Religión es un sentimiento divino que aclara la senda de las almas y que cada Espíritu comprenderá, conforme a la pauta de su nivel evolutivo. Los hombres se han dividido en muchas religiones, como si la Fe pudiera tener también fronteras, al modo de las patrias materiales, tantas veces sumergida en el egoísmo y la ambición de sus hijos. De esa falsa interpretación nacieron en el mundo las luchas anti fraternales y las divergencias religiosas de todos los tiempos. Todas las ideas religiosas han servido para preparar al hombre para recibir y aceptar el Cordero de Dios, con su mensaje permanente de amor y de reforma espiritual definitiva. El Cristianismo es la síntesis, en sencillez y luz, de todos los sistemas religiosos más antiguos, los cuales eran expresiones fragmentarias de las verdades sublimes entregadas al mundo mediante la palabra imperecedera de Jesús. Los hombres, a pesar de contar con esos elementos preparatorios continuaron divididos y por rebeldía, demoró su edificación moral aun en las lecciones renovadoras del Evangelio. Todas las expresiones religiosas nacidas del cristianismo se identifican por la savia de amor del tronco que las reúne, pese a los errores humanos de sus expositores. Ningún esfuerzo humano logró empañar la divina enseñanza básica de Jesucristo del “amaos los unos a los otros”. Al reencarnar en el planeta los Espíritus traen consigo la idea de Dios, identificándose de una manera general con ese sagrado principio. La Verdad es una sola y las sectas de la Tierra son materiales de experiencia y evolución. La preferencia de cada uno depende del estado evolutivo en que se halle, su elección está siempre plenamente de acuerdo con su estado intimo, inclinándose por el culto externo, o bien por el esfuerzo sincero de evolucionar. Los discípulos sinceros y leales deben mantenerse en un plano superior, al de los convencionalismos terrestres, obrando de acuerdo con su propia conciencia y con la mejor comprensión de su responsabilidad, sea cual sea la parte del mundo donde se encuentre, en cuanto desarrollen el bien por el bien y para el bien, en nombre del Señor, sus actos evangélicos serán tocados por la sacrosanta luz de las sanciones divinas. Los espiritas sinceros han de comprender que el bautismo a que se elude en el Evangelio es el de la invocación de las bendiciones divinas para cuantos se reúnen con ellos, en la santificada institución de la familia. Apartarse de toda ceremonia de índole religiosa que pueda implicar una continuación de los fetichismos de la Iglesia Romana, entendiendo el espirita que el bautismo es como un llamado de su corazón al Padre de Misericordia, a fin de que sean santificados los esfuerzos que realiza en la tarea de conducir a las almas que le han sido confiadas en la institución familiar. Ha de comprender, sobre todo, que ese acto de amor y de compromiso divino debe ser proseguido durante la vida entera, mediante el renunciamiento y el sacrificio, en bien de la perfecta cristianización de los hijos y dentro de un apostolado de trabajo y comprensión. Todos los cultos religiosos, en su aspecto dogmático son transitorios, como lo son también todas las formulas de los convencionalismos sociales. El espirita sincero y cristiano, ha de formalizar su compromiso conyugal de acuerdo con las leyes de los hombres, honrar su promesa y su decisión santificando el matrimonio con el estricto cumplimiento de todos sus deberes evangélicos, de conformidad con los preceptos terrestres y ante la inmutable ley divina que vibra en su conciencia cristianizada. El concepto que merece la misa, en el culto externo de la Iglesia Católica, y teniéndose en cuenta el corazón sincero y fraternal de los creyentes, es un acto exterior que debe ser respetado por el espirita, como lo es cualquier otra ceremonia convencional del mundo que exija la mutua consideración social dentro del mecanismo de las relaciones humanas de la Tierra. La Iglesia de Roma pretende con memorizar con ella el sacrificio del Maestro por la humanidad. Sin embargo, esa ceremonia se lleva a cabo de acuerdo con la posición social y financiera del creyente. En las apariciones y los llamados milagros, clasificados en el dominio de lo sobrenatural, son fenómenos psíquicos sobre los cuales se crearon las iglesias conocidas. Se trata de hechos que el Espiritismo, en su misión divina de Consolador, ha venido a catalogar y esclarecer. Cuando Jesús dijo a los judíos “Sois Dioses” les quiso decir que en todo hombre existe una partícula de la divinidad del Creador, con la cual el ser terrestre puede participar de los sagrados poderes de la Creación. El Espíritu encarnado no valoro aun debidamente el conjunto de posibilidades divinas que tiene