sábado, 7 de junio de 2014

¿ Anciano o viejo ?



¿Usted se considera un persona anciana o vieja? 

 
¿Cree que es lo mismo? 
 
Pues entonces oiga la declaración de un anciano de setenta años: 
 
Anciana es una persona que tiene mucha edad. Vieja es la persona que ha perdido la jovialidad. 
 
La edad causa degeneración de las células. La vejez causa la degeneración del espíritu. Por eso ni todo anciano es viejo y hay viejos que aún no han llegado a ser ancianos. 
 
Usted es anciano cuando sueña. Es viejo cuando apenas duerme. 
 
Usted es anciano cuando aún aprende. Es viejo cuando ya ni siquiera enseña. 
 
Usted es anciano cuando practica deportes, o hace algún ejercicio físico . Es viejo cuando apenas descansa. 
 
Usted es anciano cuando aún siente amor. Es viejo cuando sólo tiene celos y sentimiento de posesión. 
 
Usted es anciano cuando el día de hoy es el primero del resto de su vida. Es viejo cuando todos los días parecen el último de la larga jornada. 
 
Usted es anciano cuando su calendario tiene mañanas. Es viejo cuando su calendario sólo vive del ayer. 
 
El anciano es la persona que ha tenido la felicidad de vivir una larga vida productiva, de haber adquirido una gran experiencia. Él es un puente entre el pasado y el presente, como el joven es un puente entre el presente y el futuro. Y es en el presente que los dos se encuentran. 
 
Viejo es el que ha cargado el peso de los años, que en vez de transmitir experiencia a la generaciones futuras, transmite pesimismo y desilusión. Para él, no existe puente entre el pasado y el presente, existe un foso que lo separa del presente por el apego al pasado. 
 
El anciano se renueva cada día que empieza; el viejo termina cada noche que concluye. El anciano tiene sus ojos puestos en el horizonte desde donde el sol apunta y la esperanza se ilumina. 
 
El viejo tiene su miopía volcada hacia los tiempos que han pasado. El anciano tiene planes. El viejo tiene añoranzas. El anciano disfruta lo que resta de la vida. El viejo sufre lo que lo acerca de la muerte. 
 
El anciano se moderniza, dialoga con la juventud, trata de comprender los nuevos tiempos. El viejo se obstina en su tiempo, se cierra en su coraza y rechaza lo moderno. 
 
El anciano lleva una vida activa, plena de proyectos y de esperanzas. Para él el tiempo pasa rápido, pero la vejez nunca llega. 
 
El viejo dormita en el vacío de su vida y sus horas se arrastran destituidas de sentido. Las arrugas del anciano son hermosas porque han sido horadadas por las sonrisas. Las arrugas del viejo son feas porque fueron hincadas por la amargura. 
 
En resumen, anciano y viejo, son dos personas que incluso pueden tener la misma edad en el registro civil, pero tienen una edad muy distinta en el corazón. 
 
*** 
 
La vida, en sus etapas de infancia, juventud, madurez, es una experiencia constante. 
 
Cada etapa tiene su encanto, su dulzura, sus descubrimientos. Sabio es el que disfruta cada una de las etapas en plenitud, y extrae de ella lo mejor. Solamente así, con la suma de las experiencias y oportunidades, al fin de sus años guardará la jovialidad de un hombre sabio. 
 
Si usted es anciano, tenga la esperanza de nunca volverse viejo.


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La Muerte Espiritual
Allan kardec

