No hay maldades ocultas en la Tierra; todos los crímenes y todas las faltas de la criatura humana, se revelarán algun dia y en algun lugar; cualquier sombra de nuestra conciencia, queda impresa en nuestra vida hasta que la macula sea lavada por nosotros mismos con el sudor del trabajo o con el llanto de la expiación, nadie se eleva a pleno Cielo, sin el pleno reajuste en la Tierra.
Muchos compañeros que han abandonado la carne, se demoran en los círculos purgatoriales, sobre todo aquellos que se complicaron la vida con la delincuencia, creando por los desvaríos de su propia conducta, el infierno exterior, que no es otra cosa que el reflejo de si mismo, cuando, por el relajamiento y por la crueldad, se entregan a la practica de acciones deprimentes que los obliga a la temporal segregación en los resultados deplorables de sus propios errores.
El Espiritismo revela una concepción de justicia, más justa. La criatura humana no se encuentra simplemente subordinada al criterio de los penólogos del mundo, categorizados como cirujanos eficientes en el tratamiento o en la extirpación de la gangrena social.
Cuanto más esclarecida sea la criatura, más responsable es, entregada, naturalmente, a los fallos de la propia conciencia, en la tierra o fuera de ella, toda vez que se envuelve en las plantas espinosas de la culpa.
El estudio de la situación espiritual de la criatura humana, después de la muerte del cuerpo, no puede ser relegado a un plano secundario.
Para el Espiritismo, la Tierra es una valiosa arena de servicio espiritual, así como un filtro en el que el alma se purifica poco a poco en el curso de los milenios, adquiriendo cualidades divinas para la ascensión a la gloria celeste. Por eso, hay que sustentar la luz del amor y del conocimiento, en el seno de las tinieblas, tal como es necesario mantener el remedio en el foco de la enfermedad.
Las criaturas que están desprovistas de moral y de cualquier principio noble, después del túmulo, llevan al otro lado, en su interior un torbellino tenebroso, semejante a la tormenta externa, por motivo de los pensamientos desorganizados y crueles de que se alimentan. Odian y aniquilan; muerden e hieren. Alojarlos en los santuarios de socorro en el Más Allá, equivaldría a introducir tigres hambrientos entre fieles que oran en un templo.
Semejante fase de inconsciencia y desvarió, pasa como pasa la tempestad, aunque en crisis, persevere a veces por muchos años. Combatida por el temporal de las pruebas que les imponen el dolor de fuera a dentro, el alma se refunde, poco a poco, tranquilizándose hasta abrazar, por fin, las responsabilidades que creó para si misma.
No basta el peregrinar del Espíritu después de la muerte, por los lugares de tinieblas y de padecimientos, para que las deudas de la conciencia sean resarcidas…
El deudor no soluciona con gritos e improperios, los compromisos que contrajo empleando su propia voluntad, además de los desmanes de orden mental a que se entregan, desprevenidos, emergen siempre más infelices y más endeudados. Pasada la fiebre de locura y de rebelión, el Espíritu culpable regresa al remordimiento y a la penitencia. Se calma, como la tierra que vuelve a la serenidad y a la paciencia, después de haber sido insultada por el terremoto, aún a pesar de haber sido maltrecha y herida, sometiéndose de nuevo a la siembra renovadora de sus destinos.
Los salvajes en su gran mayoría, hasta desenvolver su mundo merital, vive casi siempre confinados en la floresta que resume sus intereses y sus sueños, retirándose lentamente de la tribu, bajo las direcciones de Espíritus benévolos y sabios que los asisten. Las almas primitivas, en gran parte, caminan al influjo de los genios benévolos que las sustentan e inspiran, trabajando con sacrificio en las bases de la institución social, y aprovechan los errores, hijos de las buenas intenciones, a manera de enseñanza preciosas que garantizan la educación de esas almas. En las zonas infernales, residen las mentes que, conociendo las responsabilidades morales, que les competían se alejaron de ellas, deliberadamente, con el loco propósito de escarnecer al propio Dios. El infierno, en rigor, puede ser definido como un vasto campo de desequilibrio, establecido por la maldad calculada nacida de la ceguera voluntaria y de la perversidad completa. Hay viven a veces por siglos. Constituyendo, enorme falange vibratoria, en conexión con la Humanidad Terrestre, pues todos los padecimientos infernales son creaciones de la misma, estos lugares tristes funcionan como alfilerazos necesarios para los Espíritus que se dejan caer en las deserciones de orden general menospreciando responsabilidades que el Señor les otorga. Todas las almas con conocimiento de la verdad y de la justicia, responsables del bien, si incurren en el delito de desatender el noble deber que el mundo les fija, cuando mueren, permanecen en estos sitios por días, meses, años reconsiderando sus situaciones, antes de la reencarnación que deben lograr para obtener su reajuste lo más pronto posible.
Muchos en el plano físico suponen que la muerte es un punto y final para sus problemas, otros se creen privilegiados de la Infinita Bondad, por haber abrazado actitudes superficiales, en templos religiosos.
El viaje al sepulcro; nos enseña una lección grande y nueva. La de que nos allamos indisolublemente ligados a nuestras propias obras.
Nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o para nuestra derrota.
A Nadie debemos nuestro destino, sino a nosotros mismos. No debemos sentirnos sin esperanza, también somos beneficiarios de la Tolerancia Divina, que nos abre los santuarios de la vida física, para que sepamos expiar, restaurar y resarcir.
El pasado habla en nosotros con gritos de acreedor exigente, amontonando sobre nuestras cabezas los frutos amargos de la siembra que hicimos… De hay los desajustes y enfermedades que nos asaltan la mente, desarticulando nuestro vehículo de manifestación.
Nadie avanza al frente sin pagar las deudas que contrajo. ¿Cómo elevarnos al mundo de los Ángeles, con los pies hundidos en el camino de los hombres que nos acusan de nuestros fallos, obligando a nuestra memoria a sumergirse en las sombras?
El Cielo representa una conquista, pero no una imposición.
En la retaguardia, perdíamos el tiempo instalando en nosotros, pensamientos y sentimientos, que no deseábamos para nosotros mismos, o establecíamos por crueldad y por orgullo, amplia sombra de odio y de persecución.
Con semejantes actitudes, no hicimos otra cosa que levantar en perjuicio nuestro, la desarmonía y el sufrimiento que sitian nuestra existencia, como inexorables fantasmas.
Creemos que cuando pasamos al otro lado, un lavado maravilloso libertará a nuestro Espíritu, pero no siendo así por el contrario cargamos en el cuerpo sutil, con todos los males que alimentamos. Nuestras conciencias reflejan las tinieblas o la luz de nuestras creaciones individuales. La Luz, aclarando nuestra vista, nos ilumina la estrada. Las tinieblas, cegándonos, nos encarcelan en la cárcel de nuestros errores.
El Espíritu, cuando se armoniza con los Designios Superiores, vislumbra el horizonte próximo y camina, valeroso y sereno, con el fin de superarlo, pero el que abusa de la voluntad y de la razón, rompiendo las corrientes de las bendiciones divinas, crea la sombra de si mismo, aislándose en pesadillas aflictivas, incapacitándose para continuar hacia el frente.
La mayoría, somos espíritus endeudados, con la obligación de darlo todo a favor de nuestra propia evolución. Hemos de comenzar, los que deseen esa reforma, a articular ideas redentoras y edificantes, favoreciendo así la construcción de nuestro futuro. Disculpando a los que nos ofenden, con el sincero propósito de pedir el perdón a nuestras victimas. Cultivar la oración en servicio a nuestro prójimo, reconociendo siempre al genio bueno que nos auxilia, exigiéndonos el mayor esfuerzo.
La encarnación, simboliza la puerta de salida del infierno que hemos creado. Existen reencarnaciones ligadas a los planos superiores, y existen otras que se enraízan directamente en los planos inferiores. Si la penitenciaria tiene razón de ser entre los hombres, de acuerdo con la criminalidad corriente en el mundo, el infierno existe en el mundo espiritual, en función directa con la culpa de las conciencias… Al igual que en la esfera carnal contamos con una justicia sinceramente interesada en auxiliar a los delincuentes en su recuperación a través del libramiento condicional y de las prisiones escuelas, organizados por los propios autoridades que dirigen los tribunales humanos, en el más allá los representantes del Amor Divino pueden movilizar recursos de misericordia beneficiando a Espíritus deudores, siempre que se muestren ya dignos del socorro que les abrevie su rescate y su regeneración.