en sus manos, esos sagrados dones que tantas veces ha convertido en elementos de ruina y destrucción. Los que la han sabido valorar y practicar el bien creciendo para la divinidad, por medio del ejemplo y la enseñanza, son llamados santos y héroes en la Tierra, por afirmar su condición espiritual y es justo que todos los seres humanos traten de obtener esos valores, desarrollando su naturaleza divina para el bien y para la luz. Mientras se desvía, por su falta de conocimientos e iluminación, su error se justifica, en cierto modo, por su ceguera o ignorancia. Pero la falta que se comete cuando ya se ha adquirido conciencia plena del deber, esa significa un “pecado” contra el Espíritu Santo, pues el conocimiento interior que se guarda en el corazón y en la mente es una gran responsabilidad ante Dios. Todas las expresiones del Evangelio poseen un significado divino, el hombre debe vivir su existencia en el mundo sabiendo que pertenece al Cielo, debido a su origen sagrado. Por eso es importante que se desmaterialice en todo instante para desarrollarse en el amor y sabiduría, en la sacra exteriorización de la virtud celestial cuyos gérmenes dormitan en su corazón. La negación de Pedro exhibe la fragilidad de las almas humanas, extraviadas por la falta de vigilancia por su despreocupación respecto a la realidad espiritual y la indiferencia con que se dejan arrastrar a los más tenebrosos torbellinos del sufrimiento, sin pensar en hacer un esfuerzo autentico y sincero en bien de las edificaciones definitivas de si mismas. El Evangelio es una carta de ruta para las almas y debe ser leído con visión espiritual, porque, constituyendo la cátedra de Jesús, el discípulo que a el se acerque con la intención sincera de aprender encontrará, todos los simbolismos de la letra, la palabra suave y persuasiva, simple y enérgica de la inspiración de su inmortal Maestro. Trabajo realizado por Merchita Extraído del libro el Consolador que prometió Jesús, Chico Xavier
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Cree y sirve
Si sufres, muestra en plegarias tu historia a Dios. No reclama, restaura. No grita. Auxilia. La impaciencia agita. La aflicción desalienta. Serenate y sirve. Cree, trabaja y confía. No acusa a nadie. La justicia de Dios ve todo. Barullo en ti complica el socorro de Dios. Emmanuel
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LA FE ESPIRITUAL
Cuando Jesucristo habló de la Fe en un sentido espiritual, afirmó que la Fe es capaz de transportar montañas, refiriéndose a que con ella se pueden superar las dificultades de la vida que se interponen en nuestro camino del progreso. La Fe es un estado de poder psicológico que genera la perseverancia y energía necesarias para vencer los obstáculos de esas “montañas” que alegóricamente Jesús dijo que era capaz de transportar. La Fe es como una fuerza que nace del alma , con la certeza de la existencia de la Sabiduría y la Justicia Divinas, que se manifiestan espontáneamente y de forma natural y contínua en la propia vida. Quien tiene Fe, tiene total confianza en Dios porque sabe que él por si mismo es solo un instrumento de Su Voluntad, y que nada se puede hacer o lograr sin El. La Fe no se impone, sino que se siente y se asume en cuanto a lo que creemos como verdades espirituales de carácter universal. La creencia puede facilitar una fe que puede ser razonada o ciega; esta última tiene el peligro de que al no razonar ni examinar nada, acepta igualmente lo falso como lo verdadero,transformándose en otra superstición entre las muchas que ya hay, llegando a sostenerla solamente por el fanatismo. La Fe religiosa en toda su pureza, independiente de lo que es la fe dogmática ,es la fe auténtica, intensa, personal e intransferible en Dios y en los conceptos elevados trascendentes y aparece como un sentimiento natural e innato en muchas personas que se traduce como una seguridad absoluta en la real existencia y presencia de Dios, Amor, Justicia y Misericordia . Para quien posee esta clase de fe, ello es señal de que ya han venido a este mundo preparados para asumirla y sostenerla, y es una prueba más de que la evolución espiritual es un hecho y de que la reencarnación, por tanto, es una realidad. Sin embargo es importante precisar que la auténtica Fe en Dios y en lo que sabemos de conocimiento espiritual, debe ir acompañada y avalada por las acciones, obras, posturas y comportamientos, que corroboren y confirmen esa fe, pues la fe sin obras de nada vale, no deja de ser una teoría como cualquier otra, pero sin embargo estas acciones u obras que no son otra cosa que la Caridad en sus diversos aspectos y formas, sí que acredita estar en un camino espiritual correcto que se está siguiendo.
