domingo, 2 de junio de 2013

TIEMPOS DE VALORAR LA VIDA




Cualquiera que sean las providencias tomadas para elucidar el alma humana, en el sentido de promover los cuidados para con la vida, valorándola como debe ser, chocaremos con una muralla intelectual y un vacío moral instigados por la influencia de las tesis materialistas-atéas que se insertan en el seno de las sociedades.

No deberemos desconsiderar la fuerza de los proyectos de vida inmediatistas que acostumbran a alimentarse en el ansia típicamente humana de desenvolver pocos empeños, o a gozar situaciones más confortables y de sacar todos los provechos posibles de los recursos del Planeta, sin que se tenga mucho que resarcir, o que realizar, en pro de ese bienestar anhelado. En fin, es la teoría del provecho pleno y sin cargas para los beneficiarios.

Tales posturas son regidas por el egoísmo renaciente del instinto de conservación, que tiene en los reinos inferiores de la Humanidad su fuente generadora. Es el egoísmo el que hace dilatar esa desenfrenada búsqueda del placer hedonista, del gozo insaciable y gratuito sin cualquier reflexión relativa a las consecuencias de esos privilegios.

No nos extrañemos de que semejantes conductas estén entrañadas y muchas veces sustentadas por criaturas que se presentan como religiosas, como creyentes de Dios, o como liderazgos en los campos de las instituciones de fe ditas cristianas.

Lo que pasa es que muchos Espíritus han llegado al Planeta, en los días presentes, trayendo responsabilidades asumidas en la Inmortalidad, en los campos del bien, de la renovación espiritual y de los progresos inherentes del alma eterna. Al sentirse bien instalados en el confort del cuerpo físico, valiéndose de las posibilidades socio económicas de realce o cuando se adornan con los poderes de la política terrena, deslustran esos compromisos – que les son recordados durante las horas de desdoblamiento naturales del sueño- y se sumergen en actuaciones ególatras absolutistas, discrecionales, sin ningún pensamiento que se vuelva para el Creador de la Vida y Sus leyes registradas en nuestra conciencia.

Es indispensable que estemos atentos para las instrucciones traídas por las Voces de los Cielos, en el cerne de la Codificación de Espiritismo, concernientes al poder nefasto del egoísmo que se produce en las más variadas instituciones del mundo, sea en el seno de la familia, de la escuela, de las iglesias o de las oficinas profesionales, fenómeno que solo será batido, transformado o superado por medio del ingente trabajo de la educación.

Es impracticable conseguir el entendimiento, por parte de las masas terrenas, de cuestiones magnas para la vida como es la del abortamiento de la pena de muerte, de la eutanasia, del hambre, de los descalabros contra la ética, sin que los individuos tengan, debidamente madurada, la conciencia de si mismo como Espíritus inmortales y que, por eso mismo, son responsables por la sementera que realizan en el suelo planetario.

El espiritismo es llamado ahora, por medio de la labor de los espíritas, a cooperar en todos los movimientos sociales que enaltecen a la vida y a todos los elementos a ella vinculados, en el campo de la providencia inmediatista, en las respuestas que precisan ser dadas a las comunidades, sin cualquier duda.

Entretanto, por la fuerza filosófica de la Doctrina Espirita, no pueden los espiritistas perder de vista su carácter educacional, trabajo que es capaz de modificar las disposiciones morales de los seres, mudando el modus vivendi del hombre, propuestas que permitirá lancemos en la corriente social a criaturas bien formadas, participantes de la aristocracia intelecto-moral al que se refirió el ínclito Codificador Allan Kardec, en la estera de sus famosas reflexiones acerca de los grupos del gobierno terrestre.

Lo que presenciamos, por lo tanto, es un formidable embate entre las voces que proyectan luz sobre las mentes, sobre las almas y aquellas que gritan sus alucinadoras propuestas de destrucción y de muerte, testimoniado por el cobarde silencio de muchos individuos que, si consiguen cantar y prestigiar las verdades espirituales en grupo, en el conjunto de los cofrades del bien, se callan y se omiten toda vez que se enfrentan con el deseo de dar su testimonio de la verdad, amedrentados muchas veces por el temor del ridículo o de las desconsideraciones de las que `puedan ser blanco.

Estamos convocados por los Portavoces de Jesucristo, que actúan en los altos servicios de espiritualización de las ideas en el mundo, a dar nuestra contribución, a nuestra consistente palabra, calcada en los principios del venerando Espiritismo, sin arrogancia, sin presunción y sin miedo.

Con todo, somos llamados a dar nuestro testimonio de lucidez, de fortaleza moral y de fraternidad, a fin de que el proceso educacional que el Espiritismo presenta, mucho más allá de recibir el refuerzo en nuestra teoría, pueda contar con el vigor de la biciación de los espiritas en el medio social.

Estamos en los tiempos de ejercitar el propio coraje y la buena disposición, en esa audacia que hizo que los primitivos cristianos descendiesen a los circos tan pronto resonó en la voz de Cristo la palabra Amor.

Sin miedo, nos cabe avanzar conjugando los posibles esfuerzos para que, ante tanto desprecio por la vida humana, actuemos en el campo de la feliz educación, amparada por la ética del amor a Dios por encima de todo y al prójimo, como a nosotros mismos, engolfados por la moral de prestar los indispensables servicios en pro de la disolución gradual del egoísmo, de la espiritualización de las ideas y de la profundización en las reflexiones en torno de la ley de casualidad, de la que ninguno de nosotros estará indemne.

La valorización de la vida del cuerpo no puede prescindir del apoyo a la cultura del alma, de la estima que se vive en cuanto a las realidades del espíritu Inmortal.

