¿REALMENTE, YO NECESITO DE ESO?
¿Precisamos de todo aquello que deseamos tener?
¿Usted se paró a pensar sobre eso?
Es una reflexión que necesita de nuestra atención, y que colocará en análisis muchos de nuestros valores.
Recordemos un pasaje narrando que Mahatma Gandhi, después de haber conseguido la independencia de la India, hizo una visita a Inglaterra.
Paseaba con algunas personas por las calles de Londres, cuando su atención fue atraída por la vitrina de una famosa joyería.
Y allí quedó Gandhi, mirando las piedras preciosas y las joyas ricamente trabajadas.
El dueño de la joyería inmediatamente lo reconoció, y fue hasta la calle para saludarlo:
Mucho me honra que Mahatma esté aquí, contemplando nuestro trabajo, dijo él. Tenemos muchas cosas de inmenso valor, belleza y arte, y nos gustaría ofrecerle algo.
Sí, estoy admirado con tanta maravilla – respondió Gandhi. Y, más aun, estoy sorprendido conmigo, pues sabiendo que podría ganar un rico presente, aun consigo vivir y ser respetado sin precisar usar joyas.
Otro espíritu muy sabio, también se refería a estas cuestiones. El Dalí Lama, en su obra “El
arte de la felicidad”, traza observaciones y anotaciones sobre eso, proponiendo la siguiente práctica:
Toda vez que estemos delante de algo que deseamos adquirir, algo que nos despierte el deseo, la voluntad, preguntemos a nosotros mismos: ¿Será que yo preciso de eso?
Si nos dejáramos llevar por un primer impulso responderíamos “si, está claro que lo necesito” pues aun no racionalizamos nada.
Ahora, si pensáramos un poco más, y dejáramos este primer ímpetu atrás, conseguiríamos descubrir si realmente estamos precisando de aquello.
Así, nos lo asegura el líder tibetano que no seremos fácilmente seducidos por las conquistas materiales, que tienden a querer esclavizarnos.
Nuestro ser es frágil, y aun cree que precisa de recursos externos para asegurar la felicidad. La baja auto estima, algunas veces nos hace procurar en el mundo algo que consiga elevarla.
Comprar ropas, coches, joyas puede traer una cierta satisfacción a nuestras vidas, más ella será apenas momentánea, y una vez que el encanto con lo nuevo pase, volveremos a la etapa anterior de nuestra felicidad.
El ser que busca la espiritualización, va a encontrar recursos para construir su felicidad en aquello que no es materia, va a encontrar la satisfacción en los sentimientos, en las acciones nobles que practique a favor de otro, en una conversación amiga, en la contemplación de la naturaleza.
El ser que busca la espiritualización precisa rever sus valores, y no ceder a los apelos de las propagandas y de las modas, consiguiendo así basar su felicidad en terreno seguro.
¡Piense en eso!
El sabio de los sabios un día enseño: “no acumular tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan. Mas, juntad tesoros en el Cielo, donde ni el hierro destruye, y donde los ladrones no minan ni roban. Pues donde estuviere vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón.
Piense en eso
Equipo de Redacción de Momento Espirita
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Queridos amigos, somos inmortales, la vida es un hermoso poema de amor, que merece la pena nuestra contribución, nuestro concurso, poco a poco la historia de nuestras vidas, se va ampliando, vamos añadiendo páginas en las cuales imprimimos nuestras vibraciones que no siempre son con la tonalidad adecuada para que sean percibidas por aquellos que concursan en nuestra historia.
A veces el amor está a mucha distancia para muchos que conviven a nuestro lado, lejos de comprenderlos, y procurar una buena sintonía, a veces recurrimos a la distancia porque no conseguimos los razonamientos oportunos, para llevarlos a nuestro terreno, y muchas veces los ignoramos, dejándoles seguir su curso, pasando así de largo por nuestra vida.
Pensamos que son causas perdidas, y en las hojas de nuestra historia, hay renglones sin terminar de escribir, siendo detestables para una buena convivencia, no reparamos en que debíamos crear con ellos una parte de nuestra propia historia, y al volver al otro lado de la vida, observamos con gran decepción, que son notas sin sonido, que no crearon en la música, la partitura, para que en ella se glorificara nuestro amor y alcanzará mayores sintonías.
Somos ya muy adultos, para comportarnos como niños, la seriedad en nuestros proyectos a veces brilla por su ausencia, irradiando para el exterior una gran luz, a veces estamos en la oscuridad por dentro. No hemos sido capaces de amar y tolerar a nuestros compañeros en el gran viaje de excursión por la tierra. Hemos centrado nuestra atención en aquellos que amamos, que nos son simpáticos, aquellos que sentimos hacia ellos una cierta atracción, afinidad, y cariño, olvidando y dejando como barcos a la deriva, a aquellos que consideramos rebeldes y que no conseguimos comprender.
