Hoy os propongo la lectura de :
- Biografía de Amélie Gabrielle Boudet
- La corrupción en la visión espírita
- La actitud filosófica del espírita
- Reencarnación
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BIOGRAFÍA DE AMÉLIE GABRIELLE BOUDET
A pesar de no hablar nunca de su intimidad, Hipollyte Léon Denizard Rivail, Allan Kardec para el Espiritismo, había rendido homenaje a su esposa en la Revista Espírita (1865), diciendo: «Mi esposa… se adhirió plenamente a mis intentos y me secundó siempre en mi laboriosa tarea, como lo hace todavía, a través de un trabajo frecuente por encima de sus fuerzas, sacrificando, sin pesar, los placeres y las distracciones del mundo, a las cuales su posición de familia acomodada estaba habituada». Efectivamente ella, hija única, había nacido en una familia de bien, en la ciudad de Thiais, al sur de la ciudad de París, en 1795. Su padre Julien-Louis Boudet, notario, y su madre, Julie Louise Seigneat de Lacombe, la acogieron con gran alegría y amor, dándole una educación moral e intelectual que marcó su vida. Desde muy temprano demostró gran vivacidad y fuerte interés por los estudios, dándole a sus padres muestras de sus mejores dotes. Después de cursar la enseñanza primaria, se estableció con su familia en París, ingresando posteriormente en una escuela donde se diplomó como profesora de 1ª clase. La influencia de encarnaciones pasadas sirvió para que también fuese profesora de Letras y Bellas Artes, así como para desarrollar sus facultades en poesía y diseño. Culta e inteligente, Amélie G. Boudet escribió tres obras, en 1825 Cuentos Primaverales, en 1826 Nociones de Diseño, y en 1828 Lo Esencial en Bellas Artes.
El destino, o el determinismo, juega un papel fundamental en la vida de cada uno de nosotros, y viviendo en París, un día, esta mujer gentil y graciosa, de fácil sonrisa, de ojos pardos y serenos, vivaz en los gestos y en la palabra, se encontró con el Profesor Hipollyte Léon Denizard Rivail convirtiéndose en su colaboradora en el Instituto Técnico que él dirigía. Su apoyo constante durante algunos años fue notable y de esa relación surgió la amistad y después el sentimiento del amor que finalizaría en matrimonio el 6 de febrero de 1832. Sus vidas, a pesar de existir una diferencia de edad entre ambos, pues Amélie G. Boudet era nueve años mayor que su esposo, transcurrió siempre con gran armonía. Fue el acicate, estímulo y compañía excepcional en las labores comunes. Acompañaba a su esposo en sus viajes para visitar a los grupos Espíritas que se formaban en las ciudades de Francia y del extranjero. Tanto es así que, León Denís, aún muy joven, guardó en su memoria un cuadro campestre de la visita de Kardec y Gaby (como la llamaba cariñosamente en la intimidad Kardec), en Tours, con el cariñoso gesto de él subiendo en una silla para coger cerezas y ofrecérselas gentilmente a su esposa.
Tras la desencarnación de Allan Kardec el 31 de marzo de 1869, su esposa cuenta ya 74 años y, a pesar del hecho doloroso e irreparable pérdida, continuó desempeñando grandes e importantes tareas a favor del Espiritismo, fundando la Sociedad para la Preservación y Continuidad de as Obras de Kardec. Gracias a esto, la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas y la Revista Espírita continuaron existiendo. Pocos días después del fatídico desenlace recibía cálidas manifestaciones de apoyo y simpatía de los innumerables espiritistas que a lo largo y ancho del mundo se manifestaban en su favor, para seguir fortaleciendo la obra. El tiempo y la convivencia con su esposo, por espacio de 40 años, le había reportado una gran preparación, pero sobre todo un gran conocimiento que debía seguir aportando a la Doctrina Espírita. Ella había participado también con admirable resignación de las desilusiones y los infortunios, y estaba preparada para soportar, ahora, cualquier situación por más dura que fuera. Valerosa mujer, Madame Rivail fue la compañera amorosa y fiel de su marido, que con sus actos y sus palabras, pues había sido su brazo derecho, siempre ayudó y se enfrentó en todo cuanto él emprendió. Intrigas, traiciones, insultos e ingratitudes cercaron al Codificador del Espiritismo, pero en los momentos de pruebas y dificultades, el siempre encontró, en el tierno afecto de su esposa, amparo y consuelo. Ante la partida de su querido compañero hacia la Patria Espiritual, se comportó como una verdadera espírita, llena de fe y de estoicismo como era de esperar. La historia nos habla del llamado “Proceso de los Espíritus” que se inició el 16 de junio de 1875 en París contra los espiritistas, y que envolvió a Amélie G. Boudet, al presentar testimonio como testigo de la causa, y que fue promovido contra P. G. Leymarie, acusado de publicar en la Revista Espírita fotografías falsas como si fuesen de Espíritus. El proceso la implicó y se sintió maltratada e ironizada, intimidándola el Tribunal, al querer manchar la memoria del Codificador de la Doctrina Espírita, llegando a llamar el Juez Millet “pura magia” al Espiritismo.
