LA DESENCARNACIÒN
El hombre consciente de las realidades de la vida considera la desencarnación como irrecusable invitación a la anticipada preparación del viaje que, inevitablemente, realizara.
Cuidadosas estadísticas esclarecen que, en cada minuto, en la tierra, desencarnan 75 personas, en un total aproximado de 40 millones anualmente...
La barrera que oculta el Mundo Espiritual es muy frágil y se rompe inconscientemente, sonando para cada conciencia el instante propicio del despertar más allá del cuerpo.
Muchos, avisados sobre el Más Allá, desperdician excelentes ocasiones de crecimiento íntimo, abrigando la duda y la inseguridad en que se complacen, dementes e inquietos...
...Y despiertan más tarde, ligados a los hilos del pavor, en indescriptible estado de perturbación.
Muchos moribundos que disponen de voz, antes del gran coma, preparan despedidas y profieren adioses, presentando las “ultimas voluntades” con las cuales se vinculan, después de la partida, a los que tornaron cómplices al atenderlos, alargando la enfermedad en los tejidos sutiles del periespiritu y generando delicados procesos de obsesión pertinaz en los que quedaron.
Algunos que no pudieron expresar sus pensamientos atormentados del lecho de agonías, se remuerden en los arrepentimientos y tartamudean mentalmente, sin embargo...
Otros, ante el mensaje aviso desencarnatorio se preparan apresuradamente, para despejar la mente sombreada de remordimientos, exponiendo los errores en que incidieron y ruegan perdón... mientras tanto, si recuperan la salud por impositivo de la continuidad de las luchas en la forma física, retornan a los viejos sitios donde se complacían, recomenzando, ávidos, el comercio con la locura a que se entregaron...
Jesús, el Operario Incansable, llegando la hora del encuentro con Dios, no pronuncio en la Cruz, quejas o recriminaciones, lamentos o petitorios y estando tranquilo por la tarea bien cumplida “ entrego el Espíritu a las manos del Padre “, serenamente, inaugurando, luego, con su Resurrección Gloriosa tras el Túmulo, la Era nueva del espíritu inmortal.
Él nos quiso decir, que vivamos correcta conducta ante la desencarnación, porque también nosotros, resucitaremos después de la muerte.
El destino de casi todos en la Tierra es seguir arduo camino con los pies desgarrados por las piedras y las Azexas. Un Espíritu vestido de negro guía nuestros pasos, es el dolor, dolor santo, que debemos bendecir, pues solo él sacudiendo nuestro ser, le libera de las bajas inclinaciones y le hace apto para sentir lo que es verdaderamente noble y hermoso.
Estas enseñanzas hacen perder a la muerte todo carácter espantoso; la deja reducida a una transformación necesaria, a una renovación. En realidad nada muere. La muerte no es más que aparente. Solo la forma exterior cambia; el principio de la vida – el alma – continúa en su unidad permanente, indestructible.
Más Allá de la tumba, el alma, se recobra, ella y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones: luces, aspiraciones, virtudes, potencias, con las que se enriqueció durante sus existencias terrenas. He aquí los bienes imperecederos de que nos habla el Evangelio cuando nos dice: “Ni los gusanos ni el moho los corroen y los ladrones no pueden arrebatárnoslo”. Estas son las únicas riquezas que nos es posible llevar con nosotros y utilizar en la vida del porvenir.
El Cristianismo es la Religión de la Inmortalidad. Sin esta no se comprende la Misión de Jesús, no se puede absolutamente comprender su pensamiento Intimo.
La pérdida irreparable del Maestro consternaba el corazón de sus discípulos, cuando las potestades superiores rasgan el velo de la muerte y se aparece a Magdalena a descubrirle los misterios de la Vida del Más Allá en su pujanza.
Seguido a esta aparición, se manifiesta, también el recién muerto, que, demostrando así el proseguimiento de su existencia, recomienda, a su mediadora, dar cuenta a sus discípulos, de aquella manifestación, para que también así ellos se aseguraran, porque, como ya les había dicho, el discípulo debe ser como el Maestro. La Resurrección es la vida, y la Vida se manifiesta en el hombre y al hombre.
Jesús es la Vida porque se manifiesta vivo a los hombres para que los hombres comprendieran que el túmulo no es el fin: Jesús es la resurrección.
