Manuel Philomeno de Miranda |
SEXO Y RESPONSABILIDAD
“El sexo es un departamento divino para la preservación de la vida en la Tierra. Inherente a todas las criaturas, el mecanismo de la reproducción es comandado por la Mente Suprema, que genera automatismos iniciales hasta el momento de la conquista de la razón, la Humanidad, cuando el discernimiento establece la ética del comportamiento saludable para la dignificación de los seres, arrancándolos de los impulsos meramente instintivos para las elecciones del amor, en ascesis trascendente.”
“Frente a las finalidades elevadas a que se destina, tales como la encarnación y las reencarnaciones, las hormonas físicas y psíquicas, la unión de los sentimientos y la fijación de los afectos, cualquier infracción a sus finalidades superiores se tornan factores de desequilibrios, de desajustes, de perturbaciones, generando odios innombrables, rudos embates, sufrimientos dolorosos, secuelas espirituales demoradas...”
“En el sexo se encuentran las matrices de muchos fenómenos que se transfieren de una existencia para otra, atando o libertando a los Espíritus conforme la pauta de la utilización que se le posibilite.”
“De esa forma, cuando más lúcido es el ser, más responsable se torna por la función, conducta y ejercicio sexual.”
“Lamentablemente, en razón del placer que proporciona en todas las épocas y particularmente hoy, el sexo ha sido instrumento de vicios indignos, de explotaciones sórdidas, de crímenes inimaginables, convirtiéndose en vehículo de promoción social, comercial, artística y cultural, con graves e imprevisibles consecuencias”.
“Combatido tenazmente por los preconceptos religiosos durante más de mil años, finalmente se liberó bajo el estandarte de las conquistas humanas, empero, envileciéndose, corrompiéndose, agotando vidas y transformándose en factor esencial al que casi todos aspiran.”
“Conducido correctamente y dignificado por el amor, se torna en fuente de alegría, generando felicidad, armonizando y produciendo belleza junto a las creaciones que proporciona.”
“La verdadera castidad y la noble conducta sexual no se restringen al uso o no del aparato genético, sino a la actitud mental y al comportamiento emocional. La simple abstención física, acompañada del tormento interior, es solamente una fuga de la realidad, una transferencia en el tiempo.”
“Se hace indispensable considerar y comprender que el sexo es un departamento del cuerpo -como el estomago u otro órgano cualquiera- que cumple una función. La conscientización debe caracterizarte por la disciplina mental, verbal, superando las fantasías eróticas muy del agrado de las mentes viciosas. Habituándose el individuo a los pensamientos equilibrados, los llamados orgánicos son fácilmente bien dirigidos y tranquilizados.”
“Lo importante no es el ejercicio de su función, el acto en si mismo, por cuanto los líderes del placer normalmente se encuentran cansados de su uso, empero, nunca satisfechos.”
“Toda función se expresa a través de su respectivo órgano, como es evidente. De ese modo, no solo mediante el ejercicio funcional en las relaciones orgánicas, indispensables a la creación, sino también en la canalización de las fuerzas genéticas hacia los ideales del bien, de lo bello y de lo noble, la función sexual se manifiesta y enriquece al ser, armonizándolo y facilitándole amplias posibilidades en las áreas psíquicas, emocionales y físicas.”
“Su desvalorización por medio de la vulgaridad constituye un grave impedimento al equilibrio del ser humano, que arde en falsas necesidades y variantes, distante del respeto por sí mismo y por su pareja.”
“Fue por esa razón que los Espíritus Nobles, respondiendo a la pregunta de Allan Kardec, en torno del efecto que tendría sobre la sociedad humana la abolición del casamiento, fueron concisos, esclareciendo que esto sería una regresión a la vida de los animales, con el agravamiento del uso de la razón perturbada e insaciable.”
“En esa, como en otras áreas y particularmente en ella, en razón de sus poderosas hormonas y sus vibraciones en el campo de la emoción, merece ser considerado el intercambio con los Espíritus, respectivamente aquellos que se encuentran aprisionados en las fajas grotescas de la animalidad, de las pasiones viles.”
“Atraídos por las mentes encarnadas, se fijan a ellos produciendo fenómenos obsesivos de largo curso y vampirizando a sus presas atormentadas. Otras veces, necesitados de proseguir en las manifestaciones tormentosas, inspiran a los inadvertidos y pasan a utilizarlos, volviendo a disfrutar el placer voluptuoso, en cuanto el ser orgánico se siente frustrado, insatisfecho, cual ocurre también en el alcoholismo, en el tabaco, en la toxicomanía, etc. La muerte no libera a aquellos que se convirtieron en esclavos por libre opción, de las pasiones degradantes.”