Amélie G. Boudet falleció dulcemente, con lucidez, con aquella graciosa y amable sonrisa que siempre brilló en sus labios, el 21 de enero de 1883, a las 5 de la mañana en París, en compañía de un grupo de personas relacionadas con el matrimonio y con el Espiritismo, a los 89 años edad. Fueron 14 años los que sobrevivió a su esposo. No dejaron hijos ni herederos. Conforme a su voluntad, el entierro fue simple y espiritualmente realizado, saliendo el féretro de su residencia, para ser enterrada junto al dolmen de su esposo en el cementerio de Père Lachaise en París, donde hablaron espíritas, poetas y escritores. La nota más destacada fue del Sr. Lecoq Cochet, quién leyó una comunicación mediúmnica recibida el día 22 de enero, en la que el iluminado Espíritu de “Antonio de Padua” describía la brillante recepción que le hicieron en el espacio los amigos de la ilustre desaparecida, quienes la recibieron junto con Kardec, mientras una intensa emoción embargaba a todos. En su improvisación el Sr. P. G. Leymarie reconoció la gran labor de la Sra. Boudet, con su estímulo y colaboración, y recordó la importancia que había tenido con su insistencia y tesón, influyendo en Kardec para la publicación del “Libro de los Espíritus” y la “Revista Espírita”. A los pocos días de su muerte física, el 26 de enero de 1883, el médium parisiense Sr. E. Cordurie, recibió espontáneamente un mensaje de ella, seguido de otro de la autoría de su esposo, quedando demostrado una vez más la sobrevivencia del espíritu y la reunión en el espacio de los seres que se han amado en la Tierra. En el año 1890, producto del esfuerzo de la Sra. Boudet, Leymarie y otros colaboradores, salió a la luz pública “OBRAS PÓSTUMAS”.
- Juan Miguel Fernandez- ( Revista FEE nº2)
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La Corrupción en la Visión Espírita
Juliana Chagas
¡ Que el Planeta Tierra pasa por una transición planetaria lo sabemos! Y que en esta fase muchas situaciones que estaban escondidas están viniendo a la luz, queda más evidente todavía en esta fase. De entre muchas situaciones destacamos la de la corrupción.
Corrupción es el acto o efecto de corromperse, afrecer algo para obtener ventaja en negociaciones en donde se favorece a una persona y se perjudica a otra.
Actualmente estamos presenciando sucesivos casos de corrupción en todos los ámbitos ( municipal, regional y estatal), en todos los partidos políticos, en las grandes corporaciones, pero tambien en nuestro día a día, en las acciones más comunes.
El escritor y conferenciante Richard SImonetti, escribe al respecto:
La corrupción está en el alma de la Humanidad, como una excrecencia del comportamiento egoísta que caracteriza a los habitantes de este planeta de Expiaciones y de Pruebas. La preocupación exacerbada con el propio bienestar es, en este caso, como los patrimonios materiales, que inspira y sustenta la deshonestidad.
Hay dos frentes de acción, inspirando la honestidad. En primer lugar, también la educación, no la formal, sino la espiritual. Con la conciencia de que somos espíritus inmortales en una jornada evolutiva en la Tierra, en donde nos compete combatir los impulsos egoístas que favorecen la corrupción, somos decisivamente estimulados a respetar las leyes.
El Espiritismo habla a partir de informaciones de los que allá viven, mostrando de forma clara e incisiva las consecuencias del comportamiento humano. El saber es siempre más incisivo de lo que imaginamos.
En El Cielo y el Infierno, Allan Kardec se refiere a los Espíritus comprometidos con el error, el vicio, el crimen, la deshonestidad como encarnados. Innumerable número de ellos describen, en las manifestaciones mediúmnicas, sus tormentos morales, como aceite hirviendo sobre sus conciencias, estando reunidos por afinidad, en correspondencia con la naturaleza de sus crímenes, en tenebrosos valles de sufrimiento.
