Hoy vemos aquí:
-Aspectos mediúmnicos de la terapia de la desobsesión.
-Leyes de la comunicación espírita
-Historia de la idea de la reencarnación en occidente y en otras zonas de la Tierra
- Actividad de los Espíritus
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ASPECTOS MEDIÚMNICOS LA TERAPIA DE LA DESOBSESIÓN
“Entre los escollos con que tropieza la práctica del espiritismo hay que incluir, en primera línea, a la obsesión, vale decir, el dominio que algunos espíritus suelen ejercer sobre ciertas personas… Y si logran dominar a alguien, se identifican con el espíritu de esa persona, conduciéndola como si se tratara realmente de un niño.” (Libro de los médiums; Capítulo XXIII, 237)
Cuando hablamos de la desobsesión, pensamos en los casos motivados por enemigos del pasado, en pesadas deudas kármicas; sin embargo, la obsesión es un problema que abarca diferentes grados y matices. Sin duda, todos estamos sometidos a influencias de todo tipo. Vivimos en una verdadera atmósfera psíquica, producto de la suma de todos los pensamientos que interactúan unos sobre otros; tanto de encarnados sobre encarnados como de espíritus desencarnados sobre quienes tenemos una materia física. Por ley de afinidad vamos atrayendo compañías espirituales sin darnos cuenta, en función a como pensamos y actuamos, incentivando y potenciando esas mismas ideas bien positivas o negativas; generándonos paz y armonía o, en los otros casos, desequilibrio y confusión. Los más preocupantes son aquellos catalogados por Kardec como de fascinación, definiéndolo como “Una ilusión producida por la acción directa del espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su juicio…”.
A veces, resulta complicado saber si nos encontramos ante un caso de obsesión; no obstante, existen indicios que nos pueden poner en alerta. Es bastante común, cuando se organizan conferencias, charlas, reuniones, e incluso cuando acuden al centro espirita personas para resolver dudas o problemas, el encontrarse algunas de ellas con una desorientación y desequilibrio bastante claros. Son aquellas que exponen sus conflictos o dudas y preguntan pero, en algunos casos, apenas dejan hablar porque interrumpen las respuestas; que creen saber porque han oído o leído algo, pero mezclan fantasía con medias verdades. Todo ello puede ser un síntoma de las “malas compañías espirituales” que poseen sin darse cuenta. Algunos de los síntomas que se pueden percibir al hablar con estas personas pueden ser los siguientes: Ideas erróneas. Fantasía, medias verdades, mezcla de ideas inconexas. Falta de atención. Dispersión mental. Fijaciones mentales. Bucle de ideas repetitivas. Autocompasión. Falta de confianza en uno mismo. Ideas negativas. Rebeldía. La culpa de los otros. Injusticias. Resentimiento. Otros directamente, cuando acuden buscando consejo y orientación, ya son conscientes de que algo no va bien, sienten la presencia y la influencia clara de seres invisibles que les inducen a transitar por caminos tortuosos, con entorpecimientos y dificultades en la vida que el afectado no considera normales. También con manifestaciones mediúmnicas espontáneas que dejan patente el problema sin ningún género de dudas.
La mejor psicoterapia para estos casos consiste en atender a estas personas fraternalmente, con bondad, con paciencia, pero con firmeza, indicando que la principal premisa para comenzar a resolver su conflicto consiste, una vez ha expuesto su problema, en escuchar atentamente las aclaraciones que se le van a dar y poner los medios necesarios para resolver su conflicto. Hacerle ver que su problema no se soluciona con fórmulas mágicas, ni con pases, ni con trabajos especiales o milagrosos. La llave y la puerta de salida la tiene el paciente. Nosotros podremos orientar, pero el esfuerzo le compete exclusivamente a él, salvo en los casos más graves. Con las palabras del orientador inspiradas por los buenos espíritus, aclarando dudas y conceptos, ofreciéndole nuevas ideas que le den otra visión del problema, se busca modificar la estructura psíquica de la persona perturbada, siendo esto la mejor forma de iniciar su recuperación.
