miércoles, 16 de septiembre de 2015

Jóvenes y viejos

Amalia Domingo Soler/Historia del Espiritismo


                                  Amalia Domingo Soler, escritora sevillana del siglo XIX




[Publicado en Archivo Hispalense (Sevilla, Diputación de Sevilla), Tomo LXXXIII, nº 254, septiembre-diciembre de 2000, pp. 75-102.]

En recuerdo de Amalia Domingo Soler al cumplirse hoy 105 años de su desencarnación.

Amalia Domingo Soler, considerada aún hoy en día una autoridad en los círculos espiritistas internacionales, pero desconocida mayormente por nuestra historia literaria, nació en Sevilla el día 10 de noviembre de 1835.

Hija del matrimonio formado por Juan Domingo y Manuela Soler y Pinto, sería bautizada en la sevillana Iglesia de San Roque, templo parroquial de un barrio situado extramuros del casco antiguo de la capital hispalense, entre las antiguas puertas de Osario y Carmona.
El padre de la futura escritora abandonó a su mujer e hija cuando ésta era todavía una niña -según algunas fuentes-, o falleció -según otras-, por lo que ambas, en cualquier caso, se vieron obligadas a trabajar duramente para poder mantenerse.

Durante su infancia y juventud Amalia Domingo atravesó por muchas penalidades, incluyendo una salud frágil y un grave problema de visión que sufrió a los pocos días de su nacimiento y que la dejó casi invidente, hasta que un modesto farmacéutico acertó allí donde la medicina había fracasado. Así lo relatará tiempo después el prologuista del libro Sus más hermosos escritos, publicado por un centro espiritista argentino como homenaje a la autora:
Pero la pobre Amalia no pudo resistir el llameante fulgor del sol del cielo sevillano; y ocho días después de su aparición carnal, quedó ciega por el deslumbramiento solar. ¡Ciega!
Desde entonces comenzó su vía-crucis, que siguió hasta el término de su existencia terrenal, con pocos intervalos de paz y de fugaces alegrías.
Volvió a ver por sus ojos materiales, que, según dice Benavente, son nuestras claraboyas de carne; pero siempre sufrió de la vista, y era una de tantas dolencias que le amargaban la vida.

Pobre de solemnidad, enclenque, raquítica, encorvada, semi-ciega, huérfana y abandonada a su suerte, no pudo ser mayor su infortunio; y, sin embargo, su grandeza de alma, su férrea voluntad, su fecundo talento, sobreponíanse a sus dolores; superábase a sí misma...

Su madre se aplicó a la tarea de enseñarle a leer desde los dos años, de tal modo que a los cinco ya leía correctamente, dedicando metódicamente todos los días un mínimo de dos horas a este fin. El interés que sintió siempre por la literatura provenía, pues, de su temprana infancia, como ella misma declararía: “Desde niña atraían poderosamente mi atención las grandes librerías, y entraba en ellas con religioso respeto”. Precocidad que la acompañó también en su faceta creativa, pues sus primeros poemas fueron escritos a la edad de diez años, dándose por primera vez a conocer a los dieciocho. Cinco años más tarde, a comienzos de 1858, aparecen en la revista sevillana Museo Literario sus composiciones “Fantasía, ilusión y desengaño” y “Al Carnaval”.

Si bien físicamente fue de constitución débil, ya desde muy temprana edad demostró un carácter fuerte y decidido, denunciando abiertamente las injusticias sociales. Según ella misma relataría muchos años después -en un artículo publicado en 1874-, a los quince años tuvo un encuentro en la catedral de Sevilla con un Deán, que la recriminó por manifestar en voz alta su opinión acerca del atesoramiento de riquezas por parte de la Iglesia Católica:

Cuántos desgraciados morirán de hambre y de sed dejando a sus hijos sin más patrimonio que la miseria y el abandono, en tanto que estas riquezas improductivas a nadie le sirven para nada; con el valor de una sola de estas piedras preciosas serían felices algunas familias.
Esto lo decía yo, cuando sólo contaba 15 años, y recuerdo que un Deán de la catedral de Sevilla, al escuchar mis palabras, me miraba de hito en hito y murmuraba: “Esta muchacha desciende de herejes”.

