martes, 10 de febrero de 2015

Lo que no es el Espiritismo


INFLUENCIAS DE LOS ESTADOS MENTALES

La familiaridad con nuestra propia experiencia nos enseña dos importantes caminos, para liberar la sabiduría de la energía de las emociones: considerarlas seriamente o no darles importancia.
Según nuestro humor, así podemos cambiar el mundo que nos rodea, vemos la importancia de observar nuestros estados mentales. Observamos tambien, a través de nuestra experiencia podemos ver que las emociones dirigen nuestras vidas.
En ti mismo existe la causa de cuanto en tu vida influye. Si completamente aduces tus fuerzas interiores, acondicionarás tu vida en armonía con lo que desees que ésta sea.
Cada cual es el arquitecto y artífice de su propia vida, pero al mismo tiempo que erigimos interiormente el mundo de la conciencia, atraemos al mundo exterior y él nos atrae.
Los pensamientos son la fuerza edificante de que disponemos, porque fuerza es el pensamiento. Cada ser engendra y atrae a su semejante, y a medida que el pensamiento se espiritualiza, llegan a ser más sutiles y poderosos sus efectos. Esta espiritualización obedece a ciertas leyes y está bajo la potestad de todo hombre.
Todas las cosas existen en el Universo invisible antes de manifestarse en el visible, en lo ideal antes de aparecer en lo real, en lo espiritual antes de mostrarse en lo material.
El reino de lo invisible es el reino de las causas. El reino de lo visible es el reino de los efectos. La naturaleza del efecto está siempre determinada y condicionada por la naturaleza de la causa.
Un divino encadenamiento entrelaza el Universo entero y por todos los lugares la voluntad humana está vivificada por la voluntad divina, de manera que si con ella armonizamos la nuestra y obramos de acuerdo con las leyes y fuerzas superiores, seremos un eslabón del maravilloso encadenamiento del Universo. Tal es el secreto de todo éxito. Así se llegan a adquirir desconocidas riquezas e inimaginables facultades.
De Dios procede directamente la vida espiritual que nos relaciona con el Infinito.
Pero además hay la vida física que nos pone en relación con el universo material que nos rodea. El pensamiento enlaza una vida con otra y establece el intercambio entre ambas.
Antes de pasar adelante, consideremos brevemente la naturaleza del pensamiento. No es el pensamiento, como muchos suponen, una indefinida y mera abstracción, o algo de naturaleza semejante. Es por el contrario una fuerza positiva, la fuerza más vital, sutil e irresistible que en el Universo existe.
Los pensamientos son fuerzas con forma, cualidad, substancia y potencia. Todo cuanto existe en el Universo físico tuvo su origen en el pensamiento y de éste tomó su forma. Cada edificio, cada estatua, cada pintura, cada máquina, todo tuvo su cuna en la mente de quien lo concibió antes de plasmarlo en material expresión.
Todo existe en lo invisible antes de que se manifieste o realice en lo visible. Y si esto es así, las cosas invisibles son las reales, mientras que las visibles son las ilusorias, porque las invisibles son causas y los visibles efectos. Las invisibles son eternas. Las visibles, mudables, transitorias y perecederas.
El poder de la palabra es un riguroso hecho científico. Por la acción de nuestras fuerzas mentales tenemos poder creador. La palabra hablada es en cierto modo el medio de manifestación del pensamiento.
La exquisita sensibilidad es una ventaja para quien sepa aprovecharla, y con ella recibir más intensamente el impulso del interno espíritu y el de las fuerzas e influencias exteriores. En cambio será una desventaja e infortunio para quien no pueda cerrarse a las influencias malignas.
Sin embargo, la exquisita sensibilidad será gran desventaja e infortunio para quien no pueda cerrarse a las influencias malignas. Todos somos capaces de adquirir esta facultad por medio de la mente, sea cual sea la sensibilidad de nuestro organismo, porque no hay hábito de mayor provecho para quien quiera, sea su sensibilidad más o menos delicada, que apoyar sus actos en la mente. Lo ideal es cerrarse, hacerse impenetrable a toda cosa rastrera y abrirse y hacerse asequible a elevadas influencias y a las cuestiones de lo alto.de esta forma las influencias nocivas de ambos mundos, visible e invisible, quedaran repelidas y evocaremos las elevadas y optimistas que acudirán según la intensidad con que las evoquemos.
Toda vida es una. Y si consideramos que de nosotros dependen los órdenes de relación y trato con los demás hombres y por consiguiente las influencias atraídas, nos convenceremos de que todos estamos ligados a una existencia universal, común y colectiva, no como despreciables maniquíes sin voluntad propia, sino con libre albedrío.
