miércoles, 25 de marzo de 2015

Evolución anímica


ESTADO NATURAL Y LEY 

NATURAL

Estado Natural:
 Es el estado inicial del ser humano; su estado primitivo.
En La Tierra, es el momento inmediato, la incorporación de nuestro espíritu por primera vez, al cuerpo de un primate.
A pesar de que fuimos todos creados sencillos e ignorantes, en ese momento no éramos todos iguales ya que nuestra parte espiritual, llamémosla como queramos; alma, espíritu, etc., había tenido una existencia de formación dentro de los Reinos Vegetal y Animal, con una evolución particular.
Es el punto inicial de su desarrollo intelectual y moral.
Es un estado transitorio, incompatible con la civilización.
Tiene al comienzo solo necesidades esenciales y vitales;  a medida que va aumentando su evolución, van aumentando sus necesidades.
Para este momento, Dios le ha dotado de libre albedrío, individualidad, inteligencia, razonamiento, conciencia, espíritu de progreso e incipiente propensión a la vida social.
Todas estas características van trabajando unidas, con la finalidad de satisfacer  las necesidades, obligando al ser humano a evolucionar.
Esta evolución lleva primero al progreso intelectual y este al progreso moral

 Ley Natural
 Rige la armonía entre el universo material y moral
Contribuye al progreso de la humanidad
La Ley natural está grabada en nuestra conciencia, pero no todos están en capacidad de reconocerla. Necesita de varias existencias para ello.
Este es uno de los caminos a los cuales nos lleva la evolución.
1) Ley de adoración:
Creencia innata en la existencia de un ser superior, origen inteligente de todas las cosas.
Seguridad de que todo está regido por un orden natural, donde no existe la desorganización y ni el caos.
En realidad no han existido pueblos ateos, todos reconocen la existencia de un ser supremo. Los casos individuales se dan en personas generalmente orgullosaso vanidosas.

2) Ley del trabajo:
Es resultado de nuestra condición de seres con necesidades y goces, los cuales nos vemos impelidos a complacer.
Esto nos lleva a luchar, para conseguir esas satisfacciones, lo cual nos hace evolucionar.
Esta es una de las palancas que nos dirige hacia el progreso.
 3) Ley de reproducción:
Mediante esta ley, se asegura la supervivencia del mundo corporal y transmisión mediante  enseñanza directa, o por herencia de algunos aspectos de nuestra evolución, alcanzada hasta ahora.
Nos crea la idea de grupo social.
 4) Ley de conservación:
La poseen todos los seres vivientes. Viene dado por la necesidad de vivir.
A veces es racional, a veces mecánica.
Ayuda a preservar la existencia, a fin de cumplir con las misiones que nos han sido encomendadas.
Cuando esta ley está razonada en nuestra, conciencia nos lleva a aplicarla a nuestros semejantes.
 5) Ley de la destrucción:
Debe ser entendida más bien, como transformación o regeneración de la parte material de los seres vivientes, para lo cual es necesaria su desaparición, a veces en provecho de otros.
Esta ley mantiene a las dos leyes anteriores en concordancia, en cuanto a su volumen, manteniéndolas acorde con la capacidad de existencia, que el medio le da a los seres vivientes
 6) Ley de sociedad:
Es la ley, por la cual Dios induce al hombre a vivir en sociedad, para lo cual le da atributos como la palabra, necesidades y deseos comunes
Debe progresar en comunidad, pues su evolución en soledad, sería totalmente nula.

 7) Ley del progreso:
Esta ley, es una especie de motor que nos lleva todo el tiempo, en búsqueda de la superación y avance. Lo cual implica luchar constantemente, en mejora de nuestra evolución.
Cuando fuimos creados simples e ignorantes, esta ley nos hizo buscar constantemente el progreso, a partir de entonces comienza nuestra evolución.
Es tan fuerte, que su poca presencia nos provoca, desesperanza, negligencia y astío

8) Ley de igualdad:

Dios nos creó a todos iguales; sencillos e ignorantes, sometidos a las mismas leyes Naturales. Ha sido la evolución individual, la que ha creado ciertas diferencias.
Siendo concientes de estas desigualdades, debemos aceptar que son posteriores a nuestra creación.
Por lo anterior, podría ser considerada una ley de origen, con variaciones en el transcurso de nuestro desarrollo

9) Ley de libertad:
Está representada por:
 Libertad de pensamiento, la cual es absoluta y sólo conocida por Dios, solo él puede juzgarla, pero no la reprime.
 Libertad de conciencia, la cual es la verdadera manifestación de la libertad del pensamiento. También es respetada por Dios, pero muchas  veces reprimida  por los humanos.
 Libre albedrío: Teniendo libertad de pensamiento y de conciencia, tiene también libre decisión. Esta libertad está afectada por el nivel de evolución que se posee.

