sábado, 28 de marzo de 2015

Los Pases


¿Qué son los pases?

Los pases, como transfusiones de fuerzas psíquicas, en que preciosas energías espirituales fluyen de los mensajeros de Cristo para los donadores y beneficiarios, representan la continuidad del esfuerzo del Maestro para atenuar los sufrimientos del mundo.
Así como la transfusión sanguínea significa una renovación de las fuerzas físicas, el pase magnético es una transfusión de energías psíquicas, con la diferencia de que [...] los recursos orgánicos se extraen de un depósito limitado, y [...] los elementos psíquicos son extraídos del depósito ilimitado de las fuerzas espirituales.
El pase es una transfusión de energías que altera todo el campo celular. [...] En la asistencia magnética la ayuda espiritual se opera mediante el ensamble armónico de la emisión y la recepción, ayudando a la criatura
necesitada para que ella se ayude a sí misma [...].
Los movimientos que se hacen con las manos sobre el cuerpo del enfermo, con el pensamiento y la voluntad de curarlo, son llamados pases.
LOS PASES SON, POR LO TANTO, TRANSFUSIONES DE ENERGÍAS psíquicas. La mente desempeña un papel central en los pases y establece el nivel de la sintonía del pasista con la espiritualidad. Respecto a la importancia del papel de la mente del pasista y a la cuestión de la sintonía, el orientador Áulus explica que:
[...] El pensamiento influye de una manera decisiva en la donación de los principios sanativos. Sin la idea iluminada por la fe y por la buena voluntad, el médium no conseguiría el enlace con los Espíritus amigos que actúan sobre estas bases.
Al observar un servicio de aplicación de pases, André Luiz relata que las energías transmitidas por los amigos espirituales pasan primeramente por la cabeza de los médiums:
Los médiums pasistas se nos figuraban como dos pilas humanas esparciendo rayos de variedad múltiple, los que fluían de sus manos después de recorrer sus cabezas, al contacto del hermano Conrado y de sus colaboradores [equipo de trabajadores desencarnados].
El desánimo, la tristeza, la insatisfacción y la rebeldía favorecen las molestias del cuerpo. Reflejan desequilibrios de la mente, los cuales, a su vez, facilitan la instalación de procesos obsesivos.
Las energías psíquicas transmitidas por los pases actúan sobre la mente del paciente, que, una vez reanimada, “vuelve a levantar las vidas microscópicas que la sirven en el templo del cuerpo, edificando valiosas reconstrucciones”. Es la mente del paciente que, con el auxilio de las energías psíquicas transmitidas por los pases, actuará para armonizarlo.
Por ello, los pases ayudan al paciente a ayudarse a sí mismo. En ese sentido, se puede afirmar que los pases constituyen “un equilibrante ideal de la mente y un apoyo eficaz de todos los tratamientos”, “uno de los más legítimos complementos de la terapéutica corriente”

Simoni Privato Goidanich  y Carlos Roberto Campetti
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"Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" ( San Mateo, )

Prefacio. Para estar reunidos en nombre de Jesús no basta hallarse juntos físicamente, sino que es preciso estarlo también en lo espiritual, por la comunión de intenciones y pensamientos dirigidos hacia el bien. Entonces sí se encuentra Jesús en medio de la reunión: Él, o los espíritus puros que lo representan. El Espiritismo nos permite comprender de qué manera pueden los espíritus hallarse entre nosotros. Están ahí con su cuerpo fluídico o espiritual, y con la apariencia que nos permitiría reconocerlos si se hicieran visibles. Cuanto más elevados se hallan en la jerarquía espírita, tanto mayor es su poder de irradiación. Así poseen el don de ubicuidad y pueden encontrarse en varios lugares simultáneamente. Basta, para ello, un rayo de su pensamiento.

Con las palabras citadas en el parágrafo anterior quiso Jesús mostrar el efecto de la unión y la fraternidad. No es la mayor o menor cantidad de personas la que le atrae, puesto que en lugar de dos o tres hubiera podido decir diez o veinte, sino el sentimiento de caridad mutua que a esas personas anima. Ahora bien, para esto es suficiente que haya dos. Pero si esas dos oran cada cual por su lado, aunque ambas se dirijan a Jesús, no habrá entre ellas comunión de pensamientos, sobre todo si no son movidas por un sentimiento de benevolencia recíproca. Y si se miran con malos ojos, con aborrecimiento, envidia o celos, entonces las corrientes fluídicas de sus pensamientos se rechazan en vez de unirse por un común impulso de simpatía, y en tal caso, no están reunidas en nombre de Jesús, el cual no es más que el pretexto de la reunión y no su verdadero motivo.....
Esto no implica, en modo alguno, que Él permanezca sordo a la voz de una sola persona. Si no dice que acudirá a cualquiera que le llame, es porque ante todo exige amor al prójimo, del cual podemos dar mayores pruebas cuando estamos en compañía de otros, que encontradonos solos, y también a causa de que todo sentimiento de tipo personal lo aleja. De ello se sigue que sí, en medio de una nutrida asamblea, sólo dos o tres personas se unen de corazón mediante el sentimiento de una auténtica caridad, en tanto el resto de los asistentes se aíslan y se concentran en pensamientos egoístas o de carácter mundano, Jesús estará con aquéllas y no con estos otros.
Así pues, no es la simultaneidad de los presentes en las palabras, en los cánticos o en los actos litúrgicos lo que constituye una reunión en nombre de Jesús, sino la comunión de pensamientos acordes con el espíritu de caridad personificado en Él.
Tal debe ser el carácter de las reuniones espíritas serias, de aquellas en que se desea con sinceridad el concurso de los buenos espíritus.