El día 14 de junio de 1860 Amalia Domingo Soler sufre la pérdida de su madre, que fallece como consecuencia de una gastroenteritis crónica a los cincuenta y ocho años de edad. En esas fechas ambas residían en el número 19 de la calle de la Raveta, en la cercanía de la mucho más céntrica parroquia de la Magdalena, donde será oficiado el funeral.

Tras el fallecimiento de su madre, a la que se sentía profundamente unida como demuestra el recuerdo que le dedica en poemas y artículos, Amalia Domingo recibió una ayuda inicial por parte de algunos familiares. Las amigas de su madre, preocupadas por su desamparo, le ofrecieron las que solían ser soluciones habituales para las mujeres solteras y sin recursos en la época: entrar en un convento o contraer matrimonio de conveniencia. Ambas fueron rechazadas por la autora, que, invitada por una amiga de la infancia, se trasladó durante un tiempo a las Islas Canarias, probablemente a Tenerife, en la primera mitad de la década de los sesenta del siglo XIX. En la isla debió de vivir por espacio de tres años, puesto que tiempo después, en su artículo “Una tumba con antifaz”, describe la vuelta a su ciudad natal y la visita a la sepultura materna con las siguientes palabras: Tres años estuve lejos de mi suelo natal: cuando volví, lo primero que hice fue visitar la tumba de mi madre y dejar sobre ella las hojas de plátano, que había recogido en lejanas playas 
con tan piadoso objeto.

Parece ser que después de la muerte de su madre, Amalia se dedicó nuevamente a la costura como único medio posible de subsistencia. Pero, pensando que tanto sus obras literarias como la confección de prendas serían mejor retribuidas en Madrid, decidió trasladarse allí, iniciando al poco de llegar su colaboración con la revista Álbum de las familias, en la que publicará varios artículos de temática bastante convencional entre mayo y julio del año 1866. Se trata de “Las niñas y las flores”, “Impresiones. En la exposición de objetos del Pacífico”, “A la memoria de mi madre”, dos textos sin título que comienzan “Adiós hermosas noches...” y “Tengo un miedo terrible...” y “Al señor D. A. Capo en la inauguración de su Academia Dramática”. El dedicado a su madre, en concreto, se inicia con el verso “Seis años ha que duermes en la tumba”, lo que concuerda perfectamente con la fecha registrada de su fallecimiento.

En la misma línea no rupturista con la tradición de sus colaboraciones en Álbum de las familias se encuentran los textos publicados un año más tarde en la revista jienense El Cero: “Una historia de amor” y “En el álbum de Estefanía”, así como el titulado “Una idea”, que publicó en 1873 en la revista madrileña El Amigo de las damas. Además, habría que mencionar su libro Un ramo de amapolas y una lluvia de perlas, o sea, un milagro de la Virgen de la Misericordia(1868), tan alejado ideológicamente de las obras que harán posteriormente conocido el nombre de la autora.

La continua dedicación al ejercicio profesional de la costura, en una persona que, como ella, ya había tenido graves problemas con los ojos a causa de la debilidad de sus retinas, hizo que su vista se resintiera hasta el punto de que varios oculistas la advirtieron de que quedaría completamente ciega si continuaba dedicándose a las labores de la aguja. Desesperada, recorre innumerables consultas de médicos y atraviesa por una etapa de crisis personal en la que incluso llega a pensar en el suicidio, hasta que, gracias a una amiga, entra en contacto con el Dr. Hysern, oculista homeópata, que le aconseja mantener un reposo absoluto para sus ojos enfermos. Sin medios económicos alternativos, se verá obligada a recurrir poco menos que a la caridad a través de una sociedad filantrópica.

