miércoles, 23 de mayo de 2018

Psicografía: Delante de la Obsesión


Temas para  hoy:

- La mentira y la verdad
-Pregunta espírita
-El Purgatorio
-Psicografía: Delante de la Obsesión


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                  La mentira y la verdad 

Muchas personas acostumbran a mentir, a disfrazar la vida, y viven sujetas a esa dinámica que las hace ser detestadas ya que en ellas no se puede confiar, desconfías de todo lo que dicen y cuando manifiestan algo que es verdad no las crees. La mentira debe ser rechazada bajo cualquier forma en que ella se presente, frente a los prejuicios morales que provoca, conduciendo a la maledicencia, a la calumnia y a todo un séquito de terribles distonias y éticas en el comportamiento social. 

El mentiroso es alguien enfermo, sin duda, no obstante provoca desprecio, en razón de la forma de proceder tornando su palabra desacreditada aun cuando se expresa correctamente, lo que no siempre acontece. De tal forma se le hace natural alterar el contenido o la presentación de los hechos, que los revela de forma irreal, esperando manipular a las personas a través de ese innoble ardid. 

Las raíces de la mentira están en el hogar mal formado, inestable, donde la inseguridad es sustituida por la compra de los valores que la fantasía disfraza. Además de ese factor, los conflictos de la personalidad inducen al comportamiento de la fantasía, en fuga neurótica de la realidad que se constituye en el paciente, un verdadero fardo que no le agrada afrontar. Las cosas y los acontecimientos para el, deben ser coloridos y siempre buenos. De este modo, cuando no ocurre, lo que es normal, se le presenta aterrador, pareciendo amenazar su paz y llevándolo al mecanismo de la falsificación del suceso. 

Se les torna tan habitual el fenómeno de la distorsión de los hechos, que creó la imagen de la llamada mentira piadosa, la de carácter suave, que no perjudica, por lo menos intencionalmente y evita situaciones que se podrían convertir en desagradables en el caso que fuese dicha la verdad. La cara de la verdad es transparente y nunca debe ser ocultada. Casi siempre en el hombre, hay una reacción psicológica contra la verdad. Siempre desea escuchar, empero, como se afirma popularmente dorando la píldora, esto es, escamoteándola. 

No se debe usar como un látigo, es una forma neurótica de actuar, de imponer la verdad hiriendo y de esa manera, sintiéndose triunfante en un mecanismo perturbador de falsa superioridad moral. Todo aquel que así procede es portador de un grave complejo, de inferioridad inconsciente, que se exhibe como autoridad y fiscal de la fragilidad humana. 

La verdad debe ser suministrada con naturalidad, suavemente, sin alarde, sin imposición, pero también sin ser falseada, sin perder la fuerza de su contenido. El mentiroso se disculpa, incidiendo en el error y acusando a las demás personas que parecen no entenderlo, huyendo a la responsabilidad de sus informaciones alteradas. Una disciplina y rígida vigilancia en el arte de hablar, procurando repetir lo que oyó como escucho, lo que vio conforme ocurrió, evitando traducir lo que piensa en torno del asunto que no corresponde a la legitimidad del hecho, son de vital importancia para el encuentro de la realidad. 
La terapia de la buena lectura, de los hábitos saludables en el campo moral, sin sentimentalismo ni autocompasión produce un resultado relevante y reajusta al individuo en la armonía entre lo que piensa, ve, oye y habla. Por tanto, no hay necesidad de mentir y cuando eso ocurre, se presenta un disturbio del comportamiento que precisa ser corregido. La conducta saludable, según la filosofía budista establece para bien proceder: pensar correctamente, hablar correctamente, actuar correctamente…. 

En el pensamiento, tiene lugar el planeamiento de todo, hay que hablar con corrección, pensar con corrección, para poder actuar correctamente. Por eso, la vida familiar, debe ser un lugar de seguridad emocional, de realización total y no el reducto donde se van a descargar el mal humor y las tensiones de lo cotidiano. 

