martes, 17 de marzo de 2015

Cultura espírita



   
 LOS FLUIDOS ESPIRITUALES

Los fluidos espirituales, que constituyen uno de los estados del fluido cósmico universal, son, para hablar con propiedad, la atmósfera de los seres espirituales; son el elemento de donde ellos extraen los materiales sobre los cuales operan; el medio en el que ocurren los fenómenos especiales, perceptibles por la vista y el oído del Espíritu, pero que escapan a los sentidos carnales impresionables sólo por la materia tangible; el medio donde se forma esa luz peculiar del mundo espiritual, diferente de la luz común tanto en la causa como en los efectos; por último, los fluidos son el vehículo del pensamiento, del mismo modo que el aire es el vehículo del sonido.
14. Los Espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no como los hombres manipulan los gases, sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. Para los Espíritus, el pensamiento y la voluntad son lo que la mano para el hombre. Mediante el pensamiento, ellos imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los aglomeran, los combinan o dispersan, y organizan con ellos conjuntos que presentan una apariencia, una forma, un color determinados;
modifican sus propiedades igual que un químico transforma las de los gases o las de otros cuerpos, al combinarlos según ciertas leyes.
Constituyen el inmenso taller o laboratorio de la vida espiritual.

El GENESIS 
ALLAN KARDEC.
                                                       ************************



Cultura Espírita
Por José Herculano Pires

La Cultura Espirita, como señaló Humberto Mariotti, filosofo  y poeta espirita argentino, es una realidad bibliográfica, edificada en el plano  de de pesquisas y estudios. Socialmente se reducía a una parte mínima del movimiento espirita mundial, pues la mayoría de los espiritas la desconoce. Se comprende que eso acontece a consecuencia de las campañas deformadoras  y difamatorias de las Iglesias y de las Instituciones Científicas, especialmente  la Medicina, contra el Espiritismo.  Más gran parte de la culpa cabe a los propios espiritas cultos, que, en su mayoría, se muestran displicentes, por la acomodación indebida o prejuicio mental. Por otro lado, la vanidad y el pedantismo intelectual de muchos espiritas los apartan de las pesquisas sobre los más importantes aspectos de la doctrina, para entregarse  a elucubraciones personales gratuitas, dispersivas y no es raro absurdas. El deseo vanidoso de brillar a los ojos vacios del mundo llevó a muchos de ellos a querer adaptar el Espiritismo a las conquistas científicas modernas, en vez de mostrar la subordinación de esas conquistas al esquema doctrinario. Otros quisieron atrevidamente actualizar la doctrina  y otros aun se aventuraron a corregir a Kardec. Esas actitudes no dieron el  provecho personal que deseaban y sirvieron apenas para incentivar las mistificaciones.
Toda nueva cultura nace de la anterior. De las culturas anteriores nació la cultura moderna, cargada de contribuciones antiguas. Más el aceleramiento de la evolución cultural a partir de la II  Guerra Mundial hizo eclosionar  casi de sorpresa la Era Tecnológica. El materialismo antiguo  ha llegado su ápice y estallo para que las entrañas  de la materia revelasen su secreto. Y ese secreto confirmó la validad de la Cultura Espirita marginalizada en el plano biográfico. Comenzó así el desabrochar de una Nueva Civilización, que es la Civilización del Espíritu. “La finalidad de la Educación  - escribió Hubert - es instalar en la Tierra, por la solidaridad de conciencias, la Republica de los Espíritus”. Esa fue la proclamación de la Nueva Era, hecha en la Francia de Kardec, en París  en su batalla por el Espiritismo.