El espíritu vive, insistimos, la muerte no es más que una transformación para un estado mejor. No hay muerte, nadie se equivoque. Solo hay vida, donde quiera que se detenga el pensamiento.
De la descomposición pestilencial de la materia surgen multiplicadas formas complejas de vida. Muere el gusano en histólisis de desagregación para surgir la mariposa en histogénesis admirable...
Muere el semen para formar el cuerpo... muere el cuerpo para que se libere el espíritu, que del se utiliza como de un vehículo en peregrinación purificadora.
La muerte constituye, un dolor muy grande, cuando arrebata al ser querido, retirándolo de la convivencia y de la ternura de los que lo aman...
La ausencia del cuerpo no impide, la presencia del ser, desagregado en la forma, más, sin embargo, no destruido en la esencia.
Desencarnar es desembarazarse de la carne. Morir literalmente, significa cesar de vivir. Es un cambio de estado, la destrucción de una forma frágil que ya no proporciona a la vida las condiciones necesarias para su funcionamiento y su evolución.
El rompimiento del lazo fluídico que lo unía al cuerpo es la causa de la extinción de la vida orgánica. Esa separación nunca es brusca. El fluido periespiritual poco a poco se desprende de todos los órganos, la separación solo es completa y absoluta cuando no reste ningún átomo del periespiritu unido a una sola molécula del cuerpo.
Cuando comprendemos la vida futura, el temor de la muerte disminuye, aguardamos el fin con calma, resignados y serenamente. La certeza de la vida futura da otro curso a las ideas, otro hito al trabajo.
La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de reanudar las relaciones que tuviésemos en la tierra, de no perder un solo fruto de nuestro trabajo, de engrandecernos incesantemente en inteligencia, perfección, nos da paciencia para esperar y coraje para soportar las fatigas transitorias de la vida terrestre.
Él haber penetrado con el pensamiento en el mundo espiritual y haber hecho de la una idea lo más exacta posible, nos hace liberarnos del temor a la muerte.
Somos viajeros de la Eternidad realizando nuestro propio progreso de etapa en etapa, las experiencias vividas en cada jornada carnal establecen los mecanismos de la evolución, con referencia a la próxima, facilitándonos un interminable desarrollo.
Desde que fuimos creados, sufrimos las incesantes transformaciones que nos hacen surgir, rompiendo las mazmorras en que nos encarcelamos y crecemos buscando el destino eterno, que aun no nos es dado vislumbrar, por falta de recursos y aptitudes que nos capaciten al entendimiento, profundo.
Morimos o desencarnamos conforme hemos vivido. Nuestros pensamientos y actos son los tejedores responsables por el desenlace final del Espíritu del cuerpo.
El desprendimiento se verifica gradualmente y con una lentitud variable, según los individuos y las circunstancias de la muerte. Las ligaduras que unen el alma al cuerpo solo se rompen poco a poco, y tanto menos rápidamente cuanto más material y sensual fue la vida.
En el momento de la muerte, el alma esta en confusión, necesita de algún tiempo para reconocerse. Esta como aturdida, en el estado de un hombre que sale de un profundo sueño y que se esfuerza en darse cuenta de su situación. La lucidez de las ideas y la memoria de lo pasado le vuelven a medida que se borra la influencia de la materia de que acaba de desprenderse y que se disipa la especie de niebla que oscurece sus pensamientos.
El tiempo de la turbación que sigue a la muerte es muy variable; puede ser de algunas horas solamente, así como de muchos años. Es menos largo en aquellos, que cuando Vivian, se identificaron, con su estado futuro, porque comprendieron inmediatamente su situación, y más largo cuanto más apegados a la materia vivieron.
La sensación que experimentan en el momento de la muerte es variable también. La turbación que sigue a la muerte nada tiene de penoso para el hombre de bien; es como la que acompaña a un despertar apacible. Para aquel cuya conciencia no es pura y que tuvo más afecto a la vida material, que a la espiritual es desasosegada y llena de angustias que aumentan a medida que se va reconociendo, porque entonces se apodera del, el miedo y una especie de terror en presencia de lo que ve y sobre todo de lo que presiente.
En su nueva situación, el alma ve y oye lo que veía y oía antes de la muerte, pero ve y oye además cosas que se sustraían a la tosquedad de los órganos corporales; tiene sensaciones y percepciones que nos son desconocidas.