Muchas almas al sentir las reflexiones de la muerte, comienzan a sentir reminiscencias, se estancan en el remordimiento, como consecuencia de los delitos de su última existencia. Generalmente, llegan a lugares de inquietud, aquellos que cavaron en si mismos profundos surcos infernales y que se cristalizaron en peligrosas ilusiones. Pero la Bondad Infinita del Señor, permite que esas victimas edificadas en la comprensión y en el perdón, se transformen, felices, en abnegados cirineos de los antiguos adversarios. Pues el amor del Padre Celestial, no solo cubre los paisajes gloriosos del paraíso sino también las zonas atormentadas del infierno que nosotros mismos hemos creado.
Las mentes conturbadas, suelen sufrir eclipses mentales, sostenidos por ellos mismos. Las ideas macabras de la magia vil, como la brujería y lo demoníaco, que las iglesias denominadas cristinas propagan con el pretexto de combatirlos, mantienen creencias y supersticiones, al precio de conjuros y exorcismos, que generan en las mentes desencarnadas las imágenes de demonios que se difunden en los cerebros débiles y desprevenidos, estableciendo epidemias de peor alucinatorio. Las inteligencias desencarnadas, establecidas y entregadas a la perversión, se valen de esos cuadros mal contornados que se distribuyen en la Tierra a manos llenas y les dan vitalidad, y los enfermos empiezan atormentándose a si mismos y acaban siendo atormentados por seres que se afinan con el desequilibrio que les es propio.
El demonio Belfegor, que desprevenidas autoridades de la Iglesia, permitieron se esparciera en los círculos católicos, creó tremendos obstáculos a millares de criaturas que inadvertidas acogieron tales símbolos de Satanás ofreciéndolos a Espíritus beatizados que se aprovecharon para formar terribles procesos de fascinación y de posesión.
Hay que reflexionar detenidamente sobre los moldes mentales que nos dominan; pues cada corazón edifica el infierno en que se aprisiona, de acuerdo con las propias obras. Pues tenemos con nosotros los diablos que deseamos, de acuerdo con el modelo escogido o imaginado por nosotros mismos.
Todavía estamos lejos de conocer todo el poder creador y aglutinante encerrado en el pensamiento puro y simple, y, en razón de eso, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para liberarnos de las expresiones perturbadoras de la vida íntima. Todo lo que nos esclavice a la ignorancia y a la miseria, a la holgazanería y al egoísmo, a la crueldad y al crimen, resulta de ello el fortalecimiento de las tinieblas contra la luz, del infierno contra el Cielo. El pensamiento emitido por nosotros, regresa inevitablemente a nosotros mismos, compeliéndonos a vivir, de manera espontánea, en su onda de formas creadoras, que naturalmente se nos fijan en el espíritu, cuando son nutridos por combustible de nuestro deseo o de nuestra atención. De ahí la necesidad imperiosa de situarse en los ideales nobles y en los propósitos más puros de la vida, porque las energías atraen energías de la misma naturaleza, y, cuando nos estacionamos en el vicio o en la sombra, las fuerzas mentales que exteriorizamos, retornan a nuestro espíritu, reanimadas e intensificadas por los elementos que con ellas se armonizan, engrosando de esa forma, las gradas de la prisión en que nos detenemos, irreflexivamente, convirtiéndonos el alma en un mundo cerrado en el que las voces y los cuadros de nuestros propios pensamientos, aumentados por las sugestiones de aquellos que se ajustan con nosotros, en nuestro modo de ser, nos imponen reiteradas alucinaciones, anulándonos, de modo temporal, los sentidos sutiles.
Son muchas las criaturas que al desencarnar, sin el cuerpo somático, permanecen en círculos más plástico e influenciables donde pueden permanecer largo tiempo bajo el cautiverio de sus creaciones menos constructivas, deteniéndose así en largos periodos de sufrimiento y de ilusión, anidas a aquellos que viven sus mismos engaños y pesadillas.
La muerte del cuerpo físico es el primer paso para la recolección de la vida, el inmenso Umbral, situado a la salida del campo Terrestre, vive repleto de hombres y mujeres que atraviesan la gran frontera en plena conexión con la experiencia carnal. El espacio que ocupa la institución, es de forma rectangular, y el mismo permanece en la retaguardia, a manera de enorme población de extramuros. Sobrecargado de Espíritus conturbados y en estado de sufrimiento. Todas las almas que superan las crisis de perturbación o de angustia de que son portadoras, que puede perdurar por días, meses o años , son atraídos a esa institución, que abre sus puertas a las conciencias que se han liberado de la rebeldía sistemática.
Muchas criaturas recuperadas en esta Mansión, aceptan allí preciosas tareas de auxilio, incumbiéndose en la asistencia fraternal, en los largos sectores de esta región torturada. Mejoradas allá, traen aquí las bendiciones recibidas transformándose en valioso elementos de servicio de unión. Pues ningún alma rebelde puede entrar, permanece en la intemperie a las afueras en su alrededor hasta que reflexiona sobre su actitud contraria con las leyes Celestiales y entonces asistidas por almas para este fin, logran el acceso a la casa, después de haber logrado la transformación gradual en su reajuste. Diseminados por los campos de las sombras, en pequeños santuarios domésticos, continúan allí su propia restauración, aprendiendo y sirviendo.
Las almas culpables, después de la muerte, experimentan horribles torturas por parte de los demonios aclimatados en las sombras. Las criaturas que abusan de la inteligencia y del poder, que han sido voluntariamente sordas a la prudencia, que se extravían en los abismos de la locura y de la crueldad, del egoísmo y de la ingratitud, se hacen temporalmente presas de las creaciones mentales, insensatas y monstruosas, que para si mismas tejieron.
Los que se agitan en esas penurias yacen, de modo general casi siempre extremadamente rebeldes y, en la insania a la que se entregan, se convierten en verdaderos demonios de insensatez. Es necesario que se dispongan para aceptar la conformidad clara y pacifica, para que aun semiinconscientes, consigan acoger con provecho, el auxilio que se extiende a sus corazones. Estas almas enfermas, están situadas en construcciones en el Umbral semejantes a confortables caballerizas, por su rusticidad y seguridad, objetivada para la contención. El olor allí es desagradable por estar envuelto por el halo vital de energías de las criaturas que las habitan, formando partículas de fuerzas que irradian por todo el organismo, impresionando el olfato de manera agradable o desagradable de acuerdo con la naturaleza del individuo que las irradia. Por lo tanto allí ocurre igual que en la Tierra, cada entidad se caracteriza por su exhalación particular. Son muchos los que están adheridos a su cuerpo sepultado, exhalando el olor fétido de la descomposición.
Solo cuando se modifican las ideas, logramos modificar nuestra situación. Pero esto no es fácil, nuestras creaciones mentales son preponderantes, fatalmente, en nuestras vidas. Nos liberan cuando se enraízan en el Bien que sintetiza las Leyes Divinas, y, nos encarcelan, cuando se afirman en el mal que expresa la delincuencia responsable, envolviéndonos por tal razón, en el lado sutil de la culpa, pues aun disfrutando de la posibilidad de ausentarse del ambiente del crimen, el pensamiento del criminal está prendido al ambiente y a la propia sustancia de la falta cometida. El pensamiento actuando en forma de onda, con una velocidad muy superior a la de la luz, actúa y reaccionan sobre nosotros como circuitos cerrados, y nos traen de vuelta, las sensaciones desagradables, remanentes de nuestras obras infelices.
Debemos siempre los encarnados orar por los desencarnados es para ellos un beneficio concreto y piadoso, de la simpatía y del socorro que le debutamos, y que les sirve de ayuda y consuelo.
Es necesario que cuando nos dispongamos para orar, mantengamos el corazón y la mente libres de cualquier idea o sentimiento indignos de la reverencia y de la confianza que nos compete dedicar a la Divina Providencia, confraternizando unos con otros.
En la Mansión se realiza este menester dos veces por semana, en un local apropiado, y en el transcurso de las actividades que se realizan se materializan, orientadores que desde esferas, más altas, supervisan en el Umbral la situación.
En esas ocasiones los asesores más responsables y los dirigentes, recogen órdenes e instrucciones, para los servicios en movimiento. Suelen colaborar amigos que poseen condiciones medianimicas favorables para la realización de los servicios que allí se efectúan. Colaboran con sus fluidos vitales y con elementos radiantes, altamente sublimados, de los que se sirven los instructores para manifestarse con eficiencia.
Son trabajadores excelentes pero que sufren todavía las reminiscencias perturbadoras del plano físico, el peso de las deudas que adquirieron en el pasado, y que deben rescatar en un porvenir tal vez próximo, pero que aun así, debido a la disciplina que observan en su devoción a los semejantes, conquistan simpatías providenciales que funcionan en ellos como valores expresivos que han de atenuarle dificultades en las pruebas y luchas futuras.
