viernes, 11 de marzo de 2016

¿ Quien fue Sebastián de Arauco ?





                       Palingenesia IX

Personas hay que ansían alcanzar la jubilación para no tener que trabajar más sin percatarse que la naturaleza humana necesita de una constante actividad para el normal funcionamiento del organismo y para una vejez agradable y feliz. Porque, la vejez ociosa conduce al aburrimiento, hace la vida tediosa, achacosa e inútil.

Según las estadísticas, una gran parte de los jubilados fallecen prontamente después de alcanzar la jubilación. Y la causa principal es la falta de estímulo, la falta de un objetivo, de un ideal para seguir viviendo. Salvo aquéllos con una mentalidad inferior y perezosos, los más, pronto caen en el hastío; porque una mente ociosa es como un huerto abandonado y falto de cultivo, que pronto se llena de maleza. Una mente ocupada con pensamientos positivos, constructivos, edificantes, como consecuencia de un ideal que estimula, es una mente sana, armónica, productora de salud, alegría y bienestar. Mientras que, una mente ociosa es productora de tedio, hastío, aburrimiento y otros males; estados desarmónicos ésos, que enferman el cuerpo y amargan la vida.

Por ello, necesario es crear y mantener un ideal, para que, cuando llegue la vejez, pueda continuarse en la realización de ese ideal, y con él penetrar en la ancianidad plena de actividad jubilosa, que no tan sólo prolonga la vida, sino que la hace alegre y feliz. Sí, feliz; porque la felicidad no está en la posesión de las cosas, ni en la holganza, que pronto aburren, sino en la propia naturaleza espiritual del Ser. No obstante lo expuesto, existen aspectos de ancianidad dolorosa. Y aún cuando la previsión social actual asegura la subsistencia del individuo que ha alcanzado la tercera edad, podemos apreciar casos de ancianidad achacosa y dolorosa, física y psíquicamente, así como de invalidez por enfermedades degenerativas prolongadas. ¿Y qué objeto tienen esas vidas, para qué sirven?

Vistas así, con mentalidad humana, dentro de las conveniencias humanas, no tienen objeto alguno; más bien de sufrimiento y estorbo para los demás. Pero, analizando esos aspectos de la ancianidad a la luz del conocimiento espiritual transcendente, apreciaremos que sí tienen un objeto, cual es el de la depuración de esas almas, de preparación para poder penetrar en las moradas etéricas superiores, de felicidad. Esos estados de vida, humanamente deplorables, son necesarios para aquellos seres muy apegados a la vida física, espíritus muy viejos que no acaban de desprenderse de las cosas materiales, y para las almas endurecidas; toda vez que el egoísmo cede, el orgullo se derrumba al verse ya inútil y el sensualismo se atenúa o se extingue. Porque es en la ancianidad y vejez achacosa, en ese período senil, cuando se extinguen los deseos inferiores.

Al comienzo ya se dijo que la vejez era la fase gloriosa de la vida, pero también puede constituir la más dolorosa. Si mantenemos una vida dedicada nada más que a las cosas materiales, o dando rienda suelta a las pasiones y vicios, viviendo egoísticamente para sí mismos o en la ociosidad, la vejez nos ofrece una perspectiva deprimente y dolorosa, aun cuando la subsistencia materialeconómica esté asegurada. Y la muerte, ese viaje hacia lo desconocido, con ese lastre, es motivo de pavor para esas personas. En cambio, si creamos y mantenemos un ideal de realizaciones (internas y externas), si actuamos con rectitud y bondad en todo momento de nuestra vida, si observamos y seguimos las indicaciones de la conciencia; nuestra vejez será tranquila y feliz. Porque, solamente en la realización de un ideal con una vida activa hasta el último momento, la vejez y la ancianidad será gloriosa. Sí, gloriosa, porque el espíritu rebosará de alegría, cuya alegría transcenderá a la psiquis en forma de energía vitalizante y armonizadora. ¿Y la muerte? Quien así haya actuado, teniendo la certeza de su inmortalidad, de continuación de la vida en otros planos luminosos del Universo, donde otros seres le están esperando, seres muy queridos; camina confiado hacia su último día, y aún lo espera con cierta ansia.

Si bien es cierto que, unos más y otros menos, todos hemos cometido errores voluntaria o involuntariamente, con conocimiento o ignorancia, eso pertenece al pasado. Preocupémonos del presente y del porvenir, no reincidiendo en los mimos errores. Pues esas faltas, por graves que sean, pueden ser derimidas, esas manchas pueden ir siendo diluidas, si incorporamos a nuestra vida humana los conocimientos y enseñanzas (los conceptos de verdad) espirituales transcendentes. Y termina esta exposición, con una invitación a que trabajemos en nuestro engrandecimiento espiritual. Si no hemos comenzado ya, comencemos desde ahora en nuestra preparación para un porvenir grandioso que nos espera. No hipotequemos una vida de siglos de felicidad, por unos pocos años que nos quedan. Ahora es el momento de comenzar a trabajar en nuestro engrandecimiento espiritual.

