La Bondad
Es muy difícil a algunas personas tener un gesto de bondad, una palabra amable que inspire confianza porque, seguramente, ha permanecido durante mucho tiempo, encerrada en una coraza de hierro, no desean dejar salir un destello de amabilidad, una palabra de alegría, que inspire confianza, para no dar así oportunidad a que nadie entre en su interior.
Siempre en un corazón endurecido, hay un punto en el cual es más sensible, y es muy difícil encontrárselo a algunas personas. Hay que sentir por ellas algún tipo de afecto, para permanecer insensible llamando una y otra vez, insistiendo para lograr al fin un día, encontrar ese instante propicio, esa debilidad suya, tocar su corazón y a través de ese punto, ir penetrando poco a poco en su personalidad inmutable. La bondad comienza a expresarse en lo que podríamos llamar el punto matemático de la individualidad. Antes de hacer su aparición en la criatura racional, aun en los seres irracionales, ya la bondad se manifiesta en los otros reinos y en todas las cosas.
Todo lo que existe es una obra de Dios, es una expresión del amor divino, que, así, existe en la esencia de todas las cosas y de todos los seres, dejándoles la función propia de su valor, en el conjunto de la creación.
No hay, por consiguiente, ser alguno en cuya esencia no exista, en estado potencial, la bondad, que un día lo nivelara a los espíritus más elevados. Todos los ejemplares en el reino mineral, en el reino vegetal, lo que tienen de bueno, de bello, de útil son expresiones imprimidas en esas modalidades; lo que igualmente tienen de bueno, bello y útil todos los objetos, es también una manifestación de la bondad.
Del amor divino se originó la bondad, que genera la benevolencia y sus derivados: la tolerancia, la indulgencia y la condescendencia.
La capacidad para la bondad existe en cada uno de nosotros sin excepción alguna. No importa el tipo de dolor que te haya tocado vivir en tu vida, esa capacidad nunca es destruida.
La bondad está del mismo modo en todos los seres. No hay ningún ser privilegiado. Más, no se presenta en todos en las mismas proporciones, al manifestarse, por causa de ser desigual el desenvolvimiento que presenta.
La bondad hace a las personas más sanas y felices. Es la actitud más económica y pragmática que existe, puesto que nos permite ahorrar mucha energía en sospechas, preocupaciones, resentimientos, manipulación y reacciones a la defensiva.
La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas las personas y en todo momento.
La bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones.
En la criatura humana, la bondad toma formas y expresiones muy significativas y que impresionan en mayor grado. Sobretodo, el contraste en que está con el mal es que destaca considerablemente, constituyéndola el polo opuesto a aquel, lo que le da realce y despierta la estima de los Espíritus que ya distinguen el bien del mal, lo bello de lo feo, lo útil de lo pernicioso.
La bondad, como hemos visto, va más allá que un simple ofrecimiento de cosas materiales en condiciones precarias, para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:
Sonreír siempre
- Evitar ser pesimistas: ver lo bueno y positivo de las personas y circunstancias
- Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto.
- Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.
- Ante la necesidad de llamar fuertemente la atención (a los hijos, un subalterno, etc.), hacer a un lado el disgusto, la molestia y el deseo de hacer sentir mal al interesado: buscar con nuestra actitud su mejora y aprendizaje.
- Visitar a nuestros amigos: especialmente a los que están enfermos, los que sufren un fracaso económico o aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares.
- Procurar dar ayuda a los menesterosos, sea con trabajo o económicamente.
- Servir desinteresadamente.
El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.
La falta de bondad es consecuencia del egoísmo la mezquindad y la ausencia de grandeza humana. El que no es bueno es incapaz de sentir compasión y ve a los demás como rivales o enemigos a los que sería una imprudencia ayudar y de los que hay que cuidarse en extremo. Se siente más seguro cultivando la desconfianza, el rencor y el odio que la simpatía o la amistad y prefiere anular o destruir a sus semejantes que conocerlos o dialogar con ellos, a menos que pueda sacar algo a su provecho. La falta de bondad nos deshumaniza y nos convierte en personas indeseables e insensibles, con las que la vida en comunidad se torna difícil e incluso peligrosa.
El desconocimiento casi absoluto de los valores humanos por parte de quienes practican la falta de bondad, como un medio de conseguir lo que quieren; el culto al autoritarismo y la dureza de corazón como manifestaciones de poder y fortaleza; la idea de que ser buenos es sinónimos de tontos , son los principales obstáculos para la bondad.
Los bondadosos son amables, accesibles, compasivos, generosos, fuertes, espontáneos.
Los faltos de bondad son egoístas, insensibles, desconfiados, hoscos, rencorosos, crueles.
La voluntad del espíritu humano imprime relevo a la bondad, cuando le consagra sus actividades y, del mismo modo, cuando se degrada, cediendo a inclinaciones viciosas.