10) Ley de Justicia, Amor y Caridad:
Es un sentimiento que Dios ha colocado en el ser humano, el cual consiste en el respeto al derecho de cada uno.
Se va desarrollando con el progreso moral.
Esta ley tiene mucho que ver con la Ley de Sociedad, para lo cual se hace necesario el Amor y  la Caridad.
Esta ley va muy relacionada con la libertad de pensamiento, libertad de conciencia y libre albedrío.

 Lo anteriormente expuesto, nos permite asegurar:
 A)   Todos fuimos creados por un ser superior
B)   En igualdad de condiciones
C)   Con necesidades, las cuales debemos satisfacer
D)   Con deseos irrefrenables de superación
E)   Buscando nuestra evolución en sociedad
F)   Respetando el derecho de los demás seres
G)  Administrando nuestros pensamientos, como
     el producto nuestra libertad total.
  Oswaldo E. Porras Dorta
   Adaptado por Jose L. Martín-
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Evolución Anímica
Gabriel Delanne
 Todo el que sabe mirar la Naturaleza con ojos filosóficos descubre que ella es la gran educadora, donde reside toda la verdad, y observando ve los secretos que permanecen velados para los ignorantes. Nada aparece súbitamente  y en el estado perfecto, así lo dicen las leyes que rigen las múltiples evoluciones  de la materia física o viva.
 El sistema solar, nuestro planeta, los vegetales, los animales, el lenguaje, las artes, las ciencias, todo, lejos de haber brotado espontáneamente, es el resultado de una larga y gradual ascensión, desde las formas rudimentarias hasta las modalidades que en nuestros días conocemos.
 En el alma humana, sucede lo mismo, vemos en la Tierra que pasa por fases de diversas manifestaciones, desde el salvaje hasta el genio de las naciones civilizadas.
 El alma tanto en el ser humano como en el animal  es indivisible, dado que los primeros fulgores   del instinto  son los signos reveladores  de su acción. A partir de los animales simples como los zoófitos, ha adquirido sucesivamente  el periespiritu, mediante transformaciones incesantes, sus propiedades funcionales.
 La envoltura del alma es el  “periespiritu”, tanto en los animales como en el hombre, individualiza al principio pensante por medio del fluido universal que lo constituye.
Este punto poco estudiado, ha sido corroborado y comprobado, con la intervención  de médiums videntes, que el alma animal no se destruye con la muerte.
 Si el principio inteligente del animal sobrevive a la materia, si goza de individualidad, es posible aplicarle  las mismas reglas que rigen al alma humana, explicándose así todo.
Por medio del Espiritismo  se comprobó  experimentalmente  la necesidad de la reencarnación del alma humana; la ley de continuidad  en los seres vivos, permite creer que el alma del animal está sometida a ese mismo proceso: de este modo el principio inteligente  animaría sucesivamente  organismos y más organismos cada vez más perfeccionados, a medida que  fuera adquiriendo capacidad  para dirigirlos.
 El Espiritismo, no inventa nada,  al proclamar la existencia del periespiritu, demuestra que tal órgano  reproduce fluídicamente la forma corporal de los animales, que es permanente  en medio del flujo perpetuo de las moléculas vivas y, consecuentemente  que en él es donde radican  los instintos  y las modificaciones de la herencia. Por ser inmutable, pese  a los incesantes  cambios de que  es testimonio el hombre contiene – digámoslo así -  los estatutos y las leyes  que dirigen la evolución del Ser; no se disgrega con la muerte, sino que se constituye  la individualidad  póstuma  del principio intelectivo; tomando en registro  todas las modificaciones que le proporciona  las numerosas y sucesivas existencias, acabando por hacerse apto, después de haber recorrido toda la serie, no solo para organizar y dirigir organismos  muy complicados, sino para hacerlo sin conocimiento del alma.
 Si no sabemos como  están constituidos los seres vivos, es difícil comprender el papel de periespiritu y del sistema nervioso. Los médicos, los naturalistas  y los filósofos hablan constantemente  en sus escritos de las sustancias vivas, de moléculas orgánicas, de materia organizada, de tejidos, de órganos, etcétera; pero pocos dan una definición precisa de tales frases.
 En los animales superiores se advierte la carne, los huesos, los tendones, los nervios, los vasos, las membranas, etcétera.  Se ha adquirido la certeza  de que el organismo de un vegetal o animal cualquiera, proviene  de la reunión,  de la asociación  de un número inmenso de células, y las partes diferentes del cuerpo animal o vegetal  son debido a las modificaciones  que las células sufren. 
En química, por descomposiciones  sucesivas, los productos más complejos pueden siempre reducirse  a los elementos primordiales, a los cuerpos simples  de que están formados; en historia natural, la célula aparece  como el residuo último  de toda clase de residuos. La molécula orgánica, es el elemento  anatómico por excelencia de que están formados todos los seres vivos.
 La célula esta compuesta de tres partes: aunque varia en su forma, siempre se compone de tres partes 1ª) un núcleo solidó que está en el interior 2ª) un liquido que baña al núcleo, y la 3ª) una membrana que lo envuelve todo.
 La parte esencial, la parte verdaderamente viva, es el líquido, al que se ha dado el nombre de protoplasma; de manera que este líquido gelatinoso es el que constituye realmente el fundamento de la vida orgánica. En tanto él vive en los millones de células que forman un cuerpo, el cuerpo vive también; cuando él muere en una parte cualquiera de las células que componen un miembro, el miembro muere; si se destruye, en fin, el protoplasma en la totalidad de las células, el cuerpo entero muere.
 Si la teoría de la evolución es exacta, la vida debió principiar en la Tierra por la formación del protoplasma. Este hecho se verifica en nuestros días. Las exploraciones de los grandes fondos submarinos han dado a conocer una sustancia gelatinosa que parece ser la primera manifestación vital".
Los notabilísimos trabajos de Haeckel respecto a tales seres rudimentarios, confirman plenamente las deducciones de Darwin y dan al transformismo una base seria.
