Empecé a pensar que no tenía el derecho de haber hecho aquello, y entonces oí a alguien diciendo:
‘Él no quería hacerlo en realidad. Él no quería matarse’. Hasta que un día esa fuerza fue tan grande que me atrajo; ahí fue cuando te vi en esta ventana, llamándome.
Pregunté –siguió el espíritu-:
- ¿Quién es? ¿Quién le pide a Dios por mí con tanto cariño, con tanta misericordia?
-Mamá vino y me explicó:
- Es un alma que ora por los desdichados.
Me conmovió, lloré mucho y a partir de entonces, vine aquí cada vez que me llamabas por mi nombre.
(Nótese que yo jamás le había visto a él, a causa de las diferencias vibratorias.)
Cuando adquirí la conciencia total –siguió él- ya habían pasado más de catorce años. Me acordé de mi familia y fui a mi casa. Encontré a mi esposa blasfemando, injuriándome: ‘Aquel desgraciado huyó y nos hundió en la miseria más horrible. Hoy mi hija está perdida, porque no tenía ni comida ni paz, y fue a venderse para tenerlas. Mi hijo es un delincuente, porque tenía un padre egoísta, que se mató para no afrontar las responsabilidades.
Dejándonos, él nos arrastró a esta situación.’ Sentí su odio desmesurado. Después fui llevado hasta mi hija, en uno de esos lugares miserables, donde ella estaba expuesta como mercancía. Fui a visitar a mi hijo en la cárcel.
- Divaldo –me dijo conmovido-, ahí sumé a mis “dolores físicos” el dolor moral del daño que conllevó mi suicidio. Porque el suicida no responde sólo por el gesto, por el acto de autodestrucción, sino también por toda la ola de consecuencias que surgen de su acción insensata, sumándose todo esto a sus deudas en la ley de responsabilidades.
Aparte de ti, nadie más oraba, nadie se apiadó de mí; sólo tú, un desconocido. ¡Por eso hoy, que eres tú quien sufre, vengo a pedirte en nombre de todos nosotros, los infelices, que no sufras! Porque si tú te entristeces, ¿qué será de nosotros, los que estamos siempre tristes? Si ahora lloras, ¿qué será de nosotros, que estamos aprendiendo a sonreír gracias a tu alegría? Tú no tienes derecho a sufrir; aunque sea por nosotros, por amor a nosotros, no sufras más.
Se aproximó, me abrazó, reclinó la cabeza en mi hombro y lloró por largo rato, afectado.
Igualmente emocionado, le dije:
- Perdóname, no esperaba conmoverte.
- Son lágrimas de felicidad. Por primera vez, soy feliz, porque ahora me puedo rehabilitar. Estoy aprendiendo a consolar a otros. Y la primera persona a quien consuelo eres tú.”
Divaldo Pereira Franco
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Allan Kardec y la reencarnación
El siguiente trabajo ha sido realizado en forma de entrevista hipotética, con todo el respeto que nos merece, entre el autor y el codificador del Espiritismo Allan Kardec.
¿Cuál es la razón de la sin igual disparidad de caracteres, tanto en el campo moral como intelectual, de los seres encarnados en la Tierra?
El progreso intelectual y el progreso moral rara vez marchan a la par, pero lo que el espíritu no hace en un tiempo, lo hace en otro, de manera que los dos progresos concluyen al llegar a un mismo nivel. Esta es la razón del por qué se ven frecuentemente hombres inteligentes e instruidos muy poco adelantados moralmente y viceversa.
¿Y cómo se opera ese progreso intelecto-moral, tan importante para la encarnación de los seres?
¿Y cómo se opera ese progreso intelecto-moral, tan importante para la encarnación de los seres?
