Programa de lectura:
- La vida en el Universo
-Mensaje Espiritual: Coraje
-¿Cual es el principal motivo de la vida?
-Consecuencias del suicidio
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LA VIDA EN EL UNIVERSO
«Hay muchas moradas en la casa de mi Padre» (Jesús de Nazareth)
Tomamos como principio generador de cuerpos y naturalezas al Éter Universal, definiendo su comportamiento de acuerdo a las leyes propias de la materia. Inherentes al Fluido, esas leyes mantienen el equilibrio y todas las propiedades en las infinitas manifestaciones que presentan. Leyes poderosas y activas, ocultas o latentes, pero destinadas a dirigir, mantener, conservar o destruir a los mundos en los diferentes periodos. De ellas se derivan los diferentes torbellinos y aglomeraciones de fluidos difusos, materia nebulosa, que dan origen a centros de creaciones simultáneas y sucesivas.
Nuestro sistema solar no había iniciado su etapa evolutiva y, sin embargo, los soles iluminaban el éter primitivo y los planetas habitados abundaban. La Creación estaba exuberante y los ojos maravillados de seres que nos antecedieron. Nebulosas, galaxias, vías lácteas de mundos habitados, la materia cósmica encerraba los elementos materiales, fluídicos y vitales de todos los sistemas y todos los cuerpos celestes.
Ese fluido penetra los cuerpos como un inmenso océano. En él reside el principio vital que da origen a los seres y perpetúa la vida en cada planeta de acuerdo con su necesidad, principio en estado latente que dormita allí donde la voz de un ser no lo reclama. Toda criatura, mineral, vegetal, animal o de otra especie –ya que existen otros reinos naturales cuya existencia ni siquiera imaginamos– en virtud de ese principio, se apropian de las condiciones necesarias para su existencia y durabilidad. Así se lleva a cabo la creación universal.
Hablando del mundo espiritual, el espíritu no recibe la iluminación divina que le otorga el libre albedrío, la conciencia y el conocimiento de la importancia de su destino sin haber pasado previamente la serie divinamente fatal de encarnaciones inferiores, en las que elabora su individualidad. Esa es la hora en que el Señor imprime sobre su frente su augusta señal y el espíritu toma un lugar entre los seres Espirituales. Nuevas fuerzas surgen con posterioridad a este movimiento de rotación: la fuerza centrípeta y la fuerza centrífuga. El predominio de la fuerza centrífuga desprende al círculo ecuatorial de la nebulosa y forma de este anillo una nueva masa aislada de la primera, pero sujeta a su imperio.
Uno de esos planetas fue la Tierra, que antes de enfriarse y revestirse de una corteza sólida dio nacimiento a la Luna por el mismo método de formación astral al que ella misma debe su existencia.
Durante las hermosas noches estrelladas y sin luna, todos hemos observado ese fulgor blanquecino que atraviesa el cielo de un extremo al otro, al que los antiguos, por su apariencia lechosa, bautizaron con el nombre de Vía Láctea. La Vía Láctea es, en efecto, una campiña sembrada con flores solares o planetarias que brillan en la vastedad. Nuestro Sol y todos los cuerpos que lo acompañan forman parte de esos mundos refulgentes que componen la Vía Láctea. La Vía Láctea, que nos sirve de cuna, se ornamenta de 100 billones de estrellas y cerca de ella, en un archipiélago compuesto de billones de astros, distantes a 700 mil años luz, se encuentra Andrómeda, la deslumbrante galaxia. Sus millones de soles, sus millones de mundos habitados, sólo constituyen una isla en el archipiélago infinito. Un desierto inmenso y sin límites se extiende más allá de la aglomeración estelar mencionada, rodeándola. Las soledades suceden a las soledades.
Más allá de estas vastas soledades hay mundos que resplandecen en su magnificencia, al igual que en las regiones accesibles a las investigaciones humanas. Más allá de esos desiertos espléndidos, bogan oasis en el límpido éter y renuevan sin cesar escenas admirables de existencia y vida. Y estos astros, innumerables en cantidad, viven todos, una vida solidaria, pues así como nada se encuentra aislado en la organización de nuestro peque- ño mundo terrestre, nada tampoco está aislado en el Universo inconmensurable. El número y estado de los satélites varía según las condiciones especiales en que se formaron. Algunos planetas no dieron vida a ningún astro secundario, por ejemplo, Mercurio, Venus y Marte, mientras que otros han formado uno o varios, como la Tierra, Júpiter y Saturno.
