viernes, 10 de enero de 2014

BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL PAPEL DE LA MUJER EN EL MUNDO

La prensa internacional notificó recientemente que las mujeres reivindican la posibilidad de dirigir vehículos automáticos en Arabia Saudita. Destaca que activistas iniciaron una campaña para que consigan el permiso para conducir en las avenidas y calles sauditas. Ese tipo de comportamiento nos remite para los oscuros escenarios medievales. ¡Qué absurdo! En pleno siglo XXI aun tengamos que convivir con esa situación discriminatoria contra la mujer. Hay actualmente una ingente lucha de la mujer (cada mujer en su actividad, en su día a día) para la obtención de un espacio para su crecimiento como persona. La búsqueda de nuevos caminos profesionales para la mujer hoy toma cuenta de casi todas las familias, en función también de las nuevas necesidades que cada día surgen en nuestra civilización. Sin embargo, no siempre fue así: según las Escrituras- la mujer es responsable por la proscripción del hombre; ella pierde Adán y, con el, a toda la Humanidad; traicionó a Sansón. Un pasaje del Eclesiastés la declara “una cosa más amarga que la muerte”. El casamiento mismo parece un mal: “(…) los que tienen esposas sean como si no las tuviesen”. Exclama Paulo a los Colosenses, a los Efesios. Realmente, hubo un periodo más oscuro en que el cristianismo “oficial” no comprendió a la mujer. Sus representantes (monjes y padres), viviendo en el celibato, lejos de la familia, no podían apreciar el poder y el encanto de ese delicado ser, en quien divisaban antes un peligro. En contra partida a ese cruel tratamiento de la iglesia, la mujer era considerada sacerdotisa en los tiempos védicos; al altar domestico, íntimamente asociada, en Egipto en Grecia, en Galia, las ceremonias del culto, por todas partes era la mujer objeto de una iniciación, de una enseñanza especial, que de ella hacían un ser casi divino, el hada protectora, el genio del hogar, la custodia de las fuentes de la vida. (1) La situación de la mujer, en la civilización contemporánea, aun es difícil y bastante sufrida. Como vimos en las noticias de antes, no siempre la mujer tiene de su parte los derechos y las leyes; muchos peligros la cercan, si ella titubea, si sucumbe, normalmente no se le tiende una mano amiga. ¡Y lo peor! La corrupción de los valores morales hace de la mujer la victima del momento. Sin embargo la Doctrina Espirita restituye a ella su verdadero lugar en la familia y en la obra social, indicándole sublime función que le cabe desempeñar en la educación y en el adelantamiento de la Humanidad. El Espiritismo la atrae y le satisface las aspiraciones del corazón, las necesidades de ternura, que se extienden, para más allá de su círculo de vida física. De ahí la necesidad de desenvolver en la mujer, al mismo tiempo en que los poderes intuitivos, sus admirables cualidades morales, el olvido de sí misma, el júbilo por el sacrificio, en una palabra, el sentimiento de los deberes y de las responsabilidades inherentes para su misión sublime. La mujer tiene que hacerse mariposa; ella tiene que salir de su capullo; y reconquistar sus derechos, que son divinos; como el la mariposa nocturna, lanzarse en la atmósfera y reencontrar el clima de su justo valor. Hasta porque si el agente educador por excelencia fuera reducido al estado de nulidad, la sociedad vacilará. Es lo que debéis comprender en el siglo diecinueve. (2) El espiritismo defiende la tesis de que son iguales ante Dios el hombre y la mujer y tienen los mismos derechos, pues ambos poseen la facultad de progresar (3) y si en algunos países la mujer es considerada inferior, eso es resultado del predominio injusto y cruel que sobre ella asumió el hombre. Es el resultado de las instituciones sociales y del abuso de la fuerza sobre la debilidad. Entre hombres moralmente poco adelantados, la fuerza se hace derecho. (4) Más, las funciones a que la mujer es destinada por la Naturaleza tendrán importancia tan grande como las destinadas al hombre e incluso mayor. Es ella quien le da las primeras nociones de la vida. (5) Siendo así, una legislación, para ser perfectamente justa, debe consagrar la igualdad de los derechos del hombre y de la mujer, sin embargo con funciones diversas. Pues es preciso que cada uno esté en el lugar que le corresponde. Se ocupe del exterior el hombre y del interior la mujer, cada uno de acuerdo con su aptitud. (6) Con mucha razón la ley humana, para ser equitativa, debe consagrar la igualdad de los derechos del hombre y de la mujer. Todo privilegio