Esto quiere decir que, en las zonas infernales, también disponemos de preciosas oportunidades de trabajo, no solamente venciendo las aflicciones purgatoriales que establecemos en nosotros mismos, sino también preparando nuevos caminos que nos conduzcan al cielo interior que debemos edificar.
Al orar es necesario preparase con el fin de no incurrir en faltas involuntarias, o dar cabida a pensamientos poco dignos, desechar cualquier recuerdo desagradable, con el fin de no causar interferencias en el ambiente con cualquier idea incompatible en el ministerio de la oración.
El gobierno de la vida posee su sistema de contabilidad, expresado en el mecanismo de la justicia ineludible. Si en el círculo de actividades terrestres cualquier organización necesita establecer un régimen de cuentas para basar las tareas que le hablen de responsabilidad, la Casa de Dios, que es todo el Universo, no podría subsistir sin estar sometida al orden. La administración Divina, dispone de sabios departamentos para relacionar, conservar, comandar y engrandecer la Vida Cósmica, todo ello pautado bajo la magnanimidad del más amplio amor y de los más criterios justicia.
En las sublimes regiones celestes de cada orbe entregado a la inteligencia y a la razón al trabajo a la progreso de los hijos de Dios, fulguran los genios angélicos encargados del rendimiento y de la belleza, del perfeccionamiento y de la ascensión de la Obra Excelsa, con ministerios apropiados a la concesión de préstamos y de moratorias, créditos especiales y recursos extraordinarios a todos los espíritus encarnados y desencarnados, que lo merezcan en función de los servicios referentes al Bien Eterno; y, en las regiones atormentadas como el Umbral, arrasada por ciclones de dolor regenerador, tienen los poderes competentes para promover el cobro y la fiscalización, el reajuste y la recuperación de todos aquellos que se convierten en deudores complicados ante la Justicia Divina; poderes que tienen la función de purificar los caminos evolutivos y circunscribir las manifestaciones del mal. Las religiones en la Tierra, por tal motivo, procedieron acertadamente a localizar el Cielo en las esferas superiores y al situar el infierno en las zonas inferiores, ya que en las primeras encontramos la creciente glorificación del Universo y, en las segundas, la purgación y la regeneración indispensable a la vida, para que la vida se acrisole y se eleve hacia l fulgor de las cimas.
Con relación a la ley de causa y efecto, es imperioso recordar que todos los valores de la vida, desde las más remotas constelaciones a la más mínima partícula subatómica, pertenecen a Dios, cuyos imborrables designios, pueden alterar y renovar, anular o reconstruir, todo lo que está hecho. Por tanto somos simples usufructuarios de la Naturaleza que consustancia los tesoros de Dios, con responsabilidad en todos nuestros actos desde el momento en que poseemos algun discernimiento. El espíritu, sea donde sea, encarnado o desencarnado, en la Tierra o en los otros Mundos, gasta, en verdad, lo que no le pertenece, recibiendo como préstamo del Padre Eterno, los recursos de que se vale para efectuar la propia sublimación en el conocimiento y en la virtud. Los patrimonios materiales y la riqueza de la inteligencia, los procesos y los vehículos y los rótulos honoríficos de cualquier procedencia son de la propiedad del Todo misericordioso, que nos lo concede a titulo precario, con el fin de que entremos en la posesión definitiva de los valores eternos, sintetizados en el Amor y en la sabiduría con que, en un futuro remoto, exterioricemos su Gloria Soberana. Desde el electrón hasta los gigantes astronómicos de la tele Cósmica, todo constituye reservas de las Energías de Dios, que usamos en nuestro provecho, por permiso de Él, de suerte que proveemos con firmeza nuestra elevación a su Majestad Sublime. De este modo, es fácil percibir que, después de que conquistemos la corona de la razón, de todo nos pedirá cuentas en el momento oportuno, ya que no puede haber progreso sin justicia ni aferición de valores.
El hombre inteligente debe saber que todo concepto de propiedad exclusiva, no pasa de ser una simple suposición. Todos los valores de la existencia, son un préstamo adjudicado por la Providencia Divina, por determinado tiempo, toda vez que la muerte funciona como juez inexorable, transfiriendo los bienes de unas manos a otras, y marcando, con inequívoca exactitud el provecho que cada espíritu extrae de las ventajas y de las concesiones que le fueron entregadas por los Agentes de la Infinita Bondad. Ahí se ve los principios de la ley de causa y efecto, en toda la fuerza de su manifestación, porque, en el uso o en el abuso de las reservas de la vida, representan la eterna Propiedad de Dios, cada alma crea en la propia conciencia, los créditos y los debitos que le acarrearan ineludiblemente, las alegrías y los dolores, las facilidades y los obstáculos del camino. Cuanta más amplitud tengamos en nuestros conocimientos, más responsabilidad tendremos en nuestras acciones. A través de nuestros pensamientos, palabras y actos, que fluyen invariablemente del corazon, gastamos y transferimos constantemente las energías del Señor, en nuestro viaje evolutivo, en los sectores de la experiencia y, del quilate de nuestras intenciones y aplicaciones en los sentimientos y en las practicas de la marcha, la vida organiza, en nosotros mismos, nuestra cuenta agradable o desagradable ante las Leyes del destino.
Es fácil conocer el bien, cuando nuestro corazón se nutre de buena voluntad al frente de la Ley. El bien es el progreso y la felicidad, la seguridad y la justicia para todos nuestros semejantes y para todas las criaturas de nuestra ruta, a las cuales debemos las conveniencias de nuestro exclusivismo, sin constreñimiento alguno por parte de ordenes puramente humanas que nos colocarían en la falsa posición de servicio, por actuar de fuera hacia dentro, generando muchas veces en nuestro cosmos interior, para perjuicio nuestro, la indisciplina y la rebeldía.
El bien, será por tanto, nuestra decidida cooperación con la ley, a favor de todos, aunque ellos nos cueste la renuncia más completa, ya que no ignoramos que, auxiliando la Ley del Señor y actuando de conformidad con ella, seremos por ella ayudados y sostenidos en el campo de los valores imperecibles. El mal, será siempre representado por aquella triste evocación del bien para nosotros mismos, expresándose a través del egoísmo y de la vanidad, en la insensatez y en el orgullo que señalan nuestra permanencia en las líneas inferiores del espíritu.
En Jesucristo, poseemos el paradigma del Eterno Bien sobre la Tierra. El lo dio todo de si en beneficio de los otros, no dudó en aceptar el supremo sacrificio en el auxilio de todos, para que el bien de todos prevaleciese, aunque para Él, en particular, se reservasen la incomprensión y el sufrimiento, la flagelación y la muerte.
Cada alma establece para si misma las circunstancias felices o infelices en que se encuentra, de acuerdo con las acciones que practica a través de sus sentimientos, de sus ideas y decisiones en la peregrinación evolutiva. Y el destino, al principio de cada nueva existencia, está guardado en la mente. Con el tiempo, el alma se desarrolla al sol de la eternidad, crece en conocimiento y fructifica en amor y sabiduría. El alma humana es una conciencia formada, retratando en si las leyes que gobiernan la vida, y, por ello, dispone ya, hasta cierto tiempo, de facultades con las cuales influir en la genética, modificando su estructura, porque la conciencia responsable hereda siempre de si misma, en germen, los acontecimientos agradables o desagradables que la sorprenderán en el mañana. En la conciencia humana, la razón y la voluntad, el conocimiento y el discernimiento, entran en función en las fuerzas del destino, confiriendo al espíritu las responsabilidades naturales que debe poseer de si mismo. Por tanto, aunque nos reconozcamos subordinados a los efectos de nuestras propias acciones, no debemos ignorar que el comportamiento de cada uno dentro de ese determinismo relativo, resultante de nuestra propia conducta, puede significar liberación abreviada o cautiverio mayor, perjuicio o mejoría en nuestra condición de almas endeudadas ante la Ley.
Aun en las posiciones expiatorias peores, el alma conserva su libre albedrío.
Un hombre malo y perverso encerrado en una cárcel por sus crímenes. Con su libre albedrío puede hacer el bien, haciendo en la cárcel una vida digna y así se ayudará o por el contrario revelándose ante los que lo rodean, perjudicándose así mismo. Si se inclina al bien pronto comenzará a atraer simpatías de los que lo rodean, avanzando con seguridad en la recuperación de si mismo.
De la justicia nadie puede huir. Porque nuestra conciencia, despertando en camino de la santidad de la vida, aspira a rescatar dignamente todos los debitos, con que se enero ante la Bondad de Dios. Si claudicamos en una experiencia, el Amor Infinito del Padre, brilla en todos los procesos de reajuste. Y será necesario que nos adaptemos a la justa recapitulación de la experiencia frustrada, utilizando el patrimonio del tiempo.
