lunes, 25 de mayo de 2015

El Espiritismo y las cuestiones políticas o sociales

MENDICIDAD
Costumbre arraigada en el inconsciente humano,  proveniente de los hábitos enfermos del pasado,  la mendicidad también resulta de los procesos insalubres de la educación doméstica, especialmente en las familias violentas, caracterizadas por desajustes  de variado orden.
La familia  es laboratorio en el cual se forjan los valores morales edificantes, mediante las contribuciones valiosas del amor  y de la disciplina, corrigiéndose  conductas enfermizas y trabajándose valores espirituales que deben predominar en la naturaleza de cada uno de sus miembros.
Lo que no se consigue en la formación de la personalidad en los años infanto-juveniles, en el seno doméstico, mucho más difícil se presentará a lo largo de otros periodos, en impositivos de reeducación.
Por esa razón, es más fácil y provechoso  crear hábitos morigerados y saludables, en la infancia, cuando se insculpe  el aprendizaje  en el cerne del ser, que más tarde, cuando el comportamiento ya conduce fijaciones destituidas de equilibrio y de ética.
Entre los vicios  que florecen en el clan desajustado, la mendicidad ocupa un papel de relevo, en razón de la falta de compostura de sus miembros en relación a la verdad.
La falta de respeto a lo correcto y veraz, la desconsideración por la manera como los hechos suceden, desbordan en referencias adulteradas, en comentarios despectivos, que  priman por el cinismo de las conclusiones.
Perdiéndose los parámetros de los acontecimientos, se miente con mucha  naturalidad, invirtiéndose en la imaginación exacerbada y tornándose  imposibilitado de proceder  a cualquier narrativa conforme lo sucedido.
De la mentira pura y simple a la perfidia, en esos casos, es solamente  un paso, así como de la permanente máscara de hipocresía ajustada cara al fingimiento sistemático, se torna una costumbre habitual.
Prolongándose ese comportamiento, sus víctimas se desajustan y se atormentan en razón de la falta de dimensión de la verdad descuidada.
Tanto se acostumbran  con la manera incorrecta de actuar, que se hacen incapaces de mantener la serenidad, el equilibrio, cuando están en el grupo social en el que se mueven.
En lo íntimo, saben discernir lo cierto de lo errado,  comprenden que trabajan en campo de alto riesgo, cual sea la mentira, en razón de ser fácilmente descubiertos, no en tanto, la astucia, que también es una memoria ascentral de la evolución, los elude estimulando nuevos argumentos totalmente injustificables.
 De esa forma, viven conflictos emocionales que se agravan  con la sucesión del tiempo, en razón del modo constante de ser desveladas sus malezas, siendo llevados al ridículo que merecen, más se niegan a reconocer.
Se vive,  en consecuencia, en una sociedad que se deslumbra  con el Fausto, la ilusión, la mendicidad, como fenómenos perfectamente naturales, más felizmente  insustentables  y decepcionantes.
El ser humano educado es veraz en todos los momentos, asumiendo las responsabilidades de su conducta, aun mismo cuando experimentando sinsabores y angustias.
El compromiso con la verdad no le permite negociarla,  aceptando el soborno de la fantasía que se diluye  como la nube al sol de la realidad.
La inestabilidad de la conducta, no en tanto,  en relación a los acontecimientos  de lo cotidiano, la falta  de ponderación y recato en referencia a los hechos, le dan lugar a  la perdida de la autoestima y, consecuentemente, de la salud emocional.