La encarnación es necesaria para alcanzar tanto el progreso moral como el intelectual del espíritu. El progreso intelectual, a través de la actividad que tiene que desplegar en su trabajo. El progreso moral, mediante la necesidad que los hombres tienen los unos de los otros. La vida social es la piedra de toque de las buenas y de las malas cualidades. La bondad, la maldad, la dulzura, la violencia, la benevolencia, la caridad, el egoísmo, la avaricia, el orgullo, la humildad, la sinceridad, la franqueza, la lealtad, la mala fe, la hipocresía, en una palabra, todo lo que constituye el hombre de bien o el perverso, tiene por móvil, por objeto y por estimulante, las relaciones del hombre con sus semejantes. Para el hombre que viviera solo, no habría ni vicios ni virtudes: si por el aislamiento se preserva del mal, anula del mismo modo el bien.
¿Porqué una sola encarnación no es suficiente para alcanzar la perfección?
Una sola existencia corporal es prácticamente insuficiente para que el espíritu pueda adquirir todo lo que le falta en bien y se deshaga de todo lo que es malo en él. El salvaje, por ejemplo, ¿podría quizá, en una sola encarnación, llegar al nivel moral e intelectual del hombre civilizado más adelantado? Esto es materialmente imposible. ¿Debe, pues, quedar eternamente en la ignorancia y la barbarie, y privado de los goces que sólo puede procurar el desarrollo de las facultades? El simple buen sentido rechaza tamaña suposición, que representaría, a la vez, la negación de la justicia y de la bondad de Dios y la de la ley progresiva de la Naturaleza. Por eso Dios, que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu todas las existencias necesarias para llegar al fin, que es la perfección. En cada nueva existencia, el espíritu trae lo que ha adquirido en las precedentes, en aptitudes, conocimientos intuitivos, inteligencia y moralidad. Cada existencia es así un paso adelante en la vía del progreso.
¿Y un espíritu que alcanzó la perfección no vuelve a reencarnar?
La encarnación es inherente a la inferioridad de los espíritus: no es necesaria para aquellos que traspasaron el límite y que progresan en el estado espiritual o en las existencias corporales de los mundos superiores, que nada tienen de la materialidad terrestre. La encarnación de estos seres superiores en mundos materializados es voluntaria, con el objeto de ejercer con los encarnados una acción más directa para el cumplimiento de la misión de la cual están encargados y por la cual deben estar cerca de ellos. Aceptan las vicisitudes y los padecimientos por abnegación.
¿Qué sucede con los espíritus que regresan al mundo espiritual?
En el intervalo de las existencias corporales, el espíritu vuelve, por un tiempo más o menos largo, al mundo espiritual, en el cual es feliz o desgraciado según el bien o el mal que hizo. El estado espiritual es el estado normal del espíritu, ya que ese debe ser su estado definitivo, puesto que el cuerpo espiritual no muere, y el estado corporal sólo es transitorio y pasajero. En el estado espiritual, sobre todo, el espíritu recoge los frutos del progreso logrados por su trabajo realizado por la encarnación. También se prepara para nuevas luchas y toma las resoluciones que se esforzará en practicar a su vuelta a la Humanidad.
¿Progresan los espíritus en el mundo espiritual?
¿Progresan los espíritus en el mundo espiritual?
El espíritu progresa igualmente en la erraticidad. Allí adquiere conocimientos especiales que no podría lograr en la Tierra, y sus ideas se modifican. El estado corporal y el espiritual son para él el origen de dos géneros de progreso solidarios el uno con el otro, y por eso pasa alternativamente por estos dos modos de existencia.
¿Los espíritus sólo reencarnan en la Tierra?
La reencarnación puede verificarse en la Tierra o en otros mundos. Entre los mundos, hay unos más adelantados que otros donde la existencia se cumple en condiciones menos penosas que en la Tierra, física y moralmente. Pero en ellos sólo son admitidos los espíritus llegados a un grado de perfección acorde con el estado de aquellos mundos.
BIBLIOGRAFIA1. El Cielo y el Infierno, Cap. III, El Cielo, pág. 16 y 17.
BIBLIOGRAFIA1. El Cielo y el Infierno, Cap. III, El Cielo, pág. 16 y 17.
