miércoles, 27 de septiembre de 2017

Origen del instinto sexual



Hoy tenemos las siguientes lecturas:

-El Amor: El despertar de la conciencia
- Origen del instinto sexual
-  Dios está aquí
-  Pierre Vachet: El pensamiento que cura


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                                                           EL AMOR

                                                EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA



 El desarrollo espiritual del ser humano atraviesa varias fases. Los instintos van apareciendo en la psíquis para que exista la perpetuación y la supervivencia de las especies. Con el tiempo despiertan otros elementos psíquicos, como los pensamientos, la inteligencia, la voluntad, los sentimientos, las emociones y los demás componentes de esa compleja estructura que todavía ofrece campo para la investigación. Afirmamos que los instintos sufren la influencia de esos factores, que se desarrollan a través del tiempo y gradualmente suministran intelectualidad al indivíduo.

   El soplo evolutivo del alma la impulsa en todo momento hacia el progreso, o lo que  es lo mismo, hacia la conquista de valores. Se trata de un avance sin fin en busca de la perfección, o mejor aún, de la perfectibilidad, ya que perfecto solo es Dios. El desarrollo espiritual es amplio; por medio de él podemos transformarnos en espíritus puros, los que gravitan en franjas inaccesibles a nuestra comprensión humana. Es así como la conciencia se despierta progresivamente mediante un proceso de asimilación de experiencias, con los respectivos registros en la psiquis. Esos mecanismos psíquicos estimulan el perfeccionamiento del desarrollo del espíritu, y adicionan elementos intrínsecos que se interrelacionan creando un caldo de cultura cada vez más sofisticado. Se trata de la conciencia, que trae en su seno un potencial susceptible de desarrollo, de optimización. Igual que pasa con la bellota del roble, que pese a su reducido tamaño contiene en su estructura todas las condiciones para convertirse en un árbol frondoso y gigantesco, la conciencia inicial recibe de a poco los elementos vivificantes de la razón y el  sentimiento, como si fueran la savia nutritiva capaz de transformarla en el roble, con procesos cada vez más complejos. Esto quiere significar que el ser humano es portador del potencial indispensable para su perfeccionamiento. Precisamente ese es el contenido de la pregunta "¿Dónde está escrita la ley de Dios?". La respuesta fue concisa y clara: "en la conciencia". Equivale a decir que, intrínsecamente, están en nosotros las leyes que rigen el universo nos corresponde descubrirlas.

    El crecimiento espiritual, por lo tanto, hace despertar esos valores de la conciencia, y es entonces cuando el ser humano empieza a comprenderse mejor a sí mismo y también a las leyes naturales de la vida. Debido a que en él predomina la ignorancia, en tanto no haya alcanzado el conocimiento de la verdad cometerá sucesivos desatinos. Esos acierto acarrean al hombre los sufrimientos que padece en su viaje de perfeccionamiento.

   La fase evolutiva en que nos hallamos ya nos posibilita comprender un poco más acerca de las leyes de Dios. La conciencia despierta lentamente hacia otros valores, no tanto apoyados en el instinto sino apropiados a las leyes que rigen la felicidad humana. La Física, la Química y la Biología han favorecido un significativo avance del conocimiento científico. El hombre escudriña el cosmos gracias a la Astronomía y a la Astrofísica, desvela muchas de las leyes de la Biología molecular y de la química de la vida. El progreso de la tecnología en los últimos cincuenta años no tiene comparación, y la Medicina ha ganado considerable dominio en relación con el cuerpo físico. Al conocimiento de las leyes orgánicas se debe la elevación del promedio de vida de las personas de 30 a 70 años. La Psicología y la Psiquiatrìa están empeñadas en comprender mejor las leyes que rigen la psíquis humana, con el propósito de reducir los trastornos mentales originados en los desvíos de la conducta. Verificamos, pues, en nuestra época, como despierta la conciencia en la dirección de las leyes que controlan los fenómenos de la vida. El conocimiento pleno de esas leyes  será portador de una importante transformación humana. El indivíduo experimentará el despertar de su conciencia que habrá de mostrarle con suficiente claridad el mejor camino a seguir, para provecho propio y el de la sociedad.