Ellos hablaran de nosotros, al otro lado de la vida, y muchos dirán que no les escuchamos, que no supimos comprenderles, que les desdeñamos y que los problemas que presentaban eran para que nosotros les ayudásemos a resolverlos, que presentan sus tareas sin resolver, porque no les prestamos el debido concurso, la constancia en nuestras lecciones, y son alumnos que hablan del mal profesorado.
Si reconocerán haber sido conflictivos, rebeldes y desconsiderados, pero nosotros lejos de potenciar las lecciones oportunas a su alrededor, y repetirlas para que emitirán un sonido en sus corazones, apenas les miramos con desinterés dejándoles seguir su curso, en confundida dirección.
Nada nos gusta más, que ser tomados en cuenta por los poderosos, no sentimos la misma sensación en un saludo que dirigimos , depende de a quien valla dirigido, si por ejemplo, en un gran evento, somos saludados con atención por el anfitrión, nos sentimos importantes, henchimos nuestro corazón de satisfacción, porque nos sentimos importantes, destacados, no es lo mismo que si nos saludase el sirviente que sirve la mesa, que a veces no prestamos atención, y al que apenas recordamos, cuando contamos la anécdota donde le conocimos.
Hemos venido a la Tierra para aprender y no podemos dejar de ser a su vez en ella profesores, siempre hay hermanos por debajo de nosotros, que necesitan y merecen ser escuchados, atendidos, no podemos ser dictadores, tratando con desdén a aquellos que no hacen lo que queremos, o lo que creemos es lo mejor, porque podemos estar equivocados, solo, veremos los resultados aplicando nuestro concurso desinteresado en las causas perdidas, que son las de más difícil solución, pero que ofrecen las mayores glorias en la patria Celestial.
Nos olvidamos que Jesús nos dijo, que hay que dar de beber al sediento, posada al peregrino, vestir al desnudo, y esos hermanos siempre que no se comporten con la naturalidad de un buen cristiano, necesitan de nosotros delicada atención, muchos se convertirán en nuestros sicarios, denunciando la poca atención que les prestamos, nosotros lo podemos entender, en el ejemplo del enfermo, cuando acude obsesado en la búsqueda del médico, y este al observar un enfermos conflictivo, no le presta la debida atención, trata de relegar su trabajo a otro compañero para que le atienda, le ve como un caso perdido, sin solución. En ese ejemplo no solo vemos al enfermo obsesado de difícil tratamiento, también vemos al médico mediocre, inexperto, y perezoso, además de otras calificaciones que se negó al trabajo, que teniendo la experiencia de la medicina para los casos de difícil solución, no los lleva a la práctica, lava sus manos dejando al enfermo sin solución.
Todos venimos a aprender, y a enseñar, siempre hay hermanos por encima de nosotros que nos pueden ayudar y siempre hay hermanos por debajo de nosotros a los cuales debemos de ayudar, lo que no debemos nunca es ignorar a nadie, por insignificante que nos parezca, por muy ignorante que le veamos siempre hay un punto en el que podemos conseguir conectar con el, y sensibilizarle, ayudarle, todo menos ignorarle, porque eso les duele más, la indiferencia y el desdén siempre hicieron corazones resentidos, que hablan de nuestra desconsideración.
Amigos como siempre os deseo un lindo día, que la paz de Dios sea entre nosotros, procuremos amar, el amor siempre nos hará merecedores de las glorias celestiales, que nos proporcionarán el bienestar al otro lado de la vida. Merchita
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ORGULLO UN DOLOR DEL ALMA
En la vida nada está perdido; más allá, existe la época cierta para cada uno saber lo que es preciso para desenvolverse.
Despreciar es sentir o manifestar desconsideración por alguien o por alguna cosa; por tanto, es una actitud siempre inadecuada en el camino de nuestra existencia evolutiva. Menospreciar es un sentimiento por el cual nos colocamos por encima de todo y de todos, valorando con arrogancia los acontecimientos y los hechos desde lo alto de la “de la torre del castillo” de nuestro orgullo.
Ninguna cosa o criatura se le debe atribuir el termino despreciable” pues todo lo que existe sobre la Tierra es creación divina; luego, es útil y provechosa, aun mismo que ahora no podamos comprender su real significado.
Tal vez no entendamos de inmediato nuestro papel en la vida, más podemos tener la certeza de que todos somos importantes y todos fuimos convocados para dar nuestra contribución al Universo.
A cada instante, estamos creando impresiones muy fuertes en la atmosfera espiritual, emocional, mental y física de la comunidad donde vivimos. Todo envolvimiento en la vida tiene un propósito determinado cuyo entendimiento más allá de esclarecer nuestro valor personal, favorecerá el amor, el respeto y la aceptación de cada uno de nuestros semejantes.