La clave se encuentra en las palabras de Joanna de Ângelis: “Todo empieza en el pensamiento. Toda vez que un pensamiento fuera perturbador, sustitúyalo por otro que sea positivo”. Si son capaces de salir de esa espiral negativa, sustituyendo los pensamientos perniciosos por otros más saludables y optimistas, el proceso de autocura, de desobsesión, estará en marcha favorablemente. Pero para ello se requiere constancia; esto se traduce, por ejemplo, en acudir regularmente al centro espírita para escuchar y participar de las actividades, aunque sea como oyente. Durante su estancia, el mundo espiritual aprovecha para trabajar la parte psíquica y espiritual del obsesado, así como también a los obsesores. La oración juega un papel fundamental. Como reza el evangelio: “Pedid y se os dará”. De esta forma, se puede establecer un puente que rompa los lazos perniciosos con estas entidades malévolas, entrando en contacto con la fuente divina de amor a través de sus mensajeros; restableciendo poco a poco el equilibrio, adquiriendo fuerzas para rechazar sus embestidas, retomando el control sobre uno mismo amparado por la confianza absoluta en lo Alto.
Son variadas las tareas que realizan las entidades positivas, o equipo espiritual, sobre el recinto de reunión que es el centro espírita. También en los lugares en que ocasionalmente se pudiera celebrar una actividad doctrinaria y de estudio, esto es, acudiendo previamente al recinto, para higienizar psíquicamente y magnéticamente el lugar donde se va a celebrar. Allí se crea un “cordón de seguridad” que las entidades negativas y obsesoras no pueden traspasar. Al quedarse fuera, tratarán de controlar a distancia, mentalmente, a su víctima; y si no les es posible, entonces aguardan su salida para retomar la influencia nociva.
En lo que respecta sobre la terapia de desobsesión, se puede decir que existen dos procesos simultáneos muy importantes. Por un lado, el atendimiento fraterno, las palabras que se le puedan trasladar a la persona con problemas; y por otro, la gran labor por parte de las entidades benefactoras que estudian el caso, siendo ellos mismos generalmente los inductores de dicha visita para aportarle la solución adecuada. Toman nota de los perseguidores del paciente para que, cuando sea posible, recogerlos y llevarlos a trabajos específicos de desobsesión, sea en ese mismo centro o en otro que ellos consideren apto para dichas sesiones mediúmnicas.
Para conseguir el éxito en esta empresa, es imprescindible la implicación de todos los trabajadores espíritas; esto se traduce en un trabajo diario, tanto a nivel personal, de reforma intima, de la adquisición de los conocimientos básicos, como también de un esfuerzo común para convertir el centro espírita en un remanso de paz y de fraternidad mutua. El trabajo especializado de las entidades superiores, si se encuentra dinamitada por pensamientos desequilibrados de los propios componentes del grupo, si existen rencillas, rencores, resentimientos, desconfianza o incluso cualquier modalidad de fanatismo, complica sobremanera el trabajo de las entidades benefactoras.
Podemos tener grandes proyectos para ayudar en las tareas de auxilio espiritual; sin embargo, la principal premisa, la más ingrata y que menos gusta por el sacrificio que representa, es la renuncia a los egos, a los personalismos; el esfuerzo por conseguir la unión de todos, trabajando para que se puedan dar las condiciones adecuadas para poder ayudar con eficacia a nuestros semejantes.
De esta manera, y sin apenas darse cuenta, los trabajadores espíritas pueden hacer una gran labor sin ningún tipo de protagonismo innecesario, puesto que al comprender la mecánica del trabajo que realiza el mundo espiritual con los problemas de obsesión, se despeja cualquier duda y traslada un mensaje de seguridad. Es decir, actuar con sencillez y deseos de ayudar al prójimo, además de una buena base de conocimientos, es más que suficiente para realizar un trabajo de desobsesión de calidad. La clave consiste en convertirse en instrumentos dóciles y sin afán de protagonismo, conscientes de que la verdadera labor, como ya hemos comentado en otras ocasiones, le pertenece a ellos, que son los que saben de la verdadera dimensión de los problemas actuales y pasados de las personas que acuden a nosotros pidiendo ayuda.
En resumen, el bien siempre sobrepuja al mal, pero hay que buscar los medios para conseguirlo. Alimentando la razón con el conocimiento espiritual, la unión y el trabajo interior de cada uno, se estará contribuyendo a que la parte espiritual positiva encuentre el marco ideal donde poder atraer a todas aquellas almas perdidas, desorientadas, que necesitan de la luz del amor y del conocimiento clarificador. Esta es la tarea importante que nos atañe y ese es el compromiso que firmamos antes de encarnar.