Por: Oscar Cervantes Velásquez
*************
El Pase
en animales
Administrarlo
a los animales enfermos caracteriza um acto benéfico, diferente de
la atención médico-veterinario
¿Pase
en animales?
¡Si!
Oigamos,
de inicio, al Espíritu André Luiz, en “Conducta Espírita”, Ed.
FEB, 1960, Cap. 33 – Ante los animales: “En
el socorro a los animales enfermos, usar los recursos terapéuticos
posibles, sin despreciar aún aquellos de naturaleza mediúmnica que
aplique a su favor. La luz del bien debe brillar en todos los
planos”.
Animales
enfermos
Cierta
vez, respondiendo a un cuestionario sobre animales, con preguntas
formuladas por la revista espírita “Espiritismo & Ciencia”,
me encontré con la siguiente pregunta, cuya respuesta transcribo a
continuación:
P.
— En su opinión, ¿habría tratamientos de cura para las
enfermedades de animales que podrían ser fácilmente tratadas con el
uso de la terapéutica espírita?
R.
— ¡No! La existencia de la medicina terrena, tanto para hombres
como para animales (la veterinaria) es una bendición de la Divina
Providencia. Sus avances fluyen de los planos superiores, inspirando
e intuyendo investigadores dedicados, que cada vez más van
produciendo nuevos fármacos y perfeccionando procedimientos de cura.
Sin embargo, cito que en cuanto a la terapéutica espírita,
caracterizada por la caridad a los animales por la donación de
nuestras energías anímicas, revitalizadoras o curativas (a través
de oraciones o pases), en mi opinión no tiene ninguna
contraindicación. Por el contrario: es altamente recomendable, he
ahí que se trata de un acto de amor. ¡Y el amor es todo!
Kardec
y los medios de cura
Precediendo
a la oración nº 78, en “El Evangelio según el Espiritismo”, es
el propio Kardec que recomienda al enfermo el deber de buscar los
medios de cura (la fluidoterapia, denominada por él de “magnetismo”,
y
la Medicina).
(Subrayé)
Recientemente,
Divaldo Franco, preguntado sobre las curas
espirituales,
declaró que: para
los males del Espíritu, el Centro Espírita, y para los males del
cuerpo, el hospital...
Por
las reflexiones arriba deduzco que en el caso de los animales
enfermos (que también poseen
alma,
si bien inferior a la del hombre*), a sus dueños compite el deber
caritativo de proporcionarles amparo veterinario, y, en su caso,
dentro de sus convicciones, simultáneamente, apoyo por el pase.
(*)
– En “El Libro de los Espíritus”, preguntas 597 a 600.
Fluido
magnético
1
– “El
Libro de los Médiums”
– Cap. XXII – De
la mediumnidad en los animales:
El
Espíritu Erasto discurre largamente sobre la imposibilidad de la
mediumnidad en los animales con miras a que no hay fluidos similares
entre los hombres y los animales. A continuación, registra el caso
en que: El
Sr. T..., se dice, magnetizó a su perro.
¿A
qué resultado llegó? Lo mató, por cuanto el infeliz animal murió,
tras haber caído en una especie de atonía, de languidez,
consecuentes a su magnetización. En efecto, saturándolo de un
fluido absorbido en una esencia superior a la esencia especial de su
naturaleza de perro, él lo liquidó, actuando sobre el animal, a
semejanza de un rayó, aunque más lentamente.
2
- El Pase, de Jacob L. Mello, Ed. de la FEB, 1992, Cap. X, Ítem 18 -
Pases
en plantas y animales:
El
autor distingue “magnetismo” de “pase espírita”, concluyendo
que a las plantas y a los animales solamente el magnetismo puramente
físico (dirigido a través del pase magnético) puede ser
transmitido. Citando Kardec y otros estudiosos espíritas, opina:
–
magnetismo = animismo
humano;
–
pase
espírita = de periespíritu a periespíritu, por lo que, en el caso
de los animales, su envoltorio fluídico no soportaría los fluidos
espirituales de “esencia superior”.
Apoyado
en Erasto, Jacob concluye que el pase espírita fulminaría al animal
enfermo.
3
– Atravesando lo Invisible, Yvonne A. Pereira, Ed. FEB, 1963, Cap.
VIII – Sutilezas
de la Mediumnidad:
La
inolvidable Yvonne A. Pereira (1900-1984), discurriendo sobre la
psicometría (facultad mediúmnica de describir acontecimientos en
torno a una criatura, en contacto directo con un objeto a ella
perteneciente), narra que
en
desprendimiento parcial, cuando aún estaba encarnada, como Espíritu,
“visitó” animales. Son sus palabras: Durante
el desprendimiento parcial, hemos tenido ocasión de “visitar”
animales como el buey, el caballo, el perro y el gato. Verificamos
que el fluido
magnético, el elemento etéreo en que se hallan ellos sumergidos,
como
seres vivos que son, son los mismos que penetran a los hombres, donde
estos se agitan.
De ahí esa correspondencia vibratoria, que hace al ser espiritual
del hombre comprender al ser del animal, sentirlo, así como a los
demás reinos de la Naturaleza... (...) La impresión que guardamos
de las cuatro especies citadas fue profunda y enternecedora, como las
semejantes nuestros. (Subrayé)
Fluido
vital
Por ser oportuno, recuerdo la pregunta número 66 de El
Libro de los Espíritus:
P:
– ¿El principio vital es el mismo para todos los seres orgánicos?
R:
– Sí, modificado según las especies.
Ahora,
pregunto yo: — ¿Quién modifica el principio vital?
Considero,
en respuesta, que en el caso de pases en animales (y en plantas...)
es posible que la “donación socorrista” mediúmnica humana sea
sometida, por Protectores Espirituales especializados, a procesos de
compatibilización fluídica, para la debida asimilación del
necesitado – animal o vegetal.
Conclusión
Por
los ítems expuestos, la cuestión de los pases en animales presenta
una aparente contradicción entre las reflexiones de arriba, de
Erasto, André Luiz e Yvonne A. Pereira...
–
Erasto
afirma que el pase en el animal lo fulminaría, por la diferencia
fluídica;
–
Yvonne
Pereira verificó la correspondencia vibratoria de hombres y
animales, con miras al fluido magnético – el elemento etéreo –
que a ambos penetra;
–
André
Luiz proclama que los recursos terapéuticos y los de naturaleza
mediúmnica para animales enfermos son un acto de amor.
Aún
una vez sería prematuro radicalizar la cuestión, siendo plano que
constituye una actitud cristiana socorrer plantas, animales o
criaturas humanas, cuando son necesitados, con los recursos posibles
– materiales y espirituales.
Delante
de la encrucijada, me socorrió el añorado Prof. José Herculano
Pires (1914-1979), dirimiendo la citada contradicción en su obra
Mediumnidad
– Vida y Comunicación,
EDICEL, 6ª Ed., 1986, Cap. XI
– Mediunidade
Zoológica.
Las
reflexiones son cristalinas y por eso las registro abajo:
Nuestros
días, contrabalanceando la necedad de la pretendida mediumnidad
zoológica, comienza el amanecer en el campo mediúmnico un tipo de
mediumnidad para el cual sólo algunos espíritas se vuelven
esperanzados. El Prof. Humberto Mariotti, filósofo espírita
argentino ya bastante conocido en Brasil por sus obras y sus
conferencias,
es un zoólfilo enamorado. En su último viaje a São Paulo
intercambiamos ideas e informaciones acerca de lo que podemos llamar
de Mediumnidad Veterinaria. No podemos elevar a los animales a la
condición superior de médiums, pero
podemos concederles los beneficios de la mediumnidad.