Está hoy científicamente demostrado hasta la evidencia que todo aquello que vemos sólo es una mínima parte de lo que realmente existe. Los ojos del cuerpo no ven las fuerzas vitales y psíquicas que obran en nuestro propio ser y en el mundo exterior, y que sin embargo son las causas de cuanto vemos físicamente. Fuerzas son los pensamientos y cada cosa engendra y atrae a su semejante. Quien sepa dominar sus pensamientos gobernará su conducta.
El pensamiento lleva en sí los elementos necesarios para cristalizar en acción con tanta seguridad y exactitud como cristaliza el visible pedazo de cobre y atrae las invisibles partículas del mismo metal disueltas en el líquido. Una mente henchida de esperanza, confiada, animosa y resuelta en sus propósitos atrae todos los elementos y condiciones necesarios para realizarlos.
Todo pensamiento tiene positivo valor en la conducta. De la naturaleza de nuestros pensamientos depende la fortaleza de nuestro cuerpo, el vigor de vuestra mente, el éxito de nuestros negocios y la alegría que a los demás hombres comunica nuestro trato... Y en cualquier disposición que pongáis vuestra mente, recibiréis las influencias del mundo invisible en correspondencia y armonía con ella.
Concretad en vuestro alrededor pensamientos placenteros, retenedlos cuanto podáis, y en mar o en tierra atraeréis sin cesar, consciente o inconscientemente, pero de exacta manera, cuanto esté en armonía con la naturaleza de vuestros pensamientos, que son nuestro particular patrimonio y podemos ajustarlos firmemente a nuestra inclinación con sólo reconocer nuestra capacidad para ello.”
La fe no es ni más ni menos que la actuación de las fuerzas mentales en forma de ardiente anhelo con esperanza de lograrlo y satisfacerlo. Y en el grado en que tengamos esta fe, estará sostenido y alimentado nuestro ardiente deseo por firmísima esperanza, aunque su objeto se mude del mundo visible al invisible, del espiritual al material. Pero si la duda se apodera de Nosotros, la que pudiera ser fuerza irresistible quedará neutralizada por nocivas influencias hasta el punto de desmayar en la realización de vuestro anhelo. Por el contrario, continuamente sostenidos y alimentados por firme esperanza, llegará a ser vuestro deseo poderoso, irresistible y absoluta fuerza de atracción, de resultados absolutos en proporción directa a lo absoluto de ella.”
La voluntad sólo es potencia y fuerza como manifestación de las fuerzas mentales. Por esto llamamos voluntad al pensamiento enfocado en dirección determinada. Y en el grado en que así se enfoca y dirige, se concreta en la obra en cuya realización se empeña.
Hay dos linajes de voluntad: humana y divina. La humana es la que pertenece comúnmente al yo inferior y en su aspecto de deseo actúa en los mundos mental y físico. Es la voluntad concupiscente, la de quien todavía ignora que hay una vida más allá de los sentidos corporales, donde se alcanza la más alta perfección y el más cumplido gozo. La divina voluntad es la voluntad del Yo superior, la de quien reconoce su unión con Dios y que en consecuencia obra en armonía con la voluntad divina. “El Señor tu Dios es poderoso en medio de ti” (Sofonías, 3:17).
El miedo y el tedio obstruyen de tal modo las vías del cuerpo, que las fuerzas vitales fluyen por ellas tardía y perezosamente. La esperanza y el sosiego desembarazan las vías del cuerpo de tal manera, que las fuerzas vitales recorren un camino donde rara vez el mal puede sentar la planta.
Un notable autor norteamericano, discípulo de una de las mejores escuelas médicas de los Estados Unidos, que ha hecho profundos estudios de las fuerzas constructivas del organismo humano y de las que lo destruyen y descomponen dice:
La mente es el natural protector del cuerpo... Todo pensamiento propende a multiplicarse, y las horribles imaginaciones de males y vicios de toda clase producen en el alma lepras y escrófulas que se reproducen en el cuerpo. La cólera transforma las propiedades químicas de la saliva en ponzoña dañina para la economía del organismo.
Bien sabido es que un repentino y violento disgusto no sólo ha debilitado el corazón en pocas horas, sino que ha producido la locura y la muerte. Los biólogos han descubierto gran diferencia química entre la transpiración ordinaria y el sudor frío de un criminal acosado por la profunda idea del delito. Y algunas veces puede determinarse el estado del ánimo y de la mente por el análisis químico de la transpiración de un criminal, cuyo sudor toma un característico tinte rosáceo bajo la acción del ácido selénico.
Sabido es también que el mi que el miedo ha ocasionado millares de víctimas, mientras que por otra parte el valor robustece y vigoriza el organismo. La cólera de la madre puede envenenar a un niño de pecho.