Solo por es atesoramiento de recursos educativos y renovadores en si mismo, por la practica de la fraternidad y del estudio, de modo a poder superar la falta ya inevitable, muy difícilmente se escapará de cometerla de nuevo, porque las tentaciones, comienzan en nosotros y se alimentan de nosotros mismos. Es por eso que el hombre sumamente endeudado, necesita aceptar las restricciones de su confort para pagar sus deudas a expensas de sus propias economías. Por tanto, no puede vivir holgadamente, y si con abstinencia y con sudor con el fin de poder liberarse lo antes posible.
En la niñez y la juventud, son las épocas más adecuadas para la construcción de la fortaleza moral con la que el alma encarnada debe tejer gradualmente la corona de la victoria que le corresponde alcanzar. Todo minuto en la vida es importante para renovar y redimir, perfeccionar y purificar. La tempestad como símbolo de crisis, surgirá para todos, en determinado momento; no obstante, aquel que pueda disponer de abrigo cierto, superará los peligros con sorprendente valor.
Sin olvidarnos que las manifestaciones contrarias del hombre, son corregidas en cualquier parte. Por tanto, hay expiaciones en la Tierra y expiaciones en el Cielo. Muchos desencarnados que se envuelven en desarreglos pasionales que rayan en el crimen, pese a hallarse advertidos por su propia conciencia y por los avisos respetables de instructores benévolos, crean para si mismos pesadas y aflictivas cuentas con la vida, cuyo rescate les reclama, luego, lucha y sacrificio por largo tiempo. En nuestro esfuerzo de auto reajuste en la vida espiritual antes de alcanzar la reencarnación, en la mayoría de las circunstancias nos ameniza la posición, garantizándonos una infancia y una juventud repletas de esperanzas y de tranquilidad, en las recapitulaciones que se lleven a cabo en la madurez, con excepción, naturalmente de los problemas de dura e inmediata expiación, en las cuales el alma es compelidas a sufrir duros padecimientos (muchas veces desde el vientre materno), tales como los desengaños, los choques, las humillaciones y los dolores de la vejez o de la larga enfermedad, antes de caer en el túmulo. Esos dolores, angustias y sufrimientos diversos, nos suavizan la ficha de espíritus endeudados, permitiéndonos una bendita tregua en los primeros tiempos de la vida espiritual, después de la peregrinación llevada en el campo físico.
Los encarnados en su mayoría, al alcanzar la edad provecta, se confían, habitualmente en las últimas fases de la existencia, a la ponderación y a la meditación, a la serenidad y a la dulzura. Las mentes infantiles, aun en la senectud de las fuerzas genuinamente materiales, continúan livianas e irresponsables, pero los corazones maduros en el conocimiento, se valen, por intuición natural, de la vejez o del dolor, para razonar con más seguridad, ya sea consagrándose a la fe en los templos religiosos, con lo que se aseguran más amplio equilibrio intimo para si mismos, o bien se dedican a hacer caridad, con lo que establecen en la memoria los recuerdos menos agradables y deseables, preparando así, con loable acierto y admirable sabiduría, el irrevocable paso a la Vida Mayor.
Hay vidas que necesitan de varias existencias para alcanzar determinado rescate, olvidados en la memoria, cuando estamos en el plano espiritual, pero con el tiempo, y con el fiel cumplimiento de las obligaciones para con la Ley, se nos dilata el poder neumónico. Avanzando en lucidez, abarcando más amplios dominios de la memoria. Asi es, que después de largos años de servicio en las zonas espirituales de la tierra, entramos espontáneamente en la faja de recuerdos poco felices, identificando nuevas extensiones del “Karma” o “cuenta” y, aunque estemos reconocidos a la benevolencia de Instructores y amigos que perdonan nuestro pasado poco digno, jamás condescendemos con nuestras propias debilidades y, por eso, nos vemos impelidos a solicitar de las autoridades superiores, nuevas reencarnaciones difíciles y provechosas, que nos reeduquen y nos aproximen a la redención necesaria.
Cada unote nosotros vive y respira en los reflejos mentales de si mismo, atrayendo las influenzas felices desgraciadas que nos mantienen en la situación que buscamos…
Los cielos o las Esferas superiores, están constituidos por los reflejos de los espíritus santificados, mientras que los infiernos...
Cada uno es tentado exteriormente, por la tentación que alimenta dentro de si mismo. Cada uno de nosotros es un generador de vida, con cualidades especiales de emisor y receptor. El campo mental del hipnotizador que crea en el mundo de su propia imaginación las formas pensamiento, que desea exteriorizar, es algo semejante a la cámara de imagen del transmisor común, lo mismo que es dispositivo es idéntico, en sus valores a la cámara ascua de la maquina fotográfica, plasmando la imagen de la cual se propone extraer el mejor efecto, la arroja sobre el campo mental del hipnotizado que, entonces, proceda a guisa de mosaico en televisión, o en la forma de película sensible en el servicio fotográfico.
Hay enfermedades del alma, que arruinan la mente por tiempo indeterminado. El hacer justicia con las propias manso significa violencia y crueldad pues hemos de recordad las palabras de Jesús “Ayudad a vuestros enemigos”. Mientras no ayudemos al que nos hace mal, no podremos recibir el auxilio de los Excelsos benefactores para lograr la serenidad.
Muchas veces esperamos que los Instructores nos faciliten la solución para los problemas y tal como ocurre en la Tierra, el profesor no puede solucionar los deberes del alumno, sin quitarle el merito de la lección. Por eso, por mucho que nos amen las madres, no nos sustituyen en las cárceles, cuando hemos de expiar un crimen; ni nuestros mejores amigos, pueden abogar para si, en nombre de la amistad, el derecho de sufrir la mutilación que nuestra imprudencia nos haya inflingido al propio cuerpo. Indudablemente las bendiciones de amor de nuestros benefactores, traen a nuestras almas inapreciables recursos… nos confieren la Luz interior para que podamos sentir y reconocer las flaquezas y auxiliarnos para que logremos la renovación, para que podamos demandar, con más decisión y facilidad, la meta que nos proponemos alcanzar, pero en verdad, el servicio de nuestro rescate es personal e intransferible.
Nos hallamos presos al recuerdo de las causas actuales, próximas a nuestra angustias, dificultando, la posibilidad de penetrar en el dominio de las causas remotas, ya que la situación de nuestro espíritu, es la de un enfermo grave, necesitado la mayoría de intervención urgente, a favor de nuestros reajustes. El infierno, supuestamente situado en las zonas inferiores de la Tierra, está repleto de almas que, dilaceradas y sufrientes, se levantan clamando por el socorro de la Providencia Divina, contra los males que generan contra si mismas, y la Providencia Divina les permite obtener la ventura de trabajar, con los dardos de la culpa y del arrepentimiento, castigando su corazón en beneficio de sus victimas y de los hermanos cuyas faltas se afinen con los delitos que cometieron y, puedan así, rearmonizarse tan pronto como sea posible, con el Infinito Amor y con la Justicia.
“Si pagamos nuestras deudas, que son las sombras tenebrosas que oscurecen nuestras almas, y el espejo de nuestra mente, en donde quiera que nos hallemos, reflejaremos la Luz del Cielo, la Patria Divina de la Recordación…
¡Perdemos mucho tiempo para rehacer, a veces, la inconsecuencia de un minuto perdido! La acción del mal, puede ser rápida, pero nadie sabe cuanto tiempo exigirá el servicio de la reacción indispensable al restablecimiento de la armonía soberana de la vida, quebrantada por nuestras actitudes contrarias al bien…
Por eso mismo recomendaba Jesús a las criaturas: “Reconcíliate rápidamente con tu adversario, mientras te encuentres en el camino con él” Ningún Espíritu entrará en el Cielo sin paz en su conciencia, y es más fácil apagar nuestras querellas y rectificar nuestros errores mientras estamos en el mismo camino recorrido por nuestras victimas en la Tierra, y muy difícil providenciar la solución de nuestros enigmas, cuando nos hallamos sumergidos en las nebulosidades infernales.
Cuando estamos en el más allá si procuramos ayudar, además de cumplir los deberes que allí nos son impuestos en la lucha por la recuperación moral de uno mismo extendemos la simpatía Divina a nuestro favor.