Se dice muchas veces, que la vida futura no se sabe lo que en ella pasa, porque nadie ha vuelto para relatarlo. Esto es un error, porque precisamente los que están allí son los que vienen a darnos sus instrucciones, y Dios le permite más que en otra época alguna, como advertencia ultima dada a la incredulidad y al materialismo.
Conversemos sobre la desencarnación con nuestra familia, sin sentimientos ridículos y sin indiferencia. Todos somos conscientes de que cada día nos estamos aproximando al ^más Allá.
La desencarnación de los seres queridos, tanto hoy como mañana, nos encontrara frente a frente. Es considerable el dolor, el desencanto o incluso la sorpresa que se deberán abatir sobre los corazones.
Nadie dudara del dolor que muestran los que conducen al sepulcro los despojos de los que rompieron los grilletes de la carne, dirigiéndose al país de la Verdad, despidiéndose de los vínculos de la materia.
Después de la muerte, los seres amados reciben, donde se encuentren vivos, los dardos de la rebelión negativa para ellos como también los recuerdos afables del amor.
El pensamiento es fuerza vital gravitando en el Universo. Es un imán poderoso, manteniendo su propia fuerza y atrae las ondas semejantes que en el se fijan o a las cuales se liga.
Por eso, debemos recordar a nuestros muertos con alegría y ternura, aunque nos parezca paranoico. La muerte no visita solo nuestro hogar. Pasa por todas las puertas, invariablemente.
Si amamos conforme decimos, debemos atestiguarlo con nobleza y no por medio de la insensatez. Una memoria que inspira desesperación, realmente no fue útil ni noble. Solamente el amor verdadero inspira ánimo y confianza, alegría y esperanza.
Si nos colocamos en el lugar de quien partió y consideramos la forma como nos sentiríamos si fuéramos la causa del infortunio de la persona que diciendo amarnos, piensa en huir, en vengarse, en abandonar la vida...
Reflexionaríamos mejor y transformaríamos el dolor en flores de alegría, conservando la certeza de que el mañana traerá nuestro reencuentro con aquel que amamos.
En la familia Cristiana, que aprendió las lecciones de la resurrección y de la vida de ultratumba, las ideas de la miente no deberán promover ninguna ruina, en la vivencia común, por la comprensión de que la vida persiste exuberante más allá de los lazos carnales.
El entendimiento de la muerte, que aprendemos a llamar – con el pensamiento espirita – la desencarnación, no hace más que dislocarnos de un sector para otro, o sea, de los tejidos de la densificada materia hacia la tejedura del Espíritu.
En la vida familiar, aprendemos a tener respeto para los que se van, sin que el dolor se incline hacia el ridículo excesivo, de los disparates emocionales. Evitaremos, pasadas las horas de tensión emocional y de amargura comprensible, que el sufrir se vuelva elástico, por medio de las evocaciones torturantes e inconsolables.
Cuando recordemos a los seres que partieron al más allá, busquemos los momentos de cariño, de trabajo, de alegrías, de amor, que con ellos hayamos convivido.
Cada vida es un libro abierto, rico de experiencias y lecciones de las cuales se pueden retirar provechosas enseñanzas para la realización interior. Aun en las existencias humanas más oscuras fluye un manantial de alto valor, si sabemos evaluar las realizaciones y sufrimientos, las luchas y renuncias, los esfuerzos y los silencios vividos para la adquisición de la felicidad, según el parecer de la criatura.
En un vetusto y noble hospital, había un paciente que llegaba a su fin, en el plano físico. En el pabellón de los indigentes, en un apartamento bien decorado, se debatía en las garras de la tuberculosis pulmonar, un señor de aproximadamente sesenta años.
Había un buen ambiente, en la habitación, con una amplia ventana abierta en la dirección del bosque, en la montaña, por donde entraba la claridad del día, todo contrastaba terriblemente con la psicosfera allí reinante, irrespirable, en la cual se movían Espíritus vicioso, ostentando mascaras de agresividad, con actitudes visiblemente hostiles. Confabulaban irónicos, y se referían al moribundo con animosidad no disimulada.
El señor era propietario de inmenso latifundio próximo. Heredero de una inmensa fortuna y grandes propiedades de tierra, ha vivido inconforme, ingiriendo vibraciones de baja calidad, a las que se hace merecedor, en razón de su temperamento irascible y rudo.
