El mundo de los fluidos, más que otro alguno,
está sometido a las leyes de la atracción. Por
la voluntad atraemos hacia nosotros fuerzas
la voluntad atraemos hacia nosotros fuerzas
buenas o malas, en armonía con nuestras ideas
y nuestros sentimientos. Puede hacerse de ella un uso terrible, pero
el que se sirve del poder magnético para el mal, tarde o templano lo
verá revolverse contra él.
La influencia perniciosa ejercida sobre los demás bajo la forma de
sortilegios, mal de ojo, maleficios, vuelve fatalmente hacia aquel que
la ha generado.
En hipnotismo como en magnetismo, si el operador no tiene un
carácter recto, si sus intenciones no son puras, la experimentación
será peligrosa tanto para él como para el sujeto.
No entréis, pues, en este terreno sin caridad y sin pureza de
corazón.
No pongáis jamás en movimiento las fuerzas magnéticas sin
acompañarlas de ferviente oración y de un pensamiento de amor
sincero hacia nuestros semejantes.
De esta manera pondréis vuestros fluidos en armonía con el
dinamismo divino, y su acción será más eficaz y más profunda.
Por el magnetismo elevado, el de los grandes terapeutas y de los
iniciados, el pensamiento se ilumina; bajo la influencia de lo alto, los
nobles sentimientos se exaltan; nos sentimos penetrados de una
sensación de calma, de fuerza, de serenidad; el alma siente
desvanecerse poco a poco todas las pequeñeces del yo humano y
reaparecer, las cualidades superiores de su naturaleza.
Al mismo tiempo que aprende la abnegación en favor del bien y
de la salvación de los demás,siente despertarse en ella poderes
desconocidos...
¡Que el magnetismo del bien se desarrolle en la Tierra por las
aspiraciones generosas y la elevación de las almas! Acordémonos de
que toda idea contiene en germen su realización,......y sepamos
comunicar a nuestras vibraciones fluídicas la radiación de altos y
nobles pensamientos....¡Que una poderosa corriente ligue entre sí a
las almas terrenas y las una a sus hermanas mayores del espacio!
Entonces, las malas influencias, que retardan la marcha y el progreso
de la Humanidad, se desvanecerán bajo las radiaciones del espíritu
de sacrificio y de amor.
León Denis - En lo invisible
**************************
POR LA PAZ, POR LA JUSTICIA
¡Qué bueno es amar!
Me dicen los Espíritus que si aún permanezco en la Tierra, a pesar de mi
avanzada edad, mis continuas dolencias y mi lucha incesante para poder
vivir bajo techado y alimentar mi cuerpo enfermizo, es porque tengo que
escribir mucho todavía para consolar y complacer a todos aquellos que
me dirijan preguntas, en las cuales yo comprenda que tienen sed de
verdad los que me piden consejos y luz espiritual.
Hace algunos días que me escribió una señora espiritista, diciéndome lo
siguiente:
"Querida Amalia: por un acto inhumano, muy vulgar por desgracia en nuestra humanidad, han
colocado en mis manos a un niño recién nacido, al cual estoy criando con biberón. Lo dejaron
a la puerta de mi casa en un día de los más fríos del pasado invierno. Emocionada por tan
trascendental hallazgo, no me he cuidado de averiguar nada de lo que espiritualmente se
relaciona con él. Más tranquila y reflexionando sobre el caso, me inducen a que te pregunte,
por si tuvieras la bondad de investigarlo, porque ¡ le amo tanto !...
"Cuando me creí sola e infecunda, viene este ser con sus sonrisas a iluminar mi hogar y a
cerrar con sus besos las hondas heridas de mi corazón, heridas producidas por los rudos golpes
de la vida. Ha venido tan a tiempo este niño a pedirme mis cuidados y mi amor, que quisiera
que uno de los destellos del padre Germán me orientara, sin que sea mi ánimo saciar pueril
curiosidad, sino el buen propósito de redoblar más mi amor hacia este ser por el cual estoy
dispuesta a sacrificarme hasta conseguir criarlo e instruirle en los consoladores principios que
a ti y a mí nos alientan y nos sostienen en la ruda batalla de la vida.