Rarey, el famoso domador de potros, afirma que una interjección colérica puede producir en un caballo hasta cien pulsaciones por minuto. Y si esto ocurre en un pulso tan fuerte como el del caballo, ¿qué sucederá en el de un niño de pecho?
El excesivo trabajo mental produce a veces náuseas y vómitos. La cólera violenta o el espanto repentino pueden ocasionar ictericia. Un paroxismo de ira tuvo muchas veces por efecto la apoplejía y la muerte. Y en más de un caso, una sola noche de tortura mental bastó para acabar con una vida.
La pesadumbre, los celos, la ansiedad y el sobresalto continuados propenden a engendrar la locura. Los malos pensamientos y los malos humores son la natural atmósfera de la enfermedad, y el crimen nace y medra entre las miasmas de la mente.”
De todo esto podemos inferir la verdad capital, hoy científicamente demostrada, de que los estados mentales, las pasiones de ánimo y las emociones tienen peculiar influencia en el organismo y ocasionan cada cual a su vez una forma morbosa particular y propia que con el tiempo llega a ser crónica.
 Si una persona queda momentáneamente dominada por una pasión de cólera, perturba su economía física lo que con verdad pudiéramos llamar una tempestad orgánica, que altera, mejor dicho, corroe los normales, saludables y vivificantes humores del cuerpo, los cuales, en vez de cooperar al natural funcionamiento del organismo, lo envenenan y destruyen. Y si esta perturbación se repite muchas veces, acumulando sus perniciosas influencias, acaba por establecer un especial régimen morboso que a su vez llega a hacerse crónico. Por el contrario, los afectos opuestos, tales como docilidad, amor, benevolencia y mansedumbre, propenden a estimular saludables, depurativas y vivificantes secreciones. Todas las vías orgánicas quedan desembarazadas y libres y las fuerzas vitales fluyen sin obstáculo por ellas, frustrando con su enérgica actividad los ponzoñosos y nocivos efectos de las contrarias.
El verdadero proceso de la salud debe llevarse a cabo por la operación de las fuerzas interiores. Los médicos se ven hoy obligados a estudiar psicología y a seguir los pasos de sus precursores en el vasto campo de la terapéutica mental.
Uno puede curar a otro, mas la conservación de la salud debe ser obra de uno mismo. En este punto, el concurso ajeno es semejante a un maestro que nos lleva a la completa deducción de las fuerzas interiores. Pero siempre se necesita el trabajo propio para que sea permanente la cura. Las palabras de Cristo eran casi invariablemente: “Ve y no peques más. O tus pecados te son perdonados.” Así expuso el eterno e inmutable principio de que todo mal y su consiguiente pena son resultado directo o indirecto de la transgresión de la ley, bien consciente, bien inconscientemente, ya con intención, ya sin ella.
El sufrimiento sólo dura mientras persiste el pecado, tomando esta palabra no precisamente en el sentido teológico, sino en el filosófico, aunque algunas veces en ambos. En cuanto cesa la transgresión de la ley y se restablece la armonía, cesa también la causa del sufrimiento. Y aunque las heces del pecado y sus acumulativos efectos permanezcan todavía, no se acrecentarán, porque la causa ha desaparecido y el daño dimanante de la transgresión pasada comenzará a disminuir tan pronto como actúen normalmente las fuerzas interiores.
Nada hay que más rápida y completamente nos lleve a la armonía con las leyes a las cuales hemos de vivir sujetos, que la vital realización de nuestra unidad con Dios, vida de toda vida. En Él no puede haber mal y nada removerá con más prontitud los obstáculos acumulados, es decir, los residuos del mal, que esta entera realización, abriéndonos completamente al divino flujo. “Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ezequiel, 37:14).
Desde el momento en que advertimos nuestra unidad con Dios, ya no nos reconocemos como seres materiales, sino como seres espirituales. Ya no incurrimos en el yerro de considerarnos sujetos a enfermedades y dolencias, sino como constructores y dueños del cuerpo donde mora el espíritu, sin admitir señoríos sobre él. Desde el momento en que el hombre se convence de su propia supremacía, ya no teme a los elementos ni a ninguna de las fuerzas que hasta entonces en su ignorancia creía que afectaban y vencían al cuerpo. Y en vez de temerías como cuando estaba ligado a ellas, aprende a amarlas.
Llega entonces a la armonía con ellas, o mejor dicho, las ordena de modo que lleguen a estar en armonía con él, y de esclavo se convierte en dueño. Desde el momento en que amamos una cosa, ya no nos daña.
Hay actualmente muchísimos de cuerpo débil y enfermizo, que llegarían a ser fuertes y sanos con sólo dar a Dios la oportunidad de manifestarse en sus obras. Quiero decir: No te cierres al divino flujo. Haz algo mejor que esto: Ábrete a él. Solicítalo. En el grado en que a él te abras, fluirá a través de tu cuerpo la fuerza vital con impulso suficiente para destruir los obstáculos que lo embarazan. “Mis palabras son vida para quienes las oyen, y salud para toda su carne” (Proverbios, 4:22).