La bondad sin embargo, vence siempre, por existir verdaderamente en el individuo. Podrá esa victoria retardarse mucho, por efecto del escaso esfuerzo que el Espíritu emplee para alcanzarlo; más siempre triunfará del mal. Y a ese triunfo propende constantemente la criatura humana, aun mismo cuando lo objetive.
La aspiración, el deseo de un bien mayor, existente con carácter indeleble en todo Espíritu, no es sino el reflejo de la bondad que en lo íntimo del ser existe. Podrán esas aspiraciones y deseos inclinarse para cosas puramente materiales, aun mismo viciosas y deformadas por las pasiones; más no dejan de ser un apelo que la bondad hace desde el fondo del alma, como para querer tornarse patente y ejercer la influencia benéfica, que le es natural. La criatura, en virtud de su atraso, traducirá esas voces intima s por el deseo ardiente de dar satisfacción a los vicios y pasiones; con todo, no por eso deja de ser el sentimiento sublime y santo de la bondad que lo inspira. Solamente, por tener ese sentimiento de abrir el paisaje a través de las camadas oscuras de la densa materialidad, cuando llega a la superficie, aparece deformado por la adherencia de partículas de materia viciada, que recogió en la trayectoria.
Así pues, no hay ser alguno en quien la bondad no forceje para desabrochar y desenvolverse a fin de convertir en causa actuante lo que en lo intimo del alma se encuentra en estado potencial.
Hija del Amor, originándose de la esencia del amor divino, la bondad es, consiguientemente, invencible; sin embargo, es preciso que la criatura humana, cuando llegue a comprenderlo, se esfuerce por apartar todos los obstáculos que perturban su manifestación.
La voluntad del hombre debe orientarse en el sentido de aumentar el potencial de bondad que existe dentro de él; pues cuando no lo hace, prepara un futuro desdichado, porque solo en la bondad reside la felicidad verdadera. Tanto es así, que el espíritu humano no puede considerarse feliz mientras no haya desenvuelto en sí, en el más alto grado, ese sentimiento.
La bondad, que dio nacimiento a la benevolencia en todas sus modalidades, debe inspirar todos los actos del ser racional, que, así, avanzará con paso firme y seguro por el camino de su propio perfeccionamiento.
Hay que educar todos los sentimientos, para que no crezcan como plantas silvestres, más sí como plantas bien cultivadas, para que crezcan y se desenvuelvan lozanas.
El de la tolerancia, en primer lugar, conviene sea conducido, mediante criteriosa dirección, por el camino de la rectitud y de la justicia, para culminar en las alturas de la indulgencia y de la condescendencia. Sobre todo, la condescendencia, que aunque sea, de todos los derivados de la bondad y de la benevolencia, es la que exige más discernimiento, es la que más conquistas hace de Espíritus para el bien.
La condescendencia, pues, es lo que requiere mayor atención y esmero en su educación. Bien educado y dirigido ese sentimiento, tenerlo bien encaminado igualmente la educación de la indulgencia y de la tolerancia, por hallarse comprendida en la primera.
Como ya hice notar, la condescendencia mal dirigida puede acarrear grandes males; más, ese inconveniente queda sanado, aun mismo cuando le falte la buena dirección, si lo inspira la bondad. Así es, de hecho, porque ninguna cosa que se inspire en la bondad acarreara consecuencias malas. Podrán las apariencias desmentir esta afirmación; sin embargo, como las apariencias no son la realidad, pierden todo valor, surgiendo con manifestada claridad las consecuencias benéficas que la bondad, aun mismo defectuosamente dirigida, origino.
Por eso, es siempre preferible, en la educación de la condescendencia, en caso de duda, condescender en exceso, a oponer la barrera insuperables a los deseos del otro, aun mismo a sus caprichosas extravagancias.
Hemos de procurar reprender con dulzura, discutir sin exaltarnos, juzgar todas las cosas con moderación y benevolencia, huyamos de todo lo que apasioan y sobreexcita.
Evitemos sobre todo la cólera, que es el despertar de todos los instintos salvajes amortiguados por el progreso y la civilización, una reminiscencia de nuestras vidas oscuras. En todo hombre, la bestia subsiste aun en ciertos aspectos: la bestia que debemos domar a fuerza de energía, si no queremos ser dominados y esclavizados por ella. En la cólera, esos instintos adormecidos se despiertan y hacen una fiera del hombre. Entonces se desvanece toda dignidad, toda razón y todo respeto de uno mismo. La cólera nos ciega, nos hace perderla conciencia de nuestros actos y, en su furores puede conducirnos al crimen.
