Hoy tenemos :
- Conocimiento de la Ley Natural
- La visión Divina
- Planeamiento reencarnatorio
- Polemistas y cientifistas
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Conocimiento de la Ley Natural
619.* ¿Ha dado Dios a todos los hombres los medios de conocer su ley?
- Todos pueden conocerla, pero no todos la comprenden. Los que la comprenden mejor son los hombres de bien y los que quieren buscarla. No obstante, todos la comprenderán algún día, porque es preciso que el progreso se cumpla. El Libro de los Espíritus 290
La justicia de las diversas encarnaciones del hombre es una consecuencia de este principio, puesto que en cada nueva vida su inteligencia se halla más desarrollada y comprende mejor lo que es el bien y lo que es el mal. Si todo debiera consumarse para él en una sola existencia, ¿qué suerte cabría a tantos millones de seres que mueren a diario en medio del embrutecimiento del salvajismo, o en las tinieblas de la ignorancia, sin que hayan tenido posibilidad de instruirse?
620. El alma, antes de su unión con el cuerpo, ¿comprende la ley de Dios mejor que después de su encarnación?
- La comprende, según el grado de perfeccionamiento a que haya arribado, y conserva su recuerdo intuitivo después de su unión con el cuerpo. Pero los malos instintos del hombre hacen que con frecuencia la olvide.
621. ¿Dónde está escrita la ley de Dios?
- En la conciencia.
87 DESCARTES, en la tercera de sus Meditaciones metafísicas, declara que la idea de Dios se halla impresa en el hombre “como la marca del obrero en su obra”. Esa idea de Dios es innata en el ser humano y lo impele hacia la perfección. Aun cuando las modernas escuelas de psicología nieguen la existencia de las ideas innatas el Espiritismo la sostiene. Deriva del principio de la reencarnación, que ha sido demostrado por el Espiritismo mediante investigaciones. Por otra parte, ideas como la de Dios, la de la supervivencia y la del bien y el mal existen hoy y existirán siempre en todos los pueblos. La ley de Dios está escrita en la conciencia del hombre, como la firma del artista en su obra. [N. de J. H. Pires.]
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC
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LA VISIÓN DIVINA
Hubo una devota, que durante muchos años oró, implorando una visión del Señor.
Se mortificaba. Hacia penitencias aflictivas que le quebrantaban el cuerpo y el alma. No hacía solo rigurosos ayunos, sino que además se adiestraba espiritualmente atesorando en su interior preciosas virtudes cristianas. Alejada del mundo, por su adoración, vivía casi sola, consagrada a una humildad pura que le otorgaba una cristalina fuente de piedad. La oración, se le convirtió, en una luz encendida. Renunció a las posesiones humanas. Se alimentaba mal. Contemplando estática muchas veces el azul del cielo, en evocaciones y oraciones. Muchas veces sentía una voces que venia de abajo, de los hombres, pero ella no se detenía en las intrigas de estos, le agradaba cultivar la fe sin macula, hambrienta de integración con el Divino Amor.
Muchas veces, con los ojos llenos de lágrimas, suplicaba a lo Alto:
-Maestro ¿Cuándo vendrás?
Terminada la suplica, volvía a los quehaceres domésticos, consagrándose a las personas que le eran queridas. Distribuya el agua y el pan en la mesa, cariñosamente. Enseguida se entregaba a la lectura de páginas seráficas. Reflexionaba el ejemplo de los santos y les pedía fuerzas para conducir su propia alma al Divino Amigo.
Pasó así toda su vida, arrugas le marcaban el rostro, su cabellera antes negra, ahora comenzaba a encanecer.
Con sus ojos ya pesados miraba al firmamento, aguardando la visita Celestial.
Cierta mañana vio en el espacio, un punto luminoso, creciendo... creciendo... hasta transformarse en la figura del Benefactor Eterno.
Se emociono y meditando se preguntaba:
¿Qué preciosa gracia le aria el Salvador? ¿La llevaría al Paraíso? ¿La enriquecería con el milagro de santas revelaciones?
Asombrada vio, que el Maestro pasó junto a ella, como si no la percibiese su presencia. Entre la desilusión y la admiración, vio que Jesús se parara más adelante, en la intimidad con caminantes distraídos.
Inmediatamente, conteniendo los latidos de su corazón en el pecho, cruzó la calle, y deslumbrada, se acerco a El y le rogó, arrodillándose:
¡Señor, dígnate recibirme como esclava fiel!... ¡Muéstrame tu voluntad! ¡Mándame y obedeceré!...