El Evangelio según el Espiritismo.
Allan kardec

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¿Dónde está el espíritu reencarnante durante la gestación de su cuerpo ?

Desde luego no es “dentro de la madre” en donde habita. En el cuerpo de la madre solamente existe un Espíritu, que es el suyo propio de ella misma.
El concepto de “dentro” o “fuera “, solamente es aplicable a nuestra dimensión física, y el Ser reencarnante, aunque ya está ligado al plano físico mediante lazos fluídicos que se establecen entre su periespíritu y el útero de la madre durante la formación y desarrollo de su cuerpo físico sigue siendo un Espíritu que pertenece aún al plano espiritual. El matiz diferenciador de otros espíritus desencarnados, es que durante el embarazo, el Ser reencarnante aunque sigue perteneciendo al plano espiritual, se encuentra ligados por lazos de energía etérea al plano físico, más concretamente a su cuerpo en formación. Después de la concepción, una vez se ha iniciado con la gestación el proceso reencarnatorio, el espíritu del futuro ser humano permanece muy próximo a su madre, pero solamente queda ligado al feto por los lazos de energía ya citados.
El Espíritu reencarnante, antes de la gestación, efectúa como un desdoblamiento de su propio cuerpo espiritual, de modo que esto le permite permanecer muy cerca de la madre, como envolviéndola, transmitiéndole la propia influencia vibratoria y recibiendo la misma influencia de su madre; mientras tanto su periespíritu experimenta gradualmente un proceso de reducción desde el tamaño de una persona normal, hasta un tamaño celular que se concentra en el óvulo fecundado e impregna con su energía el interior del útero, actuando dentro del mismo como un molde de energía que impulsa la formación de los órganos físicos y demás características que irán apareciendo gradualmente en el cuerpecito del feto en desarrollo.
Durante el proceso de repliegue en sí mismo, para llevar a cabo este proceso, es cuando gradualmente van entrando en un estado de turbación o sopor cada vez más pesado o intenso,a medida que más integrado va estando con la materia, lo que le lleva a adormecer su propia identidad espiritual y a emborronar los recuerdos de sus vidas humanas y de su estancia en los mundos espirituales.

- Jose Luis Martín-

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... yo y vosotros hemos tenido muchos nacimientos. Los míos no son conocidos sino por mí, pero vosotros no conocéis siquiera los vuestros”.
- Krishna -
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viernes, 27 de marzo de 2015

Evolución del Alma


         
                                    RELIGIÓN, CIENCIA Y ALMA


La religión puede, evidenciar que el Evangelio no es tan solo un poema de elevada harmonía utilitaria, de rara belleza, sino un tratado científico, cuyos axiomas pueden constituir la base para la solución de los escabroso problemas que asolan a los habitantes de la Tierra.

La Ciencia reconoce que el Universo es harmonía, que se manifiesta desde la estructura del átomo hasta la constelación de los astros.

La Religión admite que la obra de la creación está vinculada al bien, y emana de Dios hacia todas las criaturas, razón por la cual los seres humanos deben concienciarse para la práctica del amor, de la fe y de la solidaridad humana, que son las más bellas virtudes que adornan a las criaturas en su trayectoria a través de la vida biológica y en la espiritual.

La Ciencia sin amor, sin fe, sin comprensión humana, puede ser llevada a la locura, y la Religión sin la Ciencia puede convertirse en fanatismo.

El comportamiento de los seres humanos está relacionado con su evolución espiritual, siendo los seres más evolucionados, propensos a la práctica del bien, al desprendimiento de los bienes materiales y al amor entre todos los seres, mientras que los seres menos evolucionados marcan su trayectoria en la vida a través de actitudes pautadas en la ambición, en el apego a los bienes perecederos de la vida, entregándose con facilidad a la agresividad y a la anulación de los semejantes.

Siendo el alma la responsable de todos los actos de la vida diaria, se comprende la importancia de ser movilizadas actividades para las realizaciones evolutivas del alma, viendo como toman consciencia las personas, apartándolas de la inercia, de la rutina y del negativismo a fin de poder alcanzar, de modo duradero, el camino recto y triunfal del proceder humano.

El conocimiento que el ser humano puede tener, de la realidad del alma, constituye la información más importante que pueda adquirir en toda su existencia, pues innumerables personas desconocen que, aparte del cuerpo físico, cada uno tiene un alma inmortal que dirige sus actos.

La adquisición de ese conocimiento puede traer un enriquecimiento de su ser, advirtiéndole para el reconocimiento de la unidad de la Creación y de la responsabilidad de su propia existencia, y el amor que debe dispensar a todos los seres de la Naturaleza y, especialmente, a las criaturas humanas, independientemente de su edad, raza, condiciones sociales, económicas y de su propio estado físico.

Todo ser humano es un alma viviente que se identifica por sus atributos propios y no por su apariencia física o por sus adornos exteriores.

El alma es un ser de constitución energética que presenta la forma del ser humano, amoldándose a su edad, sexo y a las características del cuerpo al cual imprime su vitalidad. Tiene la individualidad y la grandeza que le da vida plena, cuando se encuentra en la espiritualidad, o en la condición de estar dando vida a un organismo biológico, participando en la constitución del ser humano. En esa situación, el alma comanda todas las actividades de la vida humana.

Alma es la denominación dada por Allan Kardec al Espíritu encarnado, como está en El Libro de los Espíritus, ítem 134. Esa denominación es simplemente didáctica, visto que alma y Espíritu designan la misma entidad, respectivamente, cuando está encarnada o cuando se encuentra en el mundo espiritual.