José Manuel Meseguer
-2017, Amor, Paz y Caridad
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LEYES DE LA COMUNICACIÓN ESPÍRITA
Sabemos que todo vibra e irradia en el Universo porque todo es fuerza, luz y vida. Penetra a la Naturaleza, en sus menores átomos, una energía infinita – origen de todos los fenómenos. Idénticamente, cada Espíritu, libre o encarnado, posee, conforme a su nivel de adelantamiento y de pureza, una irradiación cada vez más rápida, intensa luminosa.
La ley de las atracciones y correspondencias rige todas las cosas; las vibraciones, atrayendo vibraciones similares, aproximan y vinculan a las almas, los corazones, los pensamientos.
Nuestros malos deseos y concupiscencias crean en torno a nosotros una atmósfera fluídica impura, propicia a la acción de las influencias del mismo orden, al paso que las nobles aspiraciones atraen las saludables vibraciones, las irradiaciones de las esferas superiores.
Tal es el principio de la evolución; reside en la capacidad, que posee el indivíduo, de asimilar las fuerzas misteriosas de la Naturaleza, para elevarse, mediante su auxílio, y ascender gradualmente hasta la causa de las causas, la Fuente inexorable de la que procede toda la vida.
La escala ascensional comporta planos sucesivos y superpuestos; en cada uno de ellos los seres son dotados del mismo estado vibratorio, de medios análogos de percepción que les permiten reconocerse mutuamente, al paso que se conservan invisibles y muchas veces hasta irreconocibles, los seres de los planos superiores, en consecuencia de su estado vibratorio más acelerado y de sus condiciones de vida más sutiles y más perfectas.
Es lo que a los Espíritus acontece,entre sí, según sus diferentes grados de purificación, y a nosotros mismos en relación a ellos. Por lo tanto, tal como se puede ampliar el campo de la visión humana con el auxilio de los instrumentos de la óptica, también se puede aumentar o reducir la suma de las vibraciones, de suerte que alcancen un estado intermedio en el que los modos de existencia de dos planos distintos, se combinen y entren en correspondencia.
Para comunicar con nosotros, deberá el Espíritu amortiguar la intensidad de sus vibraciones al mismo tiempo que activará las nuestras. En eso, el hombre puede ayudarle voluntariamente; el punto a alcanzar constituye para él el estado de mediumnidad.
Sabemos que la mediumnidad, en el mayor número de sus aplicaciones, es la propiedad que tienen algunos de entre nosotros, de exteriorizar en grados diversos, desprendiéndose del envoltorio carnal, imprimiendo más amplitud a sus vibraciones psíquicas. Por su parte, el Espíritu liberado por la muerte, se impregna de materia sutil y atenúa sus radiaciones propias, a fin de ponerse al unísono con el médium.
Aquí se hacen necesarios unos números explicativos. Admitamos, a ejemplo de algunos sabios, que sean de 1.000 por segundo las vibraciones normales del cerebro humano, En estado de "Trance", o de desprendimiento, la cubierta fluídica del médium vibra con mayor intensidad, y sus radiaciones alcanzan la cifra de 1.500 por segundo. Si el Espíritu, libre en el espacio, vibra en razón de 2.000 en el mismo lapso de tiempo, le sería posible, mediante una materialización parcial, bajar ese número a 1.500. Los dos organismos vibran entonces simpáticamente; pueden establecerse relaciones y el dictado del Espíritu será percibido y transmitido por el médium en trance sonambúlico.
Es esa armonización de las ondas vibratorias la que imprime a veces al fenómeno de las incorporaciones, tamaña precisión y nitidez. En los otros estados de mediumnidad, el pensamiento del Espíritu se podrá comunicar igualmente mediante las vibraciones correspondientes, puesto que menos intensas que las vibraciones iniciales, del mismo modo que una nota musical se repite, de octava en octava, desde la clave más alta a la más baja de la vibración armónica.
En el hombre, la inteligencia y el desarrollo del cerebro, se hallan en íntima correlación; la una no se puede manifestar sin el otro. A medida que el ser se eleva en la escala humana, del más salvaje al más civilizado, la frente se hace prominente, el cráneo se amplía, al mismo tiempo que se expande la inteligencia. Cuando el desarrollo exterior alcanzó el apogeo, el pensamiento aumentó la energía interna del cerebro, multiplicando las circunvoluciones y los surcos, diseñando estrías, formando protuberancias. Hace del cerebro un mundo maravilloso y complicado, hasta tal punto, que el examen de ese órgano, aun vibrante por las impresiones de la vida que acaba de escaparse, es uno de los más atrayentes espectáculos para el fisiologista.