Por el Espíritu Camilo

Mensaje psicografiado por el médium ose Raúl Texeira, el 10 de noviembre del 2007. En la Reunión ordinaria del Consejo Federativo Nacional, de la Federación Espirita Brasileña, realizado en Brasil.
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" La falsedad de las riquezas consiste en que uno confunde lo que tiene con lo que es. Uno cree que es más porque tiene más."

    
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CAUSAS ANTERIORES DE LAS AFLICCIONES   

 Si bien hay males cuya primera causa es el hombre en esta vida, hay otros, por lo menos en apariencia, que le son completamente extraños y que parecen alcanzarlo como por una fatalidad. Tal es, por ejemplo, la pérdida de seres queridos y de los que son el sostén de la familia; tales son también los accidentes que ninguna previsión puede evitar; los reveses de la fortuna que frustran todas las medidas de prudencia; las plagas naturales y las enfermedades de nacimiento, sobre todo aquellas que quitan a los infelices los medios de ganarse la vida con su trabajo, como las deformidades, el idiotismo, la imbecilidad, etc. Aquellos que nacen en semejantes condiciones, seguramente, nada hicieron en esta vida para merecer una suerte tan triste, sin compensación y que no podían evitar, impotentes para cambiar por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración pública. ¿Por qué, pues, seres tan infelices, mientras que a su lado, bajo un mismo techo, en la misma familia, otros son favorecidos bajo todos los aspectos?

¿Qué decir, en fin, de esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron de la vida más que el sufrimiento? Problemas que ninguna filosofía pudo resolver aún, anomalías que ninguna religión pudo justificar y que serían la negación de la bondad, de la justicia y de la providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma sea creada al mismo tiempo que el cuerpo y que su suerte esté irrevocablemente fijada después de una estada de algunos instantes en la Tierra. ¿Qué hicieron esas almas que acaban de salir de las manos del Creador, para soportar tantas miserias en este mundo y merecer en el futuro, una recompensa o un castigo cualquiera, cuando no pudieron hacer ni bien ni mal?

Sin embargo, en virtud del axioma de que todo efecto tiene una causa, esas miserias son efectos que deben tener una causa; y desde que se admita un Dios justo, esa causa debe ser justa, luego precediendo siempre la causa al efecto y puesto que aquella no está en la vida actual, debe ser anterior a ella, es decir, pertenecer a una existencia precedente. Por otro lado, no pudiendo Dios castigar por el bien que se hizo, ni por el mal que no se hizo, si somos castigados, es porque hicimos mal; si no hicimos mal en esta vida, lo hicimos en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible evadirse y en que la lógica dice de que lado está la justicia de Dios.

El hombre, pues, no es castigado siempre o completamente castigado, en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del malo sólo es momentánea y si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La infelicidad que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser y el que sufre puede decir siempre: “Perdóname, Señor, porque he pecado”.

7. Los sufrimientos por causas anteriores, son, con frecuencia, como los de las faltas actuales, consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una injusticia distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que hizo sufrir a los otros; si fue duro e inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si fue orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si fue avaro, egoísta, o si hizo mal uso de su fortuna, podrá ser privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir con sus propios hijos, etc. Así se explican, por la pluralidad de existencias y por el destino de la Tierra como mundo expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la infelicidad entre los buenos y malos en este mundo. Esa anomalía no existe en apariencia, porque se toma su punto de vista desde la vida presente; pero si uno se eleva con el pensamiento de manera que pueda abarcar una serie de existencias, se verá que cada uno recibe la parte que se merece, sin perjuicio de la que le es dada en el mundo de los Espíritus y que la justicia de Dios jamás es interrumpida. El hombre nunca debe perder de vista que está en un mundo inferior, donde sólo es mantenido por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que si perteneciese a un mundo más elevado, eso no ocurriría y que de él depende no volver más a este mundo, trabajando por su perfeccionamiento.

8. Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a los Espíritus endurecidos o muy ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa, pero son elegidas libremente y aceptadas por los Espíritus arrepentidos, que quieren reparar el mal que hicieron e intentar hacerlo mejor. Tal como aquél que habiendo hecho mal su tarea, pide que se le permita empezarla de nuevo para no perder el beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por el pasado que castigan y pruebas para el porvenir que preparan. Rindamos gracias a Dios que en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no lo condena irrevocablemente por la primera falta.

9. Entre tanto, no es necesario creer que todo sufrimiento soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; mas, pruebas o expiaciones, son siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente y que sufren con una resignación muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen al hombre a revelarse contra Dios.

El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución, lo que es señal de progreso.

10. Los Espíritus no pueden aspirar a la felicidad perfecta sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada en los mundos felices. Lo mismo sucede a los pasajeros de un navío infestado por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan purificado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida adelantan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura el enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decirse que tenía mucho que expiar y alegrarse de curar muy pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perderle los frutos con las lamentaciones, sin lo cual tendría que empezar de nuevo.

( de El Evangelio según el Espiritismo)


                        NOTA:
Los lunes, miércoles y jueves a las 22,30 podéis participar en el chat de la Federación Espírita Española.

Los viernes en la misma sala de chat  a las 23,00 horas podéis asistir a una conferencia impartida por el grupo "Estudios espíritas sin fronteras", dirigido por Cárlos Campetti.
 Los domingos a las 21,30 horas comienzan las clases de estudio de la Doctrina Espírita, a las que estáis todos invitados.
Recomiendo ver  también: 
Inquietudes espíritas- inquietudesespiritas.blogspot.com.es
El espirita albaceteño.-  elespiritadealbacete.blogspot.com.es
 kardeciano.blogspot.com
 marinamiesdeamor.blogspot.com
                    soyespirita.blogspot.com
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                                ade-sergipe.com.br
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Revista virtual:  www.amorpazycaridad.com                            

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