La naturaleza del hombre sensato cosiste en contenerse siempre, y la cólera es un indicio de un carácter atrasado. El que sienta inclinación hacia ella, deberá velar con cuidado por sus emociones, ahogar en si el sentimiento de la personalidad, procurar no hacer ni decir nada, mientras se sienta bajo el imperio de esa pasión temible.
La dureza y el desprecio ahuyentan al prójimo, al paso que la condescendencia despierta en el aprecio y la simpatía a quien se le mostro benévolo.
Y no será demás repetir cuan conveniente es transigir en todo cuanto no participe un caso de conciencia, porque esas transigencias despiertan la bondad en los seres que se ven favorecidos por ellas, infunden respeto, consideración, aprecio y, por más pervertido que sea que condescender con las cosas que no afectan a la rectitud de la conciencia, como en el existe la bondad en estado latente, vuestra condescendencia bondadosa le penetra en lo intimo, donde la bondad se alla, produciendo un choque que le hace sentir las delicias de algo desconocido y como el bien es superior al mal. Desde luego, el se prepara para progresar en la carrera del Bien, carrera que todos los seres cursan, hasta los más depravados, con la única diferencia de que estos son los que estudian las primeras lecciones, hallándose en un punto mucho más adelantado a los que ya traen desenvuelta la bondad.
Condescendencia, pues, largamente, aun con aquello que más nos pueda repugnar, y granjeamos así el aprecio y la atención de nuestros semejantes, para atraerlos, para conseguir que nos oigan, cuando nos convenga aleccionarlos en todo lo que necesiten aprender. El ser que ya trilla el camino de la Perfección debe procurar siempre tomar el mayor bien de todo en que intervenga, bien para sí y bien para los otros, no teniendo en cuenta a su persona, cuando se encuentran en juego sus semejantes, en el caso en que deberá tener la mira de los otros y no la suya misma.
¡Cuesta tan poco condescender en las cosas pequeñas! Pues bien, considerad que las cosas pequeñas con las que condescendéis vuestro semejante las tiene por grandes y os lo agradece. Ese agradecimiento es una puerta más abierta en su alma, para allí penetrar con las saludables sugestiones. Con la condescendencia practicada así, conseguiremos matar el germen de toda causa de alteración de la paz, no seréis motivo de disgustos, ni desafecto, os tornareis simpáticos e indispensables y os asesorareis de la conciencia de vuestros hermanos.
Esto, sobretodo, deben tenerlo en cuenta los que viven entregados al servicio de algún gran ideal, pues de ese modo se les ampliará el camino, para el cumplimiento de la misión que desempeñan, no produciéndose contra ella ninguna coligación de voluntad. Crearan, al contrario, simpatía y aprecio, que le facilitaran la catequesis que intenten. El resultado final será, pues, conseguir más almas para la Causa del Bien que representan.
Más, a fin de poder ser un elemento de bastante elasticidad para condescender, cuando, convenga, con el prójimo, es preciso que la criatura desenvuelva en si la bondad. Con la bondad inspirándole todos los actos el triunfo es seguro. En las causas nobles, la bondad da siempre la victoria. Procurad ser bondadosos eso os librará de las penalidades a la que los mundos atrasados someten a los Espíritus que los habitan; cultivad la bondad, si queréis practicar todas las virtudes con la perfección debida; cultivad la bondad y habréis resuelto el problema de la benevolencia.
Debemos procurar adquirir la bondad, cualidad inefable y aureola de la vejez ; la bondad, que supone para su poseedor ese culto del corazón, rendido por los humildes y los débiles a sus sostenes y a sus protectores.
La indulgencia, la simpatía y la bondad apaciguan a los hombres, los atraen hacia nosotros, los disponen a prestar oído a nuestra opinión confiados, mientras que la severidad les rechaza les aleja. La bondad nos crea así una especie de austeridad moral sobre las almas, nos proporciona más medios de conmoverlas y de orientarlas hacia el bien. Hagamos pues de esta virtud una antorcha con cuya ayuda podamos llevar la luz a las inteligencias más oscuras, es una tarea delicada, pero que hará más fácil un poco de amor hacia nuestros hermanos unido al sentimiento profundo de la solidaridad.
Enviado por Merchita.
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Feliz o Infeliz?
Con un simple gesto te puede hacer desgraciado; con una pequeña sonrisa te puede hacer feliz…
Con tantos amos tirando de ti en tantas direcciones y dimensiones, nunca estás en armonía, nunca eres uno; y jalado en tantas direcciones, estás angustiado.
Sólo alguien que es dueño de sí mismo puede trascender la angustia."
Ocho, El Libro de los Secretos
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Compartiendo carta con consultas espíritas
Hermano Oswaldo:
¿Hay dos movimientos espíritas?
No. El Espiritismo es uno solo.
Lo que sucede es que cada espírita tiene su propia conciencia, un nivel de evolución único y una memoria espiritual o ancestral, sin igual.
