Hippolyte Léon Denizard Rivail nació en Lyón, Francia, el 3 de octubre de 1804. Estudió en Yverdon, Suiza, con el célebre Johann Heinrich Pestalozzi, de quien se hizo discípulo y colaborador.
Fundó en Paris, con su esposa Amelia Gabriela Boudet, un establecimiento semejante al de Yverdon. Su cultura universalista abarcaba varias ramas del conocimiento humano, habiendo organizado, en su casa, cursos gratuitos de química, física, astronomía y anatomía comparada.
Entre sus obras, se destacan: Curso práctico y teórico de Aritmética, según el método de Pestalozzi (1824); Plan presentado para el mejoramiento de la Instrucción Pública (1828); y Gramática francesa clásica (1831).
Trabajador infatigable que cumplió a rajatabla la misión de dar a conocer la Doctrina de los Espíritus, la gran voz del Consolador prometido al mundo por la misericordia de Jesús. Comprendiendo la trascendencia de este mensaje, Kardec sentó además las bases para una organización que permitiera la expansión de la Tercera Revelación a través de los centros espíritas.
Para entender la figura de Allan Kardec dentro del Espiritismo debemos reflexionar sobre los siguientes puntos:
No es el fundador del Espiritismo: La iniciativa de este movimiento pertenece a los Espíritus. Fueron los Espíritus los que querían dar a conocer estos temas.
No es el creador o inventor de la Doctrina Espírita: Es el Codificador de la enseñanza colectiva y concordante de los Espíritus.
No es su figura lo que seguimos: Allan Kardec no es en sí una figura de culto como pueden serlo otras personas en otros movimientos, que siguen a su fundador como líder espiritual, porque las enseñanzas que seguimos no son Allan Kardec, sino que son las enseñanzas de los Espíritus.
Desde que toma conocimiento con el fenómeno de las mesas giratorias en 1854 - gracias a su
amigo Fortier, investigador del magnetismo- Kardec revela su espíritu científico: se muestra escéptico pero no intransigente, debido que era un libre pensador, y busca pruebas para una explicación racional de las manifestaciones de los Espíritus. Estamos, pues, ante el método experimental aplicado a las ciencias positivas, fundamentado en la observación, comparación, análisis sistemático y conclusión, para luego buscar las aplicaciones útiles. Por ello, es rigurosamente exacto decir que el Espiritismo es una ciencia de observación y no producto de la imaginación. Y es debido al eficiente y racional método de su dialéctica, que Kardec fue considerado por Camille Flammarion como “el buen sentido encarnado”.
Allan Kardec no fue un científico en el sentido profesional, pero tenía cultura y espíritu científicos, es decir, las condiciones indispensables para desarrollar esta labor. Destacamos en primer lugar, la serenidad con que encaró los hechos mediúmnicos, su equilibrio imperturbable, sin negar ni afirmar apresuradamente; también, el dominio de sí mismo a fin de no entusiasmarse con los primeros resultados y el cuidado en la selección de las comunicaciones, así como la debida prudencia en sus declaraciones, evitando la divulgación precipitada de hechos aún no del todo examinados y comprobados. Finalmente, la humildad, condición importante del espíritu científico interesado en la búsqueda de la verdad, antes y después de todo.
Los Espíritus necesitaban a alguien en la Tierra que aceptara la labor de organizar el conocimiento de las leyes que rigen el mundo espiritual y su relación con el mundo material. Kardec reunía las condiciones intelectuales y morales.
Su labor tesonera marcó el inicio de una nueva era para la Humanidad.
Gracias Allan Kardec, por todo el legado que nos dejaste. Que Dios te bendiga.
CE. Joanna de Angelis
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El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de este mundo, menos comprende su destino.
Por el desinterés, al contrario, él prueba que ve el futuro desde un punto de vista más elevado
"El hombre de bien que, creyendo en su futuro celestial, quiere llenar su vida con nobles y bellas acciones, saca de su fe, la certeza de felicidad que lo aguarda y la fuerza necesaria para sus acciones de caridad, de sacrificio y de abnegación.
