jueves, 15 de septiembre de 2016

SI YO TUVIERA...... SERÍA FELIZ....



NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN

25. "¿ Es un castigo la encarnación y están sujetos a ello sólo los espíritus culpables?"
El tránsito de los espiritus por la vida corporal es necesario para que éstos puedan cumplir, con el auxilio de una acción material, los designios cuya ejecución les confía Dios; es necesario para ellos mismos, porque la actividad que están obligados a desplegar, ayuda al desarrollo de la inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe
hacer parte igual a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las "mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar", todo privilegio sería una preferencia, y toda preferencia una injusticia. Pero la encarnación, para todos los espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan este deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquéllos que hacen mal uso de la libertad que Dios les ha concedido, retardan su adelanto; así es que por su obstinación, puede prolongarse indefinidamente la necesidad de reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación viene a ser un castigo. (San Luis, París, 1859).

26. Nota. Una comparación vulgar hará comprender mejor esta diferencia. El estudiante no obtiene los grados de la ciencia sino después de haber recorrido la serie de clases que a ellos conducen. Esas clases, cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de llegar al fin, y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra en él menos abrojos; lo contrario sucede al que por pereza y negligencia le obligan a duplicar ciertas clases. No es, pues, el trabajo de una clase lo que constituye el castigo, sino la obligación de volver a empezar el mismo trabajo.
Lo mismo sucede al hombre en la tierra. Para el espíritu del salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre ilustrado cuyo sentido moral está muy desarrollado, y que está obligado a redoblar las jornadas de una vida corporal llena de angustias, cuando podía ya haber llegado al fin, es un castigo por la necesidad en que está de prolongar su morada en los mundos inferiores y desgraciados. Por el contrario, aquel que trabaja activamente en su progreso moral, puede, no sólo abreviar la duración de la encarnación moral, sino pasar de una sola vez los grados intermedios que le separan de los mundos superiores.

