domingo, 1 de junio de 2014

Los libros de la Codificación Espírita




LA CODIFICACION ESPIRITA POR ALLAN KARDEC - Consta de cinco  Libros basicos para comprender la doctrina espirita Kardeciana.  En ellos, reunió las enseñanzas de la Espiritualidad Superior, analizándolas y codificándolas, de forma que quedaran claras e interesantes.

1.a) EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS (1857)

Contiene los principios de la Doctrina Espírita. Trata sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los Espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad; según la enseñanza dada por los Espíritus superiores con la ayuda de diferentes médiums, recopilada y puesta en orden por Allan Kardec. Se divide en cuatro tópicos: «Las causas primarias»; «Mundo espírita o de los Espíritus»; «Las leyes morales»; y «Esperanzas y consuelos».

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2.a) EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS (1861)
Orienta la conducta práctica de las personas que ejercen la función de intermediarios del mundo espiritual con el material. Muestra a los médiums los inconvenientes de la mediumnidad, sus virtudes y los peligros provenientes de una facultad descontrolada, sobre todo cómo obtener contactos provechosos y edificantes junto a la espiritualidad. La obra demuestra las consecuencias morales y filosóficas consecuentes de las relaciones entre lo invisible y lo visible. Es el mayor tratado de paranormalidad escrito.

3.a) EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO (1864)
Se trata de la parte moral y religiosa de la Doctrina Espírita. Enseñanza, teoría y práctica del Cristianismo esencial. Contiene comentarios sobre los principales pasajes de la vida de Jesús y el sermón de la montaña, elaborados por Allan Kardec y por los Espíritus Superiores. Muestra que las parábolas existentes en el Evangelio, que a los ojos de los humanos parecen fantasías, en realidad expresan el más profundo código de conducta moral de que se tiene noticia.



4.a) EL CIELO Y EL INFIERNO (1865)
En este libro, a través de la evocación de los Espíritus, Allan Kardec presenta la verdadera fase del deseado cielo, del temido infierno, como también del llamado purgatorio. Pone fin a las penas eternas, al demostrar que todo en el Universo evoluciona y que las teorías sobre el sufrimiento en el fuego del infierno nada más son que una alusión simbólica. Comunicaciones de Espíritus desencarnados, de cultura y hábitos diversos, son analizados y comentados por el Codificador, mostrando la situación de felicidad, de arrepentimiento o de sufrimiento de quienes habitan en el mundo espiritual.


5.a) LA GÉNESIS (1868)
Este libro es un estudio respecto de cómo fue creado el mundo, cómo aparecen los seres y cómo es el Universo en sus fases material y espiritual. Es la parte científica de la Doctrina Espírita. Explica la Creación y sus aspectos científico y religioso. La Génesis bíblica es estudiada y abordada científicamente transponiendo su contenido alegórico. Los seis días narrados en las Escrituras Sagradas se revelan como los largos períodos que llevó la formación del Universo y de la Tierra; etapas geológicas, que siguen el orden cronológico comprobado por la Ciencia en su investigación. Los «milagros» realizados por Jesús respecto a la alteración de los elementos de la naturaleza bajo la acción de su poderosa mediumnidad, son explicados.
Iniciación al conocimiento de la doctrina Espirita.
Kardec completó las enseñanzas vertidas en la Codificación, con algunas otras obras, de su puño e inspiración, tal como ,
   ¿ QUÉ ES EL ESPIRITISMO ?



- Claribel Díaz y José L. Martín -




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                                           LA FATALIDAD Y              LOS PRESENTIMIENTOS
(Instrucciones dadas por san Luis)
En la  Revista Espirita de 1958

Un corresponsal escribe lo siguiente en la revista:

«En el mes de septiembre último, una embarcación menor, que  hacía la travesía de Dunkerque a Ostende, fue sorprendida por un  temporal durante la noche; el pequeño barco naufragó, y de las ocho  personas que lo ocupaban, cuatro perecieron; las otras cuatro, entre  las cuales me encontraba yo, consiguieron mantenerse sobre la  quilla. Permanecimos toda la noche en esa horrible posición, sin otra  perspectiva que la muerte, que nos parecía inevitable y de la cual  sentimos todas las angustias. Al amanecer, el viento nos había  empujado hacia la costa, y pudimos alcanzar la tierra a nado. 
«¿Por qué en ese peligro, igual para todos, sólo cuatro personas  han sucumbido? Notad que, por mi parte, es la sexta o la séptima  vez que escapo de un peligro tan inminente, y más o menos en las  mismas circunstancias. Soy realmente llevado a creer que una mano  invisible me protege. ¿Qué he hecho para esto? No sé gran cosa, no  tengo importancia ni utilidad en este mundo y no me jacto de valer  más que los otros; lejos de eso: había entre las víctimas del accidente  un digno eclesiástico –modelo de virtudes evangélicas– y una  venerable hermana de la congregación de San Vicente de Paúl, que  iban a cumplir una santa misión de caridad cristiana. La fatalidad  parece desempeñar un gran papel en mi destino. ¿No estarían allí los  Espíritus para alguna cosa? ¿Sería posible obtener de ellos una  explicación al respecto, preguntándoles, por ejemplo, si son ellos los  que provocan o desvían los peligros que nos amenazan?...»
De conformidad con el deseo de nuestro corresponsal, dirigimos  las siguientes preguntas al Espíritu san Luis, que consiente en  comunicarse con nosotros todas  las veces que hay instrucciones  útiles para dar.

