¿Hay mayor milagro? |
¿ Los
“Milagros” existen o existieron ?.-
Los
evangelistas, en su papel de cronistas narradores de la historia de
Jesús, no fueron , salvo Juan,
testigos directos de los hechos narrados. Sin embargo todos
pretendieron agrandar la figura del Maestro, que ya era
suficientemente grande por si misma , sin necesidad de las
exageraciones de sus entusiastas seguidores, tal como eran ciertos
milagros que cuentan que obró Jesús, planteados como hechos
extraordinarios y maravillosos. Con su ardiente fe , entusiasmo y
deseos de engrandecer más al “Maestro” , los relatos sobre su
vida y obras lo han mitificado en exceso.
Hay
que dejar muy claro que Jesús durante toda su misión en este
mundo,
NO
alteró
ni
transgredió
ninguna Ley Natural.
En
ningún lugar de los evangelios Jesús afirma que Él es Dios, lo
que sí dijo es que Él era hijo de Dios, al que llamaba Padre, y
para mostrarnos su gran afinidad y Amor que le unía a su Padre
Celestial, sí dijo que quien lo veía a Él, veía al Padre.
Realmente
Jesús por su gran poder magnetizador y por sus propias
capacidades propias de su naturaleza espiritual de elevado rango
divino que le facultaban un poder extraordinario sobre la materia y
sobre los espíritus de rango inferior a El, así como por estar
permanentemente asistido por otros Seres espirituales
,también de elevada jerarquía y poder, protagonizó
hechos que a los ojos de la ignorancia popular parecían salir del
ámbito de la naturaleza conforme esta es conocida e interpretada
normalmente en el mundo, por lo que al no encontrarles una
explicación lógica y salirse del ámbito de lo habitual, no podían
ser sino “milagros”. Estos se entendían como una especie de
intervención “mágica” o “sobrenatural “ de Dios,
consistente en modificar lo considerado como normal y establecido
dentro de la Naturaleza . Consecuentemente, si según las creencias
comunes Dios es Todopoderoso, lo normal es creer que puede hacer
caprichosamente lo que quiera cuando quiera y como quiera en medio de
su creación, eso es el “milagro”, y claro está, como Jesús se
proclamó “Hijo de Dios”, también es Dios..... pues también
puede hacer los milagros que quiera si le place.
Muchos
“milagros” atribuidos a Jesús de Nazaret, tienen una
explicación desde un enfoque de conocimiento parapsicológico y
espírita. Así por ejemplo, cuando se le vio caminar sobre las
aguas, en efecto era El, pero no en su cuerpo carnal sino en su
cuerpo astral, pues por ley física natural, el cuerpo sólido y
pesado de una persona de pie sobre el agua, se hunde , por mucha
densidad salina que tenga este agua.
Igualmente
todas las “apariciones” de Jesús que tras su muerte testifican
los evangelistas, no son sino eso: apariciones de Jesús en su cuerpo
espiritual materializado, no en el cuerpo físico que naturalmente
abandonó con la muerte. En este sentido sí es cierto que
protagonizó todos los milagros que cuentan los evangelios así como
otros muchos que no se relatan, porque Jesús no tenía interés
alguno de que su presencia en este mundo pasase a la historia como
gran taumaturgo o “milagrero” y una mayor abundancia de atención
a estos hechos hubiese entorpecido aún más si cabe, la comprensión
de su verdadera misión que era de carácter puramente doctrinal y
moral.
Precisamente por ser Todopoderoso, Dios se
manifiesta mediante unas leyes justas, sabias y
perfectas , como reflejo y consecuencia de El mismo, por lo
que toda Su Obra es Perfecta y eterna, no necesitando ni pudiendo
ser modificada.
Dicho
esto , no cabe en ninguna mente racional la concepción de
un Dios que se Enmienda caprichosamente a Si mismo en
Su Obra, o que lo hace solamente para demostrar al
orgulloso Ser humano, lo poderoso y superior que le es, pues
esto lo acreditaría como un Dios más orgulloso que el propio
ser humano, con lo que creer esta falacia supondría atribuir a
Dios una connotación negativa.