¿No podrían los espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globo y cumplir sus diferentes existencias en esferas también diferentes? 
Sería admisible esta opinión cuando todos los hombres estuviesen en la tierra, exactamente en el mismo nivel
intelectual y moral. Las diferencias que existen entre ellos, desde el salvaje hasta el hombre civilizado, manifiestan los grados que están llamados a recorrer. Por otra parte, la encarnación debe tener un objeto útil; de otro modo, ¿cuál sería el de las encarnaciones efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, no hace
nada inútil. Por la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos espíritus encontrándose de nuevo en contacto, tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas: por el hecho de sus relaciones anteriores, ha querido además fundar los lazos de familia en una base espiritual, y apoyar en una ley de la naturaleza los principios de solidaridad, de fraternidad y de igualdad.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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                  CONVIVENCIA ESPÍRITA
Si bien cada espíritu es único, con responsabilidades y progreso intransferibles, y el autoconocimiento es indispensable para su iluminación, la experiencia de la convivencia es igualmente necesaria para su evolución. Es la manera de recibir estímulos externos a su persona que despiertan las potencialidades que desde su creación Dios puso en su interior. La convivencia es el agua que riega la simiente divina de la que ha de germinar el árbol de la pureza.
Los primeros conflictos de convivencia de la humanidad surgieron cuando los primitivos habitantes de este planeta tenían que competir por un mismo recurso, generalmente alimento o cobijo. Más tarde, empezaron a cercar y reclamar su soberanía sobre porciones de territorio que pertenecen a la naturaleza, y en último término al Creador. Desde entonces hasta hoy, el desarrollo de la razón humana ha ido esclareciendo conceptos como propiedad, privacidad, e intimidad.
La sabiduría de la ley divina ha distribuido los recursos de la Tierra de forma desigual para invitar a los pueblos a vivir la experiencia de la colaboración. Así, del mismo modo que cada individuo, consciente de su no-autosuficiencia, necesita del intercambio para cubrir sus propias deficiencias, cada nación necesita de relaciones y comercio con otras para dar a sus integrantes lo que se necesita para la vida. La sabiduría divina también ha hecho que la naturaleza de estos intercambios sea variable, pues unos recursos son más preciados que otros según la época.
La convivencia encuentra escollos en todas las eras. Las pugnas territoriales dibujan y desdibujan la geografía política, como consecuencia de guerras de ego, orgullo y ambición. En varios tiempos y zonas, grandes conquistadores trataron de unificar cuanto terreno les fue posible, y más allá de la condenable crueldad de sus actos y la vanidad residente tras los mismos, el manto de sus invasiones derribaba barreras culturales e idiomáticas, llevando a la coordinación a un mayor número de individuales, siendo por tanto uno de los muchos instrumentos usados por la ley natural para retirar del globo a colectivos de espíritus atrasados a su época, al tiempo que acercaba un poco más al consenso a los restantes.
En la actualidad, pese a la existencia todavía de abyectos conflictos bélicos, el tenue barniz de civismo bajo el que se ha cubierto la humanidad ha suavizado relaciones diplomáticas y facilitado la resolución de problemas. La maduración de conceptos como la inteligencia emocional, así como otras tantas herramientas de desarrollo personal que no hacen otra cosa que conducir a la humanidad hacia la caridad cristiana, han hecho entender a los espíritus de este mundo la importancia del trueque para satisfacer sus necesidades, multiplicadas estas por la civilización. Sin embargo, valorar el intercambio es entender solamente un aspecto de la convivencia.
Convivir es, además de intercambiar, compartir. Y esa es la parte más difícil para el egoísmo humano. En un intercambio, las partes se transfieren recíprocamente un beneficio consensuado, y después cada una vuelve a sus ocupaciones, reservándose para sí sola el disfrute de lo recibido. En la compartición, las partes hacen uso común de un mismo recurso, que no pertenece más a uno que al otro, y cada parte debe observar las normas de uso que respetan el derecho de los demás a utilizarlo en las mismas buenas condiciones. Es una forma de convivencia que exige mayor compromiso y responsabilidad.
Podría decirse que en aquellas zonas del mundo donde los recursos son menos abundantes priman lo colectivo y el compartir, mientras que aquellas otras donde se encuentra cierto grado de desarrollo se estilan más lo individual y el intercambio. Esta afirmación no implica necesariamente que las primeras no se volvieran individualistas si se pusieran al nivel tecno-económico de las segundas, ni que las segundas no supieran compartir si la situación lo requiriese. De hecho, el actual contexto de recesión económica en muchos países está refrescando a la humanidad lecciones sobre solidaridad y compartir que parecían olvidadas.
Se pueden apreciar problemas de convivencia relacionados con el compartir en muchos aspectos del plano cotidiano. Por ejemplo en las comunidades de vecinos, cuando surgen conflictos por tener que efectuar derramas necesarias al bien del edificio que todos comparten, pero que no todos parecen dispuestos a sostener. Otro ejemplo sería el de las comidas en las que el importe a pagar se reparte a fracciones iguales, pero cada comensal no ha encargado el mismo número de platos; el curioso resultado de tales comidas puede ser que, como reacción egotista causada por el agravio comparativo, varios de los participantes deciden sobre la marcha encargar más comida de la que inicialmente les apetecía, y la cuenta se engrosa de tal manera que cada comensal termina pagando mayor cantidad de la que habría tenido que pagar si se hubiese convenido que cada cual correría con sus propios gastos.
Es esta una dificultad añadida del compartir: los beneficios no parecen tan patentes o tangibles, o pueden parecer empañados si se percibe que una de las partes disfruta de mayores beneficios comprometiendo el mismo grado de responsabilidad. La conclusión de esto no es que compartir sea contraproducente, sino que requiere un mayor grado de madurez que otras formas de organización: es evidente que en una puesta en común de recursos hacia un fin siempre habrá partes que den más de sí que otras, y obedeciendo a los códigos divinos, tiene que dar más quien más puede dar. Por otra parte, puede y suele suceder que en futuras ocasiones los papeles de benefactor y beneficiado se invierten, compensando el balance a largo plazo. Independientemente de si se compensa o no, la sensación de haber ejercido de buen amigo debería bastar.