Internado casi cinco años, sin que la enfermedad pudiera ser vencida, pese a los cuidados de todos los que le asisten con el desvelo que su dinero puede comprar. Tirano domestico, torno en un continuo tormento la vida de la esposa y de los dos hijos, hoy adultos; hace ya bastante tiempo. El enfermo, veía la indiferencia de los suyos, reaccionando con cólera y mortificándose por no poder descargar, con su réplica, la maldad del inconformismo sobre aquellos que padecieron su imposición familiar. Se rebelaba ante la proximidad de su muerte, por el hecho, de dejar el inmenso patrimonio que preservara y aumentara con ambición y avaricia.
No obstante, sus dolores no se terminaran, cuando cesen los movimientos físicos, las presencias espirituales que lo rodeaban, son de pésima procedencia y tenían motivos para hacerlo.
Unos son adversarios personales de vivencias anteriores, otros fueron adquiridos en la actual encarnación, y otros, todavía proceden de simpatizantes y amigos de aquellos a quien él perjudicó más recientemente, que desean el exterminio del personaje odiado.
Sembrador de males, recoge ahora los primeros frutos amargos de su plantación. A pesar de las plegarias de las religiosas que le cercan de desinteresado cariño, conociéndole las flaquezas y defectos morales, no lucía la paz ni se encontraba esperanza... la alucinación se apodero de él, le hizo apartarse de Dios, de cualquier sentimiento religioso.
El enfermo en agonía, debatiéndose en la campana de oxigeno, la mirada enloquecida, la disnea violenta. Dejaba ver un hilo de sangre viva que le escurría por la comisura de los labios. La tos impertinente, cansina, le obligaba a expeler chorretones sanguíneos que le hacían revolcarse en punzante aflicción. Una religiosa oraba, mientras que una experimentada enfermera le asistía aguardando el momento final, ya próximo.
En razón de sus actitudes, nuestro enfermo pasó a sufrir el cerco de las entidades perversas que interferían en su comportamiento mental con las naturales reacciones psicológicas y humanas.
Las personas pasaron a lanzarle, flechazos mentales, deseándole la ruina, la infelicidad, la muerte. A medida que los minutos pasaban, el agonizante, daba muestras de mayor sufrimiento, padeciendo estertores y emitiendo pensamientos de ira mal contenida contra todos y todo.
El sudor abundante y el colapso periférico, con el entorpecimiento y el amoratar de las extremidades del cuerpo, denotaban que no podía más luchar, en cuanto que el Espíritu permanecía lucido, en la desbaratada fabrica mental, amarrándose a los despojos que se negaban al comando.
Uno de los más terribles obsesores que le afligía, le intentaba desgarrar del cuerpo. El desencarnado percibió que su hora había llegado y, aterrado bajo la asfixia, se debatía, intentando gritar, sin embargo, la tos ronca le venció con brutal hemoptisis, impidiéndole la respiración, victimándole definitivamente.
Comenzaba para el enfermo, un doloroso y prolongado periodo de reparación, en el cual el dolor desempeñará el papel que el no permitió fuese realizado por el amor. El tiempo, ese benefactor ignorado y paciente, se encargara de ajustar y poner en sus debidos lugares todo cuanto se encuentra en desconcierto y desequilibrio.
Conforme vivimos, así desencarnamos experimentando las presencias espirituales con los cuales nos afinamos y atraemos, de la misma forma que los sentimientos cultivados se transforman en amarras constrictoras o en alas de liberación.
La desencarnación es momento grave para todos los Espíritus que no practican el bien, felices aquellos que se dan cuenta de los deberes a ejecutar y se fatiguen en los esfuerzos por la edificación de la responsabilidad activa sin mecanismos exculpatorios o justificaciones livianas, destituidos de cualquier legitimidad...
Es razonable que comprendamos la sustancia de los actos que practicamos diariamente. Aunque estemos obedeciendo a ciertos reglamentos del mundo, que nos compelen a determinadas actitudes, es imprescindible examinemos la cualidad de contribución personal en el mecanismo de las circunstancias, porque es de ley de Dios que toda sembradura se desenvuelva.
El bien siembra la vida, el mal siembra la muerte. El primero es movimiento evolutivo en la escala ascendente hacia la Divinidad, el segundo es el estancamiento.