Algunos cuadros de depresión psicológica tienen inicio en ausencia del auto amor en el paciente, que, no amando, se considera indigno de ser también amado, porque reconoce la objeción interior en que se encuentra.
No esforzándose a enfrentar los desafíos  existenciales que se le acumulan en lo íntimo  como efecto de la mendicidad, disfraza el conflicto que sufre con nuevas arremetidas de la imaginación.
El desenvolvimiento intelecto moral saludable es estructurado en los  alicientes de la verdad,  en las convivencias con los pensamientos elevados  y las programaciones edificantes  de continua vigilancia moral, propiciándose renovación de actitudes, que facultan estímulos para la evolución.
Descubriendo cuanto es capaz, el individuo sale de la nube del desequilibrio y enfrenta la claridad de los acontecimientos, esforzándose para acompañar la marcha del  progreso, mediante  el encajamiento sincero en sus filas.
Ser veraz se le diseña en la mente como adecuada condición de la persona inteligente que opta por lo que es licito y real, en vez  de las tumultuadas fugas para la mentira y la hipocresía.
Es medida  de buen tino el reconocimiento de las posibilidades que se encuentran al alcance de todos los individuos, cada cual estableciendo sus metas y campos de trabajo sin apego al pasado  ni ansiedad por el futuro.
Delineando una programación existencial, su inicio debe expresarse de dentro, del interior para el exterior, alterando los hábitos mentales perniciosos en que se complacía y fluyendo el bienestar de las nuevas conquistas  poco a poco logradas.
En ese emprendimiento muy personal y profundamente psicoterapéutico,  se modifican los paisajes interiores de su realidad, favoreciéndolos con alegría  espontanea, que es el resultado del poco temor  de cualquier tipo de acontecimiento, pudiendo seguir adelante en perfecta identificación con la vida.
Nadie se substrae a la verdad, permaneciendo indefinidamente  sumido en la densa niebla de la mediocridad y del despropósito.
La marcha del progreso es ininterrumpida, no permitiendo a persona alguna permanecer por tiempo indefinido en la retaguardia.
Cuando al viandante  le faltan las fuerzas y la suya es la opción del estacionamiento, las demostradas Leyes de la Vida se le imponen, arrastrándolo al principio, a fin de que prosiga  con el propio esfuerzo después.
En los trastornos de comportamiento, más allá de los factores endógenos y exógenos, identificados por los estudiosos de las doctrinas psicológicas, predominan  los de naturaleza espiritual, obsesivos, que fluyen de los comportamientos indignos del ahora que se extienden por los comportamientos indignos del ahora encarnado en relación a aquellos que quedaron en el Más Allá  y vienen a cobrarle la necesaria reparación.
Manteniendo los comportamientos livianos  y falsos  de entonces, ofrecen  campo psíquico para que se instalen las enfermedades espirituales que requieren cuidadosos procedimientos específicos, con el fin de auxiliar  al perseguidor y amparar al perseguido.
Estos eventos tienen lugar en los campos de los enfermos mentales y morales que se facultan en el proseguimiento de la insensatez, cuando disponen de valioso arsenal del amor y de la oración, de la paciencia y de la corrección de la conducta, de la caridad y de la abnegación…
Enfermos del alma, por tanto, son, todos aquellos que optan por la mendicidad que los conduce al abismo, pudiendo liberarse del vicio perverso, sirviéndose de las contribuciones insubstituibles del Evangelio de Jesús…
Por el espíritu Joanna de Angelis- Pagina psicografiado por el médium Divaldo Pereira Franco, en la mañana del día 18 de mayo del 2009, en la residencia de Jos