Tenemos en eso, una prueba de que el pensamiento trabaja y perfecciona el cerebro, porque hay una íntima relación entre ellos. Uno es un admirable instrumento, el teclado, que el otro maneja, haciéndole desgranar todas las armonías de la inteligencia y del sentimiento. ¿ Como puede ejercer el pensamiento su acciòn sobre la materia cerebral?. Por el movimiento. El pensamiento imprime a las moléculas del cerebro movimientos vibratorios de variada intensidad.
Vemos que todo en la Naturaleza se resume en vibraciones, perceptibles para nosotros en cuanto que estén en armonía con nuestro propio organismo, pero que se nos escapan cuando son muy rápidas o demasiado lentas. Nuestra capacidad de visión y de audición es limitadísima; pero, más allá del límite que nos acota, las fuerzas de la Naturaleza continúan vibrando con vertiginosa rapidez, sin que percibamos cosa alguna.
Pues bien: exactamente como los sonidos y la luz, los sentimientos y los pensamientos se producen por vibraciones que se propagan por el espacio con intensidades diferentes. Los pensamientos de cólera y de odio, las eternas súplicas de amor, el lamento del desgraciado, los gritos de pasión, los impulsos del entusiasmo, van, por la inmensidad de lo externo, relatándonos a todos la historia de cada uno y la historia de la Humanidad. Las vibraciones de los cerebros pensantes, de hombres o de Espíritus, se cruzan y se entrecruzan hasta el infinito, sin confundirse jamás. En torno a nosotros, por todas partes, en la atmósfera. ruedan y pasan como torrentes incesantes, flujos de ideas, ondas de pensamientos, que impresionan a los sensitivos y son muchas veces causa de perturbación y error en las manifestaciones.
Decimos: hombres o Espíritus. En efecto, el cerebro humano emite bajo forma de vibraciones y el cerebro fluídico del Espíritu proyecta bajo forma de ondas más extensas, de radiaciones que vibran con un más largo y poderoso ritmo, por eso es que las moléculas fluídicas, más flexibles, más maleables que los átomos del cerebro físico, obedecen mejor a la acción de la voluntad.
Entretanto, esos cerebros humanos y espirituales, encierran las mismas energías. Al paso que, sin embargo, en nuestro cerebro mortal esas energías dormitan o vibran débilmente, en los Espíritus alcanzan el máximo de intensidad. Una comparación nos hará com`prender mejor este fenómeno.
Encuentra el profesor Ch. Drawbarn esa comparación en un bloque de hielo, en el que se hallan contenidas en estado latente todas las potencialidades que mantienen unidos a los cristales de que se compone. Sometiendo ese bloque a la acción del calor, se desprenden fuerzas que irán creciendo, hasta que transformado el hielo en estado de vapor, haya readquirido y manifestado todas las energías que encierra. Se podría comparar nuestro cerebro a ese bloque de hielo, debilmente vibratorio, bajo la acción estricta del calor, al paso que el del Espíritu será el vapor vuelto invisible, porque vibra e irradia con demasiada rapidez para que pueda ser percibido por nuestros sentidos.
La diferencia de los estados se complica con la variedad de las impresiones. Bajo la influencia de los sentimientos que los animan, desde la calma del estudio a las tempestades de la pasión, las almas y los cerebros vibran en grados diversos, obedeciendo a velocidades diferentes; la armonía no se puede establecer entre ellas sino cuando se igualan sus ondas vibratorias, como acontece con los diapasones idénticos o con las placas telefónicas. Un cerebro de lentas y débiles excitaciones no se puede armonizar con otros cuyos átomos son animados por un movimiento vertiginoso.
En las comunicaciones espíritas la dificultad, por tanto, consiste en armonizar vibraciones y pensamientos diferentes. Y en la combinación de las fuerzas psíquicas y de los pensamientos entre los médiums y los experimentadores, de un lado, y entre estos y los Espíritus de otro, es donde reside enteramente la ley de las manifestaciones.