Sebastián de Arauco


Revista "Amor paz y caridad"

  
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  ¿MIS PREGUNTAS EXISTENCIALES?

Siempre me he hecho muchas preguntas, preguntas muy profundas. Son preguntas de esas que se llaman existenciales. Siempre he querido saber el motivo de mi vida, de la   vida de todos nosotros. ¿Quién soy yo? ¿Por qué existo? ¿Por qué existen los demás? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hemos venido hacer algo en particular? ¿Por qué nacemos, por qué nos
morimos? ¿De dónde venimos, adonde vamos? ¿Hay algo después de la muerte?
Y ahí no acababa todo. Otras veces intentaba buscar la respuesta al gran número de injusticias que veo en el mundo.
¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué hay niños que desde su nacimiento, que en su vida han hecho daño a nadie, sufren tan atrozmente, por hambre, guerra, miseria, enfermedades, abusos, malos tratos, porque no los quiere nadie, mientras otros nacen sanos, en un entorno feliz y son amados? ¿Y por qué unas personas enferman y otras
no? ¿Por qué unas personas viven mucho tiempo y otras mueren casi al nacer? ¿Por qué existe el sufrimiento, la maldad? ¿Por qué hay gente buena y gente mala, gente feliz y gente desgraciada? ¿Por qué he nacido en esta familia y no en otra? ¿Por qué me pasan estas desgracias a mí y no a otra persona? ¿Por qué le pasa tal otra desgracia a otra persona y no a mí? ¿De qué depende todo eso?
Otras veces eran preguntas respecto a los sentimientos.
¿Por qué no soy feliz? ¿Por qué quiero ser feliz? ¿Cómo puedo ser feliz? ¿Encontraré un amor que me haga feliz? ¿Qué es el amor, qué son los sentimientos? ¿Qué es lo que yo siento? ¿Merece la pena amar?
¿Sufrimos más cuando amamos o cuando no amamos?
Supongo que tú, en algún momento de tu vida, también te las habrás hecho o te las sigues haciendo de vez en cuando. Pero como estamos tan entretenidos en nuestro día a día cotidiano, son pocos los momentos en los que nos las planteamos conscientemente y poco el tiempo que dedicamos a intentar resolverlas. Tenemos muchas obligaciones,tenemos muchas distracciones. Y como aparentemente no encontramos la respuesta y el buscarla nos hace sentirnos inquietos,preferimos dejarlas aparcadas en un rincón en nuestro interior, tal vez creyendo que así sufriremos menos.
¿Existe una respuesta a cada una de estas preguntas? Pero no busco una respuesta cualquiera, sino una respuesta que sea verdadera. ¿Existe una verdad? ¿Cuál es la verdad? ¿Dónde buscar la verdad? ¿Cómo reconocer la verdad?
He buscado durante mucho tiempo la respuesta en lo que se nos ha enseñado desde pequeños: las Religiones, la Filosofía, la Ciencia. Cada una tenía su cosmogonía particular, una forma de entender el mundo. Pero siempre parecía haber un límite, tanto en las religiones como en la ciencia, para explicar la realidad tal y como yo la percibía. Siempre he encontrado respuestas incompletas, incoherentes unas con otras, alejadas de la realidad, que seguían sin responder satisfactoriamente a mis preguntas. Por mucho que intentara
profundizar, al final encontraba un muro infranqueable, la respuesta final que obstaculizaba mis deseos de indagar más y más.
La respuesta final que obtenía de la religión era, más o menos, esta: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos comprender”. Es decir, que no podemos comprender por qué unos nacen en circunstancias más o menos favorables, por qué unos
enferman y otros no, por qué unos mueren antes y otros después. No podemos comprender qué es lo que pasa después de la muerte, por qué te ha tocado vivir con esta familia y no en otra, por qué en este mundo, por qué permite Dios que haya injusticias en el mundo etc., etc.
La respuesta final que obtenía de la ciencia era más o menos esta: hay una explicación física para todo, pero a nivel filosófico, las respuestas a casi todo son: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente que tal o cual cosa exista o no”. Es decir, no hay una razón por la cual existes, no hay un motivo particular por el que vivir. Si naces en las circunstancias en las que naces, más o menos favorables,es por azar. Si te toca estar enfermo o sano de nacimiento, nacer enuna familia u otra, morirte antes o después, y no a otro, es por azar. No se puede demostrar científicamente que exista la vida antes del nacimiento, ni la vida después de la muerte. No se puede demostrar  científicamente que exista Dios, etc.
La mayoría de gente se posiciona en esas respuestas aprendidas y cuando quieres hablar con alguien sobre estos temas, los que son creyentes de la religión te responden más o menos en estos términos: “Es la voluntad de Dios. Sólo él lo sabe. Nosotros no lo podemos
comprender.” Y los que se han posicionado como cientificistas o creyentes de la ciencia, que creen saber más que los del primer grupo, te dicen: “Es fruto de la casualidad” o “no puede demostrarse científicamente”.
Había otro tercer grupo de gente que me respondía: “Mira. No lo sé. No sé cuales son las respuestas a tus preguntas, pero no estoy interesado ni en pregúntarmelas ni en responderlas.”
Y cuando les respondo a todos: “Lo siento pero esas respuestas no me sirven. No me sirven porque no responden a mis preguntas”, los primeros me dicen: “Es por falta de fe. Cuando tengas fe no te hará falta saber más”. Los segundos me dicen: “Es porque te falta instrucción. La Ciencia te dará la respuesta y verás que es la que yo te digo: “que está
demostrado científicamente que no se puede demostrar científicamente”. Los terceros me dicen: “Tengo una hipoteca que pagar, una familia que mantener, un coche que pagar, un fin de semana para irme de viaje. No me calientes la cabeza con esos temas porque ya tengo algo en lo que ocuparme.”