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  EL ESPIRITISMO Y LAS CUESTIONES POLÍTICAS Y SOCIALES

Las cuestiones políticas y sociales Según algunos, los espíritas se ocupan de lo que no les incumbe puesto que se interesan por la marcha del mundo en sus aspectos sociales y políticos, como si estos temas no debieran interesar sino al vulgo, como si la espiritualidad no tuviera que intervenir en todo lo que concierne a la organización de la comunidad humana. Cada uno debería permanecer en su papel: el sacerdote se ocupa de la salvación de las almas, el espírita se comunica con el más allá y el político se ocupa de los asuntos del mundo… Habría pues que disociar estas diferentes preocupaciones y considerar que la evolución de las sociedades no interesa ni a los 
espíritus ni a los espíritas. ¿Cómo podríamos hablar entonces de evolución y de emancipación de los individuos, si hiciéramos abstracción de lo que nos relaciona con los demás dentro del vínculo social y las estructuras de nuestras sociedades? Mientras el mundo siga perdiéndose en una desenfrenada carrera hacia el lucro, en una competencia que todavía pudiera engendrar conflictos, todo espírita normalmente constituido no puede sino interrogarse acerca del funcionamiento de sociedades en las que la hermandad, la solidaridad y la justicia siguen siendo palabras vacías. Los buenos sentimientos de compasión no bastan. Hay que mirar bien al mundo tal y como va, estudiar su funcionamiento económico y sus estructuras políticas, para comprobar que las relaciones internacionales siempre están fundadas en el interés, la explotación y el dominio del más fuerte, en detrimento de los pueblos más desprovistos que son víctimas de una competencia material que pertenece a los poderes del dinero. Si en espiritismo, se debe invocar la moral personal, también necesitamos hablar de moral colectiva para dar un sentido a la palabra solidaridad, ya sea uno cristiano, espírita o de alguna otra disciplina humanista. Algunos desearían que los espíritas se quedaran en su estricto campo de la comunicación con los muertos, sin extraer de ello las menores consecuencias filosóficas y éticas, lo cual les volvería a llevar a no ser más que simples espiritualistas que viven con los muertos y se olvidan de los vivos. Aún sobre este punto, nos encontramos ante a un desafío no resuelto: conjugar un ideal filosófico con sus consecuencias sobre los asuntos del mundo. Muchos no lo aceptan, estimando que cada uno debe permanecer en su lugar. Pues bien, nuestro lugar sin embargo, es el de todo ciudadano que escucha al mundo, en medio de los espíritus encarnados que se han organizado en sociedades y que desean una evolución de la humanidad entera.
JACQUES PECCATTE
LE JOURNAL SPIRITE N° 79 ENERO 2010

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       El hombre honrado según Dios o según los hombres
         
 José bré Muerto en 1840, evocado en Burdeos por su nieta 1872

Querido abuelo, ¿ queréis decirme cómo estáis en el mundo de los espíritus y darme algunos detalles instructivos para nuestro adelanto?
Todo lo que tú quieras, mi querida hija. Expío mi falta de fe, pero la bondad de Dios es grande, y toma en cuenta las circunstancias. Sufro, no como podrias entenderlo, sino  por el sentimiento que tengo de no haber empleado bien mi tiempo en la Tierra.
¿ Cómo no lo habéis empleado bien, si habéis vivido siempre como hombre honrado?
Sí, desde el punto de vista de los hombres, pero hay un abismo entre el hombre honrado ante los hombres y el hombre honrado ante Dios. Quieres instruirte, hija mía. Trataré de hacerte conocer la diferencia.
Entre vosotros se tiene a un hombre como honrado cuando respeta las leyes de su pais, respeto elástico para muchos . Cuando no hace mal a su prójimo, quitándole ostensiblemente lo suyo.  Pero le quita a menudo sin ningún reparo su honor y su dicha, desde el momento en que el código o la opinión pública no pueden alcanzar al culpable hipócrita. Cuando se ha grabado en la lápida de la tumba la retahíla de virtudes que se ensalzan, se cree haber pagado una deuda a la Humanidad. ¡Qué horror! No basta para ser honrado ante Dios dejar de infringir las leyes de los hombres.
Es preciso ante todo no haber quebrantado las leyes divinas.
El hombre honrado ante Dios es aquel que, lleno de abnegación y de amor, consagra su vida al bien, al progreso de sus semejantes. Aquel que, marchando al fin que se propone, es activo en la vida para cumplir la tarea material que se le ha impuesto, porque no debe olvidar que sólo es un servidor al cual el amo le pedirá un día cuenta del empleo de su tiempo. Activo hasta el fin, porque debe predicar con el ejemplo el amor del Señor y del prójimo. El hombre honrado ante Dios debe evitar con cuidado esas palabras mordaces, veneno escondido entre flores, que destruyen las reputaciones y a menudo mata al hombre moral cubriéndole con el ridículo.
El hombre honrado ante Dios debe tener siempre el corazón firme contra el menor átomo de orgullo, de envidia, de ambición. Debe ser paciente y dulce con los que le atacan. Debe perdonar de todo corazón, sin esfuerzos y sobre todo sin ostentación, a cualquiera que le haya ofendido. Debe amar a su Creador en todas sus criaturas. Debe, en fin, poner en práctica este resumen tan conciso y tan grande de los deberes del hombre. Amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo.
He ahí, mi querida hija, casi explicado lo que debe ser el hombre honrado ante Dios. Pues bien, ¿ he hecho yo esto? No, he faltado a muchas de esas condiciones, lo confieso sin avergonzarme.
No he tenido la actividad que el hombre debe tener. El olvido del Señor me ha arrastrado a otros olvidos que, no por no caer bajo la ley humana, dejan de ser prevaricaciones a la ley de Dios. He sufrido bastante por eso cuando lo he reconocido, y por esta razón me anima hoy la consoladora esperanza en la bondad de Dios, que ve mi arrepentimiento. Decidlo, querida hija, repetidlo a los que tiene la conciencia cargada. Que cubran sus faltas a fuerza de buenas obras, y la misericordia divina se detendrá en la superficie.
Sus ojos paternales encontrarán las expiaciones y su mano poderosa borrará las faltas.
 El Cielo y el infierno.  Allan Kardec.