“En cualquier circunstancia y especialmente en el análisis de ese fenómeno, como en la
acción sexual, debe consultarse al amor y el dirá que no se debe hacer al prójimo lo que no nos gustaría que aquel le hiciese.”
“Y cuando sea necesario dirimir cualquier dificultad, se debe recurrir a la oración, que es el tónico de la vida y el hilo invisible de luz que liga al individuo a las dínamos generadoras de fuerza vital y de paz.”
MANUEL FILOMENO DE MIRANDA –
DIVALDO P. FRANCO
LIBRO: “SENDEROS DE LIBERACIÓN” – 1995.
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El hombre debe progresar sin tregua, y no le es posible retornar al estado de la niñez. Si progresa, es porque Dios así lo quiere. Pensar que pueda retroceder hasta su condición primitiva sería negar la ley del progreso.
El Libro de los Espíritus, parágrafo 778,
* * * *... el conocimiento del periespíritu constituye la clave de una cantidad de problemas que hasta hace poco no hallaban explicación.
El Libro de los Médiums, Segunda Parte, 1:54:6,
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...la Doctrina Espírita muestra que esta existencia no es más que un eslabón en el conjunto armonioso y grandioso de la obra del Creador.
El Evangelio según el Espiritismo, Cáp. II: 7,
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Entre una existencia corporal y la siguiente, el Espíritu regresa al Mundo Espiritual durante un lapso más o menos largo y en él es feliz o desgraciado,según el bien o el mal que haya obrado.
El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo, Cáp. III: 10,
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... el Espiritismo y la ciencia se complementan mutuamente. La ciencia sin el Espiritismo es impotente para explicar ciertos fenómenos, contando sólo con las leyes que rigen a la materia, así como el Espiritismo sin la
ciencia carecería de apoyo y control.
La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, Cáp. I: 16,
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DE LA FINITUD DEL TIEMPO
Sabemos todos que el tiempo pasa muy pronto, cuando estamos mentalmente concentrados, y que cuando estamos desocupados, aparenta alargarse, ¿no es así?
Pues bien, es esta subjetividad del tiempo, a la que me refiero.
Tengo claro que, en la medida en que aumentamos nuestra capacidad de concentración mental, el tiempo va disminuyendo para nosotros.
O sea, que vamos eliminando el tiempo, en el curso de la elevación vibratoria progresiva de nuestros pensamientos y sentimientos, determinada por el cúmulo de conocimientos y aptitudes adquiridas en nuestra ya milenaria excursión educativa, por los diferentes reinos de la Naturaleza.
Tal expansión de la conciencia, intelecto-moral, nos da oportunidad de profundizar mentalmente, cada vez mas profundo, en las cuestiones transcendentes de los aspectos materiales de la vida.
En otras palabras, con la siempre creciente aceleración de nuestras vibraciones psíquicas, aunque el tiempo continúe siendo lo que siempre fue, nosotros lo percibiremos cada vez mas diminuto, mas corto, mas escaso...
Es bueno recordar que, conforme Einstein, el tiempo es solamente un derivado del movimiento de las cosas materiales. Es así que la dimensión temporal no existe en los planos eternos, habitados por los espíritus elevados que ya pasaron, por las condiciones existenciales en que nosotros estamos, ya que no existen seres privilegiados en la Creación Divina.
Para ellos los siglos, debido a los altísimos patrones vibratorios que pulsan, son como para nosotros, los días.
Y al contrario de lo que pensábamos en nuestra infancia espiritual, la eternidad no es la sucesión interminable del tiempo; es la ausencia de las dimensionalidades materiales, entre ellas, ¡El tiempo!
Y cuando, por fuerza de la divina ley de evolución continua e infinita de los seres, merezcamos vivir en las dimensiones espirituales puras, no tendrán sentido para nosotros palabras como, "futuro" y "pasado", pues estaremos viviendo el eterno presente.
Habremos, entonces, alcanzado el "fin de los tiempos" (fin = finalidad), y podremos entender la promesa de Jesús de que permanecerá con nosotros hasta el final de los tiempos, o sea, mientras necesitemos el condicionamiento espacio-tiempo, lo cual practicamos en nuestras sucesivas reencarnaciones.