Verdaderamente, en el grado en que realicéis vuestra unidad con Dios, actualizando de este modo vuestras fuerzas y facultades potenciales trocaréis tribulación por sosiego, discordancia por armonía, sufrimiento y pena por salud y vigor. Y en el grado en que realicéis esta plenitud, esta abundancia de salud y de vigor en vosotros mismos, haréis partícipes de ella y la comunicaréis a cuantos con vosotros se relacionen. Porque conviene recordar que la salud es tan contagiosa como la enfermedad.
En el grado en que lleguéis a uniros vitalmente con Dios, de donde proceden y están continuamente procediendo todas las formas de vida individual, y en el grado en que por medio de esta unión os abráis al divino flujo, actualizaréis las fuerzas que tarde o temprano determinen en vuestro cuerpo abundancia de salud y vigor.
La terapéutica mental que estamos considerando, no sólo ejercerá su influencia benéfica allí donde haya una morbosa condición del cuerpo, sino que donde esta condición no exista, acrecentará la vida, el vigor y las fuerzas corporales.
Muchos casos han ocurrido en todo tiempo y país, de curas efectuadas por medio de la acción de las fuerzas interiores con entera independencia de agentes externos. Varios han sido los nombres dados a la terapéutica psíquica, pero su principio fundamental fue siempre el mismo y el mismo es hoy. Cuando el divino Maestro envió a sus discípulos a difundir su doctrina por el mundo, les mandó que curasen a los enfermos y consolasen a los afligidos, al mismo tiempo que enseñaran a toda la gente. Los primeros cristianos tenían la facultad de curar, y esta operación formaba parte de las buenas obras.
Cualquier cosa en que fijemos nuestro pensamiento influye con mayor o menor intensidad en nosotros. Si la tememos o si la repugnamos, producirá efectos nocivos y desastrosos. Será mejor examinar cuanto antes la causa de cualquier asunto que nos afecte, a fin de establecer lo más pronto posible en nuestro interior las condiciones necesarias para que sólo influya lo bueno.
En el grado en que reconozcamos nuestras fuerzas interiores, seremos capaces de gobernar y mandar. En el grado en que dejemos de reconocerlas, seremos esclavos y siervos. Construimos todo cuanto en nuestro interior hallamos y atraemos todo cuanto a nosotros se acerca, por ministerio de la ley natural que, por serlo, es también ley espiritual.
La síntesis de la vida humana es causa y efecto. Nada existe por casualidad en ella ni tampoco en el universo entero. Para vivir tranquilos debéis buscar primeramente vuestro centro propio, manteneros firmes en él, gobernar el mundo desde vuestro interior. Quien no condiciona las circunstancias invierte el régimen y queda condicionado por ellas. Hallad vuestro centro y vivid en él sin cederlo a nada ni a nadie. En el grado en que esto logréis, os mantendréis más y más firmes. ¿Y cómo puede el hombre hallar su centro? Reconociendo su unión con Dios y viviendo continuamente en este reconocimiento.
Al atraer a nosotros por el miedo lo que nos causa temor, atraemos también todas cuantas condiciones contribuyen a mantener el miedo en nuestro ánimo. Y esto sucederá en proporción a la intensidad temerosa de nuestro pensamiento y según la mayor o menor afectividad de nuestro organismo, aunque por nuestra parte no nos percatemos de su influencia.
El miedo, el desaliento, el tedio y otras análogas disposiciones de ánimo son muy perjudiciales para quien les da cabida en su interior, sea hombre, mujer o niño. El miedo paraliza las acciones salutíferas, el tedio corroe y abate el organismo y concluye por desmoronarlo. Nada se gana y todo se pierde con ello, y cada pérdida o daño nos ocasionará una pesadumbre. Y cada vicio tiene su peculiar tribulación.
La avaricia producirá efectos semejantes a la tacañería y a la codicia. La cólera, los celos, la ruindad, la envida, la lujuria, tienen cada cual su peculiar manera de corroer, debilitar y destruir el organismo.
La armonía con las leyes superiores no sólo nos dará prosperidad y dicha, sino también salud
corporal. El gran vidente hebreo, el rey Salomón, enunció una admirable regla de conducta cuando dijo:
Así como la rectitud es para vida, así quien sigue el mal es para su muerte” (Proverbios, 11:19). “En el camino de la rectitud está la vida y la senda de su vereda no es muerte” (Proverbios, 12:28).
Tiempo vendrá en que esto signifique todavía mucho más de lo que la mayoría de la gente no se atrevería hoy a sospechar. El hombre ha de decir si su alma morará en su inderogable mansión de creciente esplendor y belleza o en una choza por él mismo edificada, que al fin y a la postre caiga en ruinas.