 El modo de reproducción de las células  es muy simple: cuando a alcanzado cierto volumen, se producen  una o muchas divisiones en su masa, se fracciona en dos o más partes, y cada una de ellas, se hace independiente, se nutre y crece como la célula, madre, hasta que llega el momento que a su vez da  nacimientos a otras células semejantes. Algunas veces las células originarias de la primera nos se separan, sino que forman una serie de células  asociadas, que dan nacimiento a su vez a otras y otras,  también unidas, según el grado de vitalidad que posean. Esto es lo que acontece a los animales, vegetales  y al hombre.
Aun en las asociaciones más complejas las células que constituyen un ser vivo no pierden por completo su independencia: cada una de ellas vive por su cuenta, y las diversas funciones fisiológicas del animal, no son otra cosa que la resultante de los actos cumplidos por un cierto grupo de células.
 El objeto de todo organismo es vivir, y cada parte concurre a la consecución de este resultado en la esfera que le es propia. Se puede comparar el cuerpo vivo a una manufactura, cada órgano a un conjunto de obreros y cada obrero a una célula. Cada obrero tiene que efectuar un trabajo especial, pero uniendo las piezas elaboradas de este modo, se obtiene el objeto manufacturado.
 "La comunidad, como el individuo, tiene su unidad abstracta y su existencia colectiva; es una reunión de individuos, frecuentemente en número inmenso, que no obstante puede ser considerada como un individuo solo, como un ser único, aunque compuesto. Y es así, no solamente para la abstracción más o menos racional, sino para la realidad, materialmente, lo mismo para nuestra inteligencia que para nuestros sentidos, porque está constituida como un ser organizado, de partes continuas y recíprocamente dependientes, todas ellas fragmentos de un mismo todo, aunque cada una por sí sea a su vez un todo más o menos bien circunscrito; todas ellas miembros de un mismo cuerpo, aunque cada una constituye un cuerpo organizado, un pequeño colectivo...
 "Como la familia y la sociedad, la comunidad puede estar muy diversamente constituida. La fusión anatómica, y, por consecuencia, la solidaridad fisiológica de los individuos así reunidos, puede estar limitada a unos pocos puntos y a unas pocas funciones vitales, o extenderse a la casi totalidad de los órganos y de las funciones. Todos los grados intermedios pueden presentarse también, y se pasa por gradaciones insensibles de seres organizados en quienes las vidas colectivas permanecen aún casi independientes y los individuos claramente diferenciados, a otras en que los individuos son de más en más dependientes y mixtos, y tras éstas a otras en que todas las vidas se confunden en una vida común y las individualidades propiamente dichas desaparecen más o menos completamente en la individualidad colectiva".
 Los animales superiores son estas individualidades colectivas, aunque sólo desde el punto de vista vital. Hemos visto ya que la fuerza vital es un principio y un efecto: un principio porque es necesario un ser vivo para comunicar la vida, y un efecto, porque una vez fecundado el germen, las leyes físicas y químicas se encargan del mantenimiento de la vida. Aquí no caben equívocos: la fuerza vital tiene existencia propia, puesto que cada ser puede reproducirse en un semejante suyo, y puesto que no se puede dar vida artificialmente a un compuesto inorgánico. Más todavía: suponiendo que se llegara, por ejemplo, a fabricar un músculo sensible de manera que produjese los mismo fenómenos que un músculo ordinario, el músculo fabricado no podría regenerarse, como acontece incesantemente en el organismo vivo. Luego, aunque el principio vital opere y se mantenga por medio de leyes naturales, no cabe ninguna duda de que es distinto de tales leyes. Aquel principio es una fuerza, una transformación especial de la energía; no goza de existencia sobrenatural, pero sí es el producto necesario de la evolución ascendente, el primer grado, no de la organización, pero sí del mantenimiento, de la reparación de la materia viva. Pueden hallarse indicios de este principio reparador hasta en la materia bruta: un cristal está capacitado para cicatrizar sus heridas. Pasteur ha puesto este hecho en evidencia (véase Comptes rendus, del 16 de mayo de 1881).
 Si a un cristal roto en cualquiera de sus partes se le coloca en la disolución a que debe su origen, se observará que no solamente crece en todas sus caras, sino que se inicia un trabajo de reconstitución mucho más activo en la parte lesionada, hasta que el daño queda reparado; una vez conseguido esto, se reestablece la simetría. Si se colora el agua madre con una sustancia violeta, por ejemplo, se verá distintamente el trabajo suplementario que se realiza para la reconstitución de la parte destruida.
 El principio vital, por consiguiente, es una fuerza esencialmente organizadora y reparadora y, en los vegetales y los animales, él es quien repara las células destruidas por el uso, siguiendo un plan determinado. Podemos considerarle en cierto modo como el desenvolvimiento, el grado superior, la transformación exaltada de esa fuerza que en los cuerpos brutos conocemos por afinidad. Además, el fluido vital obra sobre las moléculas que produce el fantasma magnético. Si se niega la existencia de una fuerza vital, aunque invisible e imponderable, no es posible comprender cómo un cuerpo vivo conserva una forma fija, invariable, según la especie a que pertenezca, a pesar de la renovación incesante de las moléculas del cuerpo.
  En tanto la vida es difusa, como en los animales inferiores; en tanto todas las células pueden vivir individualmente sin necesitarse unas a otras, el principio inteligente no se revela en ellas de un modo claro, puesto que en estos seres rudimentarios no se observa sino la irritabilidad, es decir, la reacción a una influencia externa sin sensibilidad apreciable; pero desde el momento en que el sistema nervioso aparece, se concentran en él las funciones animales, la comunidad viviente se transforma en individuo, y el principio inteligente toma a su cargo el gobierno del cuerpo, manifestando su presencia por los primeros fulgores del instinto.
Extraído del libro Evolución Anímica de Gabriel Delanne
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Buscando el bien para nuestros semejantes encontramos el nuestro.”
                     (Platón)