La cuestión de la muerte espiritual, es uno de esos principios nuevos, que denotan el progreso en la ciencia espiritista.
El modo en que fue presentado este tema, como cierta teoría individual, hizo que fuese rechazado, porque parecía implicar la pérdida a un tiempo dado, del Yo, que caracteriza al individuo, y asimilar las transformaciones del alma, a las que sufre la materia, cuyos elementos se desagregan, para dar lugar a la formación de nuevos cuerpos.
De esto se desprende que los seres perfeccionados serian en realidad nuevos seres, lo cual no es admisible, si se atiende a que la equidad de las penas y goces futuros no puede ser evidente sin admitir la perpetuidad de los mismos seres marchando constantemente por la vía del progreso, y limpiándose de sus imperfecciones por medio del trabajo y con los esfuerzos de su voluntad.
Tales eran las consecuencias que a priori podían deducirse de esa teoría, que confesamos no fue presentada con pretensiones, ni movida por el orgullo del que quiere imponerse a los demás, ya que el autor dijo muy modestamente, que solo traía su ideal al terreno de la discusión, y que bien podría ser que de esta idea brotara una nueva verdad.
Según el parecer de nuestros guías espirituales, hubo la idea de que en la forma como fue planteada, dio lugar a una torcida interpretación, siendo esta la razón por la cual se  nos ha invitado a estudiar detenidamente el asunto, lo que trataremos de hacer, tomando por base la observancia de los hechos, que resultan de la situación del Espíritu, en las épocas de su entrada en la vida corporal y su vuelta a la vida espiritual.
En el momento de la muerte del cuerpo, vemos al Espíritu que se queda en una profunda turbación y pierde la conciencia de sí mismo, hasta tal punto, que jamás recuerda el último suspiro exhalado por su cuerpo.
Pero poco a poco la turbación se disipa; el Espíritu se reconoce como el hombre que despierta de un profundo sueño; su primera sensación es la del que se encuentra libre de la pesada materia que le oprimía, pero pronto llega al perfecto conocimiento de su nueva situación.
Esta es idéntica a la de un hombre, a quien se cloroformiza para practicar una amputación y que durante el sueño, se traslada a una habitación distinta.
Al despertar se siente desembarazado del miembro causa de su sufrimiento anterior y en su sorpresa, le busca repetidas veces; así también el Espíritu separado del cuerpo, ve a este a su lado y le busca; sabe que es el suyo y se admira de la separación, pero poco a poco se da cuenta de su nuevo estado.
En el fenómeno descrito, no ha habido otra cosa que un cambio material de situación; pues respecto de lo moral, el Espíritu es exactamente lo mismo que era pocas horas antes.
Sus facultades, ideas, gustos, inclinaciones y carácter son los mismos; no han sufrido modificación alguna sensible; y los cambios que estas cualidades puedan experimentar, solo se operan gradualmente y merced a la influencia de cuanto le rodea.
En resumen: la muerte ha sido para el cuerpo, pues para el Espíritu, no ha sido otra cosa que un sueño.
En la reencarnación las cosas suceden de muy distinto modo.
En el momento de la concepción del cuerpo destinado al Espíritu, éste se encuentra envuelto por una corriente fluídica que le atrae hacia el punto de su nueva morada, y desde este momento, el Espíritu pertenece a un cuerpo, como este cuerpo le pertenece a él hasta la muerte del mismo, a pesar de que la unión completa entre la materia y el Espíritu' no tiene lugar hasta el instante precise del nacimiento.
Luego que ha tenido lugar la concepción, se apodera del Espíritu una turbación especial; sus ideas se ofuscan; sus facultades se aniquilan y esa turbación va creciendo a medida que el lazo de unión del Espíritu con el cuerpo se estrecha más y más, siendo completa en los últimos tiempos de la gestación; de tal suerte, que el Espíritu no es nunca testigo del nacimiento de su cuerpo, como tampoco tiene conciencia de la muerte de éste.
Pero nace el niño y respira, y la turbación desaparece paulatinamente, y las ideas renacen, si bien en otras condiciones que cuando muere el cuerpo.
En el acto de la reencarnación, las facultades del Espíritu no quedan solamente entorpecidas por una especie de sueño momentáneo, como sucede cuando aquél vuelve a la vida espiritual, porque todas, sin excepción alguna, pasan al estado latente.
La vida corporal tiene por objeto desarrollar esas facultades por medio del ejercicio, pero no pueden serlo todas simultáneamente, porque el desarrollo de unas podría perjudicar a las demás, mientras que con el desarrollo sucesivo, no existe este inconveniente.
Es menester, pues, que algunas permanezcan en reposo mientras que otras se ejercitan; y esto explica por que en una nueva existencia, un Espíritu puede aparecer bajo un aspecto bien distinto que en su anterior vida corporal, sobre todo si no es  de los más adelantados.
Por ejemplo: en un Espíritu podría ser muy activa la facultad musical; concebirá, percibirá y por consiguiente ejecutará todo aquello que es necesario al desenvolvimiento de esta facultad: en otra existencia se perfeccionará en la pintura, poesía, ciencias exactas, etc., y mientras otras nueva facultades se desarrollan, la de la música se conservará en estado latente, no perdiendo por esto el adelanto adquirido en la existencia anterior.
 Resulta, pues, de lo expuesto, que el que en una existencia ha sido artista, en otra será tal vez un gran sabio, hombre de Estado o estratega, sin que como  artista tenga importancia alguna, o viceversa.
El estado latente en que permanecen las facultades de un Espíritu cuando se encarna de nuevo, explica el olvido completo de las existencias anteriores, mientras que el recuerdo de la vida corporal es entero al despertar el Espíritu de la especie de aletargamiento en que queda en el momento de la muerte del cuerpo.
Las facultades que se manifiestan en el Espíritu, están naturalmente en relación con la posición social que aquél debe ocupar en el mundo y también con las pruebas que ha elegido; sin embargo, sucede a veces que las preocupaciones sociales le rebajan o elevan más de lo conveniente, lo cual hace que alguno Espíritus no estén, intelectual y moralmente hablando, en relación con el lugar que ocupan.
Este hecho, por los inconvenientes que consigo lleva, forma parte de las pruebas elegidas y debe cesar con el progreso, porque en un orden social adelantado, todo se arregla según la lógica de las leyes naturales, no siendo por derecho de nacimiento llamado a gobernar, aquel que solo es apto para trabajos manuales.
Pero volvamos al Espíritu en la infancia de su cuerpo. Hemos visto que hasta el momento de nacer, todas las facultades del Espíritu se encontraban en estado latente, y por lo tanto, el Espíritu sin tener conciencia de sí mismo; las facultades que deben ejercitarse en la nueva existencia no se manifiestan súbitamente en el momento de nacer, sino que se desarrollan gradualmente con los órganos destinados a su manifestación; pero por su actividad íntima, cada facultad acelera el desarrollo de su órgano correspondiente, le empuja, por decirlo así, del mismo modo que empuja la corteza del árbol, el vástago que se oculta debajo de aquella.
Resulta, pues, que en la infancia, el Espíritu no disfruta del pleno goce de ninguna de sus facultades, no solamente como ser humano, sino tampoco como Espíritu, porque es un verdadero niño, lo mismo que el cuerpo al cual esta sujeto.
Ni se encuentra comprimido penosamente en el cuerpo imperfecto todavía, porque de otro modo, Dios hubiera hecho de la encarnación un suplido para todos los Espíritus, buenos o malos indistintamente.
No sucede lo mismo con el idiota y el imbécil, cuyos órganos, no habiéndose desarrollado en relación con las facultades del Espíritu, ponen a éste en la situación de un hombre sujeto por fuertes lazos que le impiden moverse libremente.
Y esta es la razón por que puede evocarse al Espíritu de un  idiota y obtener del mismo, contestaciones cuerdas, mientras que el de un niño de muy corta edad, se ve privado de dar respuesta alguna.
Todas las facultades y aptitudes se encuentran en embrión en el Espíritu, desde la creación de éste, si bien en estado rudimentario, como se encuentran todos los órganos en el primer filamento del feto informe y todas las partes del árbol en la semilla.
El salvaje que más tarde llegará a ser un hombre civilizado, posee todos los gérmenes que un día harán del mismo un sabio, un artista o un filósofo.
A medida que esos gérmenes llegan al estado de madurez, la Providencia da al Espíritu, para la vida terrestre, un cuerpo apropiado a su aptitud, y así es que el cerebro de un europeo esta mejor organizado y provisto de mayor número de órganos que el de un salvaje.
Para la vida espiritual, la misma Providencia le facilita un cuerpo fluídico o periespíritu, más útil e impresionable que el anterior para otras sensaciones, y a medida que el Espíritu muera a cada nueva encarnación para resucitar luego con nuevos atributos, sin dejar por esto de ser siempre el mismo.
Sirva de ejemplo, para demostrar más palpablemente lo que acabamos de decir, un campesino que se enriquece y pasa a ser un gran señor; ha abandonado su cabaña para habitar un palacio, y el paño burdo de que labraba sus vestidos, por ricas telas y bordados; todo cambia en él: sus costumbres, gustos, lenguaje y carácter; en una palabra, no parece sino que el campesino ha muerto y ha enterrado su buriel, para nacer tan mejorado que casi es desconocido. Y sin embargo, es el mismo individuo, y en él no ha habido otra cosa que una transformación.
Cada existencia corporal, es, pues, para el Espíritu, un motivo de progreso más o menos perceptible.
Vuelto al mundo de los Espíritus, lleva consigo un nuevo caudal de ideas; su horizonte moral se dilata, sus percepciones son más finas y delicadas; ahora ve y comprende lo que antes no veía ni comprendía y su vista, que al principio no iba mas allá de su última existencia, abarca sucesivamente todas sus existencias anteriores, como el hombre que eleva en el aire, abarca cada vez más vastos horizontes.
En cada una de las estaciones del Espíritu en la erraticidad, se desarrollan a su vista nuevas maravillas del mundo invisible, porque cada vez se descorre para él un nuevo velo.
Al mismo tiempo su envoltura fluídica se mejora, se vuelve más ligera y brillante, hasta que por fin será resplandeciente. Es un Espíritu casi nuevo; es el labriego de que hemos hablado antes, pulido y transformado. El Espíritu primitivo ha muerto: sin embargo, siempre es el mismo Espíritu.
He aquí explicado como debe entenderse, según nuestro modo de ver, la muerte espiritual.
Tomado de “Obras Póstumas”
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Usa el conocimiento superior en tu intimidad hogareña. El mundo comienza en casa.
- Espíritu Marco Prisco-