1. –Cuando un peligro inminente amenaza a alguien, ¿es un  Espíritu el que dirige el peligro? Y cuando la persona escapa del  mismo, ¿es otro Espíritu el que lo desvía? 
Respuesta. –Cuando un Espíritu se encarna, elige una prueba; al  elegirla se traza una especie de destino que no puede impedir más,  una vez que a la misma se ha sometido; hablo de las pruebas físicas.  Al conservar su libre albedrío sobre el bien y el mal, el Espíritu es  siempre dueño de soportar o de  rechazar la prueba; un Espíritu  bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda,  pero no puede  influir en él adueñándose de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir,  inferior, mostrándole y exagerándole un peligro físico, puede  hacerlo vacilar y asustarlo, pero la voluntad del Espíritu encarnado  no queda por ello menos libre de toda traba.

2. –Cuando un hombre está a punto de perecer por accidente,  parece que el libre albedrío no interviene en nada. Por lo tanto,  interrogo si es un Espíritu malo el que provoca  este accidente,  siendo de cierto modo su agente;  y, en el caso en que escape del  peligro, pregunto si un Espíritu bueno ha venido en su ayuda.
Respuesta: El Espíritu bueno o el Espíritu malo no pueden sino sugerir pensamientos buenos o malos, según su naturaleza. El accidente está  marcado en el destino del hombre. Cuando tu existencia ha sido  puesta en peligro, es una advertencia que tú mismo has deseado, a  fin de desviarte del mal y de volverte mejor. Cuando escapas de ese  peligro, todavía bajo la influencia del mismo, piensas de manera más  o menos firme en volverte mejor, según la acción más o menos  firme de los Espíritus buenos. Al sobrevenir el Espíritu malo (digo  malo sobrentendiendo  el mal que aún hay en él), piensas que  escaparás del mismo modo a otros peligros y dejas nuevamente desencadenar tus pasiones. 

3. –La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de  nuestra existencia, ¿aún sería, pues, el efecto de nuestro libre albedrío? 
Respuesta. –Tú mismo has elegido tu prueba: cuanto más ruda sea y  mejor la soportes, más te elevas. Aquellos que pasan su existencia  en la abundancia y en la satisfacción humana son Espíritus débiles que permanecen estacionarios. De  esta manera, el número de  desafortunados aventaja  en mucho al de los felices de este mundo,  teniendo en cuenta que los Espíritus buscan en su mayoría la prueba  que les será más fructífera. Ellos perciben muy bien la futilidad de  vuestras grandezas y de vuestros goces. Además, la existencia más  feliz es siempre agitada, siempre movida, aunque más no sea por la ausencia del dolor.

4. –Entendemos perfectamente esta doctrina, pero eso no nos  explica si ciertos Espíritus tienen una acción directa sobre la causa  material del accidente. Supongamos que en el momento en que un  hombre pasa por un puente, éste se derrumbe. ¿Quién ha llevado al hombre a pasar por ese puente? 
Respuesta. –Cuando un hombre pasa por un puente que debe romperse,  no es un Espíritu el que lo lleva a pasar por ese puente: es el instinto  de su destino el que lo conduce. 

5. – ¿Quién ha hecho romper el puente? 
Respuesta. –Las circunstancias naturales. La materia tiene en sí misma  las causas de su destrucción. En el caso tratado,  el Espíritu, teniendo necesidad de  recurrir a un elemento extraño a su naturaleza para mover fuerzas  materiales, más bien ha de recurrir a la intuición espiritual. De este  modo, si ese puente debía romperse, ya que el agua había desunido  las piedras que lo componen y el óxido había corroído las cadenas  que lo suspenden, el Espíritu –decía– insinuará más bien al hombre  para pasar por ese puente, en lugar de hacer romper otro bajo sus  pasos. Además, tenéis una prueba material que os adelantaré: cualquier accidente sucede siempre naturalmente, es decir, que las  causas que se vinculan unas a otras, lo conducen insensiblemente.

