El camino saludable de una persona que cometió uno error y que ya consigue clasificarlo como inadecuado, es sin duda, el arrepentimiento.
Ese seria el primer grito de la conciencia para anunciar que aquello que nosotros hicimos, no deberíamos de haberlo hecho. La conciencia moral nos advierte en cuanto a la calidad del valor de nuestra acción.
Desde punto de vista ético y de vivencia, pudiese afirmase que el arrepentimiento es una insatisfacción causada por la violación de un principio moral, aceptado por la persona como valor necesario.
Esto resulta en la libre aceptación de la punición o castigo, además de que la persona se dispone a evitar futuras transgresiones.
En el plano de la evolución del Espíritu, el arrepentimiento en si mismo, ya es una conquista, pues significa que hubo algún progreso. Solamente se arrepienten sinceramente, las criaturas que lograran desarrollar una cierta sensibilidad (feeling en la lengua inglesa), lo que Kardec llamo apropiadamente de madurez del sentido moral. Y es esta madurez que nos permite comprender la esencia de la Doctrina, consonante al análisis particular que Kardec hace acerca de los buenos espiritas:
“(...) la parte por así decir material de la ciencia, solamente requiere ojos que observen, mientras la parte esencial, exige un cierto grado de sensibilidad, lo que puede llamarse madurez del sentido moral.
Madurez, que es independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es peculiar al desenvolvimiento, en sentido especial, del Espíritu encarnado”.
El pensamiento espirita establece una nítida relación entre sentido moral y sensibilidad .
Proponiendo una reflexión de la naturaleza psico-sociológica que confirma nuestro raciocinio, Kardec considera que los lazos de familia, son más fuertes en el seno de una civilización moral mas avanzada (como parece ser la nuestra), y que “esos lazos, más débiles en los pueblos primitivos, se fortalecen con el desenvolvimiento de la sensibilidad y el sentido moral”.
Kardec afirmo que “con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, del lo justo e injusto”.
Y nacen también los fenómenos emocionales del arrepentimiento, del remordimiento y de la culpa, que abren caminos para la futura reparación.
Como vemos, hay una estrecha relación entre la sensibilidad, desenvolvimiento del sentido moral y arrepentimiento.
Esto representa una expresión de sensibilidad del ser, que ya alcanzó un cierto grado de conciencia moral.
Ya no se encuentra en una condición de embotamiento de su capacidad de valoración, ni enceguecido por el egoísmo que lo impele a atender exclusivamente a sus intereses, no raras veces en perjuicio de muchos.
El arrepentimiento, puede ser entendido como una experiencia de alguien que ya consigue sensibilizarse, delante de sus acciones infelices y recorre en seguida, el rumbo que la madurez psicológica le permitir alcanzar.
Es evidente que existen grados diferenciados de arrepentimiento, variando desde formas más pálidas y fugaces hasta la posición de profunda sinceridad, fruto de la madurez psicológica. En ese último caso, hay una disposición del ser, para el reajuste a través de la reparación.
Los Espíritus esclarecen que el arrepentimiento, en el estado corporal, tiene como consecuencia hacer que en la vida actual, el Espíritu progrese, si tiene tiempo de reparar sus faltas.
Cuando la consciencia lo considere y le exponga a una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse
Es común que nos sintamos culpables en consecuencia del acto psicológico y moral del arrepentimiento. En ese sentido, hay que se establecer una distinción entre la culpa terapéutica y la culpa patológica. La primera es saludable, al paso que la segunda provoca trastornos variados.
La culpa puede desdoblarse en remordimiento, como puede llevar al individuo a conductas y experiencias de mayor equilibrio.
Cuando alguien se equivoca por algún motivo y se arrepiente, es comprensible que surja la culpa en las pantallas de la conciencia.
No siendo la culpa un sentimiento negativo en si, cumple el papel de despertarnos la consciencia para la renovación de actitudes, recomponiéndonos moralmente.
Es claro que no estoy refiriéndome a la culpa como experiencia emocional, en si mismo. Apenas sentir la culpa no determina ninguna transformación. Es precisamente en esta etapa, donde la responsabilidad establecerá el punto de ruptura, entre la culpa saludable y la no saludable.
Al lidiar con el sentimiento de culpa, si el individuo asume la responsabilidad sobre sus propios actos y actúa verdaderamente como un adulto, sabrá enfrentar de modo maduro, las consecuencias de sus actos.