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jueves, 5 de junio de 2014

EL VALOR DE LA RIQUEZA



EL VALOR DE LA RIQUEZA

Existen libros y libros, orientando los diversos servicios, indispensables a la administración de la moneda que surge, en todas las regiones del mundo, como símbolo de poder adquisitivo, entretanto, esta charla se refiere únicamente a esclarecer la aplicación de los recursos financieros, en el cambio del amor al prójimo.
En el mundo existe los avaros de la inteligencia, que se ocultan en las floridas trincheras de la inercia; los provistos de la salud que desamparan a los afligidos y a los enfermos; los privilegiados de la alegría que cierran la puerta a los tristes, aislándose en el oasis del placer; los felices de la fe que procuran la soledad, con el pretexto de preservarse contra el pecado; los exponentes  de la juventud que menos precian la vejez; los favorecidos de la familia terrestre, que olvidan los andarines de la penuria que vagan sin hogar.
Todos esos ricos de la experiencia común contraen pesados débitos con la humanidad.
Recordemos que el Tesoro Real de la vida está en nuestro corazón.
Quien no puede donar algo de sí mismo, en la buena voluntad, en la sonrisa fraterna o en la palabra sincera de bondad, en balde extenderá las manos repletas de oro, porque solo  el amor abre las puertas de la plenitud espiritual y siembra en la Tierra la luz de la verdadera caridad, que extingue el mal y disipa las tinieblas.
Habitualmente, atraemos  la riqueza  y suponemos detenerla para siempre, adornándonos  con las facilidades que el oro proporciona… un día, sin embargo, en las fronteras de la muerte, somos despojados de todas las posesiones exteriores y si algo nos queda será simplemente la plantación de las migajas de amor que hemos distribuido, valoradas  en nuestro nombre  por la alegría, aun mismo que sean precarias y momentáneas, de  aquellos que nos hicieron la bondad de recibirlas.
Cuando traspasamos el horizonte y volvemos al otro lado de la vida, todo el bagaje de aquello que no necesitamos  nos es confiscado, entretanto, las Leyes Divinas  determinan que recojamos, con gran alegría, todo lo que dimos de lo que  somos, de lo que hacemos, de lo que sabemos y de lo que tenemos, en socorro a los otros,  transfigurándonos  las concesiones en valores eternos  del alma, que nos aseguraran amplios recursos  adquisitivos en el Plano Espiritual.
En las horas de peligro, todas las distinciones sociales, los títulos y las ventajas de la fortuna se miden en su justo valor. Todos somos iguales ante el peligro, el sufrimiento y la muerte. Todos los hombres, desde el más encumbrado hasta el más miserable, están hechos con la misma arcilla. Revestidos de harapos  o de suntuosos trajes, sus cuerpos son animados  por Espíritus del mismo origen, y todos volverán a encontrarse confundidos en la vida futura. Solo su valor moral los distinguirá. El más grande en la Tierra puede convertirse en uno de los últimos del espacio, y el mendigo puede vestir  un traje resplandeciente. No tengamos la vanidad  de los favores y de las ventajas pasajeras. Nadie sabe lo que no reserva el mañana.
Si Jesús prometió a los humildes y a los pequeños  la entrada en el reino celestial, es porque la riqueza y el poder engendran con demasiada frecuencia la soberbia, , en tanto que una vida laboriosa y oscura  es el elemento más seguro del progreso moral. En la realización de su tarea diaria, las tentaciones, los deseos y los apetitos mal sanos  asedian menos al trabajador; puede entregarse a la meditación y a desarrollar su conciencia; el hombre de mundo, por el contrario, es absorbido por las ocupaciones frívolas, por la especulación o por el placer.
La riqueza nos liga a la Tierra con lazos tan numerosos y tan íntimos, que rara vez  consigue la muerte  romperlos y liberarnos de ellos. De aquí las angustias del rico en las vidas futuras. Sin embargo, fácil es comprender  que nada es nuestro en este planeta.  Los bienes  a los cuales  nos consagramos  a toda costa  no nos pertenecen  más que en apariencia. Muchos han creído poseerlos, y todos más tarde o más temprano los abandonan. Nuestro cuerpo mismo es un préstamo  de la Naturaleza, y ella sabe muy bien recobrarlo cuando le conviene. Nuestras únicas adquisiciones duraderas  son de orden intelectual y moral.
Delante de la exuberante tierra, paraíso donde Dios nos ha colocado, existen infinidad de posibilidades de progreso y de engrandecimiento de valores, pero el hombre se manifiesta la mayoría de las veces con mezquindad y avaricia, creyendo que solo la  posesión efímera, le garantizará la perennidad de la vida y la seguridad existencial.