"¿Este niño es Espíritu de prueba? Si lo es, bienvenido sea, así venga a purificar con ello su
Espíritu y el mío.
"¿Viene a cumplir algún encargo de la Ley Suprema? Bendito sea Dios que me concede esta
gracia, y si estamos unidos por anteriores existencias, y la simpatía lo ha traído hasta mi regazo,
yo seré su madre más solicita, puesto que en mi corazón sentía la imperiosa necesidad de
exteriorizar los puros y maternales sentimientos de los cuales están poseídas todas las mujeres,
exceptuando algunas infelices a las que hay que compadecer.
"La madre que ha separado de su lado a este niño, privándole de su maternal calor, me inspira
una profunda compasión y respeto los secretos que le hayan obligado tal vez a desprenderse de
su hijo.
"Espero la tuya con ansia y te lo repito, no es la curiosidad la que me guía, es que a mí me
parece que este niño es mío, mío, sí; ¡ lo quiero tanto !...".
* * *
Como es natural, me interesó vivamente el contenido de la carta anterior, y en cuanto tuve
ocasión oportuna pregunté a un Espíritu sobre dicho asunto, obteniendo la siguiente
comunicación:
"Veo que continuamente te dirigen preguntas sobre asuntos interesantes, y tú, con la mejor
voluntad, nos preguntas a nosotros, estableciéndose así la comunicación directa entre los
vivos y los muertos, relaciones que han existido de toda eternidad, pero que ahora se han
vulgarizado gracias al progreso realizado en todas las clases sociales, que han hecho perder
su preponderancia a los iniciados en los misterios divinos, descendiendo de su alto pedestal
los grandes sacerdotes que guardaban en sus templos las revelaciones de los Espíritus, los
que siempre han comunicado con los terrenales, porque es precisa esa relación directa entre
los que os creéis vivos y los que llamáis muertos.
"No es aún la comunicación ultraterrena la que será con el transcurso de los siglos; es aún
muy defectuosa, por tener que hacerse varias transmisiones, porque a veces el Espíritu
comunicante transmite la comunicación que le da otro Espíritu, y al repetirla al médium éste
da cuenta de lo que le dicen y ya es la tercera transmisión, pero algo es algo: todo lo grande
principia por la unión de los átomos, como sucede con los mundos. De igual manera la
comunicación entre los habitantes de la Tierra y los moradores del Espacio ha tenido su
comienzo con manifestaciones de escasa importancia (al parecer) con golpes, movimientos de
objetos, ruidos extraños, luces movibles, que han tenido necesariamente que llamar la
atención de los más indiferentes, haciendo pensar a los hombres sensatos que han tenido que
fijarse en aquellos fenómenos y decir: la nada, nada produce. Estos ruidos, estos golpes,
estos focos luminosos que brotan en diversos puntos, son efectos de alguna causa, y de una
causa inteligente; y han preguntado, han indagado, han inquirido, hasta obtener lo que ya
tenéis: conversaciones sostenidas con Espíritus; muy interesantes, muy instructivas algunas de
ellas, por más que los medios de que ahora disponéis son muy imperfectos, muy deficientes,
pero ya llegará la época en que no se necesiten mediadores entre vosotros y nosotros; cada
cual hablará con sus deudos, con sus discípulos directamente. ¿Cómo? ¿De qué manera?
¿Hablando? ¿Escribiendo? ¿Apareciendo con la última envoltura que usó en la Tierra? Los
detalles son lo de menos, el hecho positivo es de lo que menos nos debemos ocupar; pero,
mientras llega esa época dichosa de la comunicación directa, preciso es que os conforméis con
las transmisiones actuales. Decía uno de vuestros célebres escritores que una obra traducida
le parecía un papiro de Flandes vuelto al revés. Esto puede aplicarse a la mayor parte de las
comunicaciones que recibís de ultratumba, pero todo necesita su trabajo y su tiempo para ser
apreciado en su justo valor. Sigue por lo tanto preguntando a los Espíritus el porqué de
muchos acontecimientos que os sorprenden y despiertan vuestro más vivo interés, y presta
consuelo a muchos que lloran en la oscuridad.