Tengamos presente todavía, que la eliminación definitiva del tiempo es una perspectiva longinea en nuestro destino espiritual.
Por ahora, nos cabe aprovecharlo en la educación de nuestros pensamientos y sentimientos con vistas a la superación gradual de la animalidad ancestral, que todavía nos ata a la costra de este planeta.
Aureci Figueiredo Martins************************
Análisis de la fe
La fe es algo fundamental en las religiones sea cual sea su naturaleza. Más allá del ámbito religioso, la fe está presente en el desarrollo y actuar de todos los seres humanos. Desde cierto punto de vista no podríamos funcionar en el mundo sin la fe.
La fe es la confianza del hombre en sus destinos, el sentimiento que le lleva hacia el Poder Infinito; es la certidumbre de haber entrado en el camino que conduce a la verdad. La fe ciega es como un farol cuyo rojo resplandor no puede traspasar la niebla; la fe esclarecida es un faro poderoso que ilumina con una viva claridad el camino que se ha de recorrer.
La fe no se impone, pero si se adquiere, y no hay nadie a quien se impida el poseerla, aun entre los más refractarios. “Muchos dicen quisiéramos creer, pero no podemos” diciendo esto tapan sus oídos, sin embargo las pruebas abundan a su alrededor ¿Por qué rehúsan verlas? En unos es la indiferencia, en otros el miedo a verse obligado a cambiar sus costumbres; en la mayor parte es el orgullo que rehúsa conocer un poder superior, porque les es imposible inclinarse ante el.
Para tener fe es preciso tener una base, y esta base es la inteligencia perfecta de lo que se debe creer; para creer no basta “ver” es necesario sobre todo comprender”.
La fe ciega no es de este siglo, la que hoy en día abunda es la fe razonada, la que se apoya en los hechos y en la ilógica, que no deja a tras ninguna oscuridad; se cree porque se está cierto, y no se está cierto hasta que no se ha comprendido; esta es la razón por la que es inalterable, “porque no hay fe inalterable sino la que puede mirar frente a frente a la razón en todas las edades de la humanidad.
No adquirimos la fe sin antes haber pasado por los tormentos de la duda, por todas las torturas que vienen a sitiar a los investigadores. Muchos de ellos sufren incertidumbre y pasan mucho tiempo entre dos corrientes contrarias. ¡Dichoso el que cree, sabe, ve y camina de un modo seguro! Su fe es profunda, inquebrantable. Porque gracias a esa fe salva los grandes obstáculos, su fe mueve montañas, que no es otra cosa que, afrontar las dificultades, las pasiones, la ignorancia, los prejuicios y los intereses materiales.
La fe la vemos comúnmente en la creencia en ciertos dogmas religiosos aceptados sin examen. Pero también la fe es convicción que anima al hombre, y le orienta hacia otras finalidades.
La fe es madre de los nobles sentimientos y de las grandes acciones. El hombre profundamente convencido permanece inquebrantable ante el peligro, como también ante los grandes sufrimientos. Por encima de las seducciones, de las adulaciones y de las amenazas, más alto que la voz de la pasión, oye una voz que resuena en las profundidades de su conciencia, y cuyos acentos le reaniman en la lucha y le advierten en las horas peligrosas.
Para el artista, el poeta y el pensador, la fe es el sentimiento del ideal, la visión de ese foco sublime, encendido por la mano divina en las eternas cimas para guiar a la humanidad hacia la Belleza y la Humildad.
La fe religiosa, la cual prescinde de la razón y se remite al juicio de los demás, que acepta un cuerpo de doctrina verdadera o falsa y se somete a él sin comprobación, es la fe ciega. En su impaciencia, en sus excesos, recurre fríamente a la opresión y conduce al fanatismo. Considerada bajo este aspecto, la fe es todavía un móvil poderoso. Ha enseñado a los hombres a humillarse y a sufrir. Pervertida por el espíritu de dominación, ha sido la causa de muchos crímenes; pero, en sus consecuencias funestas, nos pone aun de manifiesto la multitud de recursos que existen en ella. La fe para que sea productiva y eficaz ha de estar basada en la razón, en el juzgamiento, en el discernimiento y en la comprensión. La razón es una facultad superior destinada a esclarecernos todas las cosas; se desarrolla y aumenta con el ejercicio, como todas nuestras facultades. La razón humana es un reflejo de la Razón eterna. “Es Dios dentro de nosotros mismos” dijo San Pablo. Desconocer su valor y utilidad es desconocer la naturaleza humana y ultrajar la divinidad misma. Querer reemplazar la razón por la fe es ignorar que ambas son solidarias. Se afirman y se vivifican una a la otra. Su unión abre al pensamiento un campo más vasto; armoniza nuestras facultades y nos proporciona la paz intima.