El ser humano, en su evolución cronológica, tiene su cuerpo físico vinculado a las leyes biológicas, condicionado a una existencia limitada que va desde el nacimiento hasta la muerte. Y el alma, que participa en la formación de su organismo, por su condición de inmortalidad, preexiste a la formación del cuerpo, y continúa viviendo en la espiritualidad después de la desintegración del mismo.

En su evolución antropológica a través de los tiempos, el organismo humano recibió la actuación de la espiritualidad, todavía en la fase pre anímico de su formación, preparando su cuerpo para recibir la participación del alma como parte del ser humano.

La conjunción del alma con el organismo ya diferenciado del antropoide primitivo, constituye el fenómeno más importante que ocurrió en toda la historia de la formación del ser humano.

Ese fenómeno hizo posible al alma participar de todos los actos de la vida humana y, de este modo, poder actuar positivamente sobre las neuronas encefálicas, desde el momento de su formación embrionaria en el interior del útero materno, promoviendo su perfeccionamiento a planos progresivamente más elevados, y dar la posibilidad al ser humano de alcanzar cada vez más, aunque lentamente, todo el potencial de energías intelectuales que le están reservadas.

 León Denis 


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Reflexión. 

La vida nos golpea segun nuestros actos en otras vidas o en esta, en ocasiones expiaciones y pruebas realmente dificiles, todo ello necesario para nuestra evolución. 
El tener depresión no se debe a que hemos hecho daño en otras vidas, suele ser por algun problema fuerte que tengamos, también cuando no hay problemas muy importantes, se puede deber a obsesiones, espiritus obsesores. 
Esta claro que cuando una persona llega a este punto de pensar en el suicidio es porque lo esta pasando realmente mal, pero hay que intentar superar las pruebas y no desirtir. Además si no las superamos, en la próxima existencia las volveremos a tener, hasta que sean superadas. 
Es verdad que en ocasiones la vida se pone realmente dificil y complicada, pero hay que continuar, vale la pena, pide a Dios y a tus guias espirituales ayuda, fuerza y paz para resistir. Nunca decaigas, por muy mal que estén las cosas, siempre hacia adelante.
 Angeles C.M


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EXISTENCIA DEL ALMA

Evolución morfológica y moral



La evolución morfológica prosiguió equilibrándose con la evolución moral.

El cráneo se modificó con lentitud rumbo a un perfeccionamiento mayor, los brazos se refinaron, las manos adquirieron una excelencia táctil no soñada y los sentidos, todos ellos, progresaron en acrisolamiento y percepción.

Además, con el advenimiento de la responsabilidad que lo separó de la orientación directa de los Benefactores de la Vida Mayor, el hombre se entregó a múltiples intentos de progreso en el campo del espíritu.

En su ámbito interior de libre indagación, confería alas audaces al pensamiento y, con eso, más se le acentuaba el poder de imaginar, facilitándosele la mentalización y el desprendimiento del cuerpo espiritual, cuyas células, en conexión con las células del cuerpo físico, se automatizaban de tal manera, mediante la emancipación parcial a través del sueño, que facilitaba el acceso del alma a las enseñanzas de orden superior.

Conserva el ser humano consigo, entonces, en la estructura de sus propios órganos, la herencia de los millones de estadios diferentes en los reinos inferiores y, en el fondo, se siente inclinado a vivir en el plano de los demás mamíferos, compartiendo la convivencia y el instinto absoluto dominando sin restricciones; sin embargo, con la evolución irreversible, el amor se agigantó en su Ser, insinuándole nuevas actitudes frente a su propia existencia.

Noción del Derecho
En razón del apego a los descendientes de su propia carne, instituye la propiedad del sector del suelo en que se enclava su propia morada y, atendiendo a esa misma raíz de afectividad, traza por sí mismo determinadas reglas de conducta, a efecto de no imponer a sus semejantes ofensas y perjuicios que no desee tampoco recibir.

Sucede, de tal manera, lo inesperado.

El hombre selvático que no pretende abandonar los apetitos y placeres de la experiencia animal, concibe para sí mismo los frenos que controlarán su libertad y, con ello, que se ennoblezca su carácter inicial.

Estableciendo la posesión tiránica de todo lo que juzga suyo, desiste de aprovechar lo que pertenece a su vecino, bajo la pena de exponerse a penalidades crueles.

Nace, de tal manera, para él, la noción del derecho sobre la base de las obligaciones respetadas.


Despertar de la conciencia

Es así como él, transformado, interpreta, desde un nuevo punto de vista, la importancia de su presencia en la Tierra.

Ya dejaron de seducirle la despreocupación y el nomadismo, de la misma manera que para el hombre adulto está superado el ciclo de la infancia.

Sabe ahora que la cuna carnal está revestida de una significación más profunda. Comprende, poco a poco, que la vida registra sus cuentas personales, puesto que aprende que puede negar el brazo al compañero necesitado de apoyo, mas sabe, además, que el compañero podrá negarle el suyo en el momento en que el desequilibrio y la necesidad golpeen a su puerta.

Reconoce que dispone de libertad para matar por desafecto, pero no ignora que el desafecto, a su vez, puede igualmente exterminar su cuerpo o amargarle la existencia.

Percibe que sus gestos y actitudes para con los demás, crean en sus semejantes actitudes y gestos idénticos para con él.

Con ese nuevo patrimonio de observación, la vida mental se le revela más sorprendente y rica, y por esa intensa vida íntima, refleja con una más relativa seguridad las ideas de los Espíritus Abnegados que lo custodian en su marcha.

Desde entonces, no conceptúa a la existencia limitada dentro de los extremos cuna y tumba, sino inmensa, infinita, desde el punto de vista de causa y efecto, pues ella va más allá del sepulcro que guarda la envoltura, hoy inútil, que fue su Instrumento de progreso.