Más para una que civilización se desenvuelva es necesaria la integración de los hombres en sus principios y presupuestos. Unos y otros se encuentran en los libros de Kardec, más si esos libros no fueran realmente estudiados, investigados en la profunda intimidad de los textos y transformados en pensamientos vivo en la realidad  social, la civilización no pasará de una utopía o de una deformación de la realidad soñada. Por más frágil y efímero que sea el hombre en su existencia, es él que da vida al presente y al futuro, es el demiurgo  que modela los mundos. Para construir la Civilización del Espíritu el hombre espirita necesita  que viva en si mismo, en su conciencia y en su carne, pues  en esta relación toma conciencia  con el mundo  que se realiza. Y para eso no bastan los libros, es necesario  el concurso de todos los medios de comunicación: la palabra, la imprenta, la radio, la televisión, y más aun, la practica intensiva y colectiva de los principios doctrinarios de manera correcta y fiel. Si el hombre espirita de hoy no comprendiera eso y duerme sobre los laureles literarios, la Civilización Espirita abortará  o será transformada en una simple caricatura precisan tomar conciencia con urgencia. O concuerdan con la gravedad del problema  o serán aplastados por el avance de los acontecimientos en el tiempo.
La idea cómoda de que Dios  hizo y nosotros   disfrutamos o soportamos  no tiene lugar en el Espiritismo. Por el contrario, en esto se sabe que el hacer de Dios en el mundo humano se realiza a través de los hombres capaces de captar su voluntad  y la ejecuta. No hay milagros ni efectos mágicos  en la Naturaleza, donde la voluntad de Dios se cumple a través de los Espíritus, desde el control de las formas atómicas  hasta el crecimiento de los vegetales. Decía Talles de Mileto, el filosofo vidente,  que el mundo está lleno de dioses que trabajan en toda la Naturaleza, y dioses, para los griegos,  eran espíritus. Kardec repitió en otros términos y de manera más explícita y minuciosa  esa misma verdad. En el mundo humano  los Espíritus se encarnan, se hacen hombres  para modelarlo. Cada espíritu encarnado trae consigo su tarea y su responsabilidad espiritual e intransferible. El que no cumple  su deber, fracasa. No hay otra alternativa. El fracaso de la mayoría de los cristianos resultó  en falencia casi total del Cristianismo. El que se salvó fue lo poco que algunos hicieron.  Y a partir de ese poco, dos mil años después  de la predicación de Cristo y de su ejemplo de abnegación total, fue que Kardec partió para la arrancada espirita. El ejemplo de Francia es una advertencia a los brasileños. La hipnosis materialista observó los franceses  en lo inmediato y el Espiritismo casi se apago  en todos los campos eructados por Kardec, Denis, Flammarión, Delanne y tantos otros. La intensa  y conmovedora batalla  de León Denis, en Francia y en toda Europa, en los congresos  espiritas y espiritualistas de fines de siglo XIX y primer cuarto de nuestro siglo fue contra las infiltraciones de doctrinas extrañas, de espiritualismos repelentes en el medio espirita. Fue gigantesco el esfuerzo del famoso Druida de Lorena, como Conan Doyle lo llamaba, para mostrar que el Espiritismo era una nueva concepción del hombre y de la vida, que no se podía confundir con las escuelas espiritualistas ancestrales, cargadas  de supersticiones y principios individualmente afirmados o provistos de tradiciones distantes, sin ninguna  base de criterio científico. Lo mismo acontece hoy entre nosotros, bajo la complacencia de instituciones representativas de la doctrina y el apoyo fanático de líderes carismáticos, ciegos espirituales y alucinados mentales  dirigiendo a multitud de ciegos.
Todos los intentos de corregir esa situación peligrosa se chocan con frialdad irresponsable de los que se dicen responsables por el desenvolvimiento doctrinario. Y la pasividad  de la masa espirita, anestesiada por el sueño de la salvación personal, del valor mágico de la tolerancia bastarda, de la creencia ingenua del valor sobrenatural de las limosnas patéticas (el óbolo de la viuda dado por las cajas de cuentas  comunes en los bancos), va minando en silencio el legado de Kardec. El miedo al pecado que sale de la boca, de la pena o de las teclas – mientras se come  y bebe hasta hartar, se asemejan a migajas  al pobre y se duerme en la bienaventuranza de las largas digestiones – hace desaparecer  del medio espirita el dialogo del pasado reciente, sustituyendo el coro de los debates por el silencio místico de las bocas de serie. Nadie habla para no pecar y peca por no hablar, por no espantar por lo menos con un grito a las aves dañinas y aguaderas que destruyen la siembra.