Multitud de gentes viven sin preocuparse de otra cosa que de satisfacer sus pasiones en desarreglada vida. Y sus cuerpos, debilitados por nocivas influencias, van cayendo antes de tiempo por el camino. ¡Pobres mansiones corpóreas! Las destinadas a ser templos hermosísimos, se desmoronan por ignorancia, atolondramiento y alucinación de sus moradores. ¡Pobres moradas!
El observador sagaz que cuidadosamente estudie el poder de las fuerzas mentales, pronto será capaz de conocer en la voz, ademanes y semblante los efectos producidos por la emoción prevaleciente en el ánimo. O al contrario, de las emociones del ánimo puede colegir la voz, los ademanes, el semblante y aun los achaques y dolencias del individuo.
De labios de una respetable autoridad científica hemos oído que el estudio del cuerpo humano, su estructura y el tiempo que tarda en llegar a su completo crecimiento, en comparación con el que tarda el de varios animales y su correspondiente longevidad, nos revela que el hombre debería vivir naturalmente cerca de ciento veinte años. Pero que sólo alcanza la duración media a causa de la multitud de nocivas influencias a las cuales se abandona y lo avejentan, debilitan y destruyen.
Acortada así la natural longevidad de la vida, se ha llegado a creer comúnmente que es su normal período de duración. Y en consecuencia, al ver que por regla general a cierta edad da la gente señales de vejez, creen muchos que lo mismo les ha de suceder a ellos. Y engolfados en esta idea de muerte, atraen sobre sí condiciones de decrepitud mucho antes de lo que por ley natural habría de sobrevenir.
Tan poderosas como ocultas son las influencias de la mente en la construcción y reconstrucción del cuerpo. Conforme vayamos descubriéndolas, irá arraigando en la gente la esperanza de contar los años de su segundo siglo.
Dios no engendra jamás la enfermedad, ni el sufrimiento ni la aflicción. Estos males son obra exclusiva del hombre, que se los acarrea al transgredir las leyes de la vida. Pero tan acostumbrados estamos a verlos sobrevenir, que nos parecen naturales y necesarios.
Día llegará en que la labor del médico sea procurar, no la salud del cuerpo, sino la de la mente, que a su vez curará el cuerpo enfermo. En otros términos: el verdadero médico será el maestro, y su obra consistirá en guiar a los hombres y guardarlos de todo mal, en vez de esperar a curarlos después de que el mal se haya cebado en ellos. Todavía más: día llegará en que cada cual sea su propio médico. En el grado en que vivamos acordes con las capitales leyes de nuestro ser y en el grado en que mejor conozcamos las fuerzas mentales y espirituales, atenderemos menormente al cuerpo, es decir, no con menos solicitud, sino con menor atención.
Mucho más sanos estarían millares de individuos si no se preocuparan tanto de su salud. Por regla general, quienes menos piensan en su cuerpo gozan de mejor salud. Gran número de enfermizos lo son por la desconsiderada atención con que cuidan de su cuerpo.
Dale a tu cuerpo el necesario alimento, el conveniente ejercicio y solaire, mantenlo limpio y no te preocupes de lo demás. Aparta tus pensamientos y esquiva tus conversaciones de enfermedades y dolencias, porque el hablar de ellas te causará daño a ti y a quien te escuche. Habla de cuestiones provechosas para tu oyente, convéncele de la bondad de Dios y así le comunicarás salud y vigor en vez de enfermedad y flaqueza.
Jamás podremos recobrar la salud pensando en la enfermedad, ni alcanzar la perfección hablando de imperfecciones, ni llegar a la armonía por medio de la discordancia. Hemos de tener siempre ante los ojos de la mente ideales de salud y armonía...
Nunca afirméis o repitáis respecto a vuestra salud lo que no deseéis que sea verdad. No tratéis de vuestras dolencias ni examinéis vuestros síntomas. No cedáis jamás al convencimiento de que no sois dueños de vosotros mismos. Afirmad resueltamente vuestra superioridad sobre las enfermedades corporales, y no os reconozcáis esclavos de ninguna potestad inferior. El hombre no logrará éxito alguno sin confianza en si mismo. Por regla general nosotros mismos nos cerramos el camino.
Todo cuando hemos dicho puede resumirse en una frase: “Dios es para vosotros lo mismo que vosotros sois.” Debéis despertaros al conocimiento de vuestro verdadero ser. Al despertar determinaréis las condiciones que han de exteriorizarse en vuestro cuerpo. Debéis convenceros por vosotros mismos de vuestra unidad con Dios. La voluntad divina será entonces vuestra voluntad y vuestra voluntad la de Dios; y con Dios todas las cosas son posibles. Cuando reconozcamos con entera independencia esta unidad, no sólo desaparecerán nuestras enfermedades y dolencias corporales, sino toda clase de obstáculos, limitaciones y entorpecimientos.


