Con
esta denominación nos referimos a los seres que se encuentran en
las franjas vibratorias más groseras y cercanas a la Tierra; lo que
también se conoce en medios espíritas como “La Costra”, según
lo denomina el espíritu André Luiz en la obra de Chico Xavier
“Nosso Lar”. En este plano de existencia espiritual , los Seres
que están en él se encuentran inmersos en un estado de sufrimiento
y agonía, causado por el ambiente tétrico, oscuro y pantanoso que
lo conforma, la maldad, el horror de lo nauseabundo, el pánico , y
sobre todo la desesperación de creer que ese estado es infinito.
Al
Ser que se encuentra en tal estado, le es difícil comprender y
admitir que solamente retomar la ley del Amor es el único camino
que se les brinda para alejarse de esa situación, y que la única
puerta de salida a ese camino es recomenzar de nuevo con el deseo de
enmendar errores y de amar.
Sin
embargo en ese plano de sufrimientos , se reciben “visitas” de
Seres procedentes de otros planos espirituales mas elevados que
acuden allí en misión de rescate , y lo pueden hacer con quien está
dispuesto para ser rescatado, con arreglo a su grado de
arrepentimiento y de deseo de rectificar en nuevas oportunidades
durante otras vidas humanas.
Esta situación
amarga, dura lo que tarda el Ser en comprender el alcance de sus
errores y sentir el deseo de rectificarlos.
El
Ser llega hasta allí porque cuando abandona el cuerpo tras la
muerte, se halla impregnado de una energía o magnetismo denso y
pesado, producto de sus errores e imperfecciones. Este actúa como un
lastre para el Ser, que de ese modo se queda situado en las regiones
astrales inferiores cercanas a la Tierra, hacia donde es atraído por
las leyes de gravitación y también la de afinidad vibratoria
terrestre, mezclándose con sus habitantes a los que influyen.
Esta
afinidad y cercanía al plano material le lleva a experimentar
sufrimientos semejantes a los físicos; de ahí se explica cuando en
algún caso de comunicación
mediúmnica expresan sensaciones de abrasamiento o de frío.
Tal
vez por ello, las religiones cuando alguna vez han obtenido un
comunicado del Más Allá con estas características y
descripciones, han concebido la idea de un lugar en donde las almas
se queman en un fuego eterno.
Asimismo,
lo mismo que las religiones imaginaban un cielo situado “arriba”,
en contrapunto también tenía que haber un infierno situado en el
extremo opuesto, “abajo”, o sea, en las entrañas de la Tierra,
lo que apoyaba la idea de un gran fuego por la existencia de los
volcanes y el calor interno de la misma.
La
realidad es que los moradores del bajo astral habitan una dimensión
que se interpenetra físicamente con la nuestra, y en ella se llegan
a organizar para llevar a cabo acciones de mal o de crueldad entre
ellos mismos y hacia los humanos de este mundo, simplemente por causa
de venganzas , odios y envidias.
Desde
muy antiguo estos Seres del Bajo Astral fueron conocidos por los
brujos, pitonisas, sibilas, etc, y se les conoció como diablos o
demonios.
- Jose Luis Martín -
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¡ NO SOY FELIZ !
A lo largo de nuestras vidas habremos escuchado esta expresión repetidas veces no solamente a personas que por su angustiosa situación se podría considerar justificable, sino a muchas otras que gozan aparentemente de todo lo que ambicionaron en este mundo: riqueza, poder, posición, popularidad, etc. Y quizá alguno de los que les observan se pregunta: ¿qué le falta para ser feliz si posee todo?
La Doctrina de los Espíritus, a través del estudio, nos enseña que cuantos estamos encarnados en este planeta vivimos dominados fundamentalmente por el dolor y el sufrimiento debido al estado evolutivo en el que nos encontramos, recordándonos así que la Tierra es un mundo de “expiaciones y pruebas” donde debemos progresar espiritualemente con el esfuerzo ante la necesidad del libre desenvolvimiento individual. La libertad moral será proporcional al estado de avance del ser, colaborando asímismo en el mejoramiento general de la humanidad. La felicidad universal será el resultado definitivo de la evolución.
La gran mayoría de aquellas personas que disfrutan de “todo”, pero que sienten persistentemente un vacío interior, ni siquiera se plantearon la necesidad de adquirir, para incorporar a su amplio abanico de propiedades, la riqueza más natural y gratuita, la grandeza espiritual. Lucharon durante años para conquistar lo que era tangible y tocaban con las manos lo que podían mostrar a amigos y enemigos, engordando su orgullo y vanidad, olvidando que la felicidad no consiste en atesorar bienes materiales aquí en la Tierra. Bienes conquistados que no se podrán llevar al otro lado de la vida física, ignorando que el único equipaje que les acompañará serán las virtudes y las imperfecciones que acumularon en su encarnación.
El Evangelio Según el Espiritismo, capítulo XXV, ítem 6, ya nos alerta al respecto: “No amontonéis tesoros en la Tierra, donde el orín y los gusanos los consumen, donde los ladrones los desentierran y roban; mas amontonad tesoros en el cielo, donde ni el orín ni los gusanos los consumen, porque donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón”.
Cierto es que la riqueza es una de las pruebas más difíciles de superar. Ella nos predispone a cometer acciones que nos apartan del camino idóneo. Pero recordemos también que, gracias a ella y utilizándola debidamente, se puede adquirir el bagaje moral que nos hará regresar a la Patria Espiritual de forma mucho más apacible.
Si todos los que sienten la frase que encabeza estas palabras dedicasen tan sólo unos instantes de su tiempo para meditar sobre esta situación, elevando el pensamiento a lo Alto y buscando respuestas, estamos seguros que las encontrarían. Nuestros amigos, los Espíritus, observándonos con esperanza, se encuentran siempre dispuestos a colaborar en el bien. Ellos tienen la tarea de inspirar, intuir y caminar apartándonos del entorno materialista que nos domina y que nos tiene sumergidos en la negatividad. Tan sólo esperan nuestra llamada para acudir.
Juan Miguel Fernández Muñoz . MADRID
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REGLAS DE LA FELICIDAD
Acuérdese de que los otros son personas a las que usted puede auxiliar, aun hoy, y de las cuales tal vez mañana mismo usted precisará auxilio.
Todo suelo responde no solamente conforme la plantación, sino también según los cuidados que reciba.
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Aquellos que caminan con nosotros en las mismas trillas evolutivas se asemejan a nosotros, cargando cualidades adquiridas y deficiencias que están buscando liquidar y olvidar.
Tenga en cuenta los arañazos mentales que experimenta cuando alguien por descuido se refiere a sus problemas y aprender a respetar a los problemas de otras personas.
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Pensemos en el bien y hablemos de bien, destacando el lado bueno de lod acontecimientos, personas y cosas.
Toda vez que actuamos contra el bien, creamos oportunidades para la influencia del mal.
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Mostremos la mejor sonrisa – la sonrisa que nos nazca del corazón – siempre que entremos en contacto con los otros.
Nadie estima transitar sobre alfombras de espinas.
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Evitemos las discusiones.
Dialogo, en esencia, es intercambio.
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Si usted tiene algo de bueno a realizar, no se demore en eso.
Hoy es el tiempo de hacer lo mejor.
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Estime la tarea de los otros , prestigiándola con su entusiasmo y lavor en la construcción del bien.
Crear alegría y seguridad en los otros es aumentar nuestro rendimiento de paz y felicidad.
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No contrarié los puntos de vista de sus interlocutores.
Podemos tener luz en casa sin apagar la lámpara del vecino.
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Usted es una institución con objetivos propios, dentro de la Vida, la Gran Institución de Dios.
Los amigos son sus clientes y si usted procura ayudarlos, ellos igualmente lo ayudaran a usted.
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Si usted sufrió derrotas y contratiempo, apenas se detendrá en eso si quiera.
La Divina Providencia jamás nos cierra las puertas del trabajo y, si pasamos entonces por fracasos y dificultades en nuestras realizaciones, el sol de cada nuevo día nos invita a recomenzar.
André Luiz
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LA FELICIDAD EN LA TIERRA
La felicidad es una cuestión de comprensión. Las criaturas que encaran la vida sin ninguna comprensión de su realidad espiritual, no pueden ser felices. Sus momentos de alegría y satisfacción pasan deprisa y son bien pocos. Porque ellas colocan la felicidad donde ella no puede estar, quieren encontrarla en cosas ilusorias que después se deshacen. La felicidad mora en nosotros mismos, en nuestra conciencia.
Tenemos un objetivo en la vida y solo somos felices cuando lo estamos realizando.
Las reglas que André Luiz nos ofrece muestran eso de manera bien clara y confirman. El libro de los Espíritus en su cuestión 921, en el comentario a esa cuestión, Kardec advierte: “El hombre bien compenetrado de su futuro destino solo ve en la existencia corpórea un rápido pasaje.”
Descartes ya nos alertaba contra el peligro de confundir el alma con el cuerpo. Cuando no sabemos distinguirnos del propio cuerpo, lo que buscamos es una felicidad ilusoria, egoísta y efímera. Ella nos puede satisfacer por algunos instantes, más luego se marchará de nuestras manos y nos sentiremos muy infelices.
Es bueno gravar en nuestra mente las enseñanzas de André Luiz: “Crear alegría y seguridad en los otros es aumentar nuestro rendimiento de paz y felicidad. Esto no es apenas una recomendación moral, es una ley científica. Porque la vida humana es psíquica y no material. Vivimos en un océano de vibraciones psíquicas, en permanente permuta con las otras personas.
Si pensamos en el mal, atraemos vibraciones malas, si pensamos en el bien, atraemos buenas vibraciones, y si hacemos el bien, creamos un potencial de bondad, paz y felicidad a nuestro alrededor, beneficiando también a los otros.
Es evidente que no podemos cambiar el mundo por nosotros mismos. Ni podemos hacernos ángeles de un momento para otro. Tenemos nuestro pasado negativo, más el presente nos ofrece la oportunidad de crear un futuro positivo, mientras creamos con nuestros buenos pensamientos y buenas acciones, tendremos la felicidad que es posible al hombre gozar en la Tierra, mundo aun inferior, de pruebas y expiaciones.
Venceremos nuestras pruebas con alegría y superaremos nuestras pruebas con esperanza, comprendiendo que nos liberaremos a nosotros mismos para la felicidad real del espíritu, que es el destino de todas las criaturas.
J. Herculano Pires (Hermano Saulo)
Artículo publicado en la columna dominical “Chico Xavier Pide Licencia” del periódico Diario de S. Paulo, en la década de 1970
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