Frecuentemente, decimos que ciertas personas son indispensables y que muchos individuos son improductivos, y peguntamos al más allá: ¿Cuál es el propósito de la vida para estas criaturas ociosas?
No juzguemos, con nuestros conceptos apresurados, los acontecimientos en nuestro alrededor; antes, aguardemos con calma y hagamos un análisis más profundo de la situación. Actuando así, podremos valorar mejor todo el contexto vivencial.
La cuestión 559 del libro de los Espíritus dice así: ¿También desempeñan una función útil en el Universo los Espíritus inferiores e imperfectos? Y los Espíritus responden: “Todos tienen deberes que cumplir. Para la construcción de un edificio, no trabaja solo el obrero, también lo hace el arquitecto.
Ninguna situación, hecho o pensamiento deberá ser sentido o analizado separadamente, pues el “Gran sistema”, que nos rige, actúa de forma interdependiente.
A pesar de ser únicos, todos fuimos creados para contribuir colectivamente en el mundo y para usar las posibilidades de nuestra singularidad.
Para todo hay un sentido y una explicación en el Universo. Siempre estará implícito un mensaje provechoso para nuestro progreso espiritual, muchas veces, sin embargo, de forma inarticulada y silenciosa.
Nunca nos olvidemos de que la vida siempre actúa en nuestro beneficio, sea en los sectores de la soledad, sea con muchas compañías, o sea, entre encuentros, desencuentros y reencuentros. La aflicción también es un beneficio: “Todo sufrimiento es un acto importantísimo de conocimiento y aprendizaje”.
Si entendiéramos bien, las verdaderas intenciones de las lecciones que se nos presentan, conseguiríamos verdaderos tesoros inmensos de progreso y madurez espiritual.
Las dificultades que la vida nos presenta tienen siempre un carácter educativo. Aun mismo que los veamos ahora como castigo o punición, más tarde tomaremos conciencia de que eran únicamente producto de nuestro limitado estado de comprensión y discernimiento evolutivo.
Descubrir la vida como un todo será siempre un constante proceso de trabajo de los hombres. Efectivamente, la vida es trabajo y movimiento, y para hacer nuestro aprendizaje evolutivo hay un cierto “tiempo de gestación”, si así lo podemos decir.
En la vida nada está perdido; más allá de eso, existe la época cierta para cada uno saber lo que es preciso desarrollar.
Nuestro orgullo quiere transformarnos en súper hombres, haciéndonos sentir “heroicamente estresados”, induciéndonos a ser cuidadores y jueces de los métodos de evolución de la Vida Excelsa y, con arrogancia, nombrar a los otros como despreciables, ociosos, improductivos e inútiles.
Podemos “actuar en el proceso” de formación y progreso de las criaturas, nunca “forzar el proceso” o criticar su forma de actuar.
La pretensión del orgulloso lo lleva a creer que existe una “santidad desvinculada de la realidad humana”, o sea, organizada y estructurada de forma diferente de los principios de la Naturaleza; por tanto, no es de orden divino, más si de mentalidad deturpada de algunos místicos del pasado.
Nada es inútil en el Universo. La Divinidad actúa sin cesar en solicitud y consideración con cada una de sus criaturas y creaciones. El progreso de la humanidad es inevitable. Todos estamos progresando y creciendo, aunque algunas veces, no nos demos cuenta de eso.
El deseo de querer controlar la vida ajena es fruto de nuestro orgullo.
Para ser buen maestro no es preciso hacer seguidores o discípulos, ni aun mismo poseer cortejos o comitivas, más si hacer simplemente que cada ser descubra en si mismo su propio guía. No debemos dictar nuestras reglas a los individuos, más si hacer que ellos tomen conciencia de sus valores internos (sentido, emociones y sentimientos) y pasen a usarlos siempre que sea necesario. Esa es la función de los que quieren ayudar al progreso espiritual de los otros.
Los individuos portadores de una personalidad orgullosa se apoyan en un principio de total sumisión a las reglas y costumbres sociales las que defienden enérgicamente.
Sirviéndose de un impetuoso interés por todo aquello que se convenció llamar de cierto o erado, porque eso les proporciona una ficticia “cartilla del bien” en la que, al manosearla, pasan a encontrar los instrumentos para manipular y dominar, y, así, se sienten ocupando una posición de incuestionable autoridad.
Casi siempre se auto dominan “bien intencionados” y sustentan un aura de personas delicadas, evolucionadas y desprendidas, distrayendo a los individuos para que no perciban las expresiones sintomáticas que denunciarían sus posturas de severo crítico, policial y disciplinador de las conciencias.