Será en esos momentos, hacia comienzos de la década de los setenta del siglo XIX, cuando la escritora entre en contacto con la Sociedad Espiritista Española, que publicaba la revista El Criterio. Esta revista explicaba el perfeccionamiento del espíritu humano a través de las sucesivas reencarnaciones y la comprensión de las faltas cometidas en vidas pasadas mediante la expiación en la existencia presente. Amalia Domingo Soler, que había buscado la verdad en diversas confesiones religiosas, queda absolutamente fascinada por las doctrinas espiritistas y considera que el espiritismo responde a todas las cuestiones trascendentales para las que ha buscado solución hasta ese momento.

En esa situación, la escritora vivirá una experiencia cuanto menos extraña que cambiará su vida, según ella misma relata:

Una mañana, estando en mi casa, sentí de pronto en la cabeza una sensación dolorosa y extraña; me pareció que toda ella se había llenado de nieve: tal frío experimenté en las sienes. Después me pareció escuchar voces confusas: presté atento oído y creí oír esta breve palabra:

-¡Luz!... ¡Luz!...

-¡Luz quieren mi alma y mis ojos! -grité, sobrecogida por una impresión inexplicable. -¡Luz necesito, Dios mío!...

Y sin saber por qué, lloré; pero no lloré con amargo desconsuelo, muy al contrario, aquel llanto parecía que me daba la vida.

Sin darme cuenta de lo que hacía, me miré al espejo y lancé una exclamación de júbilo y de asombro indescriptible, al ver que mis ojos estaban perfectamente abiertos, como hacía muchísimo tiempo que no me los había visto, puesto que siempre tenía los párpados tan caídos que parecía imposible que  pudiera ver lo poco que veía.

-¿Habrá llegado la hora de recobrar mi libertad? -pregunté en alta voz (como si alguien pudiera contestarme).

-Sí -murmuró una voz muy lejana.

A partir de ahí comienza lo que ella considerará una nueva vida, asumiendo su carencia visual como una probable consecuencia de su pasado en otra existencia.

Presa de una gran alegría, Amalia Domingo escribe un poema que es rápidamente enviado a El Criterio. El director de esta revista le envía una carta de agradecimiento junto con un ejemplar de su libro Preliminares al estudio del espiritismo (1872). Se trataba del reconocido espiritista Antonio de Torres Solanot y Casas, vizconde de Torres Solanot (Madrid, 1840-?), cuyo encuentro con la escritora resultaría decisivo en la trayectoria de ésta. De ideología muy progresista, el vizconde de Torres Solanot había participado activamente en la Revolución de 1868, y, en el momento que se podría denominar de escisión krausipositivista, optó por la tendencia emancipadora de izquierdas que se decantó hacia una reacción teosófica. Así, desde 1871 Antonio de Torres Solanot se dedicó al estudio y propaganda del espiritismo, fundando varios periódicos y dirigiendo la Sociedad Espiritista Española. Una vez establecida la conexión entre ambos, pronto acogería a la escritora sevillana bajo su protección y patrocinio.

El primer artículo de temática espiritista escrito por Amalia Domingo Soler fue publicado en 1872 en portada del número 9 de El Criterio con el título de “La Fe Espiritista”.

Desde esa fecha y hasta su muerte colaborará asiduamente en publicaciones especializadas en el tema, tanto españolas como americanas. De hecho, entre ese año y 1903 llegará a publicar más de dos mil textos sobre espiritismo, tanto en prosa como en verso. Así lo afirmará la propia autora en su libro recopilatorio Ramos de violetas (1903):Incansable en mi afán de dar a los otros una parte del bien que yo disfrutaba estudiando el Espiritismo, más de dos mil producciones he dado a la prensa desde el año 73 del siglo XIX.