Incorporando la responsabilidad, la conciencia vibra despierta y, por ello, los principios de acción y reacción funcionan exactos, dentro de su propio Ser, asegurándole la libertad de elección e imponiéndole, automáticamente, los resultados respectivos, tanto en la esfera física como en el Mundo Espiritual.


La larva y la criatura

En tal sentido, importa recordar aquí, con las diferencias justas, el símil que la vida ofrece entre las alteraciones de la existencia para el alma humana y para los insectos de metamorfosis integral.
La larva que se separa del huevo ingresa en un nuevo período de desarrollo que puede perdurar por mucho tiempo, como ocurre entre los efemérides, que muestran, al comienzo, la membrana del cuerpo aún debilitada, pero conservando en el tubo digestivo los remanentes de la yema de la fase embrionaria para iniciar, después de la excreción, los procesos de alimentación y digestión.

La criatura recién nacida, al retirarse del útero entra en una nueva fase de evolución que se afirma a través de algunos años. Al principio, tierna y frágil, retiene en su propia organización los recursos sanguíneos que le fueron donados, por manutención endosmótica, en el organismo materno, para después eliminar, cuando le fuere posible, esos mismos recursos, generando los que le son propios.

Avanzando en la ejecución de los programas trazados para su existencia, la larva crece y recurre a las materias nutritivas que le aseguren el aumento del cuerpo y, conforme a la especie, promueve por sí misma la mudanza de la piel indispensable al condicionamiento de su propio volumen.

Satisfaciendo a los imperativos de la propia vida, la criatura se desarrolla tomando el alimento preciso al crecimiento de su máquina orgánica, pasando a realizar por sí, esto es, conforme al comando de su mente, la renovación celular de los tejidos y órganos que constituyen su campo somático, de manera que se ajuste la forma física al molde de su cuerpo espiritual.

Metamorfosis del insecto

La larva de los insectos de transformación completa experimenta varios períodos de renovación para alcanzar la condición de adulta, aunque permanezca con el mismo aspecto, por cuanto sólo después de la última mudanza de la piel es que se transforma en ninfa o crisálida.

En semejante estado, acusa una progresiva disminución de actividad, hasta no soportar más el alimento. Se evacúan sus intestinos y se paralizan sus movimientos.

La larva se protege, entonces, en el suelo o en la planta, preparando su propia liberación.


Permanece así, inmóvil, y no se alimenta desde el punto de vista fisiológico, en estado de crisálida, conforme a la especie, en hilos de seda por ella misma constituidos con la secreción de las glándulas salivares, agregados a pequeñitos trozos de tierra o tejidos vegetales y formando, con ellos, el capullo en que reposa, durante cierto tiempo, días y hasta meses.

En el estado de ninfa y al impacto de las vibraciones de su propia organización psicosomática, sufre una esencial modificación en su organismo, modificación que, en el fondo, equivale a un verdadero aniquilamiento o histólisis, al mismo tiempo que elabora órganos nuevos mediante el fenómeno de la histogénesis, valiéndose de los tejidos que perduraran.

La histólisis, que se efectúa por acción de los fermentos, se verifica principalmente en los músculos, en el aparato digestivo y en los tubos de Malpighi, con una acción menor en los sistemas nervioso y circulatorio.

Por la histogénesis, los remanentes de los músculos estriados cambian las características que le son propias perdiendo, gradualmente, su estriación, hasta que se convierten, cual si obedeciesen a un proceso involutivo, en células embrionarias fusiformes con un núcleo exclusivo, o mioblasto, que se divide por segmentación, plasmando nuevos elementos estriados para la configuración de sus órganos típicos.

Solamente entonces, cuando el proceso de la metamorfosis se lleva a cabo, el insecto, íntegramente renovado, abandona el capullo, revelándose una mariposa leve y ágil, con su sistema bucal transformado, como sucede con la mariposa de tipo succionador, en la cual los maxilares se alargan, convirtiéndose en una trompa, mientras que el labio superior y las mandíbulas se atrofian.

Con todo, aunque magnificentemente transformada, la mariposa alada y multicolor es la misma individualidad, ya que reúne en sí las experiencias de los tres períodos fundamentales de su existencia como larva, ninfa e insecto adulto.

Histogénesis espiritual

El ser humano, que después del período infantil atraviesa expresivas etapas de renovación interior hasta alcanzar la madurez corpórea, no obstante presentar la misma forma exterior, sólo después del agotamiento de la fuerza vital en el curso de la vida, a través de la senectud o de la caquexia, por acción de la enfermedad, padece una transformación más profunda.

En ese período característico de la caducidad celular o de la enfermedad irreversible, demuestra gradualmente una disminución de la actividad, no aceptando más la alimentación.

Poco a poco declinan sus actividades fisiológicas y la inercia sustituye a los movimientos.

Se protege, desde entonces, con el reposo horizontal decúbito, casi siempre en el lecho, preparando el proceso liberador.

Llega así el momento en que se inmoviliza con la cadaverización, modificándose similarmente a la crisálida, pero envolviéndose en lo recóndito del Ser con los hilos de sus propios pensamientos, en ese capullo de fuerzas mentales tejido con sus propias ideas reflejas dominantes o secreciones de su propia mente, durante un período que puede variar entre minutos, horas, días, meses o decenios.

En el ciclo de cadaverización de la forma somática, bajo el gobierno dinámico de su cuerpo espiritual, padece extremas alteraciones que, en esencia, corresponden a la histólisis de las células físicas, al mismo tiempo que elabora órganos nuevos a través del fenómeno que podemos denominar –por falta de un término equivalente– histogénesis espiritual, aprovechando los elementos vivos desagregados del tejido citoplasmático que se mantenían, hasta entonces, ligados a la colmena fisiológica entregada al desequilibrio o la descomposición.