Son favorables las condiciones de experimentación cuando el médium y los asistentes constituyen un grupo armónico, esto es, cuando p iensan y vibran al unísono. En caso contrario, los pensamientos emitidos y las fuerzas exteriorizadas se entorpecen y anulan recíprocamente. El médium, en medio de esas corrientes contrarias, experimenta una opresión, un mal estar indefinible; incluso a veces se siente como paralizado, derrotado. Será necesaria una poderosa intervención oculta para producir el más mínimo fenómeno.
Incluso cuando es completa la armonía entre las fuerzas emanadas de los asistentes, y los pensamientos convergen hacia un objetivo único, una u otra forma de dificultad se presenta. Esa unión de fuerzas y de voluntades puede ser suficiente para provocar tanto efectos físicos como fenómenos intelectuales, que después son atribuidos a la intervención de personalidades invisibles. Es prudente y de buen sentido, admitir, por consiguiente, esa intervención, cuando queda establecida por hechos rigurosos.
Muchas personas se admiran y y vacilan ante las primeras dificultades que encuentran en sus intentos de comunicación con los Espíritus. Y preguntan por qué es tan rara, tan poco concluyente la intervención de estos y por qué no está la Humanidad entera familiarizada con un hecho de tal magnitud.
Otras, prosiguiendo las investigaciones, obtienen pruebas satisfactorias y se tornan adeptas convencidas. Sin embargo, objetan aún que los seres amados que tienen en el Espacio, parientes y amigos fallecidos, a pesar de sus vehementes deseos y reiteradas solicitudes, nunca les dieron el menor testimonio de su presencia, y ese fracaso les deja unos restos de duda y de desagradable incertidumbre. Era ese el sentimiento que el propio Sr. Flammarión exponía en una publicación reciente.
Entonces, todo experimentador esclarecido fácilmente a sí mismo, tratará de explicar la razón de tales milagros. Vuestros deseos de comunicar con determinado Espíritu y el igual deseo por parte de este, no bastan solamente por sí mismos; es preciso que todavía otras condiciones se coincidan, determinadas por la ley de las vibraciones.
Vuestro amigo invisible escucha los llamados que le dirigís y procura responderos. Sabe que para comunicar con vosotros, es preciso que vuestro cerebro físico y el cerebro fluídico de él, vibren al unísono. Ahí surge una primera dificultad. Su pensamiento irradia con demasiada velocidad como para que lo podáis percibir. Será entonces su primer cuidado imprimir a sus vibraciones un movimiento más lento. Para eso un estudio mas o menos prolongado se hará preciso, variando las probabilidades de éxito conforme a las aptitudes y experiencias del operador.
Si falla el intento, toda comunicación directa se torna imposible y él tendrá que confiar a un Espíritu más poderoso o más hábil la transmisión de sus dictados. Es lo que frecuentemente acontece en las manifestaciones. Suponer que recibís el pensamiento directo de vuestro amigo, y entre tanto, él no os llega sino gracias al auxilio de un intermediario espiritual. De ahí ciertas inexactitudes u oscuridades, atribuibles al transmisor, que os dejan perplejos, al paso que la comunicación, en su conjunto, presenta todos los caracteres de la autenticidad.
En la hipótesis de que vuestro amigo del otro mundo disponga de los poderes necesarios, le será preciso buscar a un médium cuyo cerebro, por sus movimiento vibratorios, sea susceptible de poderse armonizar con el suyo. Hay, por lo tanto, tan gran variedad entre los cerebros como entre las voces o las fisonomías; identidad absoluta no existe. El Espíritu será forzado a contentarse con el instrumento menos impropio al resultado que se propone. Hallado ese instrumento, se aplica a desarrollar las cualidades receptivas. Podrá conseguir el deseado éxito en poco tiempo; algunas veces, por eso, serán necesarios meses y años, para conducir al médium al requerido grado de sensibilidad.
O bien podeis ser vosotros mismos ese médijum, ese sensitivo. Si sois conscientes de vuestras facultades, si os prestais a la acción del Espíritu, alcanzaréis ciertamente el fin deseado. Para eso se requiere, al mismo tiempo, paciencia, perseverancia, continuidad y regularidad de esfuerzos. ¿ Poseeis acaso esas cualidades?. ¿ Vuestra fuerza de voluntad será siempre igual e inquebrantable?. Si procedeis de modo incoherente, hoy con ardor, mañana tibios, de tal modo que las vibraciones de vuestro cerebro varíen en considerables proporciones, no os admiréis por la diferencia y hasta la nulidad de los resultados.