-Jasón de Camargo-(Educación de los Sentimientos)

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                 ORIGEN DEL INSTINTO SEXUAL

     Todas nuestras referencias a semejantes temas de la acción biológica en los Reinos de la Naturaleza tienen por mira, simplemente, demostrar que más allá de la trama de los recursos somáticos, el alma guarda su individualidad sexual intrínseca, al definirse en la feminidad o en la masculinidad, conforme a sus características acentuadas, pasivas o claramente activas que le sean propias.
   
   La sede real del sexo, no se halla, por lo tanto, en el vehículo físico, sino en la Entidad Espiritual de su estructura compleja y el instinto sexual. Por eso mismo, traduciendo el amor en expansión en el tiempo, vienen de las profundidades, para nosotros inabordables, de la ida, cuando agrupamientos de mónadas celestes se reunieron automáticamente las unas a las otras para la obra multimilenaria de la evolución, semejantes a núcleos de electrones en la conformación de los átomos o de los soles y de los mundos en los sistemas macrocósmicos de la inmensidad.

    Por él las criaturas transitan caminos y caminos por los dominios de la experimentación multifacética, adquiriendo las cualidades que necesitan; con él se visten con la forma física en condiciones anómalas, ajustándose a las sentencias regeneradoras de la Ley de CAusa y Efecto, o cumpliendo instrucciones especiales con fines de trabajo edificante. 

    El sexo es mental, por tanto, en sus impulsos y manifestaciones, transcendiendo todo impositivo de la forma con que se exprese, no obstante reconocer que la mayoría de las conciencias encarnadas permanecen seguramente ajustadas a la sinergia mente-cuerpo, en marcha hacia más vastas complejidades del conocimiento y de la emoción.

- André Luiz-(Espíritu)-  Evolución en dos mundos

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                     DIOS ESTÁ AQUÍ
Dios no necesita mirarnos desde lo alto para extender su cuidado sobre nosotros. Para que Él  escuche nuestras plegarias no es necesario atravesar el Espacio ni orar en voz alta, ya que Él está a nuestro lado y nuestros pensamientos repercuten en Él. Son como los sones de una campana que hacen vibrar las moléculas del aire circundante. 