Y, por fin, no hay malas inclinaciones, que con la fe, no puedan ser vencidas."
El Libro de los Espíritus, Allan Kardec, cap. XIX, íten 12.
Pregunta Allan Kardec a los espíritus responsables por la codificación, cuál sería la más meritoria de todas las virtudes. De ellos obtuvo la siguiente respuesta que nos sugiere una gran reflexión:
"Todas las virtudes tienen su mérito, porque todas son indicios de progreso, en el camino del bien.
Hay virtud siempre que hay resistencia voluntaria, a ser arrastrado por las malas tendencias.
Mas la sublimidad de la virtud, consiste en el sacrificio del interés personal, por el bien del prójimo, sin segunda intención. La más meritoria es aquella que se basa en la caridad mas desinteresada".
El hábito de hacer el bien
Según los buenos espíritus, esa caridad es espontánea, sin necesidad de lucha interior, en las personas que realizan el progreso. Así, los buenos sentimientos no les cuestan ningún esfuerzo y sus acciones les parecen tan naturales; que el bien se tornó para ellos en un hábito.
Se debe honrar a esas personas, "como a viejos guerreros, que conquistan posiciones".
Como estamos todavía lejos de la perfección, esos ejemplos nos sorprenden por el contraste y lo admiramos, porque son raros.
Sin embargo, en los mundos inter-dimensionales, más avanzados que el nuestro, eso que nos es excepción, es la regla.
El indicio más característico de la imperfección, es el interés personal.
Informan los espíritus orientadores que, en la evaluación de los tribunales de justicia divina (y de la conciencia), fuera la de nuestros defectos y nuestros vicios, sobre los cuales nadie se engaña, el más característico indicio de la imperfección, es el interés personal.
Según nos enseñan, las cualidades morales, son generalmente como un objeto de cobre, que no resiste a la piedra de toque. "Un hombre puede poseer cualidades reales que lo hacen para el mundo, un hombre de bien, pero esas cualidades, aunque representan un progreso, no soportan por lo general ciertas pruebas, y basta tocar la tecla del interés personal, para que se descubra el fondo de su pensamiento".
Indicio notorio de inferioridad
Dicen los espíritus orientadores al pedagogo de Lyon: "El verdadero desinterés, es un hecho tan raro en la Tierra, que se le puede admirar como a un fenómeno, cuando se presenta. El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de ese mundo, menos comprende su destino. Por el desinterés, al contrario, se prueba que mira el futuro, desde un punto de vista más elevado".
Y prosiguen: "A medida que los hombres se aclaren, sobre las cosas espirituales, daran menos valor ha las materiales; en seguida, es necesario reformar las instituciones humanas, que lo entretienen y lo excitan.
Esto depende de la educación".
Es necesario que el egoísmo produzca mucho mal, para hacer comprender la necesidad de su extirpación
El egoísmo, que lejos de disminuir, crece con la civilización, que parece excitarlo y entretenerlo, se presenta como un gran mal. Y cuanto mayor es el mal, mas horrible se torna.
Cuando los hombres se hayan separado del egoísmo que los domina, vivirán como hermanos, no haciendo el mal y ayudándose recíprocamente por un sentimiento fraterno de solidaridad.
Entonces el fuerte será el apoyo y no el agresor del débil, y no se verán hombres desprovistos de lo necesario, porque todos practicarán la ley de justicia.
Ese es el reino del bien, que los Espíritus están encargados de preparar".
El medio de destruir el egoísmo
Por la práctica de la abnegación, se combate el predominio de la naturaleza corpórea, generadora del egoísmo. De esa forma el Espíritu triunfará sobre la materia.
En su lógica irrefutable, esclarecen los bienhechores espirituales que, de todas las imperfecciones humanas, "la mas difícil de eliminar es el egoísmo, porque se liga a la influencia de la materia, de la cual el hombre, todavía muy cerca de su origen, y del cual no puede liberarse.
Todo concurre para mantener esa influencia: sus leyes, su organización social y su educación.