Pues un dia cuando de nuevo reencarnemos y nos hallemos de nuevo con las criaturas encarnadas, para solventar nuestras culpas, sufrimos también obstáculos y deudas, enfermedades y aflicciones… será necesario que manos cariñosas y amigas nos amparen desde el otro lado, en el nombre de Dios, porque aisladamente nada conseguiríamos vencer…
Y para que brazos amorosos nos socorran, será necesario que los nuestros se hallen movido allá en voluntario ejercicio de solidaridad. Cuando la caída en el abismo es de largo curso, nadie emerge del de un solo salto. Nadie está condenado al abandono. El Creador atiende a la criatura por mediación de las propias criaturas.
La religión infernal, permanece sobrecargada de cuentas maduras. Allí la avaricia soporta la acidez de atroces, padecimientos<, el crimen, se enfrenta a todas las especies de angustias en el remordimiento tardío, y la delincuencia responsable es sorprendida por las tinieblas que agravan las amarguras, porque la colectividad de labradores culpables por el plantío de tantas espinas, no disponen de valor necesario para recoger el fruto envenenado de la siembra a que se dedicaron. Desorientados y dementes, se sublevan contra flagelaciones que por si mismos generaron, y caen en las profundidades de la rebelión y desesperación… todo es en casi todas las circunstancias, sombras y conflictos uniformes, a la vez que vasto campo incendiado por criaturas imprevisoras, tolerando compulsoria mente el fuego y el humo con los cuales lesionaron la gleba de las propias vidas…
En el cuerpo carnal, la planta de la existencia se desenvuelve, florece y fructifica. La muerte fisiológica realiza la gran siega. Y en el mundo espiritual, se hace, la gran selección natural de los frutos. Los muy raros que se muestran perfeccionados son conducidos a la labor de la Luz Divina en los planos superiores, para que logren más amplia ascensión en el gran futuro; pero, esa masa aplastante de los que llegan deteriorados o imperfectos, se estaciona en las sombras en las regiones inferiores, esperando nuevas plantaciones en los surcos del mundo. Pues cada criatura traspone los umbrales del túmulo, con las imágenes que en si misma plasmó utilizando los recursos del sentimiento, de la idea y de la acción que la vida le presta, irradiando las fuerzas que acumuló en el espacio y en el tiempo terrestre.
Después de la muerte del cuerpo, las criaturas efectivamente santificadas, encuentran las más altas cuotas de servicio, en la expansión de la luz o de la caridad, del conocimiento o de la virtud, de todo lo cual se hicieron fuente viva de inspiración, durante su aprendizaje humano. El cielo beatizado y estancado, existe tan solo n la mente ociosa de aquellos que pretenden lograr progreso sin trabajo y paz sin esfuerzo. Todo es creación, belleza primor, alegría y luz incesantes en la obra de Dios, expresándose, divina e infinita, a través de aquellos que se elevan al infinito Amor. Asi pues, el corazón que en la Tierra una siembra de fe y de abnegación, pasa a nutrir desde el plano superior, la labor de las ideas y de los ejemplos que legó a los hermanos de lucha evolutiva, labor que se expande en aquellos que continúan su ministerio sagrado, creciendo, así, en trabajos e influencia para el bien, en el sector de acción iluminada y santificante que el Señor le confía.
Las almas juzgadas santas entre los hombres, y que no lo sean realmente en el Plano de la Verdad, las oraciones que le sean dirigidas alcanzaran los objetivos perseguidos, aun en el caso de que el supuesto santo permanezca en duras experiencias en las regiones de las sombras. Pues aunque las oraciones de inmediato, no encuentren, el espíritu al cual son dirigidas, pero alcanzaran el grupo de compañeros al que dicho espíritu debía ajustarse, los que amorosamente, lo sustituyen en la obra asistencial del bien, en nombre del Señor, ya que, realmente, todo amor en la Creación Eterna es de Dios. Imaginemos a Santa Teresa de Jesús, para ejemplificar que esta monja no estuviera temporalmente, en condiciones de prestar auxilio a aquellos que en devoción orasen pidiéndole ayuda…
Si eso sucediese, las grandes almas, acrisoladas en la disciplina de la institución en la que tanto se distinguió, se encargarían de hacer por ella el trabajo necesario y justo, hasta que pueda tomar sobre sus hombros el apostolado que le pertenece.
Cuanto más se eleva el alma a las cimas de la vida, más se despoja de las convenciones humanas, aprendiendo que la Providencia es luz y amor para todas las criaturas. Mientras tanto, hasta que el alma se identifique con los factores sublimes de la conciencia cósmica, los círculos de estudio y de fe, de perfeccionamiento y de solidaridad, por el bien que realizan, estén donde estuvieren, merecen el mayor acatamiento de las inteligencias Superiores que atienden la ejecución de los Planos Divinos. El Doctor Becerra de Meneses invocado cariñosamente en muchas instituciones y hogares espiritas, ayuda en todos ellos, ya sea personalmente o por el intermedio de entidades que lo representan con extremada fidelidad.
Tiene su propio campo de actividad, al igual que un jefe del servicio humano posee la administrativa, desde la cual distribuye con los comandos, el pensamiento director de la organización…
El Señor, que tiene medios de situar dignamente cualquier dirigente de trabajo humano, hasta en las más ínfimas experiencias de la vida social en el Planeta, no dejará a la intemperie a los misioneros de la Luz en el Plano Espiritual.
Son muchas las almas que comparecen sinceras y en sufrimiento en el Parlatorio de la mansión, pero aun, habitualmente, en profunda desesperación que les inhibe las ventajas de la oración pacifica.
Y en ese recinto dedicado a la palabra libre, encuentras, realmente su dadiva vibratoria. Más allá del mismo, se encuentra el dolor inconforme y terrible, generando monstruosidad y desequilibrio, expresando el infierno de la interpretación religiosa común. No obstante muros adentro de la mansión, se encuentra el dolor paciente y comprensivo, creando renovación y reajuste hacia el Camino de los Cielos…
Solamente la sincera compunción del alma podrá estar en sintonía con las fuerzas electromagnéticas imperantes en el recinto, muchas mujeres oran allí dedicándose fervorosas a la asistencia, en ese paraje. Son raras las esposas y las madres que demandan las regiones felices, sin llevarse con ellas los dulces afectos que valorizan en sus corazones… El inmenso amor femenino es una de las fuerzas más respetables en la Creación Divina. Los médicos terrenales, saben que el sueño es uno de los medios más eficientes para la curación. Y es porque, el alma ausente del cuerpo, consigue, muchas veces, proveerse de recursos prodigiosos para la recuperación del vehículo carnal en el que se encuentra en el mundo.
Hay espíritus tan comprometidos en la Tierra, como en el Espacio que contraen deudas congeladas. Por mil años, sucumben vanidosos y desprevenidos, en las garras de la criminalidad. Existencias tras existencia, no utilizan los recursos del campo físico, sino tumultuando los paisajes sociales en los que el Señor le concedió vivir. Diversas calamidades, como homicidios, rebeliones, extorsiones, calumnias, quiebras, suicidios, abortos y obsesiones, son provocadas por ese tipo de espíritus, que por siglos no ven otra cosa ante si, que su insaciable egoísmo… Entre la cuna y el túmulo, no cometen otra cosa que desatinos incesantes; y entre el túmulo y la cuna, no ejercen otra cosa que la maldad fría e inconsecuente; todo ello a pesar de las intercesiones de abnegados amigos que los amparan en sus tentativas de generación y de resurgimiento. No habiendo para esa clase de espíritus otra cosa, que el aislamiento absoluto en la carne, en la nebulosidad de su organismo presente, de tal forma que es observado, a modo de fiera enjaulada en el armazón celular degradado, bajo la custodia de seres comos pueden ser una madre en la posición de enfermera en su largo infortunio.
Hasta que este tipo de espíritus no madure espiritualmente, su mente trabaja en circuito cerrado, es decir pensando solo en si mismo, incapaces de permuta de vibraciones con sus semejantes, excepción hecha con su benefactora, de la cual se hace satélite mudo y expectante, como parásito adherido a la rama frondosa. Son espíritus de debito estacionado, porque yacen en un proceso de hibernación espiritual, compulsoria mente enquistada en si misma, a beneficio de la comunidad de espíritus desencarnados y encarnados, pues en estos espíritus se desatan expresivos los gravámenes de orden material y moral, y su presencia en la Tierra o en el espacio, provocaría perturbaciones y tumultos de consecuencias imprevisibles. De esta manera, disfruta de una pausa en la lucha, como ensayo de olvido, con el fin de que pueda, en el futuro, encarar el montante de los compromisos en que se enreda, promoviéndoles solución digna en los siglos próximos, a golpe de férrea voluntad en la renunciación de si mismo.