"Una mujer que soñaba con ser madre te pregunta si el niño que dejaron a la puerta de su
casa ha sido alguna vez algo suyo; puedes decirle que sí: que ha sido carne de su carne y
hueso de sus huesos. En la última encarnación, en la que perteneció a la nobleza, engañada y
seducida por un magnate que no le podía dar su nombre porque ya se lo había dado a otra
mujer, al comprender ella que iba a ser madre, confío el secreto de su deshonra a su hermano
mayor, y éste, compadecido de su infortunio, la llevó lejos de su patria, y en un lugarejo
escondido entre montañas asistió a su alumbramiento, y cogiendo al recién nacido lo hizo
llevar a un asilo benéfico, lo arrojó al montón de los niños sin nombre, y la joven madre, por
más que le pidió de rodillas que le devolviera a su hijo, aunque la dejase abandonada en
medio de la calle, rogó inútilmente. Volvió a su palacio con el corazón hecho trizas; no podía
ver a un niño pequeñito sin que fuera acometida de horribles convulsiones, y todo el tiempo
que permaneció en la Tierra lloró por su hijo y murió llamándole. Cuando en el Espacio se dio
cuenta que vivía, encontró a su hijo perdido y olvidó con sus caricias todo cuanto había
sufrido, prometiéndole ser su guía, y que en premio de su constante recuerdo tendría más
tarde en sus brazos al niño perdido, quien en cumplimiento de su expiación llevaba ya muchas
encarnaciones siendo arrojado del seno materno; tenía que ser amado por caridad, por
compasión; no era digno, por sus hechos pasados, de reposar tranquilo en los brazos de una
madre amorosa. Por eso en su actual existencia lo dejaron abandonado, sin recomendación
alguna, pero como era acreedora a ser madre la que en su encarnación anterior no pudo serlo
más que en el tiempo de su gestación, hoy le entregan a su hijo de ayer, para que su alma
pueda gozar de las inefables delicias maternales. Merece ser madre, por eso ha recobrado a su
hijo, porque durante muchos años le llamó en su sueño y en sus horas de vigilia, y en
memoria suya vistió a muchos huérfanos y amparó a innumerables desvalidos; que recoja la
cosecha de su siembra de ayer; que ame a ese huerfanito, que para que le ame, le guíe y le
eduque y le instruya se lo han entregado; que goce en su buena hora, que amparar a los
huérfanos es la acción más meritoria y que más puede engrandecer al Espíritu.
"Adiós".
* * *
¡Qué historia tan conmovedora y tan interesante! Contenta quedará la mujer generosa que ha
recogido en sus brazos al pequeño naufrago, que en el mar de la vida, a merced de las olas,
a no ser por ella hubiera muerto ante las rocas de la caridad oficial, que almacena niños, como
decía Eusebio Blasco, para dejarlos morir de hambre.
¡ Dichosas las almas buenas que saben amar!
¡Qué bueno es amar!
Me dicen los Espíritus que si aún permanezco en la Tierra, a pesar de mi
avanzada edad, mis continuas dolencias y mi lucha incesante para poder
vivir bajo techado y alimentar mi cuerpo enfermizo, es porque tengo que
escribir mucho todavía para consolar y complacer a todos aquellos que
me dirijan preguntas, en las cuales yo comprenda que tienen sed de
verdad los que me piden consejos y luz espiritual.
Hace algunos días que me escribió una señora espiritista, diciéndome lo
siguiente:
"Querida Amalia: por un acto inhumano, muy vulgar por desgracia en nuestra humanidad, han
colocado en mis manos a un niño recién nacido, al cual estoy criando con biberón. Lo dejaron
a la puerta de mi casa en un día de los más fríos del pasado invierno. Emocionada por tan
trascendental hallazgo, no me he cuidado de averiguar nada de lo que espiritualmente se
relaciona con él. Más tranquila y reflexionando sobre el caso, me inducen a que te pregunte,
por si tuvieras la bondad de investigarlo, porque ¡ le amo tanto !...