Sus trabajos sobre esta materia son demandados por numerosas publicaciones especializadas, entre ellas el periódico espiritista La Revelación (Alicante), donde escribe una columna a propuesta de su director. Pero su salud se resiente una vez más, y el médico le recomienda reposo en algún lugar cercano al mar. La escritora elegirá entonces, entre los numerosos destinos de distintas familias de la “hermandad” espiritista que le ofrecen su hospitalidad, la ciudad de Alicante. El contacto con esta ciudad se mantendría en el tiempo, participando la escritora con posterioridad en actos de la Sociedad Alicantina de Estudios Psicológicos.

Tras sucesivas estancias con sendas familias de Jijona y de Murcia, por fin Amalia Domingo se siente repuesta y regresa a Madrid en febrero de 1876. Su permanencia en la capital, no obstante, será muy corta, pues el día 20 de junio de ese mismo año traslada su residencia de manera definitiva a Barcelona, llamada por el Centro Espiritista “La Buena Nueva” para que colabore desde allí con sus textos en la defensa y propaganda del espiritismo. Esta sociedad estaba radicada en el segundo piso del número 9 de la calle Cañón, en la villa (después barrio) de Gracia. La vinculación de la autora con dicha sociedad será tan estrecha, que su domicilio quedará establecido en el primer piso del mismo inmueble, en cuyo jardín redactará algunos de sus mejores escritos.

Según el Padrón General correspondiente a 1900, conservado en el Archivo Municipal de Barcelona, la autora cuenta con la única compañía de una sirvienta de veinticinco años de edad llamada Rosa Bertrán. Amalia Domingo Soler nunca contraería matrimonio, lo que, dada la tradicional subordinación femenina hacia el varón en la España del XIX, resulta sin duda bastante significativo. Por un lado, hay que recordar que las mujeres dependían del hombre (padre, marido o hermano) a nivel económico, social e incluso legal, por lo que una mujer sola acostumbraba a encontrarse con abundantes problemas para salir adelante. Por otra, la sociedad solía mirar con recelo a aquellas féminas que intentaban mantener su independencia, sobre todo si manifestaban abiertamente unas ideas contrarias al orden establecido, que buscaba en ellas la mayor cercanía posible con el prototipo del ángel del hogar, confinada en los estrechos márgenes del ámbito doméstico.

Sin embargo, Amalia Domingo pudo subsistir durante años gracias a su trabajo intelectual, aun en el ambiente hostil de una sociedad -la española del siglo XIX, e incluso de los primeros años del XX- que “no acepta a la mujer que escribe y lo más que llega es a perdonarla el que haga obras consagradas a temas insustanciales y dentro de la órbita familiar”. La autora sevillana no sólo escribirá, sino que, además, dirigirá en Barcelona una publicación periódica durante más de quince años. Se trata del periódico La Luz del Porvenir. Semanario espiritista, cuyo primer número se publicó el 22 de mayo de 1879. Un mes después fue suspendido por las autoridades, motivo por el cual se vio obligado a cambiar de nombre, eligiendo el de El Eco de la Verdad. No obstante, a finales de ese mismo año se levantó la prohibición y pudo recuperar su título original.

En esta revista la escritora publicará numerosísimos textos dentro de prácticamente todos los géneros literarios, tanto poesía como narrativa breve o ensayo, además de artículos de opinión tendentes a concienciar a los lectores acerca de diversos temas relacionados siempre con el racionalismo, la ética, la necesidad de obrar correctamente, la importancia de la educación, etc.

En el mismo año en que se funda dicha revista, es decir, 1879, Amalia Domingo Soler participa junto a Eduardo Pagés, Vicente Serra, Luis Llach y Cándida Sanz en la Comisión organizadora del Montepío Regional de Cristianos Racionalistas Espiritistas, con la creación de una Asociación de Socorros Mutuos para ayudar a los obreros enfermos.