La verdad nos hace libres, procuremos ser expositores de esa virtud, para que siempre la espontaneidad nos permita ser naturales y claros, sin temor a poder equivocarnos y sorprendamos en nuestros amigos con una conducta equivocada, perdiendo la confianza de aquellos que conviven a nuestro lado. 

Extraído del libro “Vida Desafíos y Soluciones” 
Divaldo Pereira Franco. 
Aportado por Merchita

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                    PREGUNTA ESPIRITA 

Alegas, a veces, la imposibilidad de colaborar en las tareas espiritas, excusándote a la faz de las dificultades y escollos que aún cargas. 

Entretanto, convengamos: 
si no tienes imperfecciones a vencer, entre tantos millones de criaturas aún imperfectas; 
si no conociste y no conoces, íntimamente, conflicto alguno; 
si no posees problemas a resolver; si no experimentas tentaciones; si no atraviesas, de cuando en cuando, amarguras y desengaños; 
si no cosechas decepciones; 
si no enfrentas graves pruebas; 
si no traes la señal de ésta o aquella flaqueza, de la cual te encuentras en el presente en la Tierra, en proceso de cura; 
si no observas contigo posibles tendencias poco felices, - aquéllas que nos señalan las deudas de existencias pasadas, - luchando y, a veces, hasta llorando para mejorarte a ti mismo... 
¿qué será de ti en la construcción del Bien? 


Nos referimos a eso, porque el espirita es llamado a hacer luz, en favor de sí mismo y en beneficio de los demás, en la mies de la educación. 


Y si no sufres para aprender, ¿como podrás esclarecer y comprender, ayudar o enseñar? 


Albino Teixeira. 
Francisco Candido Xavier.


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                       EL PURGATORIO


El lugar del purgatorio nunca se ha determinado, ni la naturaleza de las penas que allí se 
sufren se ha definido claramente. Estaba reservado a la nueva revelación llenar este vacío, 
explicándonos las causas de las miserias de la vida terrestre, cuya justicia podía demostrársenos únicamente con la pluralidad de existencias. 

Estas miserias son necesariamente consecuencia de las imperfecciones del alma, pues si el  
alma fuese perfecta, no cometería faltas y no tendría que sufrir sus consecuencias. El hombre que fuese sobrio y moderado en todo, por ejemplo, no sufriría las enfermedades originadas por los excesos. Lo más general es que sea desgraciado aquí en la Tierra por su propia culpa. Pero si es imperfecto, es porque lo era antes de venir a la Tierra. Expía en ella, no sólo sus actuales faltas, sino también las faltas anteriores que no reparó. Sufre en una vida de pruebas lo que hizo sufrir a otros en otra existencia. Las vicisitudes que experimenta son a la vez un castigo temporal y una advertencia de las imperfecciones que debe abandonar, para evitar los males futuros y progresar  hacia el bien. Son para el alma las lecciones de la experiencia, lecciones rudas a veces, pero más provechosas para el porvenir, pues dejan una profunda impresión. 

Esas vicisitudes son la causa de luchas incesantes, que desarrollan sus fuerzas y sus 

facultades morales e intelectuales. La fortalecen en el bien, sale de ellas siempre victoriosa, si tiene el valor de luchar hasta el fin. El premio de la victoria está en la vida espiritual, en donde entra radiante y triunfante, como el soldado después de la pelea recibe la palma de la victoria. 
4. Cada existencia es para el alma una nueva ocasión de dar un paso adelante. De su 
voluntad depende que este paso sea lo más grande posible, el subir muchos peldaños o quedarse estacionada. En este último caso, sufrió sin provecho, y como siempre, tarde o temprano tiene que pagar su deuda y principiar de nuevo otra existencia en condiciones todavía más penosas, porque a una mancha no lavada, añade otra. 
Por esta razón, en las encarnaciones sucesivas el alma se despoja, poco a poco, de sus 
imperfecciones. Se purga, en una palabra, hasta que esté bastante pura para merecer dejar los mundos de expiación por mundos mejores, y más tarde estos para gozar de la suprema felicidad. 