Parece constatable que el desarrollo material de la civilización alienta la individualización. Cuanto más abundantes los recursos mayor la facilidad de ponerlos al alcance de todos, y por tanto ¿dónde estaría la necesidad de compartir? Parece como si entre ese estado evolutivo y el egoísmo hubiese solamente una delgada línea. Pero ¡ah!, todas estas consideraciones son en torno al aspecto solamente material de la vida. El espíritu también tiene sus necesidades, y a diferencia de las del cuerpo, estas no pueden ser cubiertas solamente mediante el intercambio; estas requieren del compartir, compartir vivencias, emociones.
Los centros espíritas cumplen un papel de suma importancia en la satisfacción de las necesidades espirituales. En el seno de los mismos se lleva a cabo un sincero trabajo de medicina para el alma, en el que se encuentran respuestas reconfortantes que todavía escapan (para disgusto de quienes trabajan en pro de la doctrina espírita) a la sabiduría popular.
No resulta fácil que quien recién empieza a acudir a las reuniones se abra y comparta las verdades sobre sí mismo. En el día a día la verdadera identidad se oculta, casi se refugia, en una máscara, para mantener la concordia con el prójimo o evitar el rechazo de un colectivo por poseer algún defecto. Las reuniones espíritas tampoco se libran de este fenómeno; uno podría acudir a ellas y ocultar sus verdaderos problemas, o dar las apariencias de la virtud, durante unas pocas horas a la semana, creando una imagen que no se corresponde con su verdadero yo, puesto que somos lo que escondemos.
Sería una falta de caridad anatematizar esta actitud en sí misma, sin conocer contexto ni antecedentes de la persona. A veces, como ya hemos dicho, es una protección para evitar el rechazo, y en cierto modo es un esfuerzo respetable por parte de la persona que trata de agradar al grupo. Además, los primeros encuentros con personas nuevas (1) suelen estar carentes de confianza para confesarse o revelarse, y lleva su tiempo construir tal confianza que además, hasta su consolidación, es frágil y debe ser cuidada. Dicho esto conviene recordar que, más allá de ese esfuerzo inicial de armonizar con la reunión mediante una representación ‘pulida’ de sí mismo, la Doctrina, que atraviesa todos los velos, exigirá a la persona que ande sus propios pasos en el camino de la redención moral y la realización espiritual, cuando empiece a familiarizarse con el grupo.
Uno pensaría que es en las clases, las reuniones mediúmnicas o las conferencias donde la persona evoluciona, pero esa es solo una parte del trabajo, en la que se reciben los fragmentos de conocimiento que después se deberán trabajar y consolidar. Es en los eventos, en los viajes doctrinarios, y los demás encuentros de convivencia donde un grupo espírita se conoce mejor. Esas circunstancias están sembradas de ratos libres en los que los compañeros espíritas se toman un café juntos, o viajan en el mismo coche, o se sientan al lado uno del otro en el avión, y en esas situaciones de conversación distendida las personas se relajan y muestran un poco más de sí mismas. La convivencia es la herramienta con que se amasan los cimientos de un centro espírita sólido y comprometido con la Causa.
En esas situaciones, en las que se comparten experiencias, sensaciones y opiniones a través del buen arte de la conversación, puede uno verse a sí mismo, dándose cuenta de lo que dice o lo que calla, y más interesante aún, observa en los demás sus propias imperfecciones, que es casi como verse a uno mismo desde fuera. Es en las discusiones emanadas de choques de personalidad que nace la oportunidad de autoconocimiento para el aprendiz atento. Se pueden comprender los problemas de una persona, sus defectos, miedos, manías, cualidades, anhelos y esperanzas, siendo todo ello fuente de oportunidades de ayudarla y cumplir con la caridad cristiana, moral y espírita. La convivencia es el yunque donde se forjan las amistades.
Si bien estos requisitos de convivencia, confianza y sinceridad no son rigurosamente observados en las reuniones de estudio (menos aún en aquellas poco consolidadas donde la composición del grupo puede variar cada poco tiempo), estas manifestaciones de armonía son condición necesaria para el buen éxito de reuniones de mayor seriedad, como las de trabajo mediúmnico, o más especialmente aún las de trabajos de desobsesión. Es por ello que los espíritas experimentados en reuniones de este cariz recomiendan elevada precaución en la selección de los integrantes del grupo, siempre en miras de la armonía vibratoria del equipo de trabajo (2).
Conviene mencionar como pináculo de la convivencia espírita el centro, local o espacio donde se llevan a cabo las reuniones. Así como sucede con los integrantes de un equipo de trabajo mediúmnico, el lugar físico para las reuniones debe ser cuidadosamente escogido y preservado, porque es el espacio en el que los compañeros de doctrina comparten mucho tiempo y experiencias. Como es lógico, ese espacio requiere de cuidados de mantenimiento, y en honor a todos los beneficios que comparte con sus compañeros de estudio, el espírita dedicado ofrece parte de sí, de su tiempo y sus recursos para mantener el centro en pie y funcionando, como cualquier otro ciudadano daría una parte de sí mismo para ver crecer aquella causa en la que crea.
En este sentido, el centro espírita podría compararse con los antiguos conventos o monasterios donde los cristianos practicantes de la antigüedad se congregaban para permanecer en comunión con hermanos y hermanas de religión. Los muros de aquellas edificaciones, representación material del muro de fe que debía proteger a aquellos servidores, les facilitaban la calma y el recogimiento necesarios para lograr el desapego de los bienes terrestres, y evitar desvíos de la espiritualidad por influencia de las tentaciones materiales. Hoy en día se pide al espírita, y por extensión a todo cristiano de corazón y fe, que no se aísle sino que sepa convivir con el mundo y sus habitantes, sean o no de su misma convicción, y que, atendiendo a la máxima cristiana de volver bien por mal, mantengan ese ‘saber estar’ que caracteriza a las personas equilibradas, integrales.
La convivencia con las personas ajenas a la Causa es la prueba del espírita; mide su caridad, y le recuerda que a menudo, la paz y la tolerancia están por encima de llevar la razón. Es el medio a través del cual, si cumple con su deber, pone en acción el mayor recurso para la expansión de la moral espírita: el ejemplo.
Érigos
Artículo publicado en el nº 26 de Actualidad Espiritista
Julio 2016 Autor: Érigos
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Notas:
(1) Hablando desde una perspectiva terrenal, y llevando siempre en mente que muy a menudo dos espíritus encarnados ya se conocen de periplos carnales pretéritos.
(2) Véase en Diálogo con las sombras de Herminio C. Miranda el capítulo I: “La instrumentación – El grupo” y en Reuniones mediúmnicas por el Equipo del Proyecto Manoel P. de Miranda la 2ª Parte, sección 3: “Requisitos inherentes a los participantes” para saber más.