El Embajador divino le acarició los cabellos salpicados de nieve y respondió:
¡Ayúdame aquí ahora!... Dentro de poco, pasará un pobre niño recién nacido. No tiene padre que le ame en la Tierra ni un hogar que lo acoja. En apariencia, es un retoño infeliz de una humilde mujer. En cambio, es un valioso trabajador del reino de Dios, cuyo futuro nos corresponde prevenir. Ayudémoslo, así como a otros hermanos necesitados, a los cuales debemos amparar con nuestro amor y dedicación.
Enseguida, por más que se esforzaba, ella nada más vio.
El Maestro desapareció en la neblina revoloteante...
Con el alma renovada, aguardó el momento de servir. Y, cuando la infortunada madre apareció, abrazando a un angelito enfermo, la sierva de Cristo la socorrió, rapidamente, con alimentación y ropa adecuada.
Desde entonces, la devota transformada, no espero más a Jesús, inmóvil y celosa, en la ventana de su amplio aposento. Después de una corta oración, descendía al trabajo con la multitud desconocida, y ejecutaba tareas aparentemente sin importancia, como lavar las heridas de un transeúnte, socorrer a una criatura enferma, o llevando una palabra de alivio o consuelo.
Procediendo así, radiante, volvió a ver, muchas veces al Señor que le sonreía agradecido...
El servidor que confía en la Ley de la Vida reconoce que todos los patrimonios y glorias del universo pertenecen a Dios. En vista de eso, pasa por el mundo, bajo la luz del entusiasmo y de la acción en el bien incesante, completando las pequeñas y grandes tareas que le competen, sin enamorarse de sí mismo en la vanidad y sin esclavizarse a las creaciones de que abra sido venturos instrumento.
Relevemos nuestra fe, a través de nuestras obras en la felicidad común y el Señor conferirá a nuestra vida el indefinible crecimiento de amor y sabiduría, de belleza y poder.
No nos concentremos en la fe sin obras, que constituye embriaguez peligrosa del alma, ni te consagres a la acción, sin fe en el Poder Divino o en tu propio esfuerzo.
La fe, en esencia, es aquel grano de mostaza de la enseñanza de Jesús, que en pleno crecimiento, a través de la elevación por el trabajo incesante, se convierte en el Reino Divino, donde el alma del creyente pasa a vivir.
Guardar, pues, el éxtasis religioso en el corazón, sin cualquier actividad en las obras de desenvolvimiento de la sabiduría y del amor, consustanciados en el servicio de caridad y de educación, será conservar en la tierra viva del sentimiento un ídolo muerto, sepultado entre las flores inútiles de promesas brillantes.
- Rincón Espírita -
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PLANEAMIENTO REENCARNATORIO
-Juan Manuel Ruiz-
Toda vida y cada individuo son producto de una planificación biológica y espiritual. No venimos al mundo por azar sino, antes bien, por el más puro determinismo. Partimos del sentido filosófico y espiritual que nos dice que la vida no es un proceso aleatorio o casual que surja por una especie de combustión biológica espontánea, sino de un continuum existencial que se configura en una serie de etapas en nuestro mundo, adonde vamos y venimos no por cómputo fortuito, sino en la proporción directa a nuestras necesidades evolutivas. Es por eso que el vivir es tan relevante, y no precisamente porque dispongamos de una sola existencia carnal, sino por lo que significa de aprovechar el tiempo en la adquisición de virtudes y llevar a cabo las experiencias previamente planificadas. Teniendo esto en cuenta, no se trata de apurar la vida como si de algo para gastar y/o consumir se tratase, sino de procurar alcanzar su sentido profundo, y, con el mismo, poner en práctica las tareas y compromisos que cada hombre y mujer trae.
Somos hijos/as del Más allá
Espiritualmente no “nacemos” en este mundo (en este lado de la realidad), sino que renacemos; es decir, nuestro ser (eterno) busca una envoltura biológica (temporal) que le da cuerpo, apropiada a nuestro programa de vida y las experiencias que debemos sortear..., experiencias más o menos dolorosas, más o menos probatorias, que son el producto kármico exacto de los abusos y/o desatinos que cometimos en las pasadas etapas reencarnatorias.