Los “ Los cronistas
evangélicos “ a los que arriba aludía, admirados por los
fenómenos extraños
pero naturales que protagonizó el Maestro,
y que no comprendían, exageraron los relatos tal como el de
la presunta “resurección” de Lázaro,
a la
que para añadir más mérito y mayor asombro, describen la
situación del cadáver como ya en descomposición , diciendo que “ya
olía”. De este modo resaltaban que Jesús no era un
hombre como los demás hombres – y desde luego que no lo
era- ; pero tampoco comprendieron quien fue realmente. Por
eso, primero lo exaltan como “el Hijo único de Dios”,
y mas tarde como Dios mismo, pues solamente el mismísimo Dios
podría hacer aquellos prodigios. La realidad fue que Lázaro estaba
en estado de catalepsia y Jesús con su gran poder magnético lo
volvió al estado normal. En el Evangelio de S.Juan,
cap. 11, se puede comprobar que cuando avisan a Jesús para que fuese
a curar a Lázaro, él les contesta que
“esta
enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios”,
y mas adelante añade: “nuestro
amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo”.
Es de resaltar este detalle: dice que va a despertarlo porque duerme,
pero en ningún momento dice que va a resucitarlo porque ha muerto.
En
el caso de la resurección de la hija
de Jairo,
Jesús nuevamente afirma que solo
duerme, tal como se puede comprobar
en el Evangelio de Mateo
18-26, y añade: “no lloréis,
no ha muerto: está dormida.”.
Aquí
tenemos la misma explicación y evidencia que en la “resurección”
de Lázaro.
Otro
indicio que nos sugiere que cuando Jesús habló de resurección, no
se refería a la del cuerpo, sino a la del alma, lo encontramos en el
Evangelio de S.Marcos
cap. 12, cuando los Saduceos plantean
a Jesús el problema de la resurección en el matrimonio de personas
que se casaron varias veces por haber enviudado, preguntándole quién
sería de todos el cónyuge después de la resurección, y Jesús
contesta que “en
la resurección, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que
serán como ángeles en el Cielo”, o
sea espíritus sin cuerpo físico.
Otro
tipo de milagros, como el de la multiplicación de panes y peces, o
el del vino en la boda de Canaa,
etc, se explican modernamente por el conocimiento del fenómeno de los “Aportes” constatado por la Parapsicología ;
o el milagro de andar sobre las aguas, que se comprende solamente
como la manifestación de Jesús con su cuerpo espiritual sobre las
mismas, y que se dejó ver a sus discípulos durante el episodio de
la “pesca milagrosa”
; mientras tanto su cuerpo físico dormía fuera del lugar del
“prodigio”. Cualquier parapsicólogo hoy en día conoce el
fenómeno de los “desdoblamientos astrales” que explican lo que
sucedió en el episodio de la citada pesca milagrosa, así como el
citado de los “aportes”, aunque no encuentren una explicación
racional a cómo suceden los mismos.
Si
no conociésemos Sus leyes, Dios nos podría parecer a veces
injusto, o que no existe, porque creeríamos que todo sucede según
el azar o la suerte, pero si las
conocemos, debemos transitar por la
senda del Amor que es la principal Ley moral . Así vamos
comprendiendo los engranajes de la Justicia Divina y como es
necesario aceptar siempre Su Voluntad, que no siempre coincidirá
con nuestra voluntad humana.
El milagro de la vida |
No
esperemos milagros a capricho o a medida del Ser humano, como si de
maravillosos juegos de magia se tratasen. Si somos así de
ingenuos, no tardaremos en desengañarnos del dios de nuestra
particular creencia, que nada tiene que ver con el auténtico Dios
Universal, tan desconocido aún a pesar de que nos acompaña siempre
interiormente..
Dios
es inmutable y no cambia el orden natural de las cosas al gusto
particular de cada uno, y lo que desde una óptica humana puede
parecer un mal, este viene impuesto por unas leyes perfectas y
justas establecidas y ese aparente mal puede ser necesario para
acceder a un bien espiritual.
- Jose Luis Martín-
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“Hay
milagros y milagros. En tu país se considera un milagro el que Dios
haga la voluntad de alguien. Entre nosotros se considera un milagro
el que alguien haga la voluntad de Dios”.
Anthony de Mello (
¿Quién puede hacer que amanezca?)
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LA CARNE ES DÉBIL
ESTUDIO FISIOLOGICO Y MORAL
Hay inclinaciones viciosas que evidentemente son más inherentes al espíritu, porque tienen que ver más con lo moral que con lo físico; otras parecen más consecuencia del organismo y, por ese motivo, la gente se juzga menos responsable. Tales son las predisposiciones a la cólera, a la maldad, a la sensualidad, etc.