Trabajo extraído del libro “EN ARMONÍA CON EL INFINITO” de RODOLFO WALDO TRINE
Realizado por M. C. R.

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            LO QUE EL ESPIRITISMO NO ES


    El esoterismo hace referencia a una noción de misterio, a una enseñanza oculta accesible por intermedio de una iniciación. El ocultismo se refiere a disciplinas conocidas únicamente por los iniciados y asociadas a nociones sobrenaturales y misteriosas que no pueden ser comprendidas por la ciencia llamada materialista. En cuanto al espiritismo, se encuentra en los antípodas de estos movimientos o doctrinas. ¿Por qué? En espiritismo, no hay ninguna enseñanza oculta. Los espíritus se manifiestan para que la humanidad reconozca su ontología, comprenda la vida, la muerte y la reencarnación a la luz de los que la han precedido en el más allá, y por tanto su posible manifestación a través de la mediumnidad. De allí la utilización de diversos órganos de difusión para dar a conocer esta filosofía: Le Journal Spirite, nuestro foro en internet: spiritisme.com, conferencias y debates públicos. No hay ninguna iniciación, ningún camino iniciático que seguir. Cada afiliado puede instruirse sobre la historia del espiritismo y sus precursores por medio de la lectura e informarse acerca de los mensajes recibidos en treinta y cinco años de experiencias vividas por nuestra asociación. Cada pregunta encuentra su respuesta en el conocimiento y el compartir de ese mismo conocimiento. Los misterios y fenómenos llamados sobrenaturales son explicados a la luz del espiritismo y de las leyes naturales que permiten la manifestación del más allá en su diversidad espiritual, leyes que fueron estudiadas por Allan Kardec y numerosos científicos del siglo XIX y comienzos del XX. Las nociones de misterio, sobrenatural, secreto e iniciación confieren un poder de dominio de unos sobre el conjunto. En espiritismo, no hay ninguna jerarquía, sea uno médium o no. Cada uno tiene su lugar y es respetado por lo que es, un espíritu reencarnado en el camino de la vida. Por consiguiente, el espiritismo no es, ni oculto ni esotérico, sino exotérico, pues su conocimiento es difundido a todo público. 
-Rosa-
( Extraido de la Revista Espírita nº 83)

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            DONACIÓN DE                            ÓRGANOS