Dice un dicho que “allí donde está tu corazón, se encuentra tu tesoro” por ignorancia el hombre no sabe ver la variedad de recursos que existen a su alrededor y le servirán para la preservación de la vida.
Del amor a los bienes materiales nace la envidia. El que lleva en si este vicio puede despedirse  de todo reposo y de toda paz. Los éxitos la opulencia del prójimo despiertan en él ardientes codicias y una fiebre de posesión que le consumen.
La riqueza no es, sin embargo, un mal en sí misma. Es buena o mala, según el empleo que se hace de ella. Lo importante  es que no inspire soberbia ni dureza de corazón. Es preciso que seamos dueños de nuestra fortuna y no sus esclavos; es sensato que nos mostremos superiores a ella, desinteresados y generosos. En estas condiciones, la prueba peligrosa  de la riqueza se hace más fácil de soportar. No ablanda los caracteres, no despierta esa sensualidad casi inseparable del bienestar.
Es una fuerza, as central afincada en el ego, que es la responsable  por los conflictos sociales  y económicos, políticos  y psicológicos, que le arrastran  a muchos a la desesperación, esclavizando los sentimientos y las aspiraciones, por la posesión, que se expande en el área de la afectividad como herencia patriarcal  de que todo cuanto se encuentra a su alrededor es de su propiedad. En ese sentido, la familia, los amigos, los objetos son siempre suyos, sin que, a su vez, se permita donar a los otros.
La prosperidad es peligrosa por las tentaciones  que da, por la fascinación que ejerce sobre los Espíritus. Puede, sin embargo, ser la fuente de un gran bien cuando se dispone de ella con prudencia y mesura. Con la riqueza se puede contribuir  al progreso intelectual de los hombres, al mejoramiento de las sociedades, creando instituciones benéficas o escuelas, haciendo participar  a los desheredados de los descubrimientos de la ciencia y de las revelaciones de la belleza. Pero, sobre todo, la riqueza debe orientarse  hacia aquellos que luchan contra la necesidad, en forma de trabajo y de socorro.
Jesús cuando un hombre se le acerco para pedirle que recomendase a su hermano que dividiese la herencia con él, que era motivo de litigio entre los dos, el Maestro le respondió, interrogando. ¡Hombre! ¿Quién me designó  para juzgaros  o para hacer vuestras particiones? Y enseguida a continuación, y tras una breve reflexión, agregó: Tened cuidado de preservaros de toda avaricia, por cuanto, sea cual fuere la abundancia en la que el hombre se encuentre, su vida no depende de los bienes que posee.
Para que esa lección se tornarse inolvidable, narró entonces la parábola del rico que era dueño de tierras, quien cuidaba de ampliar la fortuna hasta el exceso, y cuando no tenía ya más donde almacenar los bienes, se propuso dormir y gozar, y disfrutar de todo lo que le pertenecía,  olvidado de que en aquella noche el Señor de la Vida tomaría su alma.
Jesús jamás vino para juzgar y condenar, dividir y justificar. Eso significaría destruir el sentido profundo de Su mensaje, tornándolo trágico en Su construcción de Amor. El no era juez, no imponía la ley, la vivía y la sufría, enseñando sumisión a los códigos, aun cuando eran injustos, con el fin de estimular  a cada ser a ascender  a los niveles superiores del pensamiento y de la conciencia, liberándose de cualquier  permanencia de egoísmo, o en la inferioridad existente en los peldaños inferiores de la transitoriedad carnal.
Consagrar los recuerdos a la satisfacción exclusiva de la vanidad y de los sentidos, es perder la existencia y crearse penosas dificultades. el rico deberá  dar cuenta  del depósito que se ha puesto en sus manos  para bien de todos. 
La cuestión de la riqueza asumió en la Buena Nueva una postura relevante, porque verdaderamente los ricos no son los  poseedores  de cosas y volúmenes de la ambición, sino aquellos que se convirtieron en pobres del espíritu de avaricia, de pasiones inferiores,  de angustias, enriqueciéndose en el reino de los Cielos que se inicia en la Tierra, con los dones de la renuncia, de la abnegación, del amor que se engrandece hasta alcanzar la postura de la caridad.
Esa es la búsqueda ininterrumpida a la que se debe entregar el ser humano, es el desafío psicológico del auto encuentro, del descubrimiento de la realidad espiritual, del sentido profundo de la existencia más allá del campo de las formas objetivas y sensuales.
La misión inteligente del ser humano en la Tierra, es la de promover el progreso propio así como el general, y ahí reside el fin providencial de la riqueza, que estimula la creatividad con fines nobles y la dignificación espiritual, mediante la ampliación del pensamiento que se despoja de las corazas del mito para realizar obras a favor de su crecimiento emocional y moral.
A través de la postura del amor surge la comprensión de cómo aplicar la riqueza, multiplicándola en obras que favorezcan a todos los seres con oportunidades  de desarrollo de los valores internos, alterando los paisajes íntimos por medio de las conquistas que le son presentadas.
Hay que vivir el presente, como presente, en un constante servicio de construcción interior, es el deber que cabe a los poseedores de riquezas, que las tornaran bienaventuradas por la cooperación que expande en derredor de sus recursos.
Los bienes más importantes que los acumulados en las arcas y en los bancos, son los bienes de carácter emocional y espiritual, social y moral: la inteligencia que sabe administrar la existencia corporal;  la memoria que se encarga de archivar las experiencias, las tendencia hacia el bien, lo bueno, lo bello, lo eterno; los sentimientos del deber que nacen  de la conciencia que actúa en consonancia con las soberanas Leyes de la Vida.
Estos tesoros, sin duda alguna, son  más preciosos que los materiales, ya que se pueden transformar en valiosos emprendimientos  salvadores de vidas, como la instrucción, la educación, la liberación de los vicios en razón del amparo en el campo de la salud y del trabajo, propiciando felicidad en todas partes.
La fortuna, sea como sea que se manifieste, es una alta responsabilidad, que el que la posee tendrá que rendir cuentas, inicialmente a si mismo, por la incitación de la conciencia responsable y cuando despierta e impone la culpa por el mal empleo, y delante de la Conciencia Cósmica, de la cual nadie se evade por presunción, capricho o infantilidad emocional…
En la pobreza y en la riqueza el ser adquiere experiencias valiosas que constituyen su patrimonio de crecimiento en el rumbo Infinito, en la marcha inexorable por la búsqueda de Dios, ampliando la capacidad de servir y amar, porque nadie está libre, de que a la noche, suene la voz que le dirá: ¡Que insensato! Esta misma noche tomaran tu alma… ¿Y qué sentido tendrá todo cuanto fue almacenado, si no fue aplicado con elevación y sabiduría.
Francisco de Asis, Miguel Angel, Vicente de Paul y tantos nobles Espíritus  que vivieron en este mundo, sabían que el trabajo, las privaciones  y el sufrimiento desarrollan las fuerzas viriles del alma, en tanto que la prosperidad las aminora. En el desprendimiento de las cosas humanas, unos encontraron la santificación  y otros el poder  que proporciona el genio.
La pobreza nos enseña a compadecernos de los males de los demás, haciéndonos conocerlos mejor; nos une a todos los que sufren; da valor a mil cosas hacia las cuales son indiferentes los dichosos. Los que no han conocido sus lecciones ignoran uno de los aspectos más conmovedores de la vida.
No envidiemos a los ricos, cuyo esplendor aparente  oculta tantas miserias morales. No olvidemos que bajo el cilicio de la pobreza se esconden las virtudes más sublimes, la abnegación y el espíritu de sacrificio.
Reflexionemos en los talentos divinos que nos bendicen en todas las esferas de la existencia y, deseando la felicidad y la victoria, a todos los amigos que se mueven, en el mundo, bajo el peso de la fortuna transitoria, con difíciles problemas  a resolver, anotemos  con imparcialidad como empleamos, día a día, los créditos del tiempo y los tesoros de la vida, para que vengamos a saber con seguridad lo que estamos haciendo realmente de nosotros.
Consideremos los talentos imperecibles que ya retenemos en la intimidad de la propia alma y recordemos  que transportamos en el corazón y en las manos los recursos inefables para extender, infinitamente, los tesoros de trabajo y las riquezas del amor.
Solamente el trabajo sentido y vivido es capaz de generar la verdadera fortuna y acrecentarla infinitamente, y, por eso, amando la tarea  que el Señor nos confió por más inquietante o sencilla que sea, valgámonos del tiempo para enriquecernos hoy de luz y amor, comprensión y merecimiento, a fin de que el tiempo no nos encuentre mañana  con el corazón fatigado  y las manos vacías.
 Derrama el tesoro del amor que el Padre Celestial te situó en el corazón, a través de bendiciones  de fraternidad y simpatía, bondad y esperanza para con los semejantes, y en cualquier grupo social en el cual te veas, serás, invariablemente, la criatura realmente feliz, bajo las bendiciones de la Tierra y de los Cielos.
Trabajo realizado por Mercedes Cruz Reyes, extraído del libro Jesús y el Evangelio de Divaldo Pereira Franco Y DEL LIBRO: DESPUÉS DE LA MUERTE DE “LEÓN DENIS

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  La serenidad interior no se presta.
                                        Espíritu Marco Prisco  Médium Divaldo Pereira.  
                            