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Dios está en todas partes, y nos atiende a todas horas, la vida del Hombre está socorrida siempre por los fieles colaboradores del plano divino que  trabajan incansablemente en la obra asistencial.
El sufrimiento es amarga medicina que sirve de purga para  hacernos expulsar el mal que nos impide caminar hacia el frente. Mucho paga quien mucho sufre, por eso demos gracias al sufrimiento, porque es gracias a el, que nos ponemos en paz con Dios, que nos hacemos merecedores   donde antes éramos deudores.
Ante nuestros ojos espirituales pasan los fantasmas de las civilizaciones muertas, como si estuviésemos delante de una pantalla de proyección maravillosa. Las almas cambian de envoltorio carnal, en el transcurso incesante de los siglos. Construyen el edificio milenario de la evolución humana con sus lágrimas y sufrimientos, y hasta nuestros oídos llegan los ecos doloridos de sus aflicciones. Pasan las primeras organizaciones del hombre y pasan sus grandes ciudades, transformadas en silenciosos osarios. El tiempo, como patrimonio divino del espíritu, renueva las inquietudes y angustias de cada siglo, en el sentido de aclarar el camino de las experiencias humanas. Pasan las razas y las generaciones, las lenguas y los pueblos, los países y las fronteras, las ciencias y las religiones. Un soplo divino hace moverse todas las cosas en ese torbellino maravilloso. Se establece, entonces, el orden, equilibrando todos los fenómenos y movimientos del edificio planetario y dando vida a los lazos eternos que reúnen a su gran familia.
Se ve, entonces, el hilo inquebrantable que soporta los siglos de las experiencias terrestres, reuniéndolas, armoniosamente, unas a otras, para que constituyan el tesoro in-mortal del alma humana en su gloriosa ascensión hacia el infinito. Las razas se sustituyen por las almas y las generaciones constituyen fases de su aprendizaje y provecho. Las lenguas son formas de expresión, dirigiéndose hacia la expresión única de la fraternidad y el amor, y los pueblos son los miembros dispersos de una gran familia trabajando para el establecimiento definitivo de su comunidad universal. Sus más eminentes hijos, en el plano de los valores espirituales, son agraciados por la Justicia Suprema, que legisla desde las alturas para todos los mundos del universo, y pueden visitar otras patrias siderales, regresando al orbe, en misiones regeneradoras de bendito esfuerzo, dentro de las iglesias y academias científicas terrestres.
En la pantalla mágica de nuestros estudios, destacan esos misioneros que el mundo ha crucificado tantas veces con la incomprensión de las almas vulgares, pero, en todo y sobre todos, se irradia la luz de ese hilo de espiritualidad que diviniza la materia, encadenando el trabajo de las civilizaciones, y, más arriba, deslumbrando la pantalla de nuestras observaciones y estudios, vemos la fuente de luz extraordinaria, de donde parte el primer punto geométrico de ese hilo de vida y armonía, que equilibra y satura toda la Tierra en una apoteosis de movimiento y claridad divina.