Está hoy perfectamente reconocido por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales correspondientes a las diversas aptitudes deben su desenvolvimiento a la actividad del espíritu; que ese desenvolvimiento es, así, un efecto y no una causa. Un hombre no es músico porque tiene el don de la música, más si tiene el don de la música porque su espíritu es músico (Revista de julio de 1860 y abril de 1862)
Si la actividad del espíritu reacciona sobre el cerebro, debe reaccionar igualmente sobre las otras partes del organismo. Así, el espíritu es artífice de su propio cuerpo, por así decirlo, lo modela, con el fin de apropiarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Siendo así, la perfección del cuerpo en las razas adelantadas sería el resultado del trabajo del espíritu que perfecciona su utensilio a la medida que aumentan sus facultades. (La Génesis según el Espiritismo, cap. XI, Génesis Espiritual).
Por una consecuencia natural de ese principio, las disposiciones morales del espíritu deben modificar las cualidades de la sangre, darle mayor o menor actividad, provocar secreción más o menos abundante de bilis o de otros fluidos. Es así, por ejemplo, que el glotón siente venir la saliva, o, como se dice vulgarmente, hacerse la boca agua ante un plato apetitoso. No es el alimento el que puede súper excitar el órgano del paladar, pues no hay contacto; es, por tanto, el espíritu, cuya sensualidad es despertada, que actúa por el pensamiento sobre ese órgano, al paso que, sobre otro espíritu, la visión de aquel plato no produce nada. Se da lo mismo en todas las ambiciones, en todos los deseos provocados por la visión. La diversidad de las emociones no puede ser comprendida, en una porción de casos, sino por la diversidad de las cualidades del espíritu. Tal es la razón por la cual una persona sensible fácilmente derrama lagrimas; no es la abundancia de las lágrimas la que da sensibilidad al espíritu que provoca la abundante secreción de lágrimas. Bajo el imperio de la sensibilidad, el organismo se modeló bajo esa disposición normal del espíritu, como se modelo bajo la del espíritu glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un espíritu irascible debe tener un temperamento bilioso, de donde se sigue que un hombre no es colérico porque es bilioso, más si que es bilioso porque es colérico. Así acontece con todas las otras disposiciones instintivas; un espíritu tímido e indolente dejará su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, al paso que, si el fuera activo y enérgico, dará a su sangre, a sus nervios, cualidades bien diferentes. La acción del Espíritu sobre el físico es de tal modo evidente, que muchas veces se ven graves desordenes organizas producidos por efecto de violentas conmociones morales. La expresión vulgar: La emoción le hace subir la sangre, no es tan carente de sentido como uno podría creer. ¿Ahora, que es lo que puede alterar la sangre sino las disposiciones morales del espíritu?
Este efecto es sensible sobretodo en los grandes dolores, en las grandes alegrías, en los grandes pavores, cuya reacción puede llegar a causar la muerte. Vemos personas que mueren de miedo a morir. ¿Ahora, qué relación existe entre el cuerpo del individuo y el objeto que causa pavor, objeto que, muchas veces, no tiene ninguna realidad? Se dice que es el efecto de la imaginación; es decir, que es la imaginación sino un atributo, un modo de sensibilidad del espíritu? parece difícil atribuir a la imaginación, a los músculos y a los nervios, pues entonces no comprenderíamos porque esos músculos y esos nervios no tienen imaginación siempre; porque no la tienen después de la muerte; porque lo que a unos causa un pavor mortal, a otros excita el coraje.
Sea cual sea la sutileza que usemos para explicar los fenómenos morales exclusivamente por las propiedades de la materia, caeremos inevitablemente en un estancamiento, en el fondo del cual se percibe, con toda evidencia, y como única solución posible, el ser espiritual independiente, para quien el organismo no es sino un medio de manifestación, como el piano es el instrumento de las manifestaciones del pensamiento del músico. Así como el músico afina su piano, se puede decir que el Espíritu afina su cuerpo para ponerlo en el diapasón de sus disposiciones morales.
Es realmente curioso ver el materialismo hablar incesantemente de la necesidad de elevar la dignidad del hombre, cuando se esfuerza para reducirlo a un pedazo de carne que se pudre y desaparece sin dejar cualquier vestigio; de reivindicar para sí la libertad como un derecho natural, cuando lo transforma en un mecanismo, marchando como una marioneta, sin responsabilidad por sus actos.