a uno u a otro concedido es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer acompaña el progreso de la civilización. Su esclavización marcha de par con la barbarie. Los sexos, más allá de eso solo existen en la organización física. Visto que los Espíritus pueden encarnar en uno y en otro, bajo ese aspecto ninguna diferencia hay entre ellos. Deben, por consiguiente, gozar de los mismos derechos. (7) En el reciente pasado la mujer no tenia voz, no tenía voluntades y acreditaban que ni siquiera tenía alma. Este tema fue hasta discutido en un concilio en el año 585, no solo discutían si la mujer tendría alma, más también decía que la naturaleza de la mujer era mala, era culpada de males, porque (como vimos más arriba) en la Biblia consta que ella es quien acepto la sugestión de la serpiente y desvió a Adán de la obediencia de Dios. Como reacción a esa milenaria subyugación de la mujer, actualmente ocurren extremismos preocupantes en su estructura psicológica. La miseria, las lágrimas, la prostitución, el suicidio – tal es el destino de gran número de infelices mujeres en nuestras sociedades opulentas y materialistas. Muchas mujeres radicalizan. Su cuerpo es considerado solo de ella, ella hace lo que bien le parece, no debe nada a nadie. El desafió está puesto. El desafió es encontrar el medio termino, el punto acertado, y el equilibrio momentáneo para la mujer moderna. Por tanto, al ser mujer y ser madre se colocan como desafíos cotidianos, a ser enfrentados. Hace dos mil años Jesús propuso dar a la mujer una condición de “status” social igual a la del hombre. En verdad de ella proviene la vida; y ella la propia fuente de esta, la regeneradora de la raza humana, que no subsiste y se renueve sino por su amor y sus tiernos cuidados. (8) Todo inocuo argumento machista de la mujer ser apenas la sombra del marido, procreadora por excelencia, objeto de placer o apenas alguien que toma cuenta de la casa, es evidente que precisa ser aclarado y rehecho, por ser fenómeno extemporáneo. (9) Concebimos hasta que la mujer deba reducir, cuanto se fuera posible, el tiempo gastado en el trabajo profesional y se esforzase más en la tarea de la educación de sus hijos, prefiriendo ganar un poco menos en valores materiales y potencializando sus tesoros espirituales. Sabemos que actualmente no está fácil esa tarea, pues la sociedad se inclino ante el consumismo materialista, secuestrando a la mujer del hogar para clausurarla en las funciones hodiernas a veces subalternas a su grandeza y casi siempre extrañas a su naturaleza. (10) La administración de una familia, actualmente, es tarea extremamente importante. Dentro de esa pequeña republica hay el factor económico, las reglas, la disciplina, el celo, las tradiciones y la responsabilidad de formación moral e intelectual de los hijos. La mujer debe conciliar el papel de madre y esposa, algunas veces dejado de lado. Por eso es importante no permitir que la competición de la pareja, las presiones del estatus, del dinero y del destaque social roben el equilibrio que la felicidad de la familia requiere. (11) Nada más justo que la lucha por la causa de mayor libertad y derecho para ella. Al final en el Orden Divino no hay distinción entre los dos seres. Sin embargo, urge mucha cautela. Los movimientos feministas aunque tengan su valor, acostumbran a caer en el radicalismo queriendo hacer de la participación natural una imposición. Muchas veces, en sus intuicioes, al lado de comprensibles pleitos, enuncia propósitos que harían de la mujer, no más mujer, más una imitación del hombre. En sintonía con los pleitos femeninos, actualmente, en las huestes espiritas, se observa a la mujer no apenas trabajando como médiums en el campo de la mediúmnidad, más también la encontramos dialogando con los espíritus, dirigiendo reuniones mediúmnicos, instruyendo y preparando nuevos trabajadores en el campo de la mediúmnidad, escribiendo para esclarecer y orientar la practica mediúmnica. Es el Espiritismo, esta bendecida doctrina la que nos permite eso, ella no apenas nos ilumina individualmente, nos consuela y nos alienta, ella también enseña, que estemos encarnados como hombres o como mujeres, nos unamos en nuestros esfuerzos y juntos continuemos para realizar el sublime intercambio espiritual. Jorge Hessen ****************************