Al igual que hay en la Tierra cárceles pungentes para la expiación de los crimen que entenebrecen la mente humana, muchas de ellas valles de miseria y horror, considerando que los delincuentes hay congregados se atraen los unos a los otros, contagiándose las llagas morales que portan, generando el infierno al que transitoriamente pasan a vivir. Por otro lado, contamos con muchas instituciones que funcionan a semejanza de estufas, en las cuales duermen pacíficamente criaturas desencarnadas, por largos años, sumergidas en las pesadillas que merecen hasta cierto punto, después de que hacen la travesía del sepulcro… E nacer estos espíritus en cuerpos provisionalmente monstruosos, donde no solamente se hace incomunicable, sino que también de algun modo irreconocible, todo ello a favor de si mismo. El tiempo es indispensable, con la Bondad Divina, para amparar sus problemas aflictivos y complejos.
El divorcio en la tierra nos es permitido por la dureza de nuestros corazones. (Dice Mateo el Apóstol en sus notas) En la fiebre alta o en el tumor maligno, por ejemplo, la intervención exige métodos drásticos, con el fin de que la crisis del sufrimiento no termine en la locura o en la muerte extemporánea. En los problemas matrimoniales agravados por la defección de uno de los cónyuges, o por la deserción, de ambos del deber a cumplir, el divorcio es incomprensiblemente como una providencia contra el crimen, ya sea el asesinato o el suicidio…por tanto, así como la operación para el tumor o la quinina para ciertas fiebres, son recursos de emergencia sin capacidad para liquidar las causas profundas de la enfermedad, las que prosiguen reclamando largo tratamiento laborioso, el divorcio no soluciona el problema de la redención, porque nadie se reúne mediante el casamiento humanos o por medio de enseñazas espirituales elevadas, sin considerar el vinculo del pasado; y ese vinculo, casi siempre significa deudas del espíritu o compromiso vivo y dilatado en el tiempo. El hombre o la mujer, por tanto, pueden provocar el divorcio y obtenerlo, como siendo el menor de los males que le pueda suceder… Aún así, no se liberan de la deuda que se hallan incursos, debiendo volver, por tanto, al pago correspondiente, tan pronto como sea oportuno.
La reencarnación es, el rescate, la perfecta recapitulación. Si no trabajamos para nuestra intensa y radical renovación para el bien, a través del estudio constructivo que educa nuestro cerebro y del amor al prójimo que perfecciona nuestro sentimiento, seremos tentados todavía en el pasado, por cuanto hicimos nada para suprimirlos, volviendo a reincidir en las mismas faltas. Todavía nos allamos muy lejos de adquirir el verdadero amor, puro y sublime. Nuestro amor, es, todavía, una aspiración de eternidad enclavada en el egoísmo y en la ilusión, en el hambre de placer y en la egolatría sistemática. Todo lo cual tomamos, en nuestra fantasía, como una virtud celeste. Por tanto, nuestra afección terrestre en la primavera de nuestros primeros sueños de experiencia física, puede ser un conjunto de estados mentales, consustanciando simplemente nuestros deseos. Y nuestros deseos, se alteran todos los días… En razón de ello, recordemos el imperativo de la recapitulación. En cualquier edad física, el hombre y la mujer, con la supervisión de la Ley que gobierna nuestros destinos, encuentran a las personas y a las situaciones que necesitan para poder superar las pruebas del camino; pruebas indispensables al burilamiento espiritual del que no se puede prescindir para lograr lo justa ascensión a las Esferas Altas. Es por ello, que somos atraídos por determinados almas y por determinadas cuestiones, no porque las estimemos siempre en profundo sentido, sino porque el pasado nos reúne a ellas, con el fin de que por ellas, podamos adquirir la experiencia necesaria para la asimilación del verdadero amor y de la verdadera sabiduría. Por tanto, la mayoría de los matrimonios humanos, constituyen uniones de aprendizaje y de sacrificio, en el que, muchas veces, las criaturas se quieren mutuamente y mutuamente sufren pavorosos conflictos en la convivencia de unas con otras. En esos combates, se alinean los recursos de la redención. El que sea más claro y más exacto en el cumplimiento de la Ley que ordena que sea mantenido el bien de todos por encima de todo, más amplia libertad encuentra para la vida eterna. Cuanto más sacrificio con servicio incesante para la felicidad de los corazones que el Señor nos confía, más elevada ascensión alcanzaremos en la Gloria del Divino Amor.
Nadie puede medir la resistencia de los demás. Con la deserción de un cónyuge, el otro es compelido a hacerse cargo de responsabilidades dobles, que si por debilidad se deja caer en desequilibrios delictuosos que comprometan su estabilidad doméstica, dentro de la cual deben sus hijos inclinarse hacia el bien, más complicada y más extensa se hará la deuda para el que desertó, toda vez que las faltas que cometa el que quedó, serán atenidas por el injustificable abandono en que lanzó al cónyuge. El que se hace responsable por nuestras caídas, experimenta en si mismo la ampliación de sus propios crímenes.
Aunque nos allamos todos, unos ante los otros en proceso reparador de culpas reciprocas, ante todo, somos deudores de la Ley ante nuestras conciencias. En el caso de que a los que hemos hecho algun daño, se eleven un dia a planos superiores, y nosotros sumergidos en la tierra, los veremos, en nuestra conciencia, en sufrimiento, y tristes, tal como nosotros los hicimos, sintiéndonos atormentados por los recuerdos que trazamos para nosotros mismos, y pagaremos, sirviendo a otras almas de la senda evolutiva, la deuda que onera nuestro espíritu, toda vez, que, haciendo a los demás, en esencia, estamos haciendo la obra de Dios de cuyas leyes soberanas nos hacemos infelices reos, incurriendo en imperiosas necesidades de rectificación su reajuste.
Eso quiere decir que si deseamos reunirnos con los que le hicimos daño, y estos ya están en las Esferas Superiores, no lo podríamos hacer, hasta poseer una conciencia tan dignificada y sublime como la de ellos, para que no tengamos que avergonzarnos de nosotros mismos.
Los que se retardan por su propio gusto, no pueden quejarse porque los demás avancen. “A cada uno según sus obras”. Nos enseñó el Divino Orientador.
En la infancia, el “ego”, en proceso de materialización, exterioriza reminiscencias y opiniones, simpatías y desafectos, a través de manifestaciones instintivas, dejando entrever su pasado, del cual muy poco se recordará en un futuro próximo, toda vez que estará utilizando el aparato cerebral en desarrollo, aparato que deberá servirlo tan solo por algun tiempo y para determinados fines, ocurriendo idéntica situación en la edad provecta, cuando las palabras se desprenden de los cuadros de la memoria, traduciendo alteraciones del órgano del pensamiento modificado por el desgaste. El sexo, no puede ser separado del reino espiritual que nos es conocido, por ser de sustancia mental, determinando mentalmente las formas en que se expresa. De este modo, no representa una energía fija de la Naturaleza, trabajando el alma, y sí una energía variable del alma, con la que ella trabaja la Naturaleza que la envuelve, perfeccionándose a si misma. Debemos apreciarla, como una fuerza del Creador en la criatura, destinada a expandirse en obras de amor y de luz que enriquezcan la vida, condicionada igualmente a la ley de la responsabilidad que rige nuestros destinos.
Por la energía creadora del amor, que asegura toda la estabilidad del Universo, el alma, perfeccionándose, busca siempre los placeres más nobles. Por tanto, tenemos el placer de ayudar, de descubrir, de purificar, de redimir, de iluminar, de estudiar, de aprender, de elevar, de reconstruir, y de toda una infinidad de placeres, concordantes con las más santificantes estados del espíritu. De ese modo, encontramos almas que se aman profundamente, produciendo inestimables valores para el engrandecimiento del mundo, sin tocarse jamás una a las otras, desde el punto de vista fisiológico, aunque permutan constantemente los rayos quintaesénciales del amor, para la construcción de las obras a que se aficionan. Sin duda, el hogar digno, santuario en el que la vida se manifiesta en la formación de los cuerpos benditos para la experiencia del alma, es una institución venerable sobre la cual se concentran las tentaciones de la Providencia Divina, mientras tanto, junto a el, disponemos igualmente de las asociaciones de seres que se aglutinan unos con otros, en los sentimientos más puros, a favor de las obras de caridad y de educación. Las facultades del amor, generan formas sublimes para la encarnación de las almas en la Tierra, pero también crean los tesoros del arte, las riquezas de la industria, las maravillas de la Ciencia, las fulguraciones del progreso… nadie atesora las empresas de la evolución, a solas. En todas las empresas de perfeccionamiento moral, encontramos espíritus afines que se buscan, reuniendo las posibilidades que les son propias, en la realización de emprendimientos que levantan a la Humanidad, de la Tierra hacia el Cielo. El propio Cristo, Nuestro Señor, para asegurar los cimientos de su apostolado de redención, llamó así los compañeros de la Buena Nueva que, aunque al principio no comprendiesen su excelsitud, se hicieron apóstoles suyos sin temor alguno, sellando con el Maestro inolvidable un contrato de corazón a corazón, por intermedio del cual lanzaron los fundamentos del Reino de Dios en la Tierra, en una obra de abnegación y de sacrificio que constituye, hasta hoy, el más arrojado acontecimiento del amor, en este mundo.