Solamente el bien puede conferir el galardón de la libertad suprema, representando la llave única susceptible de abrir las puertas sagradas del infinito al alma ansiosa.
Tengamos, pues, suficiente cuidado en nosotros, cada día, porque el bien o el mal, habiendo sido sembrado crecerá junto a nosotros, de conformidad con las leyes que rigen la vida.
Si la hora que vivimos en la tierra nos parece de sombra e inquietud, como aquellas que preceden a la muerte, debemos acordarnos de la ansiedad de las “mujeres piadosas de Jerusalén” en el camino del túmulo y no retrocedamos. La noche procede a la aurora y el día es más claro cuando la sombra es más densa.
Cercado de problemas y vestido de enfermedades, confiemos aun. El problema es el conquistar el cofre de la oportunidad, como la enfermedad le es impuesta por la vida tributa al hombre.
Dominados por la tensión o caídos en el desencanto hemos de reanimarnos y confiar, a pesar de ello. La tensión que nos conduce deberíamos conducirla nosotros y el desencanto que nos vence es nimbo que el viento de la confianza derrama y expulsa, dejando nuevamente claro el cielo de nuestra alma.
Si la incomprensión y la impiedad forjan trampas peligrosas en las cuales has sido prendido, ora, espera y confía así mismo. Quien viese al Maestro en la Cruz no diría que Él es el Gobernador Sublime de la Tierra. Mientras tanto en aquel lugar Su causa parecía inútil...
... y si por fin, la muerte, que vendrá un día, se acerca a nuestro domicilio carnal, rompiendo las paredes celulares que nos visten y el miedo, intenta adueñarse de los paneles de nuestra mente, no temamos, confiemos siempre. Luego, después, resplandecerá invencible la madrugada de luz y resurgiremos de las cenizas, siguiendo al Resurgido, por el camino hermoso y profundo de la Excelsa Galilea Espiritual...
Anotemos las dificultades y engaños de hoy, hagamos una lista y comencemos, ahora, una cerrada campaña contra ellos, venciéndoles lenta y seguramente.
No nos autosugestionemos de que no mejoraremos, antes de intentarlo o aún después de comenzar repitiendo la experiencia provechosa hasta el cansancio o más allá del agotamiento.
A veces, la tentativa que no se hizo, sería exactamente la de la victoria...
Comencemos ahora, hagamos ánimo y prosigamos valerosos.
Ignoramos cuando sonará el momento de la desencarnación, y cuando llegue no seamos uno de esos incansables muertos.
La existencia en la Tierra es un libro que estamos escribiendo y cada día añadimos en el una página.
Cada hora es una afirmación de nuestra personalidad, a través de las personas y de las actuaciones que nos buscan. No menospreciemos la oportunidad de crear epopeya de amor alrededor de nuestro nombre.
Las buenas obras son frases de luz que dirigimos a la Humanidad entera.
En cada respuesta a los demás, en cada gesto hacia los semejantes, en cada manifestación de nuestros puntos de vista y en cada demostración de nuestra alma, grabamos, con tinta perenne, la historia de nuestro pasaje.
En las impresiones que producimos, se yergue el libro de nuestro testimonios.
La muerte es la gran coleccionadora que recogerá las hojas esparcidas de nuestra biografía, grabada por nosotros mismos, en las vidas que nos rodean.
No despreciemos la compañía de la indulgencia, a través de la senda que el Señor nos dio a trillar.
Hagamos un área de amor alrededor del propio corazón, porque solo el amor es suficientemente fuerte y sabio para orientarnos en la escritura individual, convirtiéndonos en compendios de auxilio y esperanza para cuantos nos siguen los pasos.
Vivamos con Jesús, en la intimidad del corazón, no nos alejemos de Él en las acciones de cada día y el libro de nuestra vida se convertirá en un poema de felicidad y en un tesoro de bendiciones.
Trabajo extraído por Merche de diversos libros espiritas.
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La existencia en la Tierra es un libro que estamos escribiendo y cada día añadimos en él una página.