La histólisis, o proceso destructivo en la desencarnación, resulta de la acción de los catalizadores químicos y de otros recursos del mundo orgánico que, alentados por procesos degenerativos, realizan la mortificación de los tejidos y, desde el punto de vista del cuerpo espiritual, afectan principalmente la morfología de los músculos y los órganos de la nutrición, con escasa influencia sobre los sistemas nervioso y circulatorio.

Mediante la histogénesis espiritual los tejidos citoplasmáticos pierden definitivamente algunas de las características que les son propias, volviendo temporariamente, cual respondiesen al proceso involutivo, a la condición de células embrionarias multiformes que se dividen, a través de la cariocinesis plasmando, en nuevas condiciones, la forma del cuerpo espiritual conforme al tipo impuesto por la mente.

Desencarnación del Espíritu

Entonces ahí, cuando el proceso de la muerte se cumple, el ser humano desencarnado, plenamente renovado en sí mismo, abandona el vehículo carnal al que estaba sometido; sin embargo, muchas veces se siente íntimamente aprisionado al capullo de sus pensamientos dominantes, cuando no trabajó por su renovación, por los desvíos del Espíritu, revelándose ahora con su nuevo peso específico conforme a la densidad de su vida mental normal y disponiendo de nuevos elementos con que atender a su propia alimentación, equivalentes a las trompas fluidomagnéticas de succión, aunque sin perder de modo alguno el aparato bucal que nos es característico, destacándose, además, que tales trompas o antenas de materia sutil están patentes en los seres encarnados, expresándoseles en su aura común como radículas alargadas de esencia dinámica que exteriorizan sus radiaciones específicas; trompas o antenas ésas por las cuales asimilamos o repelemos las emanaciones de las cosas y de los seres que nos rodean, tanto como las irradiaciones de nosotros mismos, unos con los otros.

Continuación de la existencia

Metamorfoseada, pues, no obstante el fenómeno de desencarnación, la personalidad humana continúa, más allá de la tumba, el ciclo educativo que inició en la cuna, sin perder su propia identidad y asimilando en ella las experiencias de la vida carnal, de la desencarnación y de la metamorfosis en el plano extra físico.

Percibiremos, de tal modo, que la existencia de la criatura humana, en la reencarnación, se hace sustancial no sólo en la Tierra, donde atiende el cultivo de los sentimientos, palabras, actitudes y acciones peculiares que la caracterizan, sino también en el Mundo Espiritual, donde incorpora en ella la cosecha de la siembra practicada en el campo físico, a través del desdoblamiento del aprendizaje con que atesora las experiencias necesarias para la sublime ascensión a que está destinada.

Evolución en Dos Mundos. André Luiz
Psicografiado por Francisco Cándido Xavier


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jueves, 26 de marzo de 2015

Eutanasia





EXPIACIÓN Y ELEVACIÓN MORAL.

Todas esas vidas oscuras, atormentadas, dolorosas, son crisoles en que el alma se despoja de sus impurezas, donde las pasiones bajas se transmutan poco a poco, por divina alquimia, en pasiones elevadas de bien. Pero, por la falta del conocimiento de las leyes que rigen la vida, en muchas de las veces se rebelan, con lo cual impiden el proceso depurador (catarsis) como será explicado al tratar el próximo capítulo sobre el dolor; pero, pasado el período de prueba, ya en el plano extrafísico, aprecian que esa vida de dolor no ha sido estéril y sí beneficiosa.
¡Tengamos compasión de esos seres, ya que son espíritus arrepentidos! Ayudémosles, con amor, a pagar sus viejas deudas, aunque sea con un pensamiento de compasión y cariño.
Siendo Dios, amor supremo, que sólo por expansión de Su amor dio vida a cuanto existe, sin pedir ni esperar de sus criaturas sino que sean felices eternamente, y para cuyo objeto ha creado leyes sabias, y que con harta frecuencia violamos; se deduce que, el dolor NO es enviado por EL, sino consecuencia de nuestros errores en el pasado, del dolor sembrado por nosotros conscientemente. Son las trasgresiones, las faltas en contra de la sublime Ley Universal del Amor, las que atraen al alma dolorosas consecuencias. Asimismo que, las obras de amor, grandes o pequeñas, son las que atraen mayor felicidad y progreso.
Todo bien, todo esfuerzo que hagamos desinteresadamente con amor en beneficio de alguien, no se pierde. No importa que hayamos recibido ingratitudes y hasta traiciones pues la Ley todo lo recoge y nos lo devolverá tarde o temprano. El tiempo, tal como lo entendemos en la vida humana, no existe en la vida eterna del Espíritu.
Reconstruir por la fraternidad y el amor todo lo que destruye el odio de los hombres, es y será siempre la obra que salvará la humanidad.
La superioridad de nacimiento de ciertos seres, es el resultado de sus obras anteriores. Somos espíritus más o menos jóvenes o viejos, hemos vivido múltiples vidas, hemos probado los placeres y dolores, la riqueza y la pobreza, hemos pasado por vidas de esclavos y de amos, avanzando siempre hacia más elevados destinos.
La riqueza proporciona magníficas oportunidades de estudio, permitiendo darle al Espíritu una cultura más amplia, y pone en sus manos los medios de aliviar a sus semejantes de los sufrimientos de la miseria y contribuir a su mejoramiento. Por desventura, la generalidad de las gentes presionadas por el egoísmo y por las atracciones del medio ambiente, no piensan más que en sí mismas, por desconocimiento de las consecuencias. La riqueza, endurece, con harta frecuencia, el corazón humano, impidiendo escuchar el llamado del Espíritu que se manifiesta por medio de esa sensación de compasión y lástima. No escuchar ese llamado, es desperdiciar una magnífica oportunidad de progreso.
Y el progreso en una existencia, da derecho para nacer bajo mejores auspicios, lo que proporciona una vida más feliz. Y cuando ese progreso haya llegado a cierto grado, será para vivir en plena luz, sin las alternativas de la vida y de la muerte en los planos físicos.
A medida que el ser humano avanza en su eterno camino de ascensión, su inteligencia y demás facultades se desarrollan como consecuencia del ejercicio de su mente, así como nuevos y más amplios horizontes con nuevas experiencias y nuevos conceptos se presentan ante él que le atraen. Es la ley universal del progreso que le llama, que le invita a avanzar en su eterno camino de ascensión; pero, no siempre el individuo responde a este llamado. En las más de las veces, cede a las atracciones de su medio ambiente circundante, siendo arrastrado por el espejismo de las sensaciones, y se estanca, retardando su progreso. Pero, como el estatismo es contrario a la Ley, ésta actúa de un modo NO siempre agradable, y por medio de circunstancias que los humanos denominamos adversas, le conduce amorosamente (como hacen los buenos padres con sus hijos) hacia el ejercicio de sus facultades, obligándole a la solución de dificultades y superación de obstáculos, con lo cual se capacita para mayores realizaciones, contribuyendo con ello a su propio progreso y evolución.
Concluiremos insistiendo en que, la condición de nuestra vida actual es el resultado de nuestras vidas precedentes, porque todas las vidas humanas del Espíritu, son solidariamente responsables, ya que la Ley actúa sobre el ser espiritual, que es siempre el mismo en sus sucesivas encarnaciones.
TODA ACCIÓN —BUENA O MALA— ES SIEMPRE LIBRE EN SUS ORÍGENES, PERO NO DESPUÉS; YA QUE DE INMEDIATO PERTENECE AL DETERMINISMO DE LAS CAUSAS, QUE IMPONE LAS REACCIONES CONSECUENCIALES.
Y así, el bien o el mal que hagamos, ya de hecho ya por pensamiento (por ser el pensamiento una fuerza poderosa) o de palabra; recaerá sobre nosotros mismos en forma de alegrías o dolores, creando destinos felices o desdichados.
Sebastián de Arauco.