El sexo, analizado en esencia, es la suma de las cualidades femeninas o masculinas que caracterizan la mente, razón por la cual es imprescindible observarlo desde el punto de vista espiritual, encuadrándolo en la esfera de las concesiones divinas que nos cave atender con respeto y rendimiento en la producción del bien. Cuanto más amplio es el discernimiento del espíritu, más imperiosas se hacen las obligaciones en la vida. El sexo, en el cuerpo humano, es como un altar de amor puro que no podemos relegar a la inmundicia, so pena de practicar las más espantosas crueldades mentales, cuyos efectos nos siguen, invariablemente, después del túmulo…
Hay un montón de conflictos sentimentales que, a veces, culminan en pavorosa delincuencia… Hombres que reniegan de los sagrados compromisos del hogar, mujeres que desertan de los deberes nobles de la familia… Padres que abandonan los hijos… Madres que rechazan vástagos mal nacidos y que, a veces, los asesinan cobardemente… todo ello, como consecuencia de la sed de los placeres sexuales que, en no varias veces, sitúan sus pasos en la senda del crimen… todas estas fallas, acompañan al espíritu más allá de la armazón de la carne que la muerte consume.
Cada conciencia es una creación de Dios, y cada existencia es un eslabón sagrado en la corriente de la vida en que Dios palpita y se manifiesta. Responderemos por todos los golpes destructivos que hacemos vibrar en los corazones ajenos, y no tendremos reposo mientras no concertemos, valerosamente, el servicio de reajuste.
Todos responderemos de los actos que efectuamos. En las caídas del campo genérico, tenemos que tener en cuenta, por encima de todo, la crueldad mental que practicamos en nombre del amor.
En la persecución del placer de los sentidos, acostumbramos a armar las peores celadas a los corazones incautos que nos oyen. Con todo, huyendo a la palabra o faltando a los compromisos y votos que asumimos, no nos percatamos de la ley de correspondencia, que nos devuelve, entero, el mal que practicamos, y en cuya intimidad, las bendiciones del conocimiento superior, agravan nuestras agonías, ya que, disfrutando de la luz espiritual, no nos perdonamos las manchas y las llagas que portamos en nuestras propias almas. Y eso no hablando de los crímenes personales perpetrados en la sociedad humana todos los días. Esos abusos, son responsables, no solamente de los largos tormentos en las regiones infernales, sino también de las muchas molestias y monstruosidades que entenebrecen la vida terrestre, ya que los delincuentes del sexo que llegan al homicidio, al infanticidio, a la locura, al suicidio, a la quiebra, o a la tortura de los otros, vuelven a la carne bajo el impacto de las vibraciones desequilibradas que pusieron en acción contra si mismos y son, muchas veces, las victimas de mutilaciones congénitas, de la alineación mental, de la parálisis, de la senilidad precoz, de la obsesión enquistada, del cáncer infantil, de las enfermedades nerviosas de varias especies de los procesos patológicos inabordables, y de todo un cortejo de males ocasionados por el trauma del periespíritu que, provocando desajustes en los tejidos sutiles del alma, exige largos y complicados servicios de reparación que se exteriorizan con el nombre de inquietud, angustia, enfermedad, pruebas, desventuras, idiotez, sufrimiento y miseria.
Jesús nos enseño “que todo aquel que comete el mal, es esclavo del mal” y podemos añadir, que para curar el mal al que hemos esclavizado el corazón, es imprescindible sufrir la purga que lo extirpa.
El sexo es, en esencia, la suma de las cualidades positivas del campo mental del ser, el espíritu femenino se demora siglos y siglos en las líneas evolutivas de la mujer y el masculino, en las experiencias del hombre. No obstante, en muchas ocasiones, cuando el hombre tiraniza a la mujer, quitándole los derechos, con su pretendida superioridad, él mismo se desarmoniza hasta tal punto que, inconsciente y desequilibrado, es conducido por los agentes de la Ley Divina al renacimiento doloroso, en cuerpo femenino, para que, en el extremado desaliento intimo, aprenda a venerar, en la mujer, su hermana y compañera, hija y madre, ante Dios, sufriendo idéntica situación la mujer criminal que, después de arrastrar al hombre al libertinaje y a la delincuencia, crea para si misma terrible alineación mental a sufrir más allá del sepulcro, requiriendo casi siempre, la reencarnación en un cuerpo masculino, con el fin de que, en las telas del infortunio de su emotividad sepa desarrollar en su ser el respeto que debe al hombre ante el Señor. No se incluyen a los grandes corazones y a los bellos caracteres que, en muchas circunstancias, reencarnan en cuerpos que no corresponden a sus recónditos sentimientos, solicitando esa posición por si mismos, con el propósito de obrar con más seguridad y valor, no solo en el acrisolamiento moral de ellos mismos, sino también para ejecutar tareas especializadas, a través de situaciones peligrosas de soledad a favor del campo social terrestre, que les vale como renuncia constructiva para acelerar el paso en la comprensión de la vida y en el progreso espiritual.
- Merchita-
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religión?
(Discurso de apertura de Allan Kardec, leído en la sesión anual conmemorativa del Día de los Muertos, extraído parcialmente de la Revue Spirite de diciembre de 1868, texto traducido del francés al español por Gustavo N. Martínez y revisado por Marta H. Gazzaniga.) Allan Kardec
«[...] Cualquiera sea el culto al que pertenezcan, las reuniones religiosas están fundadas en la comunión de pensamientos. Es precisamente allí donde dicha comunión debe y puede ejercer todo su poder, porque su objetivo es liberar al pensamiento de las garras de la materia. Lamentablemente, la mayoría de los hombres se ha apartado de ese principio a medida que la religión se convirtió en una cuestión de forma. Por consiguiente, como cada cual pretendió que su deber sólo consistía en el cumplimiento de las formalidades, se consideró liberado de responsabilidades para con Dios y los hombres, cuando en realidad no hacía más que aplicar una fórmula. De ello también resultó que cada uno concurre a los lugares donde se hacen las reuniones religiosas, con un pensamiento personal, por su propia cuenta y, muchas veces, sin ningún sentimiento de confraternidad para con los demás presentes; se encuentra aislado en medio de la multitud y no piensa en el cielo más que para sí mismo.
Por cierto, no era éste el modo como Jesús entendía la cuestión cuando dijo: "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". "Congregados en mi nombre" quiere decir reunidos con un pensamiento en común; pero no podemos estar reunidos en nombre de Jesús sin comprender los principios de su doctrina. Ahora bien, ¿cuál es el principio fundamental de la doctrina de Jesús? La caridad en los pensamientos, en las palabras y en las acciones. Los egoístas y los orgullosos faltan a la verdad cuando afirman que se reúnen en nombre de Jesús, pues Jesús no los reconoce como sus discípulos.
Hemos dicho que el verdadero objetivo de las asambleas religiosas debe ser la comunión de pensamientos. En efecto, la palabra religión significa lazo. Una religión, en su acepción amplia y verdadera, constituye un lazo que religa a los hombres en una comunidad de sentimientos, principios y creencias. En consecuencia, este término se aplicó a esos mismos principios codificados y formulados en dogmas o artículos de fe. En este sentido se usa la expresión religión política; sin embargo, incluso en esta acepción, la palabra religión no es sinónimo de opinión, pues implica una idea particular: la de fe a conciencia; por eso se dice también fe política. Ahora bien, los hombres pueden involucrarse en una congregación por interés, sin tener fe en ella; y la prueba está en que se desvinculan sin miramientos cuando descubren que su interés está en otra parte; mientras que quien la ha abrazado por convicción, es inquebrantable y persiste a costa de grandes sacrificios, pues en la renuncia a los intereses personales se encuentra la piedra de toque de la fe sincera. Con todo, si bien es cierto que quien desiste de una opinión movido por el interés, comete un acto de cobardía vergonzoso, por el contrario merece respeto cuando lo hace como fruto del reconocimiento del error en que se encontraba; en ese caso, se trata de un acto de desapego y de lógica. Existe más coraje y grandeza en quien reconoce abiertamente que se equivocó, que en quien persiste por amor propio en aquello que sabe que es falso, para no tener que desmentirse a sí mismo, lo cual demuestra más terquedad que firmeza, más orgullo que juicio, más debilidad que fuerza. Además, es un acto de hipocresía, porque se pretende aparentar lo que no se es; incluso se trata de una mala acción, pues significa fomentar el error con el propio ejemplo.