"Cuando me creí sola e infecunda, viene este ser con sus sonrisas a iluminar mi hogar y a
cerrar con sus besos las hondas heridas de mi corazón, heridas producidas por los rudos golpes
de la vida. Ha venido tan a tiempo este niño a pedirme mis cuidados y mi amor, que quisiera
que uno de los destellos del padre Germán me orientara, sin que sea mi ánimo saciar pueril
curiosidad, sino el buen propósito de redoblar más mi amor hacia este ser por el cual estoy
dispuesta a sacrificarme hasta conseguir criarlo e instruirle en los consoladores principios que
a ti y a mí nos alientan y nos sostienen en la ruda batalla de la vida.
"¿Este niño es Espíritu de prueba? Si lo es, bienvenido sea, así venga a purificar con ello su
Espíritu y el mío.
"¿Viene a cumplir algún encargo de la Ley Suprema? Bendito sea Dios que me concede esta
gracia, y si estamos unidos por anteriores existencias, y la simpatía lo ha traído hasta mi regazo,
yo seré su madre más solicita, puesto que en mi corazón sentía la imperiosa necesidad de
exteriorizar los puros y maternales sentimientos de los cuales están poseídas todas las mujeres,
exceptuando algunas infelices a las que hay que compadecer.
"La madre que ha separado de su lado a este niño, privándole de su maternal calor, me inspira
una profunda compasión y respeto los secretos que le hayan obligado tal vez a desprenderse de
su hijo.
"Espero la tuya con ansia y te lo repito, no es la curiosidad la que me guía, es que a mí me
parece que este niño es mío, mío, sí; ¡ lo quiero tanto !...".
* * *
Como es natural, me interesó vivamente el contenido de la carta anterior, y en cuanto tuve
ocasión oportuna pregunté a un Espíritu sobre dicho asunto, obteniendo la siguiente
comunicación:
"Veo que continuamente te dirigen preguntas sobre asuntos interesantes, y tú, con la mejor
voluntad, nos preguntas a nosotros, estableciéndose así la comunicación directa entre los
vivos y los muertos, relaciones que han existido de toda eternidad, pero que ahora se han
vulgarizado gracias al progreso realizado en todas las clases sociales, que han hecho perder
su preponderancia a los iniciados en los misterios divinos, descendiendo de su alto pedestal
los grandes sacerdotes que guardaban en sus templos las revelaciones de los Espíritus, los
que siempre han comunicado con los terrenales, porque es precisa esa relación directa entre
los que os creéis vivos y los que llamáis muertos.
"No es aún la comunicación ultraterrena la que será con el transcurso de los siglos; es aún
muy defectuosa, por tener que hacerse varias transmisiones, porque a veces el Espíritu
comunicante transmite la comunicación que le da otro Espíritu, y al repetirla al médium éste
da cuenta de lo que le dicen y ya es la tercera transmisión, pero algo es algo: todo lo grande
principia por la unión de los átomos, como sucede con los mundos. De igual manera la
comunicación entre los habitantes de la Tierra y los moradores del Espacio ha tenido su
comienzo con manifestaciones de escasa importancia (al parecer) con golpes, movimientos de
objetos, ruidos extraños, luces movibles, que han tenido necesariamente que llamar la
atención de los más indiferentes, haciendo pensar a los hombres sensatos que han tenido que
fijarse en aquellos fenómenos y decir: la nada, nada produce. Estos ruidos, estos golpes,
estos focos luminosos que brotan en diversos puntos, son efectos de alguna causa, y de una
causa inteligente; y han preguntado, han indagado, han inquirido, hasta obtener lo que ya
tenéis: conversaciones sostenidas con Espíritus; muy interesantes, muy instructivas algunas de
ellas, por más que los medios de que ahora disponéis son muy imperfectos, muy deficientes,
pero ya llegará la época en que no se necesiten mediadores entre vosotros y nosotros; cada
cual hablará con sus deudos, con sus discípulos directamente. ¿Cómo? ¿De qué manera?
¿Hablando? ¿Escribiendo? ¿Apareciendo con la última envoltura que usó en la Tierra? Los
detalles son lo de menos, el hecho positivo es de lo que menos nos debemos ocupar; pero,
mientras llega esa época dichosa de la comunicación directa, preciso es que os conforméis con
las transmisiones actuales. Decía uno de vuestros célebres escritores que una obra traducida
le parecía un papiro de Flandes vuelto al revés. Esto puede aplicarse a la mayor parte de las
comunicaciones que recibís de ultratumba, pero todo necesita su trabajo y su tiempo para ser
apreciado en su justo valor. Sigue por lo tanto preguntando a los Espíritus el porqué de
muchos acontecimientos que os sorprenden y despiertan vuestro más vivo interés, y presta
consuelo a muchos que lloran en la oscuridad.