Encarnados o desencarnados (es decir, con envoltura somática o como entidades espirituales) somos individualidades eternas vinculadas a la Divinidad y destinadas a la luz y la felicidad, aunque estos estados de dicha y realidad superiores no se hacen sino con el esfuerzo propio, desarrollando los campos del intelecto y la renuncia, y para esto, con asesoramiento de los Espíritus superiores, se diseña/planifica todo un organigrama de rutas principales, estrategias a seguir, estudio de antecedentes kármicos (negativos y ennoblecedores) que cada cual tiene; todo en vistas a una nueva incursión carnal que nos permita ir “depurando” instintos (agresivos, ególatras, etc.), dependencias, etc., que atan al ser a la animalidad, haciendo que con cada existencia seamos un poco menos imperfectos, más evolucionados.
Nuestra misma biología se configura en respuesta exacta a las necesidades kármicas que cada cual necesita, agregándose desde el espíritu el diseño de cada fisiología, el campo molecular requerido, la carga genética concreta, la predisposición a determinadas enfermedades, etc. El Espiritismo nos instruye en la serenidad de saber que no existen caprichos de la naturaleza, buenos o malos destinos, y (menos aún) castigos divinos. Un cuerpo sano, uno tullido, otro con predisposición a la esquizofrenia, etc., no son sino valiosos campos de experiencia para cada alma encarnada, algo ya pactado en los espacios superiores.
Salud, equilibrio o desequilibrio mental, patologías varias, herencia genética, etc., son necesarios campos de expresión del alma, que toman la forma de transitorios reajustes que nos auxilian tanto en la eliminación de impurezas como en el saneamiento de los injustos comportamientos del pasado. Y es que necesitamos librarnos de exceso de “equipaje”, en nuestro milenario caminar hacia más altas cuotas de la existencia y de la felicidad... felicidad que, en su acepción plena, no es de este mundo.
Las pruebas y expiaciones nunca son algo impuesto.... responden a códigos de merecimiento y justicia, siendo su objetivo la instrucción de nuestros espíritus y jamás el castigo (como suelen interpretar las religiones oficiales).
Conciencia: comprendiendo y aceptando
Un signo de estar en el camino del despertar de conciencia, o ejecutando una labor que nuestra alma asumió antes de encarnar (la elección de determinada actividad laboral, compromiso con algún ideal que persiga la justicia social y el progreso, el apoyo a un familiar conflictivo, el afrontamiento de una enfermedad, etc.) es comprender que estamos en el lugar exacto del universo, con la familia adecuada y ante los problemas y desafíos que más nos ayudarán a crecer.
No es que se planifiquen todas las circunstancias y actos (pues éstas pueden variar según nuestra manera de reaccionar y utilizar nuestro libre albedrío), pero si se trazan las líneas maestras.
Y después de comprender... el otro signo de una espiritualidad despierta es la aceptación (que en términos espirituales nada tiene que ver con la rendición o el no luchar), que es esa especie de madurez y temple que nos hace sentir que todo marcha como debe marchar (con aquello que nos gusta y con lo que nos gusta menos, con los que nos motiva y lo que nos da miedo, etc.) y que nos hace no exigir nada de nadie y nos convierte en seres serenos y agradecidos.
Si espontáneamente pudiésemos recordar el tiempo empleado en el mundo espiritual en compañía de nuestros guías... la dedicación y el esfuerzo empeñados, el cari- ño invertido para cada renacimiento en la Tierra... de seguro, aprovecharíamos cada minuto de nuestra existencia para poner en práctica los valores superiores, así como las tareas asumidas en aquellas áreas (afectivas, sociales, etc.) que dejamos desatendidas en otras existencias y que hoy forman parte de nuestro presente. Aprovecharíamos el tiempo que nos resta antes de regresar a la patria espiritual y no malgastaríamos con tantas lamentaciones y/o escapismo moral. Reflexionemos en esto: Uno de los mayores sufrimientos de las almas en el otro lado de la vida es la conciencia del tiempo perdido y las oportunidades desperdiciadas entre las invitaciones y los falsos valores del mundo.
Se hace, por lo tanto, primordial acallar nuestro ego caprichoso e invertir prioridades, dejando a un lado aquellas que nos estén apartando del sendero. Muchos pensarían que quizá sería oportuno disponer de ese recordatorio súbito para no apartarnos de las tareas asumidas antes de nacer, pero en realidad no se hace preciso, puesto que todos tenemos la guía de nuestra conciencia, ese sabio guardián que nos habla desde nuestro templo interno y auxilia nuestro desarrollo espiritual como una “alerta” que pulsa cada vez que no estamos haciendo lo correcto. En nuestra conciencia reside el más efectivo manual de instrucción para nuestra correcta trayectoria en la Tierra... sin olvidar todos los “recordatorios” que vienen en forma de sueños, intuiciones y señales cotidianas.