EL GÉNESIS. 
ALLAN KARDEC 


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PIERRE VACHET:
EL PENSAMIENTO QUE CURA
El Doctor Pierre Vachet hizo numerosos experimentos para demostrar la estrecha interdependencia entre el psiquismo y lo físico. Comenzaron en 1914, cuando él se encontraba en el frente como médico auxiliar. Seguiría el concepto del eminente psicólogo profesor Pierre Janet, que afirmaba: “Los médicos no deben limitarse servilmente a curar el cuerpo... Cada vez más, la ciencia médica descubre la influencia preponderante de la imaginación sobre la salud del cuerpo. Cada vez más, la terapéutica utiliza el factor moral en su lucha contra las enfermedades” hasta definir una ciencia nueva que es la psicosomática (de Psychic: espíritu y de soma: cuerpo) y a la que Pierre Vachet quiso dedicar la obra El pensamiento que cura. Este libro se dirige tanto a los enfermos orgánicos como a los enfermos llamados “nerviosos”, así como a los hombres sanos susceptibles de portar los gérmenes de desórdenes nerviosos que pudieran terminar por eclosionar, “la salud no es sino un estado provisional que no presagia nada bueno”.
Pierre Vachet nos invita en primer lugar a aprender el dominio de nosotros mismos y a controlar regularmente nuestro organismo fisiológico y mental. Esto quiere decir: aprender a contener los movimientos por los cuales tienden a expresarse nuestras emociones, a moderar nuestra sensibilidad y a dispensar nuestra energía según las reglas “de una juiciosa economía”. El poder de la imaginación sobre el cuerpo humano es más grande de lo que uno puede imaginar.
Múltiples y graves desórdenes pueden ser creados de la nada y sostenidos por una imaginación mal dirigida. La curación no está subordinada sino a una sabía disciplina de la imaginación. El órgano importante que, sobre todo, no hay que olvidar es el cerebro, elemento esencial del cuerpo humano pues es la sede del pensamiento. Éste ha sido estudiado por numerosos investigadores que han llegado a asegurar su división, lo que afecta la naturaleza de ciertas zonas con sus interacciones. El autor recuerda la distinción entre los centros nerviosos inferiores que actúan instintivamente y los reflejos cerebrales que comandan el comportamiento psíquico y que son reflejos psíquicos llamados también reflejos imaginativos, para subrayar su estrecha relación con la imaginación. Para cada uno de nosotros, la educación consiste entonces en hacer pasar el consciente al inconsciente, es decir actuar constante y voluntariamente sobre el inconsciente para inducir el hábito que creará el reflejo.
Los ejemplos abundan. Tomemos la situación de alguien que es irritable y que se enoja fácilmente. En lugar de dejarse llevar por la furia, podrá decir o pensar varias veces con una inspiración profunda: “yo me tranquilizo”. Se comprobará una diminución de la tensión nerviosa y se trocará en calmo y tranquilizado.
Después de un cierto tiempo y a más o menos largo plazo, ya la persona no se enfadará en absoluto. El hábito de serenidad dictado por el inconsciente será adquirido por él, convirtiéndose en reflejo. El papel de la imaginación, y las imágenes que a ella se asocian, no sólo influyen sobre el psiquismo sino también sobre los órganos. De esa manera, la evocación de imágenes conmovedoras y felices, y el enunciado de sugestiones fuertes provocan la curación. Por el contrario, la constitución de imágenes bajo la influencia de emociones deprimentes o de inquietudes obsesivas es un factor nocivo, que expone a súbitas y graves insuficiencias orgánicas. Igualmente, las reacciones del cuerpo sobre la imaginación son tanto más rápidas y tanto más amplias cuando el cuerpo está más excitado, excitación que se manifiesta por alborozo o por sufrimiento agresivo que favorece la fijación de los reflejos imaginativos. Ella multiplica, en extraordinarias proporciones, la sensibilidad del cuerpo a la evocación de imágenes.
Es bien conocido que la absorción de ciertas drogas o ciertos venenos, tomados en pequeñas dosis, son medicamentos tónicos cuyo abuso provoca una sobrexcitación anormal de la imaginación. Ciertos artistas se embriagan para realizar un trabajo de imaginación.
Por el contrario, la depresión entrega el individuo a la pasividad. Atenúa las reacciones imaginativas, ahoga la emotividad y quita a las imágenes su vivacidad y su poder de acción sobre la envoltura física.
