viernes, 29 de agosto de 2014

Como son las creencias cristianas


COMO CREEN LOS CATÓLICOS, ESPÍRITAS, PROTESTANTES Y EVANGÉLICOS

Hace 150 años que los líderes religiosos cristianos difaman a los espíritas, llamándolos macumbeiros, enfermos mentales, charlatanes, personas que hablan con el diablo y otras calumnias.
Hasta la década de 1940, las personas encontradas en una casa espírita, eran presas. Aún, en 1949, la Iglesia los excomulgó y los médiums de  auxilio espiritual y de la cura de dolencias, eran procesados y condenados. En la Edad Media, muchos de ellos murieron en las hogueras.
Y hoy, muchos líderes religiosos están diciendo que el espiritismo no es cristiano porque no acepta todos los dogmas del cristianismo. ¡ Tienen miedo de perder influencia !. Pero no es creer en dogmas lo que hace a un indivíduo ser cristiano. Cuando los seguidores de Jesús pasaron a ser llamados cristianos, los dogmas aún no existían. El primero surgió en el Concilio Ecuménico de Nicea.(325).
El espiritismo n condena los dogmas cristianos ni nnguna otra creencia. Incluso cree en algunos, pero con interpretación diferente. Él cree en un Dios único, sin las complicaciones que los teólogos  crearon para Él, antropomórfico y transformado en tres Personas, ¡ Cuando una sola ya sería de más!. 
Los Testigos de Jehová no aceptan tampoco el dogma trinitario. Sobre eso, los propios teólogos dicen que se trata de un misterio de Dios, ¡ cuando el misterio es de ellos mismos !. ¡ Así, el cristiano tiene que morir burro, imaginando lo que los teólogos imaginaron !.
En el Concilio Ecuménico de Trento (1545 a 1563), la Iglesia creó el dogma de la Transubstanciación, que dice que la hostia y el vino consagrados, son el cuerpo y la sangre reales de Jesús. Pero los protestantes y evangélicos creen en la Consubstanciación, por la que el pan y el vino de la ceremonia de ellos, solo son símbolos del cuerpo y la sangre de Jesús. Ellos no creen tampoco en los dogmas de la Asunción de María a los cielos, en espíritu y cuerpo, ni en la infalibilidad del Papa. 
Y la Iglesia Ortodoxa oriental ( no incluída en el título por cuestión de espacio), no acepta el dogma trinitario católico de la Filiación del Hijo, en el Concilio Ecuménico de Lión(1274) en Francia, en el que se declaró que el Espíritu Santo (otro dogma), procede del Padre y del Hijo. Para la Iglesia Ortodoxa, el Espíritu Santo solo procede del Padre, disminuyendo pues, el poder de Jesús.
Todos esos discordantes de dogmas son cristianos. ¿Por qué, entonces, solo el Espiritismo dejaría de ser cristiano por discordar también de ellos?.
Y el excelso Maestro enseñó: Mis discípulos son conocidos porque se aman unos a otros (Juan 13:34 y 35).
¡ Realmente ser cristiano o discípulo de Jesús, no es creer o dejar de creer en determinados dogmas polémicos!. Además, Él no creó ninguno de ellos. Como vimos, estos solo comenzaron a surgir más tarde.
Y, a lo largo de los siglos, los domas fueron siendo creados por medio de acaloradas y rencorosas discusiones entre los teólogos, no bien inspirados, sino excitados, y no siendo siempre vencedores los defensores de las doctrinas racionales y verdaderamente evangélicas, pero los del "partido" de la posición comprometida con la defensa de los intereses políticos y materiales de los emperadores y reyes europeos, y a veces ¡ hasta de los propios teólogos!.