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                                                         "NADIE SABE "

"Nadie sabe que es distinto hasta que observas a los demás... Nadie sabe quien es hasta que uno empieza a descubrise a sí mismo, nadie sabe como se hacen las cosas, hasta que aprendes, nadie sabe hasta donde podemos llegar, hasta que confiamos en nuestra imaginación, y con fe inocente, desprovista de prejuicios, finalmente logras llegar a un lugar que jamás pensaste". 

"Tazas Voladoras"
Francisca Hernández
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     LAS OPORTUNIDADES DE 

ASCENSO


 Por muy grandes que sean nuestros dolores, debemos mirarlos con la perspectiva, de que la Bondad Divina ubica  la existencia del ser  para que la vida renueve su esperanza.
Todo es servicio en todas partes.
El tiempo trae la oportunidad de este día, mañana será el minuto portador  para la gran transición, que la muerte impone ineludiblemente tanto a los justos como a los injustos… y en la gran transición el bien que se ha hecho muchas veces sobreponiéndote  a sacrificios y tinieblas, será el roció fecundador después de la nube, el agua pura filtrada por la piedra, la rama lozana que se destaca del lodo y el fruto sabroso de un tronco desgarrado.

La vida física no es más que un peldaño de la ascensión a la que todos estamos sujetos. Concluida la fase  de la reencarnación, el alma continúa  creciendo en amor y conocimiento, fuera de las vibraciones de la tierra, en otros planos evolutivos.

Se evoluciona por etapas. En una encarnación adquirimos la corona de la cultura, en otra la palma  del amor. Son raros  los que consiguen adquirir  sabiduría y cultura del amor  en una sola vez.

La inmersión  en la carne condensa  vibraciones que pasan a sintonizar con el clima mental  de  otras vibraciones resultantes de vidas pasadas, junto a otros seres  que, en cierto modo, dificultan la sublimación libertadora. Sin despreciar la cultura, el alma se beneficia mucho más cuando consigue desarrollar  el sentimiento, lapidando el carácter en el buril del dolor. No siempre son felices  aquellos que desarrollan  mucho, su intelecto, sin tener presente el sentimiento.

Considerando que el amor todo lo puede, el alma menos culta, pero buena, siempre encuentra campo espiritual para retornar al conocimiento recogido en etapas anteriores y en la memoria cosa que no sucede  con la cultura sin bondad.

El hombre sabio, sin amor, puede tornarse un monstruo. Al desencarnar, notará  que habrá cultivado el cerebro, pero tendrá el corazón vació, y deberá entonces iniciar  una gran jornada  recorriendo la senda estrecha del sufrimiento, sin el conocimiento, en las expiaciones purificadoras.

Las mejores armas  que el espíritu puede elegir para su progreso son la oportunidad de amar y sufrir, aprendiendo en el libro del auxilio al prójimo, la interpretación de los enigmas de la vida.

La vida no cesa; es acondicionada por el trabajo que no se detiene. En cualquier lugar, el trabajo es la base  impulsora  del movimiento que posibilita la manutención del equilibrio. El trabajo, es un patrimonio legado por la Divinidad y representa el honor y la gloria para el espíritu  sediento de evolución y perfeccionamiento.

Mientras nos encontramos en la vida física, no sabemos darle  el valor que tiene como medio que nos permite integrarnos en el Bien ilimitado, considerarlo como una obligación desagradable es un error pues es una bendición substancial de armonía interior y de satisfacción evolutiva.