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"Sería un error creer que es preciso ser médium para atraer a sí, los seres del mundo invisible. El espacio de ellos está probado; los tenemos sin cesar a nuestro rededor, a nuestro lado, nos ven, nos observan, se mezclan en nuestras reuniones, nos siguen o nos evitan, según los atraemos o los repelemos.(...)
Consideremos ahora el estado moral de nuestro globo, y se comprenderá cual es el género de Espíritus que debe dominar entre los Espíritus errantes. Si tomamos cada pueblo en particular, podremos juzgar, por el carácter dominante de los habitantes, por sus preocupaciones, sus sentimientos más o menos morales y humanitarios, los órdenes de Espíritus que preferentemente se unen a ellos."
Libro de los Médiums 
Allan Kardec
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                         EL DESEO
Sentimiento que posee el ser humano por conseguir algo, anhelar algo, aspirar a algo o saciar cualquier cosa. Es pues, una fuerza motriz del alma humana que impulsa a la persona a esforzarse por conseguir aquello que anhela.
El deseo no es perjudicial en sí mismo; tiene sus aspectos positivos como elemento dinamizador del ser humano, y presenta la característica de enfocar la energía interior del hombre en la búsqueda y consecución de sus objetivos.
Cuando detrás del deseo se encuentra la intención noble y generosa de alcanzar cualquier objetivo de bien, altruista o de realización personal, encontramos que el propio deseo se convierte en una fuerza que focaliza nuestra mente y nuestras aspiraciones de forma positiva.
“No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz” ( Epicteto de Frigia (55-135) Filósofo y Esclavo grecolatino).
Pero cuando el deseo alberga (en nuestra mente y en su trasfondo) intereses egoístas, violentos, posesivos o de manipulación de los demás para satisfacer nuestros más bajos instintos; el deseo se convierte en un terrible acompañante, que nos induce a cometer errores, uno tras otro, perjudicando a los demás y a nosotros mismos. Y si no somos capaces de alejarnos de la energía perjudicial que nos envuelve, nubla la razón y fomenta la intranquilidad y la angustia interior mientras no conseguimos satisfacerlo.
En las filosofías orientales son muy proclives a ver el deseo como un grave entorpecimiento en el desarrollo espiritual del ser humano;  singularmente lo presentan como un enorme obstáculo por la característica que tiene el deseo de esclavizarnos a algo, a alguien, a una idea, a una persona, a un objeto, a una institución, etc.
Cuando este deseo central de nuestra mente alcanza características obsesivas, cerramos el canal del discernimiento; nos volvemos ciegos a la realidad, sordos a las sugerencias, a los consejos, derrapamos por el camino de la intransigencia o el fanatismo, pues dejamos de usar la razón y “el sentido común”. En esos momentos, la única energía que focaliza nuestra mente y moviliza nuestras acciones es la que nos esclaviza mediante ese deseo central que nos domina.
El deseo pierde mucha fuerza una vez se ha conseguido el objetivo que nos habíamos propuesto a través del mismo. No obstante, es interesante observar que, en función de la naturaleza del deseo, y del arraigo de ésta en nuestra mente, esa fuerza va desapareciendo o por el contrario se estimula y se regenera.
El aspecto esclavizante del deseo que hemos mencionado más arriba, es algo probado ciertamente en psicología; pues, cuando una mono-idea revestida de deseo se hace fuerte en nuestra mente, puede llegar a ser tan poderosa hasta el punto de convertirse en una auto-obsesión; capaz incluso de generar enfermedades mentales y trastornos psicológicos cuando somos incapaces de debilitarla mediante un ordenado control de nuestras emociones y pensamientos.
“Los deseos deben obedecer a la razón”( Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano).
Es en este sentido como el deseo presenta su aspecto más perjudicial. Aquel que domina sus emociones y controla sus pensamientos es difícil que pueda verse atrapado en la redes de un deseo esclavizante. Para ello se precisa un poco de auto-conocimiento, de reflexión interior, de análisis objetivo, disciplina mental y una claridad de ideas importante respecto a lo que queremos conseguir en la vida.
Si priorizamos la parte material, evidentemente costará mucho más liberarnos de la fuerza de los deseos materiales; que a veces degeneran en pasiones malsanas por convertirse en obsesivas y/o en hábitos descontrolados que producen infelicidad e insatisfacción. Incluso esta última se ve acentuada a pesar de conseguir parcialmente el objeto de nuestro deseo interior, generando con ello nuevas intenciones de satisfacer el deseo y llevándonos con ello a episodios mayores de sufrimiento interior y angustia que deriva en frustración.
Los deseos son como los peldaños de una escalera, que cuanto más subes, tanto menos contento te hallas. (Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano)
Si los deseos principales constituyen aspectos de desarrollo personal, psicológico, espiritual, o metas que redundan en nuestro crecimiento y realización como personas, la satisfacción de conseguir la meta propuesta nos ofrece nuevas energías que movilizan nuestra psique y nuestra mente, a fin de seguir creciendo, progresando, avanzando y mejorando.
La llamada “inteligencia espiritual”, basada en el desarrollo de las cualidades personales, en aquellos aspectos que nos elevan por encima de la materia, en la contemplación de la belleza, en el ejercicio de la reforma moral, en la adquisición de virtudes que engrandecen nuestro interior y nos colman de paz interior, de armonía y bienestar, tiene mucho que decir al respecto de la fuerza del deseo y de la ejecución del mismo respecto al objetivo principal del ser humano: la consecución de la felicidad interior.
Esta dicha solo se alcanza mediante el equilibrio, la paz, el bienestar y la salud física, psicológica y espiritual. Y para ello necesitamos del desarrollo del Amor y de las cualidades que le acompañan; el amor a uno mismo, al prójimo, a la vida, a Dios, etc. Pero un amor no posesivo, no egoísta, sino un amor que potencie el desarrollo de todas las virtudes que posee el espíritu humano latentes en su interior: caridad, perdón, humildad, sabiduría, etc.
Para ello es preciso utilizar la fuerza del deseo como enseñaba Séneca, el gran filósofo romano del siglo I, que decía así:
“Si deseas ser amado, ama.”
Antonio Lledó Flor
2016, Amor, paz y caridad
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No sobrecargues tus días con preocupaciones innecesarias, a fin de que no pierdas la oportunidad de vivir con alegría.
Chico Xavier -
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                    SI YO TUVIERA...... SERÍA FELIZ....
     Si tuviera.... 
Cuentan que una vez un hombre caminaba por la playa en una noche de luna llena mientras pensaba: 