NUESTRAS RAZONES Los espíritas, por algún motivo especial parece que estamos inclinados a “complicarnos la existencia”. Me refiero al hecho de que cuanto más nos metemos y profundizamos en el aprendizaje y las experiencias del Espiritismo y todo lo que le rodea, más y más queremos ahondar en sus profundidades, adquiriendo compromisos a veces más allá de nuestras posibilidades reales para poder afrontar con constancia en toda su extensión. Los motivos que nos impulsan suelen ser justificados ante nosotros mismos como “el deseo de aprender cada vez más”. Cuando este motivo ,es realmente cierto, nos cabría preguntar, ¿ para qué ?; ¿ tal vez, para ayudar más a alguien?; ¿ porque así podemos contribuir mejor al desarrollo y expansión de una doctrina o de un conocimiento que cuando se popularice más, gracias a la difusión que cada uno pueda hacer, pues este es el mejor aporte que podemos dar a esta gran doctrina de los Espíritus, puede ser un factor para mejorar eficazmente a esta humanidad para que alcancemos niveles nunca antes vividos, de solidaridad, de paz y de amor entre todos los seres humanos, de modo que las sociedades del mundo se sientan más solidarias y fraternas entre sí de lo que lo fueron antes nunca? . Cuando realmente los motivos que nos impulsan a “complicarnos más la vida”, son los enumerados anteriormente, la justificación es noble y muy loable, pero,¿ realmente en todos los casos son estos los motivos que nos impulsan a todos?. Yo me planteo si no será también en algunos casos un afán de saber más y conocer más, para afianzar nuestra propia seguridad interior, porque en el fondo, necesitamos a cada paso que nos convenzan de lo que decimos creer o mantener. También puede ser que , sencillamente, haya algunos casos de mera curiosidad, para ver si por fin, caminando por los misterios del intercambio mediúmnico, presenciamos algún fenómeno mediúmnico o paranormal, que nos dé mas apoyo a nuestra fe y a los argumentos que empleamos de cara a los demás, en un afán de hacer proselitismo , buscando la admiración, y la credulidad de esos que nos admiran, lograr un convencimiento y una seguridad en nuestros planteamientos y testimonios. Un modo de sentirnos superiores, dando satisfacción a nuestro orgullo, al lograr una admiración hacia nuestro saber o hacia nuestra experiencia y seguridad, que alimente nuestro ego . En el fondo, creo que es posible que muchos, tal vez puede ser que lo que persigan sea la admiración y el cariño de los demás, de lo que no pueden prescindir, sintiéndose un poco “ superiores” al común de los mortales, gracias a sus reconocidos conocimientos , saberes y experiencias, y lo peor de todo: dando una imagen de virtud o de madurez moral, de la que en el fondo en realidad carecen. Hay quien ha leído muchos libros espíritas, y cree por ello saber mucho; otros tienen una larga experiencia de años por su permanencia en el seno de grupos o sociedades espíritas, y eso les hace sentir con cierta autoridad en el campo espírita, con respecto a los “advenedizos” llegados hace menos tiempo; otros han acudido además a tantos y tantos congresos y han escuchado tantas y tantas conferencia brillantes o magistrales, e incluso, las han impartido...., pero, ¿ eso es suficiente?; ¿ con todas las cosas reseñadas, han colmado el tope de lo que se puede lograr, asegurando un lugar de privilegio después, en el mundo espiritual, cuando les llegue la hora de regresar a él?; ¿ es posible que piensen de verdad, que el cariño y las alabanzas de los hombres aquí, les van a situar igualmente después en el más allá?. Todo lo reseñado, está muy bien y es necesario como formación necesaria que todo espírita, como cristiano portador y partícipe en la tercera revelación, debe conocer para con ello iluminar su vida, dando luz a las vidas de los demás, pero lo que no se nos puede olvidar a nadie, es la necesidad individual de cada uno, que todos tenemos en cuanto a la práctica de lo sabido como hermosa teoría. Y no me refiero ya a la práctica mediúmnica o en la de aplicar pases magnéticos o espíritas; me refiero a la práctica de la caridad con los demás; a la práctica del mejoramiento íntimo, luchando contra nuestros defectos morales y nuestras inclinaciones negativas en el día a día; reeducándonos como cristianos de verdad, con la base sólida, no ya del conocimiento teórico de la Codificación, del Evangelio o de otras elevadas obras espíritas, sino con la verdadera base del ejemplo a los demás con nuestra entrega y nuestra caridad en tantas facetas y oportunidades como nos ofrece la vida. No olvidemos nunca que al verdadero espírita se le conocerá por su transformación moral, y esta se produce no con la exposición hueca de una bella teoría doctrinal, sino con esa práctica diaria de la caridad y de la automejora moral, que es el