Con la claridad del entendimiento lúcido, el rescate  en el camino del deber reencarnacionista,  nos hace meditar profundamente, y sin atemorizarnos, pese a que nuestras caídas nos pesen, luchamos por conquistar nuestras propias batallas.

 Son muchos los que fracasan en sus tareas,  las que están empeñadas, incluso mucho antes de entrar en ellas. Los adversarios del ayer  pretenden impedir sus pasos, impedir la marcha, dificultando sus posibilidades, distendiendo espinas o doblegando el carácter dentro del comodismo y del placer.

No obstante deberán confiar en Jesús Guía y Amigo  de todos, que jamás se olvida de socorrer a los siervos envueltos en los ásperos combates.

Siguiendo el camino del bien, el crepúsculo  de las fuerzas físicas nos muestra un sendero de estrellas.

No olvidemos que hubo un día, en que un ángel convertido en hombre escaló un monte hostil, sentenciado a la muerte sin ser culpable y, aunque estaba acongojado y solo, acepto la cruz por amor a todos e iluminó definitivamente el camino de la humanidad.

Procuremos ser luces encendidas, alrededor de aquellos que nos rodean, depositando todas nuestras esperanzas en Ese Ángel, ofreciéndole la existencia, mil veces si es preciso, por la infinita ventura de honrarlo y amarlo.
 Merchita