Y en ese caso no se inquietará con los tormentos del remordimiento, lo cual representa un grado mas profundo de culpa. La culpa es como una constante insatisfacción y repercute en la consciencia, mientras que el remordimiento traduce un estado inquietador, en el alma por el error cometido. Es una cuestión de grado.
Cuando convertimos la culpa en responsabilidad, crecemos psicológicamente. De esto resultará la disposición para el heteroperdón (perdonar el otro), bien como para el auto-perdón (perdonarse) Por otro lado, la fijación en los cuadros de remordimiento, nos tornará mas difícil la revisión de los actos, la reflexión madura y la consecuente actitud de responsabilidad ya referida.
Será providencialmente necesario, en ese sentido, vivenciar los resultados del remordimiento, sus consecuencias, para poder mas tarde liberarnos de tales cobranzas internas y despertar nuestro sentido de responsabilidad.
Cuando la culpa domina nuestro interior, estamos delante del remordimiento, lo cual se convierte en un verdugo interno, verdugo de nosotros mismos, al producir cuadros mentales y emociones descontroladas, que representan la base para otros numerosos problemas y trastornos psicológicos.
La responsabilidad marca, de hecho, una diferencia en la conducta del ser. Ser responsable es reconocer humildemente sus faltas y desear sinceramente reparar el mal cometido.
Asumir nuestras responsabilidades es tener el coraje de ser. Es demostrar capacidad de actuar con elevación y dignidad, sin escamotear o crear justificaciones no sustentables.
En muchas situaciones entendemos (cuando la culpa es consciente), o sentimos (cuando la culpa es inconsciente), que las conductas auto-punitivas generadas y sustentadas por el sentimiento de culpa, estarían a servicio de algún “pago” de la deuda moral.
Personas que cometen errores y que se arrepienten, pueden terminar por se penarse, creyendo en el fondo, que no merecen una vida mejor o una vida feliz.
Si se auto castigan por la consciencia de culpa que les visita. No se permiten recomenzar o reparar la falta cometida. La culpa paraliza el individuo en la deletérea inacción, dándole al mismo tiempo la falsa idea de rescate o de ajusticiamiento.
No nos levantamos por el dolor vivido en clima de insatisfacción, lamentaciones y revuelta, como propone el amigo espiritual Lacordaire en “Bien sufrir y mal sufrir”.
En una lenguaje de la filosofía existencial, tener responsabilidad, significaría salir de una vida banal, no autentica y vulgar, hacia una vida autentica y filosófica, a través de la consciencia de los problemas existenciales y de su condición de ser, siendo él, el responsable por todos sus actos.
Esta autenticidad se traduce por el coraje de ser, de romper con la banalidad en las relaciones humanas y ser lo que se elige ser.
Esta autenticidad se traduce por el coraje de ser, de romper con la banalidad en las relaciones humanas y ser lo que se elige ser.
El pensamiento espirita está basado en la noción de responsabilidad personal por los sus propios actos.
Veamos lo que afirmaran los Espíritus a ese respecto:
“Disteis al animal el instinto que le traza el límite de lo necesario y él maquinalmente se conforma con eso; pero al hombre además de su instinto, le disteis la inteligencia y la razón; le disteis también la libertad de observar o infringir aquellas de vuestras leyes que le conciernen personalmente, es decir, de escoger entre el bien y el mal, a fin de que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.”.
Es necesario considerar que estas nociones de responsabilidad y consciencia de los resultados morales de las acciones, van desarrollando en el ser inmortal lentamente, al largo de su proceso de evolución espiritual, lo que se reflexiona en el proceso de desenvolvimiento psicológico y emocional del ser encarnado.
Asumida la responsabilidad, ya estamos avanzando en dirección a la reparación.
Kardec considera tres pasos fundamentales en eses casos: el arrepentimiento, la expiación y la reparación. Ese modelo rompe con el arrepentimiento, la expiación y la reparación. Ese modelo rompe con la visión culturalmente transmitida hasta los días de hoy, según la cual debemos temer el mal y buscar a toda costa el bien.
Cuantos conflictos neuróticos dominaran nuestro campos de consciencia y emocional, por el remordimiento patológico a que nos entregamos por cuenta de uno sistema de valores (personal y social compartiendo muchas veces) construido sobre las bases del miedo y de culpa!