( Extraido de la Revista Espíritu y Verdad)
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La Actitud Filosófica Del
Espírita
El espiritismo otorga una filosofía a quien lo comprende y asimila. Una filosofía es un cuestionamiento de las cosas básicas que nos suceden en la vida, y una búsqueda incesante de unos principios o valores en donde sustentar nuestro carácter.
Un espírita no es un Locke, ni un Husserl, ni inventa ni descubre nada que no haya sido ya dicho. La moral espírita se basa en las enseñanzas del rabí de Galilea, Jesús de Nazareth, o donde buenamente naciera, pues no es la vida pública o mística de Jesús lo que nos preocupa u ocupa. Ni si realmente existió o fue una fabulación, es un arduo trabajo que dejamos en manos de los historiadores serios, que no tienen interés especial en defender tal o cual postura, sino simplemente basarse en la lógica de los datos que se van descubriendo y en las sensatas comparaciones que los estudios ecdóticos y arqueológicos nos permiten.
Nada nuevo hay en Jesús, dicen los investigadores, todo lo que él dice se halla de un modo u otro recogido en las escrituras hebreas, o de algún modo en tradiciones más antiguas, como las egipcias de las que también se alimentaron las tradiciones judías, etc. Este estudio es fascinante, pero nos aleja de nuestro cometido: la moral espírita.
Decíamos que las enseñanzas de Jesús son el óbice de nuestra moral como espíritas. Moral no siempre bien comprendida, y que ha llevado a fanatismos a lo largo de la historia, pues no debe de ser interpretada al pie de la letra. Para ello el Evangelio según el Espiritismo, da una cabal explicación de los pasajes más importantes de la moral de Cristo.
El verdadero espírita comprende la seriedad de las críticas que un Nietzschearroja ante la melifluidad y apocamiento de algunas actitudes mal llamadas cristianas, pues pensadores de tal calibre intentan recuperar el pensamiento heleno, en su estado más puro.
No haremos aquí una superficial opinión de las intrincadas y complejas opiniones del filósofo alemán, que merece toda nuestra admiración, por su valentía y por su gran capacidad para sobreponerse a una forma de pensar que reina sobre occidente desde prácticamente la caída del Imperio Romano. Reflexionar es de vital importancia para cualquier amante del conocimiento.
No obstante el ya mencionado Evangelio según el Espiritismo, que no es un evangelio nuevo, en la parte introductora nos habla de la filosofía de Platón y Sócrates. En su aspecto moral. Dejando a una lado otras múltiples cuestiones de la filosofía de ambos. Por no decir, que en realidad hace hincapié en Sócrates, dejando a Platón a un lado, teniéndolo en cuenta como mero trasmisor del pensamiento del primero.
Hablaríamos por tanto de los primeros libros de Platón, en donde la figura de Sócrates es claro relieve. Ahí se hace una comparación entre las ideas de los filósofos y las de Jesús, en temas que con el paso del tiempo han perdido su claridad, sea por ejemplo: la reencarnación, o la importancia de los “daímones” o espíritus familiares que se comunican con los que estamos en la materia física (encarnados).
Al observar estas ideas, vemos que hay una línea clara y directa en el pensamiento moral, es la verdadera antorcha que no se ha de poner debajo del celemín. Queremos decir, se atisba la verdad de los pasos, cuando Jesús decía yo soy el camino, hablaba de sus acciones, de sus enseñanzas, no de su persona.
Es un oscuro complot teológico lo que con la figura del humilde carpintero se hizo después. Su mensaje embriagaba a las multitudes, en el “Sermón de la Montaña” única parte veraz de todos los evangelios según el prestigioso religioso T. de Chardin, Jesús hablaba a las multitudes, capaz de sugestionarlas hasta tal punto que cobraban sentido sus palabras “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que viene de Dios”.
De ahí la explicación que Kardec ofrece a los llamados milagros en la obra La Génesis. Los milagros y las profecías según el Espiritismo, de los panes y los peces que se multiplican, dando de comer a multitudes ingentes. Bien, Jesús inspirado por el Verbo (logos), el Espíritu Santo, o sencillamente el Espíritu hablaba lo que toda la humanidad ha escuchado por boca de sus diferentes profetas: paz y amor, esperanza y redención, justicia para el oprimido, verdad y libertad.