        LA DONACIÓN DE ORGANOS PARA TRANSPLANTES ES PERFECTAMENTE LEGITIMA 


En las prácticas médicas en todas las especialidades, el transplante de órganos es lo que demuestra con mayor claridad la estrecha relación entre la muerte y la nueva vida, el renacimiento de las cenizas como Fénix: el mitológico símbolo de la renovación del tiempo y de la vida después de la muerte. (1) 

La temática "donación de órganos y transplantes" es bastante coetáneo en el escenario terreno. Sobre el asunto las informaciones instructivas de los Benefactores Espirituales no son abundantes. El proyecto genoma, las investigaciones sobre las células tronco embrionarias y otras señalizan el alcance de la ciencia humana. Los transplantes, en épocas atrasadas repletas de casos de rechazo, se tornaron prácticas recientes de recomposición orgánica. El esmero "en-vivo" de experiencias visando regeneración de células y la perspectiva de la mejoría de la vida caminan delante, aun que las pesquisas señalan, aun, el inicio de la marcha. Eso torna auspiciosa la expectativa de la ciencia contemporánea. Con todo, el recelo del desconocimiento paraliza la imaginación de muchos.

Algunos espiritas rechazan el autorizar, en vida, la donación de sus propios órganos después de desencarnar, alegando que Chico Xavier cuando afirmo "mi mediúmnidad, mi vida, dedique a mi familia, a mis amigos, al pueblo. La muerte es mía. Yo tengo este derecho. Nadie puede hurgar en mi cuerpo; el debe ir para la madre Tierra", lo hizo porque cuando aun estaba encarnado Chico recibió varias propuestas [inoportunas] para que su cerebro fuese estudiado después de su desencarnación. De hay la comprensible recelo de que su cuerpo fuese profanado en ese sentido. 

No podemos olvidar que si hoy somos potencias deudoras, mañana, podremos ser o nuestros familiares potencias receptores. "Para la mayoría de las personas, la cuestión de la donación es tan remota y distante como la muerte. Más para quien está esperando un órgano para transplante, ella significa la única posibilidad de vida" (2) Juana de Angelys sabiendo de esa importancia resalta "(…) Verdadera bendición, el transplante de órganos concede la oportunidad de proseguimiento de la existencia física, en la condición de moratoria, a través de la cual el Espíritu continua el periplo orgánico. Al final, la vida en el cuerpo es medio para la plenitud, que es la vida en si misma, actuante y real" (3) 

En una entrevista a la TV en agosto de 1964, Francisco Candido Xavier comenta que el transplante de órganos, en la opinión de los Espíritus sabios es un problema de la ciencia muy legítimo, muy natural y debe ser llevado adelante. Los Espíritus, según Chico Xavier - no acreditan que el transplante de órganos sea contrario a las leyes naturales, pues es muy natural que, al nosotros desprendernos del cuerpo vengamos a donar los órganos prestados a compañeros necesitados de ellos, que puedan utilizarlos con provecho. (4) 

La donación de órganos para transplantes es perfectamente legítima. Divaldo Franco certifica: si la misericordia divina nos confiere una organización física sana, es justo y valido, después de nosotros haber utilizado ese patrimonio, ofrecerlo, gracias a la conquistas valiosas y a la tecnología, a los que vinieron con carencia a fine de continuar la jornada. (5) 

No hay, también, reflejos traumatizantes u inhibidores en el cuerpo espiritual, en contrapartida a la mutilación del cuerpo físico. El donador de ojos no retornará ciego al Más Allá. ¡Si así fuese, que seria de aquellos que tienen el cuerpo consumido por el fuego o desintegrado en una explosión? (6) 

¿Cuándo se puede precisar que una persona está realmente muerta? Conforme la American Society Neuroradiology muerte encefálica es el estado irreversible de cesación de todo el encéfalo y funciones neurales, resultante de edema y compacta destrucción de los tejidos encefálicos a pesar de la actividad cardiopulmonar puede ser mantenida por avanzados sistemas de soporte vital y mecanismo y ventilación". (7) 

La gran algazara del asunto es la muerte encefálica, en la vigencia de la cual órganos o partes del cuerpo humano son removidos para la utilización inmediata en enfermos de ellos necesitados. Estar en muerte encefálica es estar en una condición de parada definitiva e irreversible del encéfalo, incompatible con la vida y de la cual nadie jamás se recupera. (8) Habiendo muerte cerebral, verificada por exámenes convencionales y también apoyada en recursos de moderna tecnología, apenas los aparatos pueden mantener la vida vegetativa, algunas veces por tiempo indeterminado. Es en ese estado que se verifica la posibilidad del donador de órganos "morir" y solo entonces sus órganos pueden ser aprovechados - ya que los órganos sin irrigación sanguínea no sirven para transplantes. ¿Seria eutanasia? Evidentemente que caracterizar el hecho como tal carece de argumentación científica. (…) para condenar el transplante de órganos: la eutanasia de modo alguno se en esos caos de muerte encefálica comprobada. (8) 