El purgatorio no es, pues, una idea vaga e incierta. Es una realidad material que vemos, que 
tocamos y que sufrimos. Está en los mundos de expiación, y la Tierra es uno de esos mundos: los hombres expían en él su pasado y su presente en provecho de su porvenir. Pero en contra de la idea  que se tiene de poder cada uno abreviar o prolongar su permanencia en él, según el grado de adelanto y de depuración a que haya llegado con su propio trabajo, se sale de allí, no porque se haya cumplido el tiempo ni por los méritos de otros, sino por su propio mérito, según estas palabras de Cristo: A cada uno según sus obras, palabras que resumen toda la justicia de Dios.
 

5. Aquel, pues, que sufre en esta vida, debe convencerse de que es porque no se purificó 
suficientemente en su precedente existencia, y que, si no lo hace en ésta, sufrirá todavía en la siguiente. Esto es, a la vez, equitativo y lógico. Siendo el padecimiento inherente a la imperfección, se sufre tanto tiempo cuando es uno imperfecto, como se sufre por una enfermedad mientras no se esté curado de ella. Así es que mientras un hombre sea orgulloso, sufrirá las consecuencias de su orgullo; mientras sea egoísta, sufrirá por su egoísmo. 
6. El espíritu culpable sufre primero en la vida espiritual en proporción a sus   imperfecciones. Después se le da la vida corporal como un medio de reparación. Por esto se encuentra allí nuevamente, ya sea con las personas a quienes ofendió, o bien en centros análogos a aquellos en donde hizo el mal, o en situaciones opuestas, como, por ejemplo, en la miseria si fue un rico avaro, en una situación humillante si fue orgulloso. 

La expiación, en el mundo de los espíritus y en la Tierra, no es un doble castigo para el 

espíritu. Es el mismo que continúa en la Tierra, como complemento, con el fin de facilitarle su  mejoramiento por un trabajo efectivo. Depende de él aprovecharlo. ¿Acaso no es  preferible para él  volver a vivir en la Tierra con la posibilidad de ganar el cielo, a ser condenado sin remisión, dejándola? Esa libertad que se le concede es una prueba de la sabiduría, de la bondad y de la justicia de Dios, que quiere que el hombre lo deba todo a sus fuerzas y que sea autor de su porvenir. 

Si es desgraciado, y si lo es más o menos tiempo, sólo a él mismo puede culpar. El camino del 
progreso está siempre expedito para él. 
Allan Kardec.

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    Psicografía: Delante de la obsesión

"Dos cosas esenciales tenemos que hacer en este caso; probar al espíritu que no somos sus juguetes y que le es imposible engañarnos; en segundo lugar, probar su paciencia mostrándonos más pacientes que él; convencido de perder su tiempo; acabará por retirarse, como lo hacen los inoportunos a los cuales no prestamos oídos." (Segunda Parte, cap. XXIII, item 249)* 

Tomar conciencia del asedio espiritual de carácter negativo es, sin duda, para el médium, de importancia fundamental en la vuelta del equilibrio, porque el médium que ignora o no admite que pueda sufrir influencias perniciosas casi estará, por eso mismo, bajo su acción, dificultando la benéfica intervención de los que se disponen a auxiliarlo.

Cuando el médium, inspirado por la humildad, reconoce su vulnerabilidad a los espíritus obsesores, él, modificando el propio tono mental, comienza a liberarse de su influencia, a semejanza de alguien que, después de largo tiempo de esclavitud, decide tomar la iniciativa de sacudir el yugo opresor. 

Por su condición espiritual, los espíritus perseguidores desean resultados inmediatos en sus planes y, así impacientes, abandonan las víctimas sobre las cuales no los consiguen concretar. 