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EL SUEÑO MAGNÉTICO
En el seno de nuestra Asociación, se ejercitan, se practican, diversas sensibilidades mediúmnicas como la escritura automática, la escritura intuitiva, la oui-ja, la incorporación, la clarividencia mediúmnica y la mediumnidad artística. Igualmente, el sueño magnético es una de esas facultades que permiten a los espíritus deseosos de manifestarse, transmitir un mensaje. Yo ejerzo la clarividencia mediúmnica desde 1987, y en 1994 los espíritus me pidieron que trabajara el sueño magnético, primero dentro de las sesiones llamadas experimentales, a fin de desarrollar esta percepción. ¿Por qué estas sesiones experimentales?. Ellas tienen mucha importancia, pues permiten desarrollar una sensibilidad, una facultad, ya sea mediúmnica o no mediúmnica, dentro de un grupo que tranquiliza, que rodea, que acompaña y que aporta la serenidad y la comprensión necesarias en la dificultad del desarrollo a realizar. Este trabajo experimental es más o menos largo según las personas, y cuando los espíritus consideran que este ejercicio ha terminado, informan entonces a el, o la, espírita que es tiempo de comenzar a ejercer su facultad en forma operativa. Participé pues en estas sesiones experimentales durante varios meses, después de lo cual el espíritu me pidió que asistiera a las sesiones junto a los espíritas de la Asociación. ¿Cuál es la función del sueño magnético? El sueño magnético le permite al médium, ya sea ir al encuentro de espíritus, o hacer una lectura de vida pasada respecto a un espírita. Fue en esta última forma que se me pidió que trabajara primero.
La lectura de vidas pasadas
En este caso preciso, el espíritu del médium no está completamente desincorporado, sino sólo en parte, para percibir las informaciones a ser transmitidas. Esta percepción de una vida pasada, es posible gracias a la presencia de la persona interesada en la sesión. En efecto, ésta conserva todo su pasado reencarnacionista en el interior de sus células periespirituales que tienen una función memorizante y que, por su movimiento, emiten una energía vibratoria que puede ser captada por un sujeto sensible.
Para efectuar esta lectura de vida, necesito un soporte, como en clarividencia, donde trabajo sobre fotos. El soporte utilizado es un cuadro o un dibujo mediúmnico (destinado a un espírita), que previamente debe haber sido objeto de una clarividencia por otro médium, clarividencia que precisa que debe realizarse una lectura de vida pasada.
Durante la sesión, creo un vínculo telepático de algunos minutos con la obra pictórica, mirándola, concentrándome sobre la imagen. Luego, con la presencia de un magnetizador, recibo un aporte magnético de varios minutos bajo la forma de pases especiales, lo cual me permite colocarme en un estado particular de percepción. El magnetismo actúa directamente sobre mis células periespirituales. Mi periespíritu entra entonces en una fase vibratoria particular y aporta una cierta relajación al cuerpo físico, un relajamiento que se expresa igualmente a nivel de mi espíritu, llevándolo a un estado de somnolencia.
Es un sueño relativo que no se compara con el sueño fisiológico. Cuanto más ejercita el sujeto esta facultad, más entrará en una forma de inconsciencia que le hace olvidar el entorno presente.
Mi espíritu, acompañado por mi periespíritu, sale parcialmente de mi cuerpo físico para percibir los elementos de la vida pasada en cuestión. Como en la clarividencia mediúmnica, la recepción de las informaciones a dar se hace bajo la forma de imágenes y sensaciones. Es como una película que se desarrolla delante de mí, yo soy parte integrante de esa película y siento percepciones semejantes a las que sentimos en la vida física. No domino el fenómeno, yo no me dirijo automáticamente hacia la vida pasada señalada. En efecto, soy ayudada por los espíritus guías que me dirigen y acompañan la percepción, dándome únicamente las informaciones que desean transmitir y provocando el despliegue de imágenes que corresponden a la parte de la vida que debe ser narrada. El objetivo es dar el, o los, elementos importantes de la vida pasada, susceptibles de ayudar a la persona involucrada a comprenderse mejor en la vida presente, pues hoy somos psicológicamente el resultado de nuestras vidas pasadas. Son los espíritus los que dirigen la manifestación, según las informaciones que consideran útil comunicar. Estoy pues en estado de percepción, de recepción pasiva, no soy yo quien va en busca de las informaciones, simplemente recibo lo que se me envía. Extracto de mensaje: “Veo un espíritu delante de mí. Es el guía de D. Es reconocible con su peluca larga y ensortijada y sus finos bigotes. Lleva una camisa de pechera y con mangas anchas. Me toma la mano y nos encontramos frente a una inmensa pantalla. Me muestra la pantalla.