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¿Muerte Digna o Muerte
 Natural?
El debate sobre la eutanasia; sus implicaciones ético-morales y las consecuencias que tiene para todos los que se ven involucrados a tomar decisiones sobre el mismo (médicos, enfermos, parientes o familiares), supone un crisol de opiniones diversas según la perspectiva sobre la que se estudie y en función de los casos de que se trate, e incluso de las legislaciones que al respecto operan en diversos países, unos más y otros menos avanzados en esta materia.
Es cierto que existen países europeos, pocos, donde esta práctica médica está legalizada, e incluso no supone ningún tipo de sanción social y moral, a pesar de que sea practicada en casos donde no existe justificación por enfermedad terminal, sufrimientos o cualquier otra causa. Hay quien reivindica esta práctica para los enfermos terminales, anteponiendo el concepto de muerte digna al de muerte natural. Para otros, se trata simplemente de un suicido asistido y solicitado por el propio individuo (o familiares sino puede decidirlo) que desea poner fin a su vida y recurre a esta forma de acabar su existencia sin hacerlo por su propia mano.
Es la eutanasia un acto de la voluntad del hombre que contraviene las leyes naturales de la vida. Los médicos diferencian esta práctica en dos aspectos: la eutanasia activa y la pasiva. La primera es la que se realiza de forma voluntaria y utilizando los procedimientos necesarios para aplicarla; la segunda es la de dejar de proporcionar los medios que preservan la vida del hombre para que el óbito se produzca de forma paulatina, sin persistir en mantener a toda costa las constantes vitales del organismo que serían necesarias para mantener la vida, aún a costa de intentar evitar el sufrimiento.
Desde el conocimiento que nos proporcionan las leyes espirituales, la mejor muerte es la muerte natural, aquella que no se busca, que llega cuando el tiempo prefijado por la ley ha marcado. El acto y el tiempo de la muerte en el ser humano es el único acto de fatalismo que determinan las leyes divinas. Sólo la forma de morir y el tiempo en que acontecerá está previamente determinado, y sobre este hecho el hombre nada pueda hacer; salvo adelantarla por su propia irresponsabilidad cometiendo suicidio voluntario, involuntario o eutanasia.
¿Podríamos comparar el suicidio voluntario a la eutanasia? Sin duda, en el caso de que esta se practique con el único fin de quitarse la vida sin otras circunstancias que puedan justificarla, es un acto de suicidio en toda regla. En el artículo del mes de octubre pasado, en esta misma sección, hemos dedicado a este tema un exhaustivo análisis, abordando las perjudiciales consecuencias del acto de suicidarse.
Sin duda ninguna, el concepto que tenemos de la vida y de la muerte, sus implicaciones y derivadas depende mucho de la cultura y la sociedad en la que nos desenvolvemos. La cultura de la muerte no es igual en oriente que en occidente, ni siquiera existen similitudes en muchos países pertenecientes al mismo continente. Tanto es así que, además de las tradiciones y las costumbres, las creencias y la religiones influyen notablemente a la hora de enfrentar y afrontar este inevitable suceso.
No pretendemos aquí analizar estas diferencias, sino tan sólo cotejar la idoneidad de la eutanasia, respecto a los planteamientos morales que plantea, bajo el conocimiento de las leyes que rigen el proceso evolutivo del alma humana como espíritu inmortal. A este último, únicamente le afecta la desaparición de su cuerpo físico, no así de sus pensamientos, sentimientos, personalidad e individualidad, que sigue viviendo después de este fenómeno, y volverá nuevamente a la tierra animando nuevos cuerpos en el futuro a través de la ley de la reencarnación.
Cuando se comprenden los procesos evolutivos, los que posibilitan el crecimiento y progreso del ser inmortal, sabemos que cada existencia supone una oportunidad de progreso, y que el trance de la muerte no es más que un tránsito hacia otro estado de consciencia en el que seguimos siendo nosotros mismos, con nuestras propias cualidades y deficiencias.
La inmortalidad del alma nos lleva entonces a preguntarnos, si la muerte del cuerpo está prefijada de antemano, ¿la vida tiene pues un propósito hasta el último aliento de la misma? Y si esto es así, al anticipar la partida al otro plano de vida, ¿no estaremos transgrediendo el orden natural de los acontecimientos en cuanto a nuestro tiempo de partida y la forma del mismo?.
Esta última reflexión exige la respuesta de una certeza de la vida antes de la vida; donde proyectamos con detalle los procesos, las experiencias, positivas o negativas que vamos a experimentar en nuestra encarnación. Al aceptar esta cuestión, indudablemente, cualquier acto que acorte la vida es un atentado contra la vida misma, contra nuestras propias necesidades de progreso planificadas de antemano en el plano espiritual. Y por ello, esta cuestión tiene sus repercusiones y consecuencias, perturbando nuestro destino futuro al no haber aprovechado íntegramente la oportunidad que se nos concedió de progresar hasta el último momento en el cuerpo físico.
Si avanzamos en este análisis y comprendemos que el dolor no es un castigo, sino un sensibilizador del alma y educador de la conciencia, nos daremos cuenta de que, nada de aquello que sufrimos o soportamos es en vano, ni obedece a la casualidad. En multitud de ocasiones, el sufrimiento es la respuesta a nuestros actos delictuosos del pasado y es una forma de depurar el alma; pagando deudas acumuladas y reintegrándonos en el mundo espiritual limpios de cargas tóxicas, liberando nuestra consciencia de aquellas faltas cometidas en vidas anteriores y que tanto nos han hecho sufrir al caer sobre nosotros el infalible aforismo de la justicia divina: “a cada cual según sus obras”.
Al permitir la eutanasia y acortar nuestra vida, encontramos muy probablemente un alivio a los dolores físicos, pero perpetuamos nuestra deuda con la ley, evitando depurar nuestras deudas del pasado mediante el sufrimiento que merecemos y que programamos para el final de nuestros días.
Y como nadie escapa de sí mismo, aquello que no seamos capaces de rectificar, saldar o depurar, nos corresponderá hacerlo más adelante; pues la justicia humana es imperfecta, pero la ley de causa y efecto, que coloca cada cosa en su lugar, devuelve siempre, en la misma y medida y proporción, antes o después, las consecuencias de nuestros actos acertados o desacertados.
Si además del mecanismo de la justicia divina, implementado en la ley de causa y efecto, comprendemos que la vida no es atributo del hombre sino del creador, todavía se amplía el error cometido con la eutanasia. Una existencia en la carne es una oportunidad de progreso y adelanto para el espíritu; y son muchos, al igual que nosotros, los que precisamos de vivir esas experiencias para progresar y mejorar, para conseguir mayores niveles de adelanto moral e intelectual que nos liberen del error y de la ignorancia, acercándonos a vidas más felices y dichosas.
Al concedernos una nueva oportunidad precisamos responder con responsabilidad, aprovechando el tiempo y las experiencias hasta el final, por dolorosas que estas puedan llegar a ser. Hoy día está demostrado que el sufrimiento y dolor moral es superior al físico(*); ya que el primero corresponde a la psique, y es difícil de solventar sin equilibrio mental-emocional interior y liberación de culpas personales. Mientras que el dolor físico está ya ampliamente detectado y puede suavizarse mediante los cuidados paliativos que la medicina ya contempla y aplica.
(*) NOCICEPCION: “PERCEPCION DEL DOLOR”. SE LOCALIZA EN EL AREA CEREBRAL CONOCIDA COMO CORTEZA CINGULAR, ESTA NO DISTINGUE ENTRE EL DOLOR FISICO Y EL EMOCIONAL.
Así pues desde la amplia perspectiva que nos ofrece el conocimiento de las leyes que rigen el proceso evolutivo del hombre, desde la comprensión de que el progreso es el objetivo principal de la vida y que ésta continúa después de la muerte, podemos afirmar que la auténtica muerte digna es la muerte natural, aquella que acontece cuando Dios la permite y está establecida para finalizar nuestro ciclo en una existencia terrena.
Evidentemente esto no quiere decir que no utilicemos los avances que nos ofrece la ciencia para mitigar el dolor, para otorgar la mejor calidad de vida posible en los últimos momentos de nuestra existencia. Pues, al igual que afirmamos la conveniencia de apurar hasta el final nuestras oportunidades con un cuerpo físico, confirmamos igualmente que “el sufrimiento innecesario no sirve de progreso”.
Esto no es agradable a Dios ni útil para nuestro progreso espiritual, por mucho que actitudes fundamentalistas o fanáticas se empeñen en reivindicar el sufrimiento como purga para nuestras faltas cometidas. Este concepto, basado en el “sentimiento de culpa derivado del inexistente pecado original” y que impregna teologías y conceptos religiosos propios del medioevo, ha generado mucho dolor innecesario a lo largo de la historia y que es preciso abandonar para siempre.
Por todo ello concluiremos que la eutanasia activa podemos calificarla como un suicidio involuntario; y mientras que la eutanasia pasiva puede tener atenuantes ante las leyes divinas, a pesar de ello no está exenta tampoco de responsabilidad.
Sea como fuere, siempre hemos de entender que no es el cuerpo físico el que sufre en mayor medida; sino el ser inmortal que alberga y que, a veces, imposible de comunicar sus pensamientos e intenciones al encontrarse en una situación extrema, intenta evitar, sin conseguirlo, que sus familiares adopten por él la decisión de acortar su vida mediante la eutanasia.
Invitamos a la reflexión sobre este aspecto, sobre todo a los familiares que han de tomar la decisión; recordándoles que, antes de adoptarla, realicen un examen honesto, preguntándose así mismos cómo querrían que les hicieran a ellos mismos en idéntica circunstancia. Y procurando que, en la resolución final que adopten, no pesen más los argumentos egoístas o incómodos de la situación antes que las auténticas necesidades espirituales y deseos de la persona afectada.
Antonio Lledó Flor
© 2015 Amor, paz y Caridad
“La mejor muerte es la muerte natural”