( Autoría desconocida)
Traducción del portugués por Jose Luis Martín)
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Las desencarnaciones colectivas

“Todo el mal realizado, toda la sangre derramada, todas las lágrimas vertidas, recaen, tarde o temprano, fatalmente, sobre sus autores, sean individuos, sean colectividades.”  León Denís: “El Problema del Ser y del Destino”, cap. XVII
Una desencarnación colectiva sería la muerte simultánea, generalmente de forma violenta, de dos o más personas, y en la que se observaría, en muchas ocasiones, una coincidencia aparentemente inevitable (como si actuara una fuerza irresistible) en la reunión de las mismas.
En un interesante artículo de Kardec, inserto en “Obras Póstumas” (“Cuestiones y problemas: Las expiaciones colectivas”), se vierten afirmaciones tales como: - “Estas faltas colectivas, son las que expían colectivamente los individuos, que a ellas han concurrido, los cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del talión, o tener ocasión de reparar el mal que han hecho, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo”. - “No puede dudarse que hay familias, ciudades, naciones y razas culpables”.
Tanto Allan Kardec como León Denís parecen tener meridianamente claro, que las desencarnaciones colectivas son una consecuencia de errores pretéritos.
Sin embargo, últimamente hemos observado en algunos medios divulgativos espiritistas de Brasil, como, en referencia a la trágica muerte conjunta de cerca de 240 jóvenes en el incendio de una discoteca, se planteaba un enfoque diferente; en concreto se suponía que había sido una situación provocada únicamente por la desastrosa actuación de los organizadores del evento, sin que ello permitiera presuponer, además, que concurrieran factores problemáticos del pasado de las víctimas.
Además, se plantea esta teoría de forma extensiva a otras calamidades colectivas como las que, de tanto en tanto, sacuden a nuestras sociedades.
¿Cuál sería el enfoque correcto? Probablemente ninguno de los dos, si es que tuviéramos que quedarnos con uno solo de estos dos planteamientos. Sin embargo, creemos que muy probable-mente la opinión de Kardec y de Denís, sea la más adecuada en muchos de los casos.
Pensamos que no podemos obviar que la Ley de Causa y Efecto, “aprovecha” cualquier situación conflictiva para propiciar que quien o quienes necesiten pasar por una situación traumática, como las desencarnaciones violentas, puedan ser atraídos por esa “fuerza irresistible” a fin de neutralizar -total o parcialmente, ya que aparte de la expiación debe haber también una compensación a las víctimas de antaño, con la vivencia de esa circunstancia, su conflicto del pasado.
¿Quiere decir ello que los que perpetran esos trances no tienen responsabilidad alguna, ya que las víctimas debían padecer esa situación?
Evidentemente que sí tienen su propia responsabilidad, ya que la Ley Natural solamente propicia la conexión entre el suceso traumático y quienes precisan del mismo, pero no exonera de responsabilidad a los que lo provocaron en el plano material.
Hay muchas etapas del pasado, tenebrosas y muy duras, que exigen, no la pena del talión, pero sí una asunción de esa responsabilidad pretérita.
Comprendemos perfectamente que no todos los implicados van a necesitar dar ese paso; seguro que los habrá y que habrán resuelto esa problemática con esfuerzo y trabajo. Pero, para los que todavía no han sido capaces de superar esa situación, puede llegar un momento en que la Ley “piense” que ya no hay más moratorias, haciéndose necesario pasar por la desgracia colectiva (o individual, evidentemente, en muchos otros casos) para romper, de una vez por todas, las amarras con ese pasado.
Posiblemente la pregunta más incómoda sea esta: ¿Todas las víctimas de esas tragedias son responsables de tropelías del pasado? La respuesta pensamos que es afirmativa en casi todos los casos. Evidentemente es una suposición muy embarazosa ya que, además de una desencarnación terrible, afirmamos que son culpables antiguos que merecen o necesitan ese dolor.