Veo niños jugando. Hay tres niñitas. Llevan vestidos que les caen más abajo de los tobillos. Sobre la cabeza llevan un gorro de algodón tejido que se cierra debajo del mentón con una borla. La más joven de las tres, que tiene unos tres años, ya da muestras de un carácter firme. Cuando no está de acuerdo, lanza piedras y patea el suelo. Tengo la impresión de que estamos en el campo. Veo gansos, gallinas y una charca. Es como una granja grande, pero es más grande que una granja. La familia que la habita, depende de un señor que vive no lejos de allí. El padre administra los campos y el ganado. El padre es una suerte de estanciero, pero no un simple granjero. La casa al menos es bastante rica, imponente. No son nobles. El padre ha seguido al señor en algunas batallas y, por su valentía, ha obtenido tierras y cierta libertad de la que gozan él y su familia. Veo a tres niñas de unos seis, ocho y tres años. Veo también a un muchacho un poco mayor, de unos doce años. Esta familia no vive en el lujo, son felices con lo que tienen.
Pasan los años, los niños crecen. La más pequeña, es D. Ahora tiene unos ocho o nueve años. Su madre está enferma, está en cama. D. no comprende bien lo que sucede, pero desde su poca edad, siente que es grave. La familia está desamparada, la fiebre que sufre la madre se agrava, está en cama continuamente. La religión es un punto fuerte en la casa. La familia es muy practicante. Es necesario rezar, rezar para devolver la salud a la madre, hay que rezar a Dios, hay que rezar a Jesús que hace milagros. Veo a los niños de rodillas a los pies de la cama de su madre, los veo rezar, recitar oraciones, levantar los ojos hacia el crucifijo que está encima de la cama. Eso dura varios días. La vida está como detenida, por así decirlo, el silencio reina en la casa. Sólo se oyen las oraciones.
El padre de D. no sabe qué hacer, está perdido. Ha hecho venir a un médico que tampoco puede gran cosa. Ha hecho venir al cura de la aldea vecina que ha venido con su Biblia, su crucifijo y que reza como ellos alrededor de la cama. Desgraciadamente, la mamá fallece. Todo el mundo está deshecho…”
Desde hace ahora dos años, realizo lecturas de vidas pasadas, sin soporte particular y, por supuesto, a pedido de los espíritus que nos guían.
La recepción de mensajes
Paralelamente a esta función de lectura de vidas pasadas, desde 2003, practico el sueño magnético para ir al encuentro de espíritus que tienen un mensaje que transmitir, todo se produce, por ejemplo, durante una sesión de escritura automática. Estoy acompañada por espíritus guías, que están allí para tranquilizarme y conducirme hacia el, o los, espíritus que desean manifestarse a través de este tipo de sensibilidad. Siento en mi alma el pensamiento del espíritu que se comunica conmigo y lo transmito a medida que se va imponiendo.
Igualmente, en este tipo de sesión, los pases magnéticos permiten al sujeto caer en una suerte de somnolencia y luego a su espíritu acompañado por su periespíritu salir de su cuerpo físico para encontrarse entonces con el, o los, espíritus.
Extracto de mensaje: “Veo a un espíritu llegar a mí. Es como si descendiera hacia mí. Es luminoso. Es una mujer, lleva una túnica blanca, larga, con mangas anchas. Hay una luz que se desprende de ella. Oigo cantar, veo imágenes, las calles de París de los años ‘50, y escucho: «Saint-Germaindes-Prés».
Es el espíritu Cora Vaucaire. Está sonriente, serena. Me dice: «La canción me ha llevado toda mi vida, también me ha llevado hacia este más allá que hoy es el mío. He encontrado muchos espíritus, entre otros he encontrado a quien, para mí, era un maestro, un guía, en su pensamiento, en su poesía. Quiero hablar de Louis Aragon. Me han recibido como a la salida de un recital, aplaudían, sonreían, brillaban. Me esperaban, hacían círculo a la salida del túnel. Lo crucé deslizándome, dejándome llevar. ¡No quedé muy sorprendida por lo que descubría! No podía interrumpir, de cuando vivía, al aniquilamiento del pensamiento creador. ¡Forzosamente debía seguir existiendo! Hoy vivo, sobrevivo, continúo, soy feliz. Mi corazón palpita con esta nueva felicidad, mi corazón vibra con esta realidad que comienzo a percibir. Saben, la canción, ustedes lo saben, es también un mensaje, un mensaje impregnado de filosofía, impregnado de poesía, impregnado de una realidad combativa que debe permitir al espíritu encarnado reflexionar sobre su naturaleza, sobre su condición y debe ayudarle en su reflexión. ¡Si supieran lo feliz que soy! Nada se pierde, todo continúa… » Cora Vaucaire me hace una seña con la mano. No sé por qué veo la imagen del Molino Rojo.”