"Una mujer que soñaba con ser madre te pregunta si el niño que dejaron a la puerta de su
casa ha sido alguna vez algo suyo; puedes decirle que sí: que ha sido carne de su carne y
hueso de sus huesos. En la última encarnación, en la que perteneció a la nobleza, engañada y
seducida por un magnate que no le podía dar su nombre porque ya se lo había dado a otra
mujer, al comprender ella que iba a ser madre, confío el secreto de su deshonra a su hermano
mayor, y éste, compadecido de su infortunio, la llevó lejos de su patria, y en un lugarejo
escondido entre montañas asistió a su alumbramiento, y cogiendo al recién nacido lo hizo
llevar a un asilo benéfico, lo arrojó al montón de los niños sin nombre, y la joven madre, por
más que le pidió de rodillas que le devolviera a su hijo, aunque la dejase abandonada en
medio de la calle, rogó inútilmente. Volvió a su palacio con el corazón hecho trizas; no podía
ver a un niño pequeñito sin que fuera acometida de horribles convulsiones, y todo el tiempo
que permaneció en la Tierra lloró por su hijo y murió llamándole. Cuando en el Espacio se dio
cuenta que vivía, encontró a su hijo perdido y olvidó con sus caricias todo cuanto había
sufrido, prometiéndole ser su guía, y que en premio de su constante recuerdo tendría más
tarde en sus brazos al niño perdido, quien en cumplimiento de su expiación llevaba ya muchas
encarnaciones siendo arrojado del seno materno; tenía que ser amado por caridad, por
compasión; no era digno, por sus hechos pasados, de reposar tranquilo en los brazos de una
madre amorosa. Por eso en su actual existencia lo dejaron abandonado, sin recomendación
alguna, pero como era acreedora a ser madre la que en su encarnación anterior no pudo serlo
más que en el tiempo de su gestación, hoy le entregan a su hijo de ayer, para que su alma
pueda gozar de las inefables delicias maternales. Merece ser madre, por eso ha recobrado a su
hijo, porque durante muchos años le llamó en su sueño y en sus horas de vigilia, y en
memoria suya vistió a muchos huérfanos y amparó a innumerables desvalidos; que recoja la
cosecha de su siembra de ayer; que ame a ese huerfanito, que para que le ame, le guíe y le
eduque y le instruya se lo han entregado; que goce en su buena hora, que amparar a los
huérfanos es la acción más meritoria y que más puede engrandecer al Espíritu.
"Adiós".
* * *
¡Qué historia tan conmovedora y tan interesante! Contenta quedará la mujer generosa que ha
recogido en sus brazos al pequeño naufrago, que en el mar de la vida, a merced de las olas,
a no ser por ella hubiera muerto ante las rocas de la caridad oficial, que almacena niños, como
decía Eusebio Blasco, para dejarlos morir de hambre.
¡ Dichosas las almas buenas que saben amar!
Tomado de Hechos que Prueban - Amalia Domingo Soler
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¿ESTÁ DIOS EN LOS
CENTROS ESPIRITAS?
Los espiritas también somos hijos de Dios, y contrariamente
a cómo piensan los sacerdotes, pastores, las catequistas y
las más altas autoridades cristianas, de que el Espiritismo es de invención diabólica y al
Centro Espirita como la casa del diablo, poco a poco, comenzó a caer en gracia. Pero,
durante el correr del tiempo, esa situación ingrata se fue modificando. Las artimañas
del diablo fueron venciendo gradualmente a los escrúpulos de los ministros de Dios.
Padres y abadesas, monjes y monjas, sacristanes y sacristanas, pastores y ovejas
comienzan a percibir que los espíritas también son hijos de Dios y merecen la bendición del
Padre.