verdadero fruto de los espíritas, y que como imagen evidente, esto siempre habla más que mil palabras. Vamos a comenzar a aplicarnos la máxima de Kardec, cuando afirmó que “fuera de la Caridad no hay salvación”. Por supuesto, es ineludible que debemos formarnos a fondo en la doctrina que amamos y sustentamos, la espírita, en todas sus facetas y aspectos basados a partir de las obras codificadas por Kardec: ciencia, filosofía y moral, así como de tantos buenos autores espíritas, que con sus obras han iluminado y allanado el camino del conocimiento espiritual, y más concretamente, del conocimiento espírita, pero sobre todo refrendemos estos conocimientos con la necesaria transformación moral, evidente para los demás que conociéndonos de un antes, nos puedan comparar indeleblemente con un después que es ahora en nuestro día a día actual, y que ese cambio moral, en una introspección íntima, también pueda ser sentido por nosotros mismos, como indicativo de que vamos por el buen camino. Este propósito que actúa como motor que empuja y funciona en nuestras vidas, justificando el por qué y el para qué estamos aquí, y el por qué y el para qué hemos conocido y aceptado la doctrina espírita, será en efecto, el acicate que de sentido a nuestro paso por esta existencia en la que ya tanto tiempo hemos malgastado. Que cada cual, en conciencia, nos pongamos ya y seriamente manos a la obra, comenzando por mirar nuestras posibilidades reales de hacer algo por los demás, y por nosotros mismos, sin olvidar nunca que nuestro prójimo más inmediato es, por lógica, a quien primero debemos atender y ayudar, y este no es otro que nuestros familiares directos, y por supuesto nosotros mismos, porque si no depuramos antes nuestro interior, con nuestra voluntad y nuestro conocimiento avalado por la vivencia y la experiencia, no podremos ser esa herramienta valiosa , necesaria y precisa que deberá servir para ayuda en el caminar evolutivo de los demás. Jose Luis Martín ***************************
LA TRISTEZA NO ES ENFERMEDAD PSIQUIATRICA, ¿ TRANQUILIZANTES PARA QUÉ? La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que la depresión será la dolencia más común del mundo de aquí a 20 años. Actualmente 121 millón de personas sufren de esa enfermedad. Sin embargo, para el médico Miguel Chalub, hay una cierta exageración en esos números. El defiende que tanto los pacientes como los médicos están confundiendo tristeza con depresión. Chalub, psiquiatra es una de las mayores autoridades brasileñas en depresión, afirma que, actualmente, que cualquier tristeza es tratada como enfermedad psiquiátrica. Los pacientes prefieren recurrir a los remedios a encarar el sufrimiento.” (1) Muchos médicos se rinden a los laboratorios farmacéuticos e indican antidepresivos sin necesidad, excepto en los psiquiatras que son los que menos recetan antidepresivos, porque están más preparados para reconocer las diferencias entre la “tristeza normal y la patología, según Chalub. Muchos profesionales se dejan llevar por el lobby de la industria farmacéutica. No se puede quedar más angustiado, aborrecido, chateado, porque eso es inmediatamente transformado en depresión, afirma Chalub. Es la medicación de una condición humana, la tristeza. Es transformar un sentimiento normal, que todos nosotros debemos tener, dependiendo de las situaciones, en una entidad patológica. Hay situaciones en que, si no quedamos tristes, es un problema – como cuando se “pierde” a un ser querido. Más el hombre no necesita sentir cosas que son humanas, como la tristeza, explica Miguel, Para Chalub lo que diferencia la tristeza normal de la patología es la intensidad. La tristeza patológica es mucho más intensa. La normal es un estado del espíritu. Más allá de eso, la patología es larga. Es la presión en el pecho, la dificultad de moverse, la persona solo quiere quedar dormida, puede acontecer por uno o dos días más, después, pasa. En patológica, se encuentra en las entrañas, informa Chalub. Quien más receta antidepresivos no son los psiquiatras, son los demás médicos. Los psiquiatras tiene una formación para percibir que primero es preciso ayudar a la persona a entender lo que esta pasando con ella y después, si es una depresión, medicar. Ahora, los no psiquiatras, no quieren oír. El paciente dice: “Estoy triste.” El médico responde: “Pues no”, y receta el ansiolítico. ¡Es el problema! Muchos afligidos acostumbran a recurrir a los tranquilizantes y se debaten aflictivamente para que la aflicción no los alcance en la vida cotidiana. ¿Es común extasiarnos ante la belleza