Amiga y admiradora de la escritora madrileña Rosario de Acuña (1851-1923),  con la que comparte pertenencia a las logias masónicas (“La Humanidad”, en el caso de la sevillana, y “Constante Alona”, en el caso de Acuña), y colaboraciones en el periódico Las Dominicales del Libre Pensamiento, disiente sin embargo de su manera de entender algunos planteamientos ideológicos progresistas. Así, mientras Acuña se muestra partidaria de destruir una sociedad injusta y degenerada antes de poder construir la que la sustituya, más justa e igualitaria, Amalia Domingo se decanta por una opción menos radical, y considera que resulta preferible llevar a cabo una progresiva labor de concienciación y sustitución con el fin de evitar el caos en la sociedad.

Los caminos de ambas librepensadoras se entrecruzarán con frecuencia, como con ocasión de la velada que la Sociedad Protectora de la Enseñanza Laica celebra a comienzos de 1886 en Zaragoza, en la que participaron espiritistas como Amalia Domingo Soler o el vizconde de Torres Solanot, y se leyeron, entre otros, varios trabajos enviados por Rosario de Acuña.

Su defensa de la necesidad de establecer una enseñanza laica en España la había llevado también a participar en 1884 en el mitin librepensador organizado en Barcelona por Bartolomé Gabarró, a beneficio de la Confederación Catalana de Enseñanza Laica.

A semejante motivación obedece el establecimiento de una escuela, de acuerdo con dicho modelo de enseñanza, en el propio Centro “La Buena Nueva” -fundada gracias a los donativos de un millonario filántropo seguidor de las doctrinas espiritistas-, a cuyo frente situará la escritora a “una antigua amiga mía, una digna profesora que no sólo enseñaba a los niños a leer y escribir, sino que les inculcaba el amor y respeto que debían a sus mayores y entre sí, considerando a todos como hermanos./ Era mi amiga una espiritista convencida y amante de la verdad; y como esta escuela no tenía el nombre de «escuela espiritista», siendo el afán de su fundador inculcar al niño la moral y educación que necesita el niño pobre para desarrollar sus sentimientos para que el día de mañana sea modelo de virtud, ella era la más indicada para llevar a cabo este trabajo”.

De hecho, la autora se distinguió siempre por su profunda concienciación en torno a la importancia de la instrucción pública para el progreso de la sociedad, y se dolía profundamente del atraso en que se encontraba España, como manifestó reiteradamente en sus artículos:

La instrucción es el verdadero bautismo de la humanidad.

Desde los tiempos más remotos, los hombres han buscado en los libros la savia de la vida [...].

La prosperidad de los pueblos es hija de su civilización y de su moralidad.

El adelanto moral, debe ser el hermano gemelo del progreso intelectual.

La enseñanza obligatoria es la clave del progreso [...].

 ¡[...] España! ¡Pobre país! Duerme tu sueño cataléptico hasta que se cumpla tu expiación, ocupa en el mapa universal, el puesto de la última aldea del mundo civilizado, que el pueblo español con el mañana de los indolentes tiene bastante:
 ¡Mañana!..., frase elástica que promete un mundo, y que concede un átomo.

Amelina Correa Ramón

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ESPÍRITUS                 LIBRES