La prensa espirita, que debía ser una llama, es un foco de infección, sembrando las mistificaciones de Roustaing, Ramatis y otros, o lloviendo  en mojado con la repetición cansativa de viejos  y golpes de eslogan, mientras las tierras secas se esterilizan abandonadas. El óbolo de la viuda no cae en los cofres del templo, más si en los desvanes del suelo rachado por la mayor sequia  en los corazones, como recordó Constancio Vigil.
Al margen de esa prensa parroquial, hecha para alimentar a la familia, los periódicos que surgen en condiciones  para mostrar al gran público la grandeza y el resplandor  de la Doctrina  mueren de inanición, mientras periódicos mistificadores, preparados  con los condimentos de la prensa sensacionalista y lisonjera, o temperados con discreción (cuanto más cerradas, más gustosas) son mantenidas por la renta de instituciones comerciales o por intereses marginales.
Las escuelas espiritas marcan el paso en el camino común. Los programas de radio son sofocados por adulteradores  y sustituidos por improvisaciones acomodadas. La televisión solo se abre para sensacionalismos destrozados. Los recursos financieros si son empleados en folletos de ahorro de caridad visible, que no invisible rinde  intereses y correcciones monetarias. Las iniciativas editoriales valientes mueren asfixiadas por el encaje, ante el desinterés  de un público apático. Los hospitales  Espiritas se transforman en organizaciones comunes, mantenidos por verbas oficiales de socorro a enfermos que pueden  cargarlas a sus cofres, la antigua y legitima caridad espirita  de años atrás, sustentada por algunos abnegados  que ya pasaron para el Más Allá, marchito como la flor  del sida  en pastos resecos. Restan  apenas, en ese paisaje desolador, algunos pequeños oasis sustentados por los últimos  y pobres abencerrajes (*) de una vieja estirpe desaparecida.
Es necesario que se diga todo eso, que se escriba y siembre esa verdad dolorosa, para que toque los corazones, con la esperanza  de una reacción que tal vez  no se verifique, más que por lo menos  intente despertar.  En la hora decisiva de la cosecha, helada por la indiferencia y los parásitos del comodismo amenazan las mínimas esperanzas de antiguos y cansados labradores.  A pesar de eso, los que aun  resisten  no pueden abandonar  sus puestos. Es necesario luchar, pues lo poco  que se pueda salvar podrá ser la garantía de mejores días. El hombre,  las generaciones humanas mueren en el tiempo, más el espíritu no. El tiempo es el campo de batalla en el que  los vencidos  caen para resucitar. ¿Quién podrá detener la evolución del  Espíritu en el tiempo?  La conciencia  humana madura  con el tiempo.  La esperanza  espirita no reposa en la fragilidad humana, más si en las potencialidades del espíritu, que se actualizan en el fuego de las experiencias existenciales. Corta el la vida, largo  es el tiempo,  y la Verdad  intemporal aguarda a todos  en impasible Limiar del eterno. El hombre es la centella oculta que nunca se apaga y volverá a encender la llama cuantas veces sea necesario, para que la serenidad, la coherencia y el amor lo   rescaten  en la duración de los siglos y de los milenios.
Todas las civilizaciones de la Tierra se desenvolverán, en una asombrosa sucesión de sombra y luz, para que un día –el Dia del Señor, del que hablan los antiguos hebreos – la Civilización del espíritu se instale en los planetas martirizados por las travesuras de la insensatez humana. Entonces tendremos el Nuevo Cielo la Nueva Tierra de la profecía milenaria. Los que no se tornen dignos de la promesa continuaran  a la espera y a la madurez en las estufas de los mundos inferiores, purgando los residuos de la animalidad. Esa es la ley inviolable de la Antropología Espirita. 