Este mensaje que irradia desde las toscas manos que redactaron los evangelios, sobrepasa en mucho las sutilezas que posteriormente Pablo de Tarso, o cualquier padre de la Iglesia fueron introduciendo al mensaje “original” de Jesús; dando lugar al cristianismo que conocemos, que seguramente no tenía mucho que ver con el que Jesús predicó.
“Ahí dónde dos o tres estén en mi nombre, yo estaré con ellos”, dice en un pasaje. Esto es un acto de fe que nos liga a él. Porque el espiritismo nos da la posibilidad de rastrear estos pasos de amor e indulgencia, nobleza y caridad auténtica (no de limosna) al prójimo.
Muchos llamados santos o santas, no son más que mártires de ideas, pero en cambio otros, irradian una bondad y una fe en las clases más populares, que cuanto menos es de admirar.
Es un fenómeno antropológico ver el fervor de una población hacia su santo/a patrón/a. Supera la tradición y alcanza cotas de misticismo popular. Innato en el ser humano; igual era ir a venerar a Venus Generatrix que a la Virgen María. Solamente ha cambiado el nombre y la época.
¿Rige un Dios nuestro mundo, nuestro universo? Pregunta que golpea con dureza nuestra inteligencia. Hay preguntas tan hondas que superan la capacidad de cualquier respuesta. En el inicio del Libro de los Espíritus de Allan Kardec, ante la pregunta número 1 “¿Qué es Dios?”, los espíritus contestan “La inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”.Respuesta bastante profunda y digna de meditación. Pero en la que no nos descollaremos, pues nos interesa llegar a otro lugar, dejándote caro/a lector/a que hagas propia tal pregunta y medites si tiene sentido o no para ti tal respuesta.
Somos poco más o menos que accidentes biológicos, empeñados en trascender a toda costa nuestra realidad material. Sería lógico pensar que tras la muerte todo se acaba. Pero es inquietante observar que todos los pueblos tienen su idea del “más allá”. No hay pueblos ateos. El ateísmo ha sido una reacción intelectual ante los excesos y fanatismos de la religión.
En realidad los escépticos griegos, que constituían un modo de pensar en la Antigua Hélade, decían que “es posible que haya una verdad o principio de la naturaleza (arjé) pero desde luego no lo podemos llegar a conocer”. En el fondo algo así dice el espiritismo en su pregunta 14 del mentado Libro de los Espíritus, que por mucho que divaguemos no podemos llegar a comprender a Dios, que hay cosas más fundamentales que sí están a nuestro alcance y que nos competen más.
En esa respuesta, que desisto copiar literal adrede, se hace un claro ataque a la fatua vanidad de quienes indagan sobre humo, y nos pone en alerta de nuestras conductas para con el prójimo. En realidad un espírita es igual a un escéptico griego, sabe qué hay una verdad, pero dada nuestra limitación, siempre está en constante búsqueda de certezas. Lo contrario es engullir dogmas e ideas preconcebidas: la muerte de todo pensamiento racional.
Son muchos los experimentos realizados por personas desinteresadas, estudiosas, que incluso se han jugado su prestigio científico, y cuyos puntos de partida eran totalmente opuestos a las manifestaciones espiritistas, los que dan aval a lo que fundamenta nuestra creencia.
Muchas investigaciones pertenecen al pasado, entonces decir Espiritismo inspiraba entre respeto y temor, ambas cosas eran posibles. Después de la Segunda Guerra Mundial más bien burla e incredulidad, tal es el arma que se esgrime en la actualidad ante las ideas que una y otra vez acechan nuestra especie, en busca de quienes “tengan oídos para escuchar y ojos para ver”.
Ahora ya no se llaman fenómenos espíritas, reciben otra nomenclatura, e incluso han huido de los laboratorios parapsicológicos, refugiándose en los lugares más insospechados, pero bajo el amparo de prestigiosos científicos, que de forma “fortuita” han tropezado con estas cuestiones de la pervivencia de la vida tras de la muerte. Son nombres anónimos, ante la gran masa, pero que vuelven a levantar los interrogantes que aparentemente se habían sepultado tras el intento de desprestigio de las viejas escuelas de Metapsíquica de Richet, o el Espiritismo de Kardec.