Si Dios es el Todo en esencia y todo proviene de Él, todo pertenece a Él, todo es Él y Él
dirige y gobierna todo, es evidente, entonces, que el Centro Espírita –donde todo se hace
en nombre de Dios- no puede estar sin Dios. La omnipotencia y la omnipresencia de
Dios son dos misterios teológicos admitidos por casi todas las religiones.
Kardec, ya en el siglo pasado, antes de las conquistas científicas de nuestro siglo, propuso
una teoría que hoy tiene la sanción de los nuevos descubrimientos. Por más que
intentemos atribuir al Universo un límite –recordó él-, por más que avancemos con
nuestra imaginación, siempre estaremos ante espacios que se extienden más allá de
nuestra mirada. Esa prueba psicológica de la infinitud (basada al mismo tiempo en
psicología y en lógica) tiene hoy la comprobación de las conquistas parapsicológicas,
que revelan la existencia en nosotros de un poder también sin límites, que es el de
la percepción extrasensorial de realidades que se ocultan a nuestros sentidos físicos.
No se trata simplemente de intuición, sino de captación de realidades que están fuera
del alcance de nuestros sentidos y de nuestros instrumentos. El hombre siente e intuye que
el Universo es infinito.
Teorías físicas y cálculos matemáticos lo contradicen. Pero la percepción extrasensorial,
fundada en sus potencialidades inconscientes, continúa diciéndonos que, para las
dimensiones del Cosmos, no existen límites.
En el Centro Espírita la presencia de Dios se hace sentir en las manifestaciones
mediúmnicos, que derrumban las barreras de la muerte a través de las declaraciones
unánimes de los Espíritus superiores, comprobadamente poseedores de conocimientos
muy superiores a los nuestros; por la revelación, probada a través de investigaciones y
experimentaciones científicas de sabios eminentes del siglo pasado como del actual,
que afirman que existen potencialidades en el hombre muy superiores a las que él
revela estando encarnado, sujeto a los condicionamientos de la vida carnal. No se
trata de dogmas establecidos por concilios de ciegos supuestamente divinos, sino de
investigaciones objetivas controladas por la metodología científica. Dios no es una
hipótesis, sino una realidad comprobada por el principio científico según el cual, de
los efectos nos remontamos a las causas. Dios es la fuente causal de toda la realidad.
Kardec extrajo de ese principio, por ilación lógica apoyada por los hechos, la ley espírita
según la cual: Si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa
inteligente. Ese es el raciocinio básico de las pruebas espíritas de la existencia de Dios.
Más allá de eso, la presencia de Dios en el Centro Espírita se comprueba por las
manifestaciones de sus mensajeros, los Espíritus superiores que están a su servicio por
todo el infinito. Esas manifestaciones no son constantes ni fortuitas, pero ocurren
de una manera inesperada y con una finalidad cierta. Mas es en el corazón de los
humildes, sobre todo, que Dios se afirma como realidad viva y actuante, en las
sesiones de auxilio espiritual. Un corazón de madre angustiado que se alivia y alegra al
recibir la visita del hijo que perecía perdido para siempre, a través de una comunicación
mediúmnica oral o en una aparición por la videncia que despertó en la madre. En una
comprobación por la aparición tangible, o materialización, como en el caso famoso de
Federico Figner a su esposa, que, en Belém do Pará, a través de la mediúmnidad de Ana
Prado, una mujer humilde, tuvieron la oportunidad de tener a su hija Raquel nuevamente
en sus brazos, sentirla abrazada a su cuello y conversar alegre y vivamente, censurando
a su madre por haberse vestido de luto. En una aparición tangible de su propia madre,
ofrecida a un sabio famoso que combatía al Espiritismo como superstición infundada,
como aconteció a Cesare Lombroso en sesión con la médium Eusapia Paladino, presidida
por el profesor Chiapa, de la Universidad de Milán, Lombroso abrazó a su madre, que
dialogó con él, por lo que declaró en los días siguientes en un artículo de retractación
publicado en la revista Ombra e Luce, de aquella ciudad: “Ningún gigante de la fuerza ni
del pensamiento podría hacer por mí lo que hizo esa pobre mujer analfabeta: arrancar a
mi madre de la tumba y devolvérmela a mis brazos”. No eran apariciones
ocasionales, fácilmente atribuibles a factores psíquico-emocionales, sino apariciones
provocadas en nombre de Dios, en sesiones experimentales en que el ingrediente Dios
no había sido despreciado. “Con el permiso de Dios”, dicen siempre los Espíritus
agraciados en esas oportunidades de reencuentros con los seres de ultratumba.