Pierre Vachet nos enseña a domesticar nuestra imaginación. Para estar bien, basta con aprender a orientarla por el buen camino. Se trata de enseñar el arte de curarse por el pensamiento, es lo que el autor llama “el suero moral”. A la psicoterapia, que es el conjunto de tratamientos psicológicos, pueden asociarse otros medios terapéuticos como el aislamiento, el descanso, la desintoxicación, la fisioterapia y los medicamentos calmantes o tónicos. El reposo, por períodos breves pero suficientes, debe practicarse en alternancia diaria con fases de esfuerzo fatigoso. Se trata luego de aplicar un método de relajación muscular para hacer desaparecer las tensiones y buscar un vacío mental, método del yogui, para una distensión psíquica. Se agrega también una higiene alimenticia. El régimen anglosajón es recomendado en comparación con el régimen francés, a fin de dar preferencia al desayuno de la mañana en lugar del almuerzo del mediodía. No hay azar, no hay fatalidad ineluctable. Siempre hay una relación más o menos lejana de causa a efecto.
El optimismo y la euforia son el resultado de la imaginación bien dirigida, como lo son, por el contrario, la angustia y la fatiga en una imaginación mal orientada.
La mayoría de los emotivos y los ansiosos están aferrados a emociones antiguas y perniciosas de las que no pueden liberarse. No se dan cuenta de las circunstancias a favor de las cuales se ha fijado sobre ellos un mal reflejo imaginativo. Sufren de un “recuerdo inconsciente”. Estos recuerdos ofensivos proceden a menudo de la niñez, porque es en ese período cuando las emociones son más fuertes y sin proporción con los eventos, al tiempo que el cuerpo y el espíritu son nuevos. En efecto, un niño es incapaz de comprobar la justeza de las opiniones y si le provocan emociones violentas, guardará toda su vida profundos rastros de ellas El papel de los terapeutas
Entonces el papel del médico es importante. Él debe destruir los reflejos imaginativos funestos para la salud, para luego crear y mantener en el paciente reflejos imaginativos que lo curen. Debe ser un condensador de energía y optimismo y su orientación es importantísima. Es fácil comprender que los curanderos ignorantes acierten, allí donde han fracasado las terapéuticas más sabias de los más grandes médicos.
No es preciso decir que el curandero inspira confianza a sus enfermos pero exige de ellos la más insensata esperanza, lo más eficaz en la curación. La historia proporciona múltiples ejemplos. El terapeuta involucrado debe ayudar a encontrar los recuerdos olvidados. Volverá a plantear el evento emotivo que originó el desorden que persiste, por asociación de ideas, alrededor de la representación de la enfermedad.
Aprovechará que la fantasía de un individuo generalmente se orienta hacia los objetos de preocupaciones inconscientes. Los ensueños expresan el dramatismo simbólico de las inquietudes, los deseos y los conflictos psicológicos profundos. Él necesitará entonces crear en el enfermo hábitos de calma que perduren cuando se presente la situación crítica. A esos estados de distensión orgánica y confianza, se asociarán fases imperativas, asegurándole contra emociones que no se producirán más. La psicoterapia se apoyará pues, esencialmente, en la sugestión.
La forma de pensamiento es necesaria, pero la voz juega un papel esencial; es ella, la que asociada a las palabras debe calmar repitiéndolas. Su timbre será monótono y cada fórmula dicha en cadencia rítmica.
Durante la cura, es al paciente a quien corresponde la tarea principal, limitándose el médico a regular y mantener los efectos.
Necesitamos aprender desde ahora a cultivar nuestra imaginación, a someter a nuestro cuerpo a los decorados risueños y a las imágenes felices. La depresión debe ser combatida buscando emociones tónicas asociadas a representaciones.
Obtenida la curación, nada está definitivamente vencido. Sobre todo no hay que flaquear, cada día hay que desear la salud del espíritu y por tanto someterse a un régimen mental para evitar el retorno efectivo del mal.
Para mantener la curación y el bienestar, es necesario trabajar sobre la imaginación, creando emociones positivas y tónicas de las cuales las más eficaces son las que nacen de la acción lograda, es decir de aquello a lo que nos hemos atrevido. El beneficio del éxito, bajo todas sus formas, es suscitar una emoción de alegría, de triunfo que actúa, no sólo sobre la imaginación sino también sobre el estado orgánico de un deprimido o de un ansioso.
Es preciso igualmente aprender a desear. Por voluntad, entendemos algo distinto a una cháchara interna. No basta con decir “yo quiero”, pues la voluntad conlleva dos momentos. En primer lugar exige el dominio de sí mismo, la disciplina rigurosa de la imaginación y luego, cuando el cuerpo se ha vuelto dócil, ella se ejercita en la constitución de un sistema de hábitos.
Se aconseja suponer que una acción siempre es más fácil de lo que pensamos. No hay que atar nuestra imaginación más que a las realizaciones inmediatas, a medida que éstas se presentan. El ensueño es enemigo de la acción pues dispone al hombre para la ansiedad y la pasión. En cambio, la acción es liberadora porque desvía la atención de sí mismo, para orientarla hacia las cosas o hacia los demás. Nada es peor que concentrarse sobre su propia persona y velar a cada momento por sus placeres y sus penas. El plan de una vida feliz es: “Olvídate de ti dentro de la acción”.