Consideramos aquéllos ya más evolucionados que, no habiendo completado aún su ciclo de reencarnaciones en el planeta, no están sujetos a tiempo fijo para su vuelta al plano físico, siendo esta vuelta voluntaria, en cuanto a tiempo.
Podemos incluir en este grupo, esa legión de seres que ya vibrando en amor fraterno, continúan en el plano extrafísico cooperando en algunas de las múltiples tareas de socorro, estudio, ayuda y progreso que se realizan en los planos invisibles del espacio.
Porque, necesario es conocer qué, en el espacio hay una actividad realizadora y no ese paraíso de beatitud contemplativa y ociosa, que es, tal vez, la mayor ilusión de los principios teológicos, que oscurecen el sentido divino de la verdadera religión; ya que es contrario a la ley universal de progreso, que es acción.
Después de un tiempo, que varía mucho en cada caso y que puede ser entre unos cincuenta a quinientos años, estos seres sienten que una fuerza inexplicable presiona su mente hacia una nueva encarnación en el plano físico. Esta «fuerza», es una manifestación de la Ley de Evolución que presiona al Espíritu hacia su progreso, a ascender hacia la meta, creando una especie de inconformidad que le hace sentir, cada vez más intensamente, el deseo de volver a la Tierra, ya con una mayor capacitación, a continuar la obra dejada al morir o comenzar una obra nueva, o a redimir viejas deudas pendientes todavía por errores en el pasado remoto; dejando esos ambientes maravillosos, que por ley le corresponde disfrutar.
Entonces es, cuando planifica, en el espacio, su programa a realizar, y baja a la Tierra para escoger el lugar, ambiente, futuros padres, etc. A veces, estos últimos ya están esperándole, por compromisos hechos en el espacio, que como humanos no recuerdan. Pues, cuando ya se llega a cierto grado evolutivo, el ser encarnante puede hacer esta selección, y por ende es más responsable de los resultados. Y, para éstos, es indispensable una afinidad de sintonía psíquica de caracteres y tendencias, almas afines. De aquí las semejanzas, ya que los semejantes se atraen y generalmente siguen unidos a través de múltiples existencias en las edades.

Sebastián de Arauco.

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MOCEDAD Y VEJEZ
 Francisco Cándido Xavier

Nuestra reunión fue precedida por larga conversación entre los amigos que venían de diversos puntos. El tema central era la edad física. Se  hablaba de las criaturas  que se sienten inútiles aun en la juventud, mientras otras se sienten vigorosas a los ochenta diciembres.
¿Por qué es eso? ¿Por qué existen hombres desanimados a los veinte años, cuando otros se sienten activos a los ochenta? ¿En qué tiempo se debe colocar el límite entre mocedad y la vejez?
El asunto estaba en plena agitación, cuando nuestras tareas comenzaron.  Y el Libro de los Espíritus, nos ofreció, para estudio la cuestión 680, sobre los entendimientos sobre el foco.
Al termino de nuestras actividades, nuestro querido Emmanuel nos ofreció la pagina  titulada  la  Edad. Es una página simple, más los amigos presentes solicitaron que ella  forme parte de la colección en lanzamiento con sus  edificantes comentarios.

EDAD 
Emmanuel
La madurez física nunca fue un obstáculo para el espíritu sediento de progreso.
En todos los distritos de la vida, la criatura es tan joven  como los ideales y esperanzas que alienta. Y tan gastada como el escepticismo o el desanimo al que se entregan.
Muchos compañeros pretenden marcar la edad de la persona adulta por las señales externas que demuestre, no en tanto, eso es mera convención.
Claro que, si el motorista estima el coche   que lo coloca en el centro de los intereses  que le dicen al respecto, ha de velar por la conservación de sus implementos. Ocurre lo mismo con el espíritu, inquilino del cuerpo que se le transforma en instrumento  de manifestación: si desea equilibrio y seguridad, se esforzará por asegurarle las más solidad condiciones de trabajo.
¿Si la criatura es habitualmente medicada con el fin de desenvolver con eficiencia, porque motivo la persona adulta dejará de tratarse como se hace preciso para  madurar físicamente con la robustez posible, para mantenerse útil con las últimas posibilidades del vehículo de que dispone?
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No creáis en la vejez únicamente porque el tiempo te haya dotado con valiosas experiencias.
Convéncete de que eres un espíritu inmortal usando un cuerpo perecible. Y si vives  con disciplina en el trabajo, con la gimnasia  del pensamiento recto, conservarás siempre la juventud espiritual – la que se erige, por fuente  de constante renovación, mejorando el presente y construyendo el futuro.

EL INQUILINO DEL CUERPO 
 Hermano Saulo
La juventud es la fase de las experiencias y de los entusiasmos. José Ingenieros acentuó, en Las Fuerzas Morales que “la juventud toca  rebate en toda renovación”. Más en verdad le falta la experiencia, la vivencia existencial (pues cada existencia trae los nuevos problemas) para que ella pueda controlar sus fuerzas y aplicarlas con eficiencia.
El espíritu, ese “inquilino del cuerpo” como Emmanuel lo llama, precisa de tiempo para dominar la nueva situación en la que se encuentra. Recordemos que Jesús solo se entregó a su misión en la edad madura, y Kardec solo inició la codificación del espiritismo a los cincuenta años de edad.
Debemos acordarnos, por otro lado, que cada espíritu trae sus dificultades y, muchas veces, precisa vencerlas en la fase juvenil, con el fin de sentirse desembarazado en la madurez y en la vejez, para el cumplimiento de sus nuevos encargos. . No es fácil tirar por la borda del camino las pesadas cargas del pasado, que a menudo exigen  largos sacrificios.
Ingenieros tiene razón en señalar la función renovadora de la juventud, más el mismo advierte que hay jóvenes-viejos y viejos-jóvenes. Hoy, que la población mundial crece velozmente, los jóvenes son la mayoría y hacen sentir su presencia en todos los sectores  de actividad. No obstante, son aun los hombres maduros y los viejos  los que dirigen el mundo. Y aun mismo en el campo nuevo  de la astronáutica, la experiencia de la madurez se impone sobre los arrobos de la juventud.
La razón de Emmanuel es evidente. No podemos “creer en vejez” , cuando vemos que el tiempo nos trae la riqueza de la experiencia. No hay límite preciso entre juventud y vejez, cuando el “inquilino del cuerpo” consiguió dominar su instrumento y lo conserva viril a través de los años. Ese “inquilino”, es espíritu, no envejece. Por el contrario, el tiempo lo aprimora y aguza, dándole la juventud que se repite, cada vez más bella y segura, en cada nueva encarnación.
La juventud terrena  es un tiempo de preparación del hombre en cada existencia. La juventud espiritual es la actualización de los poderes del espíritu de manera afectiva,  por encima de la transitoriedad de la materia.
Traducido por Merchita
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Divaldo Franco responde sobre los 

 elementales, hadas, duendes, gnomos, 

silfos, elfos, sátiros, etc.

¿Existen los llamados Espíritus 
elementales o Espíritus de la Naturaleza?

Divaldo P. Franco – Si, existen los espíritus que contribuyen en favor del desarrollo de los recursos de la Naturaleza. En todas las épocas fueron conocidos, identificándose a través de variada nomenclatura, formando parte mitológica de los pueblos y siendo alguno de ellos "dioses", que se hacían temer o amar.


- ¿Cual es el estado evolutivo de esos  
espíritus?


DPF - Algunos son de elevada categoría y comandan a los menos evolucionados, que se les someten dócilmente, elaborando en favor del progreso personal y general, en la condición de auxiliares de aquellos que presiden a los fenómenos de la Naturaleza.

 ¿Entonces ellos están sometidos jerárquicamente a otro orden más elevado de Espíritus?

DPF - De acuerdo con el papel que desempeñan, de mayor o menor inteligencia, son responsables de innumerables fenómenos o contribuyen para que los mismos acontezcan. Los que se fijan en los sucesos inferiores, más materiales, son, por tanto, por la propia actividad que desempeñan, más atrasados sometidos a los de gran elevación, que los comandan y orientan.

- ¿Estos Espíritus se presentan con formas definidas, como por ejemplo hadas, duendes, gnomos, silfos, elfos, sátiros, etc.?

DPF - Algunos de ellos, sino la gran mayoría de los menos evolucionados, que todavía no tuvieron reencarnaciones en la Tierra, se presentan, con formas especiales, pequeña dimensión, lo que dio origen a los diversos nombres en las sociedades mitológicas del pasado. Creemos personalmente, por experiencias mediúmnicas, que algunos viven el Periodo Intermediario entre las formas primitivas y hominales, preparándose para futuras reencarnaciones humanas.