Con el ser espiritual independiente, preexistente y sobreviviente al cuerpo, la responsabilidad es absoluta. Ahora, para la mayoría, lo primero, lo principal móvil de la creencia en el nihilismo, es el pavor que causa esa responsabilidad, fuera de la ley humana, y a la cual cree escapar cerrando los ojos. Hasta hoy esa responsabilidad nada tenia de bien definido; no era sino un medio vago, fundado, hay que reconocer, en creencias no siempre admisibles por la razón. El Espiritismo lo demuestra con una realidad patente, efectiva, sin restricción, como una consecuencia natural de la espiritualidad del ser. Es por qué ciertas personas temen al espiritismo, que las perturbaría en su quietud, irguiendo su frente al temible tribunal del futuro. Probar que el hombre es responsable por todos sus actos es probar su libertad de acción, es probar su libertad es revelar su dignidad. La perspectiva de la responsabilidad fuera de la ley humana es el más poderosos elemento moralizador: es el objetivo al cual conduce al Espiritismo por la fuerza delas cosas.
Por tanto, conforme las observaciones fisiológicas que preceden, podemos admitir que el temperamento es, por lo menos en parte, determinado por la naturaleza del espíritu, que es causa y no efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que el físico evidentemente influye sobre la moral: es cuando un estado mórbido o anormal es determinado por una causa externa, accidental, independiente del espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución, un malestar pasajero, etc. La moral del espíritu puede, entonces, ser afectada en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que su naturaleza intrínseca sea modificada.
Excusarse de sus malas acciones con la debilidad de la carne no es sino un subterfugio para eximirse de la responsabilidad. La carne no es débil sino porque el espíritu es débil, lo que derrumba la cuestión y deja al espíritu la responsabilidad de todos sus actos. La carne, que no tiene si pensamiento ni voluntad, jamás prevalece sobre el Espíritu, que es el ser pensante y voluntarioso. Es el Espíritu el que da a la carne las cualidades correspondientes a los instintos, como un artista imprime a su obra material el cuño de su genio. Liberado de los instintos de la bestialidad, el espíritu modela un cuerpo que no es más un tirano para sus aspiraciones de espiritualidad de su ser; entonces el hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, más no vive para comer.
La responsabilidad moral de los actos de la vida, por tanto, permanece integra. Más,dice la razón que las consecuencias de esa responsabilidad deben ser proporcionales al desenvolvimiento intelectual del Espíritu, pues cuanto más esclarecido el es, menos excusable será, porque, con la inteligencia y el sentido moral, nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. El salvaje, aun vecino de la animalidad, que cede al instinto del animal, comiendo a su semejante, es, sin contradicción, menos culpable que el hombre civilizado que comete una simple injusticia.
Esta ley aun encuentra su aplicación en la Medicina y da la razón de su in suceso en ciertos casos. Considerándose que el temperamento es un efecto, y no una causa, los esfuerzos intentados para modificarlo pueden ser paralizados por las disposiciones morales del espíritu que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Es, pues, sobre la causa primera que debemos actuar; si se consigue mudar las disposiciones morales del espíritu, el temperamento se modificará por sí mismo, bajo el imperio de una voluntad diferente o, por lo menos, la acción del tratamiento médico será ayudada, en vez de ser obstaculizada. Si es posible, dé valor al cobarde, y verá cesar los efectos fisiológicos del miedo. Se da lo mismo con las otras disposiciones.
¿Más, preguntaran, puede el médico del cuerpo hacerse médico del alma? ¿Está en sus atribuciones hacerse moralizador de sus enfermos? Si, sin duda, en ciertos límites; es aun mismo un deber que un buen médico jamás negligencia, desde el instante que ve en el estado del alma un obstáculo para el restablecimiento de la salud del cuerpo. Lo esencial es aplicar el remedio moral con tacto, prudencia y convenientemente, conforme las circunstancias. Desde este punto de vista, su acción es forzosamente circunscrita, porque, más allá del tener sobre su enfermo apenas una ascendencia moral, en cierta edad es difícil una transformación del carácter. Es, pues, la educación, y sobre todo la primer educación, a las que le incumben los cuidados de esa naturaleza. Cuando la educación, desde la cuna, es dirigida en ese sentido; cuando nos aplicamos en ahogar, en sus gérmenes, las imperfecciones morales, como hacemos con las imperfecciones físicas, el médico no encontrará más en el temperamento un obstáculo contra el cual su ciencia muchas veces es impotente.