El pensamiento en la acción. Las acciones más fáciles y más tónicas son las que no exigen sino movimientos disciplinados. Para una depresión, la elección de las acciones debe realizarse en función de su naturaleza y de su grado. Es reconocido que el deporte es una de las mejores distracciones de la ansiedad, porque es consumo de fuerza que hubiera podido descargarse en convulsiones viscerales.
También, insertarse en acciones sociales permite, si se logra, una gran mejoría de nuestro estado. Estas acciones y reacciones deben fijarse sólidamente en nosotros como otros tantos reflejos imaginativos.
Pierre Vachet nos dispensa múltiples consejos para favorecer decorados excitantes alrededor de nosotros, para mantener nuestro buen humor y nuestra alegría. Vivamos, si podemos, en un paisaje agradable al aire libre entre árboles y flores; tengamos, de preferencia, una vivienda clara con muebles cómodos, cuadros luminosos y vasos siempre llenos de flores.
Tampoco es trivial cuidar su aseo o su traje, evitar a los amigos tristes, buscar la compañía de gente alegre y en buena salud, pues son condensadores de energía. Elijamos libros estimulantes, algunos actúan como un jarabe calmante y otros como un sinapismo.
Hay que adquirir el hábito de mantener en nuestro espíritu imágenes beneficiosas que podamos evocar en momentos de desfallecimiento y también formarse lo que el autor llama “un paisaje moral apacible”.
Expulsemos el recuerdo del fracaso y estemos siempre dentro de un sistema de esperanza.
Pierre Vachet aborda igualmente una reflexión en relación con las condiciones de trabajo, donde existe a menudo un desequilibrio entre las posibilidades del hombre y el peso, el ritmo y la complejidad de las tareas. El hombre moderno debe liberarse de la intolerable presión del tiempo y del trabajo y esforzarse por reducir el cansancio del cuerpo y la tensión del espíritu. Y es allí donde interviene el papel del pensamiento, el pensamiento que cura. Sepamos utilizar estas fuerzas que son, alternativamente, el veneno que mata o el suero que cura. El autor también llama nuestra atención sobre la necesidad de educar nuestros cinco sentidos, pues estamos lejos de utilizar sus virtudes (tema ampliamente desarrollado en su libro: Sobre el camino del optimismo y la felicidad).
La elección de los colores de nuestro entorno es importante y participa en nuestro equilibrio psíquico.
Miremos todo lo que nos rodea, a fin de fijar nuestra atención sobre los objetos y los seres, para poder proyectarlos en cierto momento sobre la pantalla de nuestra imaginación y hacer revivir así una película agradable, en lugar de mirarse a uno mismo. La naturaleza que se expresa por su diversidad y sus riquezas, en todos los registros, todos los matices y todas las densidades, participa en el equilibrio humano. Pierre Vachet también insiste en los beneficios de la risa, cuyas repercusiones sobre la salud del cuerpo son incalculables, tanto como el cultivo de la alegría y el gozo. Es deseable que cada humano aprenda a vivir según otra definición, distinta a la señalada por la mayoría de las personas, que cree que vivir bajo presión, emprender trabajos, ganar dinero y gastarlo en menudos placeres... eso es vivir. Vivir es aprovechar las mil cosas pequeñas que se ofrecen a nuestro disfrute en cualquier hora del día presente. Apresurémonos a gozar del presente y contemos lo menos posible con el porvenir, lo que Georges Brassens ha expresado así: “Hay dos días de la semana por los que no me preocupo más, ayer y mañana”. Vivir, es mantenerse en el equilibrio de la salud física y abrirse a esta alegría que es la euforia.
En el desarrollo de nuestras sociedades modernas todo concurre a la ruptura por el hombre de un equilibrio que siempre será necesario buscar individualmente, pues cada vez más está reducido al estado de robot, en detrimento de las “cosas del espíritu”, para citar a Leonardo da Vinci.
Es tiempo de reaccionar para imponer un nuevo humanismo que el autor llama euforismo, nuevo arte de vivir que combina la higiene del cuerpo con la higiene alimenticia y el suero moral para el pleno florecimiento de cada individuo en toda su personalidad.
Pierre Vachet (1892/199?), autor francés de muchas obras relativas a la salud, entre ellas El Pensamiento que cura, publicado en 1926. Era Doctor en medicina, psicólogo, y director de la Escuela de Psicología y de la Revista de Psicología aplicada.
- Mdercedes Cruz -

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