-Aportación de Ángeles Calatayud Gonzales-

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       COMUNICADO ESPIRITUAL Bendito sea aquel que distribuye la paz, que habla con sabiduría y cree en un bien mayor.
No tema la maldad ajena porque en las celadas del mal solo caen los que sintonizan con él.
Para los que se iluminan con el conocimiento espiritual todo se transforma en aprendizaje y progreso.
No hay pérdida ni retraso, todo es progreso, conocimiento, iluminación.
Crea pues en la luz y continúe su camino firme y fortalecido, cuidando siempre en lo que le hace bien, ignorando el mal y siguiendo adelante. Esa actitud lleva a la luz, sabiduría y paz. Con cariño,  
 

Zíbia Gasparetto

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                                              CARIDAD 

La palabra caridad no siempre es bien comprendida. Ella debe ser fruto del amor. Dar limosna, un plato de comida, no es caridad si no fuese dado con amor. La caridad no está en el acto de dar, sino en el sentimiento. Generalmente, cuando damos algo a un necesitado, lo hacemos con la intención de ganar un mejor lugar en el “lado de allá” después de la muerte, o entonces, para que los otros nos admiren por nuestra bondad. Pero esto se llama egoísmo y no amor. Quien da un plato de comida a un hambriento u otra donación cualquiera, pensando que por eso conquista méritos espirituales, esta engañado.

Dice Miramez: “Los Espíritus Superiores nunca se admiran con el bien que las personas a veces hacen, porque ese es el deber de cada uno” Si la Gran Ley manda amar al prójimo, nosotros debemos amarlos y, si lo amamos, hacemos lo posible para ayudarlo en sus dificultades. No de forma indiscriminada sino con sensatez, equilibrio y sabiduría, porque la caridad solo debe ir hasta donde no se haga nido para aprovechadores.

  

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 ¿ Quien fue Sebastián de Arauco ?
 