Allá se desarrollan y revelan nuevos mundos, cuyas condiciones diferentes y extrañas de las inherentes a nuestro planeta les otorgan una vida que ni nuestras percepciones podrían imaginar ni nuestros estudios constatar. Es allí donde resplandece en toda su plenitud el poder creador. La inmortalidad de las almas, que es la base del mundo físico, pareció imaginaria a ciertos pensadores prejuiciosos.
Pero aún no hemos hablado del Mundo Espiritual, el cual también forma parte de la Creación y cumple su destino de acuerdo con las augustas prescripciones del Señor. El espíritu no recibe la iluminación divina que le otorga el libre albedrío, la conciencia y el conocimiento de la importancia de su destino sin haber pasado previamente la serie divinamente fatal de encarnaciones inferiores, en las que elabora su individualidad. Esa es la hora en que el Señor imprime sobre su frente su augusta señal y el espíritu toma un lugar entre los seres Espirituales.
La inteligencia humana deberá esforzarse mucho para imaginar a esos mundos radiantes que brillan en la extensión como simples masas de materia inerte y sin vida. Le costará trabajo concebir que en esas regiones lejanas haya magníficos crepúsculos, noches espléndidas, soles fecundos y días plenos de luz. Valles y montañas donde las profundidades múltiples de la Naturaleza han desplegado toda su esplendente pompa, y dificultosamente podrá imaginar que el espectáculo divino con el cual el alma puede fortalecerse como con su propia vida, se encuentre desprovisto de sentido y privado de un ser pensante que pueda llegar a comprenderlo. Una misma familia humana fue creada en la universalidad de los mundos, y a esos mundos los unen lazos fraternos, aún desconocidos.
Esos astros que armonizan en sus vastos sistemas no están habitados por inteligencias extrañas unas de otras, sino por seres marcados en la frente con el mismo destino, quienes volverán a encontrarse en algún momento de acuerdo a sus funciones de vida y se buscarán siguiendo sus simpatías mutuas. Es la gran familia del espíritu divino que abarca la extensión de los cielos y que permanece como el tipo primitivo y final de perfección espiritual.
Nuestro Sol es sólo una estrella solitaria en la abundancia de 7×1022 estrellas en el universo observable. La Vía Láctea es sólo una de entre las 500.000.000.000 galaxias del Universo. Parecería entonces que debería haber plenitud de vida allí afuera. La Fórmula Drake fue concebida por el radioastrónomo y presidente del instituto SETI, Frank Drake, con el propósito de estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia, la Vía Láctea, susceptibles de poseer emisiones de radio detectables.
Gracias a Allan Kardec que examinó meticulosamente el fenómeno espiritual, llegando a la conclusión de la inmortalidad del espíritu y presentando los medios seguros para mantener contacto con las Sociedades del mundo extrasensorial, son los Espíritus que retornan para decir con la autoridad que los habilita: «La muerte no existe, resurgen en el más allá maravillosos panoramas de la vida en sublimes manifestaciones».
- CARMEN CARDONA-
Bibliografía KARDEC, A. La Génesis [www.espiritismo.es] CARVALHO, V. – FRANCO, D. À luz do Espiritismo. Salvador (Br.) : Alvorada, 1968. XAVIER, FC - EMMANUEL. A camino de la luz
( Art. tomado de la Rev. nº 14 de la FEE)
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MENSAJE ESPIRITUAL:
Coraje
¿ Qué significa coraje?
Por cierto, muchos creen que se refiere a ser como guerreros, soldados y súper-héroes. Y ante de tales ejemplos, nos sentimos “cobardes” por no tener la fuerza física de los grandes guerreros, ni el entrenamiento y la disciplina de los soldados en combate y mucho menos los “superpoderes” de los súper-héroes.
Pero por el simple hecho de estar “viviendo” ya no somos cobardes, somos en verdad muy valientes, pues cada día enfrentamos nuevos desafíos. Pero entiendan el “viviendo” como un acto de voluntad y no el “simple hecho de pasar por la vida”.
Aun sin el porte atlético y la fuerza física de los guerreros, pero siendo cristianos, tendremos la fuerza de la fe razonada para mantenernos en el combate del bien ante las tribulaciones.
Podemos no tener el entrenamiento y la disciplina de los soldados, pero tenemos las enseñanzas de Jesús para orientarnos en las batallas de lo cotidiano.
Exentos de los super-poderes de los super-héroes, pero adoptando las virtudes enseñadas por el Maestro: Amor, Perdón, Humildad, Serenidad, Responsabilidad y tantas otras, tenemos todo lo que precisamos para resolver todos los desafíos.
Y así somos todos valientes, ¿No es así?- Como dije anteriormente, solo es para quien realmente “vive” y no simplemente “pasa por la vida”.
Vemos muchos ejemplos de bravura física y posturas drásticas en pro de una idea o ideal, que nos remiten a sentimientos como odio, venganza, orgullo, falta de respeto, desamor. Cuando así actuamos, no estamos siendo valientes, sino prepotentes, llevando la discordia y fortaleciendo el mal.
Recordemos las enseñanzas de Jesús, aprendiendo a respetar las diferencias. Somos seres sin copias, seres únicos para el Padre. Es entonces cuando vivimos el Amor, el respeto, la tolerancia, haciéndonos Uno con el Padre, sin importar nuestras exclusividades.
Coraje, por tanto es hacer de puente, es algo que se inicia en nuestro interior. Es ir al encuentro de otro sirviendo de instrumento, dando paso para la siembra del amor y de la unión.
Coraje es silenciar, aun cuando no concordemos con a opinión ajena, pues el grito y la fuerza, no resultan ser la mejor solución. Cada cual vive su momento de aprendizaje. Y el nuestro debe ser ayudar, pero no exigir, respetando el libre albedrío de cada uno.
Coraje es asumir el “verdadero yo”. No lo que “yo imagino ser” o lo que “yo quiero ser”, sino el yo que de verdad soy en este exacto momento. Supone actuar como puente entre nuestras fragilidades y nuestras potencialidades, pues solamente de esa manera conseguiremos avanzar en el enmadurecimiento espiritual.
Coraje es dejar que Jesús sea parte de nuestro día a día, viviendo sus enseñanzas no solamente en cuanto a palabras, sino en acciones concretas.
Amigos míos, es de esa valentía y Coraje de lo que el mundo precisa.
Y a través de ella conseguiremos generar las transformaciones (Acciones) individuales que tanto buscamos. Seremos los agentes no de las divisiones, sino de la multiplicación del Amor, uniéndonos todos de forma que seamos UNO con el PADRE.
Coraje cristianos espíritas, seamos la sal que da sabor a la Vida a través del ejemplo.
Con cariño
04/11/2014
Médium: Lúcia (CAVILE).
Espíritu: Hermano Matheus (Colônia Espiritual María de Nazaret)
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¿ CUAL ES EL PRINCIPAL MOTIVO DE LA VIDA ?
Reflexión
Siempre me he hecho muchas preguntas, preguntas muy profundas. Son preguntas de esas que se llaman existenciales.
Siempre he querido saber el motivo de mi vida, de la vida de todos nosotros.
¿Quién soy yo? ¿Por qué existo? ¿Por qué existen los demás? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hemos venido hacer algo en particular? ¿Por qué nacemos, por qué nos morimos? ¿De dónde venimos, adonde vamos? ¿Hay algo después de la muerte?
Y ahí no acababa todo. Otras veces intentaba buscar la respuesta al gran número de injusticias que veo en el mundo.
¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué hay niños que desde su nacimiento, que en su vida han hecho daño a nadie, sufren tan atrozmente, por hambre, guerra, miseria, enfermedades, abusos, malos tratos, porque no los quiere nadie, mientras otros nacen sanos, en un entorno feliz y son amados?
¿Y por qué unas personas enferman y otras no? ¿Por qué unas personas viven mucho tiempo y otras mueren casi al nacer? ¿Por qué existe el sufrimiento, la maldad? ¿Por qué hay gente buena y gente mala, gente feliz y gente desgraciada? ¿Por qué he nacido en esta familia y no en otra? ¿Por qué me pasan estas desgracias a mí y no a otra persona? ¿Por qué le pasa tal otra desgracia a otra persona y no a mí? ¿De qué depende todo eso?
Otras veces eran preguntas respecto a los sentimientos.
¿Por qué no soy feliz? ¿Por qué quiero ser feliz? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Encontraré un amor que me haga feliz? ¿Qué es el amor, qué son los sentimientos? ¿Qué es lo que yo siento? ¿Merece la pena amar?
¿Sufrimos más cuando amamos o cuando no amamos?
Supongo que tú, en algún momento de tu vida, también te las habrás hecho o te las sigues haciendo de vez en cuando. Pero como estamos tan entretenidos en nuestro día a día cotidiano, son pocos los momentos en los que nos las planteamos conscientemente y poco el tiempo que dedicamos a intentar resolverlas.
Tenemos muchas obligaciones, tenemos muchas distracciones. Y como aparentemente no
encontramos la respuesta y el buscarla nos hace sentirnos inquietos, preferimos dejarlas aparcadas en un rincón en nuestro interior, tal vez creyendo que así sufriremos menos.
¿Existe una respuesta a cada una de estas preguntas? Pero no busco una respuesta cualquiera, sino una respuesta que sea verdadera.
¿Existe una verdad? ¿Cuál es la verdad? ¿Dónde buscar la verdad? ¿Cómo reconocer la verdad?
He buscado durante mucho tiempo la respuesta en lo que se nos ha enseñado desde pequeños: las Religiones, la Filosofía, la Ciencia. Cada una tenía su cosmogonía particular, una forma de entender el mundo.
Pero siempre parecía haber un límite, tanto en las religiones como en la ciencia, para explicar la realidad tal y como yo la percibía. Siempre he encontrado respuestas incompletas, incoherentes unas con otras, alejadas de la realidad, que seguían sin responder satisfactoriamente a mis preguntas.
Por mucho que intentara profundizar, al final encontraba un muro infranqueable, la respuesta final que obstaculizaba mis deseos de indagar más y más.
La respuesta final que obtenía de la religión era, más o menos, esta: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos comprender”. Es decir, que no podemos comprender por qué unos nacen en circunstancias más o menos favorables, por qué unos
enferman y otros no, por qué unos mueren antes y otros después. No podemos comprender qué es lo que pasa después de la muerte, por qué te ha tocado vivir con esta familia y no en otra, por qué en este mundo, por qué permite Dios que haya injusticias en el mundo etc., etc.
La respuesta final que obtenía de la ciencia era más o menos esta: hay una explicación física para todo, pero a nivel filosófico, las respuestas a casi todo son: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente que tal o cual cosa exista o no”. Es decir, no hay una razón por la cual existes, no hay un motivo particular por el que vivir. Si naces en las circunstancias en las que naces, más o menos favorables, es por azar. Si te toca estar enfermo o sano de nacimiento, nacer en una familia u otra, morirte antes o después, y no a otro, es por azar. No se puede demostrar científicamente que exista la vida antes del nacimiento, ni la vida después de la muerte. No se puede demostrar científicamente que exista Dios, etc.
La mayoría de gente se posiciona en esas respuestas aprendidas y cuando quieres hablar con alguien sobre estos temas, los que son creyentes de la religión te responden más o menos en estos términos: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos comprender.”
Y los que se han posicionado como cientificistas o creyentes de la ciencia, que creen saber más que los del primer grupo, te dicen: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente”.
Había otro tercer grupo de gente que me respondía: “Mira. No lo sé. No sé cuales son las respuestas a tus preguntas, pero no estoy interesado ni en preguntármelas ni en responderlas.”
Y cuando les respondo a todos: “Lo siento pero esas respuestas no me sirven. No me sirven porque no responden a mis preguntas”.
Los primeros me dicen: “Es por falta de fe. Cuando tengas fe no te hará falta saber más”.