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Analizando la Materia y al ser en su radio de acción


La Naturaleza,  en sus diversos aspectos, nos ofrece un eterno encanto.
La materia es tan solo el agente de que se sirve el espíritu para realizar sus objetivos. A través de una serie de fenómenos, esa materia puede purificarse y llegar a un estado que permite confundirla con el principio primordial de la vida. Se podría creer que la materia se convierte en espíritu, porque ella es animada, pero nunca posee, por sí misma, un principio propio de vida.
La materia vive por reflejo, sigue la evolución de la vida y le sirve de soporte. La chispa emanada del foco divino evoluciona en la materia, recorriendo el Espacio y vuelve a su punto de partida, más pura y más luminosa.
El materialismo ha quitado a la Ciencia el carácter de grandeza y de elevación moral que la haría digna de recibir la revelación suprema, de recoger el depósito sagrado. El espíritu materialista, ensoberbecido con una conquista tal, se levantaría contra Dios. Pero el día en que, impregnado de un espíritu nuevo, el sabio haya asimilado esas radiaciones superiores que sintetizan toda la vida universal, reverenciará la obra Divina.
Es así como, en los planos superiores de la vida espiritual, el pensamiento, la voluntad y la fuerza se unen para realizar la obra sublime del cosmos, esa obra cuyo concierto encanta y arrebata a todos cuantos descubren sus leyes.

Desde la Tierra, solo podemos percibir algunos detalles, pero en el Más Allá las perspectivas aumentan y permiten que nuestros amigos invisibles conversen con nosotros con más competencia y amplitud sobre este magno asunto. Son ellos los que nos inician en las grandes obras que se elaboran en lo invisible y en los progresos que se preparan para la Ciencia humana en el conocimiento de las fuerzas universales.

“Desde el Más Allá, – nos dicen ellos – se emanan haces fluidicos de grupos de espíritus desencarnados y muy  evolucionados que procuran siempre traspasar las nubes hechas de materia que envuelven la Tierra. Nosotros ya hemos producido algunas fisuras y por esas grietas o salidas esperamos despertar las chispas divinas que adormecen en el ser humano.”

“En el transcurso de los siglos, muchas existencias se han desarrollado sobre vuestro globo, un complejo de pasiones, de esperanzas y de fe, cuyas radiaciones constituyen una atmósfera fluídica que, frecuentemente, es como una barrera en torno a la Tierra. Cuando el aire se rarifica o se degrada en vuestro mundo, la vida se hace inestable y, a veces, se parte. Una correlación debe partir del Espacio, pero cuando la vida invisible no puede entrar en contacto con la vida material, el equilibrio se rompe, pueden ocurrir perturbaciones, sucesos trágicos, en el sentido de una evolución puramente material.”

León Denis nos dice que desearía abrir una ventana para hacernos comprender la marcha de los acontecimientos sobre la Tierra,  para ello es preciso un impulso del alma, la plegaria, la fe que ilumina el camino y destruye los fluidos materiales que forman una barrera.”

 “El Espiritismo es el gran inspirador de la fe. Es preciso utilizarlo con sinceridad. Habiendo más núcleos espíritas, más adeptos serán convencidos y de ese modo, hallarán en sí facilidades para la proyección de los fluidos vitales y regeneradores, bajo el punto de vista moral. Cada centro espírita, cada alma ardiente auxiliará con una fe viva, a atraer haces radiantes. De ese modo, podremos traspasar la capa material que os envuelve y purificar un ambiente aún tan cargado de elementos impuros”.

“Hasta el momento se han producido grietas, pues hay algunos focos iluminados; hay, por otro lado, regiones bastante sombrías. Mientras la obra de destrucción prosigue, los lugares sombríos se iluminan poco a poco. Tenemos la esperanza de que, si las perturbaciones se vuelven mayores, una nueva orientación se produzca en el espíritu de aquellos que dirigen los destinos de las naciones.”

A medida que el hombre vence las rampas difíciles que conducen a las cumbres de la Ciencia y del conocimiento, él ve la majestad del cosmos, y el esplendor de sus leyes se le aparece bajo aspectos cada vez más imponentes. Llega a comprender que el espíritu domina y rige el mundo, que la Naturaleza es su esclava. Las fuerzas son solamente agentes que sirven para realizar sus vastos planes y alcanzar el objetivo pretendido.
Él comprende que su alma no es más que un reflejo de la
Inteligencia Suprema que gobierna el Universo y que, a ejemplo suyo, él puede comandar la materia, las fuerzas radiantes y, evolucionando él mismo, trabajar para hacer progresar, para espiritualizar todo lo que le rodea, para elevar seres y cosas en dirección a estados siempre más perfectos.

Entonces, ya no es en las cosas exteriores, pasajeras e inciertas donde coloca su objetivo esencial, la finalidad de su vida. Él se dedica a accionar, por un desarrollo constante de sus facultades y de sus cualidades morales, las potencias y los recursos que adormecen en la médula de su ser.

Las instituciones políticas y sociales, las formas de los gobiernos y de las sociedades permanecerán vacías durante mucho tiempo, mientras el hombre no se perfeccione. Esto no está fuera de nosotros, sino que es dentro de nosotros donde reside el secreto de la felicidad. Como dice la sabiduría antigua: “Sabrás que los males que devoran a los hombres son fruto de su elección y que esos infelices buscan, lejos de sí, los bienes cuya fuente poseen.”

Estudiemos, pues, con persistencia, las leyes del Universo y las fuerzas prodigiosas que encierra; es penetrando el secreto de esas leyes y comprendiendo el control de esas fuerzas como el hombre podrá entrar en la gran comunión universal, cuyo principio está en Dios y fuera de la cual no hay felicidad.

Sin embargo, hay todavía pocos hombres que conocen la verdadera finalidad de la existencia y la ley de su destino. La gran masa humana, en vez de reaccionar contra la materia, sufre, servilmente, su yugo. Inmersa en las tinieblas, está sometida al imperio de los sentidos y solamente busca los placeres físicos. Y es que, para vencer las influencias groseras, para entrever el futuro del alma, enjuiciar su papel y su objetivo, es preciso enterarse de la vida en el Más Allá, haber entrado en relaciones profundas con el mundo invisible, haber recibido las enseñanzas de las grandes almas que han alcanzado las cumbres de la sabiduría y de la luz.

Ahora bien, solamente un pequeño número de estudiosos reúnen esas convicciones. Éstos han adquirido la certidumbre y la confianza, que son las fuerzas, por excelencia, para los momentos de luchas y de probaciones.
Todos los días, observamos a hombres que el laico califica como sabios y que, cuando quieren tratar de las cosas espirituales y de la vida en el Más Allá, demuestran una vacilación que asombra.

Y es que para abordar, con competencia, esas cuestiones profundas, no basta ni siquiera el estudio, es preciso haber madurado en el dolor.

El sufrimiento – despertador de consciencia – es la llave que abre nuestro entendimiento a la comprensión de las leyes eternas que rigen la vida y la muerte.

Poco a poco, a medida que el hombre avanza en la vía sagrada, la superioridad de su espíritu sobre la materia se afirma, al mismo tiempo que la fuerza creadora, de la cual Dios ha depositado una parcela en el hombre. En la evolución grandiosa de sus facultades y de sus cualidades morales, él llegará a realizar, dentro de sí, y a su alrededor, el reino de la justicia, de la sabiduría y del amor, que es el objetivo final, en función del cual todas las cosas han sido formadas.

Trabajo realizado por M. C. R.
Extraído del libro de “León Denis” El Espiritismo y las Fuerzas Radiantes.

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