– “Si tuviera un auto nuevo, sería feliz” 
– ” Si tuviera una casa grande, sería feliz” 
– ” Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz” 
– ” Si tuviera pareja perfecta, sería feliz” 

En ese momento, tropezó con una bolsita llena de piedras y empezó a tirarlas una por una al mar cada vez que decía: “Sería feliz si tuviera…” 

Así lo hizo hasta que solamente quedaba una piedrita en la bolsa, la cual guardó. Al llegar a su casa se dio cuenta de que aquella piedrita era un diamante muy valioso. ¿Te imaginas cuantos diamantes arrojó al mar sin detenerse y apreciarlos? 

¿Cuántos de nosotros pasamos arrojando nuestros preciosos tesoros por estar esperando lo que creemos perfecto o soñado y deseando lo que no se tiene, sin darle valor a lo que tenemos cerca nuestro? 

Mira a tu alrededor y si te detienes a observar te darás cuenta de lo afortunado que eres, muy cerca de ti está tu felicidad, y no le has dado la oportunidad de demostrarlo. 
Cada uno de nuestros días es un diamante precioso, valioso e irremplazable. 
Depende de ti aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para nunca más poder recuperarlo
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miércoles, 14 de septiembre de 2016

El hombre y su cerebro


                                           Quemar las naves 

 

Antes del año 335 A.C., al llegar a la costa Fenicia, Alejandro Magno debió enfrentar una de sus más grandes batallas. 

Al desembarcar, comprendió que los soldados enemigos superaban en cantidad, tres veces mayor, a su gran ejercito. 

Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha; habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con aquellos guerreros invencibles. 

Cuando Alejandro Magno hubo desembarcado a todos sus hombres en la costa enemiga, dio la orden de que fueran quemadas todas sus naves. 

Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo: Observen como se queman los barcos… esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos no podemos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, ya que solo hay un camino de vuelta y es por mar… 

“Caballeros, cuando regresemos a casa, lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”: 

Cuantas veces la falta de fe, el temor y la inseguridad, el estar atado a lo seguro nos priva de conseguir nuevos éxitos, nos hace renunciar a los cambios, nos hace renunciar a los sueños, nos hace negar los anhelos y las metas que están grabadas en lo mas profundo de nuestros corazones. 

Cuantas veces la seguridad de poseer algo nos hace renunciar a la posibilidad de conseguir mucho mas; cuantas veces lo que tenemos fácilmente a nuestro alcance nos impide crecer, haciendo que la seguridad se convierta en mediocridad, en fracaso, en monotonía. 

Debemos saber que perseverando todo puede lograrse. 

Que el amor y la fe nos dan la fuerza necesaria para obrar milagros en nuestras vidas si lo deseamos. Que las personas perseverantes inician su éxito donde otras acaban por fracasar. Que ningún camino es demasiado parra un hombre que avanza decidido y sin prisas, teniendo claro sus objetivos. 

Él ejercito de Alejandro Magno venció en aquella batalla, regresando a su tierra a bordo de los barcos conquistados al enemigo. 

Los mejores hombres no son aquellos que han esperado las oportunidades, sino quienes las han buscado y las han aprovechado a tiempo; quienes han asediado a la oportunidad, quienes la han conquistado. 

La conquista puede ser un amor, conocimientos, trabajo, riquezas materiales o espirituales. Todo esta a tu alcance. Tu puedes plantearte las metas y los objetivos que deseas. 

Las condiciones para lograr éxitos no son siempre fáciles. 

No hay otro método que trabajar duro, ser tenaz, soportar, tener fe, luchar, creer siempre, no rendirse y jamás volver la espalda. 

Santiago Pont Lezic

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¿El desarrollo mediúmnico  puede acompañar  con  síntomas  físicos ?






