Probablemente se puede ponderar mejor esa paradoja con la formulación de otra pregunta: ¿Puede afirmarse que esas personas son más culpables, más responsables que los demás? Ciertamente que no, ya que habrá, con toda seguridad, muchas otras, a su alrededor, con cargas del pasado mucho más importantes; pero, para esas, víctimas de la expiación colectiva, ha llegado el momento oportuno de “soltar lastre”; el resto, sin duda, irán o iremos encontrando nuestras propias oportunidades para solucionar nuestro pasado.
No debe extrañarnos que se den estas situaciones; no olvidemos que: “Los males del género humano son consecuencia de la inferioridad moral de la mayor parte de los Espíritus encarnados (1).”
Sin duda podemos formularnos más preguntas inquietantes, tales como: Todos los que viven esas experiencias colectivas, ¿debían estar allí, o tal vez pueda estar presente alguno ajeno a la misma? ¿Es posible que alguno de los que debiera estar pueda zafarse de tal trance?
Resumiendo: ¿Son todos los que están? ¿Están todos los que son? - ¿Son todos los que están?:
Creemos que no, necesariamente. En virtud de su libre albedrío, es posible que alguno que no tuviera que estar presente, sí lo esté por haberse resistido a quienes, seguramente, han intentado desde el Mundo Espiritual impedir su presencia
 ¿Están todos los que son?: Tampoco, pensamos. Puede haber algunos que, en virtud de su libertad personal, habrán podido zafarse de la actuación de esa fuerza aparentemente irresistible.
¿Quiere ello decir que quedarán al margen de responder por su responsabilidad pretérita? Evidentemente, no; será en otra oportunidad que la tendrán que asumir.
Probablemente, la percepción humana de este problema tan complejo no será nunca la más ajustada a la realidad espiritual, ya que, el género humano, aún tiene un temor enorme a la muerte, siendo ésta, al fin y al cabo, sólo un cambio de estado.
Cuando nuestra perspectiva sobre la muerte sea más natural, probablemente, comprenderemos más adecuadamente la justeza y necesidad de esas muertes traumáticas.
Ya decía Kardec (3): “Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.”
(1) Allan Kardec , “¿Qué es el Espiritismo”, cap. III, núm. 132 (o núm. 128, en según que ediciones).
(2) Así, pues, hemos de suponer que esas personas ajenas al conflicto, ¿tendrán un sufrimiento inmerecido? Por un lado ese sufrimiento es resultado de su propia obstinación en no acceder a las sugerencias que querían ahorrárselo.
 Por otro lado hay que ser conscientes de que no hay sufrimiento inútil; por ello, de esa situación podrán extraer, sin duda, una experiencia positiva.
Veamos al respecto el núm. 738 de “El Libro de los Espíritus”: “Pero en esas calamidades, sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es eso justo?
“Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo; pero después de la muerte, piensa de distinto modo, y según hemos dicho, la vida del cuerpo es poca cosa.
Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que se prolongan durante lo que vosotros llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, son para vosotros una enseñanza que os aprovecha en el porvenir. “Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas? “Si se considerase la vida tal como es, y cuán poca cosa es con relación al infinito, se le daría menos importancia.
Esas víctimas hallarán en otras existencias la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar.”
(3) “El Evangelio según el Espiritismo”, cap. V
Extraído de la revista "Flama Espirita"
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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SER ESPIRITA ES ERIGIR LA PAZ  EDIFICANTE, ORGANIZANDO EL ESCENARIO DE LA NUEVA ERA

El mundo pasa por decisivo momento de transición, de sufrimiento  y de inquietudes, afectándonos a todos. Infelizmente las vistas previas flagelantes forman parte de pensamientos apocalípticos. Algunos cofrades fuerzan argumentos  ante los fenómenos calamitosos, como si estuviesen en el último instante  de la vida planetaria.  Se evoca con énfasis el  infame calendario Maia. Sin embargo, importa  decir que “desde hace muchos siglos las humanidades prosiguen de manera uniforme  su marcha  ascendente a través del espacio y del tiempo.”(1)
Es inquietante el surgimiento de facciones, sectas y cultos que se multiplican en todo el mundo presagiando flagelos, bajo el impacto de neurótica inquietud de una “nueva era”. Más allá de eso,  el argumento del fin de los tiempos es una peculiaridad de algunos médiums distraídos, que propagan catástrofes naturales como si fuesen la ira de Dios.