Todos los días, un contingente expresivo de la humanidad regresa al mundo espiritual una vez finalizada su etapa en la Tierra, habiendo malgastado el tiempo que se le concedió en perseguir los placeres mundanos y fugaces, anestesiados por los reclamos de la sociedad del bienestar. Es duro regresar al otro lado y descubrir que lejos de asumir ideales y proyectos ennoblecedores, desviamos o paralizamos nuestros recursos internos a golpes de materialismo, vanidad y fuga de los sentidos.
Aunque sean nuestros hermanos menores, nos diferenciamos de los animales en nuestro mayor grado de conciencia y compromiso ante la ley de progreso. No sólo aparecemos en el mundo para ocuparnos de la alimentación y la procreación, sino para construir entre todos una civilización más humana, auxiliando al progreso y prestando el apoyo a aquellos con menos recursos que nosotros. Es para esto que nos preparamos antes de (re) nacer, por lo que regresamos una y otra vez a los escenarios del mundo, llevando con nosotros los recursos suficientes para encarar los desafíos y problemas que nos salgan al paso.
¡Qué valioso es escuchar la voz de nuestra conciencia! Es sensato, prudente y dichoso el que logra apartarse un momento del ruido y las mil distracciones vanas que nos atan a las sensaciones inferiores, aquel que escucha las señales íntimas de su ser hablándole de que existen otros motivos que expresan su presencia en los escenarios de esa escuela de almas que es la Tierra.
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POLEMISTAS Y CIENTIFISTAS
¿Es la religiosidad un problema? Puede serlo, o en absoluto… Aunque siempre seré partidario de lo espiritual más que de lo religioso, no veo (de entrada) ningún obstáculo (y mucho menos un tabú) en el hecho de que los espiritistas vivan el mensaje de los Espíritus de manera religiosa. Si un hermano de ideal es humilde, estudioso y fraterno, el que viva su convicción de una manera más religiosa o más científica, es algo que a nadie le importa. ¿Dónde está escrito cómo debemos sentir el Espiritismo?
Estemos atentos, para no filtrar comportamientos de censura e intransigencia a los que nos entregamos en pasadas existencias… la doctrina que hoy llena nuestro corazón repudia todo aquello que devenga en intrigas y fanatismo.
Amalia Domingo Soler, paladín (a su pesar) de aquellos que defienden con vehemencia un cientifismo antirreligioso que nada tiene que ver con el mensaje espírita; más de una vez expresó lo religioso en sus escritos… porque la crítica de la querida y siempre presente Amalia no es contra lo religioso en sí, sino contra el clericalismo absolutista de su época (que es muy distinto).
La cantora del Espiritismo, la poetisa de las violetas y de los pobres, en artículos como “La misión del Espiritismo”, “Los muertos viven”, etc; defiende la existencia de una religión natural: «Los espiritistas aman a Jesús, porque ven en Él la reencarnación de un Espíritu elevadísimo, luz de la verdadera religión…»
Meditemos con atención en el siguiente comentario de Amalia:
Compañeros, apartémonos de los polemistas, sus preocupaciones no son las nuestras, no perdamos el tiempo con aquellos más amantes de la disputa, la pedantez y la controversia que del mensaje de los Inmortales. Hay tanto, tanto por hacer… dejemosles con sus asuntos (ya sea construyendo una nueva “ciencia” o predicando un Espiritismo “al gusto” de sus pretensiones y afanes particulares).
Creed que estas palabras no son fruto de una falta de discreción, sino del deseo de ser prácticos y no desperdiciar las horas que se nos han prestado, Tenemos la obligación moral de ser comprensivos y respetuosos si nos decimos de la escuela de Kardec, pero no de participar en “justas” que no tienen nada que ver con nuestros intereses legítimos de amor y luz, de unión y conocimiento.
La religiosidad de determinados centros quizá no sea lo mejor (sobre todo en cuento a divulgación) pero el cientifismo de otros nos conduce casi irremediablemente a tierra de nadie… Sepamos escrutar nuestro interior para que determinadas inclinaciones del pasado no se “empasten” en el hoy, y sobre todo, no se trasfieran a una filosofía y una revelación como la espírita (que no por ser Universal deja de tener definidas sus bases y sus fines).
Estudiemos las obras de Kardec y hagamos obras incesantes de amor y caridad… y entonces sí habremos comprendido lo que significa por encima de todo ser espiritista.
Escrito por Lumen para ZonaEspirita
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