- ¿Quiere decir que ya pasaron o pasarán, como nosotros, Espíritus humanos, por ciclos evolutivos, reencarnaciones?

DPF - La reencarnación es ley de la Vida a través de cuyo proceso el psiquismo adquiere sabiduría y "desvela su Dios interno". En la pregunta número 538 de El Libro de los Espíritus, Allan Kardec interroga: ¿Forman una categoría especial ene l mundo espírita los Espíritus que presiden los fenómenos de la Naturaleza? ¿Serán seres a parte o Espíritus que fueron encarnados como nosotros? Y los Benefactores de la Humanidad respondieron: "Que fueron o que serán".

 ¿Algún día serán o ya fueron hombres terrestres?


DPF: - Los más elevados ya vivieron en la Tierra, donde desarrollaron grandes aptitudes. Los otros, menos evolucionados, se reencarnaron en la Tierra o en otros mundos, después de des incumbirse de deberes que los acrediten moral e intelectualmente, avanzando siempre, porque la perfección es meta que a todos los seres está destinada.

- ¿Los elementales son autóctonos o vinieron de otros planetas?

DPF - Personalmente creemos que un número inmenso tuvo su origen en la Tierra y otros vinieron de diferentes mundos, a fin de contribuir con el progreso de nuestro planeta.

- ¿Qué tareas ejecutan?

DPF: - Innumerables. Protegen los vegetales, los animales, los hombres. Contribuyen en acontecimientos diversos: tempestades, lluvias, maremotos, terremotos... interfiriendo en los fenómenos "normales" de la Naturaleza bajo el comando de los Ingenieros Espirituales que operan en nombre de Dios, que "no ejercen una acción directa sobre la materia. El encuentra agentes dedicados en todos los grados de la escala de los mundos", como respondieron los Venerados Guías a Kardec, en la pregunta 536-b de "El Libro de los Espíritus".


- ¿Todos ellos saben manipular conscientemente los fluidos de la Naturaleza?

DPF – No todos. Solamente los conductores saben lo que hacen para quien lo hacen, cuando actúan en los elementos de la Naturaleza. Los más atrasados "ofrecen utilidad al conjunto" sin sospechar siquiera que son "instrumentos de Dios".

 Nosotros normalmente no los vemos. ¿Significa esto que no se revisten de materia densa?

DPF – El concepto de materia en la actualidad es muy amplio. Su "invisibilidad" a los ojos humanos, a algún individuo, demuestra que están constituidos de forma equivalente a los demás espíritus de la Creación. Se encuentran en determinada fase de desarrollo, que son perceptibles sólo a los médiums, las personas de percepción especial, como ocurre también con los Espíritus Nobles, que no son detectados por cualquier persona destituida de facultad mediúmnica.

- ¿Cuál es el hábitat natural de esos Espíritus?

DPF – La erraticidad, el mundo de los Espíritus, perteneciendo a una clase propia y, por tanto, viviendo en regiones compatibles a su grado de evolución. "Se mezclan" con los hombres y viven, la gran mayoría, en la propia Naturaleza, que les sirve de espacio especial.

- Una de las grandes preocupaciones de la humanidad, actualmente, es la preservación del equilibrio ecológico. ¿Cuál es la actitud o providencia que toman cuando la Naturaleza no es respetada por los hombres?

DPF – Cuando es en la infancia del desarrollo, susceptibles a las reacciones más primitivas, se vuelven agresivos y rebeldes. A medida que evolucionan, se hacen benignos y se apiadan de los adversarios de la vida en cualquier forma por la cual esta se expresa. Así, inspiran la protección a la Naturaleza, el desarrollo de recursos que la preservan, a su noble utilización en favor de la vida en general, en resumen, "hacen por la Naturaleza lo que les gustaría que cada uno hiciese por si mismo".

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