Hay en esas ocasiones personas maniáticas que abandonan el empleo, familia, a la espera del “gran final” y algunos crean sectas adversas. Solo en Francia “hay cerca de 200 sectas, con 300 mil adeptos”. En Japón, bullicioso “gurús” auguran el final del mundo (2). ¡En los Estados Unidos, asómbrense!  55 millones de americanos creen que falta poco para “acabarse el mundo”.
En esas cruciales ocasiones de transición planetaria, notamos que el advenimiento  del mundo de regeneración no se dará  ni se finalizará en precario periodo. Es aventurero datar, precisar, fijar una estación en la que tal proceso será complementado. No se puede olvidar que “los disturbios parciales del globo ocurren en todas las épocas, y se producen aun, porque se ligan a su constitución, más eso no son las señales de los tiempos.”(3)
Es innegable que atravesamos un pique elevado de duras pruebas. De 2007 hasta el 2011 ocurrieron conmociones colosales  en la costra terrestre. Fueron terremotos, tornados, olas gigantes en Asia (tsunamis), los fenómenos La niña y El niño, ciclones extra tropicales,  registro de tormentas, inundaciones (nunca se vio tanta lluvia), calentamiento global, frio descomunal.”El hambre y otras tragedias que ya alcanzan  a un billón y doscientos millones de personas en todo el planeta” (4) La exploración de la energía nuclear aun no es asunto de total control humano. La desforestación  insana, la contaminación del aire, el vigor de la expansión del tráfico y consumo de drogas, la banalización  del comportamiento sexual, estimulado por revistas, periódicos, la televisión, cine, teatro, videocasete, TV por cable, el computador etc., que escapan a la racionalidad del hombre.
Hay, igualmente, en ese contexto, un preocupante vaticinio sobre la drástica reducción de la reserva de agua potable, para de aquí a cuatro décadas en la Tierra. Acerca de eso, sabemos que algunas potencias económicas quieren internacionalizar el Amazonas, por una simple razón: cerca de 35% de precipitación  de lluvia en el Planeta ocurre en aquella área, llevando a la región a poseer la mayor reserva hídrica terrestre. A propósito, sabemos  que muchos especialistas proveen conflictos mundiales, teniendo como causa la corrida por la posesión  y control del líquido vital.
Paradójicamente predicamos  la paz, produciendo los cañones asesinos; codiciamos resolver los problemas sociales, activando la edificación de los presidios y burdeles. “Ese progreso es el de la razón sin la fe, donde los hombres se pierden en lucha  sin gloria y sin fin”. (5) La actual situación de violencia, maldad, injusticia, opresión de los poderosos sobre los débiles, ciertamente tendrá que ceder lugar a una nueva era de paz, harmonía, fraternidad y solidaridad.
“Época de luchas amargas,  desde los primeros años del siglo XX, la guerra se  anido con carácter permanente en casi todas las regiones del planeta. La Liga de las Naciones, el Tratado de Versalles, también como los pactos de seguridad de la paz, no ha sido sino fenómenos de la propia guerra, que solamente terminaran  con el apogeo de esas luchas fratricidas, en el proceso de selección final de las expresiones espirituales de la vida terrestre.” (6) El siglo recientemente finalizado fue, sin duda, el siglo más sangriento de todos. Después de la Segunda Guerra Mundial, ya acontecieron 160 conflictos bélicos y 40 millones de muertos. Si contabilizamos desde 1914, estos números suben para 401 guerras y 187 millones de muertos, aproximadamente.
Es notoria la eficacia avasallante del avance científico. Los ensayos de la genética, de los clonajes, de las células tronco, de la cibernética, de las conquistas espaciales, del imperio de los rayos  láser, de las fibras ópticas, de los superconductores, de los microchips, de la nanotecnología. Nunca tuvimos tanta capacidad de proporcionar bienestar, educación y alimento a todos, aunque nunca tuvimos tanto desabrigados, hambrientos y, principalmente, carentes de educación. Amargamos  los contrastes de la hegemonía tecnológica, al mismo tiempo en estar abatidos ante la falta de comida, de la dengue hemorrágica, de la fiebre amarilla, de la tuberculosis, de la AIDS, y de todos los tipos de entorpecimientos.
Los Benefactores recuerdan que el “ocaso no demora y, bajo la proyección de sus sombras espesas, no nos olvidamos de Jesús, cuya misericordia sin fin, constituirá el fulgor inmortal de la aurora futura, hecha de paz, de fraternidad y de redención.” (7) <para amenizar la “noche  que no tarda” recordemos lo que El Maestro enseño: “Entonces,  preguntarle a los justos: Señor, cuando fue que te vimos con hambre y te dimos de comer, o con sed y te dimos de beber? – Cuando fue que te vimos sin techo y te hospedamos; o desnudo y te vestimos? – Y cuando fue que te vimos enfermos o preso y fuimos a visitarte? – El Reí les respondió: En verdad os digo, todas las veces que hicisteis  eso con uno de estos pequeñitos hermanos míos, fue a mí a quien lo hicisteis.” (8)
En las próximas reencarnaciones, si aun quisiéramos encontrar aquí estoques razonables de agua potable, aire puro, tierra fértil, menos  basura  y un clima estable, precisaremos actuar inmediatamente, sin pérdida de tiempo.  a pesar de los pesares no faltan las voces optimistas que pregonan  un provenir  renovado bajo la luz de una nueva era. ¡Es verdad! Paralelamente a todo ese caos, jamás se asistió en todos los tiempos, tantas personas buenas y pacificas, se movilizaron en pro de programas asistenciales a los hermanos afortunados, trabajando voluntariamente por un mundo mejor y más justo y con total desprendimiento  y espíritu cristiano.
Para descontentamiento de los precursores del “cuanto peor, mejor!” Felizmente, todo se está transformando  a pasos acelerados actualmente, trayendo más confort y mejor calidad de vida al habitante de la Tierra. El dolor físico está, relativamente,  bajo control; la longevidad ampliada; la automoción de la vida material está cada vez mayor, cara a la tecnología fascinante, especialmente en el área de comunicación e informática.
El Maestro advirtió: “Os tengo dicho esto para que en mi tengáis paz: en el mundo, tendréis aflicciones, más tened buen ánimo, yo vencí al mundo.” (9) Creemos que ser espirita es constituirse en un núcleo de acción edificante, a través del cual principia la Nueva Era. “Se habla en el mundo de hoy, como si el mundo estuviese reducido a la casa en ruinas. El espirita es llamado a la función de la viga robusta, susceptible de mostrar que no todo se perdió. Hay quien diga que la Humanidad yace en proceso de desagregación. El espirita es invitado a guardarse por célula sana, capaz de abrir camino a la recuperación del organismo social. El espirita, donde surja la destrucción, se convierte en apelo al rehacimiento; donde estuviera la indisciplina, se hace pilar del orden y, donde labre el pesimismo, se yergue, de inmediato, por mensaje de esperanza.” (10)
Cara a lo expuesto, por más difícil que sea el proceso de selección final de los valores morales de la sociedad, no podemos olvidar jamás que Jesús es el Señor de la Vida. Sus mandamientos no pasaran y jamás pasaron. En esa esperanza, comprendamos que en Sus manos se asientan los destinos de la Tierra.
Jorge Hessen

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