Como se ve, es todo un estudio, más un estudio completamente estéril, mientras no tomemos en cuenta la acción del elemento espiritual sobre el organismo. La participación incesantemente activa del elemento espiritual en los fenómenos de la vida, tal es la llave de la mayor parte de los problemas contra los cuales se choca la Ciencia. Cuando ella tome en consideración la acción de ese principio, verá abrirse a su frente horizontes completamente nuevos. Es la demostración de esta verdad lo que el Espiritismo trae.
Allan Kardec
Enviado por el blog de los Espiritas
Revista Espirita, marzo de 1869
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Humberto de Campos |
El
Médium Espírita
Cuando
el Médium Espírita apareció en la asamblea doctrinaria,
sinceramente decidido a la tarea que le había sido designada, abrazó
el servicio con ardor; sin embargo, de las pequeñas multitudes que
lo acompañaban salían voces: “está por demás verde, no tiene experiencias”.
El
sembrador del Bien asumió aires de adulto y adoptó costumbres
austeras y se mostró entusiasta, pero oyó un nuevo concepto: "es
un temperamento peligroso, dado a la grosería".
Buscó entonces adicionar vehemencia al optimismo y los presentes
hicieron coro: “es
explosivo, dado a la violencia”
El
servidor al arreciar los impulsos , comenzó a usar textos
esclarecedores para fundamentar las propias afirmaciones, leyendo
pareceres de autoridades, y escuchó un nuevo informe: "es
un burro que no sabe hablar, sino recurriendo a notas ajenas”.
Abandonó,
de ahí en delante, el sistema de citaciones y pasó a dar solamente
respuestas rápidas sobre los problemas que le venían a la esfera de
acción, y después exclamaron : "es
un perezoso, sin ninguna atención para el estudio”. A
esa altura, el obrero de la Espiritualidad juzgó más razonable
servir a la Causa de la Luz en el propio hogar; y también oyó: “es
un cobarde, no enfrenta responsabilidades delante del pueblo”.
El
Médium regresó a las actividades públicas y entró a colaborar en
la siembra del conocimiento superior, donde fue llamado, y surgió
otra sentencia: "es
un maniquí de la vanidad, maniobrado por agentes de las tinieblas”.
El
atormentado trabajador buscó evitar discusiones y escogió una
actitud de reserva, hablando sólo en torno a las cuestiones más
simples de la edificación espiritual, y comentaron: "es
demasiado malo, sin ninguna fibra moral para los testimonios de fe”.
Registrando
eso, esposó la mente ventilada con el verbo franco, y
anotaron, de inmediato: "es
un obsesado, entregado a la mistificación".
Intentó
acomodarse, haciendo únicamente aquello que consideraba como de su propio deber, y clamaron: "es
un vagabundo, nada quiere con el trabajo".
Él volvió a inflamarse de buena voluntad, ofreciendo el máximo de
las propias fuerzas en la construcción de la Espiritualidad Mayor, y
lo acusaron: “es
un revolucionario, debe ser vigilado…”
Afligido,
el medianero buscó al Mentor Espiritual que le propiciaba amparo
constante, y lloró:
-
¡Ah! Benefactor mío, ¿qué hago si no satisfago?
-
¿De quién recibiste la tarea del bien? – preguntó el amigo. -
¿Del Señor o de los hombres?
-
Del Señor – sollozó el Médium.
-
Entonces – replicó el abnegado compañero -, llevaré tú
indagación al Señor y mañana traeré la respuesta.
Al día siguiente, al
amanecer, cuando el servidor oraba, rogando fuerza e inspiración, le
surgió al frente el instructor espiritual y habló, sereno:
-
El Señor mandó decirte que, nombrándote para colaborar en la Obra
de redención, lo hizo porque confiaba en tu amor para con los
hermanos de la familia humana, y que, por eso , aún no te solicitó
el inventario de las criticas que por ventura te fueron hechas, y sí
te recomiendó tan solamente servir y trabajar.
En
ese instante, la primera claridad diurna paró, de frente, a la
vidriera. El medianero, de alma súbitamente beneficiada por una
nueva comprensión, miró el hilo de luz que había vencido las
tinieblas para calentarlo en silencio... Enseguida, pensó y pensó,
poco a poco invadido de un extraño júbilo… Desde entonces, el
Médium Espírita se olvidó de sí mismo y aprendió con el rayó
del Sol que su fuerza venía del Señor y que su felicidad se resumía
en servir y servir, trabajar y trabajar.
-Roberto Silveira- del Libro: Residente de la Vida - 5
Humberto de Campos & Chico Xavier
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