Puede suceder que, sintiéndose impotente para activar en grado suficiente, en el estado de vigilia, las vibraciones de vuestro cerebro, recurra vuestro amigo invisible al "trance", y por el sueño os procure volver al inconsciente. Entonces vuestro periesíritu se exterioriza; sus irradiaciones aumentan, se dilatan; la transmisión se hace posible; exprimís el pensamiento del Espíritu. Con todo, al despèrtar, no conservareis recuerdo alguno de lo ocurrido, y solamente por los demás conoceréis lo que salió de vuestros labios.
Todos esos fenómenos son regidos por leyes rigurosas; cualesquiera que sean vuestras facultades, vuestros deseos, si no podeis satisfacer sus exigencias, vuestros padres y amigos fallecidos y todas las legiones invisibles, en balde actuarán sobre vosotros. Ocurre todavía, que encontrareis desconocidos, hombres o mujeres, que la casualidad parece colocar en vuestro camino. Nada saben de esas cosas. La ciencia del más allá del túmulo puede ser para ellos letra muerta; entre tanto, poseen un organismo que vibra armoniosamente con el pensamiento de vuestros parientes, de vuestro hermano o madre, y por su intermedio estos pueden mantener con vosotros conversaciones expansivas.
Podré, a título de ejemplo, citar el siguiente caso: mi padre fallecido hacía quince años, nunca se había podido comunicar en el seno del grupo cuyos trabajos dirigió por mucho tiempo, poor ninguno de los médiums que le sucedieron. Solamente uno de ellos había podido entrever como una vaga e indistinta sombra. Había perdido toda esperanza de conversar con él, cuando una noche en Marsella, por ocasión de una visita de despedida hecha a una familia amiga, llega una señora, que no aparecía desde hacía más de un año, y tras los cumplidos habituales, toma asiento a nuestro lado. En medio de nuestra conversación, ella cae en un sueño espontáneo y , con gran sorpresa para mí, el Espíritu de mi padre, que ella jamás había conocido, se manifiesta por su intermedio, dándome las más irrecusables pruebas de identidad y, en una tierna efusión, describe las sensaciones, las emociones que había experimentado desde el momento de la separación.
Del conjunto de estudios sobre las vibraciones armónicas de los cerebros, resulta una comprobación: Por la orientación y persistencia de nuestros pensamientos podemos modificar las influencias que nos rodean y entrar en relación con inteligencias y fuerzas similares. Ese caso no es únicamente exacto respecto a los sensitivos y los médiums; también se da con todo ser pensante. Las influencias del Más Allá pueden irradiar sobre nosotros sin que haya comunicación consciente con los seres que lo pueblan. No es necesario creer en la existencia del mundo de los Espíritus y querer conocerlo, para experimentar los efectos. La ley de las atracciones es ineludible, todo hombre le está sometido. Por eso la censura que dirigen a los espíritas, acusándonos de atraer exclusivamente, en virtud de sus prácticas, a las fuerzas malignas del Universo, es insostenible ante los hechos.
Depende del hombre recibir las más diversas inspiraciones, desde las sublimes hasta las groseras. Nuestro estado mental es como una brecha por donde amigos o enemigos, pueden penetrar en nosotros. Los sensuales atraen Espíritus sensuales que se asocian a sus actos y deseos y les aumentan la intensidad; los criminales atraen a los violentos que los empujan cada vez más lejos en la práctica del mal. El inventor es auxiliado por investigadores del Más Allá. El orador tiene la percepción de imágenes que fijará en arrobos de elocuencia propios para emocionar a las multitudes. El pensador, el músico, el poeta, recibirán las vibraciones de las esferas en las que lo verdadero y lo bello constituyen un objeto de culto; almas superiores y poderosas les transfundirán las opulencias de la inspiración, el soplo divino que acaricia las frentes soñadoras y produce las maravillas del genio, del talento.