Estos fenómenos que se hallan fácilmente en cualquier cultura, presente o pasada, conservan una envoltura etnográfica que hace difícil para el observador desprevenido poder separar un principio que se da en todas estas manifestaciones, y que Kardec denominó mediumnidad, con los ritos y aparato sugestivo que acompañan a las mismas.
Allan Kardec en su obra El libro de los Médiums asentó la primera metodología y estudio serio sobre dicha facultad. A diferencia de los papiros egipcios u otros escritos mistéricos del pasado, Kardec usa el método científico, propio de nuestro tiempo, abandonando el simbólico-interpretativo o hermenéutico. Pues no se trata de un fenómeno nuevo, sino antiquísimo, pero que antes sólo era propicio para los iniciados.
Debe el espírita comprender y valorizar su importante legado del pasado, pero sin anclarse en él, ni complacerse vacuamente. Avanzar siempre, como dijo el pensador León Denis “siempre adelante, siempre más lejos, siempre más alto”.
Blog “Claro de Luna” de Myriel en Zona Espírita
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REENCARNACIÓN.
Si observamos a los niños, ¿cómo podemos explicar la diversidad de tendencias, gustos, inclinaciones de bondad, delicadeza, inteligencia, etc., en unos; mientras que en otros, una carencia de estas cualidades positivas, y en cambio apreciamos ruindad, brusquedad y dureza, y hasta maldad en otros? Correspondiendo al alma humana las cualidades positivas y negativas del carácter, ¿podemos admitir, por un momento, que Dios —perfección absoluta— pueda crear almas imperfectas y establecer diferencias?
Aquellos que, desconociendo las leyes espirituales, argumentan que ello se debe a la ley de la herencia, tendrían un fundamento más lógico que los que sostienen el concepto de la creación del alma con el nacimiento del cuerpo. Pero, en ese caso, tendrían que rechazar la existencia de una Sabiduría y Justicia Universal, de donde emanan esas fuerzas cósmicas y poderosas que rigen la vida en sus múltiples manifestaciones. Denominémosle Dios o como queráis, pero inmanente de toda creación; ya que, en buena lógica NO ES ADMISIBLE UN DIOS SABIO Y JUSTO CREANDO ALMAS DESIGUALES Y DARLES UNA SOLA VIDA A UNOS Y A OTROS PARA QUE SE SALVEN.
Más aún. Observemos a los individuos que componen nuestro conglomerado social: configuración de su cuerpo, ademanes, sentimientos y actuaciones de cada uno; y podremos apreciar fácilmente la notoria diferencia entre unos y otros. Mientras en unos apreciamos una mente despierta y un temperamento dinámico, en otros vemos al individuo tosco, bruto o abúlico. ¿Podremos culpar a Dios de estas diferencias? No; porque éstas son diversas manifestaciones de los diversos estados evolutivos en la etapa humana.
Dios, esa Fuerza Creadora Universal, el Ser Supremo del Cosmos: AMOR, JUSTICIA Y SABIDURÍA MÁXIMA; que trasciende a toda Su creación a modo de vibraciones o fuerzas PODEROSÍSIMAS que denominamos leyes; nos ha creado a todos iguales. El comienzo de la vida, ha sido igual para todos los seres de la creación, incluyendo el ser humano. Los diferentes aspectos y condiciones intelectuales, dinámicas y morales, son diversos grados en el proceso evolutivo de la «chispa» divina, génesis del Ser espiritual. Y aun las diferentes formas de vida que podemos apreciar, y las no perceptibles a nuestra vista, son diversas manifestaciones o fases de manifestación de la chispa divina (la mónada de algunas filosofías) en las diversas fases de su evolución, antes de alcanzar la etapa humana.
Sólo la pluralidad de existencias puede explicar el origen de la diversidad de caracteres y las desigualdades humanas tan notorias. Fuera de esta ley, nos preguntamos en vano, ¿por qué algunos poseen talento, los sentimientos nobles, las aspiraciones elevadas; mientras que otros carecen de ellos? Si aceptamos la Ley Palingenésica como la ley de la vida, comprenderemos fácilmente que los primeros son seres más viejos, que han vivido más, trabajado más y, por ende, adquirido mayores experiencias y aptitudes; van más adelante en el camino ascensional de su evolución.