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 SERIEDAD EN EL EJERCICIO DE LA MEDIUMNIDAD


No basta que se evoquen a los buenos Espíritus; es preciso, como condición expresa, que los asistentes estén en condiciones propicias, para que ellos consientan en venir.
 “Todo médium, que sinceramente desee no ser juguete de la mentira, debe, por tanto, buscar producir en reuniones serias.
Una Sociedad Espirita  debe evitar toda causa de perturbación y de distracción, ha de organizarse,  y  prestar mucha atención  a las medidas apropiadas.  Las Sociedades  regularmente constituidas exigen organización más completa.  La que tenga sus engranajes internos menos complicados será siempre la mejor.  De ello resaltamos que “toda reunión  espirita  debe, pues, tender a la mayor homogeneidad posible, para llegar a resultados serios y verdaderamente útiles.  Si lo que se desea es obtener  comunicaciones, sean las que sean, sin ninguna atención a la calidad  de los que las den, evidentemente se tornan innecesarias todas esas precauciones; pero, entonces, nadie tiene que quejarse de la calidad del producto”.
El Movimiento Espírita, que tiene como actividad-medio la Unificación y como actividad-fin promover el estudio, la difusión y la práctica de la Doctrina Espírita, ha de tomarse muy en serio esta labor ya que   con el estudio enriquecerá el caudal de conocimientos de dirigentes, Mediums, adoctrinadores  y asistentes de la practica mediúmnica, que puede considerarse la excelencia de la caridad, por su elevada misión de liberar conciencias, lo que requiere la busca constante de la espiritización, de la calificación y de la humanización.
Siendo el Centro Espírita la escuela educativa y la oficina de trabajo donde el amor y el conocimiento orientan las vidas en rumbo de la autoconciencia, ahí deben estar las posibilidades para que se adquiera calidad en la práctica mediúmnica.
El médium es, esencialmente, un Espíritu en prueba, rescatando equívocos y deudas que le quedaron en la retaguardia moral. La presencia de la facultad no le concede cualquier tipo de privilegio o destaque en la comunidad, no debiendo serle motivo de orgullo o de ostentación, antes siéndole un especial instrumento para ayudar en la reparación de deudas y adquirir el equilibrio espiritual.
Incluso cuando el fenómeno se le presenta ostensivo, ello no significa destino para ser misionero de un  momento a otro.
El mediunato es adquirido mediante sacrificio personal y mucha renuncia, trabajo incesante y humildad en el desempeño de las tareas que le dan respeto.
La práctica mediúmnica, en consecuencia, debe ser realizada con seriedad, elevación y constancia, siguiéndose, al pie de la letra las directrices establecidas en El Libro de los Médiums, de Allan Kardec y la contribución complementaria que viene siendo presentada, después de la Codificación, por estudiosos encarnados y por los Espíritus encargados de mantener la Obra conforme se encuentra consolidada en la Doctrina Espírita.
La mediúmnidad   es espontánea, surge en cualquier edad, posición social, denominación religiosa o escepticismo en el cual se encuentre el individuo.
Normalmente llama la atención por los fenómenos insólitos de que se hace portadora, produciendo efectos físicos e intelectuales, así como manifestaciones en el área visual, auditiva, presentándose con una variada gama conforme las diversas expresiones intelectuales, materiales y subjetivas que se exteriorizan en el día a día de todos los seres humanos.
La mediúmnidad surge como una explosión de relativa  violencia en determinados individuos, gracias a cuya manifestación surgen perturbaciones de variada orden, en otros aparece sutilmente, favoreciendo la penetración en más amplias franjas vibratorias, aquellas de donde se procede antes del cuerpo y para cuyo círculo se retorna después del desgaste carnal.
Al principio, surge como sensaciones extrañas de presencias psíquicas o físicas algo perturbadoras, generando miedo o ansiedad, inquietud o incerteza. En algunos momentos, se turba la lucidez, para, en otros, abrirse brechas luminosas en la mente, percibiéndose otro tipo más sutil de realidad.
El médium debe proceder ante estos registros de presencias de seres desencarnados, silenciando la inquietud y penetrándose a través de la meditación, auscultando su conciencia, procurando desdoblar la percepción psíquica sin ningún recelo así oirá palabras confortadoras, y verá a personas queridas que se le acercan.

A veces, cuando aparece la mediúmnidad, surgen varios disturbios, sea en el área orgánica, a través de desequilibrios y dolencias, o mediante inquietudes emocionales y psiquiatritas, por debilidad de su constitución fisio psicológica.
No es la mediúmnidad que genera el disturbio en el organismo, sino la acción fluídica de los Espíritus que favorece la atonía o no, de acuerdo con la calidad de que esta se reviste.
Por otro lado, cuando la acción espiritual es saludable, una aura de paz y de bienestar envuelve al medianero, auxiliándolo en la preservación de las fuerzas que lo nutren y sustentan durante la existencia física.
La mediúmnidad, en sí misma, no es buena ni mala, antes, se presenta en carácter de neutralidad, dándole la oportunidad al hombre de utilizarla conforme desee, de ese uso derivarán los resultados que acompañarán al medianero hasta el momento final de su etapa evolutiva en el cuerpo.
La mediúmnidad, cuando surge, en la mayoría de los casos, es bajo acciones obsesivas, pues el periodo inicial de la educación mediúmnica siempre se da bajo acciones tormentosas. El médium es un Espíritu endeudado, en sí mismo, con vasta copia de compromisos a rescatar, cuando se desdobla, trayendo matrices que facultan el acoplamiento de mentes perniciosas del Más Allá, que lo impelen al trabajo de auto-perfección, sobre el ejercicio de la caridad, de la paciencia y del amor para con los mismos. Aparte de eso, considerando sus débitos, se vincula a los cobradores que no quieren perder de vista, sitiándole la casa mental, afligiéndolo con el recurso de un campo precioso y vasto, como es la percepción mediúmnica, intentado impedirle el crecimiento espiritual, mediante el cual lograría liberarse del infeliz yugo. Crean estratagemas, situaciones difíciles, predisponen mal a aquel que las sufren, rodeándolo de impresiones, porque viven en diferente franja vibratoria, peculiar, diversa a los que no poseen disposiciones medianímicos.
La fase inicial del ejercicio y desdoblamiento de la mediúmnidad es un bendito calvario. Por otro lado, este es el medio de ampliar, desarrollar el entrenamiento del sensitivo, que aprende a discernir el tono psíquico de los que lo acompañan, en espíritu, tomando conocimiento de las “leyes de los fluidos” y armándose de resistencia para combatir las “malas inclinaciones” que son los imanes que atraen a los que se encuentran en estado de Erraticidad inferior.
(En las Fronteras de la Locura, Cap. 23, Manuel Philomeno de Miranda/Divaldo P. Franco
Manuel Philomeno de Miranda 
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        SER AGRADECIDOS ES DE BIEN NACIDOS