La fe es madre de los nobles sentimientos y de las grandes acciones. El hombre profundamente convencido permanece inquebrantable ante el peligro, como también en medio de los sufrimientos. Por encima de las adulaciones y de las amenazas, más alta que la voz de la pasión, oye una voz que resuena en las profundidades de su conciencia y cuyos acentos le reaniman en la lucha y le advierten en las horas peligrosas.
Para producir tales resultados, necesita la fe reposar en base sólida que le ofrecen libre examen y la libertad del pensamiento. En vez de dogmas y misterios, le cumple reconocer tan solamente principios provenientes de la observación, directa, del estudio de las leyes naturales. Tal es el carácter de la fe espirita.
La filosofía de los Espíritus viene a ofrecernos una fe racional y, por eso mismo, robusta, el conocimiento del mundo invisible, la confianza en una ley superior de justicia y progreso imprime a esa fe un doble carácter de calma y seguridad.
¿Efectivamente que podremos temer, cuando sabemos que el alma es inmortal y cuando, después de los cuidados y consumaciones de la vida, más allá de la noche sombría en que todo parece sumergirse, vemos despuntar suave claridad de los días permanente? Esencializados de la idea de que la vida no es más que un instante en el conjunto de la existencia integral, soportaremos, con paciencia, los males inevitables que ella engendra. La perspectiva de los tiempos que se nos abren nos dará poder de dominar las mezquindades presentes y de colocarnos por encima de los vaivenes de la fortuna. Así, nos sentiremos más libres y más bien armados para la lucha.
El espirita conoce y comprende la causa de sus males; sabe que todo sufrimiento es legitimo y lo acepta sin murmurar; sabe que la muerte nada aniquila, que nuestros sentimientos perduraran en la vida del más allá del túmulo y que todos los qué se amaron en la Tierra volverán a encontrarse, libres de todas las miserias, lejos de esta luctuosa morada; reconoce que solo hay separación para los malos. De esas creencias le resultan consolaciones que los indiferentes y escépticos ignoran. Si, de una extremidad a otra del mundo, todas las almas comulgasen en la misma fe poderosa, asistiríamos a la mayor transformación moral que la Historia jamás registró.
Más esa fe, pocos aun la poseen, El Espíritu de Verdad tiene hablado a la Tierra, más insignificante número lo han oído atentamente. Entre los hijos de los hombres, no son los poderosos los que escuchan, y, si, los humildes, los pequeños, los desheredados, todos los que tienen sed de esperanza. Los grandes y los afortunados han despreciado sus enseñanzas, como hace diecinueve siglos repelieron al propio Cristo. Los miembros del clero y las asociaciones sabias se aliaron contra ese “deshacer de placeres” que venia a comprometer los intereses, el reposo y destruirle las afirmaciones. ¡Pocos hombres tienen el coraje de desligarse y de confesar que se engañaron! ¡El orgullo los esclavizó totalmente! Prefieren combatir toda la vida esta verdad amenazadora que va a arrasar sus efímeras obras. Otros, muy secretamente, reconocen la belleza, la magnitud de esta doctrina, más se atemorizan ante sus exigencias morales. Agarrados a los placeres, ansiando vivir a su gusto, indiferentes a la existencia futura, apartan de sus pensamientos todo cuanto podría inducirlos a repudiar hábitos que, sin embargo reconocen como perniciosos, no dejan de ser apartados. ¡Qué amargas decepciones van a recibir por causa de esas locas evasivas!
Nuestra sociedad, absorbida completamente por las especulaciones, poco se preocupa con la enseñanza moral. Innumerables opiniones contradictorias se chocan; en medio de esa confusión torbellino de la vida, el hombre pocas veces se detiene para reflexionar.
Más todo Espíritu sincero, que procura la fe y la verdad, ha de encontrarla en la nueva revelación. Un influjo celeste se extenderá sobre el a fin de guiarlo para ese sol naciente, que un día iluminará a la Humanidad Entera (León Denis, Después de la muerte. Quinta Parte, Cap. 44.
No apaguemos la antorcha de la fe en nuestros días de claridad, para que no nos falte la luz en los días oscuros.
- León Denis -
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