Son muchos y variados los síntomas que presenta la mediumnidad en cada caso. Hay quien es médium sin saberlo, pero sin embargo para muchas personas este desarrollo  supone toda una serie de trastornos físicos y mentales, sufrimientos, desarmonías, cambios emocionales, desequilibrios, escalofríos, malestares, taquicardias, síntomas de resfriado, colapso, ansiedad y hasta enfermedades y dolores  físicos punzantes e intermitentes en muy diversas partes del cuerpo, y sin tener una causa aparente.
      Estos síntomas resultan típicos ante la presencia  cercana de espíritus que  mediante la aproximación al aura espiritual del médium en desarrollo, le transmiten su desequilibrio o sus padecimientos por  su deplorable estado en el plano del más allá en donde se encuentran; sin embargo otras veces estos síntomas no son causados propiamente por entidades espirituales, sino por la propia expectativa  mental y anímica del médium.
También, como síntoma del desarrollo mediúmnico que supone una  especial sensibilidad,  pueden notar las sensaciones y dolores que sienten o padecen otras personas cercanas. El médium que desconoce esto cree estar enfermo, deprimido, etc, cuando en realidad solo está reflejando el estado físico o anímico de  alguna persona o espíritu cercano.
En  muchos casos estos mediums incipientes, cuando se concentran  no saben diferenciar entre sus propias emociones y sensaciones, y las que experimentan ajenas a ellos, debido a no tener sus centros psíquicos lo suficientemente entrenados y disciplinados.
Todos estos síntomas, como se ha señalado, pueden significar que se están llevando a cabo aproximaciones de Seres espirituales que  con su presencia afectan y estimulan  la mediumnidad  en desarrollo.
Esto se explica porque todas las personas tenemos alrededor el  aura o campo de energía psíquica y física  que se mezcla  aun sin notarlo, con el de otras personas o Espíritus. En el caso del médium, este expande involuntariamente su campo de energías, facilitando  así también  el contacto psíquico con Seres  espirituales, generalmente desencarnados, que sintonizan la vibración de sus auras  con la de él. Cuando existe la suficiente afinidad vibratoria, esta relación y comunicación se establece a través del campo energético de los  Periespíritus   de ambos Seres: el del médium y el del  Ser espiritual que se manifiesta.  Por eso si un Espíritu en desarmonía se comunica con el médium, lo primero que le transmite es su vibración negativa, causándole sensaciones desagradables por este motivo.
Esto se  puede evitar cuando  el médium mantiene una tónica moral vibratoria  elevada, y pidiendo auxilio, al menor síntoma,  a su Ayuda Espiritual o espíritu guía que le protege durante toda su vida, porque si no se puede dejar vía libre para que cualquier Espíritu  indeseado cree lazos con él.
Hay también otros síntomas de este despertar mediúmnico, como por ejemplo sentir presencias más o menos desagradables, o  percibir interferencias en los pensamientos como si conversase alguien, e incluso oír voces en el interior, o sentir inclinaciones  y deseos extraños, o ver fugazmente algo que desaparece al momento.
A veces se siente sobre el rostro o las manos, la expresión o los gestos de otra persona, hasta el punto de llegar a notar que sus pensamientos son de otro Ser. La persona que esto siente debe de intentar controlar su mente, pedir ayuda y no dejarse dominar por lo que siente, consciente de que eso no es de él.
El médium en desarrollo si no consigue saber  dominar en cualquier momento las influencias negativas que le lleguen, no podrá ser un buen médium y los comunicados de los espíritus que a través de él se manifiesten serán poco fiables.
Existen casos en que el desarrollo  de la facultad  es bastante más rápido después de  la liberación de un  Espíritu obsesor que durante un tiempo haya estado ligado a la persona, perturbándola y haciéndola sufrir.  Cuando hablemos de la Obsesión entraremos en más detalle; ahora basta añadir  que  estos casos de interferencias espirituales de una vibración inferior, suelen suceder   con el propósito acelerar el desarrollo mediúmnico.
Al médium en formación  se le puede ayudar  también en su desarrollo, con  la aplicación de  “pases magnéticos” que reciba, recibiendo con ellos la necesaria energía vital y psíquica que facilita  su desarrollo y activa los chacras, elevando su tónica vibratoria. Esto es especialmente útil en niños, que así se sienten más reforzados.
         La mayor parte de las veces, la mediumnidad suele  ser  una prueba para el Espíritu del médium, lo cual le resulta también una expiación que al mismo tiempo le sirve para impulsar enormemente su propia evolución, porque con este valioso instrumento  que es  la mediumnidad, se puede ayudar a Entes desencarnados  sufridores  o  ignorantes, lo que facilita el ejercicio de la caridad por parte del médium.
         Por último, no envidiar a ningún médium por su facultad, pues casi siempre es señal de que con ella están saldando una deuda de su pasado como espíritu, y un pasado de errores y deudas no es precisamente envidiable, porque si se envidia su facultad, se envidia la causa que la motivó.
- José Luis Martín-

“Muchos sufrimientos derivan a veces del esfuerzo por forzar su prematuro desarrollo; quien así los posee es a menudo alucinado por engañosos espíritus, o llega a envanecerse y piensa que no puede equivocarse; y en cualquier caso, el tiempo y la energía que su adquisición requiere, podrían haberse empleado en trabajar por los demás”.
                                                          -Krishnamurti-

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             EL CEREBRO DEL HOMBRE


Para transformar en un legitimo elemento de auxilio a los Espíritus sufridores, encarnados o no, no es imprescindible comprender la perversidad como locura, la rebeldía como ignorancia  y el desespero como enfermedad.


La ceguera del Espíritu es fruto de la espesa ignorancia en manifestaciones primarias  o de la obnubilación  de la razón en los estados de envilecimiento del ser.