En España principalmente, así como en otros paises, el pasado día 2, saltó la noticia de la voluntaria abdicación de S.M. el Rey de España, D. Juan Carlos de Borbón, que a todos nos ha sorprendido por lo inesperada.
Han sido 39 años de reinado, en donde como en todos los estamentos humanos, han habido luces de éxito en la gestión monárquica, aunque también alguna sombra, pues estamos refiriéndonos a un ser humano en una familia humana.
Hay en España una minoría ruidosa (solo una minoría G. a D.), que han intentado o están intentando, aprovechar esta coyutura del relevo constitucional, para engañar a quien pueden, vendiéndoles la panacéa de que la solución a todos los males de nuestra crisis, es la República, como si el que la forma de gobierno que haya, sea Monarquía Constitucional o fuera República, no fuesen gobernados y legislados por personas, que bajo una bandera u otra, tienen que trabajar por nuestros problemas, y a veces acertarán y otras se equivocarán; sin embargo no son los partidos ni las formas de gobierno los que trabajan, sino las personas.
Realmente, yo soy de los que creen que en España, seguimos habiendo todavía una mayoría de monárquicos o mejor dicho, de Juan Carlistas. Y es que podría ser  que al paso del tiempo valoremos más la figura de lo que este Rey ha sido para todos los españoles.
Otro de los problemas que están surgiendo estos días es que una gran parte de esas gentes que saltan a la calle o a las plazas, exibiendo pancartas y consignas, eso sí, con todo el derecho del mundo, reclamando una votación en referendum, para que podamos elegir República o Monarquía. Esa pretensión – y mas si no está hecha en un marco de legalidad vigente- creo que es inviable. En primer lugar, porque el sistema democrático que tenemos, con el Rey a la cabeza,ya fué votado y entronizado con la Constitución Española, que juraron todos los Diputados. Durante la ceremonia de nombramiento de un nuevo rey, en el caso de España,  el Congreso somete a una votación la validez y aprobación del que van a proclamar Rey Constitucional, lo que quiere decir, que al rey para llegar a serlo ya lo votaron y aclamaron como tal,  nuestros representantes en el Congreso, y el que nuestra forma de Estado sea desde entonces  una Monarquía Constitucional, significa que el Rey, en este caso no gobierna ni manda, pues esa no es su función; para eso ya está el gobierno salido de las urnas; el Rey  solamente tiene un papel representativo de todos los españoles en el mundo, y simbólico de unión de toda España y su Constitución, dentro y fuera de nuestras fronteras, donde ejerce como el gran embajador y la imágen de España, como imágen y símbolo, también lo son la Bandera o el Himno Nacional. En sus relaciones internacionales se ha dedicado con éxito a abrir muchas y nuevas perspectivas económicas con otros países, beneficiosas para España. De ahí que sea tan admirado y querido, especialmente entre los países sudamericanos y los países árabes.

Desde estas modestas líneas, yo quiero agradecer publicamente a S.M. el Rey, por el estado de convivencia democrática que junto con el inolvidable Presidente Suarez, supieron ir implantando en España tras 40 años de dictadura, y porque  fué gracias a él, cuando en 1881  los golpistas del 23-F, no nos pudieron hacer dar un paso atrás trágico y tal vez de unas consecuencias  incalculables  para todos los españoles. 
Soy, por tanto consciente, de que gracias al Rey principalmente, hoy todos los españoles vivimos en  esta democracia que nació débil y titubeante, pero que al paso firme de D. Juan Carlos, se ha ido consolidado cada  vez más al paso de estos años. Nuestros hijos  nacieron en este periodo tan apasionante de la Historia de España, en donde se han forjado hombres y mujeres en ella, y no han conocido otras formas de Gobierno o de Estado, si acaso lo que les han contado o lo que han leído en panfletos, muchas veces llenos de informaciones partidistas o verdades sesgadas, por lo que en estos grupos antimonárquicos( que precisamente los integran sistemáticamente los partidos de extrema izquierda, como si la Denominación de Republicanos les perteneciera en exclusiva. En estos grupos o seguidores de consignas de la izquierda, solemos encontrar  gente muy jóven, de una formación media-baja, que han crecido en una sociedad monárquica. Estos "protestantes", parecen  ideológicamente manipulados y  convencidos de que los problemas de la crisis económica ( y de todo orden, diría yo), tendrían solución si en vez de un Estado Monárquico, tuviésemos un Estado Republicano Yo les diría: Bien, ¿ y luego qué?, ¿ acaso tiene la República, por el hecho cambiar la bandera nacional y ser dirigida por otra persona ( importante dirigente de izquierdas), la llave maestra que arregla esta sociedad que tenemos, sin más ?. 
¿ No será que no es la Monarquía en sí misma lo que les estorba, sino la Carta Magna jurada por la familia real y por todos los miembros del gobierno y la oposición?
Sin embargo, para  seguir en el tema que aquí abordamos, hay que reconocer que es la Monarquía la que ha permitido el restablecimiento de tantas libertades que habían permanecido prohibidas y perseguidas durante 40 años, entre otras el resurgir en libertad del Espiritismo   y el que este haya podido alcanzar  los niveles sociales y de expansión que ya hemos alcanzado, de modo que si no hubiera sido por esta Constitución de Libertades para todos los españoles que firmó el Rey, ( pero que no fue redactada por él), ahora sería impensable la existencia de tantos grupos y centros espíritas, federados y reconocidos en España, y que en total libertad, podemos divulgar la enseñanza espírita organizando actividades públicas, conferencias, seminarios, congresos, etc,  para una mejor contribución al progreso moral de la sociedad. Por ejemplo, en estos momentos yo soy conciente de que yo no podría estar ahora divulgando conocimientos espíritas en mis blogs, etc.
Ya no es necesario que nos camuflemos bajo el paraguas de la Parapsicología u otra denominación que no sea la de  "Espírita", sin disimulos ni vergüenzas, y sintiendo el honor de serlo de verdad.
Asimismo, quiero expresar mis deseos de que el nuevo Rey Felipe VI, tenga la inspiración espiritual necesaria para seguir y ampliar la gran labor que ha hecho su padre, que no merece sino nuestra gratitud, por haber sabido ser el rey de todos los españoles, manteneniendo la concordia y el hermanamiento de todas las tierras y pueblos de esta gran nación que es España.