El modelo propuesto en el pensamiento espirita se nos revela acogedor, humanista y moralmente elevado en sus fundamentos.
Analizando el asunto en “El Cielo y el Infierno"”, Kardec afirma que “el arrepentimiento, a pesar de que sea el primer paso para la regeneración, no basta por si solo; son necesarias la expiación e la reparación. (...) Arrepentimiento, expiación e reparación constituyen, por lo tanto, las tres condiciones necesarias para apagar los trazos de una falta y sus consecuencias” (1ª parte, cap. VII, iten 16).
Apagar los trazos de una falta y sus consecuencias, es tarea para los seres que ya despiertan la consciencia hacia otros valores y adoptan por esto mismo, una postura mas realista y productiva en la vida.
En algunas tradiciones religiosas, basta si el individuo se arrepiente, para estar exento de las responsabilidades sobre los actos cometidos anteriormente. Se entiende que en esos casos, el perdón sea una dádiva, una gracia, y no una conquista, algo que resulta del trabajo y del esfuerzo.
Kardec esclarece:
“El arrepentimiento suaviza los clavos de la expiación, abriendo la esperanza por el camino de la rehabilitación; solo la reparación, sin embargo, puede anular el efecto destruyéndole la causa. De lo contrario, el perdón seria una gracia, no una anulación.
Vemos en el trecho de encima, que es la esperanza lo que resulta del arrepentimiento. Siendo ese el primer paso, es comprensible que haya por la expiación, sufrimientos físicos y morales, aunque todavía precedido por la esperanza.
Es la esperanza, la que nos da la fuerza necesaria para los avatatares que se hacen necesarios, a fin de que nuestra consciencia si tranquilice, pasando a la reparación.
De este modo, la visión defendida por el Espiritismo es siempre optimista y esperanzadora, por cuanto no se desea “la muerte del impío, sino que él se convierta, y que deje el mal camino en que vive”
Es el propio Codificador quien lo evidencia, cuando considera que “desde que se manifiestan los primeros visos de arrepentimiento, Dios nos hace entrever la esperanza”.
Obsérvese que la esperanza puede resultar, desde los primeros signos de arrepentimiento. Esto significa que la expiación y la reparación, podrán ser frutos de la esperanza, al mismo tiempo en que ella sustenta las acciones del ser, en la realización de lo que le compete, para asumir las consecuencias de sus conductas.
Ese modo de pensar invierte la lógica del pensamiento judaico-cristiano. Antes se admitía la necesidad de sufrir para evolucionar. Aquí si entiende que el sufrimiento es un accidente del camino, y no una condición “sin ecuanon” para el desarrollo de las potencialidades del ser.
Sufrimos por nuestras acciones equivocadas y no debido a un impositivo de la Ley de Dios. El único impositivo de está, es nuestro crecimiento moral e intelectual, para conquistar nosotros mismos, la felicidad plena por la perfección relativa.
La noción de expiación es tratada con el mismo tono de esperanza y optimismo. Hay personas que teniendo altas dosis de conocimiento doctrinario espirita, entienden que la expiación es sanción, casi castigo.
Afirmo el codificador que “hasta que los últimos vestigios de la falta desaparezcan, la expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales que le son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual pos muerte, o todavía en nueva existencia corporal. (item 17 – CI)
No es nuestro planeta un “valle de lágrimas”, implica que la expiación consiste, en realidad, de experiencias que terminan por desenvolver nuestra sensibilidad más profunda. Es como el proceso de tallado de una piedra preciosa.
Para demostrar nuestra esencia precisamos vivir experiencias de amor, pero cuando delinquimos en el amor, en el conocimiento, el sufrimiento es camino que se nos abre, para el desarrollo de nuestra sensibilidad y maduración de nuestro sentido moral delante de la vida. Afirmo Kardec que “la reparación consiste en hacer el bien a aquellos a quien se había hecho el mal”
Como estamos considerando nuestra jornada evolutiva como un camino de esperanza, recordémonos en los momentos difíciles de arrepentimiento y culpa, cuando “nuestro corazón nos condena”, de que “Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas”
(*) Henrique Fernandes Miembro Expositor de la Asociación Médico-Espírita del Rio de Janeiro. Miembro Consejero de la Rádio Rio de Janeiro. Maestro en Psicologia, Psicólogo e Psicoterapeuta.