Mariotti
poseía, como poseemos, episodios importantes de su vivencia personal
en ese terreno. La asistencia mediúmnica a los animales es posible y
grandemente provechosa. El animal enfermo puede ser socorrido por
pases y oraciones e incluso con los recursos del agua fluidificada.
Los médiums veterinarios, médiums que se
especializaron
en el tratamiento de animales, ayudarían a la Humanidad a librarse
de las pesadas consecuencias de su voracidad carnívora. Kardec se
refiere, en El Libro de los Médiums, a los intentos de
magnetizadores, en Francia, de magnetizar animales y desaconseja esa
práctica en vista de los motivos contra la
mediumnidad
animal. Entiende que la transmisión de fluidos vitales humanos para
el animal es peligrosa, en virtud del gran desnivel evolutivo entre
las dos especies. Pero en la Mediumnidad Veterinaria, la situación
se modifica.
El
reino animal es protegido y orientado por Espíritus humanos que
fueron zoófilos en la Tierra, según numerosas informaciones
mediúmnicas. El médium veterinario, como el médium humano, no
transmite sus fluidos en el pase por su propia cuenta, sino sirviendo
de medio de transmisión a los Espíritus protectores.
La
situación mediúmnica es así muy diferente de la situación
magnética o hipnótica. Al socorrer al animal enfermo, el médium
dirige su oración a los planos superiores, suplicando asistencia de
los Espíritus protectores del reino animal y poniéndose a la
disposición de estos. Aplica el pase con el pensamiento vuelto para
Dios o para
Jesús, el Creador y el responsable por la vida animal en la Tierra.
Fluidifica el agua de la misma manera, confiado en la asistencia
divina. No se trata de una teoría o técnica inventada por nosotros,
sino naturalmente nacida del amor de los zoófilos y ya contando con
numerosas experiencias en el medio espírita.
(Subrayé)
A
continuación, el autor narra conmovedores episodios de socorro
humano mediúmnico-veterinario a animales gravemente enfermos o
desahuciados, que con eso se recuperaron.
No
incurriendo en omisión, registro que desde niño (nací en 1934...)
conviví con animales domésticos y vi a espíritas bondadosos
aplicar pases en animales enfermos, en la mayoría de los caos
prosperando la recuperación “de los pacientes”.
Igualmente,
de mi parte, también muchas veces he dispensado pases a animales
enfermos y gracias a Dios ninguno de ellos vino por eso a fallecer
fulminado. En esas ocasiones, imploro a los Espíritus Protectores la
cura de la enfermedad y, cuando eso ocurre, no sabría, sinceramente,
afirmar si fue sólo por animismo... En el 99,99% de los casos,
imagino que no: ¡el mérito es de ellos!
Deduzco
que cuando un médium, no necesariamente “veterinario”, aplica
pase en animales necesitados, Amigos del Plano Mayor, zoófilos, se
encargan de modificar el fluido humano en fluido apropiado con la
especie animal atendida, añadiendo los de la Naturaleza, además de
los de ellos mismos.
Por
oportuno, concluyo recordando que San Francisco de Asís, considerado
“Padrino de los Animales”, el siglo XII, ya concedía bendición
a los animales, desde los principios de su elevadísima misión en
aquella existencia terrena.
Como
tradición, hasta hoy las Iglesias católicas devotas especialmente a
aquel santo igualmente conceden bendiciones a los animales, en fechas determinadas de cada año.
Como
espírita considero que tal procedimiento caracteriza un acto
benéfico a los animales, diferente de la atención
médica-veterinario. La bendición del padre, a mi ver, de alguna
forma tiene la misma intención caritativa del pase administrado por
médiums zoófilos en nuestros hermanos más pequeños, siempre que
se deparen con uno de ellos en estado de necesidad.
Autor: Eurípedes Kühl
Nota
de la Redacción:
Sobre
el asunto lea también el libro ANIMALES, NUESTROS HERMANOS, de
Eurípedes Kühl, 1ª Ed. 1995, Editora PETIT, SP/SP.
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