Los espíritus pueden manifestarse bajo múltiples formas, utilizando así diferentes sensibilidades que corresponden a ciertas formas de manifestación. Esta diversidad no implica ninguna jerarquía en las funciones mediúmnicas, por el contrario, existe para probar la supervivencia del alma dentro de la multiplicidad de las manifestaciones.
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ARCHIVO MENTAL
¿Qué tipo de informaciones alimenta su archivo mental?
Si aun no había pensado en eso, vale la pena meditar sobre el asunto, pues es de su bagaje mental de lo que depende su paz intima.
¿Cuándo abre el periódico, por la mañana temprano, que es lo que acostumbra a leer primero?¿Las buenas noticias, la pagina policial, los deportes?
¿Si llega a una sala de espera y percibe sobre la mesa varios tipos de revistas, cuál de ellas elige usted?
¿Al encender la Tv, que tipo de programa le gusta?
¿Al navegar por internet, que asuntos son de su preferencia?
¿En los acontecimientos diarios, en las escenas que presencia, en los paisajes que ve, que es lo que usted acostumbra a observar con más atención y guarda en su archivo mental?
Tal vez esto le parezca sin importancia, más, en verdad, de todo eso dependen sus actitudes, sus emociones, su vida.
Como es usted, lo que piensa y siente, todas sus reacciones dependen de las informaciones que acumula en el día a día.
Si acostumbra guardar siempre la parte buena, positiva, noble, cuando alguna situación le pilla de sorpresa, actuará con lucidez, tranquilidad y nobleza.
En cambio, si al contrario, procura alimentar su mente con las desgracias, los hechos negativos, los desequilibrios y las desarmonías humanas, tendrá una reacción correspondiente a su ambiente mental.
Siendo así, si desea mantener, en cualquier situación, la armonía intima, es saludable buscar alimentación condicente con sus propósitos.
Cuando abra el periódico, lea alguna cosa que le ofrezca alguna lectura agradable, sana.
Si puede elegir entre varias revistas, opte por aquella que le posibilite reflexiones nobles, que le enriquezcan los conocimientos acerca de la vida.
Si tiene tiempo para navegar por internet, no se detenga en las páginas de tenor deprimente o de contenido dudoso. No haga de sus archivos mentales una basura.
Busque detenerse en las mejores imágenes que componen el paisaje por donde pasa.
Piense que los problemas existen, que las miserias humanas son una realidad, que los hechos deprimentes contaminan la Tierra.
Más considere también que, si usted no puede cambiar una situación, no hay motivo para cargarla en su archivo mental.
Por esa razón, busque siempre la mejor parte.
Al levantarse por la mañana, mire a su alrededor lo que tiene de mejor.
Observe el amanecer, los colores que la naturaleza traza, los paisajes que el día le ofrece.
Contemple la luna, aun mismo sabiendo que bajo la luz lunar existe la violencia, la injusticia, el dolor…
Admire la puesta del sol, aunque tema a los peligros que surgen en la oscuridad.
Observe con atención el invierno, aun mismo que el paisaje no le parezca agradable, pues la vida que duerme para surgir, aun más exuberante, con la primavera.
Deténgase un poco para observar la sonrisa de un niño, aun mismo que la negligencia con la infancia sea una realidad.
Actuando así, al final de cada día usted tendrá una buena razón para agradecer por las oportunidades vividas.
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Su vida íntima es alimentada, básicamente, por todo aquello que usted más valoriza.
Siendo así si desea nutrir la esperanza, alimente su intimidad con los valores nobles.
Y, si usted quiere construir la paz, enaltézcala con el alimento correspondiente eligiendo siempre la parte buena de todo lo que lo rodea.
Celia Xavier Camargo (Errores y Aciertos)
Redacción de Momento Espirita
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