(*) Individuos que se muestran en extremada dedicación a una cosa; son los  verdaderos paladines de una idea.
Anteriormente publicado en el Blog de los Espiritas

                                                    ******************************************

             
  CON LA CONDUCTA DE CRISTO

Cualquiera puede comprobar con la simple lectura de los versiculos evangélicos, que en los tres años de su vida mesiánica Jesús:
En ningún momento dudó del Padre;
En ninguna oportunidad actuó en provecho propìo;
No rechazó la colaboración de nadie en ninguna circunstancia y por insignificante que ella fuese;
Jamás dejó de atender las solicitudes que le hacían, como tampoco llegó a mencionar las exigencias irreflexivas que le dirigían;    No hizo distinción de personas o recintos para la prestación de auxilio;
No hizo nada inútil;
No usó nada superfluo;
No dejó de impartir la enseñanza de la verdad, conforme a la capacidad de asimilación de sus oyentes;
Nunca fue apresurado;
Nada realizó a cambio de recompensa alguna, como tampoco quedó a la  expectativa de qualquier consideración.
                                                   
Por tanto, si Jesús no hizo nada de eso, ¿por qué lo haremos nosotros?
                                            
Aplicada la conducta de Cristo a la mediumnidad, comprenderemos claramente que si poseemos la fe raciocinada es imposible que vacile nuestra confianza en el auxilio espiritual; que el trabajador, al descontrolarse hacia acciones en beneficio propio, se asemeja a una lámpara que se la quisiera utilizar para iluminar sin el suministro de la energia eléctrica de la usina; que debemos atender los pedidos que nos hagan de nuestro concurso fraterno dentro de nuestras posibilidades y sin la presunción de saber todo y todo realizar, reconociendo que el mismo Sol no puede sustituir la función de una vela que ilumina el interior de una gruta; que el estudioso de la sabiduria que todavia carga sobre sí inutilidades y posesiones estériles y escabrosas, es comparable a un pájaro que intentara llegar a las alturas con su vientre lleno de granos de oro.
En la mediumnidad con Jesús se hace preciso reconocer, principalmente, que el apresuramiento no ayuda a nadie, y que Él el Maestro nada exigió y nada hizo por vía de la fuerza, como tampoco transformó situaciones o personas por medio de artes milagrosas, porque todo trabajador sin paciencia se asemeja a un labrador demente que extrae diariamente del seno de la tierra la semilla viva que sembró para verla si ya germinó.
Espiritu André Luiz
Medium Waldo Vierira

                                     ****************************

ANOTANDO SINCERAMENTE

Si meditares sinceramente, en las pruebas que ya venciste, en los problemas que ya atravesaste, en los dolores que ya te olvidaste y en los obstáculos que, muchas veces, ya contornaste, sin mayor esfuerzo de tu parte, reconocerás que el amparo de Dios estuvo y está contigo en todos los momentos, aprendiendo a cooperar más a favor de la paz en ti mismo, consolidando la fe en la Providencia Divina que nunca nos desampara.