!Muchas gracias Don Juan Carlos ¡, !el tiempo y la historia harán justicia a su labor ¡

- Jose L. Martín-

domingo, 1 de junio de 2014

Los libros de la Codificación Espírita




LA CODIFICACION ESPIRITA POR ALLAN KARDEC - Consta de cinco  Libros basicos para comprender la doctrina espirita Kardeciana.  En ellos, reunió las enseñanzas de la Espiritualidad Superior, analizándolas y codificándolas, de forma que quedaran claras e interesantes.

1.a) EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS (1857)

Contiene los principios de la Doctrina Espírita. Trata sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los Espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad; según la enseñanza dada por los Espíritus superiores con la ayuda de diferentes médiums, recopilada y puesta en orden por Allan Kardec. Se divide en cuatro tópicos: «Las causas primarias»; «Mundo espírita o de los Espíritus»; «Las leyes morales»; y «Esperanzas y consuelos».

'  

2.a) EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS (1861)
Orienta la conducta práctica de las personas que ejercen la función de intermediarios del mundo espiritual con el material. Muestra a los médiums los inconvenientes de la mediumnidad, sus virtudes y los peligros provenientes de una facultad descontrolada, sobre todo cómo obtener contactos provechosos y edificantes junto a la espiritualidad. La obra demuestra las consecuencias morales y filosóficas consecuentes de las relaciones entre lo invisible y lo visible. Es el mayor tratado de paranormalidad escrito.

3.a) EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO (1864)
Se trata de la parte moral y religiosa de la Doctrina Espírita. Enseñanza, teoría y práctica del Cristianismo esencial. Contiene comentarios sobre los principales pasajes de la vida de Jesús y el sermón de la montaña, elaborados por Allan Kardec y por los Espíritus Superiores. Muestra que las parábolas existentes en el Evangelio, que a los ojos de los humanos parecen fantasías, en realidad expresan el más profundo código de conducta moral de que se tiene noticia.



4.a) EL CIELO Y EL INFIERNO (1865)
En este libro, a través de la evocación de los Espíritus, Allan Kardec presenta la verdadera fase del deseado cielo, del temido infierno, como también del llamado purgatorio. Pone fin a las penas eternas, al demostrar que todo en el Universo evoluciona y que las teorías sobre el sufrimiento en el fuego del infierno nada más son que una alusión simbólica. Comunicaciones de Espíritus desencarnados, de cultura y hábitos diversos, son analizados y comentados por el Codificador, mostrando la situación de felicidad, de arrepentimiento o de sufrimiento de quienes habitan en el mundo espiritual.


5.a) LA GÉNESIS (1868)
Este libro es un estudio respecto de cómo fue creado el mundo, cómo aparecen los seres y cómo es el Universo en sus fases material y espiritual. Es la parte científica de la Doctrina Espírita. Explica la Creación y sus aspectos científico y religioso. La Génesis bíblica es estudiada y abordada científicamente transponiendo su contenido alegórico. Los seis días narrados en las Escrituras Sagradas se revelan como los largos períodos que llevó la formación del Universo y de la Tierra; etapas geológicas, que siguen el orden cronológico comprobado por la Ciencia en su investigación. Los «milagros» realizados por Jesús respecto a la alteración de los elementos de la naturaleza bajo la acción de su poderosa mediumnidad, son explicados.
Iniciación al conocimiento de la doctrina Espirita.
Kardec completó las enseñanzas vertidas en la Codificación, con algunas otras obras, de su puño e inspiración, tal como ,
   ¿ QUÉ ES EL ESPIRITISMO ?



- Claribel Díaz y José L. Martín -




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                                           LA FATALIDAD Y              LOS PRESENTIMIENTOS
(Instrucciones dadas por san Luis)
En la  Revista Espirita de 1958

Un corresponsal escribe lo siguiente en la revista:

«En el mes de septiembre último, una embarcación menor, que  hacía la travesía de Dunkerque a Ostende, fue sorprendida por un  temporal durante la noche; el pequeño barco naufragó, y de las ocho  personas que lo ocupaban, cuatro perecieron; las otras cuatro, entre  las cuales me encontraba yo, consiguieron mantenerse sobre la  quilla. Permanecimos toda la noche en esa horrible posición, sin otra  perspectiva que la muerte, que nos parecía inevitable y de la cual  sentimos todas las angustias. Al amanecer, el viento nos había  empujado hacia la costa, y pudimos alcanzar la tierra a nado. 
«¿Por qué en ese peligro, igual para todos, sólo cuatro personas  han sucumbido? Notad que, por mi parte, es la sexta o la séptima  vez que escapo de un peligro tan inminente, y más o menos en las  mismas circunstancias. Soy realmente llevado a creer que una mano  invisible me protege. ¿Qué he hecho para esto? No sé gran cosa, no  tengo importancia ni utilidad en este mundo y no me jacto de valer  más que los otros; lejos de eso: había entre las víctimas del accidente  un digno eclesiástico –modelo de virtudes evangélicas– y una  venerable hermana de la congregación de San Vicente de Paúl, que  iban a cumplir una santa misión de caridad cristiana. La fatalidad  parece desempeñar un gran papel en mi destino. ¿No estarían allí los  Espíritus para alguna cosa? ¿Sería posible obtener de ellos una  explicación al respecto, preguntándoles, por ejemplo, si son ellos los  que provocan o desvían los peligros que nos amenazan?...»
De conformidad con el deseo de nuestro corresponsal, dirigimos  las siguientes preguntas al Espíritu san Luis, que consiente en  comunicarse con nosotros todas  las veces que hay instrucciones  útiles para dar.

1. –Cuando un peligro inminente amenaza a alguien, ¿es un  Espíritu el que dirige el peligro? Y cuando la persona escapa del  mismo, ¿es otro Espíritu el que lo desvía? 
Respuesta. –Cuando un Espíritu se encarna, elige una prueba; al  elegirla se traza una especie de destino que no puede impedir más,  una vez que a la misma se ha sometido; hablo de las pruebas físicas.  Al conservar su libre albedrío sobre el bien y el mal, el Espíritu es  siempre dueño de soportar o de  rechazar la prueba; un Espíritu  bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda,  pero no puede  influir en él adueñándose de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir,  inferior, mostrándole y exagerándole un peligro físico, puede  hacerlo vacilar y asustarlo, pero la voluntad del Espíritu encarnado  no queda por ello menos libre de toda traba.

2. –Cuando un hombre está a punto de perecer por accidente,  parece que el libre albedrío no interviene en nada. Por lo tanto,  interrogo si es un Espíritu malo el que provoca  este accidente,  siendo de cierto modo su agente;  y, en el caso en que escape del  peligro, pregunto si un Espíritu bueno ha venido en su ayuda.
Respuesta: El Espíritu bueno o el Espíritu malo no pueden sino sugerir pensamientos buenos o malos, según su naturaleza. El accidente está  marcado en el destino del hombre. Cuando tu existencia ha sido  puesta en peligro, es una advertencia que tú mismo has deseado, a  fin de desviarte del mal y de volverte mejor. Cuando escapas de ese  peligro, todavía bajo la influencia del mismo, piensas de manera más  o menos firme en volverte mejor, según la acción más o menos  firme de los Espíritus buenos. Al sobrevenir el Espíritu malo (digo  malo sobrentendiendo  el mal que aún hay en él), piensas que  escaparás del mismo modo a otros peligros y dejas nuevamente desencadenar tus pasiones. 