El egoísmo se reducirá con el predominio de la vida moral sobre la vida material, y sobretodo, con la comprensión que el espiritismo nos ofrece en cuanto al nuestro estado futuro real y no desfigurado por las ficciones alegóricas.
El egoísmo se funda en la importancia de la personalidad. Pues el espiritismo bien comprendido, hace ver las cosas desde un punto tan alto, que el sentimiento personal desaparece de alguna forma, ante la inmensidad.
Al destruir esa importancia, o por lo menos al hacer ver la persona como aquello que de verdad es, combate necesariamente el egoísmo".
El principio de la caridad y de la fraternidad, se opone al egoísmo
Es por el contacto, como el hombre experimenta el egoísmo de los otros y que lo torna generalmente egoísta, porque siente la necesidad de ponerse a la defensiva.
En un contexto genuínamente cristiano, los buenos espíritus aseguran que solamente "el principio de la caridad y de la fraternidad debe de ser la base de las instituciones sociales, de las relaciones legales del pueblo para el pueblo y del hombre para el hombre, y este pensará menos en si mismo cuando mire, que los otros lo hacen.
Sufrirá, así, la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto".
Explica Fénelon a Kardec: "cara al actual desdoblamiento del egoísmo, es necesaria una verdadera virtud, para abdicar de la propia personalidad, en provecho de los otros que en general no lo reconocen.
Es a esos, sobretodo, a los que poseen esa virtud, a quienes está abierto el reino de los cielos; a ellos, sobretodo, está reservada la felicidad de los elegidos, pues, en verdad os digo, en el día del juicio, quien que no piense sino en si mismo, será puesto de un lado y sufrirá en el abandono".
Lopes para asociacionfrat. Estudio elaborado sobre la condensación del cap. XII, Perfección Moral, del Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, traducción de J. Herculano Pires, Editora EME.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Imperativo de la paciencia
Francisco Cândido Xavier
Es probable que pocos amigos piensen en esto: paciencia como inmunización contra el suicidio. En las tareas de la actividad humana, a veces, surgen para la criatura determinados escenarios de prueba para cuya travesía, no siempre bastará el conocimiento superior.
Es necesario que el alma se apoye en el bastón invisible de la paciencia, a fin de no resbalarse en sufrimientos mayores. Y por eso es que nos permitimos expresar reiterados consejos a los hermanos, domiciliados en el Plano Físico, a fin de que se dediquen al cultivo de la comprensión. Si te encuentras bajo el impacto de conflictos domésticos, usa la tolerancia, tanto como te sea posible, ante aquellos que generen el campo de las vibraciones negativas, prestando auxilio de este modo, a la seguridad del equipo familiar, al que estás vinculado.
En la decepciones, sean cuales fueran, reflexiona en el valor de la ponderación respecto a tu propio beneficio. Delante de los golpes que recibas, olvida injurias y agravios, y piensa en las oportunidades del trabajo que se te encargó como apoyo defensivo contra la desesperación. Bajo acusaciones que reconozcas inmerecidas, olvida el mal y no alimentes el fuego de la discordia. Cuando te falte actividad profesional, continua actuando, tanto como pudieras, en las tareas de auxilio espontáneo a los otros, aprendiendo que la actividad noble atrae actividades nobles y, con eso, en breve, te reconocerán en nuevas posiciones de servicio, según tus necesidades.
Si el desánimo te amenaza por ese o aquel motivo, recuerda la importancia de tu concurso fraterno, en apoyo de alguien, y no te des el lujo de estancamientos improductivos. Ante cualquier obstáculo a transponer en el camino, conserva la paciencia como compañera y guía y, mantén el pensamiento confiado en la Divina Providencia, siguiendo siempre adelante, apartando lejos de tí la tentación de fuga , y reconociendo en el efímero tiempo, que hay siempre un futuro mejor para cada uno de nosotros y que, en todas las tribulaciones de la existencia, vale la pena esperar por el socorro de Dios.
Espíritu Emmanuel
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro “Atención”
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro “Atención”
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