Henrique Fernández
Traducido por Cassio
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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"Las heridas externas son de fácil cicatrización, mientras que aquellas que surgen en lo íntimo son mucho más lentas.
Báñate en las aguas de la confianza en Dios, de la paciencia, de la humildad, del perdón y del amor, sin permitir que el odio, el egoísmo, la rebeldía y el resentimiento te maceren los tejidos del alma.
Muchas enfermedades del cuerpo proceden del Espíritu lacerado por los conflictos de la emoción o por el ácido de las imperfecciones morales.
Cuida de los órganos internos, cuidándolos de la agresión contumaz, del vicio y de la irresponsabilidad."
(Vida Feliz -- Joanana de Angelis
(Vida Feliz -- Joanana de Angelis
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Ocurrió hace 150 años. Era un sábado. La mañana aun no despertara de todo; disfrutando del aire levemente frío de la mañana, un hombre se dirigió a la Galería d´Orleans, en el Palais Royal, en plena Capital francesa.
Él era conocido como un pedagogo de renombre en su país y reconocido internacionalmente. Era el Profesor Rivail.
Se dirigió a la Librería Dentu, subió las escaleras y llegó al entrepiso.
Aquella mañana, su objetivo no era verificar ninguno de sus libros didácticos, ya que había publicado varios de ellos.
El libro, que ahora se encontraba en las manos de la Sra. Dentu, era algo muy especial. Una obra que revolucionaría las bases de la ciencia, de la filosofía y de la religión, hasta entonces vigentes.
Allí se hallaban reunidas 501 cuestiones relacionadas con el origen, la naturaleza y el destino de los Espíritus.
La obra fue colocada en la vitrina, sobre un terciopelo rojo. Era El Libro de los Espíritus.
En una secuencia didáctica, presentaba los principios de la Doctrina Espírita sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los Espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la Humanidad.
Piedra fundamental sobre la cual se yergue la Doctrina Espírita, es un tratado para orientar temas relacionados a la economía, la sociología, la psicología, la embriología, la ética...
Obra sin igual, desafía el segundo siglo de su publicación, sin cualquier alteración en su contenido, en un período en que todo el conocimiento sufrió contestación y modificó la faz cultural de la Tierra.
Alcanzó, desde los primeros momentos, gran éxito en Francia y en el resto de Europa, con repercusión en las Américas.
El Abad Leçanu, en la época, refiriéndose a la monumental obra, dijo: Siguiendo las máximas de El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, se puede llegar a ser un santo en la Tierra.
El Libro de los Espíritus es la recopilación de las enseñanzas dictadas por los Espíritus superiores y publicado por orden de ellos.
Al Codificador, Allan Kardec, le cupo la tarea de organizar y ordenar las preguntas, desde los asuntos más simples a los más complejos, abarcando variados ramos del conocimiento humano.
Dividido en cuatro partes, contiene un cuerpo de doctrina claro, metódico e inteligible para todos.
Con su publicación se cumple, en la faz de la Tierra, la promesa de Jesús acerca del Consolador Prometido: la Tercera Revelación.
El Espiritismo nace en la mañana de aquél sábado, 18 de abril de 1857.
Sin El Libro de los Espíritus, con sus parámetros esclarecedores, no existe Doctrina Espírita.
A todos los desheredados de la Tierra, a todos cuantos avanzan o caen, regando con las lágrimas el polvo del camino, diremos: leed "El Libro de los Espíritus", el os tornará más fuertes.
También a los felices, a los que en su camino solo encuentran las aclamaciones de la multitud y las sonrisas de la fortuna, diremos: estudiadlo y el os tornará mejores.
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¿Sabias tú...
... que la segunda edición de El Libro de los Espíritus, publicada en marzo de 1860, fue aumentada para 1019 preguntas?
...que esa segunda edición se agotó en cuatro meses?
...que antes de ser publicada, la obra fue completamente revisada por los Espíritus, con el concurso mediúmnico de una joven de nombre Japhet?
... que el Oriente Medio ya dispone de El Libro de los Espíritus, traducido al idioma árabe?
... finalmente, que en el año 2014 se conmemora los 157 años de la publicación de El Libro de los Espíritus?
- Redacción de Momento Espírita -
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