3. –La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de  nuestra existencia, ¿aún sería, pues, el efecto de nuestro libre albedrío? 
Respuesta. –Tú mismo has elegido tu prueba: cuanto más ruda sea y  mejor la soportes, más te elevas. Aquellos que pasan su existencia  en la abundancia y en la satisfacción humana son Espíritus débiles que permanecen estacionarios. De  esta manera, el número de  desafortunados aventaja  en mucho al de los felices de este mundo,  teniendo en cuenta que los Espíritus buscan en su mayoría la prueba  que les será más fructífera. Ellos perciben muy bien la futilidad de  vuestras grandezas y de vuestros goces. Además, la existencia más  feliz es siempre agitada, siempre movida, aunque más no sea por la ausencia del dolor.

4. –Entendemos perfectamente esta doctrina, pero eso no nos  explica si ciertos Espíritus tienen una acción directa sobre la causa  material del accidente. Supongamos que en el momento en que un  hombre pasa por un puente, éste se derrumbe. ¿Quién ha llevado al hombre a pasar por ese puente? 
Respuesta. –Cuando un hombre pasa por un puente que debe romperse,  no es un Espíritu el que lo lleva a pasar por ese puente: es el instinto  de su destino el que lo conduce. 

5. – ¿Quién ha hecho romper el puente? 
Respuesta. –Las circunstancias naturales. La materia tiene en sí misma  las causas de su destrucción. En el caso tratado,  el Espíritu, teniendo necesidad de  recurrir a un elemento extraño a su naturaleza para mover fuerzas  materiales, más bien ha de recurrir a la intuición espiritual. De este  modo, si ese puente debía romperse, ya que el agua había desunido  las piedras que lo componen y el óxido había corroído las cadenas  que lo suspenden, el Espíritu –decía– insinuará más bien al hombre  para pasar por ese puente, en lugar de hacer romper otro bajo sus  pasos. Además, tenéis una prueba material que os adelantaré: cualquier accidente sucede siempre naturalmente, es decir, que las  causas que se vinculan unas a otras, lo conducen insensiblemente.

6. –Tomemos otro caso en el que la destrucción de la materia no  sea la causa del accidente. Un hombre mal intencionado me da un  tiro; la bala me roza,  pero no me alcanza. ¿La habría desviado un Espíritu benévolo?
Respuesta. No. 

7. – ¿Pueden los Espíritus advertirnos directamente de un peligro?
He aquí un hecho que parecería confirmarlo: Una mujer salía de su  casa y seguía por el bulevar. Una voz íntima le dijo: Detente, vuelve a tu casa. Ella titubea. La misma voz se hace escuchar varias veces;  entonces, ella volvió sobre sus pasos; pero, cambiando de parecer, se  dijo: ¿Qué he de hacer en mi casa? Seguiré; sin duda, es un efecto de  mi imaginación. Entonces ella continuó su camino. A algunos pasos  de allí, una viga que se desprendió de una casa la golpea en la  cabeza y la deja caída sin conocimiento. ¿Qué era esa voz? ¿No era  un presentimiento de lo que iba a suceder a esa mujer?
Respuesta. Era la  voz del instinto; además, ningún presentimiento tiene tales  caracteres: son siempre vagos. 

8. – ¿Qué entendéis por la voz del instinto?
Respuesta. Entiendo que el  Espíritu, antes de encarnarse, tiene conocimiento de todas las fases  de su existencia; cuando éstas tienen un carácter saliente, conserva  una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, al  despertarse cuando el momento se aproxima, se vuelve  presentimiento.

Nota – Las explicaciones precedentes se relacionan con la  fatalidad de los acontecimientos materiales. La fatalidad moral está  tratada de una manera completa en El Libro de los Espíritus.

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¿Cómo distinguir la presencia de los Espíritus Mensajeros divinos

(Reunión pública del 18/5/59 - Cuestión No 501)

Siempre habrá de resultarnos fácil distinguir la presencia de los mensajeros divinos a nuestro lado, porque nos sugerirán la ruta del bien.

Aunque sean portadores del esplendor solar de la Vida Celestial, saben adaptarse a nuestro simple nivel en las luchas evolutivas, para mostrarnos el camino hacia la Esfera Superior. Pero aunque se enaltezcan hasta cúspides sublimes en la ciencia del Universo, ocultan su grandeza para guiarnos al adecuado aprovechamiento de las posibilidades que tenemos en nuestras manos.

Sin una mínima agresión, hacen luz para nuestras almas a fin de que veamos las llagas de nuestras deficiencias, de modo que las curemos en la lucha del esfuerzo propio.

Nunca se vanaglorian de la verdad porque nos abrumarían en nuestra condición de espíritus deudores; sólo la utilizan como un remedio dosificado para enfermos, para que ascendamos al nivel de la redención; tampoco se valen de la virtud que conquistaron para condenar nuestros defectos; sólo la emplean junto con paciencia inconmensurable para nuestro propio bien, de modo que la tolerancia no nos falte con su amparo en relación con aquellos que padecen dificultades de comprensión mayores que las nuestras.

Si nos encuentran abatidos o lastimados, jamás nos aconsejan desistir o lamentarnos, sino que nos ayudan a que olvidemos la crueldad y la violencia, con suficiente fuerza para que no caigamos en la posición del que nos insulta o injuria, y si nos encontraran calumniados o perseguidos no nos inducen a la rebeldía o el desánimo, sino que reparan nuestras energías desorganizadas y nos sostienen en la humildad y el servicio con los que podamos restablecer el equilibrio del pensamiento de aquél que nos ataca o difama.
Se yerguen en nuestro camino como un invisible apoyo para nuestros desalientos humanos e iluminan nuestra fe cuando atravesamos los dolores a los que nos hicimos acreedores.

Son rosas en el espinar de nuestras imperfecciones, que perfuman nuestra agresividad con el bálsamo de la indulgencia; estrellas refulgentes en la noche de nuestras faltas, con destellos que nos infunden confianza en el esplendor de una nueva alborada, para que no revolquemos nuestro corazón en el espeso lodo del crimen.

Sobre todo, en relación con las ofensas, levantan nuestra frente para que contemplemos al Justo de los justos que expiró en el madero, porque resistió al mal en actitud de suprema renuncia, con amor resplandeciente y con la bendición del perdón. 

Página psicografiada por el médium Francisco Cândido Xavier, dictada por el Espíritu Emmanuel.

Extraída del libro «Religión de los Espíritus»