En los medios religiosos, los dominadores y orgullosos actúan furtivamente. No solamente representan papeles virtuosos, sino que también creen que lo son, porque aun no alcanzaron la autoconciencia.
Exigen y esperan obediencia absoluta, están súper preocupados con la exactitud, el orden y la disciplina, irritándose con pequeños gestos que fijan los padrones establecidos.
Poseen una inclinación compulsiva al puritanismo, despertando, con eso, simpatía y consideración en las personas sencillas y crédulas. Algunas, no en tanto, por ser más despiertas y conscientes, no se dejan engañar, discerniendo después el desajuste emocional.
El capitulo X de la segunda parte de “El Libro de los Espíritus” dice al respecto de la “Misiones y ocupaciones de los Espíritus”. Dicen los Benefactores que la misión primordial de las almas es la de “mejorarse personalmente” y, más que eso, “concurrir para la harmonía del Universo, ejecutando la voluntad de Dios”.
En la cuestión 558 del Libro de los Espíritus se pregunta: ¿Hay alguna otra cosa que incumba a los Espíritus hacer, que no sea la de mejorarse personalmente? Los Benefactores responden “Concurren para la harmonía del Universo, ejecutando la voluntad de Dios, cuyos ministros ellos son. La vida espirita es una ocupación continua, más nada tiene de penosa, como la vida en la Tierra, porque no hay fatiga corporal, ni las angustias de las necesidades.
La autentica relación de ayuda entre las personas consiste en estimular la independencia y la individualidad, no pidiéndose nada a cambio. Nadie deberá tener la pretensión de ser “salvador de las almas”. La pretensión de querer controlar la vida ajena es fruto de nuestro orgullo.
El ser maduro tiene la habilidad perceptiva de diagnosticar los procesos por los cuales la evolución actúa en el hombre; por tanto, no controla, más si coopera con el amor y con la libertad de las leyes naturales.
Ninguna persona puede realizar la tarea de otra. Las experiencias por las cuales pasamos en nuestra jornada en la tierra son todas aquellas que más necesitamos realizar para nuestro mejoramiento.
Muchos de nosotros convivimos, otros aun conviven, con individuos que intenta de cuidar nuestro desenvolvimiento espiritual, imponiendo un control excesivo y una disciplina perfeccionista, no respetando, sin embargo, los limites de nuestra comprensión y percepción de la vida.
Son “censuradores morales” incapaces de comprender las dificultades ajenas, pues no entienden que cada alma apenas puede madurar de acuerdo con su potencial interno.
No se tiene noticias de que Jesucristo impusiese cobros o hubiese promovido invitaciones insistentes al crecimiento de las almas. Tuvo como misión, en la Tierra, enseñarnos serenidad y harmonía, para poder entrar en comunión con “Dios en nosotros”.
Confiaba plenamente en el Sabio y Amoroso Poder que dirige el Universo y, por tanto, respetaba los objetivos de la Naturaleza, que actúa en el comportamiento humano, desenvolviéndolo de muchas maneras. Sabía que la evolución ocurre de modo inevitable.
El Maestro entendía que, si combatiésemos y luchásemos contra nuestros errores, podríamos “potencializarlos”. Nunca usaba de la fuerza e imposición, más si de una técnica para que pudiésemos desenvolver la “opuesta virtud”.
“¿Mujer donde están aquellos tus acusadores?” Nadie te condeno. Y ella dijo: “nadie Señor.” Y le dijo Jesús: “Yo tampoco te condeno; vete y no peques más.”
No censuró o criticó la actitud inadecuada, más si propició el desenvolvimiento de la autoconfianza, para que ella encontrase por si misma sus valores internos.
Nunca maduraremos, si dejamos a los otros pensar por nosotros y determinar nuestra decisión.
No es la ayuda real, a la que se refería Jesús, la critica moralista, el deseo de reformar a los otros, el control de lo que se debe hacer o no hacer. Antes si, tales comportamientos revelan los trazos del carácter de los individuos orgullosos y aun distanciados de la autentica cooperación en el proceso de la evolución – que no los dejan percibir – que es lo que ocurre naturalmente en la intimidad de las criaturas.
Extraído y traducido al Español por Merchita, del libro “Los Dolores del Alma” Francisco del Espíritu Santo Neto Por el Espíritu Hammed.
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NUESTROS DESTINOS
Nuestros destinos son idénticos.
No hay privilegiados ni desheredados.
Todos recorren el misma vasto camino, a través de mil obstáculos, todos son llamados a realizar los mismos fines.
Somos libres, es verdad, libres para acelerar o para aflojar nuestra marcha, libres para gastar en gozos groseros, para retardarnos durante vidas enteras en las regiones inferiores; pero pronto o tarde, recobra el sentimiento del deber, viene a sacudirnos la apatía, y forzosamente, proseguiremos la jornada.
( León Denis )
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