6. –Tomemos otro caso en el que la destrucción de la materia no  sea la causa del accidente. Un hombre mal intencionado me da un  tiro; la bala me roza,  pero no me alcanza. ¿La habría desviado un Espíritu benévolo?
Respuesta. No. 

7. – ¿Pueden los Espíritus advertirnos directamente de un peligro?
He aquí un hecho que parecería confirmarlo: Una mujer salía de su  casa y seguía por el bulevar. Una voz íntima le dijo: Detente, vuelve a tu casa. Ella titubea. La misma voz se hace escuchar varias veces;  entonces, ella volvió sobre sus pasos; pero, cambiando de parecer, se  dijo: ¿Qué he de hacer en mi casa? Seguiré; sin duda, es un efecto de  mi imaginación. Entonces ella continuó su camino. A algunos pasos  de allí, una viga que se desprendió de una casa la golpea en la  cabeza y la deja caída sin conocimiento. ¿Qué era esa voz? ¿No era  un presentimiento de lo que iba a suceder a esa mujer?
Respuesta. Era la  voz del instinto; además, ningún presentimiento tiene tales  caracteres: son siempre vagos. 

8. – ¿Qué entendéis por la voz del instinto?
Respuesta. Entiendo que el  Espíritu, antes de encarnarse, tiene conocimiento de todas las fases  de su existencia; cuando éstas tienen un carácter saliente, conserva  una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, al  despertarse cuando el momento se aproxima, se vuelve  presentimiento.

Nota – Las explicaciones precedentes se relacionan con la  fatalidad de los acontecimientos materiales. La fatalidad moral está  tratada de una manera completa en El Libro de los Espíritus.

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¿Cómo distinguir la presencia de los Espíritus Mensajeros divinos

(Reunión pública del 18/5/59 - Cuestión No 501)

Siempre habrá de resultarnos fácil distinguir la presencia de los mensajeros divinos a nuestro lado, porque nos sugerirán la ruta del bien.

Aunque sean portadores del esplendor solar de la Vida Celestial, saben adaptarse a nuestro simple nivel en las luchas evolutivas, para mostrarnos el camino hacia la Esfera Superior. Pero aunque se enaltezcan hasta cúspides sublimes en la ciencia del Universo, ocultan su grandeza para guiarnos al adecuado aprovechamiento de las posibilidades que tenemos en nuestras manos.

Sin una mínima agresión, hacen luz para nuestras almas a fin de que veamos las llagas de nuestras deficiencias, de modo que las curemos en la lucha del esfuerzo propio.

Nunca se vanaglorian de la verdad porque nos abrumarían en nuestra condición de espíritus deudores; sólo la utilizan como un remedio dosificado para enfermos, para que ascendamos al nivel de la redención; tampoco se valen de la virtud que conquistaron para condenar nuestros defectos; sólo la emplean junto con paciencia inconmensurable para nuestro propio bien, de modo que la tolerancia no nos falte con su amparo en relación con aquellos que padecen dificultades de comprensión mayores que las nuestras.

Si nos encuentran abatidos o lastimados, jamás nos aconsejan desistir o lamentarnos, sino que nos ayudan a que olvidemos la crueldad y la violencia, con suficiente fuerza para que no caigamos en la posición del que nos insulta o injuria, y si nos encontraran calumniados o perseguidos no nos inducen a la rebeldía o el desánimo, sino que reparan nuestras energías desorganizadas y nos sostienen en la humildad y el servicio con los que podamos restablecer el equilibrio del pensamiento de aquél que nos ataca o difama.
Se yerguen en nuestro camino como un invisible apoyo para nuestros desalientos humanos e iluminan nuestra fe cuando atravesamos los dolores a los que nos hicimos acreedores.

Son rosas en el espinar de nuestras imperfecciones, que perfuman nuestra agresividad con el bálsamo de la indulgencia; estrellas refulgentes en la noche de nuestras faltas, con destellos que nos infunden confianza en el esplendor de una nueva alborada, para que no revolquemos nuestro corazón en el espeso lodo del crimen.

Sobre todo, en relación con las ofensas, levantan nuestra frente para que contemplemos al Justo de los justos que expiró en el madero, porque resistió al mal en actitud de suprema renuncia, con amor resplandeciente y con la bendición del perdón. 

Página psicografiada por el médium Francisco Cândido Xavier, dictada por el Espíritu Emmanuel.

Extraída del libro «Religión de los Espíritus»
                                                              

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