Veamos este contenido, publicado en Luz Espiritual.
Posted on 22 junio, 2014

Su verdadero nombre era José Antonio González de Orense y nació un 24 de febrero de 1904, en el pueblo orensano de Carballino, en Galicia. Debido a los tiempos de escasez que le tocó vivir en su aldea natal y como hijo mayor, su infancia fue realmente dura, lo que iría desarrollando en él, ese carácter fuerte y firme que habría de llevarle más adelante a alcanzar las metas que se proponía.
En su adolescencia viajó a Cuba donde trabajó duramente de día mientras estudiaba de noche un curso como vendedor de libros, contabilidad y sus primeros estudios de inglés. La vida allí era muy dura y todo eran incomodidades y escasez de medios económicos. Salió adelante y comenzó a progresar aunque pronto tendría que abandonar la isla por las circunstancias políticas que se daban. Más adelante viajaría a Santiago de Chile (donde viviría 18 años) comenzando a trabajar como contable e iría ascendiendo cada vez a puestos de mayor prestigio y beneficio económico, lo que le llevaría a levantar su propia empresa de suministros eléctricos y alcanzar una considerable posición económica.
En el meridiano de su vida, sobre los 50 años aproximadamente, comenzó a padecer de dolencias muy extrañas que le impedían llevar una vida normal y a abandonar frecuentemente sus obligaciones. Tras consultar a diferentes médicos que no daban con el origen de su mal, por esos extraños caminos del destino llegaría a consultar en escuelas de tipo espiritual donde finalmente descubriría las causas de sus males relacionados con ese campo. Esto le llevó a adentrarse profundamente en el estudio de diferentes campos del conocimiento tales como el espiritismo, el esoterismo, la psicología, la teosofía y otras ciencias de tipo espiritual, lo que le llevaría a descubrir el motivo de su presente encarnación en esta vida y la misión a la que debía dedicar el resto de su vida: la apertura de una Escuela donde impartir los conocimientos obtenidos y la elaboración de un libro.
Durante años, y de forma desinteresada, gracias a los beneficios económicos que había conseguido con su esfuerzo y trabajo personal como empresario, abrió en Santiago de Chile su primera Escuela donde impartiría diferentes cursos de orientación hacia el éxito y las leyes de la vida. Al mismo tiempo, se iban despertando en él determinadas cualidades extrasensoriales como la intuición y la visión espiritual, facultades que le permitieron recibir enseñanzas directamente de sus maestros espirituales y de su maestro interior. Tras una experiencia vivida, se le dijo que tenía que regresar a Galicia y abrir una nueva escuela en Vigo, allí había personas esperando recibir sus enseñanzas y tendría que culminar su libro “Tres Enfoques sobre la Reencarnación” y editarlo en España.
Así lo hizo. A su llegada a Vigo se instalaría y comenzaría a desarrollar sus primeras clases en casas de sus alumnos. Tras muchos intentos de editar su libro y encontrarse siempre con la censura del franquismo, decidió editarlo por su cuenta, siendo una obra pionera y muy esclarecedora sobre las clásicas preguntas trascendentes que todos solemos hacernos en alguna ocasión. Por fin, ayudados por los amantes de sus enseñanzas, se pudo abrir una Asociación en Vigo en la que Sebastián desarrollaría anualmente sus 3 cursos dirigidos a las enseñanzas prácticas del mundo espiritual y psicológico al que dedicó por completo el resto de su vida.
Su vida estuvo enteramente dedicada a difundir las enseñanzas espirituales y psicológicas que le caracterizaron, a recibir diariamente personas a las que ayudaba desinteresadamente y a colaborar en todos los medios posibles a la difusión de la verdad de la reencarnación, del Karma y del amor como camino de regeneración y evolución de la humanidad. Tras pasar por diferentes trastornos de salud, por recomendación familiar sería llevado, junto su maravillosa esposa Ana, a vivir en una residencia de tercera edad, lo cual acabaría con su personal y activo modo de vida, llevándole a una lenta… Allí moriría a los 97 años de edad, un 29 de diciembre del 2001, a escasos días de un nuevo año, tal vez ya cansado de tan larga, dura y extensa vida, pero dejando vivo el recuerdo de su ejemplo y de sus enseñanzas a las que, personalmente, seguiré igualmente fiel y contribuyendo a su difusión, el resto de mis días. Gracias Sebastián, en nombre de todos aquellos a los que nos has dejado tu semilla de luz y tu ejemplo de firmeza y perseverancia; tu constante recomendación de “analizarlo todo bajo el crisol de la razón” y a no olvidar que sólo estamos de paso en este mundo material con la única finalidad e contribuir al progreso y desarrollo de nuestro Espíritu junto al servicio desinteresado a la humanidad que tanto precisa del conocimiento.


   Algunos espíritas le han criticado que no lo fuese él, pero el Espiritismo supone tener  libertad de conciencia y respeto por el libre albedrío, por lo que Sebastián, sin serlo, hizo en su vida una gran labor de enseñanza espiritual que en nada contradice a lo enseñado por la Codificación de Kardec, por tanto sin serlo él ante los grupos y asociaciones espíritas, hizo una labor gigantesca e importantísima de divulgación, libre de imposiciones de ningún signo filosófico o doctrinal. No caigamos nosotros en posiciones fanáticas que en nada benefician al Espiritismo ni a la búsqueda de la Verdad, porque hay muchos espíritas, que lo son por su trabajo y ejemplo espiritual y no por estar en grupos y asociaciones pretendiendo ser los dueños  exclusivos de las verdades espirituales. Hay que predicar más con el ejemplo de respetar las libertades de los demás, y si alguien está haciendo una labor positiva (como fue el caso de Sebastian), no por ello debe ser criticado, sino respetado y hasta imitado en cuanto los aspectos positivos que ejemplifique.
 - Jose Luis Martín-
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