de las estrellas del firmamento, en pedidos al Creador, a fin de que la angustia no nos abata y ni nos alcance en el camino, o, aun para que los sufrimientos se desvíen por otros rumbos? Con todo, la realidad de las pruebas y expiaciones ante los estatutos de Dios llega inexorable. Ante los eventos impetuosos de los azotes emocionales, nos sentimos vencidos y solitarios. Más , en realidad, lo que parece infelicidad o derrota puede significar intercesión providencial de Dios, sin necesidad, por tanto, del uso de tranquilizantes para aliviar el dolor. En muchos momentos de la existencia, cuando lloramos lagrimas de angustia, los Benefactores se animan “allá”, de la misma forma en que los horticultores “acá” descansan, serenos, después de la labor del campo bien podado. ¡La vida es así! Esas lágrimas asfixiantes, muchas veces representan para nosotros alegrías en las dimensiones superiores de la vida espiritual. Evidentemente nuestros protectores del más allá no gozan porque estemos con padecimientos atroces, más ellos saben exactamente qué tal situación señaliza posibilidades renovadoras en el buril de nuestro crecimiento espiritual. Considerando la imagen figurada del campo, recordemos que para toda area de cultivo debe haber tiempo de remoción de la tierra, limpieza y de la poda necesarios. Cuando nos encontramos en estado de profunda tristeza, resultante de los deslices que cometemos impensadamente, ante la Ley de Acción y Reacción, es natural que suframos los resabios amargos de la angustia que amontonamos sobre el corazón y el cerebro; todavía cuando los grandes obstáculos y dolores en la lucha diaria nos sorprenden el espíritu, en situaciones que impiden de nuestra responsabilidad directa, en esta hora de angustia intima que nos llega nos proyecta para escalas superiores de evolución, si es soportada con coraje y determinación, alegrando a nuestros amigos espirituales que se esmeran en ampararnos las 24 horas del día, pues ellos ven nuestro esfuerzo en superar con buen ánimo a estos momentos angustiantes. Jorge Hessen ***********************
LA MALEDICENCIA Mercedes Cruz Reyes La maledicencia no tiene que ver con la verdad ni con la mentira, sino con la aviesa manera de contarlas. Nunca se vio contienda que no fuese procedida de murmuraciones inferiores. Es hábito antiguo de la liviandad procurar la ingratitud, la miseria moral, el orgullo, la vanidad y todos los flagelos que arruinan almas en este mundo para organizar las conversaciones de la sombra, donde el bien, el amor y la verdad son sofocados con malicia. Desde tiempos inmemorables la maledicencia ha sido un mal ejercido en todas partes. Desde el momento que están juntas dos personas, se genera una conversación y en la mayoría de las ocasiones es para emitir juicios, hablar de los demás esto es una práctica muy común. Aunque no se tengan argumentos, o pocos conocimientos sobre el asunto que están tratando o de la persona que están hablando, muchas personas rencorosas y frustradas se sienten aliviadas hablando mal de los demás. El diccionario de la real academia de la lengua española, define la maledicencia como la acción o habito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo. El hombre tiene un órgano minúsculo que es la lengua – lámina diminuta envainada en la boca. Instrumento sublime, creado para loar e instruir, ayudar e incentivar el bien, en cambio ¡cuántas veces el hombre se vale de ella para censurar, flagelar, perturbar, herir!… Si el hombre consiguiera dominarla, educarla la podría transformar en timón de paz y amor en el barco de su vida. “La muerte y la vida están en poder de la lengua...” Proverbios 18:21 Con la lengua, podemos definir nuestra vida. Todo lo que sucede en nuestra vida pasa por nuestra lengua. La Bendición o la maldición, la muerte o la vida. La Biblia es muy clara cuando nos dice arriba que la vida y la muerte están en el poder de la lengua. Infelizmente muy pocos creyentes la utilizan bien, produciendo vida. Y muchos se destruyen a sí mismos, a su familia y a otros utilizando mal a su lengua. Algunos no saben de la gravedad de esta palabra, otros sabiendo, actúan sin el temor de Dios, hablando tonterías, maldiciones, palabras de derrota y piensan que esto no trae ningún problema. La maledicencia es el ejercicio de denigrar, de manchar de negro la vida del otro. Es la forma de consuelo más siniestra. La manera más zafia de elevar la propia estima. En estos tiempos de libertad, vivimos su dictadura. Las tres formas más corrientes de ejercer la maledicencia son la calumnia, el chisme, la envidia, analicemos por separado estas faltas tan comunes entre los hombres. Cuando queremos causar un daño y hacemos una acusación falsa sobre alguien calumniamos. El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o en muchos casos a una institución. La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro. Envidia es avinagrarse porque alguien la está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc. Para poder reflexionar sobre el asunto analizaremos una historia, es la de un sabio que fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”. Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física. De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo Los libros sagrados de las principales religiones tales como la Biblia, condenan la maledicencia veamos algunos apartados al respecto: - Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10). - Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano... (Santiago 4:11). - Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31). - Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10). La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros. Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos. Otras veces el “error” es premeditado. Existen artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr bolas contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes. También hay los que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes, (¿no sabes la última?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado posiblemente por un gran complejo de inferioridad. Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. Lo grave es que increíblemente se usa el chisme contra personas consideradas amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende. Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas; si hasta hay programas de televisión y personas que viven de eso. ¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros o de nuestros jefes no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos? ¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de las carencias de éste o de aquél para no tener que afrontar las propias? ¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades? Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible. ¿Se acuerdan del juego del teléfono malogrado? Después de pasar por varias personas el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida. El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble, si preguntamos a un chismoso de donde ha sacado esas expresiones, responderá: “lo escuché”, “me dijeron”, “se comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar. Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos practicado. Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera. La estructura del chisme lo conforman: el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad. Instituciones como la nuestra se convierten en verdaderos campos de espionaje entre sus trabajadores, la inseguridad se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan, compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre vidrios. El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él. En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables. Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo. En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales. ¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chisme, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático? Lo primero que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas. El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18). Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí? Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la multitud de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: "Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,1-2). Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas. Si queremos vivir una vida más significativa, debemos buscar la forma de dejar de “interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos. Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellos. Si vemos algo con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa nos molesta de aquellos que conviven a nuestro alrededor, debemos ir directamente a él y hablarle claramente demostrando nuestros argumentos. ¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad! Este artículo ha sido extraído de Internet y de apartados de diversos libros espiritas, como “religión de los Espíritus” de Chico Xavier, y de Viña de Luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario