LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES
La Doctrina espirita esclarece que cada Espíritu nace como hombre o mujer de acuerdo con su planeamiento evolutivo, siendo que, para llegar a la Perfección relativa, a la que estamos destinados, es necesario vivenciar las experiencias de ambos géneros.
En tiempos pasados, y aun incluso en la actualidad, los encarnados en general guardan grandes preconceptos contra las mujeres, como atavismos traídos de los periodos en los que predominaban los instintos, habiendo la supremacía masculina, basada en la fuerza física y en la brutalidad.
Es preciso superar esa desigualdad, que crea la infelicidad en la vida de más de la mitad de la humanidad encarnada, o sea, más de tres billones de personas.
Los hombres, recibiendo en la infancia una orientación volcada para el coraje a cualquier precio, muchas veces se condiciona para el resto de la vida a la poca delicadeza, a la rudeza y a la incivilización, mientras que las mujeres, por la formación equivocada, se condenan a la fragilidad, sensualidad y futilidad. Son estereotipos negativos, que deben ser repensados tanto por los hombres como por las mujeres espiritas, para que cumplan exitosamente sus metas reencarnatorios.
Retornando al mundo espiritual, como dice el Espíritu André Luiz, se producen cambios periespirituales como la retracción de los órganos genésicos y digestivo, por obvios motivos.
Mientras nuestra humanidad encarnada no comprenda que el cuerpo físico es una mera vestimenta temporal del Espíritu, con el objetivo de su evolución, estaremos cometiendo gran equivocación como encarnados, de entre los más graves el de la subvaloración de las mujeres.
¡Cuántos han de reencarnar en condiciones adversas a causa de errores cometidos contra la sexualidad, por el abuso de la fuerza física y la mentalidad machista!
Es conveniente estar siempre reflexionando sobre nuestra forma de encarar esos asuntos y rever eventuales puntos de vista equivocados, mientras es tiempo para ello.
Muchos casamientos se deshacen debido a los errores de los cónyuges, que tienden a repetir los padrones antiguos de ascentrales, cuando las mujeres eran limitadas a los trabajos domésticos, a la maternidad y a la condición de esposa, mientras que los hombres eran proveedores del grupo familiar, padres y maridos autoritarios e infieles.
Las impresiones negativas fijadas en la mente infantil acostumbran a servir de estigma y cliché para el resto de la vida.
Observemos y analicemos la herencia psicológica que recibimos de nuestros padres y madres y la que estamos transmitiendo a nuestros hijos e hijas.
En el mundo de regeneración, que se está construyendo, hombres y mujeres serán igualmente gentiles, ejercerán una profesión fuera del hogar y dividirán, inclusive con los hijos, los quehaceres domésticos.
Preparémonos, desde ya, para ese estilo de vida, que representa un gran progreso en relación al modelo injusto y perjudicial que la humanidad consagró durante milenios en el pasado.
Luiz Guillermo Marques
Traducido al español por: Merchita
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EL SENTIDO DE LA VIDA
La vida empieza a tener sentido cuando ayudas a otro a ponerse de pie y a andar.
Cuando respiras hinchando tus pulmones de aire, y notas que no estás solo a pesar de estar en el desierto. Cuando miras al cielo y ves las estrellas que dominan el firmamento, y comprendes que no estás solo, comprendes que la vida es mucho más que el simple palpitar de tu corazón. La vida tiene sentido cuando andas, cuando evolucionas, y no dejas tras de ti amargura. Cuando tras de ti has dejado amigos y hermanos, cuando has dejado un grato recuerdo en todo aquel que te ha conocido, es cuando la vida tiene sentido. Si tras de ti has dejado odio, esas serán las raíces que darán en el futuro frutos amargos; si la planta que crece tiene raíces de amor, los frutos serán dulces y serán tu alimento en el andar de cada día. Apoya tu mano sobre el hombro de aquellos que andan contigo, porque si te sientes débil ellos te reconfortarán y si te sientes fuerte andarás más de prisa. No te ates a las alabanzas. El que te quiere no te alaba, te apoya sin palabras. Sabrás quién es el que te quiere cuando te veas reflejado en él. Busca tu gloria, en la gloria de los demás, y los demás buscarán su gloria en ti. Si hablas a los demás, que tu palabra sea limpia; pero no hables con orgullo, porque hacerlo es hablar con falsedad. Usa todo lo que la naturaleza pone a tu alcance. No malgastes tu tiempo. Tienes poco tiempo; justo el que estás disfrutando ahora. Trata de conocerte. No te mal utilices. Busca dentro de ti la solución a tus problemas. Si tienes que atarte, átate a ti mismo. No culpes a los demás de tus propios errores. Sé tu propio juez; pero un juez justo. Si andas por un bosque ten cuidado, porque habrá ramas bajas, te puedes golpear contra esas ramas. No es necesario que las cortes, simplemente agáchate un poco para volver a levantarte inmediatamente, la rama quedará frustrada en su intento de dañarte. No pronuncies la palabra imposible!, porque todo es posible dentro de ti si vas dirigido positivamente, si vas dirigido negativamente, poco a poco te irás hundiendo; conseguirás tal vez logros parciales, inmediatos, pero te estarás hundiendo. Si vas positivamente, quizás los logros sean más a largo plazo, pero te estarás elevando. Sólo pasa hambre el que no sabe que tiene dos manos. Si alimentas tu cuerpo para que te sirva, debes también alimentar tu alma, para que también te sirva. Un alma poco alimentada es un alma débil, sin fuerza. Un alma bien alimentada es un alma que genera energía, que contagia, que anima. Cuida bien todas aquellas cosas que afectan la evolución de tu alma. Nunca hables con miedo, porque las palabras se volverán contra ti. Si tienes miedo no hables, porque el miedo es también contagioso. Habla mirando a los ojos, transmite tu fuerza en tu mirada. Si quieres saber cómo es Dios, mira volar un ave, mira crecer una flor, mira a los astros moverse, y verás que en ellos se expresa la perfección
251. La subyugación corporal quita a menudo al obseso la energía necesaria para dominar al Espíritu malo; por esto es necesaria la intervención de una tercera persona, obrando sea por el magnetismo, sea por el imperio de su voluntad. En defecto del concurso del obseso, esta persona debe tomar el ascendiente sobre el Espíritu; pero como este ascendiente no puede ser sino moral, sólo es dado el ejercerlo a un ser moralmente superior al Espíritu, y su poder será tanto más grande cuanto mayor será su superioridad moral, porque impone al Espíritu que se ve forzado a inclinarse ante él; por esto Jesús tenía tan grande poder para sacar lo que entonces llamaban demonios, es decir, los malos Espíritus obsesores.
Nosotros no podemos dar aquí sino consejos generales, porque no hay ningún proceder material, sobre todo ninguna fórmula, ni menos ninguna palabra sacramental que tenga el poder de echar a los Espíritu obsesores. Lo que le falta muchas veces al obseso, es una fuerza fluídica suficiente; en este caso la acción magnética de un buen magnetizador puede serle útil y servirle de ayuda. Por otra parte, siempre es bueno tomar por la mediación de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de su ángel de la guarda.
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La narración siguiente está sacada de una preciosa recopilación de “revelaciones trascendentales” intitulada: The Morrow of Death by “Amicus”, surgida de la mediumnidad de un particular, el Sr. Ernest H. Peckam. La entidad que se comunicaba designada aquí por el seudónimo de “Amicus”, conforme al deseo expreso de la misma, fue en vida el Rev. A.K. Stokwell, muerto hacía más de cuarenta años antes. Después de dar pruebas suficientes de identificación personal se consagró enteramente a su misión, que consistía en transmitir a los vivos enseñanzas como las que aquí nos ocupan y que forman una exposición admirable, aunque sumaria, de las modalidades de existencia espiritual. Relata de la manera siguiente sus primeras impresiones al respecto.
Cuando me hallaba en el mundo de los vivos, jamás llegué a concebir la existencia de ultratumba. Tenía sobre eso ideas confusas o inciertas que giraban en torno a las concepciones habituales de un “paraíso” reservado a los que conseguían “salvarse” y de un “infierno” listo para tragarse a los “malos”. En mi tiempo, generalmente se ignoraba la posibilidad de comunicación con los Espíritus de los muertos. No había, pues, más que construir teorías y tener fe en Dios. Era la fe lo que yo tenía. En estas condiciones es inútil decirte que, cuando me encontré en el mundo espiritual, quedé profundamente admirado frente a la realidad. Me vi acogido, reconfortado y ayudado por personas que yo conocí en la Tierra y que me precedieron en el gran viaje. Pero, lo que constituyó para mi la alegría de aquella hora fue el encontrarme con mi querida compañera de toda mi existencia, la cual de inmediato se dedicó a prodigarme, en el medio espiritual, las delicadas atenciones y las ternuras afectuosas que me dispensaba en el medio terrestre. Mis primeros pasos en la morada celeste fueron vigilados por esa afectuosa guía. Puedo afirmar que mi primera impresión en el mundo espiritual fue la prueba de que la estima y la devoción de mi compañera no habían disminuido por consecuencia de la muerte, ya que se renovaron para mí con toda la conmovedora espontaneidad que las caracterizaba en el medio terrestre. Yo sentía que efectivamente había vuelto la dulce vida familiar del período más dichoso de mi existencia; aunque, esta vez gozaba más la felicidad por causa de la alegría suprema de la reunión celeste, después de la larga separación terrena. Observaré a ese respecto que la narración de lo que experimenté no es más que un episodio normal experimentado por toda la gente en el medio espiritual; la muerte no puede eliminar el afecto, ni impedir la reunión de dos almas que se amaron en la Tierra. Naturalmente nuestro afecto recíproco tenía por fundamento muchas cualidades espirituales comunes a ambos. No obstante, en estos últimos tiempos, el camino que conduce a nuestra elevación espiritual se bifurcó; ambos, no obstante, nos sentimos dichosos de que sea así. Uno de los primeros descubrimientos que hice después de mi muerte fue el de mí mismo. Mi verdadera individualidad se desarrolló ante mis ojos en toda la crudeza de sus colores, revelación esta que no fue precisamente halagadora. El proceso de la muerte física y del renacimiento espiritual es muy interesante e incluso bello. Normalmente a partir del instante en que las funciones corporales comienzan a cesar, proceso que puede durar bastante tiempo, los sufrimientos del cuerpo y las ansiedades del Espíritu paran y van pasando gradualmente a condiciones de inconsciencia absoluta. Más tarde, una vez traspasada la crisis de la muerte, se opera el pleno despertar de la conciencia; el muerto renace entonces hacia una nueva existencia y comienza a desarrollar su actividad en un medio nuevo. Siempre pasa que, providencialmente, el Espíritu desencarnado no se percibe de que muere; a veces cuando lo nota queda terriblemente trastornado, especialmente si la muerte cortó lazos afectivos muy fuertes. Pero no llega al medio espiritual desamparado; casi nuca se queda entregado a sí mismo; todos los Espíritus, casi sin excepción, al salir de la crisis de la muerte son acogidos por los guías más indicados para reconfortarlos, aconsejarlos y asistirlos. ¿Dónde va a encontrarse el Espíritu recién nacido? He aquí la respuesta: entró en el estado de conciencia único posible según sus condiciones morales, intelectuales, espirituales. El medio que lo recibe está determinado por el grado de espiritualidad en el que se encuentra. A través de la muerte gana la morada espiritual que preparó para sí mismo; no puede ir a ninguna otra parte. Son sus calificaciones espirituales que lo hacen gravitar, con una precisión infalible, hacia las condiciones de existencia que corresponden matemáticamente a sus méritos y desmerecimientos. La gran “ley de afinidad” regula este proceso inexorable. El hombre, después de la muerte, va para el lugar que para sí mismo preparó; no podría ser de otro modo. Se une a los que se le parecen; gravita hacia las legiones espirituales entre las que se encontrará enteramente a gusto, como en su propio medio, como en su casa. Su futura morada está en el círculo de su alma; sus compañeros espirituales son los seres semejantes. En otros términos; el Espíritu desencarnado por efecto de la ley bienhechora y justa de la “afinidad”, gracias a la cual “cada uno atrae a su semejante”, gravita para el único medio que se adapta a sus condiciones evolutivas, a su elevación moral, a su cultura intelectual. Conforme él mismo las creó por su actividad terrestre. Va a donde forzosamente tiene que ir. Ahora estará bien que te diga dos palabras acerca de la naturaleza de la substancia empleada para las construcciones, o creaciones, en el medio espiritual, así como sobre los métodos usados. Nuestro mundo es el del pensamiento; todo lo que en él se mueve, toca y usa es una creación del pensamiento. Nuestro cuerpo espiritual es una creación substancial del pensamiento; y de nuestro propio cuerpo que, sin ningún prejuicio para nuestra individualidad, exteriorizamos, lo que nos es necesario para el ejercicio de la actividad objetiva. Alrededor toman forma las creaciones del pensamiento, fundidas y armonizadas con las creaciones pensadas por los otros. Entre esas creaciones algunas son exteriorizaciones inconscientes del pensamiento espiritual; otras provienen de la fuerza creadora del pensamiento guiado por la voluntad para fines determinados. Somos seres construidos de pensamientos, existiendo en un mundo creado por el pensamiento. Naturalmente los que habitan en el mundo terrestre, tan radicalmente diferente al nuestro, tienen dificultad para comprender, e incluso para creer en estas revelaciones. Pero te afirmo que los procesos funcionales que acabo de mencionar son muy simples, muy naturales y extraordinariamente eficaces... Estas enseñanzas espirituales que ahora apenas comenzamos a dar a los vivos constituyen una de las muchas cosas a cuyo respecto Jesús, el Nazareno, afirmó que “aquella generación y aquella época no estaban maduras para recibirlas.” A propósito del interesante mensaje que acabamos de leer y apoyando la tesis fundamental que sustento, importa insistir sobre el hecho de que encontramos en él las habituales e infalibles concordancias, relativas a gran número de detalles fundamentales, concernientes a las modalidades de existencia espiritual, a saber: la información de que los Espíritus de los muertos, salvo algunas raras excepciones, son acogidos y reconfortados por familiares y amigos que los precedieron en el medio espiritual; en ese momento el Espíritu ya debe haber pasado por la prueba de la “visión panorámica” de todos los acontecimientos de su vida; la información de los Espíritus recién llegados, que no se han dado cuenta de que ya murieron; la información sobre la facultad de modelar y organizar propia del pensamiento en el medio espiritual; en fin, la información sobre la “ley de afinidad”, que regula inexorablemente los destinos humanos, sin la intervención de un Juez Supremo para condenar o absolver al Espíritu desencarnado. Entre los detalles secundarios que todavía no tuve ocasión de comentar, señalemos el del Espíritu cuando dice que a pesar del vivo afecto que le una al Espíritu de su compañera, llegó para ellos el momento en el cual “el camino que nos conducía a la elevación espiritual se ha bifurcado” pero que sin embargo, ambos se sentían dichosos al separarse. Este detalle concordante con otro análogo, referido en el episodio 4º, es teóricamente importante porque se presenta de forma inesperada, permitiendo admitir que la circunstancia de ser relatado por muchos médiums pueda ser atribuida a “coincidencias fortuitas”. Observaré que algunos de los Espíritus que lo han relatado han puesto atención en completarlo, diciendo que, si los Espíritus ligados por mutuo afecto se separan sin ningún pesar, esto se debe a dos razones: primero porque saben que la separación es necesaria a su recíproca elevación espiritual , diversamente orientada para cada entidad espiritual según la naturaleza de su individualidad humana; Y segundo porque los Espíritus ligados por el afecto saben que siempre que deseen verse, no necesitan más que manifestar la voluntad con el pensamiento para estar instantáneamente juntos. Ernesto Bozzano Extraído del libro "La crisis de la muerte"
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