La medicina, en todo el mundo, tiene como certeza que la muerte encefálica, que incluye la muerte del tronco cerebral (10) solo tendrá constatación a través de dos exámenes neurológicos, con intervalo de seis horas, y un complementario. Así, cuando fuera constatada la cesación irreversible de la función neura, ese paciente estará muerto, para la unanimidad de la literatura médica.

Cuestión que también delicadamente es levantada es la reacción del organismo después de la cirugía. Chico Xavier nos viene al auxilio, explicando: Andre Luiz considera el rechazo como un problema claramente comprensible, pues los órganos del cuerpo espiritual está presente en el receptor. El órgano periespiritual provoca los elementos de la defensiva del cuerpo, que los recursos inmunológicos en futuro próximo, naturalmente, lo van a sostener o cohibir. (11) Especialistas, a partir 1967, desenvolvieron varias drogas imunossupressoras (ciclosporina, azatiaprina y corticoides), para reducir la posibilidad de reacción, pasando los receptores de órganos a tener una mayor sobrevivencia. (12) Estadísticamente, ahí es que la tasa de prolongamiento de vida de los transplantes es extremadamente elevada. Eso gracias no solo a las técnicas medicas, siempre perfeccionándose, más también por los esquemas imunossupressores que se desenvolverán y se ampliaran considerablemente, existiendo actualmente esquemas que elevan al cero por ciento (0%) la reacción celular aguda en la fase inicial del transplante, que es cuando ocurren. (13) 

Andre Luiz explica que cuando la célula es retirada de su estructura formada, en el cuerpo humano, yendo laboriosamente para otro ambiente energético, ella pierde el comando mental que la orientaba y pasa, de esa forma, a individualizarse; al ser implantada en otro organismo [por transplante, por ejemplo], tenderá a adaptarse al nuevo comando [espiritual] que la rehabilitará y para seguir la coordinará su trayectoria. (14) Condición esa corroborada por Juana de Angelis cuando expone: (…) transferido el órgano para otro cuerpo, automáticamente el periespíritu del encarnado pasa a influenciarlo amoldándolo a sus necesidades, lo que exigirá del paciente beneficiado la urgente transformación moral para mejor, a fin de que su mapa de pruebas sea también modificado por su renovación interior, generando nuevas causas desencadenadoras para la felicidad que busca y tal vez aun no merezca. (15) 

Los espíritus afirmaron a Kardec que el desligamiento del cuerpo físico es un proceso altamente especializado y que puede demorar minutos, horas, días, meses. (16) 

Sin embargo con la muerte física no hay más cualquier vitalidad en el cuerpo, aun así hay casos en que el Espíritu, cuya vida fue todo material, sensual, queda apegado a los despojos, por afinidad dada por el a la materia. (17) Todavía, recordamos de la situación que ocurre todos los días en las grandes ciudades: la practica de la necroscopia, exigida por la fuerza de la Ley, en los casos de muerte violenta o sin causa determinada: se abre el cadáver, de la región externa hasta el bajo vientre, exponiéndosele las vísceras tóracoabdominais..(18) No se puede perder de vista la cuestión del merito individual. Estaría el destino de los Espíritus desencarnados a la merced de la decisión de los hombres en retirarles los órganos para transplante, en quemarles el cuerpo o retirarles las vísceras para la ocasión de la necropsia? ¡El buen sentido y la razón gritan que eso no es posible, por cuanto seria admitir la justicia del acaso y el acaso no existe! (19) 

En síntesis la donación de órganos para transplantes no afectará al espíritu donador, excepto si aseguramos ser injusta la. Ley d e Dios y estuviéramos en el Orbe a la deriva de Su Voluntad. Recordemos que en los Estatutos del Padre no hay espacio para la injusticia y el transplante de órganos (hazaña de la ciencia humana) es valiosa oportunidad de entre tantas colocadas a nuestra disposición para el ejercicio del amor. 

Traducido por: Merchita
Jorge Hessen
E-Mail: jorgehessen@gmail.com

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