El médium que persevere en la resistencia al mal, por la vivencia en el bien, acabará por adoctrinar a los propios obsesores, convenciéndolos de la sinceridad de sus nuevos propósitos y, temerosos de, al contrario de influenciar, terminaran influenciados por los ejemplos positivos que se le hacen constantemente, los espíritus desajustados, aunque a disgusto, se distancian de la presencia de aquellos a quien intentan perjudicar. 

Después de obtener lo que desean, junto a ellas, es común que las entidades obsesoras dejen las víctimas entregadas a las consecuencias infelices de sus tramas, amargándoles las secuelas espirituales en los sanatorios y en las penitenciarias, en el calabozo voluntario de los cuartos oscuros y en las cloacas del vicio… 

¡Por tanto, la obsesión más temible no es aquella que ya se consumó, y sí la que está en vías de consumarse! ¡El obsesado que nos solicita cuidados improrrogables no es aquel sobre el cual la obsesión ya se declaró de manera inequívoca, y sí aquel que presentimos en vísperas de grandes desastres morales! 

El médium interesado en proseguir en la tarea de la mediumnidad necesita ser firme en sus convicciones, no rechazando el cumplimiento del deber, que le garantiza equilibrio "para el gasto diario"… 

Sin asiduidad al servicio mediúmnico, a través de su tiempo ocioso, el médium posibilitará a los obsesores brechas en su vigilancia, permitiéndoles minar su resistencia psíquica, hasta que le sea comprometida por completo su integridad. 

La disciplina moral e intelectual es factor imprescindible a la sintonía continua que el médium necesita establecer con los Espíritus Amigos, huyendo a las indeseables interferencias en su "canal de transmisión"… 

Está claro que la condición mediúmnica ideal aun está lejos de ser alcanzada por los médiums del mundo, aunque no seamos perfectos, no podemos ignorar que somos criaturas perfectibles, o sea, necesitamos aplicarnos al constante perfeccionamiento de nuestras facultades sensitivas; esto ocurrirá por una concienciació n cada vez mayor y más clara de lo que pretendemos de nosotros, ¡delante de la Vida! 

Cuando los obsesores desisten de asediar a los médiums que les "agotan la paciencia", reconociendo la fragilidad de sus intenciones, naturalmente se predisponen a seguir otros caminos, acatando las sugestiones de los Instructores Espirituales que, entonces, a ellos consiguen aproximarse con mayor provecho. ¡Por esto volvemos a afirmar que la adoctrinación de cualquier obsesor sin el concurso del obsesado es prácticamente imposible! 

Quien se reconoce en flagrante estado obsesivo – esté o no en el ejercicio consciente de la mediumnidad – deberá apegarse a labores espirituales, trabajando, cuanto más perturbado se sienta, no cediendo treguas a las ideas pesimistas que ceden "carroña" a los pensamientos enfermos de los espíritus obsesores. 

Si, a veces, el replanteamiento de las tareas del médium obsesado se hiciera necesario, será siempre indispensable que él prosiga transpirando en las actividades del bien, sin que se considere incapacitado para ejecutarlas dentro de las limitaciones que presente. 

Apartar al médium del grupo espírita, bajo el pretexto de que él se encuentra fuertemente influenciado por los espíritus sufridores, sería como apartar al enfermo del hospital, negándole el tratamiento adecuado. 

Delante de la obsesión, no nos entreguemos a la desesperación, originado por la ignorancia de cuantos tantean la realidad sin que puedan verla. Aprendamos a lidiar con ella, manteniendo la seriedad y la serenidad necesaria. ¡Entonces, aquello que nos parezca un gigantesco problema se reducirá a sus reales dimensiones! 

 Extracción del libro "Mediumnidad y Obsesión" 
Espíritu: Odilon Fernandes 
Médium: Carlos A. Bacelli


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