El verbo gastado en el servicio del bien es cimiento divino  para realizaciones inmortales. Conversar, sirviendo a nuestros semejantes de modo sustancial, aumentará nuestro lucro. Después de la muerte, lo que hay de más sorprendente es el encuentro  de la vida. El organismo periespiritual que condiciona al espíritu en materia más suave y más plástica, después del sepulcro, es fruto igualmente  del proceso evolutivo. Como hijos de Dios  y herederos de los siglos, conquistamos  valores, de experiencia en experiencia, de milenio a milenio. No hay favoritismos  en el templo Universal de Dios, y todas las fuerzas de la Creación se perfeccionan en el infinito. Somos creación del Autor Divino y debemos perfeccionarnos integralmente.  Dios estableció como ley Universal  que sea la perfección, obra del cooperativismo entre El y nosotros, sus hijos.

Desde la ameba  en la fría agua del mar, hasta el hombre, venimos luchando, aprendiendo y seleccionando  invariablemente. Las páginas de   la sabiduría hinduista son escritos  de ayer  y la Buena Nueva de Jesucristo  es materia de hoy, comparados a los milenios vividos por nosotros, en la jornada progresiva.

El hombre posee un cerebro que se divide en tres regiones  distintas. En la primera, están los impulsos automáticos, simbolizando el sumario vivo de los servicios  realizados; en la segunda situamos  las conquistas actuales, donde se yerguen y se consolidan las cualidades nobles  que se edifican; la tercera está las nociones superiores, indicando las culminaciones que tiene  que alcanzar. En la primera mora el habito  y el automatismo, en la segunda el esfuerzo y la voluntad y en la última demoran el ideal y la meta superior a ser alcanzada.

Estos departamentos son, el subconsciente el consciente  y el súper consciente. Como vemos, poseemos en nosotros mismos, el pasado, el presente y el futuro. Todo el campo nervioso de la criatura constituye  la representación  de las potencias periespirituales, lentamente conquistadas  por el ser, a través de milenios y milenios.

El cerebro es el órgano sagrado de manifestación de la mente, en tránsito de la animalidad primitiva hacia la espiritualidad humana.

El hombre actual representa la humanidad  victoriosa, emergiendo de la bestialidad primaria.

El hombre en su estado actual no tiene la suficiente luz para descender con provecho a todos los ángulos del abismo de los orígenes, tal facultad  la adquirirá  más tarde, cuando su alma esté limpia de todo resquicio de sombra. No hay total olvido  en la Corteza Terrestre, ni restauración inmediata  de la memoria  en las zonas de la existencia, que siguen , naturales, al campo de la actividad física, todos los hombres conservan tendencias  y facultades  que casi equivalen a efectivo recuerdo del pasado; y no todos, al atravesar el sepulcro, pueden readquirir , repentinamente, el patrimonio  de sus reminiscencias.  Quien se materializa, en el campo, de la materia densa, no puede volver  a encender, de pronto, la luz de la memoria.

Interpretando de una manera simple las tres regiones  de vida cerebral, Nervios, zona motora y lóbulos frontales, en el cuerpo carnal, traduciendo impulsividad, experiencia y nociones superiores del alma, constituyen campos de fijación de la mente encarnada  o desencarnada. La demora excesiva en uno de esos planos, con las acciones  que le son consecuentes, determina el destino del cosmos individual. La criatura estacionada en la región  de los impulsos se pierde en un laberinto de causas y efectos, desperdiciando tiempo y energía; quien se entrega de modo absoluto, al esfuerzo maquinal, sin consultar el pasado y sin organización de bases para el futuro, mecaniza la existencia, destituyéndola de luz edificante. Para que la mente prosiga en dirección de lo alto, es necesario que se equilibre, valiéndose de las conquistas pasadas, para orientar los servicios presentes, y amparándose, al mismo tiempo, en la esperanza que fluye, cristalina y bella, de la fuente superior de idealismo elevado; a través de esa fuente ella puede captar del plano divino las energías restauradoras, construyendo así el futuro edificante.

Jesús nos recomendó el amor a los enemigos y la oración por los que nos persiguen y calumnian. Llegará el día, en que el amor, la fraternidad y la comprensión, definiendo estados del espíritu serán tan importantes para la mente encarnada como el pan, el agua, el remedio; es cuestión de tiempo. Aunque a veces parezca lo contrario, la mente humana de manera general, asciende para el conocimiento superior, a pesar que, a veces, parezca lo contrario.

 - MERCHE- (Extraído del libro “En un Mundo Mayor” de Francisco Cándido Xavier)