- josé Luis Martín-
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“ En verdad os digo: si tuviereis fe como un grano de mostaza diréis a ese monte: Transpórtate de aquí para allá y él se transportaría y nada sería imposible” - Jesús de Nazaret -
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¿SOMOS
INVISIBLES?
¿Somos
invisibles? Es probable que, en algún momento, la mayoría de
nosotros se haya cuestionado de esa manera.
Tal
situación ocurre cuando nos adentramos en una tienda y el
funcionario nos ignora.
O
delante de un mostrador de alguna aerolínea, intentando saber si el
vuelo está en el horario. También en algunas reparticiones públicas
buscando informaciones.
El
responsable, o sea la persona o personas que allí se encuentran
simplemente ignoran la indagación, el pedido, la presencia.
Es
como si fuésemos invisibles. Para nosotros que lidiamos con la
inmortalidad, que estudiamos acerca de la vida que nunca cesa, el
primer pensamiento que nos ocurre cuando nos sentimos ignorados es:
¿Será que morí y no me di cuenta?
Por
acaso, ¿he cruzado la aduana de la muerte sin percibirlo? ¿Será
por eso que las personas no me ven, no me contestan?
Sin
embargo, más allá de tales situaciones, de un modo general casi
todos nos movemos en el mundo sin dar atención a los demás.
Por
eso caminamos por la calle, mirando adelante, atentos al semáforo, a
las señales de tránsito, a los nombres de las calles, a los
números, sin mirar a nuestro alrededor.
Es
común que atropellemos a las personas, si no estamos atentos a sus
presencias. Atropellamos y seguimos adelante buscando nuestros
objetivos, sin detenernos siquiera para pedir disculpas.
O
para auxiliar a la persona a recoger lo que se cayó con nuestro
tropiezo. Muchas veces es la propia persona que pierde el equilibrio
y se cae al suelo.
Algo
semejante ocurre cuando las puertas de los autobuses se abren y
salimos como quien necesita apagar un incendio más adelante.
Existen
aquellos que abren camino por la fuerza, golpeando con la mochila que
traen a las espaldas a aquellos que aguardan en las filas, siguiendo
en frente.
Pisan
en los pies ajenos, pero siguen caminando. En el ansia de alcanzar
rápidamente su destino, arrastran consigo lo que encuentran en el
camino: paquetes, libros... de otras personas.
Pero
nunca se detienen a pedir disculpas.
Porque
nada ven, nada sienten, nada perciben. Solo ellos existen en el
tránsito.
En
las filas del cine, supermercados, bancos, oficinas, la cuestión no
es muy diferente.
Personas
que dicen tener prisa, con compromisos urgentes, se adelantan a otras
que aguardan hace mucho tiempo.
Para
ellas, no existe nadie más allá que ellas mismas, su problema, su
dificultad.
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* *
Si
estamos en la lista de personas precipitadas, insensibles, que solo
ven a sí mismas, detengamos el paso.
Miremos
alrededor, observemos, respetemos a los que comparten con nosotros el
mismo autobús, la misma cafetería, la misma repartición pública.
El
hecho que tengamos de arreglar muchas cuestiones no está disociado
de la posibilidad de ser gentiles, suaves, atentos.
Eso
no nos impide mirar alrededor, ceder el asiento a una persona más
vieja, a una embarazada, alguien con dificultad física.
Pensemos
que, así como nosotros no deseamos ser tratados como invisibles, no
debemos proceder de igual manera con relación a los demás.
Somos
todos humanos, necesitados unos de los otros.
Por
lo tanto, actuemos como quien se alzó a la Humanidad y desea seguir
el camino rumbo al ser angelical, nuestro siguiente paso.
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