Los segundos me dicen: “Es porque te falta instrucción. La Ciencia te dará la respuesta y verás que es la que yo te digo: “que está demostrado científicamente que no se puede demostrar científicamente”.
Los terceros me dicen: “Tengo una hipoteca que pagar, una familia que mantener, un coche que pagar, un fin de semana para irme de viaje. No me calientes la cabeza con esos temas porque ya tengo algo en lo que ocuparme.”
La Doctrina espírita me dio todas las contestaciones razonadas y lógicas a mis innumerables preguntas. Cada cuál que saque sus conclusiones.
- ( Ángeles C.M de su Libro: Somos seres espirituales,).
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CONSECUENCIAS DEL SUICIDIO
Necesario es aclarar, que no todos los casos de suicidio son iguales, aun cuando el mismo procedimiento haya sido empleado; pues, cada caso varía según hayan sido los motivos que hayan impulsado al individuo a tal determinación.
Aquella persona que, por enfermedad, haya recurrido al suicidio en la creencia de que, con la muerte del cuerpo dejará de sentir el dolor, que descansará para siempre, despertará muy pronto sintiendo los mismos dolores, y una gran angustia se apoderará de ella, al comprobar que no puede morir. Porque, el suicidio no libera de los dolores. Y en algunos de los casos, el alma del suicida continúa ligada a su cuerpo carnal, sufriendo lentamente las fases de la descomposición y las sensaciones dolorosas aumentan en vez de disminuir. Siendo que, lejos de abreviar su sufrimiento, lo prolongan.
Aquel que, por mala situación económica u otro motivo, cometiere el error de suicidarse por falta de valentía en afrontar la situación, dejando el hogar abandonado y los hijos sin amparo, en la creencia de que con la muerte se verá libre de sus preocupaciones; despertará viendo el cuadro de dolor que causa, y a su esposa e hijos en peor condición por su abandono, y el dolor moral de no poder apartarse de su familia, porque sigue imantado a ese ambiente, y su impotencia para poder remediarlo, a la vez que la tortura de su arrepentimiento por su cobarde acción.
Como puede apreciarse claramente, EL SUICIDIO NO ES UNA SOLUCIÓN. Muy por el contrario, empeora la situación. Más aún, tendrá que volver a encarnar, cuando le sea permitido, y pasar por las mismas vicisitudes anteriores al suicidio, hasta superarlas; porque el suicidio es un crimen contra sí mismo, es una fuerte violación a las leyes de la vida.
Y esta violación, este crimen, es el resultado del desconocimiento de la realidad de la vida y de la ignorancia de las consecuencias. Porque, si alguien en un momento de ofuscación y por desesperado que esté, sabe que la vida no termina con la muerte física, que seguirá existiendo; si ese hombre o mujer llega a conocer que la muerte no le liberará del recuerdo de sus problemas, y que por el contrario, su conciencia libre del cuerpo carnal será más clara, más intensa; y que, a más de esto, con el suicidio crea las causas que producirán sufrimientos horribles; ¿no os parece, amable lector, que ese hombre o mujer reaccionará y se sobrepondrá al motivo de su desesperación, superando la crisis?
Psicológicamente, el suicidio es un intento de evasión de la vida, debido a un falso concepto de la realidad.
Jamás se suicidará quien tenga la convicción plena de su inmortalidad como ser pensante. Como dice Unamuno en uno de sus «Ensayos». «Los más de los suicidas, no se quitarían la vida, si tuvieren la seguridad de no morirse nunca sobre la Tierra».
Y una buena parte de responsabilidad corresponde a las religiones positivistas, que con sus conceptos creados en épocas de oscurantismo e inadmisibles a la razón del hombre de hoy, y en su práctica del culto externo y abandono de los principios fundamentales de la religión, han llevado indirectamente a la pérdida de la fe en la realidad espiritual.
Amable lector. Tú y yo, arrastramos deudas por errores en el pasado y aun en el presente. Tú y yo, podemos redimir viejas deudas salvando una vida, salvando a alguien del suicidio. Lleva este conocimiento entre tus amistades, pues entre ellas puede haber alguien que esté próximo a caer en esa obsesión.
Sebastián de Arauco.
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