Por lo tanto, según mi opinión, el nivel de espiritismo de cada uno de nosotros, vendrá dado por nuestro propio nivel conciencia.
Seremos espíritas, hasta donde nuestra conciencia nos permita. No daremos como cierto, lo que nuestra memoria, evolución y conciencia no acepte.
Quien sabe cuantas vidas tenemos influenciadas por las religiones y no creo que la espiritualidad permita, que en una vida seamos judíos, la siguiente budistas, luego Cristianos y así sucesivamente.
El entorno en el cual nacemos, está de acuerdo con los factores de memoria, evolución, conciencia, causalidad, etc. Y así lo prevé la espiritualidad.
Lo que quiero explicarte es que somos el producto de muchas vidas, las cuales han sido influenciadas por las religiones. En nuestro caso, la Cristiana.
Cuando se conoció la teoría de la evolución, eso chocó contra ciertos dogmas de las religiones. La ciencia ha demostrado que ningún animal fue creado directamente, sino es el resultado de la evolución sistemática. Esto va en contra del creacionismo.
Tú que eres médium, estás convencida de que hay otra vida. Tu conciencia lo acepta. Tienes pruebas. Estás de acuerdo con la reencarnación, pero tu conciencia debe tener dudas, con respecto a la resurrección.
En las comunicaciones mediúmnicas, los espíritus no nos hablan de estar en el Cielo, o el Infierno. La conciencia del espírita debe tener dudas al respecto.
Cuando en tu correo me hablas de que: “Sin caridad no hay salvación? Y Yo te pregunto: ¿salvarnos de qué?
Como estas dudas que te menciono, hay muchísimas y todos dentro del Espiritismo, las padecemos. Solo que las respuestas vienen dadas por el nivel de evolución de cada uno de nosotros.
En mi caso, el tema de la relación con Dios es algo especial. Sé que las religiones están equivocadas al respecto y que las comunicaciones mediúmnicas dicen otra cosa, pero mi nivel evolutivo y mi conciencia, no me permiten dar el paso definitivo, hacia lo que piensa el espiritismo moderno. Y me mantengo en todo el medio, esperando el momento que mi conciencia se atreva a dar el salto necesario.
De la misma forma pasa con la mayoría de los espíritas, estamos en una transición, entre lo que nos acostumbraron las religiones, durante miles de años y la realidad que nos demuestra la ciencia y el Espiritismo.
Las mismas religiones van evolucionando; la religión católica, hace unos años reconoció la inexistencia del Cielo y el Infierno.
Aquellas religiones, en las cuales es un deber eliminar a los que no crean en su Dios, están divididas al respecto.
El trato a la mujer, ha ido cambiando en aquellas religiones, en donde se le humillaba y marginaba.
El Papa Francisco, se acaba de declarar en contra del celibato, algo que va contra la naturaleza humana.
En fin, se trata de una evolución total. No podemos seguir amarrados a dogmas y escritos de hace miles de años. La humanidad está evolucionando constantemente. Fíjate que en la actualidad se ve a los hombres en la calles, en los buses, etc., cargando y atendiendo a los bebés. Eso anteriormente el machismo no lo permitía.
Acabamos de ver en el campeonato de fútbol, a hombres que lloran cuando su equipo pierde, Eso anteriormente era mal visto. Ya es aceptado y la mayoría piensa como Yo; son lágrimas verdaderas.
En el Espiritísmo, también sucede lo mismo; hay evolución, solo que por nuestra diferencia en los niveles evolutivos, hay quienes se desprendieron totalmente de las religiones, unos estamos a mitad de camino y otros quieren estar en ambas partes a la vez.
Esto último sucedió entre los cristianos y cultos africanos, dando origen a la Santería, el Vudú, la Macumba, etc. Personas, las cuales no querían ir a los extremos, decidieron crear estas mezclas, en las cuales se sentían bien. Esto se ve mucho en Haití, Cuba y Brasil.
Esperemos que lo anterior no suceda con el Espiritismo.
La diferencia que ves entre los espíritas, es reflejo de cómo la conciencia individual, va filtrando los nuevos conocimientos que va dando la Ciencia, la Astronomía, la Mediúmnidad, etc.
En el Brasil que mencionas, se calcula que los espiritistas religiosos representan el 70% del total, mientras que los espiritistas laicos son el 30%.
De lo que si puedes estar segura, es que esta relación está cambiando constantemente. Mayoritariamente hay transferencia de religioso a laico, muy poco de laico a religioso.
El aumento del Espiritismo, viene dado por el ingreso de creyentes religiosos, que comienzan a ser libres pensadores y buscan respuestas a sus inquietudes.
Por el tamaño de la respuesta a tu interrogante, te podrás dar cuenta como me agrada que me preguntes.
Oswaldo Porras
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