El lazo establecido por una religión, cualquiera sea su objetivo, es pues un lazo esencialmente moral, que religa los corazones, que identifica los pensamientos y las aspiraciones, y no solamente el hecho de cumplir con los compromisos materiales, que se rompen a voluntad, o con las fórmulas que hablan más a los ojos que al espíritu.
El efecto de ese lazo moral consiste en establecer, entre quienes han sido reunidos por él como consecuencia de la comunidad de proyectos y de sentimientos, la fraternidad y la solidaridad, la indulgencia y la benevolencia mutuas. En ese sentido, también hablamos de la religión de la amistad y de la religión de la familia.
Si esto es así, se nos hará la siguiente pregunta: ¿Es el Espiritismo una religión? En efecto, Señores; sin lugar a dudas lo es. En el sentido filosófico el Espiritismo es una religión, y nos vanagloriamos por ello, porque es la doctrina que funda los lazos de la fraternidad y de la comunión de pensamientos, no ya sobre una simple convención, sino sobre bases más sólidas: las propias leyes de la naturaleza.
¿Por qué, entonces, declaramos que el Espiritismo no es una religión? Por la sencilla razón de que no disponemos de una palabra que pueda expresar dos conceptos diferentes, y porque para la opinión general la palabra religión no puede separarse de la palabra culto, que despierta exclusivamente una idea de forma que el Espiritismo no tiene. Si el Espiritismo dijese que es una religión, el público sólo vería en él una nueva edición, una variante, si se quiere, de los principios absolutos en materia de fe, una casta sacerdotal con su cortejo de jerarquías, de ceremonias y privilegios; no lo distinguiría de las ideas de misticismo y de los abusos contra los cuales la opinión pública se levantó tantas veces.
Como el Espiritismo no reúne ninguno de los caracteres propios de una religión, en la acepción usual del término, no podía ni debía engalanarse con un título por cuyo valor sería inevitablemente menospreciado. He aquí la razón por la cual decimos, simplemente, que es una doctrina filosófica y moral.
A. Kardec -
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La parasitosis en el hombre se da cuando el huésped espiritual, movido por la morbidez del odio o del amor insano, o por otros sentimientos, envuelve la esfera mental del futuro compañero _ a quien se encuentra vinculado por compromisos infelices de otras vidas, lo que le confiere receptividad por parte de este, mediante la conciencia de culpa. El arrepentimiento generador de desequilibrios, la afinidad en los gustos y aspiraciones, por ser endeudado – enviándole persistentes mensajes, en continuos intentos telepáticos, que abren el campo a incursiones más osadas y vigorosas. Se podría decir que este es un periodo en el que se aloja la entidad parasita, en el hombre descuidado y que pasa a alimentarle la germinación en sus recursos excedentes.
“La idea esporádica, pero persistente, se va fijando en el receptor que, inicialmente no se da cuenta, especialmente si posee predisposición para la morbidez; si le falta la madurez psíquica; cuando se complace en cultivar pensamientos pesimistas, derrotistas y viciosos, pasando a la aceptación y ampliación del pensamiento negativo que le llega. En esa fase ya está instalado el clima de la obsesión que, no encontrando resistencia, se expande, porque el invasor se va imponiendo a la victima que le recibe con cierta satisfacción, conviviendo en la onda mental que ha dominado. En el transcurso del tiempo, el obseso se aliena de los demás objetivos de la vida, permaneciendo en la fijación interior del pensamiento que le constriñe, cediéndole el área de la razón, del discernimiento y dejándose desvitalizar.
Cuando se infiltran las fuerzas del huésped en la savia psíquica del anfitrión, el desencarnado, igualmente cae en la trampa que preparó, porque pasó a vivir las sensaciones y las emociones, experimentando los conflictos de su subyugador, estableciéndose una interdependencia entre las dos entidades. En esa etapa la conexión raramente queda en el campo psíquico, porque el invasor se adueña de las fuerzas físicas del paciente, a través del periespiritu, humanizándose otra vez, esto es, volviendo a vivir las coyunturas de la realidad carnal. El hospedador desfallece, mientras que el huésped se abastece, facultando la instalación de enfermedades en el cuerpo somático o el empeoramiento de ellas, en el caso de que ya se encuentre enfermo.
La simbiosis se transforma, también en una obsesión física, porque al desencarnado se adhiere a la cámara orgánica, explotándole la vitalidad y acoplándose a los fulcros peri espirituales de la criatura encarnada en odioso y destruidor connubio.
La separación, simple y pura, del agente obsesivo, normalmente produce la desencarnación del paciente que sufre su falta y, además porque desfalcado de energías mantenedoras de la vida fisiológica, se le rompen los lazos que atan al espíritu a la materia provocando la muerte de esta. Por su parte, el reo obsesor cae, cargado del tono vital que fue usurpado, en un proceso parecido a una nueva desencarnación que le bloquea temporalmente o lo lleva a una hibernación transitoria. “Todo aquel que defrauda la Ley, sufre las consecuencias del acto arbitrario, que, por su parte, se convierte en automático agente punitivo, llevando al infractor al reajuste”.
Los procesos obsesivos se instalan porque los Espíritus inmaduros no se esfuerzan por adquirir una capacidad de donación, saliendo del si para ofrecer, para darse, generando relaciones efectivas, duraderas, simpaticas que producen bonos de valor moral y de paz. El hombre nacio para amar. El Espíritu es creado para amar. En las etapas iniciales, infantiles, por el egocentrismo de que se hace objeto, aun cuando se dispone al amor, casi siempre lo envilece con las pasiones subalternas. El amor, sin embargo,. Que yace innato en todas las criaturas, puede ser educado, desarrollado, ampliando su capacidad de donación, con el fin de que se pueda expresar con toda su pujanza y grandeza. Para que así suceda, se hace imprescindible que el individuo se desarrolle en plenitud, no solamente a través del área del sentimiento, sino también de la inteligencia y de la razón, madurando la personalidad. Cuando el amor alcanza este nivel, el despierta amor genera reciprocidad, inspira reacciones semejantes, e igualmente sucede, cuando la persona cultiva el odio la desconfianza, la falta de seguridad, produce en los que se le acercan sentimientos y efectos análogos. Con una capacidad interior de amar de esta manera, no hay como acoger las inducciones perniciosas de los perseguidores desencarnados, que son rechazados por el optimismo, por la reflexión y la seguridad emocional.
El individuo se vuelve presa fácil de sus antiguos cómplices, cayendo en variados procesos de alineaciones obsesivas porque, además de descuidar la observancia espiritual de la existencia, mediante actitudes edificantes; un comportamiento equilibrado y vida mental enriquecida por la oración, por la reflexión, no se esfuerza por liberarse de los disgustos y los problemas tediosos, mediante la aplicación de los recursos físicos y especialmente de los mentales, todo por su conformismo perezoso o por una dependencia emotiva, infantil, que siempre transfiere responsabilidades para los otros y placeres para si. La voluntad disciplinada y el hábito de la concentración superior arman al hombre para, y contra mil vicisitudes que enfrenta en su escalada evolutiva.
“La concentración positiva libera la mente de los clichés viciosos, propios o recibidos de otras mentes como del medio donde vive, ya que todos somos sensibles al ambiente en el cual nos movemos. La pereza mental es un polo de captación de las inducciones obsesivas por el principio de aceptación irracional de todo cuanto le alcanza. Cabe al hombre que piensa dar plasticidad al razonamiento, ampliando el campo de las ideas y renovándolas con el perfeccionamiento de la posibilidad de absorber los elementos edificantes que enriquecen su sabiduría y su paz intima. Con el tiempo, la capacidad de discernir le dota con la aptitud de elección de los valores que le impulsan para más altas aspiraciones, con plena liberación de los vicios de toda naturaleza inocente como un niño y equilibrado en las aspiraciones como un sabio que ya se decidió por la conquista, en armonía, de aquello que es para él lo mejor.
“Esa actitud la podemos llamar de psicoterapia preventiva o tratamiento para las obsesiones.
Sea cual sea el problema que descompense el equilibrio de la criatura, de orden ético, psíquico o físico en razón del pasado espiritual de la misma y en concordancia con la actual situación moral del planeta, normalmente encontramos, por leyes de afinidades y sintonía mental emocional, interferencias de Entidades enfermas, perturbadoras y vengativas con sede más allá de las fronteras físicas.
Trabajo extraído del Libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco
Realizado por Merchita
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