Espirito: EMMANUEL
Médium: Francisco Cândido Xavier

                                                *******************************



           LA DIFICIL RELACIÓN DE LA PAREJA

   La vida al lado de algunas personas es muy difícil, porque la mayoría de las veces, la incomprensión y la exigencia forman parte de la estructura psicológica de muchos hermanos.
La convivencia, a veces, no es cosa fácil, y  muchos compañeros de jornada  no se asemejan, son la noche uno y el otro el día, no vamos a decir unos buenos y otros malos, que ya eso todo lo sabemos, pero cuando hay amor de por medio, por una o por ambas partes, se desea llegar a esa armonía, se busca la forma de encontrarla, pero no es tarea fácil. Y no es tarea fácil, porque cada uno tiene una forma de ver las cosas. y la mayoría de las veces, por una u otra parte, se llega a la ingratitud, al desespero y es cuando surgen los improperios, más o menos fuertes, que nos hacen caer en el desequilibrio y en las formas grotescas, que después siempre lamentamos.
La personas que es ingrata, crea a su alrededor almas resentidas, cuando somos ingratos con personas que no conocemos, dejamos una mala impresión, de falta de  tolerancia, de exigentes, de prepotencia,  y siempre queda la decepción de la persona que hemos herido con nuestra forma de ser, pero al no convivir con ella, todo pasa y se olvida.  En cambio cuando somos ingratos con las almas que tenemos  a nuestro alrededor nos hacemos odiosos, ya que siempre más tarde o más temprano volvemos a herir a aquellos que nos acompañan, que tienen que soportar nuestro carácter, nuestro mal humor y lo que es muchas veces peor nuestros modales,  que los hacen estremecer a veces de ineptitud para soportarnos, entonces esto deja en el alma del afectado el resentimiento, porque no  se creen merecer una conducta así.
En la relación de pareja, suele suceder mucho, nos creemos que todo va a ser de color de rosa, porque encontramos a un ser amable, educado, servicial, que nos comprende, y cuando llegamos a la convivencia común de todos los días, todo cambia, ya no necesitamos fingir, ya podemos mostrarnos conforme somos, y surgen las decepciones, los fracasos, que no son otra cosa, que la imposibilidad para poder soportarnos, el amor ha sido un espejismo, y ese espejismo no tiene la consistencia suficiente para tolerar el peso de la ingratitud, del despotismo y de todas las imperfecciones que se pueden dar entre la pareja.
Muchos decepcionados, en cuanto tienen oportunidad, se marchan abandonan el compromiso. Otros en cambio lo tienen difícil, y se ven presos, son corazones con resentimiento en el corazón, la mayoría de las veces, porque las circunstancias y la vida no les permiten salir de esas situaciones,  no todas las prisiones que se sufren son en las cárceles, hay muchas almas encarceladas en los hogares, en la convivencia común de las fabricas, en las instituciones religiosas, lamentablemente prisioneros son aquellos que se sienten sometidos a las circunstancias y  las personas.
La ingratitud es un pecado que puede herir profundamente a las personas que se han sacrificado por nosotros: a los padres, hermanos o amigos. Cualquier tipo de maldad es el trueno; la ingratitud es el rayo. El trueno asusta, pero el rayo mata.
La ingratitud es el espectáculo más triste que uno pueda presenciar.
La ingratitud – en muchos casos – es un problema de comunicación más que de sentimiento. La gratitud que no se expresa, se disminuye; pero no nos damos cuenta. San Lucas el evangelista nos narra la ocasión en que Jesús sanó a diez leprosos y uno solo regresó a darle gracias. El Maestro se limitó a preguntar dónde estaban los otros nueve. No podemos creer que no estuvieran agradecidos; pero de seguro que estaban tan contentos que corrieron a comunicar las buenas nuevas a familiares y a amigos. De seguro que a todos les decían lo agradecidos que estaban con Jesús; pero a El no volvieron para decírselo. El pecado de estos leprosos no estuvo en su ingratitud, sino en su silencio.
La ingratitud es la insensibilidad a los favores recibidos. Es la amnesia del corazón.
Es inútil esperar bien de los malvados, ellos nunca corresponden a los favores recibidos.
Es triste que haya ingratos. Y lo más triste es que las personas generosas, nobles y amables reciban la ingratitud como un dardo traidor que les taladra el alma. Aunque no hagamos el bien para que nos lo agradezcan, como proclaman mucho, todo el que hace un bien por impulso de su amor quisiera recibir al menos una sonrisa de la persona que recibe tal beneficio.
Siembre semillas buenas de paz y de optimismo. Viviendo según su recta conciencia. Ayude a otros lo más que pueda, de tal forma que su vida sea una alegría constante porque hace el bien a todos. No se pregunte si ellos le agradecerán o retribuirán. Haga el bien sin pensar en la recompensa, porque solo así demostrará amor para con todos. Tienda sus manos para hacer el bien por el bien mismo y no por el galardón. Esperar gratitud, nunca debe entrar en nuestros cálculos. Aquél, que haciendo beneficio espera la gratitud, carece de generosidad y aquel que extraña no recibirla, carece de sentido común; de manera que no hay que pedir a los hombres que agradezcan el beneficio; tal vez, lo que hay que pedirles es que no se venguen de haberlo recibido".
"La ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer".
Procuremos borrar de nosotros la ingratitud, facilitemos a los que nos rodean las cosas, siendo dulces, dóciles, tolerantes y amorosos, pensemos en Jesús, El lo dio todo a cambio de nada.
Merchita


                                                                        **************************************






No hay comentarios:

Publicar un comentario