Nuestros pobres ojos no pueden divisar detalles en ese deslumbramiento, pero sabemos que el hilo de luz y vida está en Sus manos. Es Él quien soporta todos los elementos activos y pasivos de la existencia planetaria. En Su corazón augusto y misericordioso está el Verbo inicial. Un soplo de Su voluntad puede renovar todas las cosas, y un gesto Suyo puede transformar los rasgos de todos los horizontes terrestres. Han pasado las generaciones de todos los tiempos, con sus inquietudes y angustias. Las guerras han ensangrentado el camino de los pueblos en sus peregrinaciones incesantes hacia el conocimiento superior. Han caído los tronos de los reyes y se han con-vertido en polvo coronas milenarias. Los príncipes del mundo han vuelto al teatro de su vanidad orgullosa, con la vestidura humilde de los esclavos y, en vano, los dictadores han instigado y todavía lo hacen, a los pueblos de la Tierra, para la matanza y la destrucción.
El determinismo del amor y del bien es la ley de todo el universo y el alma humana emerge de todas las catástrofes en busca de una vida mejor. Sólo Jesús no pasó, en el camino doloroso de las razas, señalando la desaparición de todas las fronteras para el abrazo amoroso universal. Él es la Luz del Principio y en Sus manos misericordiosas reposan los destinos del mundo. Su corazón magnánimo es la fuente de vida para toda la humanidad terrestre. Su mensaje de amor, en el Evangelio, es la eterna palabra de resurrección y justicia, de fraternidad y misericordia. Todas las cosas humanas pasarán y cambiarán. Sin embargo, Él, es la Luz de todas las vidas terrestres, inaccesible al tiempo y a la destrucción.
Mientras hablamos de la misión del siglo XX, contemplando a los dictadores de la actualidad, que se erigen en verdugos de las multitudes, debemos volver nuestros ojos suplicantes a la infinita misericordia del Señor, implorándole paz y amor para todos los corazones.

Extraído por Merche Cruz del libro “A Camino de la Luz”  de Francisco Cándido Xavier  

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