Así, de uno a otro plano, responde el Espíritu a las solicitudes del Espíritu. Todos los planos espirituales se ligan entre sí. Los instintos de odio, de depravación y crueldad, atraen a los Espíritus del abismo. La frivolidad atrae a los Espíritus livianos, pero la plegaria del hombre de bien, la súplica por él dirigida a los Espíritus celestes, se eleva y repercute nota a nota, en la gama ascensional, hasta las más elevadas esferas, al mismo tiempo que e las regiones profundas del Infinito, descienden sobre él las ondas vibratorias, los efluvios del pensamiento eterno, que lo penetran de una corriente de vida y de energía. El Universo entero vibra bajo el pensamiento de Dios.
- Léon Denis – En lo Invisible -
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Historia de la idea de la reencarnación
Hacia el siglo VI antes de Cristo, los filósofos de la Escuela Pitagórica y los practicantes de la doctrina Órfica ya sostenían esta antigua creencia.
Fue a través del Imperio Persa como parece ser que se introdujo en Occidente. El Imperio Persa, pudo ser a su vez influido por el Hinduismo y pudo actuar como puente en su difusión.
En realidad esta idea se remonta hasta un importante personaje griego llamado Orfeo. Este fue un poeta y profeta en el seno de la civilización y cultura Helénica, que vivió hacia el siglo VI antes de Cristo. En su doctrina se hablaba del concepto de “la penosa rueda de los renacimientos”, y parece ser que esta idea le llegó desde Oriente, dado su semejanza con la misma que mantenía el Induismo; no obstante este detalle pudo ser también al contrario de lo anteriormente expuesto, o sea, que pudo llegar a la India, pasando allí desde Grecia.
Posteriormente la adoptó Pitágoras, y de él pasó a Sócrates y a Platón, los cuales la desarrollaron más ampliamente en sus obras.
La transmigración de las almas era enseñada en las llamadas “Escuelas de Misterios” griegas, que enseñaban que el fin último del Ser humano era su purificación y elevación hasta niveles superiores de conciencia.
La Escuela Pitagórica la incluyó entre sus enunciados básicos, y constituyó una filosofía religiosa que se mantuvo en medio de la aquella civilización Según explicó Pitágoras, las evoluciones de los mundos y de las almas, son paralelas y concordantes, explicándose la una por la otra.
De su sabiduría se inspiraron Sócrates, Platón, Empedocles, Heráclito, los Platón- Gnósticos y numerosos místicos de la Iglesia Cristiana, como Sto. Tomás de Aquino, Orígenes, Fray Luis de León, Raimundo Lulio, Giordano Bruno, etc.
A Sócrates y Platón se les debe el mérito de haber logrado a través de la filosofía, una demostración teórica y racional de las vidas sucesivas. En el Fedón y otros diálogos se hace un serio esfuerzo por comprobar mediante ingeniosas deducciones filosóficas ,que se aprende mediante el recuerdo de lo antes vivido, que es el nacimiento en la consciencia de las reminiscencias de vidas anteriores que quedaron grabadas en la mente del alma.
En la época moderna- siglos XV al XIX, aparecieron corrientes de pensamiento en donde el hombre es el centro de todo. Entre estas están el Humanismo Renacentista de Galileo Galilei, y Kepler. El Empirismo de Hume. La Ilustración, el Idealismo, el Positivismo, el Marxismo, el Estoicismo, el Vitalismo etc. Y pensadores como Descartés, Kant, etc, hasta la aparición del Espiritismo de la mano de Allan Kardec.
También algunos pueblos de distintas zonas de África han contemplado desde antiguo la idea de la Reencarnación integrada en sus creencias religiosas como algo positivo y deseable.
En Asia también aparece la idea de la reencarnación en las grandes religiones de modo más o menos evidente, tal como el Taoismo y el Budismo.
En las islas de Oceanía, esta idea está tan extendida y con matices tan variados como los pueblos y geografía que la conforman.
En Australia, también aparece como idea ancestral básica entre los pueblos aborígenes.
En América, la sostuvieron algunas comunidades de esquimales en Alaska y Groenlandia, así como también la mantuvieron algunas tribus de América del Norte, como “los Hurones”. Asimismo en Sudamérica era creída y aceptada por los distintos pueblos de indígenas en su variante supersticiosa de la transmigración al mundo animal.
- Jose Luis Martín-
“Si un asiático me pidiese una definición de Europa, me vería obligado a decirle que es aquella parte del mundo en donde prevalece la increíble falacia de que el hombre fue creado de la nada y que su nacimiento actual constituye su primera entrada en la vida.”
⦁ Schopenhauer -
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ACTIVIDAD DE LOS ESPÍRITUS
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