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     Ricos – Pobres

Sabes que en la peregrinación en la tierra, conduces en ti una multiplicidad de riquezas con las cuales el Creador te honra la vida planetaria.
Tienes la preciosidad de la voz y de la visión. ¿Pero cuál es la importancia de semejante bendición, si no te tornas capaz de hablar nada que construya consolación, instrucción y alegría a tu alrededor? ¿Qué grandeza tendrá tu visión, si no consigues ver con claridad a tus amigos, a tu familia, tus trabajos, todo lo que te cabe realizar durante la jornada reencarnatória?
Gozas de buenas piernas y de pies potentes que te conducen para todos los lados. Con todo, ¿de qué te valen pies y piernas formidables, si no te desplazas al encuentro de quien puedas ayudar o llevar felicidad?
Disfrutas de excelente audición, que te bendice con los sonidos de la vida. Pero, ¿de qué valdrá tener buenos oídos y oír por oír, si no consigues escuchar las voces de los débiles ni los gemidos de los que padecen a tu alrededor, ni las voces de tantos que te quieren instruir para el bien?
Tienes el cuerpo sano y soberbio, que te ofrece posibilidad de llevar adelante la bendición de tu reencarnación. ¿De qué te sirve el cuerpo hermoso, si te tiras a los pantanos de los vicios, entristeciéndote profundamente, sin que lo aprecies, sin que lo respetes, sin colocarlo al servicio de tu evolución?
Conduces un cerebro exuberante, apto al interpretar el movimiento del universo, desde la flor que aparece en el charco, hasta el brillo de las estrellas, dándote oportunidad de decidir por ti mismo tus humanos caminos. ¿De qué te vale la bendición del cerebro y de la mente en esplendida actividad, si no logras discernir con provecho, manteniéndote en alma trastornada, irreflexiva, a comprometerse cada vez más con rutas equivocadas y actos mal guiados?
Eres, amigo, inmensamente rico delante del amor de Dios, en virtud de todo lo que te compone los implementos físicos y mentales, a fin de hacer la vida crecer en tus manos.
Aunque inmensamente rico, cuantas veces te presentas grandemente empobrecido, en verdadera mendicidad moral, cada vez que dejas de hacer buen provecho de todo lo que el Creador te entregó para tu evolución, toda vez que no te vales de todo lo que tienes para transformar el mundo a tu alrededor, dejando marcas de amor por donde pases.
De ese modo, querido corazón, aprende a utilizar los elementos de que fuiste dotado, haciendo que tu cuerpo, con todos los recursos que dispone, bajo el comando del alma inteligente que eres, sea puesto al servicio de tu propio avance, del progreso de tu semejante, en fin, al servicio de Dios.
Página del Espíritu Ivan de Albuquerque, psicografiada por J. Raúl Teixeira. Traducido por Jacob
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¿Hay diferencia entre los buenos y malos Espíritus con respecto a venir pronto al llamamiento que se les hace?
La hay muy grande; los Espíritus malos sólo vienen a gusto cuando esperan dominar y engañar; pero experimentan una viva contrariedad cuando están obligados a venir para confesar sus faltas; sólo desean marcharse, como cuando se llama a un  estudiante para reprenderle. Pueden ser obligados por Espíritus  superiores, como castigo, y para la instrucción de los encarnados.
La evocación es penosa para los buenos Espíritus cuando se les llama inútilmente por cosas de ninguna importancia; entonces no vienen, o bien se retiran.
Vosotros podéis decir que, en principio, los Espíritus,cualquiera que sean, no les gusta como a vosotros, servir para distracción de los curiosos. Muchas veces no tenéis otra idea evocando a un Espíritu que el saber lo que os dirá, o preguntarle sobre las particularidades de su vida que no desea haceros conocer, porque no tiene ningún motivo para haceros sus confidencias. ¿Creéis que va a sentarse en el banquillo para que os divierta? Desengañaos: lo que él no os hubiera dicho cuando vivía tampoco os lo dirá como Espíritu.
Observación. – La experiencia prueba, en efecto, que la evocación es siempre agradable a los Espíritus cuando se hace con un objeto formal y útil; los buenos vienen con placer para instruirnos; los que sufren encuentran consuelo en la simpatía que se les manifiesta; los que hemos conocido están satisfechos de nuestro recuerdo. Los Espíritus ligeros quieren ser evocados por personas frívolas, porque esto les proporciona una ocasión de divertirse a sus expensas; están poco a gusto con personas graves.
22. ¿Los Espíritus, para manifestarse, tienen siempre necesidad de ser evocados? No, porque se presentan muchas veces sin ser llamados y esto prueba que vienen espontáneamente.
23. Cuando un Espíritu se presenta por su propia voluntad,¿se está más seguro de su identidad?
De ninguna manera, porque los Espíritus mentirosos, emplean a menudo este medio para engañaros mejor.
24. Cuando por el pensamiento se evoca el Espíritu de una persona, aun cuando no haya manifestación por la escritura ni de otro modo cualquiera, ¿viene a nosotros?
La escritura es un medio material para que el Espíritu pueda atestiguar su presencia, pero el pensamiento es el que le atrae y no la acción de escribir.
25. Cuando un Espíritu inferior se manifiesta, ¿puede obligársele a que se retire?
Sí, no escuchándole. Pero, ¿cómo queréis que se retire cuando os divertís con sus torpezas? Los Espíritus inferiores se unen a los que les escuchan con gusto, como los necios entre vosotros.
26. La evocación hecha en nombre de Dios, ¿es una garantía contra la intervención de los Espíritus?
El nombre de Dios no es un freno para todos los Espíritus perversos, pero detiene a muchos; por este medio siempre alejáis a algunos y aun alejarías a muchos más si la evocación fuese hecha desde el fondo del corazón y no como una fórmula ligera.
27. ¿Podrían evocarse nominalmente muchos Espíritus a la vez?
Ninguna dificultad hay en esto, y si vosotros tuvierais tres o cuatro manos para escribir; tres o cuatro os responderían al mismo tiempo; lo que sucede cuando hay muchos médiums.
28. Cuando son evocados muchos Espíritus simultáneamente y sólo hay un médium, ¿quién es el que contesta?
Uno de ellos contesta por todos y manifiesta el pensamiento colectivo.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.                                        
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