El Centro Espírita se caracteriza, por tanto, como el centro de comunicaciones con
quienes ya dejaron la vida terrena, pero que continúan vivos y activos en la otra fase de
la vida. Nada se paga para hablar con los muertos, los supuestos muertos por nuestra
ignorancia, dado que los servicios de Dios son gratuitos desde el nacimiento, que es un
prodigio de Dios, hasta la muerte, que es la gracia de Dios liberándonos de la asfixia de
la carne, y más allá de la muerte, en las maravillosas posibilidades de las manifestaciones
mediúmnica.
Dios está en el Centro Espírita en donde las personas se reúnen, de corazón puro,
confiando en su poder infinito. El precio de la comunicación consiste, generalmente, en
la aparición del Espíritu o de quienes desean reencontrarlo. Los dirigentes de Centros
necesitan meditar diariamente en las responsabilidades que asumen al aceptar sus
cargos que, en realidad, son encargos divinos. Dios no exige de nosotros más de lo que
podemos dar. No quiere que nos presentemos ante Él y ante los hombres con los vestidos
nupciales de la parábola, que aún no poseemos. No podemos engañarlo con sonrisas de
falsa bondad, de fraternidad fingida, escondiendo en el matorral del corazón salvaje la
serpiente de la envidia, de la intriga, de la censura al prójimo, del juzgamiento
despreciativo del hermano que se sienta a nuestro lado. No vemos a Dios en el Centro
porque no tenemos condiciones para eso, pero podemos observarlo en el semblante sincero
e ingenuo y en el corazón puro de los que no alimentan vanidades y preconceptos
negativos a nuestro entorno. Dios no está allí, ante nosotros, como un ser visible y
corporal. Él impregna el Centro, como impregna el recinto de todos los templos
frecuentados por seres sin maldad y sin reservas. También podemos ver su rostro en el
semblante de quienes se entregan con amor al servicio del bien, tocar sus manos en las
manos sinceras y buenas de quienes nos aman sin restricciones. Y si los hipócritas nos
rodean y nos miran fingiéndonos amista, podemos ser para ellos el mensaje de amor y
de amistad que fluye de Dios hacia nuestro corazón. Dios en el Centro es Dios en nosotros,
ayudándonos a crecer con el fermento de la fraternidad que Él, poco a poco aumenta en
la medida de nuestra medida de harina, en la proporción en que la harina de nuestro
egoísmo absorbe el fermento y se transforma en el pan que nos alimenta el alma.
Estas no son imágenes líricas, sino la verdad espiritual convertida en figuras y expresiones
de amor, como las que encontramos en el Evangelio de Jesús. No es el autor del libro el
que las produce, sino los Espíritus benevolentes que, en nombre de la fraternidad humana
las transmiten a los que desean servir a los demás y a sí mismos. Porque aquellos que
desean servirse en la mesa del bien, naturalmente reparten su pan con los hermanos
hambrientos de bondad, como Jesús hizo con los apóstoles en le mesón del camino de
Emaús.
Dios en el Centro Espírita no es la presencia exclusiva para nadie, sino la presencia inclusive
para todos, a todos incluidos en su llamado para la vida del espíritu. Quienes procuraren
comprender y sentir su presencia en el Centro lo llevarán consigo a sus casas. Las
pretensiones de superioridad, el deseo egoísta de imponerse a los demás, la envidia
corrosiva y el juzgamiento del prójimo en nuestro íntimo o por nuestra boca no nos
permite percibir la bondad de Dios. Los que se sacrifican para mejorar la Tierra, dando de sí
lo que pueden y muchas veces lo que no pueden, ésos hacen la voluntad de Dios.
Quienes mueven la lengua entre los dientes para destilar veneno de serpiente, no
pueden percibir la presencia de Dios en el Centro y sólo son capaces de captar a los
Espíritus malévolos y sufrientes.
Extraído del libro “El Centro Espirita” de Herculano Pires
Enviado por Merchita
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