Aceptada como verdad la eternidad del Espíritu y que su progreso es indefinido, la buena lógica nos llevará a la clara conclusión de que, los que hoy vivimos en la carne, hemos vivido ya esa misma vida innumerables veces: como amos y como siervos, ya nobles ya plebeyos, como ricos
y como pobres, vidas de placeres y vidas de dolores; y seguiremos volviendo en diversas personalidades y ambientes, a fin de obtener las experiencias necesarias hasta alcanzar la sabiduría, que lo encierra todo. Porque, es en la lucha de la vida donde adquirimos experiencias que van grabándose poco a poco en la memoria espiritual, y son las que producen esas sensaciones que denominamos «voz de la conciencia», que trata de impedir cometer nuevos errores.
Sebastián de Arauco.
Si observamos a los niños, ¿cómo podemos explicar la diversidad de tendencias, gustos, inclinaciones de bondad, delicadeza, inteligencia, etc., en unos; mientras que en otros, una carencia de estas cualidades positivas, y en cambio apreciamos ruindad, brusquedad y dureza, y hasta maldad en otros? Correspondiendo al alma humana las cualidades positivas y negativas del carácter, ¿podemos admitir, por un momento, que Dios —perfección absoluta— pueda crear almas imperfectas y establecer diferencias?
Aquellos que, desconociendo las leyes espirituales, argumentan que ello se debe a la ley de la herencia, tendrían un fundamento más lógico que los que sostienen el concepto de la creación del alma con el nacimiento del cuerpo. Pero, en ese caso, tendrían que rechazar la existencia de una Sabiduría y Justicia Universal, de donde emanan esas fuerzas cósmicas y poderosas que rigen la vida en sus múltiples manifestaciones. Denominémosle Dios o como queráis, pero inmanente de toda creación; ya que, en buena lógica NO ES ADMISIBLE UN DIOS SABIO Y JUSTO CREANDO ALMAS DESIGUALES Y DARLES UNA SOLA VIDA A UNOS Y A OTROS PARA QUE SE SALVEN.
Más aún. Observemos a los individuos que componen nuestro conglomerado social: configuración de su cuerpo, ademanes, sentimientos y actuaciones de cada uno; y podremos apreciar fácilmente la notoria diferencia entre unos y otros. Mientras en unos apreciamos una mente despierta y un temperamento dinámico, en otros vemos al individuo tosco, bruto o abúlico. ¿Podremos culpar a Dios de estas diferencias? No; porque éstas son diversas manifestaciones de los diversos estados evolutivos en la etapa humana.
Dios, esa Fuerza Creadora Universal, el Ser Supremo del Cosmos: AMOR, JUSTICIA Y SABIDURÍA MÁXIMA; que trasciende a toda Su creación a modo de vibraciones o fuerzas PODEROSÍSIMAS que denominamos leyes; nos ha creado a todos iguales. El comienzo de la vida, ha sido igual para todos los seres de la creación, incluyendo el ser humano. Los diferentes aspectos y condiciones intelectuales, dinámicas y morales, son diversos grados en el proceso evolutivo de la «chispa» divina, génesis del Ser espiritual. Y aun las diferentes formas de vida que podemos apreciar, y las no perceptibles a nuestra vista, son diversas manifestaciones o fases de manifestación de la chispa divina (la mónada de algunas filosofías) en las diversas fases de su evolución, antes de alcanzar la etapa humana.
Sólo la pluralidad de existencias puede explicar el origen de la diversidad de caracteres y las desigualdades humanas tan notorias. Fuera de esta ley, nos preguntamos en vano, ¿por qué algunos poseen talento, los sentimientos nobles, las aspiraciones elevadas; mientras que otros carecen de ellos? Si aceptamos la Ley Palingenésica como la ley de la vida, comprenderemos fácilmente que los primeros son seres más viejos, que han vivido más, trabajado más y, por ende, adquirido mayores experiencias y aptitudes; van más adelante en el camino ascensional de su evolución.
Aceptada como verdad la eternidad del Espíritu y que su progreso es indefinido, la buena lógica nos llevará a la clara conclusión de que, los que hoy vivimos en la carne, hemos vivido ya esa misma vida innumerables veces: como amos y como siervos, ya nobles ya plebeyos, como ricos
y como pobres, vidas de placeres y vidas de dolores; y seguiremos volviendo en diversas personalidades y ambientes, a fin de obtener las experiencias necesarias hasta alcanzar la sabiduría, que lo encierra todo. Porque, es en la lucha de la vida donde adquirimos experiencias que van grabándose poco a poco en la memoria espiritual, y son las que producen esas sensaciones que denominamos «voz de la conciencia», que trata de impedir cometer nuevos errores.
Sebastián de Arauco.
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